Capítulo 48

A mediodía Sasuke no se acercó a comer, lo que extrañó a Matsuura. En el tiempo que llevaba con aquel, sabía lo mucho que al vikingo le gustaba disfrutar de todos durante el rato de la comida. Mirando a Sakura, que estaba más callada de lo normal, preguntó:

—¿No viene Sasuke?

La joven se encogió de hombros, se metió un trozo de pescado en la boca y respondió mientras observaba cómo dormía Tritón:

—Parece ser que no.

Shii y Asami estaban felices. La mañana de pesca con Matsuura y Janetta había sido divertida y, aunque la mujer había regresado con ellos, a pesar de la insistencia de Matsuura para que se quedara a comer se había marchado a su casa. Al día siguiente regresaría para comenzar su trabajo.

Una vez que terminaron de comer y los niños se fueron a jugar, Matsuura preguntó mirándola:

—¿Qué te ocurre?

Incapaz de callar, Sakura soltó entonces señalando la despensa, donde tenía la mesa desmontada:

—Esa mesita está vieja y cochambrosa. Al levantarme hoy de la cama me he clavado una astilla y pensaba restaurarla, pero a Sasuke no le ha parecido buena idea.

Mirando aquello, que tenía una pinta horrible, el japonés indicó:

—No lo entiendo... Conociéndote, la dejarás como nueva.

—Era de la mujer de Sasuke —aclaró ella.

—Muchacha... —susurró entonces Matsuura—, pero ¿cómo se te ocurre?

—Quería hacer algo bonito —se defendió ella—. Deseaba restaurarla para que tuviera una nueva vida. Pensé que le gustaría ver que me preocupaba por algo que perteneció a Ingrid. Pero está visto que no.

Su tío asintió. Él, que estaba en medio, podía entender a ambas partes, y cuando iba a responder, Sakura, que no deseaba seguir hablando del tema, señaló:

—Por lo que he oído decir a los niños, habéis disfrutado mucho esta mañana. —El japonés asintió—. Según Shii, Janetta os ha llevado a un sitio increíble para pescar. —Él afirmó de nuevo, y entonces ella quiso saber—: ¿Lo has pasado bien en compañía de Janetta?

Matsuura la miró. En la vida Sakura le había hecho una pregunta parecida; por ello, al verla sonreír respondió:

—¿Qué es lo que en realidad quieres saber?

La joven, retirando un plato de la mesa, rápidamente indicó:

—Tío Matsuura, nunca te había visto tan galante con una mujer...

Él rio.

—Nunca había estado más de cuatro días seguidos en un mismo sitio para poder conocer a ninguna —respondió.

—¿Te gusta Janetta?

El japonés asintió sin dudarlo.

—Es bonita, sencilla y cariñosa. Me gusta mucho que la hayas contratado para estar con los niños. Y, por cierto, he podido comprobar que tiene una interesante conversación.

—¡Tío Matsuura!

El hombre cabeceó sonriendo e iba a hablar cuando ella cuchicheó:

—¿Puede que sea verdad lo que me dicen tus ojitos?

Con picardía, él se encogió entonces de hombros y respondió:

—Probablemente.

Sakura lo miró sin dar crédito. En la vida aquel se había fijado en una mujer, y, segura de lo que decía, indicó mirando a Tritón, que se desperezaba e iba hacia su cazo a beber agua:

—Partiremos dentro de pocos días..., ¿lo recuerdas?

—Vivo el presente —dijo él sin perder la sonrisa—. El mañana... ya se verá.

Sakura asintió y no dijo más, ¿para qué?

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.

.

Durante el resto del día Sasuke no apareció y, cuando cayó la noche, tras acostar a los niños y despedirse de Matsuura, Sakura se acercó a la herrería. Si estaba allí, tenía que hablar con él sobre lo que había pasado, pues sin duda ambos se habían excedido. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando tampoco lo encontró allí.

¿En serio estaba tan enfadado?

Cabizbaja, regresó a la casa y se sentó ante la chimenea con Tritón. Esperó y esperó durante una eternidad y, cuando el sueño comenzaba a vencerla, decidió irse a la cama.

