Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Historia editada por Karla Ragnard, Licenciada en Literatura y Filosofía
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Recomiendo: I Will Follow You Into The Dark - Miya Folick
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Capítulo 47:
Un paraíso junto a ti
—Estás aquí —susurró, mirándome con las cejas arqueadas y los ojos llorosos—. No puedo… Estás… —Se mordió el labio inferior y este tembló—. Eres la mujer más hermosa que hay en este mundo. —Se rio, volviendo a repasarme con esa mirada verde, tan hermosa—. No puedo creer que vayas a casarte conmigo, es… Por Dios, mi chica es preciosa.
—Edward —gemí.
—¿Me dejan casarme con su mamá? —preguntó, mirando a nuestros hijos.
—¡Sí! —gritaron los dos, causando las sonrisas de todos los demás.
—Prometo que seremos felices, que son lo más importante que hay en mi vida.
Él les dio un beso a los dos y ellos se fueron con sus abuelos, que nos miraban llorando, en especial Esme y mamá. Finalmente, él me ofreció su mano y yo la tomé, siendo impulsada por su fuerza para chocar con su pecho.
—Soy el hombre más afortunado de este mundo —musitó, juntando su frente con la mía—. Dios, qué mujer.
Me reí mientras continuaba llorando, sin importarme que el juez estuviera frente a nosotros, observándonos de forma dulce.
—Creo que la mujer afortunada soy yo. Te amo —agregué, tocando su pecho, asegurándome que esto no era un sueño, sino una realidad.
—Quiero vivir toda mi vida contigo.
—Comencemos ahora.
Asintió y besó mi mano, manteniéndose a mi lado.
Las palabras del juez, cargadas de acuerdos legales, pero también de búsqueda de promesas por cumplir, nos hizo dar cuenta de que esto no cambiaría nada de lo que éramos, porque ya habíamos formado un núcleo sólido, cálido y llamado hogar. Teníamos a nuestros hijos, a nuestros perros (muchos ahora), nuestra casa, nuestros caminos trazados y una necesidad imperante por continuar amándonos como si no hubiera un mañana. No necesitábamos casarnos, pero ansiábamos hacerlo porque era un sueño que queríamos cumplir.
Cuando Edward puso el anillo en mi dedo anular, sentí el corazón alterarse todavía más en mi pecho y la alianza deslizándose mientras me miraba, sonriéndome y destacándome lo que tanto estábamos esperando y, henos aquí, viviendo nuestra propia historia de amor.
—Isabella Swan, llegaste a mi mundo destruyendo un coche nuevo —aseguró, sacándonos carcajadas a todos—. Pero ninguno sabía que el destino ya nos había hecho conocernos tiempo atrás. —Suspiró ante aquel recuerdo—. ¿Quién iba a pensar que iba a conocer al amor de mi vida en medio de un turbulento episodio de mi existencia? Era como si Dios me recordase que lo mejor estaría por venir. Amaste a mi hija sin condiciones, sin tapujos, adorándola al instante y creo que eso me dio a entender que eras perfecta en medio de un camino con muchos obstáculos. Te amo, Isabella, y sé que te lo digo muchas veces, pero jamás me cansaré de hacerlo. Gracias por ser tú y hacerme conocer el amor de una pareja, siempre serás mi compañera de vida y en mí tendrás a alguien que estará siempre para ti.
Al finalizar dejó ir el aliento y sus ojos se tornaron todavía más brillantes. Estaba muy emocionado.
—Edward Cullen —dije mientras tomaba su mano y deslizaba el anillo en su dedo anular—. Sé que destruí tu coche y que todavía no puedes repararlo. No sabía que podía hacer tanto con tacones —afirmé, causando más risas entre los demás, pero también en él—. Pero hacerlo fue lo mejor para conocerte otra vez. Nuestra historia fue locura y lo sigue siendo, una locura fantástica, maravillosa y placentera, en la que me hiciste conocer el verdadero amor. Y no solo eso, sino que me regalaste a mi primer amor de verdad. —Solo nosotros sabíamos que se trataba de Fred—. No tienes idea de lo mucho que agradezco tu existencia en mi vida, me diste a mi hija, un amor maravilloso y un apoyo del que te estaré agradecida toda mi vida. Eres mi Bestia, mi hombre, mi compañero y sí, mi alma gemela, y te amo con cada espacio de mi corazón.
Finalmente, el juez alzó la voz y nos hizo las preguntas de rigor, mismas que ninguno esperó para escuchar, simplemente dijimos lo que queríamos gritar ya.
—Sí, acepto a Edward como mi esposo —dije.
—Sí, acepto a Isabella como mi esposa.
—Por el poder que me confiere la ley del estado de Illinois y los Estados Unidos de América, los declaro marido y mujer.
Tampoco esperamos a que nos permitieran besarnos, nosotros no le pedíamos permiso a nadie y lo sabíamos muy bien. Edward me tomó desde la cintura y yo salté a sus brazos, simplemente dejándome llevar como tanto me gustaba hacerlo con él. Y sí, nos besamos de forma apasionada, disfrutando de nuestro amor sin ningún tapujo. Al separarnos y respirar, nos continuamos mirando y finalmente suspiramos, sabiendo que esto sería el inicio de una hermosa vida juntos.
