Yuri on Ice y sus personajes no me pertenecen.
Cap 50: La leyenda se relaja
San Petersburgo, Agosto 2016
El verano era caliente y pegajoso en Hasetsu, toda una sorpresa para Víctor Nikiforov. No recordaba algún verano que hubiera pasado fuera de su tierra desde que decidió dedicarse profesionalmente al patinaje. Todos los vivió en San Petersburgo, entre los eventos artísticos, las noches blancas y los entrenamientos exhaustivos. Estas eran auténticas vacaciones.
¿Desde cuándo no tenía unas así?
Sonrió contra la nuca de Yuuri mientras miraba la bahía de Hasetsu sentado en una banca. Su novio se había sentado en sus piernas y disfrutaban del agradable frescor de la costa que subía por la colina para refrescar sus cabellos. A Víctor le encantó tener a Yuuri así, de una forma tan íntima, después de varios días en casa de sus padres donde tenía que guardar cierta distancia. Compartir a Yuuri se volvió un hecho tácito en el día a día.
Al tenerlo así, sentado sobre sus muslos y respirando las gotitas de sudor que mojaba su cabello negro, pensaba en lo mucho que le gustaría estar en cama, desnudo con el cuerpo de Yuuri sobre él, descansando con un enorme ventilador industrial. Esa sería su manera favorita de pasar la tarde en un lugar tan caluroso. Sin embargo, no se quejaba del plan actual.
—Mañana podríamos ir a la playa. Las playas de Hamatama están a poca distancia y sería delicioso ir porque el lunes nos vamos a Sendai y de allí se irá a Rusia.
—Me encanta la idea. Y después que se vayan ellos podemos pasar todo el resto de la semana en tu casa. Tus papás parecían decepcionados al vernos salir hoy.
—Lamento eso…
—¡Nada de lamentar, Yuuri! ¡Tus padres son encantadores! —Al decir eso, Víctor miró como Yuuri se giraba un poco para verlo de reojo. El sol le daba un tono melocotón a sus mejillas y provocaba morderlas—. Hicieron con mucho amor a mi Yuuri y eso me encanta.
Dejó suaves mordisquitos en la oreja de su bailarín, los suficientes para sentir cómo ese cuerpo sobre sus piernas se erizó al contacto. Como era de esperarse, no habían podido intimar: había mucha gente en esa casa, Víctor tampoco quería exponer a Yuuri a una situación incómoda y apenas les había permitido salir hasta ese día. Y sobre no salir, nunca se trató de una imposición o castigo. Solo bastaba ver los ojitos de Hiroko cuando Yuuri hacía un ademán de irse en esos días: parecía el de un cachorro abandonado de nuevo. ¿Quién podría resistirse?
Él tampoco podría resistirse a los suaves movimientos de Yuuri sobre sus piernas, el calor de su espalda sobre su pecho y el aroma de su cuerpo tan cerca de su nariz. Le picaba deliciosamente la conciencia reconocer que extrañaba el cuerpo de su novio y quisiera besarlo, abrazarlo, acariciarlo en cada punto para hacerle el amor.
—Víctor… no hagas eso.
—¿Por qué no? —fingió demencia mientras arrastraba ahora su lengua seca sobre la gota de sudor que corrió por el cuello de su novio.
—Por qué no vamos a poder continuar aquí. ¡No debería estar sobre tus piernas!
—¿Ah no? Pero lo estás y eso me tienta.
—Porque me miraste con esa cara que te imita Makkachin cuando quiere salirse con la suya —dijo Yuuri con un mohín en sus labios y Víctor rio sobre su piel, sabiendo que era así.
—¿No me vas a llevar a algún Love Hotel?
—Se supone que tienes que ir al Ice Castle…
—Le estoy dando un poco de ventaja a Yuri por si quiere superarme. —Ante sus palabras, Yuuri soltó una risita divertida—. Además, prefiero tener el trasero redondo y esponjoso de mi novio tentándome.
—Yo quería que vieras el castillo que tenemos al lado, no mi trasero.
—¿Hay un castillo? —Su atención viajó de inmediato a la enorme edificación que estaba a su lado.
—Es un castillo ninja.
—¿En serio? ¿Ninja? —repitió genuinamente emocionado y en respuesta recibió el beso suave de Yuuri sobre su mejilla. Víctor se giró para buscar el nuevo beso en su boca, pero encontró la mirada inquisitiva de su novio sobre él.