Pensativa, subió hasta la primera planta y, tras pasar por las habitaciones donde dormían los niños y ver que todo estaba bien, se encaminó hacia su cuarto. Sin embargo, al intentar abrir la puerta le resultó imposible. Sorprendida, lo intentó otra vez, pero rápidamente se percató de que la habitación estaba cerrada por dentro.

—Sasuke, ¿estás ahí? —preguntó sin dar crédito.

El vikingo, que llevaba horas en la habitación, martirizado frente a la chimenea, se levantó al oírla y dijo caminando hacia la puerta:

—Sakura, vete a dormir.

La joven parpadeó atónita en el mismo instante en que Tritón aparecía adormilado por el pasillo.

—Eso pretendo. Ábreme.

Sasuke cerró los ojos. Lo había pensado durante todo el día, y frente a la puerta indicó:

—Esta es mi habitación. Es mejor que a partir de ahora duermas en otra estancia.

Boquiabierta, la joven murmuró:

—Por las barbas de Neptuno, pero ¿qué narices estás diciendo?

—Sakura, vete. No lo hagas más difícil.

Sin dar crédito a eso, cuando ella le había dicho que lo quería, insistió:

—¿En serio me echas de la habitación por querer arreglar una cochambrosa y vieja mesita?

Sasuke se apoyó en la puerta.

—Te pedí que no tocaras nada. Te dije que quería esa vieja y cochambrosa mesita en su sitio y ahora no está.

Enfadada, pero sin querer levantar la voz para que los niños no se despertaran, indicó viendo al perrillo entrar en la habitación de los pequeños para dormir:

—No está porque antes he de arreglarla.

—¡Maldita sea, Sakura! —gruñó él enfadado.

Apoyando la frente en la puerta, la joven señaló:

—No puedo volver a montarla tal y como está. La arreglaré y luego la dejaré donde estaba. ¡Pero, por Tritón...! —gruñó—. Pensé que te gustaría mi detalle hacia algo que había pertenecido a Ingrid. Nunca imaginé que te lo tomarías así.

Sasuke se sintió fatal. Pero, incapaz de revertir un problema en el que estuviera involucrada Ingrid, susurró:

—Te exijo que mañana esté en el lugar de donde nunca debería haberse movido, ¿me has entendido?

Se quedaron unos segundos en silencio, y luego ella amenazó:

—Sasuke, si no abres la puerta ahora mismo, no esperes que vuelva a entrar en tu maldita habitación.

—¡Vete a dormir!

—Jodido cabezota..., ¡abre!

—He dicho que te vayas a dormir —repitió él.

Oír eso y sentir su rechazo hizo que Sakura apartara la frente de la puerta, y dando un paso atrás sentenció:

—Así será.

A continuación dio media vuelta y, muy enfadada, entró en una de las habitaciones libres. El frío de la estancia hizo que se estremeciera. Al no utilizarse, la chimenea no estaba encendida, por lo que se apresuró a meter unos troncos. El dormitorio estaba desangelado, allí había tan solo una cama. Nada que ver con la bonita y confortable habitación de Sasuke o con la que ella les había montado a los niños.

Furiosa y aterida, caminaba de un lado a otro.

¿En serio la había echado de su habitación? ¿Tan poco significaba para él? ¿De verdad intentar hacer algo bueno, algo bonito, con algo que había pertenecido a Ingrid lo veía como algo tan terrible?

No dejaba de darle vueltas a la cabeza mientras se sentaba en la cama tiritando. ¡Qué frío hacía!

Nadie había osado hacerle un feo como ese nunca. En la vida un hombre la había echado de su habitación y, tras sentir que iba a ser incapaz de dormir por lo furiosa que estaba y el frío que hacía en la estancia, abrió la puerta con cuidado para no ser oída y salió.

Una vez que llegó al salón, por fin entró en calor, pero, necesitando desfogarse, al ver los muebles de Ingrid maldijo de nuevo y salió al exterior.

