Capítulo 60

En cuanto Sasuke llegó a la playa de Cullen acompañado de Temari, Naruto y Suigetsu, ya amanecía.

El vikingo, enloquecido, miraba hacia todos lados en busca de Sakura cuando detuvo su caballo, escrutó el horizonte y gritó:

—¡No! ¡Maldita sea! ¡No!

Todos siguieron la dirección de su mirada y, al ver varios barcos que se alejaban, horrorizados, no supieron qué decir.

Sasuke se bajó del caballo histérico y comenzó a caminar de un lado a otro destrozado. Había llegado demasiado tarde y Sakura ya se había marchado.

Temari se apeó y, tras mirar a su marido, se acercó al vikingo.

—Sasuke...

Pero aquel no podía parar de moverse mientras exclamaba desesperado:

—¡Se ha marchado, Temari! ¡Se ha marchado!

Naruto bajó a su vez de su caballo e iba a hablar cuando Sasuke dijo:

—Me enrolaré en un barco y...

—¿Qué tonterías estás diciendo? —preguntó Suigetsu.

Pero Sasuke, que necesitaba buscar soluciones para encontrar a Sakura, indicó mirando a Temari:

—Si te encontré a ti cuando te perdí en Noruega, también la encontraré a ella.

Conmovida, su cuñada asintió.

—Estoy convencida de que lo harás.

Desesperado, el vikingo daba vueltas en círculos por la playa mientras sus amigos lo observaban. Aquello no podía estar pasándole a él. Entonces se detuvo y declaró:

—Ingrid murió, me dejó... Y cuando por fin me concedo la oportunidad de volver a amar porque una maravillosa mujer aparece en mi vida llenándola de luz, locura y alegría y me da una bonita familia, lo hago tan mal que... que...

Naruto, entendiéndolo, iba a intervenir cuando Sasuke, mirando los barcos que se alejaban en el horizonte, gritó:

—¡Te quiero, Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai! ¡Te quiero y te voy a encontrar aunque sea lo último que haga en esta vida, porque eres la madre de mis hijos y todos te necesitamos!

Temari, emocionada, susurró entonces con una sonrisa:

—¿Por qué no le gritaste esto antes? ¿Por qué?

Sasuke cerró los ojos. Y, consciente de lo mal que lo había hecho, murmuró:

—Porque, como ella decía, soy... un tontito.

Oír eso hizo sonreír a Suigetsu y a Naruto, y mientras el vikingo y Temari hablaban, Suigetsu preguntó con curiosidad:

—¿Tan loco es el amor?

Naruto asintió.

—El amor, querido amigo —dijo Naruto mirando a la rubia—, es una simple palabra que no entiendes hasta que alguien llega para darle sentido. Puedes conocer a cientos de mujeres y disfrutar, pero cuando sientes que una de ellas te roba el aliento, el sueño, la paz y la vida, sabes que ella y solo ella es tu amor y tu mujer.

Suigetsu sonrió y, al ver cómo su amigo miraba a su esposa, cuchicheó:

—Y Temari es...

—Mi amor y mi mujer —declaró Naruto.

Suigetsu asintió divertido.

—Por suerte para mí, disfruto de las mujeres sin pensar en nada más.

—Hasta que llegue la que te haga pensar... —replicó su amigo.

Ambos sonreían por aquello cuando Sasuke, sumido en su desesperación, volvió a gritar en dirección a los barcos:

—¡Te encontraré, ¿me oyes, Sakura?! ¡Por Tritón que te voy a buscar y te voy a convencer como sea de que ya no hay un corazón entre tú y yo, porque solo te quiero a ti, maldita cabezota!

Suigetsu, que nunca había visto así a Sasuke, se acercó a él y, agarrándolo para que lo mirara, le aseguró:

—Prometo ayudarte. No te preocupes porque la encontraremos.

El vikingo asintió y, caminando de nuevo hacia la orilla, bramó desesperado:

—¡Te quiero, Sakura! ¡Te quiero, maldita sea! ¡Tú eres mi amor...! ¡Tú!

La angustia que todos vieron en su amigo era tal que no sabían qué decir. Sasuke siempre había sido un hombre comedido, sosegado, y verlo en aquel estado de descontrol no era fácil, pero de pronto oyeron:

—¿En serio soy tu amor..., tontito?

De inmediato, todos se volvieron. Aquella era la voz de Sakura. Y, de repente, las cabezas de la joven y de Matsuura aparecieron tras una duna.

Sasuke, al verla, corrió hacia ella y, abrazándola con desesperación para confirmar que no era un sueño, susurró:

—Tú y solo tú eres mi amor... Mi único amor.

