Mei 3:

Diplomacia

Desde la ventana de mi habitación veo a los sirvientes correr de un lado a otro. Tienen varios días apurados. Algunos tuvieron la orden de alistar habitaciones de huéspedes, otros trabajan en el mantenimiento del puerto. La limpieza del palacio ha sido la principal encomienda de mi abuelo, así como los arreglos del jardín. Desea que cada rincón quede impecable, sin una sola mancha ni resto de polvo. Mandó darle mantenimiento a todas las armaduras que decoran los pasillos, que se revisaran las cortinas, sabanas y todo aquello que pudiera mostrarse desgastado en al interior del palacio. He visto como los empleados salen del palacio con los carros llenos de las cosas viejas y otros llegan a las puertas del palacio cargados con varios metros de telas nuevas. Ni que decir de los jardineros, ellos han trabajado más que nadie desde que comenzó toda esta movilización. He visto como pasan la mañana entera podando los diferentes arbustos y árboles. Incluso han plantado diferentes flores a lo largo del jardín. Por suerte, Kumagoro parece comprender la importancia de esta labor tan ardua y se ha comportado con calma, aunque de vez en cuando se acerca a las plantas nuevas y por accidente ha dañado un par, nada grave de momento, aunque ha causado el enojo de uno que otro jardinero.

La razón para esto era bastante obvia. Toda esa movilización solo podía deberse a la visita de alguna o varias personas importantes. Supuse que ese era el motivo posible para tales atenciones en el jardín y las habitaciones. La única duda que me había quedado sin respuesta era quien podría provocar todo esto. De tratarse de solo una persona, esta debía ser acompañada por un gran sequito y tratarse de algún gobernante de una nación aliada. De inmediato pensé en la reina Flammina, pero solo porque es el único nombre que conozco. Sin embargo, esto me pareció poco probable. No ha pasado mucho desde que mi visita, mejor dicho, la visita de mi otra yo a su reino llegó a su final. Apenas han pasado unas semanas desde entonces, por lo que pensé en descartar esa idea. No lo he hecho hasta ahora porque mi abuelo se ha mostrado molesto con esa mujer desde que leyó la carta que le envió. ¿Qué le diría? No lo sé. Esos deben ser asuntos personales suyos que deben tratar solo entre ellos.

He querido preguntar el motivo de tantos trabajos, pero me detiene un motivo poderoso. Si llego a hacerlo, levantaré sospechas sobre mi identidad. La gente a mi alrededor, tanto sirvientes como Yuzu y Himeko, dan por sentado que yo conozco los detalles de los preparativos. Lo sé, porque me han preguntado de manera casual si estoy de acuerdo con ciertas flores que piensan plantar, si me gusta la calidad de las sabanas para los huéspedes y otros detalles similares. Hasta ahora, he actuado como mi juicio dicta: procuro no sonar sospechosa y de alguna manera busco las mejores opciones. Si me traen sabanas para juzgarlas, elijo las más suaves; si debo ver cortinas, les digo que pongan las que mejor se vean en la habitación, aunque en este aspecto Yuzu ha sido de gran ayuda. No pasaría mucho tiempo para enterarme de quienes provocaban tanto alboroto en el palacio ni del motivo de su visita.

Debo decir que la vida como princesa en este mundo es más complicada y exigente de lo esperado. Desde que desperté en Tibitha, me he sentí en una novela de fantasía. Los barcos voladores que surcan los cielos, la presencia de diferentes razas en este mundo, la existencia de la magia, hasta las irreales dimensiones de Kumagoro me dieron esa sensación de estar atrapada en una obra de ficción o en un sueño. El encanto, lamentablemente, duró poco tiempo y la realidad llegó una mañana apenas me desperté. No habían pasado ni diez minutos desde que abrí los ojos. Yuzu ya no estaba en la habitación y, para mi sorpresa, ya estaba rodeada por las doncellas a mi servicio. Me vistieron y condujeron al comedor para desayunar. Una de ellas comentó que mis días de descanso habían terminado y era hora de volver a mis responsabilidades. De esa manera tan abrupta retomé la rutina de mi otra yo.