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Estaba debajo de un techo de luces hecho con las propias manos de Edward. No sabía que había estado trabajando tanto en ello durante algunas tardes libres, aquí en el gran jardín de la cabaña. Le había puesto girasoles a todo, lo que me parecía francamente maravilloso. Se había esmerado tanto por hacer del lugar algo digno de nosotros, pero sobre todo, algo que me fascinara a mí también.
Eran pocos invitados, lo que me hacía sentir mucho mejor. Todos estaban distribuidos en una fila en la que nosotros nos sentábamos en medio, con nuestros seres queridos en los demás puestos. Eran mesas de nogal robusto y sobre ellas había manteles de color rojo pasión que, sin duda, representaba nuestra relación. Y en el medio, una sencilla pista de baile hecha para todos nosotros, con esas luces preciosas dándoles aún más protagonismo. Era divino, realmente, porque no solo era sencillo, sino representativo de la vida que amábamos tener, con nuestros seres queridos, dándole énfasis a la compañía.
—Estoy tan feliz —susurré, poniendo mi cabeza en su hombro.
Besó mis cabellos y se llevó nuestras manos entrelazadas a sus labios.
—Es el comienzo de un sinfín de maravillas —afirmó, contemplándome a los ojos—. Espero que estés dispuesta a acompañarme a nuestra luna de miel.
Pestañeé.
—¿A dónde?
—Es un secreto.
—Edward…
—Nuestros hijos se quedarán con mis padres, que aprovecharán la instancia para dar un par de vueltas en el remolque, ¿qué te parece? Yo tampoco estaba seguro de hacerlo, pero Emmett estará con varios colegas protegiendo el camino, ya sabes porqué.
Dejé ir el aire mientras pensaba en la posibilidad y luego miré a Esme y a Carlisle, que estaban usando trajes muy chillones a juego. Nuestros hijos se habían acercado a ellos y saltaban en sus brazos pidiéndoles que les cortaran la carne. Eran una delicia.
—Claro que iré contigo. Ellos los cuidarán tanto como nosotros. Quiero estar a solas contigo, aunque sea un par de días —susurré, comenzando a besar su cuello con lentitud.
—Tú y yo en el mejor lugar del mundo —afirmó.
Desde mi lugar podía sentir el vibrar de sus cuerdas vocales viriles, lo que me hacía sentir aún más deseo por permanecer en sus brazos.
—Hey, hey, hey. —James alzó la voz mientras hacía chocar una cuchara contra la copa de cristal que ya había llenado tres veces con champagne. Como no calculó la fuerza, acabó quebrándola cuando ya todos teníamos nuestra atención puesta en él—. Mierda —fue lo único que dijo y luego se tapó los labios al recordar que había menores de edad en el lugar.
Todos estábamos riéndonos de su infortunio, especialmente Jonas, quien no dejaba de mirarlo con ambas manos debajo de su barbilla, como si… se perdiera en sus acciones. Quise correr a preguntar qué tal iba la situación, pero no podía.
—No le entreguen otra copa —ordenó Edward con una sonrisa—. O será el primer borracho de la boda.
James le dio una mala mirada y luego respiró hondo, pasándose una mano por los cabellos.
—Quiero dar mis sinceras felicitaciones a los novios. —Suspiró, sacándonos una nueva sonrisa—. Son el ejemplo de que las historias de amor tienen muchos caminos que recorrer antes de convertirse en lo que son hoy. Estoy orgulloso de ustedes, tienen una familia maravillosa, pero sobre todo, estoy en paz al saber que mi mejor amiga está con un hombre como lo eres tú, Edward.
Sentí ganas de llorar al escucharlo.
—Muchas felicitaciones a los novios —exclamó con los labios apretados, pues parecía que iba a llorar—. Les deseo lo mejor del mundo desde aquí en adelante.
Todos aplaudieron, mientras que yo me llevé la mano al pecho, calmando la emoción en mí. Sentía que iba a sollozar más fuerte, pero Edward lo empeoró todo al levantarse ante todos con una copa.
Dios mío, sí quería que llorara.
—Esta noche es especial. Diría que es la mejor, pero la comparte a cabalidad con el día en que vi nacer a Agatha y cuando conocí a Fred por primera vez. —Suspiró—. Sé que todos se preguntan porqué hablamos con tanta seguridad que nuestros corazones se encontraron tiempo atrás, incluso antes de que nos conociéramos en aquella noche en la que la envié al calabozo con sus amigas. —Nos reímos, pero luego sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas—. Pero el destino quería algo más. Lo supe cuando me comentaste que tu hijo era mío.
Todos dejaron ir un grito ahogado, menos James y mi madre, que lo sabían todo y más.
