Capitulo 51 – Diana – Accidente.
Mentiría si dijese que no estaba tensa.
Intentaba mantener la compostura, intentaba prestar atención en sus clases, intentaba ser la típica buena estudiante que siempre había sido.
Pero los recuerdos en su cabeza parecían ser cada vez más vividos con el simple hecho de ver a la castaña un par de asientos más adelante.
La veía reír, la veía hacer esos gestos tan propios de ella, tan alocados, tan despreocupados, tan divertidos.
Entonces la imagen cambiaba en su cabeza.
Recordaba su rostro rojo, sus ojos entrecerrados, su cuerpo tembloroso.
Jamás imaginó que sería capaz de hacer que la castaña se comportase de esa forma.
Cerró los ojos un momento, con su rostro enfocado en el libro en su pupitre.
Mala idea.
Prácticamente podía escuchar los gemidos de Akko en sus oídos, rebotando en cada parte de su cabeza.
Esa mañana, al despertar, se sintió curiosa, se sintió deseosa. Ver a la castaña ahí, durmiendo plácidamente, aun con algunas prendas, era casi como una invitación, como un desafío. Lo que sintió en la noche fue algo único, y quería hacer sentir a la chica así de bien. Quería devolverle el favor, como se solía decir. Quería sentirla, que fueran la una de la otra, y no quería perder ni un segundo para no arrepentirse después.
Todo parecía difuso en su memoria, no recordaba con claridad como se dieron las cosas, solo recordaba con intensidad el ardor en su pecho y los escalofríos en su columna.
Los brazos de Akko rodeándola, al igual que sus piernas, forzando a que sus cuerpos estuviesen aún más unidos. El calor era agobiante e intenso, pero era incluso irresistible. Intentaba hacer las cosas con calma, pero la voz la alentaba a avanzar, a seguir, a no dudar ni un solo segundo. Suplicante, insistente. Su mente parecía desconectarse a cada segundo, y su cuerpo parecía ser libre, parecía moverse con conciencia propia, todo por instinto.
Se movía, ella se movía, y sus cuerpos parecían moverse con inercia similar, con el mismo ritmo, con la misma impaciencia. Estaba sudando, estaba agotada, pero era como si una fuerza ajena la ayudase a seguir adelante. Akko soltó un gemido que aún le causaba escalofríos en su cuerpo de solo recordarlo, y luego solo hubo silencio. Se quedaron ahí, inertes, recuperando el aliento, la respiración, volviendo en si lentamente, jadeando.
Lo único que la chica le dijo fue 'Guau', lo que causó una risa en ambas.
Sintió un último escalofrió en su cuerpo, e intentó recobrar su compostura, aún seguía en clases después de todo. No entendía cómo podía caer tan fácilmente en aquellos recuerdos. No podía ser tan débil de mente, ¿no?
Sintió su rostro arder, tal vez aún más, cuando notó los ojos carmines mirándola desde su pupitre, sus brazos apoyados en la madera, a solo unos centímetros del libro el cual fingía leer. Su rostro parecía divertido y curioso.
Dio un vistazo alrededor, la clase parecía haber terminado y debían de estar en receso.
¿Cómo no escuchó nada de eso?
Akko le sonrió de forma picara.
"¿Qué pasa, Diana? ¿Estuviste pensando en cosas sucias?"
La miró con molestia, odiaba cuando Akko sabía exactamente lo que pasaba por su mente, sobre todo si se trataba de cosas así. Soltó un suspiro, negando, intentando mantenerse compuesta y no darle la razón. Esta solo soltó una risa, sus mejillas levemente sonrojadas y no pudo evitar sonreír al verla.
Realmente estaba enamorada.
Sus amigas no estaban en el salón, y se dio cuenta de eso cuando Akko tomó la silla de Hannah para sentarse cerca suyo. Sacó su teléfono de su bolsillo, y se veía tan enfocada en mostrarle algo, que no la regañó por andar con el aparato en la escuela, lo cual estaba prohibido.
Lo primero que vio fue una fotografía de la pelirroja con sus antebrazos morados.
Akko parecía sorprendida y emocionada de cierta forma.
"¿Qué le pasó a Anna?"
Le preguntó, consternada.
"Me dijo que Weiss la golpeó con una de las espadas de madera que le mencioné."
"¿Que?"
