Capítulo 51
Al día siguiente, cuando Temari y Naruto llegaron a la casa, Sasuke salió de la herrería y los saludó con una sonrisa. Gustosos, aquellos se acercaron a él y, cuando desmontaron de sus caballos, el vikingo preguntó:
—¿Qué hacéis por aquí?
Temari le dio un cariñoso beso en la mejilla y se apresuró a responder:
—He venido a ver a Sakura. Matsuura me hizo saber que no se encontraba bien.
Sasuke asintió. Esa mañana él había ido a verla, pero su puerta estaba cerrada por dentro. Llamó en varias ocasiones y, como no contestaba, decidió regresar más tarde. Sin duda seguía enfadada, e intuyendo que la presencia de Temari la alegraría, comentó:
—Le hará ilusión verte.
La rubia asintió y luego, con picardía, recordando la última vez que habían ido a visitarlos a su casa, preguntó:
—¿Qué tal todo por aquí, papaíto?
Sin contarle lo ocurrido, Sasuke se encogió de hombros.
—Podría ir mejor.
Naruto y Temari se miraron sorprendidos. La última vez que habían estado con Sakura y con él, la pareja no había parado de mirarse de una manera especial, y cuando Naruto se disponía a preguntar, Sasuke indicó mirándolo:
—Ya que estás aquí, acompáñame. Quiero que veas un par de cosas de las caballerizas.
—Genial. Yo iré a ver a Sakura —afirmó Temari.
Una vez que Naruto y ella se dieron un beso en los labios y la rubia se alejó, este miró a su amigo.
—¿Qué ocurre ahora? —quiso saber.
—Mejor pregunta qué es lo que no ocurre —respondió Sasuke echando a andar hacia las caballerizas.
Temari, que caminaba en dirección a la casa, al ver a Shii y a Asami correr junto al perrito que Sasuke le había regalado a Sakura y que para ella era una preciosa prueba de amor, sonrió. Conociendo a su cuñado, el hecho de hacerle aquel regalo significaba más que lo que él pudiera decir con palabras.
Tras entrar y saludar a Janetta, que tenía a Siggy en brazos, Matsuura la acompañó hasta la planta alta.
—Está mejor, ¿verdad?
El japonés asintió, pero, consciente de cómo se encontraba realmente, repuso:
—Sí, aunque no de muy buen humor.
Temari sonrió y, cuando se paró frente al dormitorio principal, el japonés indicó:
—No está ahí. —La rubia lo miró sorprendida y él añadió—: Esa es la habitación de Sasuke. La de Sakura es la que está al fondo.
Boquiabierta, ella iba a preguntar cuando Matsuura dijo:
—Mejor háblalo con ella.
Acto seguido, continuaron por el pasillo hasta llegar a la habitación del fondo. El japonés se detuvo frente a la puerta, llamó y, cuando Sakura abrió, este indicó:
—Si queréis algo, estaré en el salón con Janetta.
Cuando él se marchó, Sakura sonrió y Temari preguntó de inmediato:
—Pero ¿qué ha pasado?
Asiéndola de la mano, la joven la hizo entrar en su cuarto. La rubia miró entonces a su alrededor y vio que allí apenas había muebles y, cuando iba a hablar, Sakura se le adelantó:
—Temari, lo material me da igual. Solo estoy de paso.
Horrorizada por oírla decir eso, ella no supo qué responder.
—Ven, sentémonos en la cama —le pidió Sakura.
Tras acomodarse, las dos mujeres se miraron y Temari, necesitando saber, preguntó:
—Por Freya, ¿me puedes decir qué está pasando?
Sakura suspiró.
—¿Recuerdas la mesita que Sasuke tiene en su habitación y que era de tus abuelos?
—Sí.
—Para tu gusto, ¿estaba bien o necesitaba ser reparada?
Temari hizo memoria y, sin dudarlo, respondió:
—Estaba fatal. A Ingrid le gustaba mucho, pero le hacía falta una buena restauración.
Saber aquello a Sakura le agradó, e indicó:
—El otro día, al levantarme, me clavé una astilla de esa mesita. Decidí arreglarla para renovarla, y eso hizo que Sasuke me echara de su habitación y, por consiguiente..., también de su vida.
—¡¿Qué?!
Sakura asintió y, dispuesta a sincerarse, continuó:
—Desde que llegué a esta casa hay una norma inamovible y es que nada de tu hermana se puede tocar, mover de sitio ni cuestionar. Da igual si a mí me gusta o no. Como a Ingrid le gustaba, no hay más que hablar. Y... y sé que es tu hermana, contra ella no tengo nada, pero esto te lo tenía que decir.
Temari parpadeó sin dar crédito.
—¿Por qué no me lo habías contado antes?
—Porque se trata de tu hermana..., ¿cómo te lo iba a contar?
