De intercambios

Hacía un frío de esos que seguramente nada más Camus era capaz de aguantar sin problemas. La isla tenía permanentes parajes congelados. La buena noticia es que no era una isla grande, la mala noticia es que no se sentían cosmos por ningún lado y eso sencillamente no debería ser posible. Shaka no se estaba equivocando, ahí había ido a parar Saga, y le arrebataron su cosmo de alguna manera, por eso no podrían sentirlo, pero lo extraño era que no detectaran el cosmo de ningún renegado tampoco. Decidieron separarse para recorrer más terreno en poco tiempo. No estaban seguros de qué debían buscar, supusieron que cualquier tipo de lugar que les pareciera un asentamiento o cabañas o cualquier otro lugar que les pareciera medianamente habitable. Ese fue el problema. No estaban buscando cuevas en un principio, pero luego de ver alguna por aquellos lugares, decidieron revisarlas también.

Aldebarán fue el primero en sentirlo, fue una sensación extraña. Mantenía su cosmo al mínimo para no alertar a los renegados, pero de pronto lo dejó de sentir por completo. Se quedó en su lugar, confundido. ¿Sería a caso que no le habían robado el cosmo a Saga si no que de alguna manera el lugar era el que lo anulaba? Retrocedió algunos pasos y su cosmo regresó. Miró a su alrededor, no parecía haber nada. Pero no se confió, comenzó a caminar alrededor de ese extraño punto, usando su cosmo como referencia.

De pronto, cuando iba a rodear una parte de la montaña vio pisadas en la nieve. Con cuidado se acercó al lugar. La nieve estaba completamente revuelta y, más allá, junto a la pared en la montaña, habían inconfundibles manchas de sangre. Y aún más allá estaba la entrada a una cueva. Regresó sobre sus pasos. No parecía una cueva natural, si no una creada por el hombre. Tenía la esperanza de que hubiera más de una entrada y no tendría que llamar al timbre, así que se puso a buscar.

Poco tiempo después Kanon se reunió con él. También sintió lo mismo con su cosmo, y Aldebarán se lo confirmó y le dijo que había encontrado la entrada principal, que lo ayudara a buscar otro lugar por el cual entrar. Y poco después Mu también se reunió con ellos. Entre los tres rodearon el complejo de cavernas y efectivamente dieron con otra entrada cubierta de nieve y que probablemente los renegados no sabían que estaba ahí.

Entraron con el mayor cuidado posible, sintiendo de inmediato los efectos del sello. Sus cosmos los abandonaron por completo y con ellos, sus armaduras. Resoplaron hastiados. Las armaduras los esperarían afuera. Caminaron por el lugar y algo les llamó la atención: no sentían ni escuchaban nada. Era como si la cueva estuviera por completo vacía. No se dieron cuenta del momento en que esa extraña sensación les llegó, pero cuando lo percibieron no pudieron dejar de concentrarse en ello. Y de pronto todo volvió a la normalidad. Se escuchaba un goteo lejano, el rechinar de madera, el viento lejano.

Llegaron al área de celdas. En la primera que entraron había un charco de sangre reciente, y todos asumieron que se trataba de Saga porque la idea de que fuera de Alfa o de Helena les revolvía las tripas. Siguieron caminando. De pronto, en otra celda, Aldebarán se detuvo. Sintió el corazón en la garganta cuando, a lo lejos, vio la tiara de la armadura de Helena. Se acercó corriendo y la tomó en sus manos. La celda estaba vacía, pero un plato sucio y un pedazo de pan botado por ahí le contestaron sus preguntas. Ahí estuvo Helena y dejaron la tiara para que se diera cuenta. Kanon le puso la mano sobre el hombro. Aldebarán asintió. Se la llevaron, y su misión por el momento era rescatar a Alfa y a Saga.