Ya encontraba extraño el que la chica hubiese llamado a Akko en la media noche para preguntarle sobre armas japonesas, pero enterarse de eso parecía extraño e incluso surreal. Había escuchado que Weiss solía hacer esgrima, pero no tenía idea que Anna también sabía sobre algún tipo de combate. Si bien Weiss podía ser un poco…mala, sabía que jamás lucharía con alguien desarmado, mucho menos con alguien que no tuviese la habilidad que ella tenía. Una mujer difícil pero honorable.
Ya quería saber cómo llegaron al punto para que la pelirroja tuviese lastimados los brazos de esa manera. Anna era fuerte sin duda, así que también le gustaría saber cómo quedó la peliblanca luego del enfrentamiento.
Se quedó mirando a Akko mientras esta seguía revisando su celular, distraída del mundo a su alrededor.
Al parecer habían pasado muchas cosas mientras ellas se fueron de viaje.
Se sintió sonrojar, sobre todo cuando Akko terminó apoyando su cuerpo en el suyo, su cabeza en su hombro, y todo su aroma inundó sus sentidos.
Podía notar como esta seguía moviendo su dedo por la pantalla, a veces soltaba una risa.
No entendía, pero el receso parecía mucho más largo de lo normal.
No quería sonar demandante, pero ya quería tener unos momentos a solas con la castaña.
Dio un salto, con sus mejillas ardiendo, cuando Hannah apareció en su periferia, su rostro considerablemente molesto debido a que alguien usurpó su asiento sin permiso alguno. Sus ojos estaban fijos en la castaña, mientras esta parecía seguir en lo suyo.
"Deberías volver a tu asiento."
Su amiga habló, con un tono cansado y molesto, podía notar a Barbara mirando de reojo. No sabía que decirles, así que bajó la mirada al notar como Akko estaba silente.
"¿No me escuchaste, retrasada?"
Iba a reprochar el tono exasperado y las palabras fuertes de su amiga, pero no pudo. Esta ya había golpeado el hombro de la castaña, y esta, como peso muerto, cayó en sus piernas.
No pudo evitar soltar un chillido al sentir el peso ajeno en su regazo.
Akko se había dormido, o caído inconsciente, no lo tenía muy claro.
Ahora sí que estaba roja.
Notó como Hannah también parecía entrar en calor.
"Pero que atrevida."
Dijo Barbara, con un tono de reproche, pero parecía divertida con la escena.
Por su parte, no sabía qué hacer, ni que decir.
Miró a sus amigas, con la intención de decirles algo, aunque sea para disculparse por la actitud de su novia, pero Hannah solo se levantó de hombros, soltando un fuerte suspiro.
"Tú ganas esta vez, pero no dejaré que uses a Diana como escudo todo el tiempo."
Barbara soltó una risa burlesca, y ambas caminaron hasta otro pupitre, sentándose cerca de las amigas de Akko, las que parecían cómodas con su presencia. ¿Cuándo habían empezado a hablar entre ellas? Incluso Amanda parecía estar ahí, hablando tranquilamente como si fuesen amigas desde siempre.
Se sentía un poco ajena a todo, un poco sola. Era gracioso, porque era Akko quien parecía ser la razón por la que todas hablasen entre ellas. Sin embargo, ahí estaban, alejadas de todas, y parecía que a los demás no les molestaba. Eso parecía ser bueno. Era como si se hubiesen acostumbrado a la relación que tenían.
Miró hacía abajo, notando como Akko seguía ahí, con sus ojos cerrados y sus labios entre abiertos.
Pasó sus dedos por el cabello castaño, sin poder resistirse a la tentación de tocarla. Ya no podía dejar sus manos quietas. Eso era…molesto de cierta forma. Al parecer la castaña la había vuelto un poco más humana, cosa que de igual forma le molestaba, pero parecía ser algo bueno después de todo.
Otro punto que encontraba estresante era el hecho de verse fácilmente distraída con la presencia de su novia a su alrededor. Si bien sus notas no habían bajado, se encontraba pensando en la chica muy a menudo, quedándose inerte sin hacer sus obligaciones. Y en ese instante, se había distraído aún más, ya que se dio cuenta que la profesora estaba en el salón cuando esta estaba a solo un metro de su pupitre. Dio un salto al notarla, con su expresión seria y claramente molesta con la chica que dormía plácidamente en sus piernas.
