A Vic, Luz y Mariló, que los quiero un huevo y parte del otro.
Cap 48. Abrazando tu ausencia.
Desde esos días de verano,
Vivo en el reino de la soledad
Nunca vas a saber cómo me siento
Nadie va a adivinar cómo te recuerdo
Si pienso en ti
Siento que esta vida no es justa,
Si pienso en ti y esa mirada tuya
La claridad del alba cortaba la oscuridad imperante de aquella habitación. Eileen suspiró levemente mientras contemplaba con ojos inflamados cómo esa luz destructiva y demoledora se hacía paso, poco a poco, invadiendo persianas y cortinas.
La mañana la estaba saludando, encontrándola aún despierta, el dios travieso morfeo, la había ignorado aquella noche. La había dejado al desasosiego, a la ansiedad, a la sensación de abandono que la invadía.
Se volteó, despacio, para contemplar el rostro tranquilo de Neville durmiendo a su lado, su respiración acompasada, su aroma impregnando el colchón que de ahora en adelante compartirían.
Estaba feliz, estaba dónde más deseaba en el mundo estar, con él, pero su felicidad no era completa.
No había nada que pudiera hacerla cambiar de parecer, había tomado una decisión, habían recorrido un largo camino hasta llegar allí, había sufrido, había llorado, había madurado… y a pesar de resumirlo de aquella forma tan simple pudiera parecer que era una desgracia, era terriblemente feliz. Ella ya se lo gritó cuándo comenzaron a salir aquella noche en la sala común de gryffindor, le daba igual luchar contra viento y marea si con ello estaban juntos.
Era una convicción que le había acompañado todo este tiempo… pero una cosa era decirlo y otra hacerlo. Era más duro de lo que había sospechado, jamás pensó que sus acciones iban acarrearle tanto desamparo.
Pero no se arrepentía de nada en absoluto. Tenía lo que tanto había soñado, el comienzo de una carrera deportiva dentro del mundo del quidditch y el hombre de su vida durmiendo a su lado.
Aunque de todas formas, no podía evitar sentir aquella tristeza que la invadía, que impedía sentirse de una forma plena.
A pesar de que su historia pareciera sacada de un cuento, una novela que narrara un intenso romance, el final no era de cuento de hadas precisamente. Neville se lo había advertido muchas veces durante el comienzo de su relación, que las cosas se pondrían complicadas para ambos y ahora aquel temor era su presente.
Estaban juntos, pero habían inmolado mucho por el camino y se sentía triste al sopesar todo lo que había sacrificado Neville. Su precio a abonar había sido superior, había pagado con su vida hasta ahora, con su vocación, con su profesión.
Tragó saliva con dificultad, dejándole un regusto amargo en la garganta, de la que era incapaz de desprenderse.
Ella empezaba su carrera, en cambio él, la terminaba.
Espero que nunca te arrepientas de ello, me esforzaré día a día para que eso nunca ocurra. Que nunca me eches en cara lo que tuviste que sacrificar para estar conmigo. Haré que merezca la pena.
Aunque ella había pagado también un precio, Elle también sentía que le habían arrebatado algo muy preciado, alguien que siempre había dado por hecho que estaría con ella, pasara lo que pasara, como una gran roca inamovible.
Recordó con todo el dolor de su corazón, su mirada de profunda decepción, la espalda encorvada de su padre al entrar en la casa que había sido hasta ahora su hogar y ahora sentía como extraño.
Cuando pensaba en él, sentía una batalla de sentimientos contradictorios luchando en su interior.
Aún sentía ira, desilusión, desengaño, rabia… cuándo recordaba todo lo que había hecho su padre la invadía un sentimiento de amargura e irritación que la hacía temblar.
Pero a la vez sentía pena, añoranza, una profunda tristeza que su corazón bombeaba por todas las venas de su cuerpo, llegando a cada rincón, invadiéndolo todo. Se dejaba llevar por la melancolía, por el desconsuelo de estar precisamente enfadada con él, por estar separados, porque él la había abandonado.
Él se negaba aceptar sus decisiones y ella no iba a dar marcha atrás… por dónde quisiera que se mirase, aquel problema carecía de solución.
Ella confiaba en lo que había hablado con Logan o con James, fuera cierto, que quizás el tiempo pudiera sanar aquellas heridas, que algún día pudieran recuperar parte de aquella relación y hablarse sin rencillas, sin rencores, sin malestar.
Volviendo a ser padre e hija.
¿Era acaso eso posible? ¿Podría ser que algún día recordara todo lo ocurrido y dejara de hacerle daño? ¿Es posible que pudieran hablar como antes, sin peleas, sin discusiones?
¿Podrían perdonarse sin rencores, sin condiciones?
Eileen no sabía si eso pudiera ser cierto, pero deseaba con toda su alma que así fuera.
Pero para que todo eso ocurriera, su padre debía aceptar que ella conducía su propia vida, que ella misma decidiera qué hacer con ella y con quién compartirla.
Hasta que eso no ocurriera, era imposible que pudieran perdonar el pasado y mantenerle en su vida.
Pero a pesar de todo, no podía esquivar la tristeza que la embargaba.
Cerró los ojos y abrazó con fuerza al hombre que dormía a su lado. El cosmos fue piadoso con ella, brindándole al fin el sueño que la había estado esquivando toda la noche, proporcionándole sosiego y el descanso que tanto necesitaban sus ojos llorosos.
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Aquella mañana el ambiente era tenso en el hogar del matrimonio Snape. El hombre había preparado el desayuno aunque no tuviera ni pizca de apetito. Se limitaba a mover con una cucharilla su generosa taza de café, aunque no había puesto ni leche ni azúcar en él.
El hombre cogió una tostada untándola de mantequilla y mermelada de naranja, después se la puso en el plato de su mujer, que comenzó a devorarla a grandes bocados también sumida en aquel mutismo.
El día anterior se había despertado sobresaltada, porque la conexión con su marido se había abierto en canal. La visita de Neville y Eileen le había afectado más de lo que quería admitir y desde entonces, se había sumergido en aquella tempestad silenciosa, en aquel sufrimiento asfixiante.
Sabía que no podía pensar en otra cosa, pero era incapaz de hacer nada al respecto. Sabía que hablar con él ahora era inútil, así que decidió concederle un par de días antes de volver a la carga e insistirle que fuera hablar con su hija.
Pero no como lo habían hecho hasta ahora.
Con rencores, con ira, con enojo.
Debía ser honesto, admitir que aquello le había superado, pero a pesar de todo, sólo quería arreglar su relación con su hija.
-¿Viene hoy a visitarte Tim?- preguntó Snape de repente, rompiendo aquel rotundo silencio.
-No, viene mañana.- fue su escueta respuesta antes de seguir comiendo su rebanada de pan.
-¿Vamos a dar un paseo?- preguntó el hombre con aire melancólico.- Te viene bien andar un poco.
Hermione contempló la cara pálida de su marido, con las sombras que habían vuelto a florecer bajo sus ojos. Realmente tenía un aspecto aterrador, salir fuera, sentir el sol y la brisa de la mañana le iba sentar mejor a él que a ella. El día anterior había castigado su hígado con whisky e incluso decidió hacer la vista gorda con el par de cigarros que se había fumado con Harry. Era un vicio que detestaba, pero la conversación que había mantenido con su amigo después de que se hubieran marchado Elle y Neville le había venido más que bien.
Los dos eran padres entregados a su familia, además era triste si te parabas a pensarlo, pero su marido no tenía ningún amigo al qué acudir para charlar, sólo la tenía a ella y sus amigos, que al final, habían pasado a ser sus amistades de alguna forma.
-Claro… estoy encantada que mi marido me invite a salir.- dijo sonriendo.
Snape pareció más animado, hizo un gesto con la mano, ofreciéndole a Hermione otra tostada, ella asintió y él se apresuró a preparársela.
Una lechuza se coló por la ventana, dejando caer el diario el profeta en la mesa, cuando vio al hombre que estaba sentado en ella, se apresuró a volver a salir. Hermione sonrió para sí, Snape no parecía percatarse, pero todas las lechuzas de reparto le tenían miedo y normalmente le evitaban. No es que se llevara muy bien con esos animales precisamente…
-¿Todavía estamos suscritos en ese panfletucho?- preguntó el hombre con cierta mala leche.- Voy a cancelarlo.
-No es que me guste a mí tampoco… pero si queremos saber qué ocurre en el mundo mágico, no nos queda otra…- dijo Hermione desenrollando el periódico.- Es lo malo de tener el monopolio de la información, no existe otro periódico dónde contrastar noticias…
Entonces se quedó callada mirando la portada. Snape tuvo una intuición, una sensación de Dejavù, cuándo su mujer sufrió aquel ataque de ansiedad en su despacho. Se levantó de su asiento, haciendo que la silla tambaleara, pero no llegó a caer, apresurándose a mirar por encima del hombro de su mujer.
Lo que vio publicado le sacó de sus casillas. En la portada había unas grandes letras que rezaban: AMOR PROHIBIDO EN HOGWARTS. Bajo ese gran titular, un par de fotografías, la primera Elle y Longbottom se abrazaban en medio de una multitud que supo reconocer como la estación del tren. En la segunda, un Longbottom sacaba el dedo una y otra vez, mientras con la otra mano intentaba tapar el rostro de Eileen.
Estaba planeando seriamente acudir a la redacción de aquel periódico y arrasarlo como si fuera la reencarnación de Atila, pero ahora sólo estaba preocupado por la reacción de Hermione. Lo que menos quería es que ella y el bebé corrieran peligro.
Sintió los hombros de su mujer temblando levemente y temió lo peor. Se inclinó junto a ella, para estar a su altura y poder hablar con más comodidad.
Entonces comprobó que no estaba llorando, ni entrando en pánico, ni en shock.
¡Se estaba riendo! ¡Hermione estaba mirando la portada de ese asqueroso periódico dónde salía su hija y su novio y se estaba riendo!
Se alzó sobre su altura, completamente indignado.
-No tiene ni pizca de gracia.- dijo con tono agrio.
Hermione no pudo aguantarse más y explotó en una risa nerviosa para desespero de su marido. No entendía nada, desde luego Hermione era una bomba de hormonas fuera de control y había perdido todo raciocinio.
De los ojos de Hermione comenzó a salir dos tremendos lagrimones a causa de las carcajadas que era incapaz de cortar. Sabía que su marido se estaba enfadando por momentos, pero sencillamente no podía parar.
-No sé cómo puedes reír, de verdad.- Volvió a insistir con tono seco, censurándola con la mirada.
Hermione se pasó una mano por los ojos, intentando tranquilizarse.
-Me encanta las fotos mágicas, de verdad.- Dijo Hermione ya guardando un poco más de compostura. Señaló la segunda foto, la que Neville estaba dándole el del medio a los periodistas.- No tiene sonido, pero se puede leer en los labios de Neville un claro "que os jodan"
-Sigo sin verle la gracia.
-En realidad sí que la tiene… Me hubiera esperado una peineta por parte de Eileen, pero de parte de Neville… supongo que se le están pegando cosas de ella.
Snape puso una cara insondable, pero a ella no le engañaba. Estaba que se lo llevaban los demonios, el tema de Eileen y Neville había decidido posponerlo, pero aquel periódico le había dado una oportunidad de poder sacarlo de una manera casual y natural.
-Sé lo que bulle en tu mente, Severus y siento decirte que te estás agotando inútilmente. Por mucho que hagas berrinche, Elle ha tomado una decisión.
-Yo no estoy haciendo berrinche.- Dijo un tanto ofendido, aunque en realidad sí que lo estaba haciendo.
-¿Por qué no lo dejas ya, Severus?- preguntó un tanto cansada su esposa.-Sé que terminarás dando tu brazo a torcer, sé que en realidad te mueres por hablar con ella… no entiendo esa actitud tozuda por tu parte.
-¡Es que no puedo! ¡No puedo soportarlo verlos juntos! Sé que lo tengo todo ya perdido, pero es sencillamente superior a mis fuerzas.
Hermione apuró el contenido de su taza y la dejó con un golpe seco sobre la madera de la mesa, haciendo un ruido sordo.
-Sigue así y no terminarás de salir de esa espiral tóxica que te has construido. Quizás te ahorrarías mucho sufrimiento si fueras honesto al fin y admitieras que te has equivocado.- Hermione se levantó de su asiento y colocó ambas manos sobre la mesa y se inclinó hacia su marido.- Pero te voy advertir de algo, Severus. Te amo, pero no comparto contigo esta visión de las cosas. Pienso abrirle la puerta de casa a ambos si acuden a esta casa y por supuesto, pienso ver a mi hija cuándo quiera. Que tú estés enfadado con ella, que tú estés tan terriblemente cabezón con este asunto, no significa que tenga que seguirte a tu irascibilidad.
-Ya veo…
Snape se levantó de la mesa abruptamente y se dirigió a la puerta.
-Se me quitaron las ganas de pasear. - dijo sin volverse.