De pronto regresó ese silencio de antes. Saga abrazó protectoramente a Alfa, y ambos esperaron. Escucharon pasos acercarse, Saga se alejó de su esposa algunos metros, enseguida escucharon un clic en la puerta y ésta se abrió. Alfa y Saga se levantaron. Por la puerta entró Kanon seguido de Mu y Aldebarán. Les señalaron que no hicieran ningún sonido. Alfa y Saga asintieron y Alfa les mostró la muñeca que tenía encadenada. Mu se acercó rápidamente y no tardó en quitársela, luego la desmontó de la pared y se la guardó. La miró a los ojos, como preguntándole si estaba bien, Alfa comenzó a asentir, pero pronto sintió náuseas, estaba mareada y las rodillas amenazaban con fallarle. Mu enseguida la sostuvo, al igual que Saga. Kanon se acercó a ambos mientras Aldebarán mantenía guardia en la puerta. Saga le hizo una seña a Kanon para que fuera él quien sostuviera a Alfa. Kanon enarcó una ceja, pero no era momento para hacer preguntas. Cargó a la chica mientras Mu ayudaba a Saga. Se dirigieron a la puerta, el paso seguía libre así que salieron. Aldebarán iba al frente, guiando el camino. Alfa seguía mareada, pero se aferró al cuello de Kanon.

—Te está buscando a ti —murmuró a su oído. Kanon asintió.

Iban caminando lo más sigilosamente posible. Pronto entraron a una celda y ahí pudieron ver el agujero por el que los tres entraron originalmente. Aldebarán fue el primero en introducirse por ahí, luego Kanon ayudó a Alfa a entrar. Ella, mareada y todo, se esforzó en mantener la vista fija adelante. Tenía que ir a gatas un trecho, luego levantarse y comenzar a escalar un par de metros. Una vez que sacó la cabeza Aldebarán la tomó de la mano para ayudarla a salir. La dejó sentada en aquél paraje helado mientras se agachaba para ayudar a Saga. El siguiente en aparecer fue Kanon y finalmente Mu.

Kanon volvió a cargar a Alfa y Aldebarán ayudó a Saga a levantarse. Empezaron a caminar, casi correr, por esa montaña. Tenían que alejarse unos cuantos metros más para poder usar sus cosmos de nuevo. Y todos lo percibieron. Alfa se sintió todavía más mareada y como si de pronto un peso hubiera caído sobre ella. Lo mismo sintió Saga, así que Aldebarán lo sujetó mejor, casi lo llevaba cargando. Kanon entonces no perdió tiempo en abrir un portal y todos atravesaron lo más pronto posible.

El portal los llevó directo a la Fuente de Atenea, en donde ya los esperaban. Acercaron un par de camillas. Kanon dejó a Alfa en una y Aldebarán subió a Saga a la otra.

—Yo estoy bien, nada más mareada, déjenme ir con Saga —le dijo a Kanon mientras lo tomaba de la mano.

—Tienen que revisarte a ti también, por la paz mental de todos. A Saga tampoco le va a hacer gracia si no te dejas revisar. Ya sabes cómo es.

—Quiero estar con él.

—Lo sé. Vamos a hacer esto rápido, Alfa, te juro que en cuanto te dejen libre te llevo a ver a mi hermano, pero deja que te revisen.

—No tienes idea de las cosas que tuve que decir. —Pero por la manera en la que lo dijo, Kanon como que se hacía una idea. Entonces notó el anillo que la chica llevaba puesto.

—Deja que te revisen y te llevo con mi hermano.

Alfa se dejó caer en la camilla y Kanon hizo una seña de que se la llevaran.

El siguiente par de horas se fue en revisarlos y asegurarse de que estaban bien, Aioria bajó a curar cualquier herida que tuvieran. En realidad Alfa nada más se llevó un par de golpes, lo único que la descompensó fue el súbito regreso de su energía y luego el de su cosmo, pero fuera de eso estaba bien.

Saga era otra historia, él sí tenía tres costillas rotas, las tres del mismo lado. También el pómulo. Una rodilla bastante lastimada al igual que una muñeca. La clavícula no estaba rota, pero sí muy maltratada. Golpes, moretones y raspones adornaban todo su cuerpo. Se ensañaron en serio con él. De cualquier manera lo único que quedó luego de que lo curaron fueron moretones, muchos y en todos lados, pero ya no tenía heridas abiertas ni huesos rotos. Igual querían mantenerlo en observación esa noche, al igual que a Alfa, ella por mera precaución.