Sakura sonrió y lo abrazó.

—Mi corazón es tuyo —añadió Sasuke mirándola a los ojos.

Dicho eso, se fundieron en un maravilloso beso de amor mientras Matsuura, Temari, Naruto y Suigetsu sonreían encantados.

Un beso...

Dos...

No podían dejar de besarse, de amarse, hasta que finalmente Temari, aproximándose a ellos, miró a Sakura y soltó:

—¡Te voy a matar! ¿Cómo no me dijiste que Sasuke te había dicho que te amaba?

La muchacha sonrió emocionada y, separándose de Sasuke, la abrazó. Aquella mujer, a pesar de querer con locura a su cuñado, la había ayudado sin pensar en las consecuencias, y eso era de agradecer. Cuando el abrazo acabó, Temari susurró al ver que una lágrima le corría por la mejilla:

—Pero si tú no lloras...

Sakura cabeceó y, tragándose las emociones, afirmó:

—Ahora lloro de felicidad. De absoluta felicidad.

Naruto y Suigetsu , tras abrazar a Matsuura, que una vez más había decidido continuar junto a Sakura, miraron con cariño a la joven. Que no se hubiera marchado era lo mejor que le podía pasar a Sasuke y, emocionados, la estrecharon también entre sus brazos; al mismo tiempo Sasuke abrazaba a Matsuura conmovido.

Así estuvieron un buen rato mientras amanecía, hasta que decidieron regresar a la fortaleza. Los niños y Janetta se iban a despertar, y tanto Sakura como Matsuura querían darles una sorpresa. Temari, gustosa, le ofreció su caballo al japonés y montó junto a su marido, mientras Sasuke, ayudando a Sakura, la subió delante de él.

La marcha de regreso la hicieron más tranquilos, y mientras disfrutaban del camino, Sakura, mirando Sasuke, iba a hablar pero este indicó:

—Cuando lleguemos a casa quiero que hagas con ella lo que te apetezca. Si quieres, la tiraremos abajo y...

—Sasuke, ¡no! —Ella rio.

—Cambiaremos muebles, tapices, habitaciones..., lo cambiaremos todo —insistió el vikingo feliz—. Mi hogar es el tuyo, y no quiero que nunca más vuelvas a dudarlo. —Eso hizo sonreír a Sakura, y a continuación el gigante pelinegro susurró—: Prometo que siempre intentaré hacerte reír. Sé lo importante que es eso para ti.

Ella lo besó complacida y, a continuación, preguntó:

—¿En serio ya no hay un corazón entre tú y yo?

Seguro como nunca en la vida, Sasuke asintió y le mostró su mano sin anillo.

—Ingrid es mi pasado —declaró—. Y tú, mi amor, eres mi presente y mi futuro. A ella la quise y a ti te quiero.

Conmovida porque aquel se hubiera quitado el anillo, ella tomó aire y musitó:

—No pretendo que la olvides, porque eso sería muy egoísta por mi parte, pero...

—Sakura —la cortó—, te mentiría si te dijera que la voy a olvidar. Pero créeme cuando te aseguro que tú me has hecho olvidar el pasado para hacerme ver el presente. Y en ese presente la mujer de mi vida se llama Sakura Mebuki Tsunade Nao...

—¡Por Tritón, Sasuke! No empieces como mi padre. —Ella rio divertida.

Tontita —se mofó él al oírla.

Ambos rieron por aquello prodigándose mimos, pero de pronto el vikingo preguntó:

—Hablando de tu padre..., ¿qué hiciste para no partir con él?

Al mencionarlo, la joven se emocionó ante el gesto desconcertado de Sasuke, pero, limpiándose las lágrimas, respondió:

—Hablamos. Discutimos. Nos retamos. Y, tras contarle cómo me sentía y por qué estaba allí, cuando subimos a cubierta para zarpar, de pronto me miró, me dijo que me quería más que a su vida y que permitirme regresar contigo era su prueba de amor hacia mí. —Sorprendido, Sasuke parpadeó y ella añadió con una sonrisa—: Ver que había cumplido mi promesa de regresar a pesar de que te amaba le hizo entender lo mucho que lo quiero y lo importante que es para mí.

Él asintió y Sakura, consciente de lo que aquel podía estar pensando, continuó:

—Papá y los tíos saben que no deben acercarse a mí para protegerme. Nunca volveré a ser Sakura Haruno a ojos de los demás, sino Sakura Mimura y...

—Sakura Namikaze —rectificó Sasuke. Y, sonriendo, añadió—: Aunque para mí, aunque no lo podamos decir, serás Sakura Uchiha.