Hermione chasqueó la lengua y volvió a sentarse a la mesa, a servirse otra deliciosa tostada.
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La mañana acariciaba los rostros de Eileen y Neville, que estaban holgazaneando aún en la cama. Se habían dormido muy tarde y la falta de sueño les estaba pasando factura.
El día anterior había sido un cúmulo de sensaciones y Eileen lo había pasado terriblemente mal. Neville había tenido que soportar sus lágrimas con la frustración de espectador, al saber que no puedes hacer nada para evitarlas, sabiendo que eres en parte, responsable de ellas.
Pero las cosas estaban así y ya no se podía hacer nada para remediarlo. No podían ir atrás al tiempo y cambiar lo que había pasado, lo único que podían hacer era afrontar el futuro venidero, pagar todos los errores cometidos e intentar mejorar.
Él en cierta forma siempre supo que esto pasaría, intentó que no pasara cuándo rechazó a Eileen, cuándo le apartó la cara llamándola cría, cuando era un cobarde. Pero estaba seguro que su destino era ése, le daba la sensación que alguna vez se lo dijeron cuando le leyeron la fortuna, pero no lo creyó por entonces.
Siempre pensó que terminaría solo, pero ella era su destino, su futuro. Lo que había dejado atrás era duro, pero no sentía apego sino la ilusión de emprender algo nuevo.
Quería ser el marido de Eileen.
Para eso había tenido que sacrificar algo que amaba como la docencia, pero sabía que tenía que abandonarla después de lo que había hecho, había cruzado la línea de la moralidad como profesor, de lo que era correcto.
Y ahora tenía que pagar y no le pesaba.
Ya se le ocurriría algo en qué trabajar. No le importaba cambiar, sentía un poco de miedo y nostalgia, no lo podía negar, pero quizás tuviera suerte abrazando aquel cambio.
Aunque todos le censuraran, aunque Harry o su abuela no le entendieran, estar con Eileen le merecía la pena todos los sacrificios.
Ella gruñó como un animalito salvaje y se apretó contra su cuerpo, intentando enterrar su rostro en el cuerpo de su novio, buscando la ansiada oscuridad.
-Buenos días.- susurró él.
Ella contestó con un bufido, cubriéndose la cabeza con una sábana.
-Buenos días.- gruñó con voz cavernosa.
Neville sonrió levemente y alzó la mano para quitarle la sábana del rostro, pero ella pareció leer sus intenciones, aferrándose con fuerza a la tela. Él dejó escapar una sonrisa y lo intentó de nuevo. Escuchó una risita bajo el embozo y defendió la sábana como una leona al que quisieran arrebatarle su presa.
Él se giró sobre sí mismo, riendo ya abiertamente, inclinando su cuerpo sobre el de ella, aprisionándola.
Ella bajó al fin la tela, descubriendo su rostro cansado debido a la falta de sueño.
-Te atrapé.-exclamó satisfecho Neville.
-Hace mucho que lo hiciste…- contestó ella con cierta picardía natural.
Él dejó de sonreír, poniendo un rostro solemne.
-Espero que nunca tengas la necesidad de escapar de mí…
Él posó levemente sus labios sobre uno de sus ojos dejando un suave beso, después en el otro.
Eileen y él intercambiaron una mirada eterna hasta que él bajó su rostro para besarla en los labios, suave, dulce, con delicadeza.
Elle desenterró sus brazos de las sábanas para hundir sus manos sobre su cuerpo, recorriendo caminos de piel, desordenando cabellos, trazando caricias de fuego, luchando contra la camiseta del pijama para sacárselo por la cabeza.
Neville rompió el beso para ayudar en la tarea de desnudarse, volviéndose a inclinar sobre ella, sobre ese cuello níveo y voluptuoso que le traía loco. Se concentró en besarlo, en pasar la punta de su lengua por aquella sedosa piel, saboreándola, disfrutando de aquel momento de intimidad sin urgencias, sin prisas, sabiendo que tenían todo el tiempo del mundo al fin para poder amarse sin tapujos, sin temor que nadie los interrumpiera o descubriera.
Elle soltó un leve gemido al compás de su respiración agitada y ardiente para sumergirse en aquel mar apacible de caricias y susurros de amor.
Estaba dónde quería estar y no se arrepentía.
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Neville y Elle no madrugaron aquella mañana, sino que se quedaron dormitando un poco más, a la tranquilidad de su recién estrenado hogar, a la miel de poder amanecer juntos al fin, sin miedos, sin prisas, sin tener que ocultar su amor. Eileen no tenía que incorporarse hasta dentro de una semana a los entrenamientos con las Arpías, así que habían decidido tomarse unas pequeñas y merecidas vacaciones para poder disfrutar de su compañía, tan anhelada durante tantos días separados, antes de saltar de nuevo a la realidad de un mundo que no terminaba por aceptarlos.
Neville se levantó antes que ella, dejándola a merced del dulce sueño que la había invadido después de hacer el amor. Había pasado mala noche, así que no le haría daño si dormía una hora más. Él en cambio, ya le pesaba estar metido en la cama, era un animal de costumbres y estaba más que acostumbrado a madrugar para prestarle atención a sus preciadas plantas de los invernaderos… lo único que ya no tenía ninguna planta a la que cuidar a excepción de la mata de fresas que Eileen había traído del colegio.
La contempló una última vez dormir, como reina absoluta de su cama, sumergida en un sueño placentero antes de abandonar el dormitorio.
Preparó una generosa cafetera con aquel delicioso elixir oscuro y se dirigió con su taza humeante al salón de su casa, sentándose en la mesa del comedor que estaba repleta de algunos libros y pergaminos. En la ausencia de Eileen había estado investigando y puliendo un proyecto que pensaba llevar a cabo en los invernaderos de Hogwarts, esfuerzo un tanto inútil teniendo en cuenta que no iba a poder volver nunca más allí.
Hizo un lado los libros y los pergaminos con la investigación, pero dejando frente a sí hojas en blanco y un tintero con su pluma.
Dio un sorbo a su café, al que no le había echado ni leche ni azúcar. Últimamente había cogido el gusto de tomarlo así. Mojó la pluma en la tinta y se quedó un momento en blanco, pensando, dejando la pluma sobre aquellos pergaminos sin terminar de animarse a trazar caminos de tinta sobre ellos.
Tenía que comenzar a buscar trabajo, tenía que comenzar a enviar cartas ofreciéndose para trabajar, pero no sabía a dónde acudir. Lo primero que se le vino a la cabeza, era en escribir a otras escuelas mágicas, pero lo desechó enseguida. Con su escándalo tan reciente dudaba que ninguna escuela quisiera tenerlo en plantilla, y a pesar de su impoluta hoja de vida laboral como docente, lo que había hecho ese último curso era suficiente para emborronar una trayectoria impecable y de sacrificios.
La vida era así de puta y de injusta.
Tampoco iba a arrepentirse, no pensaba mirar atrás, pero no sabía por dónde empezar.
¿Quizás podría pedir trabajo en la universidad superior de Herbólogos? Los alumnos en la universidad eran adultos, así que no era un colegio de magia básica como Hogwarts… ¿O quizás pedir trabajo en algún vivero profesional? ¿O en una empresa que suministrara a boticas?
En verdad el abanico de posibilidades era amplio, pero se sentía perezoso a comenzar a pedir trabajo cuándo no tenía muy claro qué quería hacer. Aunque las circunstancias no es que le dejaran mucho en dónde elegir. Por el momento tenía dinero ahorrado y Eileen iba a ganar bien en su nuevo trabajo, así que cómo mantenerse no iba a ser problema para ellos. En realidad, con lo que iba a ganar Eileen prometía una vida sin preocupaciones financieras, con la esperanza de que ella fuera prosperando y con ello, su sueldo iría aumentando.
Pero tampoco quería abandonarlo al azar, podría ocurrir algo que alejara a Eileen del terreno de juego y eso sería nefasto si él no tenía un segundo plan.
Su orgullo sería pisoteado si tuviera que pedir ayuda a los demás.
No, tenía que ser realista y buscarse un trabajo, aunque fuera un puesto bajo, aunque fuera algo que nunca se hubiera planteado desde la comodidad que brindaba un puesto fijo en la docencia.
Neville suspiró mojando la punta de la pluma en tinta, alzándola sobre un pergamino pero sin terminar de posarlo en él. Se quedó meditabundo, contemplando aquel hueco en blanco que debía rellenar pero sin saber qué decir.
Una gota de tinta se precipitó desde la pluma hasta el papel, dejando una enorme gota en uno de los bordes. El pergamino absorbía extendiéndola en un círculo con bordes irregulares.
Soltó una palabrota y soltó de mala manera la pluma sobre la mesa.
Tomó un poco más de café y se levantó de mal humor de su asiento. Ya lo haría después, ahora se sentía muy cansado e incapaz de emprender una tarea tan importante.
Quizás lo mejor era leer el periódico y revistas especializadas, a ver si tenían alguna sección de anuncios… la verdad es que no tenía ni idea por dónde empezar. Siempre había tenido el mismo trabajo y no tenía idea de cómo buscarlo.
No había dado un par de pasos en dirección a su sofá cuándo una voz más que conocida para él tronó en la chimenea.
-¡Neville!- el tono en el que le llamaba, claramente no estaba nada contenta, y por lo que a él le atañe, no se dirigían la palabra desde su última y fuerte pelea.
Pero era la mujer que lo había criado, una mujer a la que quería y respetaba por encima de su enfado. Estaba claro que estaba más que molesta con él, pero que él supiera, no había hecho nada más últimamente, aunque es posible que quisiera hablarle otra vez de su despido y de Eileen.
Y por ahí sí que no iba a pasar, una cosa es que la respetara y otra que le permitiera descalificarla y orquestar su vida.
Ya era un adulto, sabía lo que hacía y sus consecuencias, así que fuera a regañarlo como a un niño no le ayudaba en absoluto.
Suspiró fuertemente cuándo unas llamaradas verdes inundaron su salón, anunciando una visita sorpresa que no tenía pinta de ser entrañable.
-¡Neville!- le llamó muy enfadada su abuela, que se erigía con orgullo en mitad de su salón, sin esperar a pedir permiso y taladrándole con aquellos ojos de color del cielo.
Augusta Longbottom sostenía el periódico de la mañana en una mano, pero al menos esta vez no le había atacado con él.
-Abuela…- dijo en tono de pregunta.
-No puedo creer que me avergüences de esta forma.- espetó enfadada a modo de saludo, mientras le tendía el periódico de la mañana a su nieto, con rostro inundado de decepción.
Neville contempló el par de fotos en plena portada.
-Bueno, se ve que no hay noticias verdaderamente importantes en este puñetero país…
Augusta bajó el periódico en un movimiento brusco.
-Ya sabemos cómo se las gasta esta sociedad mágica, da igual lo que hayas hecho antes, todo tu sacrificio, si pueden devorarte como lobos, lo harán…
Era una visión un tanto siniestra de la sociedad, pero totalmente certera.
-Entonces no entiendo tu enfado, abuela, es mejor que te acostumbres rápido y que no te afecte.
-¡Es que no lo entiendo!- comenzó a gritar enfadada la mujer, rescatando el tono de la discusión anterior.- ¡No te entiendo en absoluto! ¡Tu actitud tranquila me molesta! Has sufrido mucho, te has trabajado un porvenir… ¿Y todo para qué? ¿Para echarlo a perder por una chica? Te convertirás en un paria, en el hazmerreír… ¿Es qué te ha merecido la pena?
-¡Cada puto segundo!- espetó el hombre, ya cansado que le juzgaran, que le echaran en cara. Amaba a su abuela con todo su ser, por eso le hubiera gustado recibir por su parte un poco de comprensión, pero en cambio ella estaba preocupada del qué dirán, del escándalo.
Augusta se asustó un poco por el tono empleado de su nieto, era la primera vez que le escuchaba hablar así. Siempre había cuidado su lenguaje y escuchar palabras soeces de su boca la desestabilizaban un poco.
-No voy a esperar que lo entiendas, pero al menos no te metas…
-¿Qué no me meta? Cuida esa boca, jovencito. ¿Cómo crees que me siento al verte así? ¿Acaso no crees que lo único que deseo para ti sea lo mejor? Te llevo observando desde que eras un bebé, por eso no entiendo… abandonar toda tu vida por una chica. Es completamente absurdo.
-¿Crees que yo quería que todo saliera así? Pero no he podido evitarlo.
Estaban tan enfrascados en gritarse, que no se habían percatado de una esbelta figura se había asomado por la puerta, mientras se frotaba los ojos, aún soñolienta, pero alertada por los gritos.
A Eileen no le hicieron falta presentaciones para saber de quién se trataba. Además, contemplando el rostro de la mujer, podía descubrir rasgos que había heredado su nieto.
Además, llevaba colgado de un hombro el bolso que ella misma había elegido como regalo de navidad unos meses atrás, pero que parecía que había trascurrido miles de años desde entonces.