Fueron muy amables en darme un par de días para descansar. Use ese tiempo para acostumbrarme al nuevo entorno que me rodea y comprenderlo un poco mejor, no quisiera cometer un error que además de ponerme en peligro, pueda complicar las cosas entre Jinten y Daera. Es por eso que durante esos días me limité a permanecer en mi habitación tratando de aprender lo más básico sobre este mundo, aunque me daba tiempo para pasear por los pasillos del palacio y, aunque no pidiera su compañía, siempre tuve a Yuzu a mi lado. Su compañía, más que una molestia, se volvió casi una necesidad. Comprendo que no es la misma Yuzu que conozco, por más parecidas que sean sus personalidades, pero tenerla cerca me da cierta seguridad y, sobre todo, confianza. Comimos juntas en cada ocasión, me acompañaba en los paseos que daba por el jardín y, igual que en el barco, se quedaba a dormir en mi habitación, huyendo con ayuda de Matsuri antes de la llegada de las doncellas. Su compañía fue bien recibida, aunque en ocasiones puede ser un fastidio tanto apego entre ambas, en especial cuando hay gente alrededor. Es como tener algo de mi mundo en esta realidad, supongo que por eso me siento de esa manera con Yuzu.

Sin embargo, esto llegó a su fin cuando me vi obligada a volver a la rutina que mi otra yo cumplía sin ninguna falta. Las mañanas se volvieron solitarias a pesar de la numerosa compañía que las doncellas me hicieron en todo momento. Pero no es lo mismo pasar el tiempo con ellas, obedientes y calladas, cuyas acciones se limitaban a seguirme a donde fuera y asistirme en cosas tan simples como bajar las escaleras o tomar los libros necesarios para mis estudios. No me desagrada la soledad ni el silencio, sin embargo, el estar rodeada de un ambiente desconocido me hizo añorar la presencia de Yuzu y el resto de mi guardia.

Eché de menos esos desayunos con todas juntas, cuando podía escuchar las constantes discusiones entre Taniguchi y Matsuri por cualquier pequeñez o los repentinos gritos sin sentido de Nomura. Me hacía sentir en mi verdadero mundo, como si nunca hubiese abandonado mi hogar. Ahora paso la mayor parte del día con estas doncellas, apenas tengo contacto con Yuzu y compañía. Suelo verlas desde mi ventana al medio día; cuando yo debería estar leyendo un sinfín de cartas, me tomo unos minutos para observarlas a la distancia bajo el pretexto de tomar un pequeño descanso. En este mundo, todas ellas son unas guerreras y, como tales, deben pasar gran parte de su tiempo preparándose para cualquier incidente que me ponga en peligro. Así, mientras yo me concentro en labores administrativas, ellas pasan las mañanas en el jardín entrenando sus habilidades. Creo que también hay una sala de entrenamiento en alguna parte del palacio, pues a veces no las veo y cuando es hora de la merienda, Yuzu viene a visitarme cubierta de sudor y cargando una pequeña toalla sobre su hombro. Es un gesto que realmente aprecio.

En estos pocos días he aprendido que mi principal función en el reino se refiere a las cuestiones diplomáticas. Eso explica el motivo del viaje que hicieron a Daera. Hice lo correcto en estudiar el mapa de este mundo mientras me fue posible. Me costó un poco debido a no estar acostumbrada a esta clase de nombres, pero pude aprender todos y cada uno de los reinos, sus capitales y gobernantes al paso de uno o dos días. Ayudó mucho tener el ambiente adecuado, la falta de distracciones y la pequeña cantidad de información que debía conocer. En este continente, Lilium, solo existen seis reinos. Al sur, hay un país conformado por un archipiélago de once islas llamado Bonsai y, en el continente sur, llamado Zantekia, hay otras cinco naciones. Estoy segura de que deben existir más lugares en este mundo, pero solo quise aprender estos porque son los países con los que Jinten mantiene relaciones diplomáticas en mayor o menor medida. En sí, la labor es sencilla y no dista mucho de lo que ya hacia para la Academia Aihara. Con las cartas ya clasificadas, solo debía leerlas para elaborar un informe para mi abuelo, pero por ahora todas las cartas versan sobre un solo tema: su asistencia a una fiesta que tendrá lugar dentro de poco tiempo. Ahí está el motivo de tantos preparativos.

En ningún caso se especificaba el tipo de festividad, solo confirmaban la asistencia de sus debidos representantes. No estoy segura de porque, pero al leer todas esas cartas sentí una extraña tristeza. Es una sensación muy rara. Puedo sentir la presión en mi pecho y el nudo en mi garganta, pero es como si no fuera yo quien estuviese percibiendo esto realmente. Manifiesto las expresiones físicas de la tristeza, aunque realmente no puedo decir que me sienta de esa manera. Incluso creí escuchar un llanto cerca de mí. Al voltearme, no encontré a nadie. Sin embargo, una carta, la proveniente de Nosor me produjo un sentimiento distinto. Apenas leí el nombre de Hugo, mis manos se congelaron.