—¿Hasta ahora me escuchaste que era Ninja? ¡Fue lo primero que te dije al llegar!
—Quizás si mi distraje con el trasero de mi novio. ¡Quiero una foto en el castillo ninja!
—Entonces vamos.
—Pero antes quiero un beso de mi novio. —Víctor miró como las cejas de Yuuri se arquearon tras sus lentes—. No puedes negarme un beso.
Su novio miró hacia todos lados como si se asegurara que aún estuvieran solos. Como había un evento cerca, los pocos turistas que visitaban la ciudad estaban lejos de esa zona donde era posible ver la magnificencia de las aguas, la ciudad y las embarcaciones. Víctor esperó hasta que Yuuri se cerciorara de la privacidad con la que contaba y sonrió largo cuando sintió el brazo de Yuuri pasando detrás de su cabeza y su cuerpo moviéndose para estar en una mejor posición para el beso. Saboreó el beso antes de que se concretara, pero entre el calor de la mañana y la ansiedad que guardaba por el contacto, se sintió tan potente como el de la primera vez. Por eso atrapó la mandíbula de su novio para profundizar a su placer el beso y luego mordisqueó suavemente su labio inferior para dejarle ganas de más. Yuuri, enfurruñado y ansioso, era la vista más excitante de toda Hasetsu. Con toda alevosía le palmeó el trasero para que Yuuri se pusiera de pie.
—Vamos, cariño, ¡quiero foto en castillo ninja!
Yuuri se levantó con un sonrojo adorable en sus orejas, pero no le devolvió la mirada de inmediato. Víctor tomó el morral que llevaba a su lado y se estiró, luego sintió que Makkachin volvía a él después de tomar un largo descanso con Vicchan bajo el árbol. Se inclinó para acariciarle la cabeza peluda y regresó sus ojos hacia Yuuri, quien tomaba la correa de un inquieto Vicchan dispuesto a meter su hocico en cualquier hueco existente en la tierra.
Se tomaron de la mano y se dirigieron hasta el castillo, donde encontraron a varios turistas tomándose fotografías. Un guía se acercó y les habló en inglés sobre el castillo y su historia, aunque Yuuri también le dijo un par de comentarios que recordaba de su colegio. Así, juntos, disfrutaron ese momento de la mañana sin ninguna culpa, tomándose fotografías, comiendo helados de sandías y recorriendo los caminos de la tranquila Hasetsu.
El Ice Castle, según le había comentado Yuuri, era el lugar en donde había patinado en su niñez. El pensamiento recurrente de qué hubiera pasado si Yuuri fuera un patinador volvió a la mente de Víctor, pero lo espantó tan pronto como quiso asentarse. Estaba demasiado feliz con su actual vida que no quería cambiarla. Los eventos con Yuuri sucedieron de la manera correcta en esa vida y eso bastaba para sujetar su mano con confianza y sentirse el dueño del mundo al tenerlo a su lado.
Al llegar al Ice Castle, lo recibió Yuko, la chica que alguna vez Yuuri le mencionó y que sabía era una vieja amiga. Además, era su fan. Las trillizas que tenía de hijas eran tres pequeñas muy inteligentes que no dejaban de estar con su padre en la pista. Y al entrar, vio a Yakov y Lilia sentados en la banca de las gradas, mientras Yuri no parecía patinar por simple calentamiento. Estaba ejecutando su programa seriamente, olvidándose de la idea de relajarse.
—Apareciste —recrimina sin seriedad Yakov, al mirarlo de reojo. Víctor le sonrió—. ¿Vas a patinar?
—No, estoy de vacaciones —dijo con una sonrisa. Yakov apretó los labios con desaprobación.
—Yuuri. —Esta vez fue la voz de Lilia quien llamó la atención de su novio. Con mirarlo de reojo, Víctor notó la ligera culpabilidad que sentía Yuuri al escucharla—. No piensas seguir comiendo todos esos platos de katsudon en las noches.
—Oh vamos, Lilia, está de vacaciones, déjalo comer.
—Sí lo dejo comer volverá a San Petersburgo con diez kilos de más —asegura la madam con su delgada ceja alzada—. No sabes su increíble capacidad de subir de peso en una semana.