—Sí, Fred siempre ha sido tuyo y mío —afirmó—. Nos conocimos sin identificación adecuada, yo era el chico malo y tú… la hermosa de la peluca rosa, años atrás. —Carraspeó para continuar, porque su emoción también le estaba impidiendo el habla—. Y con ello nació ese hermoso bebé que, aunque pasaron muchos años, finalmente me dijo papá. —Miró a Fred con un amor inmenso en sus ojos y este le correspondió de la misma forma—. Fred Cullen es fruto de un amor inmenso. —Entonces miró a nuestra pequeña Agatha—. Y aunque ella pensó en algún momento que ella no era lo mismo para nosotros, le aseguramos a Agatha, nuestra nena, que siempre sería hija de Bella y mía, solo cambió su forma de llegar a este mundo, ¿no es así Agatha Cullen Swan?
Yo ya estaba llorando, recordando el inmenso camino para que esto ocurriera. Había sido tan largo y hermoso a la vez.
—Hemos pasado por mucho juntos, pero de lo que estoy seguro es que tenemos tres hermosos hijos, dos aquí en la tierra y otro en el cielo —aseguró.
Mi barbilla tembló y entonces lloré.
—Volvería a pasar mil veces por lo mismo con tal de decirte que te amo una vez más —susurró, mirándome a los ojos—. Nuestro camino ha sido largo, pero vienen más alegrías, estoy seguro. Y hoy en lo único que puedo pensar es en nosotros, en nuestro amor, en lo que hemos construido y en lo mucho que te amo como te amo. Te veo y no puedo creer la suerte que tengo al haber encontrado a una mujer como tú, porque no hay otra igual, Bella, ninguna como tú, y eso voy a hacértelo saber el resto de nuestras vidas juntos.
No soporté mucha distancia y corrí hacia él para besarlo, subiéndome a su cuello para sentirlo a como diera lugar. Edward me sostuvo y me besó, sacándome un largo e inmenso suspiro.
—Siempre tienes las palabras correctas —susurré, mirando a sus verdes ojos—, sabes cómo hacerme llorar.
—Y tú sabes exactamente cómo completarme —aseguró, tirando con suavidad de mi nariz.
Nos reímos y volvimos a abrazarnos mientras el resto aplaudía.
—Tres —añadí, recordando sus palabras.
—Dos en la tierra, uno en el cielo —completó en mi oído—. Pero siempre juntos, recuérdalo.
Asentí mientras sollozaba.
—Eres el amor de mi vida —me dijo mientras me miraba.
—Y tú el mío, Edward.
Nos dimos un beso apasionado mientras sentía que las luces se iban oscureciendo alrededor y que una música suave comenzaba a sonar, una melodía que había escuchado en una ocasión.
Fruncí el ceño y me separé para contemplar sus ojos.
—No puede ser posible —dije, apretando su camisa entre mis dedos.
—¿Recuerdas esta canción? —preguntó mientras bailábamos, sosteniéndome el rostro con suavidad.
Me reí mientras sollozaba.
—¿Cómo no voy a recordarla? Es la misma que bailamos cuando tú y yo nos vimos por primera vez, cuando usaba…
—La peluca rosa —susurró.
Sonreímos.
—No pensé que ibas a acordarte del título.
—Aunque te pongas celosa de ti misma, es la canción que llevo recordando desde aquel instante, toda una vida —afirmó.
—Claro que me pongo celosa.
—Hey, me enamoré de ti de inmediato, ¡dos veces!
Puse los ojos en blanco y me reí, continuando con nuestro baile. Nos movíamos en medio de la pista, sonriéndonos y besándonos a ratos, no queriendo separarnos jamás.
—¿Dos veces?
—Dos veces —insistió, sosteniéndome la barbilla.
Inflé las mejillas y él me las besó.
—Digamos que esa mujer de peluca es mi principal rival.
—Hey, ¿y el chico malo al que tanto buscabas esa noche?
Le mostré la lengua, lo que causó nuestras carcajadas.
Finalmente nos quedamos en silencio mientras oíamos la canción con la que ambos bailamos por primera vez. Era sinigual. Me hacía transportarme a aquel lugar, como el tiempo en el que ambos ni siquiera sabíamos quiénes éramos, pero todo se había convertido, aunque pareciera extraño, en amor instantáneo.
—Sí, cariño, me he enamorado de ti dos veces. Parece que fue ayer que te vi dando vueltas con ese traje y la peluca rosa, y entonces bailamos esta canción, besándonos sin tapujos —susurró, besando mi cuello mientras bailábamos con todos los ojos de los demás observándonos—. Enloquecí aquella vez, pero también cuando te vi brincando en mi coche.
A pesar de que me daba vergüenza haberlo hecho, no me arrepentía, porque eso había significado conocerlo.
—Desde ese día no te saqué jamás de mi mente y logré mi cometido, hacerte mi esposa —siguió diciendo.
Yo puse mi cabeza en su pecho y cerré los ojos, oliéndolo, disfrutándolo y llenándome de él, mi esposo. Dios mío, ¿podía ser más afortunada? ¡Mi esposo!
Entonces alcé la mirada hacia él, reviviendo su atractivo. Edward me miraba con tanto amor, llegaba a entorpecerme y a hacerme sentir nerviosa. ¿Era posible que este amor siguiera creciendo, que llegara a doler ante su magnitud? A veces parecía imposible, pero ya sabía que no.
