Todo lo que reconozcáis (y más) pertenece a J.K. Rowling. El resto ya es cosa de mi imaginación.

Hay noticias importantes en la nota al final de este capítulo. Pero vayamos por orden, ¡y visitemos a Bruce primero!


72. Ídolo


"A UN PASO DE LA GLORIA: LOS WARRIORS ESTÁN EN LA FINAL

Dando una sorpresa mayúscula, los Wollongong Warriors, sin su jugadora estrella Marlene Neeson-Mills (alejada de los campos durante dos meses debido a una lesión), vencieron ayer en la semifinal de la CITOQ a los Ruapuke Merrys con un marcador de 460 a 340 en un partido de casi nueve horas de pura intensidad.

Danny Lewis capturó la snitch en una persecución apasionante pero que acabó ganando con facilidad sobre su adversario de los Merrys, dándole la victoria claramente a los Warriors. La verdadera emoción del partido no estuvo alrededor de la snitch, sino de la quaffle.

Sin Neeson-Mills para liderar el ataque de los Warriors, todos los ojos estaban puestos en Rachel Conroy, listos para evaluar el desempeño de la cazadora como líder. Asumir que sería Conroy la líder, debido a su antigüedad en el equipo, fue el primer gran error de todo el mundo. En un giro inesperado, fue Bruce Vaisey quien ocupó la posición por primera vez en toda la temporada, algo para lo que nadie, ni siquiera los Merrys, estaba preparado. ¿El segundo gran error? Que los Merrys se relajaran al descubrir la noticia. El tercer y último gran error fue que no fueran capaces de modificar su estrategia en cuanto observaron que los Warriors, con Vaisey a la cabeza, les estaban destrozando.

Para resumirlo en pocas palabras, la actuación de Vaisey fue sencillamente impresionante. Su liderazgo inesperado dotó a los Warriors de un estilo innovador y dinámico. Si la máxima de Neeson-Mills es la efectividad, la de Vaisey es la maravilla. Nunca sabes con qué jugada te va a sorprender Vaisey: su trayectoria internacional se refleja claramente en su juego, alternando entre movimientos clásicos, modernos e invenciones propias. Su enorme repertorio, y la habilidad con la que lo domina, es un factor que potencia la imprevisibilidad de este jugador. También hay que destacar la habilidad con la que Rachel Conroy y Tommy Marini son capaces de seguirle incluso en sus momentos más inesperados; hasta la bludger que dejó fuera de juego a Marini, rozando la octava hora de partido, el trío de cazadores fue uno de los más espectaculares que se han visto en la CITOQ en la última década…"


La verdad era que Bruce no sabía cómo explicar lo sucedido en el partido contra los Ruapuke Merrys. Había sido sencillamente tan… diferente. Sus rivales no habían estado preparados para su estrategia, esperándose claramente un estilo más conservador y defensivo en ausencia de Marlene, y Bruce había decidido explotar eso al máximo. Les había atacado con todos sus recursos, y había funcionado. La facilidad con la que Rachel y Tommy se habían adaptado a ello y habían seguido sus ideas aun cuando parecían una estupidez también demostraba la destreza de sus compañeros. Había sido impresionante. Y cuando Danny hubo atrapado la snitch, dándole la victoria a los Warriors, fue una locura.

La prensa se había volcado con ellos; tardaron una eternidad en poder quitárselos a todos de encima. Al día siguiente, sus caras y sus nombres estaban por todos lados. Por si no hubiera sido suficiente, durante el resto de la semana los periodistas estuvieron merodeando constantemente alrededor de las oficinas de los Warriors, tratando de conseguir más declaraciones tanto de los jugadores como de los demás miembros del equipo... Pero sobre todo de Bruce. Todos querían saber cómo se las había arreglado para ocupar el sitio de Marlene, qué opinaba al respecto, y qué se sentía al ser el artífice del pase a la final de los Warriors cuando todo el mundo ya les había dado por eliminados. Y si eso no fuera suficiente como para agobiarle, cuando se acercó una tarde al callejón Hexágono, descubrió que apenas podía dar dos pasos sin que alguien le reconociera y se apresurara a saludarle, hablarle, felicitarle por su cumpleaños, pedirle un autógrafo o incluso una fotografía.