Como mencione antes, las funciones de mi contraparte se enfocaban principalmente en asuntos diplomáticos. Eso quiere decir que tengo otras responsabilidades. Al terminar con las cartas, me traslado a un aula construida solo para mi dónde me esperaban varias horas de clases. Recibí lecciones habituales de mi mundo, como lo son historia, literatura y matemáticas, pero otras cuya enseñanza era más específica a mis labores de princesa. A veces eran sobre economía, otras sobre administración y otras veces se trataron de leyes. Unos días me quedaba en el aula, pero hubo otras ocasiones en que me llevaron con los ministros encargados de cada área. Por lo regular, yo no hablaba en esas ocasiones, limitándome a ver lo que ocurría y la manera en que solucionaban las distintas situaciones que se les presentaron. Tampoco era necesario que dijera algo; mis mentores solo me preguntaban si comprendía lo que explicaban y volvían a lo suyo. Sin embargo, lo más extraño de todo esto llegaba al final de la jornada, poco después de la merienda. Cada dos días, mi última clase era muy diferente a las demás: magia de luz. No solo se enfocaba en una rama por completo distinta, me enseñó los poderes mágicos que mi yo de Tibitha posee y el instructor tenía una actitud distinta al resto de mis mentores.

—¡No puedo comprender como su majestad puede ser tan necio! —decía el instructor—. Oh, discúlpeme por el atrevimiento, mi princesa.

—No debe preocuparse —le decía para calmarlo. La primera vez me miró sorprendido.

—Es solo que... están desperdiciando su talento. Ya he hablado de esto hasta el cansancio sobre el tema con su majestad y me cuesta creer su posición al respecto. Su magia de luz debe desarrollarse de manera digna, estamos hablando de una afinidad poderosa y poco común. Al menos una estancia en la Academia Magna Luna o un instructor más competente que este humilde servidor.

—Supongo que esto es lo mejor para mí —le respondí. Al escuchar eso, el instructor volvía a disculparse y guardaba silencio.

Debo admitir que su sugerencia acerca de conocer más sobre la magia me resulta llamativa, en especial al tomar en cuenta mi situación actual. Quizá no encuentre de inmediato la manera de volver a mi mundo, pero el tener un contacto más cercano con magos, podría darme una pista de cómo lograrlo o al menos saber quién es el Capitán Leo. Tal vez, con el paso de los días, podría convencer al abuelo de ir a Magna Luna para buscar una solución. Por su parte, las lecciones de magia no fueron ni complicadas ni espectaculares como podría imaginarse. Al parecer, mi enseñanza en esta área había iniciado hace poco y se limitó a los conocimientos más básicos solo para controlar mi magia y así evitar cualquier accidente. En su mayoría, las practicas solo consistían en manejar el flujo mágico y producir pequeñas esferas de luz que desaparecían en un momento. No era mucho, pero resultaba... emocionante.

Los días pasaron y, antes de darme cuenta, ya tenía un par de semanas viviendo en este mundo. Excepto por algunas preguntas cuya respuesta debí callar y mi notoria negativa a comer esa pasta negra tan popular, permanecer en esta realidad ha resultado relativamente sencillo. Mi contacto con otras personas es poco, apenas puedo ver a mi abuelo, los profesores se limitan a cumplir con su labor y las doncellas permanecen calladas la mayor parte del tiempo. Podría decir que la persona con quien más he convivido es Yuzu gracias a su insistencia por verme en cada ocasión que puede. También Himeko viene a visitarme casi a diario. Fue algo que en verdad agradecí, pero había algo extraño en su actitud. Por algún motivo, se negaba a hablar de la fiesta a pesar de estar tan cercana y yo respetaba eso por educación... pero también porque cada vez que se hablaba del tema, me sentía triste. Estas visitas aumentaron cuando comenzaron los trabajos en el palacio; ella se ofreció a ayudarnos con todos los preparativos.

El ambiente, en general, se sentía tranquilo hasta ayer. Esta mañana, todos en el palacio comenzaron a actuar más ansiosos y hasta incomodos, desde mi sequito de doncellas hasta los sirvientes y los jardineros. Incluso pude notar una expresión de molestia en Matsuri. Este detalle tan obvio no podía pasar desapercibido; estaba alterando el comportamiento de todos a un nivel casi insoportable. Tuve la suerte de encontrar a Himeko a solas y como ella también estaba alterada, aproveché la ocasión para hablar sobre esto. Si había algo que pudiera hacer, por mínimo que fuera, debía actual. Después de todo, ese es mi deber.

—Himeko —le digo apenas los sirvientes se alejaron. Antes de hablar con ella, les dije a las doncellas que quería hablar en privado con mi amiga—. ¿Qué ocurre? Veo a todos tan alterados.