—Me enamoraste en un segundo —susurré.
—Tenía que hacerlo luego de que me flecharas de esa manera.
Me reí y luego me puse de puntillas, agarrada de su cuello.
—Eres el hombre más maravilloso que he conocido nunca —le dije mientras contemplaba sus hermosos ojos verdes—. Te lo he dicho muchas veces…
—Sigue diciéndolo —interrumpió con suavidad.
—Te lo diré cuantas veces me pueda la vida —añadí—. No puedo creer que ya soy tu esposa.
—Te amo inmensamente, Bella.
Cerré mis ojos con fuerza y continuamos bailando, escuchando esa melodía que sonó nuestra primera vez bailando, aquella noche que selló el comienzo de un destino que nos esperaba juntos.
Alguien carraspeó detrás de nosotros y luego tiraron de mi vestido con fuerza. Al bajar la mirada, vi a nuestros hijos vistiendo sus hermosos trajecitos que habíamos preparado especialmente para ellos. Fred llevaba un traje que combinaba con el de su hermana, el de él brillante como el sol, color marfil, mientras que Agatha se sostenía con un vestido turquesa precioso que brillaba de la misma manera. Cada vez que los miraba quería comérmelos a besos.
—¿Podemos bailar? —preguntó Agatha.
Nos reímos.
—Por supuesto que sí —afirmé.
Edward tomó a nuestra pequeña y la apoyó en su pecho para alejarse unos metros, bailando juntos. Ella se veía tan feliz. Cuando tomé a Fred, él se apoyó en mi hombro mientras tomaba una de sus manos para que bailáramos.
—Te ves tan bonita, mami —dijo, llamando mi atención.
Tomó una de mis mejillas y la acarició, para luego acercar su mano a mis labios, la que besé con dulzura.
—Pues tú te ves precioso.
Sonrió y luego suspiró.
—No quiero que papi y tú se separen nunca más —musitó.
Sentí mis ojos escocidos ante los recuerdos.
—Te prometo que eso no sucederá. Perdóname por haberte hecho pasar por tanto.
Negó.
—Eres feliz, mami, y la abuela Renée dice que para ser feliz hay que llorar. ¡También soy muy, muy feliz! —exclamó.
—¿De verdad?
Asintió.
—Te amo, mami, te amo mucho, mucho, mucho.
Me reí y lo abracé, apretándolo con la fuerza necesaria para explicarle con mis gestos que él lo era todo para mí. ¿Y no había sido por ellos que finalmente había conocido el amor?
—¡Mamá! —exclamó Agatha, corriendo para abrazarme también.
Edward recibió los brazos de Fred, que cuando lo vio simplemente dio un grito y le regó besos en todo el rostro. Verlos era… ah, tan hermoso. Pero cuando tuve a Agatha, la cobijé como si fuera un bebé y juntas nos fuimos hacia la zona de la fuente de agua, cercano a la laguna. Ella usaba el collar que le había regalado, prometiéndole que siempre estaría mamá a su lado. Cuando nos vimos a solas, Agatha continuó mirándome de manera contemplativa.
—¿Por qué demoraste tanto tiempo en aparecer, mami?
Le corrí los cabellos del rostro y los puse detrás de sus orejas.
—¿Por qué lo dices?
—Quería a mi mami mucho, mucho antes —enfatizó—, cuando era muy pequeñita.
Me reí.
—Sigues siendo pequeña. Eres mi pequeña. Y aunque no pude cambiarte los pañales ni darte el biberón, te estaré acompañando junto a papá cuando entres a la secundaria, luego a la universidad, cuando tengas tu novio… si es que Edward lo permite, claro. —Me reí y ella se sonrojó—. No importa cuándo nos encontramos, solo encontraste a mamá y mamá siempre estará aquí.
—Gracias por amar a mi papá.
Se me ennudeció la garganta.
—Ustedes y Fred lo son todo para mí. Son mi hermosa familia.
—Te amo mucho, mami.
Besé su frente con intensidad y seguimos dando un par de vueltas juntas, mirando nuestro alrededor.
Finalmente, todos los demás necesitaron de mí para continuar bailando, así como también de Edward. Así, la noche siguió transcurriendo, hasta que finalmente dimos con los juegos que tanto esperaban algunos —especialmente James—, el lanzamiento del ramo. Si bien, siempre fui reacia a participar de él, ahora quería ser yo la protagonista del lanzamiento, especialmente con todos mis amigos en medio del lugar. La mayoría se posicionó alrededor de mí, incluida mi madre, que solo quería molestar a un divertido Phil.
—¡Todos reunidos! —exclamé, moviendo mi hermoso ramo de girasoles para los demás.
¡Hasta Agatha estaba reunida! Dios, era tan divertido.
—¡Les voy a ganar a todas las malditas entrometidas! ¿Entendieron? —dijo James, abriéndose paso entre todos los demás mientras se corría el corto cabello de forma soberbia.
—Ni eso hará que te cases —molestó Vicky, mientras Rose daba brincos con su inmenso vientre.