Eileen tragó saliva, sin saber muy bien qué hacer, si debía interferir o sencillamente volverse al dormitorio y dejar que Neville enfrentara a su abuela solo.
Sintió un vacío en el estómago y las piernas comenzaban a vibrarle un poco debido a los nervios. Eso no sería muy Gryffindor de su parte y tampoco justo con él, que se había enfrentado a todo y a todos para defenderla.
-No entiendo cómo puedes sacrificar tanto por una chica tan joven, que pueda cambiar de opinión en breve y abandonarte…
-Eso no ocurrirá nunca.- intervino al fin Eileen desde el marco de la puerta. Ambos guardaron silencio, girando la cabeza para mirarla.
La cara de Augusta se inundó de irascibilidad. Verla allí, tan tranquila, desaliñada, levantándose encima a deshora, la enfureció.
-Eso es lo que dices ahora, pero hasta entonces, no vas a parar hasta terminarlo de hundir. ¿NO?
La mujer sacudió en el aire un profeta. Por lo que pudo ver mientras lo agitaba, habían publicado unas fotos de Neville y ella, cosa que esperaba después del barullo de fotógrafos que se había formado en la estación de tren.
Lo que no esperaba es que tuvieran tanta importancia como para ponerlo en portada, suponía que el morbo era lo que vendía.
-En absoluto…
-¡Pues le has jodido la vida!- espetó la anciana muy enfadada.
-No le hables así a Eileen, por favor.- advirtió Neville serio, clavándole los ojos a su abuela, que ella supo leer.
Te quiero. Te quiero con todo el alma, abuela. Pero no voy a permitir que vengan a mi hogar a gritarle a mi mujer… ni tú, ni nadie.
Eileen supo que tenía que hacer algo, no podía quedarse de brazos cruzados dejando que aquella mujer los juzgara a la ligera, se lo debía a Neville, que era el que más estaba perdiendo hasta ahora.
Su puesto como profesor, sus amigos… no podía perder a su abuela también, aunque él estuviera dispuesto a sacrificar su relación con ella por defenderla.
Sintió la garganta seca de nervios, pero supo qué hacer. Había tenido un buen maestro, su novio, así que sabía cómo debía actuar ahora, Neville fue su completa inspiración.
No había nada como llevar la sinceridad por bandera.
-Neville… necesito un café. ¿Por qué no preparas uno para mí y otro para tu abuela, por favor?-Preguntó Eileen frotándose con una mano la frente.
Neville le clavó sus bondadosos ojos marrones en los suyos, con un atisbo de pánico asomándose en ellos. Sospechaba de las intenciones de su novia, pero no sabía si eso era buena idea, dejarlas a ambas a la merced de la soledad en la misma habitación, pero la mirada de Elle lo convenció.
Déjame afrontarlo como una adulta, sé que puedo. Quiero hacerlo.
Neville hizo un movimiento leve con la barbilla de aprobación, insuflándole fuerzas a su novia y abandonó la habitación sin más.
-¡No pienso quedarme más tiempo!- espetó la anciana, convencida en desaparecer a través de la chimenea.
-Espere un momento… me gustaría hablar con usted.- la llamó Elle con la voz un poco rota.
-Pero yo no tengo nada que hablar contigo…- indicó la anciana dándole la espalda a la joven.
-Bueno, si es así, no tiene que hablar conmigo, pero entonces escúcheme antes de marcharse… por favor.
La anciana cesó en su avance, pareció meditarlo un momento, sin terminar devolverse hacia la chica que se acercaba a ella con pasos tímidos. No debía escucharla, pero sí quería oírla. Quería oír qué tenía que decir la que le había buscado la más profunda ruina a su nieto.
-Te escucho. -indicó con aquel tono de reina abandonada.
Eileen no sabía si estaba perceptiva del todo, pero al menos se había quedado para escucharla, y eso era mucho teniendo en cuenta que en esa clase de situaciones, la gente tendía en cerrarse en banda.
Sólo había que mirar a su padre… pero tenía la esperanza que aquella mujer fuera distinta.
-Sé que debe estar muy enfadada conmigo, sé que posiblemente no me acepte nunca, pero por favor, no se aleje de Neville, él la necesita más que nunca.
Augusta volvió el rostro para contemplar aquella muchacha extraña.
-También estoy enfadada con él, por tirarlo todo por la borda, por sacrificar lo que tanto le costó conseguir…
-Lo sé… y ojalá las cosas no hubieran salido así, pero no podemos borrar lo que ha pasado… ni volver atrás para cambiar las cosas.
-Si lo dices porque esto nunca debió pasar, te doy la razón: esto jamás debió ocurrir.
Eileen perdió un poco la esperanza ante sus palabras, pero no se rindió, al menos hasta que siguiera escuchándola.
-Pero lo que ha pasado ha sido inevitable.- le indicó Elle decidida.
-¿Inevitable? Qué sabrás tú. Inevitable serán los girones que dejarás atrás cuándo te canses de mi nieto y le abandones… porque seguro que te aburrirás pronto y seguirás tu camino, en cambio le dejarás sumergido en el pozo en el que os habéis lanzado.
-Eso no pasará nunca.- elevó la voz Eileen. Entendía el porqué la abuela de Neville le decía todas aquellas cosas tan desagradables, entendía su enfado, su frustración, pero en eso no tenía razón. No pensaba abandonar a Neville nunca, no pensaba abandonarle ni dejarle atrás. Esas palabras eran veneno para su corazón, que pertenecía por completo a él.
¿Por qué nadie confiaba en sus intenciones? ¿Por qué nadie confiaba en su criterio a pesar de su juventud? Si tuviera la edad de Neville no hubiera pasado nada, pero por desgracia ésa era la edad que tenía, pero sabía qué quería, no le era difícil imaginar una vida entera con él y sabía que no se estaba dejando llevar por el romanticismo de un amor recién estrenado.
Quería vivir con él, pasar el tiempo a su lado, compartiendo las pequeñas cosas y en el futuro, construir algo con él.
Él lo sabía y ella también, pero nadie creía en ellos, todos estaban dispuestos a juzgarlos sin darles una oportunidad.
De los ojos de Eileen comenzaron a derramarse lágrimas sin control.
-Eso no pasará nunca, porque le quiero con todo mi alma. Yo también estoy sacrificando cosas por estar con él y no me arrepiento…
Augusta se quedó un momento en silencio, contemplando el llanto húmedo de la joven sin saber muy bien qué hacer. Suspiró levemente y dio un par de pasos hacia ella.
-Yo no estoy dudando de tus sentimientos hacia él ahora, sólo dudo que esto dure…
-Y por eso ha decidido que esto no durará sin antes darnos una oportunidad.
-Soy mucho mayor que tú, sé más de la vida…
-¿Y por mi juventud tiene que dudar de mi palabra? Quiero a Neville, lo amo, lo adoro, haría cualquier cosa por él… incluido hablar con su abuela a la que adora, aunque ella me aborrezca… porque me duele pensar que él la pierda, no puedo soportar que él sufra. Así que por favor… no se marche sin intentar arreglar las cosas con él…
Eileen bajó la barbilla dejando que sus lágrimas corrieran libres por su rostro. Había querido no llorar como una cría ante aquella adusta mujer, pero no había podido soportarlo.
Entonces sintió una mano posándose sobre su mejilla. Eileen alzó la vista, aquellos ojos fríos como el acero, se habían suavizado un poco.
-Le quieres mucho.- dijo la abuela con un tono más suave. No era una pregunta, pero Eileen afirmó con energía con la cabeza.
La mujer suspiró fuertemente, rindiéndose ante la muchacha que había gritado el amor que sentía por su nieto. Una cosa era que fuese vieja y otra que tuviera el corazón de piedra. Su nieto siempre había sido su debilidad, su mayor preocupación, pero por alguna razón, ver el rostro lloroso de aquella joven, la tranquilizó.
-Yo no te aborrezco… sólo me preocupo. Sólo quiero lo mejor para él.
Augusta bajó la mano del rostro de Eileen.
-Yo también quiero lo mejor para él… sólo aspiro que él nunca se arrepienta y que se quede conmigo para siempre.
¿Qué podía hacer ella? Viendo la determinación de Neville, jamás vista en él y el llanto sincero de aquella chiquilla, lo único que podía hacer era tranquilizarse e intentar comprender. A pesar de su avanzada edad, no había olvidado qué era el amor. Ella añoraba cada día a su marido, tanto que jamás había conseguido rehacer su vida con otro hombre después de su muerte. Ella también sabía qué era sentir ese fuego que te carcome, el poder de unos sentimientos sinceros.
A pesar de su recia apariencia, no lo era en absoluto, ella siempre había sabido cuándo rectificar y ahora le apetecía hacerlo. Quizás se había rendido demasiado pronto, pero estar junto a Neville por si necesitaba de ella le era más fundamental, después de todo, su vida estaba llegando al ocaso, así que quería cuidarlo hasta que la muerte le cubriera con su manto.
Augusta buscó en su bolso y le tendió un pañuelo a Eileen, que aceptó para enjugar sus lágrimas.
-No llores más… quizás deberíamos empezar por el principio… Mi nombre es Augusta Longbottom.
La abuela de Neville le tendió una mano a Eileen, a modo de saludo, que ella se apresuró a estrechar con fuerza.
-Eileen Snape… encantada de conocerla.
Ambas mujeres no se habían percatado que Longbottom estaba en la puerta con una bandeja con café humeante y algunos dulces que conservaba del día anterior. El hombre había preparado el café deshecho en nervios, había derramado gran parte del café molido sobre la encimera, se había quemado con la cafetera y casi se da de bruces con la bandeja. Estaba inquieto por la reunión que se estaba dando en el salón con su ausencia, pero al no escuchar gritos, le había dado la oportunidad que le había pedido Eileen.
Aunque no esperaba que su abuela, con lo tozuda que era, estuviera dándole la mano a su novia cuándo entró.
Augusta se percató de la presencia de su nieto y soltó la mano de Eileen con suavidad, mientras se aclaraba la garganta.
-Tenéis mucho qué contarme. -Espetó mientras se sentaba en el sofá, como si aquella casa le perteneciera.- ¿Y ése café que me has prometido, Neville?
Neville no supo qué le había dicho Eileen a su abuela, pero había conseguido ablandarla y eso era una gran proeza. Se apresuró a llevar la bandeja a la mesita, intentando no tirar nada.
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Eileen le daba vueltas al contenido de su plato. La crema de verduras que había preparado su novio estaba sorprendentemente deliciosa, suave al paladar, pero tenía el estómago completamente cerrado. Había estado prácticamente todo el día en tensión ya que la abuela de Neville al final se había quedado a almorzar con ellos, aunque por entonces, ella tampoco había tocado mucho su plato.
Habían hablado tendidamente y sinceramente con ella. Se lo habían contado todo, bueno, obviando las partes que una abuela no querría oír de la boca de un nieto, pero ella les había prestado toda la atención del mundo y les había escuchado sin juzgar, sin interrumpir, sin echar en cara nada.
Ahora entendía mejor Eileen de dónde procedía el gran corazón de Neville, era un fiel reflejo del amor de su abuela.
Pero a pesar de que la anciana se había suavizado, sabían que aún pasaría mucho para que los terminara de aceptar, pero el pequeño paso a ello ya estaba dado.
-Deberías comer…- le indicó Neville con preocupación mientras se llevaba una cucharada suculenta a la boca.
Ella dejó el cubierto a un lado, tapándose la cara con una mano.
-No puedo… he pasado muchos nervios con tu abuela, creo que tengo ganas de vomitar.
Neville tragó con rapidez para abandonar dentro del plato su cuchara, para poder alzar sus brazos hacia ella y tomar fuertemente sus manos.
-Sé que ha sido un mal trago para ti… sé que te ha resultado muy difícil, pero ya sabíamos que lo nuestro no iba a ser fácil.
-Lo sé… lo único que me ayuda, es pensar que tu abuela al menos está haciendo el esfuerzo para comprendernos, no como…
Eileen comenzó a llorar nuevamente, las lágrimas se derramaron una vez más por su rostro, silenciosas. No había dicho de quién hablaba, pero la presencia del oscuro hombre los sobrevolaba sin cesar.
Neville se alzó de su asiento y se puso tras ella, abrazándola desde atrás, posando su rostro en su suave cuello.
-Venga Elle… no llores más, sabes que no soporto verte llorar.
Eileen se volvió levemente, levantándose de la silla, respondiendo a su abrazo, hundiendo su rostro en él. Neville pasó una de sus manos por su suave y fino cabello, acariciándolo.
Neville se separó de ella levemente y besó fugazmente sus labios.
-Necesitamos hacer un paréntesis en todo esto, llevamos mucho estrés encima. -limpió sus lágrimas con sus pulgares.- Vamos, sé de algo que te animará.
Neville cogió con suavidad la mano de su novia y tiró de ella para animarla a que lo siguiera.