—¡P-prometo que me mantendré en forma! —Yuuri se inclinó en 45 grados frente a ella.
—Me parece que ya llevas 100 gramos de más en tu cintura —dijo Lilia, inmutable—. Y 100 gramos más en cada muslo.
Yuuri aumentó la inclinación a 90 grados. Víctor aprovechó la posición para disfrutar de su delicioso derrier.
—¡Le juro que estaré en forma! ¡Bajaré cada katsudon que coma en estas semanas!
—¡Yo me hago responsable! —Víctor decidió salir al rescate de su novio, posando su palma en la espalda inclinada de Yuuri—. Como también debo mantenerme en forma, ¡me aseguraré que Yuuri me acompañe a mis ejercicios matutinos!
—Me parece excelente idea —dijo Yakov desde su lugar—. Se llevan a Yuri también.
—¡Sí! —dijo Yuuri al enderezarse.
Víctor chasqueó la lengua porque pensaba en una rutina más privada, en un love hotel, con Yuuri en sus manos gastando toda esa energía en sexo duro y sin retorno, hasta dormir unas horas más por el cansancio. Ahora sí tendría que idear una rutina de ejercicios real.
Yuri en ese momento se acercó a la barrera. Su cabello estaba recogido y parecía agitado. Los miró a ellos dos como si fueran unos intrusos y luego a sus entrenadores, con una mirada un poco más sumisa. Víctor pensó que no había notado ese cambio en su forma de dirigirse a ellos.
—Quiero pasear. Quiero ir a alguna playa.
—Yuuri hablaba de eso hace un rato —le confesó—. Podríamos organizar mañana el viaje, vamos los tres y dejamos a los viejos en casa.
—Me agrada la idea, tengo tiempo sin ir a una playa. —La sorpresiva intervención de Lilia los sorprendió a los tres. Yakov miró de reojo a su ex mujer con crecido interés—. Afortunadamente empaqué el traje de baño.
—¿Le gustaría ir con nosotros, madam?
—Por supuesto —aseguró Lilia—. Solo necesitaré un buen bloqueador solar, no puedo permitirme que este niño a mi cargo terminé como un camarón por culpa del sol.
—¡Entonces viajaremos mañana!
Vacaciones, eso era el viaje. A pesar de que Yuri quisiera seguir entrenando porque sentía que le faltaba mucho para llegar a su ideal, para Víctor ese viaje eran unas auténticas vacaciones. Con ese entusiasmo planeó la ida a la playa con ayuda de Yuuri. Al día siguiente salieron temprano del Onsen con Yakov, Lilia y Yuri para la playa de Hamatama, tal cual como Yuuri había sugerido. Por supuesto, sus dos mascotas fueron con ellos y disfrutaron de ese día caluroso de verano. Ambos caniches terminaron con arena en todo su pelaje, correteando detrás de un Yuri que jugó por primera vez en mucho tiempo, como un adolescente de quince años.
Fue fascinante para Víctor ver el cambio de ambiente mientras disfrutaba de la comida que Hiroko había preparado para los viajeros, sentado bajo una enorme sombrilla. En ese lugar lleno de turistas, pasaban desapercibido y nadie parecía notar que eran patinadores de élite, o un bailarín de lujo de Rusia. Yuuri se unió a los juegos de Yuri y a hacer competencias en el agua. Los perros ladraban cuando ambos salían de la playa a perseguirlos, pasando a un lado mientras Yakov dormía sobre la arena y Lilia disfrutaba de su lectura. Cada vez que ambos Yuri salía de la playa, ella inmediatamente recordaba retocar el bloqueador, cuidando que la piel de sus estudiantes no se viera afectada por el radiante sol.
Él, por supuesto, tampoco tardó en unirse a ambos. Después de tomar montones de fotos para el recuerdo, salió de la sombrilla para perseguirlos a ambos aunque no hubiera ningún juego definido. Disfrutó de la arena, de atajar a Yuuri en la carrera, del sol y de la sensación de libertad que experimentó en esa mañana soleada. Luego comieron en un puesto de comida cercano a la playa y en la tarde siguió jugando hasta que las energías de ambos adultos acabaron. Yuri parecía tener energía suficiente para recorrer toda la costa cien veces más.