—¿Lo dice la eterna soltera? —prosiguió su exmarido James.
Los dos se mostraron la lengua y finalmente se pararon delante de mí mientras continuaba jugueteando con las flores. Cuando ya todos se posicionaron a la espera del ramo, comencé a insinuar su lanzamiento, una y otra vez, causando más interés y expectación, pero entonces me di la vuelta y conté hasta tres, hasta que dejé caerlo con todas mis fuerzas. Al darme la vuelta entre los gritos de júbilo colectivo, vi a un emocionado James dando giros y giros de alegría por haber recibido mi ramo de girasoles. Parecía exagerado, pero él realmente estaba impresionado por haber recibido tamaño regalo. Y cuando creí que la situación no podía ser más hermosa, James le mostró el ramo de girasoles a un expectante Jonas y ambos acabaron sonriendo de una forma conectada y profunda.
La fiesta fue maravillosa y todo a mi alrededor era alegría. Nana estaba tan entonada con su novio, que los dos dejaron hasta sus bastones para continuar bailando. Era la noche perfecta.
Cerca de la una de la madrugada, Agatha y Fred estaban ya algo irritables por el sueño, pero se negaban rotundamente a dormirse. Edward miró la hora y a los chicos de la banda, que estaban vistiendo demasiado elegantes para su comodidad, y todos asintieron, como si ya supieran lo que se acercaba.
—Hey, escúchenme —dijo mi Bestia, agachándose para estar a la altura de nuestros hijos—. Ya es hora de que mamá y yo nos vayamos unos días para disfrutar, volveremos pronto, ya saben que eso ocurrirá. Sus abuelos están dichosos de ir con ustedes al remolque, ¿recuerdan lo divertido que es eso?
Los dos asintieron de forma rápida y luego me miraron, realmente ya extrañándonos. Me apretaban el corazón.
—Los llamaremos todos los días que estemos allá, ¿de acuerdo? —insistió Edward, a quien ya le temblaba la voz—. Y si ven a varias personas por ahí, tengan por seguro que son mis amigos y los amigos de tío Emmett cuidando todo a su alrededor. Los voy a extrañar.
Los abrazó a ambos y yo me agaché, en la medida que el vestido me lo permitió, y me uní a ellos.
—Los amo, por favor, coman toda la comida, lávense los dientes y… —Boté el aire, jamás me había separado de ellos, y de Fred… nunca en su corta vida.
Era muy difícil ser padre, porque costaba montones vivir una vida, aunque fuera un segundo, lejos de ellos.
—Háganle caso a mamá —murmuró Edward.
Los dos nos miramos, comenzando a dudar de irnos, a donde fuera que él tenía planeado, y dejarlos aquí. Sin embargo, mamá se acercó y se quedó con Fred y Agatha, tomando sus manos mientras nos instaba con una mirada a escaparnos juntos y disfrutar.
—Es momento de que descansen de ser padres y disfruten su amor, lo merecen. Sé lo que se siente, pero también lo necesitan. También estaré con ellos, nada malo ocurrirá ni ningún desconocido se atreverá a acercarse, somos demasiados los que estamos cuidando de ellos y daríamos la vida por su bienestar. —Con la mano libre me cubrió la mejilla y luego besó mi frente—. Has sido una madre ejemplar, es la primera vez que te separarás de ellos, pero te lo mereces. Te adoro, cariño. Y tú, Edward. —Lo contempló con una sonrisa—. Ya has hecho demasiado para llevarte a mi hija allá, ¡vamos! No pasará nada, ¡disfruten! Está bien ser padres, pero ahora son esposos y merecen vivir un momento juntos sin que nadie moleste. ¡Ya! ¡Se me van!
Edward y yo sonreímos y nos besamos, relajándonos de a poco. Nunca creí que fuéramos tan aprensivos hasta ahora.
—Y espero que no se despeguen de la cama —chilló Nana, acercándose con su bastón.
—Nana —le reclamó Edward, ruborizándose sin parar.
Dios, me parecía tan adorable cuando alguien lograba sonrojar su bestial alma.
Recibí los últimos abrazos de mis hijos, a los cuales besé, abracé y apreté tanto como pude. Cuando Edward lo hizo, vi su barbilla temblar, hasta que finalmente los soltó con el dolor de su corazón. También recibimos los abrazos de nuestros amigos, a quienes les supliqué que cuidaran de ellos dado todo lo que estuvo sucediendo. Tanto Alice, Esme y Carlisle estaban todavía muy afectados por saber la realidad de Fred, se notaba en sus expresiones.
—¿Cuándo pensabas contárnoslo? —dijo Alice con los ojos llorosos, mirando a Edward con las cejas arqueadas.
—En el lugar y el momento correcto. Siento haberlo hecho así, pero Fred merece que todos sepan su realidad.
—¿Cómo fue? —inquirió Esme, suspirando de por medio.
—Éramos desconocidos, mamá. Saber esto solo aumentó el amor que siento por él —respondió.
Carlisle simplemente lo abrazó y se mantuvo mirando a Fred. No había cambiado nada de ello, la contemplación seguía siendo repleta de puro amor, pero ahora sabían algo más que, sin duda, hacía de nuestra conexión y la existencia de Fred, un tesoro divino.