-¿Me vas a llevar otra vez al cuarto? Eres insaciable…- soltó Eileen con picardía.
Neville se volvió hacia ella entre enfadado y abochornado. Iba a protestarle, a decirle que no era un pervertido que sólo pensaba en eso, pero hacía mucho tiempo, que la sonrisa de Eileen no le iluminaba. Estaba claro que lo había dicho en broma y ella al fin había vuelto a reír, fugazmente.
-No me tientes…- masculló a la vez que la besaba.- ¿Acaso tu novio no puede invitarte a salir?- preguntó satisfecho de aquel título- ¿O acaso eres tú la que quiere encadenarme en la cama?
Eileen rió, sincera, cansada.
-Me lo estoy planteando seriamente.
-Ven.-llamó a Eileen abriendo los brazos, ella se arrojó en ellos y desaparecieron en conjunto.
Eileen por un momento olvidó todo. La situación complicada que vivían, los lloros, los reproches… ahora sólo deseaba enfocarse y disfrutar por lo que había luchado. Si no disfrutaba cada día de la compañía de Neville, aquello habría sido una lucha en vano.
Eileen reconoció enseguida la plazuela dónde se habían aparecido. La fuente del centro aún seguía rota, en lugar de aguas cristalinas, cada vez había más basura en el interior y por allí no había rastro de ningún negocio… a simple vista.
Eileen rió con verdadera gana.
-¿Qué me dices Elle? ¿Te apetece ir a mover el esqueleto conmigo esta noche?- preguntó Neville encantado por el cambio de ánimo de su novia. Acompañó la pregunta con un movimiento de caderas que volvió hacerla reír.
-Por Merlín Neville, hablas como un carroza. Hace siglos que nadie emplea la expresión mover el esqueleto.
-Tu novio es un viejo ¿recuerdas? ¿Qué pasa? ¿No quieres ir de guateque conmigo?
Eileen cogió su mano con fuerza mientras reía su ocurrencia y se lo llevó a la puerta de la discoteca clandestina.
La gente los señalaba, los juzgaba, los condenaba.
Pero de algo estaba completamente segura, que no se había equivocado con él y no pensaba soltarle la mano en lo que le restaba de vida.
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Neville alzaba aquel álbum por encima de su cabeza, defendiéndolo con uñas y dientes. Eileen saltaba a su alrededor intentando arrebatárselo por todos los medios.
-Pero si ya has visto fotos mías de pequeño… tu madre y Harry seguro que te las han enseñado.
-Sí, pero sólo te he visto desde los once años, más pequeño no…
-No sé cuánto interés en verme de pequeño… era pequeño y gordo. Fin.
-¡Vamos Neville! Tú me has visto de pequeña y yo no. No es justo.
Aquella observación perturbó un poco a Longbottom, pero intentó no pensar mucho en ello. Hacía mucho que había aprendido a convivir con la culpa que le inspiraba pensar que él había cogido en brazos a Eileen cuándo era sólo un bebé.
Aquellos pensamientos lúgubres no iban a empañar ya su relación con Elle. Sabía que era culpable de todos los cargos, pero ya había cumplido condena, ya era momento de superar aquellos miedos, aquella culpa y concentrarse en luchar una vida plena con ella.
Ella merecía todo eso y más.
-Y eso qué tiene que ver…
-Vamos, no seas capullo.- dijo mientras daba otro salto intentando coger el álbum con ambas manos.
-Y encima me insultas.
-Si no me lo enseñas por las buenas… lo haré por las malas. Pienso obligarte.
-¿A sí?- preguntó Neville con tono de burla.- ¿Tú y cuántas más?
-Nevell, nevell… no muerdas más de lo que puedas tragar.
-Venga Valiente, muéstrame lo leoncilla que eres.- la provocó.
-No me llames leoncilla. – dijo Eileen ya dispuesta a echar toda la carne en el asador. Neville estaba preparado para toda clase de ataques, pellizcos, mordiscos, puñetazos de su fierecilla. Pero esta vez, la muchacha decidió ser más sutil y demostrar que ella ante todo, era una gran atleta. Aprovechó que había una silla cerca de él, para tomar impulso, saltar sobre él y arrebatarle el álbum con facilidad.
Él se quedó perplejo, mirando su mano vacía, sin entender muy bien cómo lo había hecho y alzó la vista hacia su novia, que agitaba el álbum con aire de superioridad.
-Te lo podría haber quitado desde el principio, marmolillo.
-Encima de jactarse, me vacila…
-Ya sé que no debería tratar así a mis mayores…- dijo Eileen riendo, metiendo aún más el dedo en la yaga.
-¡Vas a ver ahora!- exclamó Neville lanzándose contra ella. Eileen soltó un gritito y comenzó a burrear a Neville por todo el salón. Corriendo de un lado a otro, bordeando mesas o cruzando por encima del sofá. Sabía que era cuestión de tiempo que terminara atrapándola, así que se apresuró a abrir el álbum, dejándole al azar que eligiera.
Lo que descubrió allí la hizo reírse a carcajada limpia. Sabía que era Neville por sus ojos, pero casi estaba irreconocible. En la foto se veía un niño rollizo, con generosos mofletes ante una tarta con el número dos, que estaba estropeada y la tenía por toda la cara. Pero por alguna razón el pequeño no estaba disgustado por ello, sino que aplaudía y reía, una y otra vez en bucle en la foto mágica.
-¡Pero qué monada!- chilló Eileen.
Neville miró por encima del hombro de Eileen y resopló al ver la fotografía que estaba contemplando.
-¡Ay no! Esa foto no…
-¿Qué le pasa? Estás para comerte…
-Con esa foto comienza mi leyenda como la persona más torpe del mundo… según mi abuela tropecé y me caí de bruces contra mi tarta.
Eileen no aguantó las ganas y comenzó a desternillarse de risa. Neville torció el gesto exageradamente, falsamente ofendido.
-Quizás no te caíste, simplemente la tarta era peligrosa y la neutralizaste.
-Encima cachondeo…
-En serio Neville, me encanta esta foto. Trasmite que eras un niño feliz…
Neville dejó caer su barbilla sobre el hombro de Eileen, apoyándose levemente sobre su novia, que notó cómo el peso del cuerpo del hombre, le tiraba un poco hacia abajo.
-A pesar de que crecí sin tener a mis padres…- siempre le había sido tan sumamente difícil de hablar de ellos, pero con Eileen no era así. Sentía que podía abrir por completo su corazón sin sentirse incómodo.- mis abuelos se desvivieron por darme un buen hogar. No fue fácil, pero no me puedo quejar de la infancia que me han dado… siempre les estaré muy agradecido.
-Criaron a un hombre con un gran corazón, tan grande que a veces me pregunto cómo te cabe en el pecho.
Neville no pudo evitar ruborizarse, no era de las personas que estuvieran acostumbradas a recibir cumplidos constantemente, así que cuando Eileen se los hacía, se llenaba de vergüenza sin poderlo evitar.
-Lo que soy, es un hombre con una bendita suerte de tenerte conmigo.- replicó meloso.
-Ése romanticismo tuyo no va a evitar que siga mirando éste álbum.
Neville rio por lo bajo, travieso, entonces le pegó un mordisco a Elle en el hombro. Ella protestó, intentando zafarse de él, intentando contemplar otra foto de aquel misterioso álbum, que el hombre le arrebató de las manos en un descuido.
-Venga va…- rogó Eileen haciendo pucheros.- Enséñame alguna más.
-Creo que hoy ya te has reído bastante.
-Nunca me río lo suficiente.- exclamó Elle, abalanzándose contra su novio, que intentó defenderse de ella, pero apenas pudo. Elle reía y eso era música para sus oídos.
Después de todo, estaban consiguiendo tener momentos para ellos, sólo ellos, nada más.
Entre forcejeos y risas descaradas, cayeron al suelo. Eileen estaba segura que Neville se había tropezado a propósito para arrastrarla consigo cuerpo a tierra, que terminó con Eileen a horcajadas encima de él.
-Ahora te tengo a mi merced.- rezó Eileen con una sonrisa maliciosa, inclinándose sobre él.
-Eso es lo que te crees tú.
Y sin que lo esperara, Neville aferró sus manos sobre ella haciéndola rodar, invirtiendo las tornas, con Neville esta vez sobre ella.
-¿Y ahora qué?- preguntó satisfecho mientas acercaba su rostro hacia ella, presionando sus caderas contra las suyas, derritiéndola, dejándola fuera de juego. Eileen se rindió, cerrando los ojos y él se inclinó hacia ella, dispuesto a besarla en los labios.
Entonces alguien los devolvió a la cruda realidad, interrumpiendo el momento y llamando a la puerta.
Se quedaron en silencio, inmóviles, sin saber muy bien qué hacer, pero sin hacer ruido alguno. Habían recibido las visitas insistentes de muchísimos periodistas mágicos, incluido la de Rita Skeeter, pero jamás se habían dignado en abrir la puerta o hacer declaraciones, a pesar que se seguía hablando de ellos en la prensa del país. Habían hablado con compañeros de trabajo de Neville, con sus alumnos, e incluso con algunos amigos. El único a destacar había sido lo que les había espetado Ginny Potter cuándo la habían asaltado en la puerta de su casa, a pesar de su estado avanzado de gestación.
-Son buenas personas, dejadlos en paz. Mucha hipocresía y mojigatería veo en los medios.
No sabían si había hecho efecto alguno esas palabras, pero desde la tarde anterior los paparazzi sedientos de carroña les habían dado un respiro, relajando el acoso.
Volvieron a insistir y Neville decidió ignorarlos, acercando el rostro al de su novia.
Eileen cubrió con la palma de su mano la boca de Neville, para evitar que la besara.
-¿Y si es tu abuela?- susurró Eileen.
-Si fuera ella, ten por seguro que no aporrearía la puerta, vendría directamente por la chimenea.- indicó Neville amortiguado por la mano de Elle, que aún le cubría la boca.
Neville intentó zafarse de la mano para poder besarla, pero Elle aplicó un poco más de fuerza.
-Pero quizás ahora que sabe que vivimos juntos se corte un poco.- dijo preocupada. Lo que menos le apetecía era quedar mal con la anciana.
-Eso seguro, pero avisaría también por la red flu. Para ella es más cómodo viajar por ahí que apareciéndose… su casa está bastante lejos y ya le fatiga mucho usar la magia de aparición.
Eileen seguía sin estar muy convencida, pero bajó al fin la mano, que aprovechó Neville para robarle un fugaz beso en los labios.
Elle sonrió, pero seguía sin rendirse.
-No sé… esa forma de aporrear la puerta me es muy familiar.
Neville se quedó pensativo un momento, poniendo un poco más de atención en cómo llamaban a la puerta.
-Ahora que lo dices…
Neville también le despertó una familiaridad que no supo ubicar. Quién estaba pegando en la puerta no la estaba aporreando sin más, sino que estaba haciendo una simple melodía. Neville frunció el ceño, molesto que Elle tuviera razón y se levantó de encima de ella a mala gana. La muchacha se levantó de un ágil salto y en dos zancadas se dirigió a la puerta.
-¿Quién es?- preguntó Eileen alzando la voz para que pudieran oírla a través de la madera reforzada de la puerta. Desde la visita de Severus Snape y el acoso de los medios, Neville había reforzado todos los encantamientos protectores de la casa.
-Hola Eileen.- contestó una voz cantarina y dulce al otro lado. Elle abrió levemente los ojos por la sorpresa y se apresuró abrir a la mujer que aguardaba al otro lado.
Luna Lovegood acompañada de su esposo, aguardaba de pie en el umbral, vestida como siempre con una encantadora y soñadora sonrisa.
-Buenos días Eileen…
-Buenos días.- Elle se apresuró a saludar a Luna y a su marido y se hizo a un lado para dejarles pasar.
Neville no terminó de sorprenderse por la visita, Luna era así, aparecía de repente de la nada y de la misma forma desaparecía durante meses. Lo que sí se sorprendió es verla acompañada de aquel hombre que la había llevado a un altar.
Intentó peinarse con los dedos, seguro que tenía un aspecto aterrador. Luna le sonrió.
-Espero no interrumpir nada…- Luna siempre de lo más perspicaz.
-No, no estábamos haciendo nada…
-¡Ah! Entonces ahora se le dice nada.
Neville prefirió pasar por alto aquel comentario, aunque notaba cómo se le calentaban las orejas de vergüenza. Aún no estaba acostumbrado a demostrar su amor en público y aún se aturrullaba.
Neville saludó al marido de Luna, alzando una mano, aún un poco abochornado.
Hasta ahora no se habían conocido. El marido le tendió la mano, realmente encantado de conocerlo al fin. Su mujer le había hablado tantas veces de aquel amigo y con tanto cariño, que le daba la sensación de conocerlo de toda la vida, y después de haber leído lo que escribió Luna de él, estaba deseando de conocerle al fin, ya que durante su boda no había podido ser.
Neville les ofreció asiento y les ofreció café, que aceptaron con buen gusto la invitación.