—Ya sabes, Mei. Este asunto de la fiesta se retrasó un poco y ahora todos están apresurados por terminar los preparativos a tiempo.

—Me pareció que todo marchaba según lo planeado. Las cosas estuvieron tranquilas hasta esta mañana. ¿No hay algo más?

—Es solo que mañana llegan los primeros invitados y... pueden ser algo quisquillosos.

—No creo que ese sea motivo suficiente para alterar a todos. A menos de que se trate de alguien en específico —esa sería la única explicación. Tal vez otro rey. ¿Um? Esa voz en mi cabeza... me pareció que dijo algo, pero no pude entender sus palabras.

Himeko se queda en silencio. Mira el suelo a la vez que aprieta sus puños. Sea lo que sea, quiere decirme, pero no encuentra la manera de hacerlo o no tiene el valor necesario en este momento para hacerlo. Eso solo me pone más nerviosa.

—Ayer... ayer llegó una carta para avisarnos que… el primero en llegar es... Hugo.

En cuanto escucho ese nombre, siento un escalofrío recorrer mi espalda. Si sus cartas ya me provocaban una sensación desagradable, esta noticia lo volvió peor. ¿Es debido a las memorias de mi otra yo? Comprendí entonces lo que la voz en mi cabeza susurró hace un instante. Había mencionado ese nombre: Hugo. ¿Quién es y que hizo para causar esto en todo el palacio? Más importante, ¿qué hizo para apenas escuchar su nombre, sienta como mi sangre se enfría? No lo sé. Es cuestión de unas horas para descubrirlo, aunque me da miedo. ¿Qué tan terrible puede ser una persona para que su nombre pueda causar algo así? No es algo normal.

—Perdona que te ocultáramos esto. Le dije a Yuzu que en algún momento debíamos decirte, pero tomando en cuenta el pasado... no pudimos.

—Sin importar el pasado, debieron hacerlo. Era mejor eso a enterarme justo cuando él llegara.

—Lo siento. No debimos actuar de esa manera.

Así que el primer invitado en llegar no es alguien querido en el palacio, a un grado tan alto que escuchar su nombre es motivo suficiente para preocupar a los sirvientes y producirme una sensación incomoda con solo pensar en él, aunque no le conozco. En cierto modo, puedo comprender el motivo de tanto nerviosismo. Mi única reflexión apunta a que se trata de alguien cuyo comportamiento es agresivo con la servidumbre y con toda persona por debajo de él en la escala social. Una persona llena de soberbia. Por otra parte, si él es capaz de hacerme sentir miedo... ¿qué ocurrió entre nosotros en el pasado?

He pasado gran parte del día averiguando que pudo pasar entre Hugo y yo, sin encontrar alguna pista. Solo sé que fue algo tan grave como para provocarme un escalofrío en cada ocasión que pienso en su nombre, pero a falta de algún diario y la imposibilidad de preguntar acerca del tema, no puedo encontrar mucho. Lo único sé sobre él, es que fue nombrado como uno de los representantes diplomáticos de Nosor hace unos años. A pesar de esto, no suele encontrarse en Jinten y solo viene cuando se acerca algún evento importante. También supe que tiene grandes diferencias con Matsuri y en sí con cualquier habitante de Daera. Es todo lo que pude descubrir sobre él. Bien, no tiene ningún caso insistir en este asunto. Tarde o tempano tendré que saberlo. De todas formas, será mejor tener cuidado con su trato; será tan razonable como me sea posible. No quisiera provocar un conflicto.


Finalmente ha llegado el momento. Desde muy temprano, vinieron a buscarme a mi habitación. No solo el ambiente en el palacio se sentía distinto; el ánimo de Yuzu también cambió por completo de la noche a la mañana. Antes de dormir, ella se mostraba positiva, enérgica y dijo que no importa lo que pasaría, no me dejaría sola en ningún momento. Ahora, desde que nos encontramos en el comedor, luce con un notorio mal humor. Por mi parte, no puedo decir que me encuentre mejor. Incluso antes de dormir, he sentido una gran incomodidad en el cuerpo; el escalofrío en la espalda, la sensación de miedo al saber que el encuentro se acerca. No entiendo que pudo pasar… y eso solo empeora la situación.