—Nunca voy a perdonarte el que me hayas dejado así —gimió Esme, abrazándome—. Aún tengo tantas preguntas.
—Lo sé —susurré, sobando su espalda mientras la escuchaba llorar en silencio—. Sigue pareciendo un sueño.
—Ve, hija mía, que los dos merecen un momento en solitario para disfrutar su amor.
Sentimos un silbido y vimos a Jonas palpando el asiento de la motocicleta roja de Edward. Esta tenía tarros amarrados para arrastrarlos y un cartel con flores que decía "recién casados".
—Sé que no es tan original, pero quería sorprenderte… —comenzaba a decir Edward, sin embargo, me subí a su cuello y lo besé sin pensarlo más.
—Es maravilloso —le dije.
—¿Nos vamos?
Sentí tanta emoción que pude disfrutar de ese estremecimiento en mi vientre que solo él podía provocarme.
Edward me sonrió y me tomó entre sus brazos, causándome carcajadas espontáneas. Me sentó en la motocicleta y él se posicionó delante de mí, dispuesto a avanzar. Agatha y Fred se despidieron de nosotros una vez más, y antes de que nos fuéramos, les dijimos que los amábamos y que nos veríamos pronto.
—¿Lista para la aventura, mi amor? —me preguntó antes de ponerse el casco.
—Siempre estaré lista para cualquier aventura, mientras sea contigo.
Me guiñó un ojo, se terminó de acomodar el casco al igual que yo, y finalmente nos fuimos juntos en aquella moto, yo abrazada a su cintura y cobijada en su amplia espalda, disfrutando de lo que significaba ya ser la esposa de Edward Cullen, la Bestia.
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Ya pasaba de las dos y media cuando Edward aparcó cerca de la salida de Chicago. Cuando vi que nos esperaba un coche con uno de los chicos de la banda en él, no supe qué esperar y me adentré a esa aventura que él tanto esperaba darme. Una vez dentro, me acomodé en su pecho mientras cerraba los ojos, disfrutando de su calor. Él besó mis cabellos y me rodeó con sus brazos tatuados, sacándome suspiros. Al subir la mirada, encontré sus ojos ante los míos y una sonrisa preciosa naciendo de sus labios.
—¿Está muy cansada ya, señora Cullen? —me preguntó, tirando de mi barbilla.
Oh, cielo santo, sonaba tan maravilloso.
—Bien, nunca he sido partícipe de ocupar el apellido de un hombre, pero me declaro culpable contigo.
Se rio y me besó.
—Sí, estoy muy cansada, pero estoy ansiosa por ver a dónde vamos.
—Duerme, mi amor, en mis brazos nunca pasará nada —susurró, continuando con sus caricias en mi cabello.
Me acurruqué mucho más y él me apretó con añoranza.
—Es mi lugar favorito, debo decírtelo.
Bostecé y luego cerré mis ojos, durmiéndome en su torso.
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Pasaba de las cuatro de la madrugada cuando abrí mis ojos y el coche cruzaba los espacios para entrar al estacionamiento del aeropuerto de Illinois.
—Hey, despertaste —susurró Edward, que ya se veía muy cansado.
—¿Estamos en el aeropuerto? —quise confirmar.
Sonrió.
—Así es.
Abrí mis ojos de par en par.
—¿A dónde vamos?
—Ya lo verás. Es una sorpresa, mi regalo de luna de miel.
—Cariño —gemí, saltando a su cuello para besarlo.
Cuando el amigo de Edward salió del coche, él abrió un bolso y sacó algo de ropa.
—Es bueno que nos cambiemos. Tenemos que abordar el avión en quince minutos.
—¡¿Quince minutos?!
Sonrió divertido.
—Así es.
Me puse rápidamente los jeans y la blusa roja, tomándome el cabello en una cola de caballo alta. Cuando estaba terminando de ponerme los mocasines, vi a mi hombre sosteniéndome la puerta para marcharnos.
—¿Lista?
—Lista.
Tomé su mano y nos dirigimos hacia el aeropuerto mismo. Todo parecía muy diferente desde la última vez que estuve aquí, que había sido hacía muchísimo tiempo, cuando fui con mis amigos a México. Ya era necesario abordar, así que nos dirigimos a la cabina, desde donde Edward mostró nuestros pasaportes, mismo que seguramente había conseguido con ayuda de mi madre.
—Bienvenidos al vuelo. Por favor, tengan la amabilidad de abordar —dijo la azafata a la entrada.
Edward me permitió la parte de la ventana y él se sentó a mi lado, ofreciéndome su mano. Yo puse la mía sobre la suya y entrelazamos nuestros dedos, suspirando ante lo que se aproximaba. Cuando el avión comenzó a elevarse por los cielos, nosotros continuamos besándonos, disfrutando todavía más lo que significaba este día tan especial.
—¿No me dirás hacia dónde nos dirigimos? —le pregunté.
Apretó los labios para no reírse.
—Cuando veas el cielo que allí reside, te lo diré.