Neville se adentró a la cocina seguida estrechamente por Elle, con la excusa de ayudarle.
-¿Tú sabías que venían?- preguntó Elle en voz baja, entre susurros.
Neville negó con la cabeza.
-No, aunque conociendo a Luna, ella nunca avisa antes… ya sabes cómo es, un espíritu libre.
Elle se encogió levemente de hombros.
-Lo sé… - fue su escueta respuesta.
Neville puso la cafetera italiana al fuego para después volverse suavemente hacia su novia. La cogió con suavidad de la barbilla y tiró de ella levemente, obligándola a mirarle a la cara.
-¿Estás bien con esto? Si no estás cómoda, los despacho enseguida.
El rostro insondable de Elle se convirtió en uno de sorpresa y después en otro que no supo identificar. Estaba encantada que Neville tuviera en cuenta sus sentimientos, pero no estaba así por celos. Los celos tóxicos los había conseguido superar después de aquella tremenda pelea con Neville en el día del Fénix. Si no aprendes de tus errores, sencillamente eres un estúpido sin remedio.
La confianza entre ella y Neville era una roca cada día más fuerte, los tiros no iban por ahí.
Elle le sonrió abiertamente a su novio.
-No es por eso… tengo miedo que vengan por algo malo.
Esta vez fue Neville el que se rio.
-No te preocupes por eso. Si fuera portadora de malas noticias, no se andaría con rodeos, te lo diría directamente, sin anestesia… ya la conoces.
-Sí… pero ya me lo espero todo.
Neville cogió un mechón de cabello que se le había ido al rostro y lo apartó con suavidad, acariciándolo con la punta de sus dedos, recorriendo toda su longitud, hasta quedar libre.
-Bueno a veces la explicación más simple es la correcta. Lo más probable es que se trata de la visita de unos simples amigos, que han decidido no juzgarnos e intentar comprendernos, y han venido a ver cómo estamos. No tiene que ser todo malo.
Elle sacó del mueble unas tazas y comenzó a alinearlas en una bandeja.
-También tienes razón… pero últimamente todo lo que nos ocurre es malo.
La cafetera comenzaba a soltar un poco de humo, a punto de comenzar a escupir tan sabroso líquido. Neville bajó la tapa y cogió una de las manos de Eileen, acercando su rostro al de ella. Elle cerró los ojos porque pensó que iba a besarla, pero se limitó a poner su frente sobre la de ella.
-Eso no es cierto… no todo lo que nos ha pasado es malo. Has terminado tus estudios, la semana que viene comienzas a labrarte tu gran sueño y tú y yo… tenemos un futuro por delante.
-Supongo que eso compensa un poco las cosas.
-Tiempo al tiempo, mi amor. Verás como las aguas irán poco a poco volviendo a su cauce.
-No eres el primero que me dice eso… supongo que tienes razón.
Neville se separó de ella levemente, no sin antes de depositar un tierno beso en la frente.
Prepararon el café en equipo, con fluidez y se apresuraron a salir a atender a sus invitados, que estaban a solas en el salón. Comenzaron una conversación con una naturalidad pasmosa. El marido de Luna no era de muchas palabras, pero se limitaba a escuchar con suma atención. Eso sí, cuándo era Luna la que hablaba, su rostro la contemplaba con la más de las absolutas devociones.
Eileen olvidó todas sus inquietudes y se relajó a disfrutar de la compañía. Luna siempre le había caído bien, a veces se le había antojado un tanto extraña y de ahí su propio encanto. Todo el rencor que le había guardado por sus celos infundados, sintiéndose insegura, molesta porque había sido amada por Neville en el pasado, lo había superado. Era irracional sentir rencor por una persona sólo por ser el pasado de tu pareja, sí, la había amado, pero ahora su corazón le pertenecía.
Además Luna era una tipa genial, si había que ser completamente sinceras. Era una gran amiga de su madre y siempre la había tratado como a una sobrina.
Ahora le daban un poco de remordimientos por haber sentido aquel rencor hacia ella el día del fénix, pero así eran los celos, tóxicos, un sentimiento dañino que se escapan a todo raciocinio posible.
Estuvieron hablando de trivialidades y de cosas serias. Luna se había interesado en su ingreso en las Arpías y su marido le había preguntado muchísimas cosas sobre el juego, ya que jamás había presenciado un partido. Elle le prometió que les invitaría a uno en cuánto pudiera. Aún no había ni comenzado y tampoco quería comenzar abusando invitando a gente, primero tenía que ganárselo del todo.
-Yo en realidad he venido a enseñaros algo… quería preguntar vuestra opinión, claro está.
Luna comenzó a rebuscar en su inmenso bolso y prosiguió hablando.
-Os lo iba a mandar a través de una lechuza, pero creí que era más conveniente dáoslo en mano… me gustaría que me digáis lo que pensáis sin censuras, con total confianza.
Luna puso en las manos de Eileen lo que parecía una edición bastante voluminosa del quisquilloso. Ella había sido lectora asidua de aquella revista hasta que dejó de leerla por no escuchar a su padre, que no paraba de relatar cuándo la veía entre sus manos.
Lo que tenía en sus manos era una edición especial, es más, estaba más cerca de ser un libro que una revista.
"No te acerques tanto a ella" una novela de Luna Lovegood, rezaba bajo el título de la revista y como imagen principal, habían elegido dos manos entrelazadas.
-¿Qué es esto, Luna?- preguntó Neville sin entender muy bien.- ¿Has escrito una novela? Eso es estupendo… siempre quisiste hacerlo, felicidades.- la felicitó con auténtica alegría.
-¿Es eso cierto, tía?- preguntó Eileen volviéndole a conceder aquel título cariñoso.
-Si y no…- contestó Luna un tanto suave.- En realidad no he podido evitar contar vuestra historia… después de hablar con Neville, las palabras fluyeron de mí y sentí la necesidad de ponerlas en papel.
-¿Me estás hablando en serio?- espetó Eileen llena de asombro.
-No podía bromear con esto… he indicado que lo que pone ahí es ficción y me he tomado algunas licencias literarias, sobre todo lo que respecta a Severus, que he preferido obviar su participación… pero creo quien sea medianamente inteligente, sabrá que hablo de ustedes.
-No sé qué decir…- dijo Neville tomando con suavidad la revista de las manos de Eileen, que se la tendía para que lo inspeccionara, después de estudiarla con atención e incluso hojearla, se la devolvió a Elle.
Luna se limitó a encogerse de hombros.
-Pero creo que necesito de todas formas vuestra bendición para publicarla… si me decís que no, lo entenderé y no me enfadaré. Después de todo es vuestra vida la que está ahí.
-¿En serio has escrito nuestra historia?- preguntó nuevamente Eileen llena de incredulidad.
Luna afirmó con la cabeza.
-Sí… creo que vuestra historia es muy hermosa y estoy viendo cómo la gente la juzga sin saber, quería hacer algo para que pudieran entenderla, para que les llegara al corazón como me ocurrió a mí… leedla y ya me diréis.
Los sentimientos de Eileen estaban muy cerca de la piel en estos días, así que no pudo evitar emocionarse, tampoco es que se avergonzara de ello.
Una lágrima se liberó de la prisión de sus ojos, para recorrer su mejilla hasta precipitarse en la portada de la revista, humedeciéndola.
Luna que era de lo más perspicaz, no tardó en darse cuenta del estado de Elle.
-¡Por Merlín, no quería hacerte llorar! Si esto es tan doloroso para ti, voy a quemarlas ahora mismo.- Luna alzó una mano para quitarle la revista, pero Elle la esquivó, evitando que pudiera arrebatársela.
-Esta lágrima no es de pena… sino de emoción. Gracias Luna.
Luna sonrió abiertamente, su marido pareció que no cabía en sí por el orgullo que sentía por su mujer y en cambio, Neville y Elle intercambiaron una mirada. A veces, no necesitaban poner en palabras sus conversaciones, les bastaba con mirarse para entenderse.
-No nos hace falta leerla para darte permiso, sigue adelante con la publicación.- dijo Eileen emocionada.
-¿En serio os parece bien?
Neville afirmó con un movimiento certero de cabeza, para reafirmar las palabras de su novia. Luna también se emocionó tanto, que terminó abrazando a Elle muy fuerte.
-¡Esto hay que celebrarlo!- exclamó Neville contento, levantándose de su asiento en busca de la botella de whisky de fuego que tenía por ahí.
Quizás aquel alarde alcohólico iba a preocupar a Luna, pero qué carajos, estaba encantado de celebrar.
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Eileen retorció con nerviosismo parte de la tela de su nuevo uniforme de quidditch. Llevaba más de un mes entrenando con las arpías de Holyhead, todos los días se llenaba de entusiasmo antes de acudir a cada entrenamiento. Estaba resultando muy duro, ya no estaba en una liga estudiantil, sino en la liga profesional y a pesar de que aún no había debutado en ningún partido, los entrenamientos eran muy exigentes y rigurosos.
Pero ella no se amedrentaba, al contrario, se recargaba para el día siguiente dar lo mejor de sí.
Su entrenadora estaba satisfecha con su pequeña evolución, pero le indicaba que no se confiara, aún tenía mucho que formarse, aunque Eileen ya hubiera demostrado su capacidad natural de aprender y se podía apreciar en su técnica de vuelo. Desempeñaba una habilidad sobre la escoba cada vez más elegante y suave, sin movimientos bruscos e inútiles.
Su juego se estaba puliendo en tan poco tiempo que la hacía sentir ansiosa, estaba impaciente por comprobar cómo sería su nivel cuándo transcurrieran un par de meses más con aquel entrenamiento intensivo.
Así que sus nervios no eran el fruto de un simple entrenamiento, sino que aquella tarde sería su presentación oficial ante la prensa. Había superado con creces el tiempo de prueba y oficialmente era ya una jugadora, así que el club había decidido hacer una pequeña ceremonia de presentación dónde ella haría una pequeña exhibición de vuelo y después una pequeña rueda de prensa.
Era algo común en todas las jugadoras que se incorporaban en el equipo, lo que no era común era la expectación y la cantidad de periodistas que habían acudido al evento, más de la mitad no tenían nada que ver con el mundo del deporte. Su nombre se había filtrado y estaban deseando poder preguntarle abiertamente a Eileen Snape, la protagonista del escándalo amoroso con el profesor de Hogwarts.
Es verdad que después de la intervención de Ginny se había relajado el acoso en su hogar, pero el debate aún proseguía en la prensa y más intensamente después de que "No te acerques tanto a ella" saliera a la luz y fuera éxito de ventas, tanto, que habían tenido que hacer hasta una tercera tirada de copias de la revista, cuándo normalmente si vendían la mitad de la primera edición, podían sentirse satisfechos.
Aquella novela se vendió como ficción, pero eso alimentó la curiosidad de muchos que se preguntaban qué había de ficción y qué habría de realidad en esas páginas. Otros se posicionaron de parte de la pareja, que no comprendían el puritanismo de algunos y el por qué hacían tanto revuelo por su diferencia de edad, o de su situación como profesor y alumna. No era la primera vez que pasaba una cosa así, ya no hablando sólo de Hogwarts sino en la historia de la magia en general. En la antigüedad cuando no había escuelas mágicas, magos experimentados escogían un discípulo al que enseñar… y no era muy descabellado que con el paso del tiempo terminaran desarrollando sentimientos y muchos terminaban casándose. Claro que había quien los acusaba de arcaicos, por acogerse en esas evidencias añejas para defender aquella situación. Entonces los otros volvían a la carga, llamándoles retrógrados y meapilas, por estar juzgando simplemente a una pareja por amarse.
Para gustos los colores y había opiniones de todos los tonos.
Eileen estaba un poco cansada ya del asunto y estaba deseando que hablaran de ella en esos periódicos no por su escándalo amoroso, sino por su naciente carrera deportiva, pero aún le quedaba un tramo más extenso que recorrer hasta llegar a ese punto.
La animaba pensar que si sus padres lo consiguieron, ella también lo lograría.
Al menos la novela de Luna había ayudado y ahora no todo el mundo la juzgaba negativamente.
Soltó su túnica aún nerviosa e intentó alisar con la mano la zona que había arrugado. Neville no estaba allí para apoyarla, el club le había negado la entrada ya que no pintaba nada allí y es más, sabían que podía desviar la atención de lo más importante allí, que era la presentación de Eileen. Pero a pesar de ello, podía sentirlo en la lejanía, aún podía recordar la sonrisa con la que la había despedido y le había susurrado un "suerte, aunque tú no la necesitas"
Paula fue en su busca y pareció leerla con facilidad.
-No estés nerviosa… lo harás genial.- dijo entregándole una increíble barredora F65, unas magníficas escobas que estrenarían aquella temporada.