A la distancia se puede ver un barco volador acercarse al palacio. Sus dimensiones, desde aquí, me parecen superiores al compararlas con la nave que usé para llegar. También su diseño es distinto. Los barcos que he visto en este país, además de pequeños y de una apariencia fina y delgada, mantienen el color de la madera con que fueron hechos con excepción de la proa y las bandas, pintadas de rojo. El proveniente de Nosor, en cambio, es grande y robusto, más parecido a una fortaleza voladora completamente negra con numerosas banderas verdes ondeando sobre la cubierta. En vez de la elegancia evocada por las naves de Jinten, se percibe un aura intimidante por parte de nuestros visitantes. Sin embargo, ni esa percepción hostil ni el disgusto general por la llegada de Hugo es un motivo para detener su avance. Nuestra única opción es darles la bienvenida y ser tan hospitalarios como sea posible.

A medida que avanzo por el palacio, rumbo al puerto, siento de nuevo ese escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Puedo lidiar con esto, no es la primera vez que me veo envuelta en una situación así de incomoda. Además, no estoy sola como antes. Aunque sea otro mundo, tengo compañía de absoluta confianza a mi lado; está el sequito de doncellas además de varios guardias, vino a acompañarme Himeko a pesar de su desagrado por Hugo y, cumpliendo su deber, toda la guardia personal que mi otra yo formó. Matsuri y Nomura permanecen atrás de mí, actuando más como las guardaespaldas de Himeko; a mí me escoltan Taniguchi y Yuzu.

—Mei, aún estamos a tiempo de mandar a alguien más —me dice Yuzu antes de bajar al puerto—. No tiene que hacer esto...

—No te preocupes, Yuzu. Esta es mi responsabilidad, además —la miro directo a los ojos—. No estoy sola.

Sin importar la realidad en la que viva, Yuzu siempre se preocupará por mí y es algo que agradezco. Me sonríe a la vez que asiente con la cabeza para demostrar su apoyo, una sonrisa que se siente distinta a las anteriores. A pesar de mi sentido de la responsabilidad, ya había pensado en no recibir personalmente a Hugo. En un principio creí que sería mejor mantenerme alejada de él hasta saber qué clase de persona es; el plan original era observarlo a la distancia como he hecho hasta ahora con mi nuevo entorno, descifrar su comportamiento y así elegir la mejor manera de tratarle. No tardé en descartar esa idea. Primero, es mi deber recibir a los visitantes de otros países sin importar quienes sean. Segundo, lejos del pasado que pudimos tener, se vería muy extraño y resultaría una ofensa no darle ser la bienvenida a Jinten y, en cambio, hacerlo con los demás representantes que lleguen después que él. Existen muchos detalles que no pasan desapercibidos y este es uno de ellos.

A medida que bajamos por las escaleras, la impresionante e intimidante nave de Nosor toca puerto con un movimiento más delicado de lo que podría esperarse. Ya vista de cerca, el miedo que inspira semejante vehículo es aún mayor. Sin temor a equivocarme, puedo decir que llevan cañones entre la carga. Se distinguen aberturas en todo el casco del barco y según recuerdo, en los libros de historia se ilustraban barcos armados cuyos cañones estaban distribuido por todo el casco. Es curioso, no recuerdo que el barco en el que viajé tuviese un armamento similar. Al poco tiempo de amerizar, el puente de la nave cae hasta el puerto, donde es ajustado por nuestros trabajadores. Ellos hacen una señal a la tripulación y los primeros en bajar son un par de hombres con armaduras totalmente negras.

—¡Hum! ¿Que se ha creído ese Hugo? —escucho a Himeko quejarse a medida que bajan los soldados de Nosor—. Mira que traer tantos guardias.

—De alguna manera siempre busca demostrar sus aires de grandeza —le responde Matsuri con una voz notoriamente molesta.

A los primeros guardias armados se les sumaron muchos más, todos con los rostros cubiertos por sus cascos, vestidos con gruesas armaduras. Conté alrededor de treinta hombres. Cada uno cargaba con una lanza en sus manos, excepto por los últimos en bajar, pues uno lleva con un cofre y el otro una bandera verde con un dragón negro de alas extendidas. Ambos sujetos se detienen frente al puente. Tras una breve espera, por fin lo veo. No tengo que esperar a su presentación para saber que ese hombre, cuya edad debe ser cercana a la mía, es Hugo. Alto, con el cabello corto adornado por tres mechones blancos sobre su frente y una mirada llena de soberbia a juego con su indumentaria: una capa negra y un uniforme de apariencia militar en color rojo. Sus pasos, duros y largos, lo acercan a mí. Su sola imagen basta para intimidar a cualquiera, pero a mí me produce una incomodidad que se mezcla con el miedo y, por algún motivo, el enojo. Detrás suyo, con un aspecto más sencillo, lo sigue de cerca un hombre bajo y regordete, no puedo ver más allá de su barbado mentón por la capucha que cubre su rostro. A la par de Hugo, los dos guardias le siguen el paso, siempre presumiendo la bandera del dragón negro. Con aires de grandeza, Hugo me dirige una sonrisa que se siente despreciable. Para este punto, creí que Yuzu tendría que calmarme, pero fue lo contrario. Le tomo del brazo para evitar algún desplante.