—Eres increíble.
Él apoyó su cabeza en el asiento y se quedó mirándome mientras acariciaba mis mejillas. Se veía muy somnoliento.
—Duerme aquí. —Le enseñé mi pecho—. Necesitas descansar.
Lo abracé mientras acomodaba su cabeza ahí y luego acaricié sus cabellos con lentitud, hundiendo mis dedos en cada sedosa hebra cobriza. Él finalmente se quedó dormido, demasiado relajado para darse cuenta de cómo lo miraba descansar. Estaba perdidamente enamorada de Edward y cada segundo que pasaba con él era un tesoro que jamás iba a volver a desperdiciar.
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Luego de una escala en Copenhague y varias horas de vuelo, cualquiera diría que era un momento tedioso, sin embargo, el poder estar con él seguía siendo algo maravilloso. Entre dormir, comer y mimarnos juntos, no nos hacía dar cuenta de cómo pasaba el tiempo.
No fue hasta que desperté y vi un cielo realmente diferente, que comprobé que ya estábamos donde Edward esperaba sorprenderme. Él continuaba durmiendo, aferrado a mis senos como si se le fuera la vida en ello.
—Mira qué bien aprovechas —susurré, viendo sus labios cerca del canal.
Jugué con su expresión pacífica y luego le besé la frente, lo que hizo que despertara lentamente.
—Ya estás despierto, dormilón.
—¿Qué hora es? —inquirió.
—No lo sé, pero mira, ¿no es hermoso el cielo?
Miró por la ventana y noté de inmediato que el lugar era un viejo sitio conocido para él.
—Claro que lo es —susurró.
—Buenos días —saludó el capitán—. Ya son las siete de la mañana y nos encontramos aterrizando en el Aeropuerto Internacional Suvarnabhumi.
—¿Su…? ¿Qué? —Miré a Edward, buscando respuestas.
—Bienvenidos a Bangkok —añadió, haciendo que botara el aliento en un segundo.
¡Bangkok!
—Bienvenida a nuestra luna de miel en Tailandia, mi amor —susurró Edward en mi oído.
Estaba sin habla. ¿Me había traído realmente a Tailandia? Oh, Dios mío, no podía creerlo.
—Edward —gemí.
—Es todo lo que merece mi esposa. ¿Qué dices? ¿Te gusta?
De solo ver el mar tras la ventana, me quedaba sin palabras para expresar el entusiasmo que sentía.
—¡Me fascina! —chillé.
Se rio y me besó.
—Te amo. Te daré la mejor luna de miel que puedas tener —susurró en mi oído.
Cuando bajamos, pudimos sentir de inmediato el calor del lugar. Era diferente. Edward respiró hondo y miró a su alrededor, como si volviera a un sitio al que esperaba regresar algún día.
—Recuerdo que estuviste aquí hace un tiempo atrás —dije, llamando su atención.
—Sí —dijo—. Con el primer amor de mi vida, Agatha.
Sonreí.
—Tenía tres, ¿no?
Asintió.
—Estuvimos un año conociendo el sudeste asiático luego de conseguir la tutela completa, pero llegar aquí hizo que todo mejorara. Estar aquí con ella significó que me llamara papá, libertad, poder aventurarnos y conocer diferentes culturas y… —Suspiró—. Fue cuando reconocí que todo había valido la pena en realidad. Ahora que regreso, pero contigo, con mi esposa… es reconocer aún más que todo sigue valiendo la pena y sí, somos libres al fin de aquel pasado que nos consumía tanto.
Escucharlo me emocionaba. Quería que fuera libre, que aquellos remordimientos que nos unían no existieran más. Yo no tenía nada que perdonarle y él tampoco a mí.
—He aprendido mucho desde ese momento hasta ahora, soy un hombre diferente en algunos aspectos, pero el mismo en esencia. Hay muchas aventuras que quiero mostrarte, pero también vivir cosas nuevas que solo quiero contigo. ¿Vienes conmigo? —Me tendió su mano, la misma en la que estaba su nuevo anillo de casado.
No dudé ningún segundo en tomársela, la mía estaba unida a la suya en menos de un respiro.
Nos fuimos adentrando en la ciudad de inmediato, todo era tan diferente que no dejaba de mirar de una esquina a otra. ¡Había edificios inmensos! Edward me llevó a comer a uno de los restaurantes que había en la zona central, el gran Pad Thai de Bangkok. Me parecía increíble que mi marido haya podido conseguir replicar de manera tan similar las maravillas de su cocina. Luego de eso seguimos caminando en medio del gentío, lo que también me hacía notar cómo las mujeres miraban a mi hombre desde los pies a la cabeza.
Vaya.
—Veo que no están acostumbradas a ver un hombre tan guapo como tú en estos lugares —susurré.
Él solo se rio y me apretó aún más la mano, besándola en el intertanto.
—Digamos que no tengo nada muy especial, pero los tatuajes suelen ser algo que sí llama la atención.
Entrecerré mis ojos y él me apretó la nariz.
—Debiste disfrutar maravillas de las regalías femeninas en Tailandia.
—No con Agatha, la verdad.