-Más que de la exhibición, estoy muy preocupada por la rueda de prensa de después…- Eileen decidió ser sincera con su capitana, no tenía sentido hacerse la dura cuándo estaba temblando más que una hoja.- es la primera vez que hablo con periodistas y ya no sólo por mi presentación, es porque los llevo evitando desde que salí… ya sabes, de Hogwarts y ahora los voy a tener que enfrentar de frente…
-No tengo ninguna duda en que lo harás también bien.- Le contestó la capitana con verdadera certeza.
-Pues gracias por la confianza.
-¿Eres una Arpía o no?- preguntó Paula con energía a la que Elle afirmó con la cabeza con rotundidad.- Pues entonces quiero esa cabeza alta, no olvides que estás vistiendo nuestros colores, y garras fuera, para defenderte de quien ose atacarte.
Elle le dedicó una sincera sonrisa a la capitana. Habían hecho buenas migas y era alguien que siempre sabía qué decir para motivarte.
Eileen apretó en su puño un poco más la escoba y decidió salir al fin. Paula le golpeó el trasero con la palma de la mano.
-A por ellos, Arpía.- la alentó antes de que su capa de quidditch con el apellido Snape y el número 9 en su espalda se perdieran en el pasillo.
La exhibición fue todo un éxito, sin sobresaltos, tal y como había planeado el equipo. Eileen consiguió arrancar más de una exclamación de admiración y expectación. Los que estaban allí para contemplar el nuevo fichaje de las Arpías sabían que podían esperar de ella grandes cosas en el futuro, ya que estaba claro que estaba destinada a convertirse en una gran promesa del quidditch.
En cambio los que estaban allí por el morbo, por rellenar páginas amarillas, las cloacas del periodismo serio, estaban deseando que pasara todo aquel tostón para al fin poder hacer la ronda de preguntas.
Después de la exhibición, la nueva jugadora posó en el campo para algunas fotos, primero sola y después con la presidenta del equipo, con la entrenadora y la capitana. Después pasaron a la sala de prensa, donde la presidenta dedicó unas escuetas palabras, en las que mostraba su orgullo de tener a la señorita Snape como nuevo fichaje y todo lo que esperaba de ella. Su entrenadora también le dedicó unas palabras en la que también decía que estaba encantada de trabajar con alguien que aprendiera tan rápido.
-Muchas gracias por vuestras palabras de aliento. Yo sí que estoy encantada de poder formar parte de este gran equipo de quidditch, para mí es un sueño hecho realidad estar entre vosotras, ya que he seguido el equipo desde pequeña.- Le habló Eileen a aquella apabullante mar de focos y fogonazos.- Que hayan decidido darme la oportunidad de poderme desarrollar como jugadora profesional. Es para mí, un inmenso honor. Gracias por todo, no pienso defraudar ni al equipo, ni a los seguidores de las Arpías de Holyhead.
Elle se aclaró un poco la garganta, la notaba más que seca de nervios. Estaba un poco aturdida por la situación, pero a pesar de todos sus temores al hablar en público, había conseguido que no se le quebrara ninguna vez la voz.
No es que le hubiera resultado sencillo, pero era producto de su esfuerzo, de ensayar ante el espejo, ante Neville e incluso mientras tomaba una ducha. Había pronunciado tantas veces aquel escueto discurso, que ya lo había recitado de carrerilla, como un conjuro que la llevaría a una realidad mejor.
Recibió los aplausos de rigor, saludó con una sonrisa y volvió a tomar asiento. Dando comienzo la ronda de preguntas, empezando por la prensa deportiva a lo que les concedieron preferencia en el turno de preguntas. No eran tontas y sabían que la mayoría de los asistentes no estaban allí por el quidditch.
La presidenta respondió algunas preguntas, principalmente todas vinculadas al descubrimiento de la nueva jugadora. Principalmente indicó que Eileen Snape había superado las pruebas de ingresos, después de haber logrado llamar la atención de Angelina en un partido escolar, y que estaban muy ilusionadas por verla pronto en el terreno de juego con sus compañeras. Todo eran preguntas correctas y nada fuera de lugar.
Eileen se encontraba más relajada y aliviada ya que por ahora, se estaba librando de la sed de sangre de algunos periodistas, casi todas las preguntas eran para la presidenta y ella estaría feliz si no tenía que abrir más la boca en toda la rueda de prensa.
-¿Y no le preocupa los escándalos que rodean a su nueva jugadora?
Eileen se puso lívida cuando oyó la pregunta, más no se sorprendió, es más, tardó en llegar si tenían en cuenta que el ambiente a su alrededor estaba más que caldeado.
El rostro relajado de la presidenta se contrajo a uno más tenso y serio.
-Lo he dicho en alguna ocasión anteriormente y lo vuelvo a decir ahora: la vida privada de mis chicas no es tema de debate en esta sala.
La presidenta del club no era la primera vez que se enfrentaba a un escándalo, ni tampoco la última vez. Dos años antes tuvo que lidiar con otro escándalo porque una de sus jugadoras había sido descubierta manteniendo un idilio con un famoso mago casado.
-Esta pregunta es para la señorita Eileen Snape…- irrumpió una bruja de cabellos rojos como el fuego.
Eileen tragó saliva esperando que la lanzaran a los leones, tensa, pero se equivocó por completo ya que la cuestión que le plantearon estaba enfocada al juego.
Elle escondió sus manos que le vibraban levemente y respondió con cierta fluidez a la pregunta. Poco a poco se estuvo haciendo con la nueva situación y no le costaba trabajo responder a lo que le preguntaban, después de todo ella no era precisamente tímida, pero a pesar de no serlo, era normal que se sintiera abrumada ante tanta atención, no estaba acostumbrada a ello, pero pronto lo estaría.
-¿Y qué piensa de la novela "No te acerques tanto a ella"?- fue la primera pregunta maliciosa que le lanzaban como una piedra a la cara.
Eileen sería joven e inexperta aún en ése mundo, pero tampoco era tonta. Además de algo le iba a servir todos aquellos ensayos en el salón de casa con Neville, que la había acribillado a posibles preguntas que podrían sacarla de quicio.
-No soy una crítica literaria, así que no sé que responder a ello.
-¿La ha leído?- preguntó el mismo periodista, no satisfecho con la respuesta obtenida.
-Por supuesto. La escritora es una gran amiga de mi familia.
-¿Es verdad que está basado en la historia de amor que mantiene con el ex profesor Longbottom?
Abrió la boca para contestar, pero se contuvo un instante. Estaba tentada en mandar a freír hipogrifos aquel mentecato, pero debía ser diplomática, los colores que ahora vestía lo demandaba.
-No pienso responder a eso… Siguiente pregunta.
-¿Desde cuándo mantiene su relación ilícita con el profesor Longbottom?
Y entonces todo comenzó a darle vueltas, aturdida.
Las preguntas volaban a su dirección, con desorden, amontonándose en su ánimo, algunas suaves, otras maliciosas y llenas de veneno.
¿Era ya mayor de edad cuándo comenzaron a salir?
¿Es verdad que su padre le golpeó en mitad de un pasillo lleno de alumnos?
¿Están pensando en casarse?
¿Practicaron sexo dentro del colegio?
Eileen no le daba tiempo a responder o a rechazar una pregunta cuándo ya le habían formulado otra. Se estaba agobiando de aquel interrogatorio tan agresivo, estaba preparada para que la pusieran contras las cuerdas, que la provocaran, pero aquel vapuleo estaba siendo demasiado para ella.
Estaban enturbiando su momento, un momento que debía ser de felicidad, de entusiasmo, en cambio sólo sentía una fría espada sobre su cabeza, la espada de Damocles que prendía sobre ella, y que muchos estaban deseando verla caer para ejecutarla.
Eileen tragó saliva mientras sus oídos se llenaban de preguntas jactanciosas que no tenía nada que ver por las razones que estaban allí.
-Yo…- comenzó a hablar, pero sintió que la garganta la tenía completamente seca, así que tomó un poco de agua de un vaso que tenía cerca. Los periodistas que se habían percatado que tenía ganas de hablar, guardaron silencio, cesando su bombardeo.
Eileen sintió cómo aquel líquido refrescante e insípido le suavizaba la garganta. No sabía si lo que iba a decir o hacer la iba a perjudicar más, pero era lo que le dictaba el corazón.
-Esta va a ser la primera y última vez que hable de mi vida privada, espero que de aquí adelante se me respete. Es verdad que mantengo una relación con Neville Longbottom, una de verdad, seria y estable. Así que a partir de ahora os agradecería que sólo se hablen de mis logros profesionales, no personales.
-Es normal que nos de curiosidad, después de todo, vuestra relación comenzó como profesor y alumna, siendo totalmente ilegal.- indicó una periodista con un vestido rosa palo que se ceñían a sus intensas curvas.
-No sabía que el amor era ilegal, señorita.- contestó Eileen.
Eso la dejó fuera de juego, e incluso algunos periodistas deportivos rieron por lo bajo, cansados ya del espectáculo dantesco que estaban dando sus compañeros amarillistas y carroñeros.
-Admite que la situación no era muy normal, es normal que nos preocupe si se ha invadido alguna legalidad dentro del colegio.
Eileen frunció el ceño, cruzándose de brazos.
Algunos de los presentes, les vino a la mente la siniestra figura de Severus Snape. No se podía negar que la muchacha que se erigía sobre el estrado era hija suya.
-Es evidente que no.- contestó Eileen.- Si eso hubiera sido así, tenga por seguro que la directora McGonnagall, que es una mujer muy íntegra, hubiera desplegado toda la ley contra mi pareja. Ahora, si lo que a ustedes lo que les preocupa son las ilegalidades dentro del colegio, os puedo hablar de varias que parecen no interesarles a nadie porque no las veo en la prensa. ¿Sabían que aún dentro de aquellos muros se sigue practicando el acoso escolar? ¿Sabían que aún se persiguen a gente por su orientación sexual? El mundo mágico aún es muy arcaico, muy desigual y a vosotros lo único que os interesa es el morbo que suscita mi historia de amor con el que era mi profesor. Sé que juzgáis la inmoralidad de la relación, y posiblemente no sea honrado, posiblemente no haya sido moralmente lo correcto, pero ya lo dijo Albus Dumbledore una vez: El amor es mucho más poderoso que cualquier magia ancestral, es la fuerza que mueve el mundo. Así que siento mucho parecer presuntuosa, pero no me arrepiento de nada.
Eileen se levantó de su asiento e hizo una leve reverencia.
-Buenas tardes a todos y gracias por venir.
Eileen salió del recinto seguida de Paula muy de cerca.
-¿No son sus palabras muy demagogas?- preguntó un periodista a gritos, pero nadie le iba contestar jamás.
Eileen apoyó la espalda contra la pared, cerrando los ojos y alzando un poco la cabeza, soltando una gran bocanada, allá dentro se había sentido casi sin respiración, como si hubiera estado en el fondo de una sima marítima que la había llevado al borde del abismo.
Se llevó la mano al pecho, su corazón latía desbocado.
-No sé si la he terminado de cagar.- espetó Eileen dejando a un lado aquel lenguaje formal del que había hecho gala durante la presentación.
-Lo has hecho muy bien, por un momento pensé que los ibas a mandar a la mierda.
-Faltó el canto de un galeón para que lo hiciera…
Paula se cruzó de brazos y se apoyó con ella en la pared.
-Pero te contuviste y fuiste muy elegante, todo saldrá bien.
-¿No tenía un poco de razón aquel periodista en lo de demagoga? Sé que mi historia no es moralmente limpia, pero tampoco es tan turbia como la quieren presentar.
-No te preocupes, después de todo, hablaste con el corazón y eso llegará a la gente. Hay mucha gente aún que os juzga, pero también tenéis muchos simpatizantes, el libro de tu amiga ha ayudado en la opinión pública. A la gente le gustan las historias intensas de amor…
-Pero ya me estoy cansando… llevo mucho tiempo en esta situación.
-Sí, pero todo pasará, verás cómo después de lo que has dicho, cada vez estarán más aburridos de tu historia. No eres la primera que pasa por ello… mira tu madre. También hablaron de ella en los mismos términos que tú y ahora sólo se habla de ella por sus logros medimagos.
-No sé…
-El tiempo es a veces el mejor aliado… vamos, cámbiate de ropa, que te invito a cenar para celebrarlo.
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Neville estaba enfrascado en la ardua tarea de escribir una carta de presentación cuándo Eileen salió del dormitorio con ropa de deporte. Era domingo y no tenía que ir a entrenar, pero a pesar de eso, no se terminaba de relajar y no perdonaba salir a correr como todas las mañanas.
Comenzó su rutina de calentamiento en el salón, mientras contemplaba el ceño fruncido de Neville contemplando aquellos pergaminos, con el aura de frustración que le envolvía.
-¿Qué tal lo llevas?- preguntó Eileen aún sabiendo qué le iba a contestar Neville.
-Igual, sin respuesta. No sé para qué me esfuerzo, creo que sería mejor buscarme algo menos ambicioso…
Eileen dejó un momento su rutina de ejercicio para acercarse a su novio, abrazándole por detrás, aferrándose a su cuello.