Finalmente dejaron a Alfa libre para que fuera a ver a su marido. Kanon la llevó. Alfa se aventó sobre el Dorado en cuanto lo vio y se puso a llorar todo lo que se había aguantado desde que regresaran al Santuario y Saga le contó a su hermano lo que ocurrió y que, en realidad, fue una buena coincidencia que lo capturaran a él y no a Kanon. Si Alessandro los estuvo observando mientras se fugaban, que era lo más seguro, en su mente era verdad que Alfa estaba casada con Saga por mera venganza, la idea era seguir la farsa que la mujer empezó, quién sabe, quizá les sería útil después. Kanon asintió. Los dejaron escapar sin problemas, pero todavía no tenían muy claro el por qué. Ya tendrían tiempo para pensar en eso luego. Por el momento tocaba reforzar la seguridad, hacer más rondas y tener a todos en alerta. Ya después se vería. Kanon al fin los dejó solos para poder informarle a Shion. Alfa no se había despegado de Saga.

—Al, ya todo está bien, estamos aquí. Te lo dije, ¿no? La caballería fue a rescatarnos. Estamos bien, los dos.

—Estamos tan bien que nos quieren mantener en observación esta noche. Entiendo que hubieron cosas que pudimos hacer mejor y que nos confiamos y por eso me atraparon. No tengo problemas con ello, esas cosas pasan. Pero me doy asco a mi misma por las cosas que dije sobre ti. Me duele el estómago de pensar en todo lo que hice. En que tuve que quedarme en mi lugar mientras veía como esos sádicos te golpeaban y en que le dije a Alessandro básicamente que me valía lo que hiciera o dejara de hacer contigo.

—Lo hiciste para ayudarme.

—No me puedes decir que no sentiste nada cuando lo dije, te vi, lo noté.

—Pero sé por qué lo hiciste, lo entiendo. Sí, me dolió, jamás pensé que te escucharía decir esas cosas, pero lo hiciste, y lo hiciste por exactamente el motivo contrario. Está bien. Perdónate por haberlo hecho. Yo ya lo hice. No vas a ganar nada de otra manera. Y créeme, te lo dice el primero en no seguir su consejo.

Alfa sonrió y lo abrazó de nuevo. Igual se sentía bastante vil por todo aquello. Le iba a tomar un par de tragos el superarlo, seguro.

Alessandro tenía vigías apostados en el pueblo, también en las cercanías de la montaña donde estaban las cuevas. En cuanto Aldebarán desembarcó alguien se dio cuenta y comenzó a correr la voz. Los siguientes fueron más notorios, porque Kanon abrió un portal para llegar a la isla y no había manera en que no lo percibieran. Ahora nada más era cuestión de tiempo para que llegaran a las cuevas. Alessandro reunió a los renegados que tenía dentro de su escondite. Lo bueno de tener un sello de Ares, era que él era inmune y por lo tanto podría usar su cosmo a voluntad, y además podría lograrlo creando un silencio ensordecedor. ¿La primera vez que Saga y Alfa notaron el silencio? Ese fue Alessandro transportándose a Creta para recoger a Roberto, Emma y los encargos.

Deathmask y Vivien lo sintieron. Un cosmo de pronto apareció en los alrededores. Se pusieron en guardia y comenzaron a correr hacia donde lo notaron llegar. Pero para cuando estuvieron cerca otra subida de cosmo y luego nada. Absolutamente nada. Vivien se detuvo en seco. ¿Qué demonios? Le lanzó una mirada a Deathmask quien estaba lanzando maldiciones en italiano. El cosmo apareció ahí, se quedó como cinco segundos y luego volvió a desaparecer. De cualquier manera siguieron buscando.

Alessandro regresó a las cavernas. Era el momento de que los renegados se dispersaran por la isla, para que las cuevas quedaran vacías. Él se quedó con Dicro, sus hijos y Helena. Al resto los mandó lejos. Otis guió a los renegados que se mantuvieron con él hacia otro complejo de cuevas abandonadas. Eran en realidad minas. Y los ocultó ahí. Luego regresó a su puesto de vigía. Vio que los tres Dorados estaban ya a punto de llegar a la cueva así que le avisó a Alessandro y corrió a ocultarse.