Le mostré la lengua.
—Me encanta cuando actúas así —dijo mientras pasaba su brazo por mi cintura—. Te tengo una sorpresa aún mejor.
—¿Qué?
—Voy a llevarte a la mejor playa que existe aquí, oculta entre muchos acantilados. No tienes idea de la magia de ese lugar. ¿Y sabes qué será lo primero que haremos llegando a ese paraíso? —me preguntó, arrinconándome en medio del gentío, ya cerca de una pared.
Me reí y subí mis brazos por su cuello.
—¿Qué será lo primero que haremos?
—El amor.
Ay, mi vientre.
—¿Sí?
—Sí, tú y yo, en medio de la arena blanca, con las olas bañando nuestros pies.
Qué dichosa era.
Salté a sus labios y me los devoré, para luego separarme para abrazarlo y disfrutar de la felicidad que significaba estar con él. Sin embargo, al momento de mirar por detrás de él, vi en una de las esquinas de las calles a un hombre contemplándonos, un hombre que se parecía enormemente al ser que menos esperaba ver en mi vida.
—Dimitri —gemí.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, primero pido perdón por la demora, pero las cosas no han sido fáciles para mí el último tiempo, quiero pedir por favor que si no les gusta lo que les entrego, dejen de leer y ya, pero dejen de acosar con sus mensajes déspotas, hirientes e insultantes, es completamente desgastante y sé que disfrutan haciéndole daño al resto, solo quiero pedir que paren con su acoso que es insostenible, no me interesa leer su mala onda ni las ganas que tienen de que decaiga con mi ánimo. Con respecto a la historia, ¿qué piensan de la boda? Quise que fuera completamente a su estilo y espero haber entregado esa visión, hubo tantos detalles, pero sin duda el del amor que se tienen estos dos debía ser la pieza principal del capítulo. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco los comentarios de Simone Ortiz, Mss Brightside, Wenday 14, LadyRedScarlet, krisr0405, Mime Herondale, lindys ortiz, Valevalverde57, BreezeCullenSwan, AnabellaCS, sollpz1305, Belli swan dwyer, CelyJoe, Stella Mino, Dominic Muoz Leiva, Jeli, barbya95, lauritacullenswan, Ana, esme575, ELLIana11, SeguidoradeChile, Tereyasha Mooz, Pancardo, Eli mMsen, PanchiiM, Anita4261, Mari-bella-Cullen-Swan, kpherrerasandoval, Florencia, Liliana Macias, JMMA, anlucullen, Pam Malfoy Black, cavendano13, EloRicardes, Brenda naser, ale173, Poppy, natuchis2011b, ValeWhitlockGrey, kathlenayala, Ana Cullen Lutz, Gladys Nilda, Freedom2604, Bell Cullen Hall, maribel hernandez cullen, ClaryFlynn98, calia19, angelaldel, Leah De Call, bbluelilas, Jocelyn, Yoliki, Jessenia Torres Hurtado, patymdn, Pameva, DanitLuna, Bitah, ibeth garcia, EriiCullen07, ConiLizzy, Liz Vidal, solecitonublado, ELIZABETH, jhanulita, twilightter, jackierys, DannyVasquezP, Sther Evans, Noriitha, Adriu, Mapi, PielKnela, morenita88, viridianaconticruz, NoeLiia, Ana Karina, carlita16, catableu, Alejandraltm, alejandra1987, Tata XOXO, llucena928, miriarvi23, Cullen-21-gladys, diana0426a, Brenda Cullenn, almacullenmasen, somas, Elizabeth Marie Cullen, Ady denice, Aidee Bells, Melany, MissDeadlyNightShade, Fallen Dark Angel 07, NarMaVeg, Johanna22, lolitavenegas, valentinadelafuente, caritofornasier, MakarenaL, Vero Morales, Ivette marmolejo, alyssag19, Jade HSos, rosycanul10, Elmi, Lore562, Coni, saraipineda44, Vanina Iliana, merodeadores1996, rjnavajas, LizMaratzza, Angel twilighter, miop, dana masen cullen, luisita, Ceci Machin, Rero96, beakis, Diana, Flor Santana, Valentina Paez, Kamile Pattz-Cullen, CazaDragones, KRISS95, Santa, dayana ramirez, Naara Selene, AndreaSL, sool21, Toy Princes, valem00, joabruno, Veronica, Lu40, MarieCullen28, GabySS501, shinygirl12, Veronica, kedchri, Claribel Cabrera, Claribel cordero, CCar, Twilightsecretlove, debynoe12, lovelyfaith, gesykag, Smedina, ari kimi, Liliana, NaNYs SANZ, Bobby Nat, Nicole19961, MariaL8, Natimendoza98, Adrianacarrera, Rosana, Karensiux, Mentafrescaa, Fer Yanez , liduvina, jupy, roberouge, Gibel, valeeecu, Beastyle, Fernanda javiera, Maryluna, kaja0507, debynoe12, Mayraargo25, Salve-el-atun, Mar91, Wenday 14 y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que tienen sus palabras, su entusiasmo y su cariño, de verdad gracias
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