—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Yuuri lo que para Víctor era obvio. A pesar de lo cansado que estaba, se sentía satisfecho de estar allí disfrutando del modo en que la brisa aumentaba.
—Sí. Esto ha sido fantástico.
—Tampoco recordaba cuándo fueron mis últimas vacaciones así. —Yuuri confesó. Víctor le miró de reojo, mientras observaba la brisa que agitaba los mechones negros—. Estoy feliz de que lo disfrutes.
Víctor tomó la mano de su novio con una adoración infinita. Entre los gritos de algunos turistas jugueteando, sus perros ladrando mientras disfrutaban del viento y el oleaje azotando la costa, para él solo era importante el tono marrón de los ojos de Yuuri reflejándolo como si fuera dos piedras de topacio, con un fulgor casi amielado debido a la luz del atardecer.
—Estás todo rojo…
—Pero no me quemé —Era imposible, casi se había vaciado él solo dos botes de bloqueador. Yuuri sonrió con ternura mientras sus dedos jugaban sobre la palma de Víctor—. Deberíamos quedarnos esta noche aquí.
—¿Aquí?
—Vi un pueblo cerca…
—Pero no trajimos ropa de cambio.
—No vamos a necesitarla. —Fue la sencilla respuesta de Víctor. Yuuri se sonrojó de forma muy ligera, mientras giraba su mirada hacia Yakov y Lilia—. Los enviamos en taxi al Onsen, estoy seguro que todos entenderán.
—¿Y Makkachin, Vicchan?
—Que se los lleven, seguro no pondrán resistencia con Yuri.
—Bueno… —Victor saborea la victoria al escuchar esa simple palabra de Yuuri. Pasar esa noche juntos y a solas es lo único que podría hacer mejor sus vacaciones—. Le diremos para cenar juntos y de allí los acompañamos a tomar el taxi.
—¡Perfect!
Sellaron el plan con un suave beso que no alargaron por Yuuri, quien se apartó antes de que Víctor pudiera prensarse de sus labios. Rojo deliciosamente, miró a los alrededores como si alguien pudiera estar al pendiente de lo que dos hombres estaban haciendo en medio de la costa atestada de turistas. Víctor no lo tomó a mal, por el contrario, lo miró con toda la adoración que le profesaba y apartó varios mechones húmedos de la frente de su novio y los peinó hacia atrás.
Como lo habían planeado, disfrutaron del atardecer de la playa y se fueron de la costa cuando ya el sol había caído sobre las faldas del pacífico. Regresaron al pueblo de Hamatama, donde comieron en unos de los puestos de lugareños del lugar. Las fotos de Víctor seguían acumulando espacio en su memoria y todos aprovechaban el momento para vivir un instante diferente en su agitada vida como profesionales en su campo. Cuando llegó el momento de despedirse, Yuri ya estaba muy cansado para quejarse de nada y ambos adultos comprendieron perfectamente lo que la joven pareja requería y se fueron en taxi sin decir absolutamente nada. Sus mascotas subieron sin mayor problema y fue tarde cuando se dieron cuenta que sus amos no se irían con ellos.
Sin idea alguna de donde dormir, Víctor y Yuuri caminaron por el pueblo hasta hallar un hotel. Tenía lo que necesitaban esa noche: una cama donde dormir y una ducha fría para sacarse todo el rastro de arena, bloqueador y sal de sus cuerpos. La invitación implícita al baño no necesitó de palabras. No fue sorpresa el que al salir de la ducha ambos cuerpos se buscaran como dos piezas de imán. El que la boca persiguiera la otra, que las manos la piel ajena y que sus cuerpos se movieran y se conmovieran sobre el futón mientras suspiraban aliviados por la necesidad de sentirse siendo satisfechas.
Amodorrados después del orgasmo, Víctor reposó abrazado al cuerpo de Yuuri mientras el sonido de la playa lejana junto a la respiración de su novio lo arrulló hasta la mañana. Un tintineo lejano se escuchaba desde la ventana y Víctor abrió los ojos ante el primer rayo de sol que se coló por las cortinas. Sonrió al encontrarse con el cuerpo tibio de su novio a su lado, en una habitación común lejano a todo tipo de lujos a los que estuvo habituado, solo ellos dos en un punto inhóspito del mundo. Era afortunado.
—¿Qué hora es? —escuchó la modorra de su novio, varias horas después.