Fue todo un alivio cuando llegó el sábado, y con él, un nuevo partido de quidditch. Empezaba la tercera ronda de la Liga, y se enfrentaban una vez más a los Toowoomba Royals. Iba a ser un partido sencillo: su buscador titular había estado lesionado toda la segunda ronda y parecía que la cosa se iba a alargar todavía un poco más, porque aquel día tampoco apareció sobre el campo. Sin su buscador los Royals perdían a su mejor jugador, y se habían hundido en la clasificación, incluso por debajo de los Kakadu Finders. Bruce lo sentía por ellos, pero un partido fácil para despejarse y volver a jugar a quidditch, olvidándose de lo estresante que había sido esa semana y de su súbita explosión de popularidad, era justo lo que necesitaba.


Fue fácil, tal y como todos se habían esperado. La buscadora suplente de los Royals no infundía ninguna preocupación, y el resto del equipo parecía contagiado de una extraña indolencia, como si supieran que hicieran lo que hicieran, el partido estaba perdido. Con tales perspectivas, los Warriors fueron marcando a marchas forzadas y llegaron a los ciento cincuenta puntos de ventaja rápidamente bajo la dirección de Bruce. Si en el partido contra los Merrys había estado nervioso, contra los Royals los nervios se habían esfumado. Sabía que podía hacer el papel de líder. Sabía que sus compañeros le seguirían. Sabía que les saldría todo bien. Sabía que ganarían.

Era interesante la confianza que le daba a uno un buen partido.


—Hoy en el partido has estado más relajado que la semana pasada—observó Danny mientras volvían a casa.

—No sé por qué todavía me sorprende que te hayas fijado—respondió Bruce, agitando la cabeza con una sonrisa—. ¿No se supone que tú tienes que estar pendiente de la snitch?

—Tengo tiempo para estar pendiente de muchas más cosas aparte de la snitch—replicó Danny igual de sonriente.

Se habían marchado pronto del pub esa noche, aunque habían dejado a Rachel, Jane, Kyle, Tommy y Liam, el novato, dándolo todo en la pista de baile. El resto del grupo había insistido en ir a la zona mágica, a un pub del callejón Hexágono, porque querían disfrutar de la atención (por alguna razón que a Bruce se le escapaba) de ser el mejor y más valorado equipo del país. Habían empezado la noche en un reservado privado, pero tras unas pocas bebidas los demás habían querido unirse al gentío en la zona común. Pasados tres minutos y diecisiete personas desconocidas intentando hablar con él, a Bruce le había parecido suficiente y había decidido marcharse. Danny también parecía estar contenta de tener una buena excusa para irse.

—No sé cómo lo haces. Yo soy incapaz de ver la snitch hasta que tú no estás encima de ella.

—En parte es por mi herencia mágica. La gente del mar tiene muy buena vista, para ver más lejos en aguas turbias—reconoció Danny, y Bruce la miró con curiosidad.

Él no sacaba a relucir nunca el tema de su ascendencia de la gente del mar, porque sabía que la incomodaba, y la propia Danny lo mencionaba solo muy raramente. Cada vez que hablaba de ello voluntariamente era una pequeña sorpresa.

—No sabía eso—admitió Bruce—. No se me había ocurrido, pero tiene sentido.

—Es un rasgo todavía más marcado de la gente del mar del norte. En el Mediterráneo, de donde proviene mi familia, las aguas son generalmente muy transparentes, pero más hacia el norte…—explicó Danny— Y especialmente en algunas zonas de agua dulce. Las aguas en algunos lagos y ríos son tan oscuras que me agobia solo de pensar vivir ahí. A cambio, el gusto, el tacto y el olfato están menos desarrollados que los de los humanos. El oído de la gente del mar también es muy bueno. Mi madre puede oír ruidos y vibraciones que la gente normal no escucha, aunque Zach y yo ya no hemos heredado eso.