Alessandro midió muy bien sus tiempos. Necesitaba salir de las cuevas cuando los Dorados estuvieran dentro para así poder aparecer en algún lugar sin que ellos lo detectaran, no iba muy lejos, nada más a tierra firme, en Noruega. A decir verdad nunca había intentado transportarse con tanta gente a cuestas, pero no tenía muchas opciones. Y sí, sí era teletransportación, y no, los Dorados no sabían que él poseía esa habilidad y se cuidó mucho de no utilizarla hasta que fue necesario, o sea, para llevarse a Alfa. Así que bueno, para esas alturas seguro ya estaban enterados.

El mensaje de Otis le llegó fuerte y claro, y con un poco de cosmo siguió las presencias de aquellos que llegaban. Entonces se concentró y se teletransportó a Noruega, a la casa abandonada en la que atraparon a Helena. La mujer estaba noqueada, al igual que Dicro y sus hijos. Ninguno de ellos le suponía un problema. Desde su escondite en Noruega, vigiló los movimientos de los "rescatistas". Todos sintieron el cosmo de Kanon regresar y estallar cuando abrió su portal. Justo en ese momento Alessandro volvió con su carga a las cuevas, al igual que los renegados.

Dejaron a Helena en una celda, a Dicro en otra y a sus niños en otra. A las mujeres las encadenaron. Los niños eran libres de recorrer la celda a voluntad... cuando despertaran, claro. Y lo más lindo del asunto es que tenía en su poder el teléfono de Dicro. Su plan original había sido sencillamente contactar al Santuario por medio de cosmo pero, eh, le gustaba la idea de usar medios de comunicación normales.

Tomó el teléfono de Dicro que, por supuesto, necesitaba la huella de la chica para ser desbloqueado. Fue a la celda de la mujer y eso hizo, luego se teletransportó al pueblo y desde ahí marcó a un número que se le hizo interesante: el de Kanon de Géminis. Ahora sabía que ese era el gemelo correcto, Otis le dijo que lo vio llevarse a Alfa en brazos cuando salieron de las cuevas. Marcó.

Kanon hacía guardia en la Fuente. Su hermano y cuñada seguían ahí y lo estarían toda la noche, pero al parecer ambos ya estaban más tranquilos y en una habitación. De todas maneras él no pretendía dejarlos. Su teléfono comenzó a sonar y vio que era Dicro quien lo llamaba. Extrañado enarcó una ceja y contestó.

—¿Dicro? —preguntó con cautela. No veía razón por la cuál la chica lo llamaría a él.

—No. Mi nombre es Alessandro, pero supongo que eso ya lo sabes, Déuteros.

—Mi nombre es Kanon. Y tú eres un cobarde, ¿por qué habría de escucharte?

—Porque tengo en mi poder a Helena. También a Dicro.

—Eso ya lo sabíamos. Espero que tú sepas que ya sabemos en dónde te ocultas y vamos a ir por ellas.

—Oh, eso es justo lo que quiero. De hecho, llamaba para proponerte un intercambio.

—Eres un idiota si crees que vamos a negociar contigo.

—Lo harán. Discúlpame, olvidé mencionar que tengo a un par de niños conmigo. Chris y Dorian. Me parece que son hijos de uno de ustedes, ¿no es así? Iba a llamar al padre, pero está fuera de servicio. Supongo que sigue en las montañas de Creta intentando dar con su familia.

Kanon se quedó mudo. ¿Hijos de uno de ellos? ¿Deathmask? ¿Deathmask era el padre de los hijos de Dicro? Mierda.

—¿Sigues ahí, Déuteros? Tengo a ambos niños y asumo que quieren recuperarlos.

—¿Qué quieres por ellos? —preguntó Kanon con voz fría.

—A Alfa y Jivika las quiero en lugar de Christian, y a Lexa y Vivien en lugar de Dorian. ¿Te parece justo? Estos pobres niños no tienen por qué sufrir. Piénsalo, me llamas cuando hayas tomado una decisión. —Y con eso colgó.

Kanon separó el teléfono de su oreja y se le quedó viendo. El corazón le latía con fuerza. Esto estaba llegando demasiado lejos. Llamó a Shion por cosmo y le dijo que era urgente. Shion no tardó ni medio pestañeo en llegar con él. Kanon entonces le contó la llamada, y no omitió la parte de los hijos de Deathmask. Shion se llevó ambas manos a la cara. Tenían que avisar a Deathmask enseguida, así que lo contactó por medio de cosmo y cuando lo localizó le dijo que tenían noticias de Dicro. Kanon abrió un portal a Creta y no tardó en regresar al Santuario junto a Vivien y Deathmask.