—Tranquila. Puedo encargarme de él.

—Discúlpame. Es solo que... ya sabes.

—Lo sé, pero debemos comportarnos, aunque no nos guste.

Si bien, me dirigí a Yuzu, el mensaje también iba para todas mis acompañantes. Miro a mis espaldas para comprobar el ambiente. Es tan malo como pensé que sería; incluso las doncellas que suelen permanecer inexpresivas lucen incomodas. Los sirvientes, detrás de ellas, parecen temerle a nuestro invitado. Debo hacer un gesto con mi mano para pedirles calma. Cuando regreso la vista al frente, me encuentro cara a cara con Hugo y su misterioso acompañante. Ambos realizan una reverencia.

—Vaya, cuanto tiempo sin vernos ¿verdad, princesa? —me saluda con una voz cargada de soberbia y esa sonrisa incomoda en el rostro. Ahora que lo tengo de frente, puedo ver que en su cuello lleva un collar hecho de colmillos.

—Sea bienvenido a Jinten. Espero que disfrutara su viaje, Hugo.

—Siempre es un gusto volver a este reino. Ya sabes lo mucho que adoro este lugar, aunque —alza la mirada sobre mi para ver a Matsuri. Puedo sentir como la tensión entre ambos crece—, no le agrade a sus guardianas.

—Estoy al tanto de sus diferencias. Le prometo que haré lo posible por...

—¿Y dónde está el viejo? —me acaba de interrumpir a la vez que se muestra grosero con mi abuelo. Eso dice mucho sobre él.

—Su majestad se encuentra indispuesto por el momento.

—Qué remedio. Pero así es mejor, prefiero ser recibido por una hermosa princesa que por ese viejo rey.

—¡Oye! —de la nada, la voz de Yuzu se hace escuchar con fuerza. Acaba de dar un paso al frente para encarar a Hugo—. Ten cuidado con tus palabras. Recién llegas y ya estás faltando al respeto a nuestro rey y a nuestra princesa.

—¡Chiquilla insolente! —ahora es el acompañante de Hugo quien interrumpe. Su voz es más grave de lo esperado—. ¡Esa no es manera de referirse al embajador Hugo Baint von Renxandt! Te exijo una disculpa de inmediato.

—Quien debe pedir disculpas es él.

—¡Estas ofendiendo a la casa Baint von Renxandt y a todo Nosor!

—¡Basta Bernard! —para sorpresa de todos, incluyéndome, es Hugo quien corta la discusión entre Yuzu y ese hombre encapuchado—. No tiene caso perder el tiempo. Esta mujer es incorregible, con el tiempo te acostumbraras. Además, no puedo negar que tiene razón. He cometido una falta de respeto.

—Pero... mi señor... —le responde Bernard. No puedo ver su rostro, pero suena asustado.

—Dije, basta —la voz de Hugo se endureció. Bernard, en silencio, da unos pasos atrás, encogido—. Princesa Mei, si en algo he ofendido a su reino y a su familia, le pido una disculpa. Se que escogí las palabras equivocadas.

Ahora la consternación viene por parte de todos los presentes, desde mis amigas y las doncellas, hasta los mismos guardias de Hugo. Yo no soy la excepción; pese a su arrogancia inicial y la forma tan ruda de hablar, una disculpa por más hipócrita que pueda ser, no es algo que se esperaba en este momento. Él no parece arrepentido en lo mínimo, pero no se pueden negar los hechos. Ya sea por cualquier motivo, ha pedido perdón por sus comentarios.

—Aunque no lo crea, he reflexionado mucho sobre mis acciones del pasado. Además, no quiero arruinar el ambiente festivo. No todos los días se tiene una fiesta de compromiso.

Sé que terminó su frase con una risa forzada que terminó como un eco débil en mi cabeza. Parece que lo dijo con una mala intención, como si aquello pudiese lastimarme y por lo que siento en el pecho, logró su cometido. La palabra compromiso resonó por mucho tiempo desde ese momento y no he dejado de pensar en ello. La molestia causada por la llegada de Hugo pasó a un segundo término debido a esta inesperada revelación. Ahora las cosas han cobrado sentido... la tristeza al leer las confirmaciones de asistencia, las extrañas actitudes de Himeko y Yuzu al tocar el tema. Por este motivo es que nadie quería hablar de ello en mi presencia. La Mei de este mundo se encuentra comprometida con alguien, así como yo lo estuve hace poco. Jamás creí que tendría que pasar de nuevo por esto... dos compromisos matrimoniales arreglados eran suficientes, enfrentar un tercero, aun cuando no es directamente mío, ya me parece demasiado.