—Será nuestro secreto pagano —dijo ella guiñándole un ojo, y luego agregó—: He prometido a mi padre y a mis tíos que siempre que vaya a Edimburgo, dejaré en la tienda de tío Pinwi una carta para ellos.

—¡¿Tío Pinwi?! —preguntó Sasuke y, sonriendo, añadió—: Ese es nuevo.

Sakura rio por aquello y, apoyando la cabeza en el fornido pecho de aquel al que amaba y por quien lo había dejado todo, no respondió, y él, consciente de lo que podía estar pensando, indicó:

—Te prometo que buscaremos la forma de que puedas verlos.

—Ojalá..., ellos son mi familia.

El vikingo sonrió. No conocía mucho al capitán Haruno, pero por lo poco que había visto de él, algo le decía que no pasaría el resto de su vida sin ver a su única Joya; entonces, recordando una cosa señaló:

—¿Sabes lo que mi padre decía sobre la familia? —Al oír eso, Sakura lo miró—. Decía que lo importante no es estar todo el día juntos, ni siquiera vivir juntos, sino que lo importante es quererse, respetarse y nunca, pase lo que pase, perder la unión.

—Muy acertado el pensamiento de tu padre.

Cabalgaron unos momentos en silencio y luego ella le pidió:

—¿Podrías parar un momento?

Sin dudarlo, él detuvo el caballo y la joven, mirándolo con amor, murmuró:

—Quiero preguntarte algo.

Sasuke, consciente de que seguramente ella tenía muchas preguntas, respondió:

—Lo que quieras.

La muchacha sonrió con gusto y, sin dejar de mirarlo a los ojos, se sacó del bolsillo del chaleco dos anillos y, enseñándoselos, declaró:

—Este anillo perteneció a mi madre y este, a mi padre. Sasuke Uchiha..., ¿quieres casarte conmigo?

Boquiabierto, él parpadeó. De todas las preguntas del mundo aquella era la última que esperaba, y, mirándola a los ojos, susurró:

—Te lo iba a pedir yo a ti.

Oír eso la hizo sonreír, y añadió:

—Podríamos casarnos a lomos de este caballo y...

No pudo continuar, puesto que Sasuke la besó. Besar a la mujer que amaba y, sobre todo, tenerla a su lado era lo mejor que le podía pasar en la vida. Y cuando el beso acabó, afirmó:

—Por supuesto que me casaré contigo.

Divertida, Sakura sonrió, y él, feliz como en su vida, mientras espoleaba al caballo para contarles la grata noticia a sus amigos, agregó:

—Pero esta vez lo haremos bien. Con fiesta, invitados y junto a nuestros hijos.

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Keith, seis meses después

Las gaitas sonaban y la gente bailaba. Se acababa de celebrar una boda en casa de Sasuke y Sakura y todo el mundo se divertía mientras danzaba alrededor de la hoguera.

La joven, feliz, abrazó a su tío Matsuura y a Janetta.

—¡Que seáis muy felices! —les deseó.

—Tanto como nosotros —añadió Sasuke dichoso.

Recordar su romántica boda cinco meses atrás los hizo sonreír a ambos. Aquel día lo habían pasado increíblemente bien.

Matsuura asintió encantado. En la vida imaginó que aquella dicha llegara a su vida y, tras besar con gusto a su mujer, afirmó mirándolos:

—Os aseguro que lo intentaremos.

Temari, Naruto y Suigetsu, junto a varias personas más, se acercaron entonces a los novios para felicitarlos. Las bodas siempre eran motivo de felicidad.

Sasuke, que llevaba sobre sus hombros a Siggy, besó en el cuello a Sakura y comentó señalando más allá:

—¿Has visto a Shii?

Sakura miró hacia donde le indicaba, y al ver al chico hablando y sonriendo con una niña, cuchicheó:

—¿En serio está haciendo lo que creo?

Sasuke soltó una risotada. Sin lugar a dudas, Shii estaba tonteando con aquella chiquilla, y Suigetsu, que los había oído, intervino:

—Espero que no os importe, pero le he dado un par de consejitos acerca de cómo deslumbrar a una mujer.

—¡Por Tritón, Suigetsu, que solo tiene once años! —exclamó Sakura.

Sasuke y él sonrieron, y de pronto oyeron una voz a sus espaldas que decía:

—Hola, Suigetsu Hōzuki.

Al volverse se encontraron con la preciosa a la par que complicada Sheena, una guapa viuda con la que Suigetsu se había visto varias veces y con la que se divertía.