—¿Cuáles son las noticias? ¿Los encontraron? —preguntó Deathmask.

—Alessandro los tiene en su escondite en Svalbard. A los tres. Atrapó a Dicro y a sus dos niños —respondió Shion.

—¡Mierda! ¿Qué estamos esperando? Tenemos que ir por ellos enseguida.

—No es tan fácil, Deathmask, en ese lugar ninguno de nosotros puede usar cosmo. Nada más él y sus renegados son inmunes. Y quiere intercambiar a los niños por las chicas. Específicamente quiere a Alfa, Jivika, Lexa y Vivien —contestó Kanon y volteó a ver a la rubia.

—Si nos regresan a los niños a cambio de que yo vaya estoy dispuesta.

—No podemos seguir su juego, Vivien —contestó Shion.

—Tampoco podemos dejar a los niños a la merced de ese idiota —refutó Vivien—. Las demás van a estar de acuerdo, estoy segura. Entre nosotras ya nos las ingeniaremos para escapar.

—Saga no pudo escapar por su propia cuenta —le dijo Kanon.

—Saga estaba desprevenido y además; solo. Nosotras ya seríamos seis.

—Cinco. Jivika no está de nuestro lado —apuntó Shion y Vivien y Deathmask lo miraron con sorpresa, ellos no sabían que la adolescente ahora estaba del lado de Alessandro.

—¿Ya le dijeron a las demás? Tenemos que dejar de perder tiempo.

—Vivien, no vamos a negociar con él —dijo Shion.

—¿Se les ocurre una mejor idea? Comiencen a hacer un plan para rescatarnos a nosotras, pero esos niños regresan de inmediato al Santuario. —Y Vivien comenzó a caminar hacia la Fuente, en donde suponía tendrían a Alfa.

—Vivien, espera —dijo Kanon mientras comenzaba a seguirla.

Las voces se escuchaban dentro de la habitación en la que Saga y Alfa se encontraban. El primero estaba dormido, pero ella no. No lograba entender bien de qué hablaban, pero decidió salir a ver qué pasaba. Apenas abrió la puerta cuando vio a la rubia caminando a pasos decididos hacia las habitaciones y a Kanon tras ella. Terminó de salir del cuarto y cerró la puerta tras de sí.

—¡Alfa! —le gritó Vivien—. Tenemos una nueva misión.

—¿Qué sucede?

—¡No pueden ir, Vivien! —protestó Kanon.

—Alessandro tiene a los niños de Dicro y nos quiere a ti y a mí en su lugar —soltó la rubia.

Alfa miró a Kanon quien suspiró molesto. Shion y Deathmask ya estaban ahí también.

—¿Los tienen a los dos? —preguntó Alfa.

—A los dos. Cámbiate de ropa y nos vamos en este momento. Tengo que ir a avisarle a Lexa. Deathmask: ve por Jivika.

—No vamos a negociar con él —protestó Shion.

—Con todo respeto, Patriarca, no les estamos pidiendo permiso —contestó Alfa y acto seguido se volvió a la habitación—. En la explanada en cinco minutos, Vivien.

La rubia salió corriendo del recinto, Deathmask no estaba seguro de qué hacer en ese momento, pero algo le gritaba que debía ir por Jivika y que las chicas fueran a intercambiar sus vidas por las de los niños. Shion lo miró en silencio. Por un lado sería más fácil y quizá prudente tener a mujeres adultas allá y no a los niños, por otro lado no podía pedirles que se pusieran en riesgo. Kanon entró con Alfa a la habitación y vio a Saga quien estaba sentado en la cama, lo habían despertado y escuchó la conversación.

—Es una locura, Alfa —siguió protestando Kanon.

—No, no lo es. Ya saben en dónde está el lugar y también a qué se enfrentan. Lo único que queremos hacer es quitar a los niños del camino. No les estamos preguntando. Antes no sabíamos en dónde estaban y teníamos que estarlos cazando, ahora no. Alessandro cree que está ganando porque nos va a tener a nosotras, pero no es así. No les digo que va a ser fácil, ni que sé exactamente qué vamos a hacer una vez que estemos allá, pero algo es seguro: no podemos dejar que se quede con los niños.