La rubia, entendiéndola, asintió, y ella añadió:
—El otro día, sin que me diera cuenta, creyendo que jugaba con mi joyero, Asami cogió el de Ingrid. Como la niña que es, se encaprichó de las joyas y, cuando la llevé a dormir, vi que llevaba un colgante en las manos. Tras quitárselo antes de que Sasuke se diera cuenta y organizara un buen lío, le prometí a Asami que le regalaría uno de los míos. Pero Sasuke me descubrió y se enfadó. Me reprochó que ni yo ni nadie debíamos tocar las joyas de Ingrid y...
—Pero ¿Sasuke se ha vuelto loco?
—Probablemente.
Temari, molesta porque aquel se comportara así, aun siendo algo de su hermana, indicó incapaz de callar:
—Quiero a Ingrid, la querré toda mi vida como espero que Sasuke la quiera. Pero ella murió, nunca regresará, y en cambio tú estás aquí. ¿De verdad me estás diciendo que Sasuke antepone a mi hermana a ti, que estás viva?
—Sí.
—¿En serio es tan idiota que...?
—Sí —la cortó Sakura—. Incluso muerta, tu hermana está más presente en su vida que yo. Y, mira, te voy a decir una cosa que quizá veas ridícula: si Sasuke agasaja o dedica palabras de amor a alguien, no es a mí, sino a ella.
—Por todos los santos...
—Para él, yo soy Sakura, ella es... «mi amor».
Temari, horrorizada por lo que estaba oyendo, dijo retirándose el pelo del rostro:
—Entiendo lo que dices. Es más, si Ingrid viviera y otra mujer estuviera pasando por lo mismo que tú, estoy convencida de que le diría: «Abre la puerta y deja que se vaya, porque pronto llegará otro hombre que merezca la pena».
Al oír eso, Sakura sonrió.
—En este caso quien saldrá por la puerta seré yo, no él —repuso—. Estoy en su casa.
Apenada, Temari se levantó de la cama. Caminó de un lado para otro intentando entender lo que le pasaba a Sasuke, y al cabo señaló:
—Te aseguro que te quiere. Lo sé, Sakura. Lo sé porque lo conozco, y su mirada y su sonrisa cuando te mira me demuestran que siente algo por ti. Incluso, como te dije, te regala pruebas de amor.
Oír eso la hizo sonreír de nuevo, y repuso:
—Creo que lo que tú ves como pruebas de amor son simples detalles para él.
—Te equivocas.
—Y me parece que lo hace más bien por los niños.
Temari negó con la cabeza.
—Puede que en parte lo haga por ellos, pero también lo hace por ti.
—Odia quien soy...
—¡No digas tonterías!
—Odia que sea la malhablada e irresponsable hija del capitán Haruno.
La rubia, viendo el dolor en sus ojos, insistió:
—Sasuke te adora. Lo sé, créeme.
—¿Y por qué no me lo dice?
—No lo sé, Sakura. No lo sé. —Y, molesta, gruñó—:¡Maldito cabezón! ¿Cuándo se dará cuenta de que...?
—Me marcharé la madrugada del sábado.
—¡¿Qué?!
—Voy a irme y necesito tu ayuda.
Según oyó eso, su amiga la miró.
—Pero ¿no faltan aún algo más de dos semanas?
Sakura negó con una sonrisa triste.
—Os engañé a todos con el día de mi marcha. Nunca quise que ni vosotros ni Sasuke lo supierais para evitar angustias y malos momentos. Y...
—Ah, no, ¡ni hablar! No puedes irte.
Con una triste sonrisa, Sakura asintió.
—Te pongas como te pongas, debo irme.
—¡Por todos los santos, Sakura! ¡Recapacita!
—Temari...
—Pero para el sábado ¡solo quedan cuatro días!
—Lo sé... Tengo un plan.
—¿Y pretendes que yo te ayude?
—Sí. Pero no puedes contárselo ni a Naruto ni a Sasuke.
—Por Thor..., ¡me matarán!
Sakura suspiró. Sabía que si metía a Temari en aquello y la descubrían, le acarrearía problemas, y apenada murmuró:
—Solo te tengo a ti. Y necesito tu ayuda.
—Pero... pero... ¡es una locura! ¿Cómo vas a regresar a la mar?
—Locura o no, es mi realidad. Y la mar, mi único hogar.
Desesperada, la rubia no sabía qué pensar.
—Shii y Asami no lo van a pasar bien —añadió Sakura—. Temo el disgusto que se van a llevar cuando yo desaparezca y... y necesito que estés con ellos.
—¿Y Sasuke?