Víctor había tenido tiempo de caminar por el pueblo, conocer lugares, desayunar algo y regresar a estirarse. Cuando Yuuri despertó, él estaba de nuevo a su lado, revisando su móvil.
—Diez de la mañana.
Yuuri se estiró en la cama desnudo. Víctor pensó que quizás se había vestido demasiado pronto.
—¿Y qué haces?
—Leía y veía a mi bello durmiente dormir. Parece que nuestros perros no quisieron dormir en otro lugar sino en los futones que hemos ocupado en el onsen.
—Deben extrañarnos. —Yuuri se sentó y tenía el cabello todo alborotado. Para Víctor, la visión le pareció de lo más erótica—. ¿Qué quieres hacer?¿ Ir a la playa de nuevo?
—Me enteré que hay algo de pinos cerca —sugirió Víctor y Yuuri asintió como si supiera de qué hablaba—. Me gustaría que fuéramos.
—Vamos. —Yuuri dijo después de bostezar—. Tengo hambre.
Asearse, vestirse, buscar qué desayunar. Víctor contempló la pequeña rutina que se impusieron ese día, con un calor enorme rozando su corazón. Sin prácticas de ningún tipo, sin responsabilidades mayores que estar cómodos y felices, pasaron desapercibidos de la gente y sin estar al pendiente de la prensa. Todo el ambiente de una luna de miel privada, solo para ellos dos. Como habían previsto, desayunaron suavemente y se encaminaron hacia el parque de pinos Nijinomatsubara, una reserva natural con más de un millón de pinos negros, que rodeaban otra de las playas de arena blanca de Hamatama. Caminaron tomados de la mano con los turistas que visitaban la zona, se tomaron fotografías entre ellos y disfrutaron de ese instante juntos, antes de volver al onsen.
Al final de la tarde, estaban en Hasetsu. Hiroko los recibió con felicidad y sus cachorros casi los tumban cuando los escucharon llegar. El calor de hogar que Víctor sentía en esa casa le hizo preguntarse porqué Yuuri había tardado tanto en regresar.
Como estaba programado, la noche siguiente partieron al festival de Tanabata en Sendai, el más famoso en Japón. Tomaron un vuelo costoso desde Fukuoka, ya que estaba al otro extremo del país. Esa parte del viaje ya estaba planificada con antelación, así que tenían el hotel donde pasarían esos días entre los festejos, más las yukatas que disfrutarían en el lugar. Víctor disfrutó del evento entre comidas, fiestas, fotografías y los deseos que eran escritos en tanzaku para ser colgados. Para él no fue difícil decidir su deseo, lo colgó en lo más alto que pudo, con la convicción de que lucharía por alcanzarlo. Su mayor deseo era pasar más días con Yuuri como en Hamatama, despertar a su lado en días sin responsabilidades para disfrutar de la simple belleza de tenerlo allí.
—¿Qué pusiste? —preguntó Yuri al bailarín que acababa de colgar el suyo. A Víctor le parecía que Yuuri se veía mejor que nunca, con su yukata de tonos azules.
—¿Qué puse? —cuestionó Yuuri, despistado.
—¡Sí, dime qué pusiste! —Yuri vestía una yukata amarilla y blanca, muy acorde a su estatura—. Seguro lo del Benois… o lo del Royal.
—Eso no se...
—¿Royal? —Víctor preguntó genuinamente intrigado. Yuuri se sonrojó rápidamente.
—Espero que ya te hayas olvidado del Royal Opera —soltó Lilia. Su yukata en tonos fucsia lucía maravilloso en ella—. El Mariinski es mucho mejor.
—¿Quieres entrar al Royal? —repentinamente Víctor recordó una de las primeras conversaciones que había tenido con su compañero de pista cuando conoció a Yuuri. Nunca lo habían hablado seriamente.
—Quizás, más adelante… —dijo avergonzado. Víctor observó las mejillas rojas de Yuuri mientras escuchaba a Yuri intentar formar una apuesta de quién lograba más rápido el deseo, pues él había escrito sobre su medalla de oro.
—Insisto en que no hay necesidad —Lilia le miró severamente—. Eres el mejor del Mariinski, eso es más que suficiente, el Benois de la danse llegará en el momento propicio.