Nuevamente se vio entre la espada y la pared, sin saber si debía contestar algo o agravaría la situación. Lo mejor era despertar a la castaña.
La profesora fue quien lo hizo, gritando, fastidiada, el nombre de la castaña.
Había tres opciones posibles, que la chica despertase tranquila y agotada y se sentase correctamente, la segunda era que la chica se despertase como siempre, de forma abrupta, y la golpease en el rostro con su cabeza, y si esa situación era desagradable para ambas, la tercera y la que ocurrió, fue aun peor.
Notó sangre.
Akko se levantó tan bruscamente que terminó chocando con el pupitre, lastimando su nariz.
No se dio cuenta de sí misma, de lo que hizo, ni porque lo hizo todo sin pensar, pero se vio caminando hasta la enfermería con la castaña, mientras esta gritaba y sollozaba. Dejó de tener conciencia de su alrededor al notar la sangre correr por las manos ajenas, las cuales afirmaban su nariz herida. No escuchó a su profesora o a sus compañeros, ni supo que hicieron algo para detenerla, sin embargo, solo se movió, enfocándose más en la salud de la castaña. Todo por instinto.
Las clases eran importantes, pero la salud lo era aún más, aunque rara vez ocupaba ese pensamiento para sí misma.
Soltó un suspiro, dejando ir la culpa que subía por su pecho.
Nadie cuestionaba sus acciones de todas formas.
No demoraron en llegar a la enfermería. Guio a la castaña hasta una de las camillas. El lugar estaba silente y el aroma antiséptico le era tan familiar que le hacía acordar a su propia infancia.
Dejó a la chica ahí sentada, sollozando, mientras su ceño estaba fruncido. Parecía molesta con la profesora, o con el pupitre, o con su clara habilidad para lastimarse. Comenzó a limpiar la nariz lastimada, tocando el tabique, inspeccionando si no había nada fuera de su lugar.
Ni siquiera se fijó si estaba la enfermera, ya que tenía plena confianza en sus habilidades medicas.
"Tendrás que respirar por la boca, ¿Puedes?"
Akko asintió, mirándola con sus ojos carmines humedecidos. Se veía tan pequeña en ese instante.
El golpe era claramente más fuerte que aquella vez, donde solo se hizo un corte exterior en la nariz. Ahora se había lastimado por dentro, pero no era algo que necesitase de un médico, no era grave al menos, eso la dejaba respirado en paz. Detuvo la hemorragia con algodón y luego pasó a limpiar las manos de la castaña, las cuales seguían con los vestigios de su gran golpe. Se aseguró que esta estuviese bien, y tomó una compresa helada y la puso en su nariz, para que aliviase la inflamación.
Cuando terminó, notó como la castaña le sonreía.
Le llamó la atención, recordando como hace solo unos segundos seguía quejándose de dolor.
"¿Todo bien?"
Le preguntó, y esta soltó una leve risa, sonando graciosa al tener su nariz obstruida.
"Serás una gran doctora."
Sonrió al escuchar sus palabras, y sintió sus mejillas arder cuando la chica la abrazó por los hombros. Solo pudo negar cuando la castaña soltó un quejido, al parecer pasando a llevar su herida reciente.
"Y tú eres una pésima paciente."
Le dijo, seria, provocando que la chica riese con más fuerza. Finalmente la rodeó por la cintura, correspondiendo el abrazo.
Dios, como quería abrazarla. Casi sentía que la castaña se había herido a propósito para que pudiesen estar así, y claramente reprocharía dicha actitud. Sin embargo, agradecía aquello. Ese momento a solas que parecían ser difícil de tener en condiciones normales.
Como la extrañaba.
"Me enfadaré si te lastimas con la intención de que terminemos aquí a solas."
"Uhg, has descubierto mi plan maestro."
No pudo ver el rostro de Akko, pero se lo imaginó, y solo pudo sonreír.
Capitulo siguiente: Elsa – Libertad concebida.
Agradezcan a mi waifu, o yo olvidaría por completo subir capitulo a tiempo, soy la irresponsabilidad máxima. Espero disfrutaran ese capitulo tierno y sangrante. El siguiente será un poco más tenso, es de imaginarse que las bebés sean las unicas que tengan momentos tranquilos y comunes…por ahora.
Nos leemos pronto.