He de suponer que, en esta realidad, y más tomando en cuenta mi posición de princesa, es normal este tipo de prácticas. Por supuesto, no podía negarme a esto siendo la heredera al trono de Jinten. También toma sentido que a Yuzu no le agrade del todo la idea de esta fiesta cuando su espíritu siempre se ha destacado por ser tan festivo y animado. Esa no es la única diferencia en su comportamiento. He notado que mientras está conmigo se muestra como siempre, alegre y energía, como si nada pasara. En cambio, cuando no estoy cerca pierde todo ese brillo que le caracteriza, se vuelve callada y triste. Tal vez fue indebido pedirles a las doncellas que la siguieran cuando está sola, pero algo me decía que debía hacerlo, se volvió necesario saber su estado de ánimo y ahora no puedo evitar sentirme culpable. Comprendo que no soy responsable de esto, hay factores muy poderosos para esta situación la cual, en inicio, es ajena a mí. Aun así, me siento mal por ella y por lo que pasó Yuzu en la Tierra. Ella debió sentirse de la misma manera durante aquellos días que estuve en casa de mi abuelo.

Por su parte, la presencia de Hugo ha sido más llevadera de lo esperado. Por la actitud mostrada en general en el palacio hasta antes de su llegada y el mal presentimiento que me provocaba su nombre, esperaba a una persona autoritaria y hasta violenta, cuyos malos tratos hacia los sirvientes provocarían innumerables tensiones. En cambio, solo se presentó como alguien altanero que miraba con desprecio a todos, excepto al abuelo y a mí, pero era incapaz de agredir a quienes le rodeaban; incluso suavizaba su voz al dirigirse a nuestros trabajadores. Seguía con sus comentarios irrespetuosos, tal y como se presentó el día que fui a recibirlo, pero eso fue todo. Los sirvientes se acercaban a él con cierto temor, aunque Hugo nunca les dirigía la mirada, mucho menos tenía contacto físico con ellos. Durante la cena de bienvenida, hizo un comentario que sorprendió a todos los presentes. Como es de esperar, yo tampoco podía mostrarme indiferente a él. Además de sus rudas palabras, mismas que acompañaba con unas disculpas inmediatas, comentó su deseo por permanecer alojado en el palacio según lo planeado, pero dejaba su seguridad y la de su acompañante en nuestras manos. Tanto su barco como todos los guardias que venían con él se marcharon esa misma noche. Al escucharlo, mi abuelo lo miró por unos segundos sin poder creerle hasta que el mismo Hugo reafirmó su postura. Poco después me enteré, gracias a Yuzu, de la gran diferencia entre esta y su última visita. Hace un año estuvo en una misión diplomática y exigió alojamiento para su escolta de cincuenta hombres. Ahora no requería ninguno. Esa noche, tras descargar su equipaje y guardar el cofre con el que llegó en su habitación, el enorme barco volvió a Nosor.

—Ahí está el regalo de Nosor para la bella princesa —respondió con una sonrisa cuando mi abuelo le preguntó que había guardado ahí.

Por los demás, Hugo no ofreció dificultad alguna. Ha pasado la mayor parte del tiempo en su habitación sin hablar con nadie o da paseos por la ciudad que duran desde el amanecer hasta pasado el anochecer. Las cosas no han sido como se esperaban. Lo más llamativo de él es cuando ocupa parte del jardín para entrenarse en combate de espadas y ese hombre regordete que lo sigue como si se tratase de su sombra. Agradezco no enfrentarme a Hugo ni las dificultades que su presencia podría significar. Sin quejas de su comportamiento ni discusiones entre él y mis amigas, tengo el tiempo necesario para cumplir con todas mis responsabilidades, ya sean mis clases o recibir a los representantes que llegan para la fiesta de compromiso. Hasta el momento, han llegado representantes de Astorus, Tudoria y Bonsai, cuyos recibimientos fueron similares al de Hugo. La gran diferencia fue la presencia de guardias armados; mientras Hugo llegó con más de treinta escoltas y los regresó a Nosor la misma noche, el resto de los diplomáticos se presentaron con un par de acompañantes y al menos un grupo de diez soldados para su protección. Esto solo me ha hecho pensar en la curiosa orden que dio Hugo. No deja de ser extraña.