-Tú vales mucho… no hagas eso.
Neville se mesó los cabellos, agobiado.
-Nadie me quiere en su equipo, ni enseñando en sus colegios o academias. Tengo una mancha enorme en mi expediente.
-Todo el mundo me dice que el tiempo pondrá cada cosa en su lugar… verás cómo consigues levantarte y mientras tanto, me tienes a mí, puedo ayudarte en lo que necesites.
Neville giró levemente el rostro, rozando con su mejilla una de las manos de su novia. Depositó un suave beso en su mano.
-Gracias por tu apoyo.
-Es lo mejor que puedo hacer cuándo soy la responsable de tu desgracia.
-No digas eso ni en broma…
Eileen decidió abrir su corazón de todos sus temores, de todo lo que le preocupaba. ¿Si no podía compartirlo todo con él tenía algún sentido su relación? Era la persona que más quería en el mundo, no tenía sentido que se callara o se guardara los temores para sí. Quería compartirlo todo con él, reír con él, dormir cada noche con él, asaltar el cielo con él… como recibir juntos los golpes de la vida, levantarse después y pelear contra la tristeza, las adversidades y todas las piedras que se encontraran en el camino.
-Tengo miedo.
Neville se giró completamente, para contemplarla mejor.
-¿De qué?- preguntó con un atisbo de ansiedad.
Eileen inclinó la cabeza rápidamente hacia él. Daba igual las veces que se lo dijera, daba igual la edad de Neville, siempre estaría aquel muchacho inseguro viviendo en su interior.
-Temo que un día me odies.
Neville se levantó de su asiento.
-¿Por qué dices eso?
-Temo que te arrepientas de haber dejado tanto sólo por mí, temo que algún día me eches en cara que tuviste que dejar Hogwarts…
Neville la abrazó con tanta fuerza, que apenas podía respirar.
-Eso no pasará nunca…
-No sabes qué pensarás en el futuro…
-También podrías aburrirte al fin de mi y abandonarme…
-¡Eso no pasará nunca!
-¿Cómo puedes estar tan segura?
-Simplemente lo sé.- afirmó con rotundidad.
-Entonces yo no te odiaré jamás.
Neville la tomó de una de sus manos y se la llevó al rostro, besando con delicadeza el dorso de su muñeca. Apenas si posó los labios sobre su piel, pero pudo sentir la suavidad y la humedad proveniente de su boca, la calidez de su aliento, el compás de su respiración.
Un hormigueo la recorrió por completo, Neville no tenía ni idea de cómo la hacía sentir cuándo la tocaba así, desde que salieran al fin del colegio, desde que vivían juntos, había percibido un cambio de actitud en él.
Le sentía más libre que nunca, pero tenía miedo que aquello sólo fuera una ilusión.
-No sé que nos espera el mañana Eileen, lo único de lo que estoy seguro, es que jamás me he arrepentido de nada y mucho menos me arrepentiré de lo que tenga que ver contigo. El futuro es inquietante e incierto, pero sólo puedo decirte que no puedo esperar a vivir cada día contigo.
Neville besó su muñeca recorriendo levemente su antebrazo.
-¿Aunque te sientas frustrado por no encontrar trabajo?
-Admito que me siento frustrado, pero acabo de comenzar, así que tampoco debo desanimarme…
-Sabes que por el tema económico… no debes preocuparte. Gano suficiente para los dos. Tómatelo con calma. Verás cómo encuentras algo a tu medida.
Neville no contestó a ello. No es que fuera el típico machista que no le gustaba que su chica ganara más, o incluso no le avergonzaba que pudiera depender de ella, las parejas debían apoyarse.
Sencillamente sabía que su trabajo a medida lo había dejado atrás, nunca se planteó desarrollarse profesionalmente fuera de aquellos muros. Se sentía perdido, sin saber qué hacer… pero los cambios no debían de ser malos.
-Te irá bien, eres un gran herbólogo… mi madre siempre dijo que eras un desperdicio como profesor.
Neville se sorprendió al escuchar aquella opinión de Hermione tan casual de los labios de su hija.
Eileen más tranquila, besó levemente los labios de su novio y se dispuso a ir a correr unos kilómetros.
-Cuando regrese… ¿Y si salimos a comer fuera? ¿O a ver una película al cine?
-Me parece una magnífica idea.
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El servicio de la cafetería dejaba mucho que desear, el café que servían era el mejor laxante que hubiera probado, el té parecía sacado del cubo de fregar el suelo, así que jamás se había aventurado pedirse algo de comer. Pero tenía muy buenas razones para volver acudir allí una y otra vez, y estaba más que alejado de un sentimiento masoquista de maltratar su estómago.
Si estaba bebiéndose aquellos asquerosos mejunjes eran por las vistas, nada más.
Barajó la posibilidad de pedirse algo embotellado, quizás alguna cerveza bien fría que aplacase un poco el sofocante calor del verano. Pero era demasiado temprano para empinar el codo, aunque fuera fin de semana y eso le daba un poco de remordimientos.
No es decente beber hasta que han pasado las doce de la mañana…
Eso era algo que le repetía su madre a su asqueroso padre muchas mañanas, intentando quitarle en vano las ganas de beber desde bien temprano, y se le había quedado grabado a fuego.
Snape se pidió un zumo de naranja embotellado, con la esperanza de que no le sentara como un tiro. Tenía ciertas esperanzas en los controles de calidad muggles.
La camarera se lo sirvió con una pajita de colorines que le hizo a gruñir. ¿Qué edad pensaba que tenía para usar ese invento tan ridículo?
-Eso te lo puedes ahorrar para la próxima vez.- gruñó señalando la pajita.
-La ecología del planeta se lo agradecerá.
Snape no pudo evitar hacer una mueca de asco. Quería que lo dejaran en paz, pero la chica parecía dispuesta a seguir con la plática. La última vez le había comentado todos los problemas que tenía con el zoquete de su novio a pesar de que su rostro no incentivara a absolutamente a nadie a contarle sus problemas, pero la muchacha no parecía percatarse de su mal humor.
Esta vez pareció comprender y se iba a retirar tras la barra hasta que entró otro cliente más por la puerta.
Él no se molestó ni en mirar, no perdía ojo de su objetivo, la única razón por la que estaba allí. Sólo tenía unos segundos como oportunidad para poder contemplarla y no quería perdérselo.
Estuvo a punto de maldecir a alguien cuándo ése nuevo cliente tomó asiento en su misma mesa, a pesar de que el local estuviera completamente vacío.
-¡Ah! Eres tú…- Espetó de mal humor al ver al recién llegado, volviendo a girar la cabeza para mirar a través del gran ventanal de la cafetería.
-Buenos días a ti también, profesor Snape.
-La próxima vez que me llames profesor, juro que tendrás que mear para el resto de tu vida con una sonda…
-Y estamos muy animados por lo que veo…
-Qué hace aquí.- parecía una pregunta, pero en realidad era una amenaza.
Ese maldito de Potter le iba a joder su momento de la semana.
-Yo he venido a tomar café… me han recomendado este sitio.- dijo con falso disimulo.
Snape sonrió con malicia.
-¿En serio? Permíteme invitarte entonces.
Snape ordenó un café solo para aquel entrometido y le deseaba con toda su alma, una feliz tarde en el cuarto de baño.
La camarera no tardó en servirle, casi lo mismo que tardó Potter en encenderse un maloliente cigarrillo. Perfecto, café y cigarro, explosiva combinación.
-Qué haces aquí… - esta vez bajó la voz, hasta parecía una amenaza, aunque no lo fuera.
-Ginny y Hermione están con mi suegra, que les ha tejido unas ropitas para los bebés… y ella me dijo que estabas aquí.
Severus iba a preguntarle que cómo cojones Hermione podría saber dónde estaba, hasta que él mismo se respondió. Claro, la conexión de almas. A pesar que él no le había contado en absoluto sobre sus paseos dominicales, ella sabía de sobra a dónde acudía.
Se removió inquieto en su asiento, mirando con disimulo su reloj de pulsera. Esa mañana iba con retraso… ¿o acaso ella había cambiado de rutina?
-No necesito niñera. – espetó alzando nuevamente la vista al gran ventanal.- No pienso atacar a ningún periodista más, te di mi palabra y siempre la cumplo.
Eileen y Neville habían pensado que la relajación de los periodistas al acecho de su casa había sido por Ginny, pero más que alejado de la realidad. Snape se sulfuró bastante cuándo se enteró que habían estado acosando a su hija en casa de ése, pero la gota que colmó el vaso fue que se metieran con una mujer en un estado tan avanzado de gestación como estaba Ginny.
Snape estaba que lo llevaban los demonios, así que aquella misma tarde se dejó caer en la calle dónde ahora su hija vivía con aquel mequetrefe e hizo una limpieza que se cobraron varias denuncias, algún ojo morado y un diente roto.
Pero fue suficiente para que a muchos les diera miedo dejarse caer por allí… por si estaba el padre de la criatura de cacería y desistir del acoso.
-Lo sé, Snape. Realmente he venido porque quería verte.
Snape lo amenazó con el dedo.
-Si crees que soy tu amigo estás completamente equi…
Snape se interrumpió, incapaz de seguir el hilo de lo que iban a ser una retahíla de insultos a aquel imbécil. Su atención se fugó a través de aquella ventana, cruzando el cristal, la calzada, hasta aquel portal del que no había quitado ojo desde que había llegado.
Bajó lentamente la mano hasta dejarla sobre la superficie de la mesa.
Su hija salía de aquel portal, con ropa y zapatillas de deporte de un negro rotundo, aunque las mayas que vestía estaban adornadas por un listón de color verde en los laterales.
La muchacha se estiró un momento, respiró fuertemente, mirando el cielo, cerrando los ojos, dejando que los rayos del sol dominical acariciaran su rostro.
Sonreía, feliz.
Estaba guapísima.
Estaba resplandeciente.
Para él contemplarla de lejos, aunque fueran unos momentos, le daba la vida. Para él, ella era el reflejo de aquellos rayos de sol, cálidos y agradables.
Eileen se crujió los dedos de las manos y emprendió su carrera. Desapareció en la esquina de la calle a un galope bastante difícil de seguir para cualquier persona de a pie.
Hasta ahora no se había dado cuenta que su hija era una verdadera atleta.
Snape olvidó todo, su discurso de odio, la amenaza que iba a proferir aderezada con algún insulto y se limitó a relajarse, bebiendo un poco de zumo de naranja con aquella ridícula pajita, recostándose en su asiento.
-Snape…
-Cállate.
-Estás deseando acercarte a ella, hablar con ella… estoy seguro que si pegas en su puerta, ella te la abrirá de par en par.
-¿Por qué sigues hablando?- preguntó enfadado.
-O vamos Snape… ¿Acaso te gusta venir cada domingo aquí a flagelarte, a infligirte más dolor? Yo te entiendo, sigo enfadado con Neville, pero es de tu hija de la que estamos hablando…
Snape bufó. Aquel mentecato que había aparecido de la nada sin ser invitado y le estaba amargando el único momento de la semana que era algo parecido a una felicidad completa.
-No te lo niegues más… quieres hacer las paces con ella, pero no sabes cómo. Y lo peor de todo, es que es el orgullo el que te lo impide.
Harry se removió en su asiento, sabía que no debía tensar más la cuerda. Aquel dragón estaba al límite de lo que podía aguantar y ya se estaba preparando para envestir, y en realidad no le apetecía para nada pelear con Severus.
Le había cogido el gusto a pelear con el hombre durante aquellos años de matrimonio con su mejor amiga, pero desde hacía muchos años, desde que terminó la guerra, que Snape no volvía a ser peligroso como ahora.
Estaba deseando que volviera a su ser, que volviera todo a su cauce, Snape era un buen marido y un excelente padre, pero ante todo era humano.
Los padres no son infalibles, así que también pueden equivocarse, pero la grandeza del alma estaba en quien puede reconocerlo, pedir perdón y perdonar a la vez a sus seres queridos.
-Está guapísima… y se la ve feliz. Parece que Neville la está cuidando como merece.
-Eso parece…Y el día que no lo haga, lo mato y lo tiro al contenedor más cercano.- susurró siniestro Snape, antes de dejar en la mesa dinero más que suficiente para pagar las consumiciones y se levantó sin más, caminando con dirigencia hacia la puerta.
-¡Espera!- quiso llamar su atención, Ginny le había encargado en decirle a Snape que los había invitado a comer en casa y Hermione había aceptado. Bebió de un tirón el café casi sin saborearlo y se apresuró a salir tras el hombre.
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Eileen sopló el té humeante, esperando a que se enfriara un poco para poder tomarlo sin el temor de calcinarse la lengua. Contempló entre nerviosa e impaciente la chimenea y volvió a poner la taza sobre la mesa sin atreverse aún a probarla.
-Le irá bien, no te preocupes.- dijo Augusta tomándose aquel líquido en ebullición casi sin inmutarse. Eileen pensó que debía tener una suela de zapato por lengua para no pestañear siquiera.