Durante unos minutos Sheena habló con aquellos y, cuando se alejó, Suigetsu comentó:

—Me espera una buena noche.

Al oírlo, Sakura sonrió y Sasuke preguntó mirando a su amigo:

—¿En serio vas a seguir viéndote con ella? —Suigetsu se encogió de hombros y él insistió—: Al parecer, hace un par de días estuvo con Sai y la semana anterior con Gardel.

—No soy celoso —repuso su amigo—, y me consta que ella tampoco lo es.

Eso hizo sonreír a Sakura, pero entonces, viendo a unas muchachas que lo miraban, sugirió:

—¿Por qué no te fijas en otras jóvenes y te olvidas de esa mujer?

—Porque no busco novia ni mujer —dijo él mientras sonreía a las chicas.

—Pues créeme que te haría mucho bien —afirmó Sasuke.

Al oír eso Suigetsu rio y, mirando a su antiguo compañero de correrías, musitó:

—Que tú hayas caído en la marmita del amor no quiere decir que los demás lo deseemos.

Y, dicho eso, se alejó tan campante mientras Sakura preguntaba divertida:

—¿Y tú desde cuándo eres tan cotilla?

Sasuke sonrió, y, mientras veía a Asami correr tras Tritón junto a Mito y Hashirama, indicó:

—Desde que Sai y Gardel vinieron a la herrería e intercambiaron impresiones con respecto a esa mujer delante de mí.

—¿Y qué impresiones intercambiaron? —quiso saber ella; al ver cómo él la miraba, cuchicheó—: Cariño, mi parte pagana se muere por saber...

Feliz y encantado, Sasuke la besó y aseguró:

—Te prometo que te lo contaré esta noche, en nuestra habitación.

Ambos reían por aquello cuando el resto de sus amigos se les unieron y todos comenzaron a charlar.

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Aquella madrugada, una vez que la fiesta acabó y los invitados se marcharon, Sakura arropó a los niños y luego bajó al salón.

Allí, miró en derredor. Aquel salón, que en otro momento había sido oscuro y sombrío, era ahora un sitio repleto de luz. Como Sasuke le había dicho, tan pronto como regresaron a su hogar, la obligó a cambiar todo lo que no le gustaba de la casa.

De lo primero que quiso deshacerse Sakura fue del cabecero, donde estaba grabado el nombre de Ingrid, y del escudo labrado que había sobre la chimenea. Y Sasuke, sin dudarlo, lo respetó. Todo lo que ella dijera con respecto a ese tema estaba bien.

En cuanto al resto de las cosas de Ingrid, algunas se las llevó Temari y otras Sakura las reubicó en la casa. La joven no guardaba rencor a la exmujer de Sasuke. Al contrario, sin conocerla, le tenía aprecio, y le agradaba dejar claro a su marido y a todo el mundo que en su hogar y en su familia ella siempre tendría su espacio.

Gustosa y feliz por ver a Tritón durmiendo frente al enorme hogar, subió de nuevo la escalera y entró en su habitación.

Al llegar allí, vio sobre la piel del suelo que estaba ante la chimenea dos copas de vino preparadas. Eso la hizo sonreír.

La relación con Sasuke había ido a mejor en todos los sentidos. Ahora podían hablar de cualquier cosa, nada era tabú entre ellos, aunque de vez en cuando discutían si Sakura se metía en algún problema por defender a alguien de lo que ella consideraba una injusticia o sacaba aquel genio pirata que lo había enamorado.

La joven sonreía cuando la puerta se abrió y apareció Sasuke. Durante una fracción de segundo se miraron a los ojos, hasta que él susurró:

—Tengo algo para ti.

Oír eso hizo que el vello del cuerpo de Sakura se erizara y, con gracia, murmuró:

—Las hadas me acaban de avisar de que algo va a pasar.

Ambos sonrieron y él sacó de detrás de la espalda un kransen, la corona de flores que había llevado durante la boda de Matsuura y Janetta, y poniéndosela en la cabeza musitó:

—Estás bellísima...

Encantada, Sakura se acercó a él y sonrió. Nada le gustaba más que su marido la piropeara.

Los besos no tardaron en llegar...

Uno...

Dos...

Y cuando el vikingo la miró a los ojos y la vio sonreír, preguntó entre divertido y excitado:

—¿Te imaginas lo que estoy pensando?

Ella soltó una carcajada. La pasión que sentían el uno por el otro era irrefrenable, y con un gesto pícaro que hizo que el corazón del vikingo se acelerara, repuso antes de besarlo de nuevo:

—Probablemente.

FIN.