—Yuuri puede lograr lo que quiera. —Víctor intervino. Los ojos de Yuuri le miraron con sorpresa—. Si quiere ser el premiere danseour de todas las escuelas de ballet, puede hacerlo. De hecho, las escuelas de danza se pelearan por él —aseguró.
—Mientras eso no signifique dejar de ver a sus padres por diez años más esperando eso… —El ligero reproche de Lilia fue suficiente para que Yuuri no dijera más y elevara sus ojos hacia el tanzaku que había colgado.
—Eso no fue lo que puse… —dijo Yuuri para aclarar toda especulación—. Y no voy a decir mi deseo porque sino no se cumple.
Víctor miró a Yuri palidecer al escucharlo. Tuvo que soportar la carcajada cuando el chico se frustró prontamente y se apartó de ellos asegurando que igual no creía en eso. Lilia también se dirigió hacia Yakov, quien estaba entretenido en uno de los puestos de comida.
Con la gracia bailando en sus labios, Víctor se acercó a su pareja para abrazarla suavemente por la espalda aprovechando el exceso de gente de todas partes en el festival. Por ser un lugar muy conocido, el turismo estaba por todas partes. Yuuri se quedó en silencio dejándose cubrir, mirando con sus ojos marrones y brillantes a su tanzaku danzar por la suave brisa de verano que soplaba. Apretó fuertemente las manos de Víctor sobre su estómago, avalando de esa manera el gesto íntimo que compartía.
—¿Qué fue eso de Lilia? —preguntó Víctor con intriga. Yuuri suspiró.
—La razón por la que no había regresado a casa es porque quería venir con el Benois de la danse y después de haber bailado en el Royal Opera… Ella casi me obligó a hacerlo este año. Dice que estoy condicionando mi vida con base a mis logros… o algo así.
—¿Y quién no lo hace? Prácticamente vivimos por ello. —Víctor miró también hacia su tanzaku—. Por eso somos deportistas de alto rendimiento o profesionales en el arte, porque nos desvivimos por esto, no hay otra manera. —Sintió a Yuuri relajarse en sus brazos—. Pero relajarnos de esta forma no debería ser penado por ninguno de los dos, ¿no crees?
Víctor dejó un beso sobre su mejilla y Yuuri, en una muestra de complicidad, decidió buscar otro beso en sus labios en medio de la multitud de gente que seguía avanzando en el festival. Luego se miraron en silencio, entre la algarabía del resto, las luces danzantes y el viento que acariciaba sus tobillos. Abrazados en una multitud que los ocultaba del ojo del mundo.
—Prometamos algo hoy, Yuuri —sugirió Víctor, tomando una de las manos del bailarín para besarle los nudillos—. Volvamos el próximo año.
—Sí...
Notas de autor: Han pasado 84 años. Y cuando había escrito este capítulo sentía que no me había gustado. Lo he vuelto a revisar y ahora me gustó. Es cosa rara el stress y los estados de ánimo, ¿no? Aunque lo que sí es un hecho es que han cambiado los planes en Iridiscencia y me tomará mucho menos tiempo acabarlo. Hay varias cosas que siento que ya no quiero relatar, y me gusta la sensación dulce que me deja este capítulo.
Quiero desearles un grandioso día y un maravilloso año. Luchen por lo que aman y por ser quienes desean ser. Sé que en muchos lados se celebra el San Valentin, así que Iridiscencia era mi mejor regalo para ustedes. Mientras, sigo trabajando en muchos proyectos pendientes.
Si alguien leyó You love you, el fic que había escrito con Víctor y Yuuri, esta historia ahora es un original que está justamente a la venta en la página Taika Editorial. Si lo quieren tener en físico, en Colombia y México está en físico, y hay envíos internacionales.
ChiChi-San34: Me he tardado mil años, ¡pero aquí está! ¡Espero te guste! ¡Gracias por escribirme!
NiraKiryuu: Sí, Nira, soy la misma persona. Wattpad borró mi cuenta y todo lo que había logrado allí. Por eso no pude regresar. Lamento haber tardado en responder :c
Thalia-kun: ¡Eso me hace muy feliz! ¡Ya pronto estaré subiendo su final!
giane.1729: Awww ya actualicé TOT
Yulexy: Toda espera llega a su fin, ¡aquí está!
luluhpsh: ¡Espero puedas disfrutarlo!