—Tampoco podemos estar seguros de que nos los va a regresar cuando ya las tenga a ustedes —refutó Kanon.

Saga volteó a ver a su hermano y negó con la cabeza.

—Los va a regresar. Ya dijo que lo haría y lo va a hacer. —Alfa volteó a verlo, estaba más serio de lo que jamás lo hubiera visto. —Pídanle a Mu que las lleve, Kanon no puede ir.

—¿Por qué no?

—Porque cree que va a poder llegar a mi si te atrapa —contestó Alfa quien, por cierto, ya había comenzado a cambiarse de ropa—. Voy a estar bien, pero para eso necesito que ustedes dos estén bien también. No me va a hacer nada, Saga, lo sabes. Necesito que se les ocurra algo, se te va a ocurrir algo, este es tu fuerte —le dijo a Saga mientras caminaba hacia él. Se quitó el anillo que llevaba en el dedo, luego tomó las manos de Saga y puso el anillo entre ellas—. Guárdalo por mi, y regrésamelo cuando nos veamos de nuevo, el día en que esto termine. Confío en ti. —Le besó las manos y lo miró a los ojos.

Saga dejó escapar el aire que había estado conteniendo, le regresó la mirada y luego la atrajo hacia sí para abrazarla y luego besarla. Finalmente se separaron, Alfa entonces caminó hacia Kanon, le rodeó el cuello con los brazos y el gemelo menor contestó el abrazo.

—Cuídalo y cuídate. Nos veremos pronto de nuevo, Kanon. —Luego de eso la joven salió de la habitación sin mirar atrás.

Los gemelos se miraron el uno al otro.

—Ni creas que vas a salir de aquí, te tienes que quedar en observación esta noche. Voy con los demás —dijo Kanon antes de salir también.

Saga estaba bastante seguro de que no podría dormir el resto de la noche, pero también sabía que no le iban a dejar estar fuera, al menos no todavía. Miró el anillo de Alfa y volvió a apretarlo entre sus manos.

Cuando Alfa llegó a la explanada Shion y Deathmask ya estaban ahí con Jivika. Las únicas que faltaban eran Vivien y Lexa y, por supuesto, todavía tenían que contactar a Alessandro. Jivika estaba seria, no había dicho nada desde que despertó y la mantuvieron encerrada dentro del Recinto de las Amazonas, con varias de ellas cuidándola, pero la adolescente se negaba a interactuar con nadie. Por el momento estaba de pie junto a Deathmask quien la tenía bien sujeta del brazo. Vivien y Lexa no tardaron en aparecer, venían con Camus, Milo y Mu. Los dorados seguían reclamando y por supuesto que no estaban para nada de acuerdo con la decisión, pero las mujeres los ignoraban. No había marcha atrás. Cuando el grupo estuvo reunido Shion las miró.

—No estoy de acuerdo con esto, pero no puedo decir que no valoro lo que están haciendo. Probablemente tengan razón y sea más sensato tenerlas a ustedes allá y no a los niños, pero eso no lo hace más sencillo. Cuídense mucho, ya tendrán oportunidad de trazar algún plan y nosotros haremos lo mismo, no las vamos a dejar a la deriva.

Entonces las jóvenes procedieron a despedirse de sus respectivos Dorados con la promesa de volver a verse pronto. Mu asintió y Vivien entonces llamó al número de Dicro.

—Vivien, justo una de las chicas de quienes quería saber —contestó Alessandro.

—Estamos todas reunidas, dinos a dónde tenemos que ir.

—A mi humilde morada, por supuesto, ya deben saber cómo llegar. Se teletransportarán hasta aquí, supongo. Denme un par de minutos para recoger a los niños y nos vemos en la entrada, ahí donde sus cosmos les permiten llegar.

—¡No intentes nada sucio! —gritó Milo sin poder contenerse y Vivien escuchó la risa de Alessandro.

—Soy un hombre de palabra, no deben preocuparse por eso —contestó—. Las veo pronto.

Se miraron unos a otros, pero evitaron decir nada más frente a Jivika. Finalmente llegó la hora, las mujeres volvieron a despedirse de sus chicos. Deathmask iría también con ellas. Mu miró a su maestro, asintió y teletransportó al resto a las cercanías de las cuevas.