-Lo sé… el hecho que tarde tanto debe ser una buena señal.- dijo casi para sí, comenzando a sacudir casi por espasmos la pierna, arriba y abajo, arriba y abajo.
Casi no podía quedarse quieta y mantenerse sentada. Si no fuera porque estaba con la abuela de Neville, posiblemente ya se hubiera colgado del techo clavando las uñas.
-Tranquila.- le dijo en un tono dulce, poniendo la mano sobre su rodilla, impidiendo su errático bamboleo.
-Lo único que quiero, es que lo consiga…
Augusta apuró su taza y volvió a servirse un poco de la tetera que estaba en la mesita.
-Y si no lo consigue, tampoco se acabará el mundo. Ya tendrá más oportunidades…
Eileen casi abrió levemente la boca para contemplar a aquella mujer que aún era un enigma para ella. Había pasado ya un largo tiempo desde aquella tensa conversación y los ánimos entre ellas se habían relajado, pulido y casi superado. La mujer a pesar de su aspecto fiero, era entrañable y cariñosa con sólo un objetivo en el ocaso de su vida, ver a su nieto feliz.
Es verdad que todo lo que había pasado le había superado y se había enfadado muchísimo. Pero ya tenía una cierta edad, que quizás no compartiera ciertas hazañas, pero podía llegar a entenderlas.
Y poder conocer a Eileen mejor, la había hecho entender algo más, incluso ahora pensaba que no había mejor mujer en el mundo para él que ella, es cómo si ella hubiera sido creada a su medida. Se complementaban, eran cómplices, amigos y lo que hasta un ciego vería: se amaban con locura.
¿Cómo iba a oponerse a eso? Sí, quizás lo más fácil para él es que se hubiera enamorado de alguien de su rango de edad, alguien que no le hubiera acarreado tantos problemas… Pero la vida es así de cruel a veces, te otorga una bendición con una desgracia enlazada para que no olvides lo puta que es.
Y esa chiquilla es la que le daba brillo en la mirada a su nieto, jamás le había visto así de animado, feliz, así que lo más sabio, era permanecer al lado de aquella encantadora parejita y brindarle su apoyo y amor.
Y para qué negarlo, Eileen le caía bien. Era muy joven, pero su carácter decidido y fuerte lo compensaba, le encantaba la gente con personalidad y convicciones. Hasta podía entender qué le atraía de ella.
Además que bebía los vientos por él y estaba claro que no era un capricho pasajero. ¿Qué abuela no iba a desear que amaran a su nieto?
-Lo único que deseo es que sea feliz…
-¡Uy! Entonces por eso no temas.- dijo dándole una palmada en la pierna antes de retirar la mano.- Eso es algo que sólo podrás dárselo tú…
Eileen no pudo evitar ponerse roja como un tomate. A pesar que ya había participado en varias ruedas de prensa, a pesar de jugar al quidditch ante muchas personas, aún la avergonzaban varios aspectos de la vida, y su relación con su familia política lo era.
Jamás pensó que aquella mujer terminara por aceptarla y cuándo se lo había dicho a Neville, él había mascullado un "él siempre lo había sabido, que sólo debía conocerla mejor"
Eileen se animó al fin a probar su té, aún después de todo el tiempo que había pasado reposando, le abrasó las papilas gustativas.
No iba a poder saborear nada en toda la tarde, no entendía esa manía de Augusta de poner el té en ebullición.
Entonces Neville hizo su aparición por la chimenea, sacudiéndose malhumorado las cenizas de sus hombros.
A las mujeres sólo les bastó ver su rostro, para leerlo fácilmente, le conocían bastante bien.
Había sido un fracaso.
-Hola abuela.- Saludó con sorpresa, ya que no sabía que estaba de visita.- No sabía que estabas aquí.
-He venido a ver a Eileen… me dijo que no le querías enseñar fotos de tu niñez y he traído mi álbum de casa.
Neville contempló el viejo álbum de fotos de su abuela abierto de par en par en el regazo de su novia y resopló.
-Por Merlín, abuela…- protestó.
-¿Quieres un té?- preguntó Eileen señalando la tetera. Neville afirmó con la cabeza y la joven invocó una taza de la cocina.
-Aunque me vendría mejor una tila, la verdad.
-¿Tan mal ha ido?- quiso saber Eileen.
Neville se aflojó la corbata, deshaciendo completamente el nudo, abriendo los botones de la camisa que lo ahogaba.
-No, lo peor es que no… me han alabado todo el tiempo, mi trayectoria profesional, mis años de docencia…
-¿Entonces?
Neville dejó caer la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro profundo.
-Piensan que los padres no estarán del todo contentos que le enseñe a sus hijos y temen que les llueva las protestas.
-Imbéciles. Eres un buen profesor.- espetó Eileen.
-Mira, mejor… - dijo la abuela volcando té en la taza de Neville.- A mí no me hacía ni pizca de gracia que te fueras a enseñar a Durmstrang. Habrá pasado mucho tiempo, pero ese instituto siempre ha sido de lo más rancios y fascistas.
-Hace mucho que superaron todo eso, abuela…
-Eso es lo que ellos dicen… pero la marca de que dejó el otro, sigue allí…
Neville sabía que su abuela arremetía contra aquella escuela en un intento de animarle, no es que lo consiguiera, pero al menos un poco sí.
-Ya encontrarás algo mejor.- sentenció poniendo la taza en sus manos.
-¿Y qué foto le estabas enseñando?- preguntó Neville cambiando radicalmente de conversación, intentando evadirse un poco del rechazo, del revés profesional que había encajado aquella tarde.
-La que estás desnudo nadando en el lago…
-Por Merlín, no…
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Neville era incapaz de pegar ojo. Aquella misma tarde había recibido otro duro revés al ser rechazado una vez más, esta vez por la academia Beauxbatons. Realmente no le extrañaba debido a sus antecedentes, aunque estaba totalmente agradecido que hubieran tenido la delicadeza de responder a su solicitud de trabajo. Alegaron que ya tenían una profesora de Herbología, que llevaba muchos años trabajando en aquella institución y no tenían aún intención de prescindir de sus servicios. También le prometieron que en el caso, que ella por alguna razón abandonara su puesto de trabajo, contarían con él, encantados por su trayectoria profesional.
Neville no sabía si estaban siendo cordiales con él o simplemente estaban siendo sinceros, pero el tiempo corría en su contra. El verano estaba ya casi dando a su fin y él aún seguía sin conseguir trabajo como profesor.
Estaba ya decidido a tirar la toalla y buscar algo alejado de las aulas. Desde el principio sabía que aquella búsqueda era completamente inútil, pero al menos quería intentarlo.
Estaba marcado por vida y era un estigma que no tenía pinta de poder sacárselo de encima en breve.
Aún su escándalo estaba muy reciente y aunque ya la prensa no publicaba nada sobre ellos, ya agotada, después de exprimir gota a gota el morbo que habían despertado, ahora entretenidos con otros tipos de escándalos, por ejemplo el que estaba en el candelero en ese instante; al ministro de magia lo habían descubierto en un burdel muggle puesto hasta arriba de ciertas sustancias inhaladas por la nariz que le había costado el puesto y su matrimonio.
Neville suspiró y volvió el rostro hacia Elle, que dormía acurrucada y pegada a él. Elle llevaba un par de días de un humor insuperable. Había ido a ver a su madre y eso producía en ella una energía renovada que él podía percibir. Él no se había atrevido nunca acudir con ella a visitar a Hermione, porque tenía ciertas esperanzas que si ella acudía sola, le diera oportunidad de poder hablar con su padre.
Además Snape le dejó claro que la puerta de su casa estaba cerrada para él, lo que menos le apetecía era volver a crear un innecesario problema, que él sintiera que le estaba provocando de alguna manera o vacilándole.
Su puñetero padre.
Ni él se dejaba ver, ni ella iba a buscarle.
Aquello podría dilatarse hasta el infinito si seguía así.
Neville pasó la punta de su dedo índice por su frente, cruzando su nariz y acariciando levemente sus labios. Elle se quejó levemente desde el mundo de los sueños y arrugando la nariz.
Neville sintió una explosión de amor en el pecho, aguantándose las ganas de reír.
A pesar que ahora sentía que su vida laboral navegaba sin rumbo, a pesar de que aún sentía aquellas miradas de desaprobación cuándo paseaba con ella sin pudor por el mundo mágico, estar con ella lo compensaba todo.
Miró el reloj de la mesita de noche, la aguja marcaba las cinco de la mañana y el minutero no podía percibirlo, pero tampoco es que cambiara mucho su percepción del tiempo.
Era muy tarde o pronto, según para quien. Eileen pronto se levantaría para prepararse e irse por traslador a entrenar. Si no dormía al menos un par de horas, sería incapaz de levantarse y desayunar con ella, una rutina que no quería perderse por nada en el mundo.
Se removió un poco, intentando buscar una postura más cómoda y a punto de cerrar los ojos predispuesto a llamar como fuese a Morfeo, cuándo una figura traslúcida irrumpió la habitación a través de la ventana abierta.
A Neville casi le da un infarto cuándo la nutria dinamitó sus intenciones de irse a dormir, bailando por el aire dejando una estela plateada tras sus gráciles movimientos.
Reconoció enseguida el patronus y le dio mala espina.
-¡Elle despierta!- la llamó Neville en un estado de clara excitación.- Es el patronus de tu madre…
Elle saltó casi de la cama, incorporándose en ella, con los ojos ya muy abiertos. La nutria dio un par de vueltas más por la habitación hasta que desapareció.
-¡Joder! ¡Ya viene!
Neville frunció el ceño.
-¿Quien?
-¡El bebé! Mi madre me dijo que me mandaría un patronus para avisarme cuándo se pusiera de parto…
-¿En serio? ¿Ya?- preguntó nervioso, cómo si el que se hubiera puesto de parto fuera él.
-No puedo esperar… tengo que ir al hospital… ¿Me acompañas?- Neville no pudo evitar arrugar la frente, indeciso. No sabía si eso era una buena idea.- Por favor… te necesito.
-Por supuesto. -Dijo Neville saltando de la cama.- Preparo café, nos vestimos y salimos inmediatamente.
Elle también salió de la cama apresuradamente, recorriendo con sus pies descalzos la distancia que le separaba de Neville, dándole un beso en los labios.
-Y no te preocupes, mi querido oso olvidadizo. El hospital es zona neutral, además… no era el patronus de mi madre, sino el de mi padre.
Neville no contestó. Le parecía increíble que Eileen supiera diferenciar dos patronus que a priori fueran completamente iguales. Pero a pesar que fuera el padre de Elle quien lo hubiera mandado, dudaba que él fuera bien recibido allí.
Ese patronus era una invitación para Elle, no para él.
Estuvo a punto de decírselo, de declinar y dejar que acudiera sola.
Pero si ella quería que fuera a acompañarla, él iría. Había prometido no dejarla nunca sola y tampoco quería hacerlo.
Iría al fin del mundo con ella si se lo pedía.
Hola a tod s
Espero que estéis todos bien y que tengáis una salud de hierro, que en estos tiempos es lo mejor que te puede pasar.
Al fin terminé este capítulo que ha terminado siendo uno de transición, pero necesario. Cambié un par de cosas que tenía pensado desde el comienzo del fic pero me vi incapaz de escribirlas, pero las he solucionado para que no modifique la trama. Sencillamente me vi incapaz de escribir un gran drama que se le avecinaba a Neville… pero estoy muy satisfecha de cómo ha quedado al final.
Ya se van cerrando tramas (quedan 4 capítulos para que esto dé a su fin) Habéis podido averiguar lo que tramaba Luna con su grabadora… es la escritora de este fic. Jajajajajajajajaja
El número de la barredora f65 es un guiño a mi primera cámara réflex (Una nikon f65, sí de carrete, soy una carroza) y el número 9 en la espalda de Eileen es por la cantidad de fics que tengo en mi haber. En cuanto a la discoteca ilegal a la que le gusta ir a Eileen, me lo habéis preguntado alguna vez y sí, existió. No creo que esté aún "abierta" después de tantos años, pero estaba en la ciudad de Granada en España. Jajajajjajaja La ubicación no la pienso decir, ya soy madre y estoy de parte de las vuestras, si queréis hacer el cafre os la buscáis solitos.
En cuanto a lo que piensa Snape del café depurativo de Harry y el cigarro, es por un dicho que le encanta recitar a mi mejor amigo, que es todo un poeta que dice así: Café y cigarro, muñeco de barro. Ea, todo un señor Lorca. XD
La canción del comienzo es de amaral "días de verano"
Bueno, el siguiente capítulo está empezado. Snape que se prepare, porque van a comenzar a lloverle todos los escupitajos que ha tirado hacia arriba desde el fic "no te acerques tanto a mí" mujajajajajajajaja
Un besiño muy fuerte y cuidaros mucho.
AnitaSnape