Pensar en él le rompía el corazón, pero, haciendo a un lado sus sentimientos, respondió:
—El tontito ya es mayorcito... Seguirá adelante sin mí. —Temari la miraba acongojada cuando Sakura prosiguió—: Quizá el día de mañana otra mujer más parecida a tu hermana consiga entrar en su corazón. Creo que soy demasiado osada y malhablada, por no decir que le gustan las rubias y yo soy pelirosa. —Y, resoplando, añadió—: Y luego está que soy quien soy. Soy Sakura Haruno y eso siempre es un problema.
—Sakura...
—Escucha, Temari —la interrumpió—, cuando otra mujer ocupe mi lugar, ya que yo no estaré, asegúrate de que quiera a los niños o mátala.
—¡Sakura!
Ambas rieron y luego ella agregó:
—Vale, no la mates, pero asegúrate de que los niños estén bien. Por favor..., por favor...
Temari, que tenía la cabeza como un bombo, no sabía qué pensar. ¿En serio Sakura iba a irse? ¿De verdad Sasuke era tan imbécil como para dejar marchar a una mujer como ella?
—Sé lo que piensas, Temari. Pero cuando no te quieren, no te quieren, y ante eso nada se puede hacer.
—Pero es que sí te quiere —insistió ella—. Lo sé.
—Lo siento —musitó Sakura—, pero no me vale su manera de querer.
—Quizá no sabe cómo decírtelo. Tal vez...
—Temari —la cortó—, Sasuke no es tonto. Precisamente lo considero un hombre íntegro, valeroso y bastante listo que, cuando quiere, sabe explicarse muy bien.
—Pero...
—Mira, soy Sakura Haruno, la sanguinaria hija del capitán Kizashi Haruno. Y, aunque todo el mundo crea que no tengo corazón, lo tengo, y me pide que cuando sea amada por un hombre debo sentirme única y especial, y Sasuke no me hace sentir así.
Temari asintió al oírla. Lo que aquella decía era terrible.
—¡Por Thor! —murmuró—. Mataré a ese jodido vikingo cuando lo tenga enfrente. Juro que lo mataré...
Sakura rio.
—No lo mates. Lo echarías mucho de menos.
—Se libra por eso —se mofó Temari.
Ambas sonrieron y Sakura insistió:
—Siempre supe que tu hermana Ingrid estaba en su corazón. Él nunca me mintió. Fue sincero conmigo en cuanto a que me daría un hogar pero no amor. Y si alguien es aquí un problema, esa soy yo.
—Pero...
—Temari, él sigue queriendo a Ingrid, la sigue venerando, y yo, llámame egoísta, pero no comparto corazón.
—Te entiendo...
—Le prometí a mi padre que pasados seis meses regresaría a La Bruja del Mar y nunca incumplo mis promesas. Sin embargo, en esta ocasión estaba dispuesta a enfrentarme a él siempre y cuando sintiera que soy el amor de Sasuke.
—Insisto: él te quiere. Lo conozco y...
—Temari —la interrumpió con cariño—, soy consciente de que le gusto, y de que hay momentos en los que lo hago sonreír. Pero, créeme, eso no es suficiente para mí.
Se miraron unos instantes en silencio y luego Sakura preguntó:
—¿Podrías vivir con Naruto si supieras que ama a otra mujer y vuestra casa estuviera llena de sus recuerdos?
Temari negó con la cabeza. Si Naruto amara a otra que no fuera ella, no podría vivir junto a él.
—Lo mandaría a paseo —repuso—. Por supuesto que no podría vivir con él.
—Pues eso es lo que me ocurre a mí.
Las lágrimas le corrieron entonces a Temari por la cara y, mirando a su amiga, declaró:
—No suelo llorar, pero todo esto me está tocando el corazón.
Sakura asintió. Los esfuerzos que ella hacía para no llorar, para ser la mujer fuerte que siempre había tenido que ser, la estaban agotando, y sonriendo musitó:
—Yo no lloro.
—¿Por qué?
Pensando en su padre y en sus tíos, Sakura se encogió de hombros.
—Porque me enseñaron a no hacerlo.
Temari, al oírla, se limpió las lágrimas e indicó:
—Pues, lo creas o no, en ocasiones es muy bueno.
—Eso he oído.
Ambas sonrieron y esta última, sabedora de que tenía que despedirse de ella, murmuró:
—Te voy a echar mucho de menos.
—Yo también a ti.
Ambas se abrazaron y cuando, instantes después, se separaron, Sakura se mofó al ver de nuevo las lágrimas de Temari:
—¡Por las barbas de Neptuno..., qué llorona estás!
Con los ojos enrojecidos, la rubia se secó las mejillas.
—Maldita seas, Sakura Mebuki no sé qué más... ¡Me estás haciendo llorar!
Se miraron con cariño, y luego Temari tomó aire y añadió:
—De acuerdo, te ayudaré. ¿Cuál es el plan?