Lo primero que vieron fue a un pequeño ejército de renegados reunidos, pero todos se mantuvieron a raya mientras los veían aparecer. Alessandro entonces salió de entre el grupo.

—Me alegra que las hayan traído a todas. Pueden acercarse.

—Primero los niños —amenazó Deathmask sin soltar a Jivika.

—Por supuesto —contestó Alessandro e hizo una seña, con la cual Roberto se acercó jalando a Dorian y Otis llevaba cargando a Christian—. Aquí están los niños, como se los prometí, ahora las chicas pueden acercarse y cuando estén dentro de nuestros territorios podemos soltar a los niños.

Alfa agarró el brazo de Jivika y con ella comenzó a avanzar. A cada paso que daba sentía cómo su cosmo se hacía más débil. Vio a Alessandro hacer una seña a Otis y el hombre dejó a Christian en el suelo. Cuando Alfa y Jivika llegaron a su lado soltó a la niña y esta corrió a los brazos de Deathmask. Otis entonces sujetó el brazo de Alfa para evitar que se alejara y Jivika siguió caminando a las cuevas. Entonces fue turno de Lexa y Vivien. Ambas se acercaron, aunque más titubeantes dado que ellas no habían sentido el poder del sello. Les tomó algunos momentos más que a Alfa el llegar hasta Roberto. Cuando estuvieron junto a él, el hombre soltó a Dorian, y el niño, con pasos desafiantes, comenzó a caminar hacia los Dorados. Le habían dicho que eso es lo que tenía que hacer, pero no estaba convencido y por supuesto no estaba feliz. Roberto entonces sujetó el brazo de las otras dos muchachas.

—Ya tienen a los niños, ahora pueden irse. Nos veremos pronto, me imagino —dijo Alessandro.

Las jóvenes voltearon a ver a los Dorados y a los niños. Mu tuvo que contener el impulso de ponerse a pelear en ese instante, pero no podía hacerlo con los niños ahí y Deathmask no había soltado a Christian. Sin perder más tiempo los teletransportó a todos de regreso al Santuario. Alessandro le hizo otra seña a sus soldados para que regresaran a las cuevas. Un par más fueron a ayudar con las prisioneras.

Caminaron por las cavernas hasta el área de celdas. Alfa pudo ver en una de ellas el charco de sangre que seguro era de Saga, luego la llevaron a la celda en la que estuvo antes y a las otras chicas las dejaron también en celdas separadas.

Alessandro esperó un rato antes de ir a hacerle una visita a Alfa.

—Antheia, es bueno verte de nuevo. Y ya no traes el anillo. ¿El gemelo ya no te llama "esposa"?

—No lo sé, no he hablado con él.

—Está bien, quizá sea mejor así para él. En fin, se lo dije a él, y te lo diré a ti también. Es mejor que te comportes aquí adentro, porque si no lo haces, no vas a ser tú la que va a sufrir las consecuencias, sino alguna de tus amigas. Y lo mismo va para ellas, así que espero que todas se comporten como deben. Por otro lado, nuestras filas siempre están abiertas para ustedes. Me dijeron que hace no mucho tiempo consideraste separarte permanentemente de las filas de Atenea. ¿Tuvo Antheia algo que ver con eso? A mí me parece que si.

—Cuando recuperé mis recuerdos no estaba especialmente feliz y decidí alejarme un tiempo para poner en claro mis ideas. Decidí regresar.

—¿Por qué?

—Porque es para eso para lo que he estado entrenando.

—¿Como Saintia? Porque te saltaste muchas normas, y veo que lo sigues haciendo.

—No me estoy saltando ninguna regla ahora.

—Huh, así que las normas del Santuario ahora son más laxas. Algo me dijo Roberto al respecto. En fin, como quieras, te repito que nuestras filas están abiertas y si te quieres seguir vengando de Aspros, podemos ayudarte. Nos veremos luego. —Y con eso salió.

Luego fue a hacerle la misma visita de cortesía a las demás chicas y les dijo más o menos lo mismo, que podían unirse a su causa, porque la diosa de la Guerra Justa necesitaba un escarmiento y sería él quien se lo diera.