Quizá le doy mucha importancia a ese asunto. No es la primera vez que alguien experimenta un cambio en su comportamiento a partir de una experiencia, lo he vivido; es posible que, desde su última visita, algo sucediera e influyera tanto en él al grado de cambiar su percepción del mundo. Los comentarios fuera de lugar podrían ser remanentes de su actitud pasada que superará con el tiempo. Es la única conclusión a la que puedo llegar mediante suposiciones. Mientras no de problemas a nadie, lo dejaré pasar. Quitar a Hugo de mis preocupaciones me deja solo con una: el compromiso. Resulta una especie de broma trágica jugada por el destino. Mi yo de este mundo debe enfrentar una promesa de matrimonio que no quiere, pero está obligada a cumplir debido a su posición social y eso le causa una gran tristeza. Puedo entenderla y sentirla, ese hueco en el corazón que aparece al momento en que alguien menciona la fiesta, el fuerte nudo en la garganta cuando Yuzu se aleja. De encontrar la forma de volver a mi mundo, podré alejarme de esta experiencia tan dolorosa para ambas, pero eso solo habla de mí. Dejaría a la deriva a mi otra yo y a la Yuzu de Tibitha, ambas heridas por decisiones que no tomaron ellas, sino alguien más. Comprendo muy bien la situación, es una obligación con muchas responsabilidades alrededor a las cuales no se puede renunciar como si nada. Quisiera cambiar eso, aunque desconozco cuales serían las consecuencias de hacerlo o si mi intervención resulta prudente. Cambiar el rumbo de mi vida en este mundo o dejar que todo fluya como está planeado, ¿cuál opción es mejor?

—¡Mei! ¡Mei! —escucho la voz de Yuzu seguida de numerosos golpes en la puerta. Demasiado insistente y acelerada, aunque por su tono de voz no parece preocupada—. ¡Sé que estás despierta, abre!

—¿Qué pasa? Si haces tal escandalo nos descubrirán.

Apenas abro la puerta y ella entra sin pedirme permiso. Estoy segura de que semejante acción es una falta de educación en este mundo... y en cualquier otro. Antes de cerrar miro al pasillo solo para cerciorarme de que nadie ha visto esto. Bien, estamos solas. Me doy la vuelta después de cerrar la puerta con todo y el pasador. Sea lo que sea, es algo que tiene a Yuzu bastante emocionada, tanto que veo como sus ojos brillan a pesar de la poca luz que brindan las lámparas, no deja de dar pequeños saltos y, lo más importante, muestra esa sonrisa radiante que siempre me ha gustado.

—Disculpa que haga tanto ruido, ¡pero mira lo que acaba de llegar! —me entrega una carta abierta cuyo sobre especifica que va dirigida a mí. Esta Yuzu se toma demasiadas libertades—. Mira quien firma. ¡Es de Katarina!

—Katarina...

—¡Sí! ¿No es una buena noticia? Al fin una verdadera amiga —continúa hablando con emoción. Por mi parte, comienzo a leer una carta breve, escrita con unas letras descuidadas y un par de faltas de ortografía. Es extraño que sea capaz de identificar esos errores en una lengua que no conozco y aun así pueda leer. Al pie del papel se ve una firma: Katarina Claes. Sea quien sea esta mujer, ha provocado mucha emoción en Yuzu, incluso puedo sentir algo de alegría en el fondo—. Ya son... ¿cinco meses desde su última visita? No recuerdo, pero siempre es muy divertido tenerla de visita.

—Yuzu... dice que llegara mañana al medio día —es un anuncio bastante apresurado. Los demás representantes dieron una fecha aproximada de su llegada o avisaron con dos días de anticipación.

—Lo sé. Olvidó mandar su carta antes, pero ya sabes, típico en ella.

—Tenemos que prepararnos entonces...

—No te preocupes, ya le dije a las demás que estén listas, hasta tus doncellas y Momokino lo saben —su alegría no ha disminuido ni un poco. Peor aún, siento que ya me está contagiando—. Perdona que me tomara tantas libertades, simplemente no pude contenerme. Es grandioso saber que una gran amiga está por llegar, ¿no lo crees?

¿Qué le debería responder? No conozco a Katarina, tampoco recuerdo ver su nombre en la lista de invitados. Sin embargo, la reacción que ha provocado en Yuzu es contraria a como recibió la noticia de la llegada de Hugo. No puedo desconfiar de ella, ni de los sentimientos que mi otra yo transmite ante este anuncio. Ni escalofríos ni miedo, solo una calidez interior y un cosquilleo alegre en todo el cuerpo. Si esta mujer es capaz de provocar algo así, es obvio que puedo confiar en ella.

—Cierto. Es una gran noticia saber que Katarina está por llegar.