La noche en las Highlands era tremendamente fría. Pero Sakura, acalorada por la furia que bullía en su interior, se dirigió a las caballerizas sin apenas ir abrigada y, tras coger su caballo, montó en él y se alejó de la casa.

En la oscuridad de la noche, trotó por los caminos que conocía pensando en sus cosas. Le había recordado a Sasuke que les quedaban pocas semanas de estar juntos, pero a él no parecía haberle importado. Eso le dolía, la martirizaba, y al sentir la necesidad de gritar, lo hizo.

No supo cuánto tiempo cabalgó por aquellas tierras, hasta que sintió que el cuerpo entero le temblaba a causa del frío. Hasta los dientes le castañeteaban, y decidió regresar.

Tras dejar a Pirata en las caballerizas, entró de nuevo en la casa. El calor rápidamente envolvió su helado cuerpo y, acercándose a la chimenea, murmuró:

—Por las barbas de Tritón..., ¡qué frío!

Al mirarse las manos se las vio azuladas. Era tal el frío que había pasado en su excursión nocturna que durante un buen rato tiritó descontroladamente frente al hogar. Con malestar, miró el escudo con la inscripción que había colgado sobre la chimenea, aquella declaración de amor que Sasuke había hecho para su mujer, y enfadada siseó:

—Sin lugar a dudas, eternamente vivirás de su recuerdo, maldito cabezón...

Mirara hacia donde mirase, aquello parecía el hogar de Ingrid y no el suyo. Todo cuanto la rodeaba era un homenaje a ella. Todo era como le gustaba a ella y, enfadada, afirmó agachándose para saludar al cachorro, que llegaba:

—Tritón, eres el mejor perro que he tenido en mi vida, porque básicamente eres y serás el único. Pero quiero que sepas que siempre te llevaré en mi corazón. —Con mimo, acarició la cabeza del animal y susurró—: He de marcharme. Le prometí a mi padre que regresaría junto a él y yo nunca falto a una promesa. Te quedarás junto a Shii, Siggy y Asami y..., bueno, junto al jodido vikingo gruñón, pero, tranquilo, porque aquí serás feliz. Los niños te adorarán y el vikingo también, aunque en ocasiones te lo ponga difícil. —Como si la entendiera, el animal le lamió una mano y luego ella susurró con el corazón encogido—: Esto mismo se lo tengo que decir a los niños, pero no sé cómo. No sé cómo hacerlo sin romperles el corazón. ¡Ay, Tritón! ¿Cómo lo hago? Que me odien lo asumiré, pero no quiero que sufran, y dentro de unos días me marcharé para no regresar nunca más.

Dicho eso, y con el corazón encogido, caminó acompañada del animal hacia la despensa de la cocina. Allí tenía la mesita desmontada y, sentándose en el suelo, una vez que Tritón se tumbó a dormir, comenzó a lijarla. O hacía eso o subiría a la habitación de Sasuke a cortarle el cuello.

Durante toda la noche trabajó sin descanso. Se sentía mal. Seguía teniendo frío, pero la rabia la hacía trabajar con brío, y cuando al amanecer la pequeña mesita estuvo de nuevo montada y encolada, Sakura susurró mirando a Tritón:

—Iba a pintarla en un tono oscuro, como a Ingrid le habría gustado, pero se va a quedar así.

Dicho eso, tras recoger las herramientas que había utilizado, las llevó a la herrería y las dejó en el mismo sitio donde las había encontrado. No quería que Sasuke también le echara la bronca por aquello. A continuación regresó a la despensa, cogió la mesita, la subió hasta la primera planta y, dejándola frente a la puerta de aquel, musitó:

—Espero que te abras la cabeza con ella cuando salgas.

Y, sin mirar atrás, se dirigió hacia la que a partir de ese momento sería «su habitación». Al entrar, la sensación fue diferente de la de la noche anterior. Ahora el fuego de la chimenea había caldeado la estancia y, tras dejar a Tritón fuera y cerrar la puerta por dentro para que nadie entrara, se desvistió, se tumbó en la cama y se arropó. Estaba muy cansada.