—El sábado debes dar una fiesta en tu casa —se apresuró a decir Sakura—. Nosotros iremos con los niños y nos quedaremos allí a dormir. Durante la fiesta, le presentaremos a Sasuke a todas las mujeres que podamos, y tanto tú como yo lo animaremos a que las conozca ante mi inminente marcha y...
—Pero, Sakura, ¡él odiará eso!
—De eso se trata, de que lo odie. Así me evitará para que no le presente a nadie más y, en un momento dado, podré marcharme de la fiesta y él no se dará cuenta. Cuando se percate, ya estaré muy lejos.
Temari, apenada y sin poder evitarlo, lloró de nuevo, mientras Sakura contenía su tristeza y la abrazaba.
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Esa tarde, cuando Temari se reunió con Naruto y Sasuke, que la esperaban con los caballos para regresar a la fortaleza, el primero, al ver los ojos enrojecidos de su mujer, preguntó preocupado:
—Cariño, ¿qué te ocurre?
Pero ella simplemente repuso intentando sonreír:
—Nada.
Según dijo eso, Sasuke y Naruto se miraron, y el vikingo insistió:
—Pues para no ocurrirte nada, tienes los ojos y la nariz como tomates.
La mirada de Temari se clavó en el que era y siempre sería su cuñado. Quiso decirle lo idiota y lo tonto que era, pero, intentando no levantar la liebre, musitó:
—He hablado con Sakura.
Él, imaginando que le habría contado su problema, iba a decir algo cuando ella sentenció levantando una mano:
—No quiero hablarlo contigo.
—¿Por qué? —preguntó Sasuke.
Temari, con ganas de cogerlo por las orejas, siseó mintiendo:
—Porque, siento decírtelo, pero te comportas como un patán. Al final ella se marchará dentro de pocas semanas y volverás a quedarte sin una mujer en tu casa.
Naruto, al oírla, musitó tras lo que había hablado con Sasuke:
—Tranquila, cielo. Te aseguro que todo cambiará en esas semanas.
Temari lo miró. Si supiera la verdad no sonreiría así, e indicó dirigiéndose a su cuñado:
—El sábado daremos una fiesta en la fortaleza y os quiero a ti, a Sakura y a los niños allí.
Naruto, sorprendido, ya que no sabía nada, preguntó:
—¿Una fiesta?
Ella asintió.
—Creo que Sakura necesita pasarlo bien y animarse. Y he pensado que una fiesta en casa con nuestros vecinos y amigos le gustaría. ¿Te importa, cariño?
Naruto negó con la cabeza.
—No, cielo. Será un placer dar esa fiesta.
Sasuke, ofuscado por lo que aquellas hubieran podido hablar, y consciente como era del ánimo de Sakura, preguntó:
—¿Se lo has comentado a ella?
La rubia levantó el mentón y asintió.
—Sí. Y le ha hecho mucha ilusión.
—¿En serio? —preguntó él sorprendido.
—Te diría que se lo preguntaras a ella —replicó la joven con mala baba—, pero casi mejor que la dejes en paz.
Sasuke resopló, estaba claro que aquella se había puesto de su parte.
—Como la fiesta se alargará —añadió ella—, ya he hablado con Sakura para que os quedéis allí a dormir. ¿Te importa?
El vikingo negó con la cabeza. Muchas eran las veces que se había quedado en la fortaleza a dormir.
—No. Si a Sakura le parece bien, a mí también —señaló.
Con el corazón encogido, pero sin ganas de seguir hablando con aquel, la joven se le acercó y, tras darle un rápido beso en la mejilla, se subió a su caballo.
—Pues hasta el sábado.
Dicho eso, dio media vuelta y se alejó.
—Pues sí que está enfadada mi rubia —comentó Naruto mirándola.
Sasuke asintió; imaginar lo que Sakura le había podido contar no era agradable.
—Espero que de aquí al sábado se le pase —repuso.
El highlander sonrió, sabía por él lo que había ocurrido con Sakura, y, montando a su vez, indicó:
—Amigo, tienes de aquí al sábado para arreglar el desaguisado del que me has hablado o algo me dice que la fiesta será una tortura para ti...
Ambos sonrieron y Naruto, clavando los talones en su caballo, se dirigió hacia su mujer. .
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Esa noche, cuando todos se durmieron en la casa, Sasuke daba vueltas en su habitación como un lobo encerrado. Saber que Sakura estaba a escasos metros de él y no poder estar ni hablar con ella lo estaba martirizando.
En dos ocasiones salió del cuarto y, sin hacer ruido, fue hasta su puerta. Quería entrar, deseaba hablar con ella, pero, consciente de que las cosas las tenía que hacer de otra manera o sin duda Sakura se la montaría, regresó a su habitación. Era lo mejor.