—Ni tampoco podéis respirar bajo el agua—recordó Bruce.

—No, pero podemos aguantar mucho la respiración. Lo máximo que he conseguido es media hora, Zach un poquito más. Mi madre sí que puede, y cuando era joven llegó a pasar una semana entera dentro del agua, aunque siempre dice que acabó con dolores de estómago y de cabeza. Al fin y al cabo, es mucho más humana que persona del mar.

—Parece fascinante.

—Algo bueno tenía que tener esta herencia—repuso Danny sin humor.

Habían estado caminando sin rumbo por Sídney, y al llegar a una calle vacía, hicieron una pausa para desaparecerse. Bruce esperó a que ambos hubieran entrado en su casa y dejado los zapatos en el recibidor, una costumbre de Danny, para continuar con la conversación.

—Fue difícil para ti crecer así—aventuró.

Danny se encogió de hombros, y se sentó en el sofá mientras dejaba que una taza de té se calentara frente a ella.

—A veces—acabó respondiendo en voz baja—. De niña no. Cuando era muy pequeña solo tenía lo bueno. Nadaba como un pez, era muy ágil, le caía bien a todo el mundo… Fue cuando empecé a acercarme a la adolescencia cuando comenzó lo malo. Verás, Vaisey, las leyendas cuentan que en la antigüedad, las sirenas del Mediterráneo hechizaban a los marineros con su voz y su belleza para capturarlos y arrastrarlos al fondo del mar. Esas historias no están del todo equivocadas, y de hecho hay gente del mar que todavía lo hace, como protesta por la contaminación de los humanos… Pero me estoy desviando del tema: lo que quería decir es que la gente del mar tenía, y todavía tiene, ese poder. Igual que los elfos domésticos o las arpías tienen su propia magia, diferente a la de los humanos, la gente del mar tiene el poder de hechizar con su apariencia, con la que básicamente hacen que los humanos se vuelvan incapaces de razonar. Como todos los poderes, es algo que la gente del mar puede controlar a voluntad. El problema viene con la descendencia. Cuando la gente del mar se mezcla con los humanos, ese poder va disminuyendo… a la vez que disminuye el control sobre él. En mi caso, mi poder es muy tenue, pero no puedo controlarlo en absoluto. Puedo interactuar con hombres con algo parecido a normalidad, pero siempre es tan obvio que esa atracción está actuando y que tienen que esforzarse para resistirse… Y de vez en cuando, hay situaciones en las que el poder se sale por completo y algunos hombres pierden verdaderamente la cabeza.

Bruce escuchaba con atención. No sabía casi nada de lo que Danny le estaba contando. Conocía las leyendas de las sirenas, pero no sabía nada de la realidad que había tras ellas ni sobre sus verdaderos poderes… Los libros no hablaban de aquello. Probablemente, ni siquiera muchos de los autores sabrían aquella información.

—Cuando llegué a la adolescencia, mi poder se desató prácticamente de un día para otro, y no estaba nada preparada. Mi madre no me había advertido de algo así: ella siempre había podido controlarlo, encantar y someter a los hombres a su voluntad cuando quería, aunque a veces le costaba más y otras menos. Suponía que para mí sería similar… Y por otro lado, mi hermano siempre ha sido más independiente, y en cuanto sus poderes aparecieron aprendió a lidiar él solo con ellos. No me advirtió de que no era exactamente como nos habían explicado. Y entonces… estaba a principios de segundo año, y los chicos empezaron a volverse locos por mí. Tenía trece años y… Bueno, imagínate, hasta entonces había sido como cualquier otra chica de mi edad. Me gustaban los chicos, fantaseaba con los guapos, cuchicheaba con mis amigas sobre quién nos gustaba, me sonrojaba cuando un chico mayor me miraba y me pasaba el día emocionada cuando uno me dirigía la palabra… ¿Puedes imaginarte lo que fue para mí cuando de repente los chicos empezaron a prestarme atención? Estaba eufórica, era como si todos mis sueños se volvieran realidad. Empezó con tonterías, pero apenas unas semanas más tarde ya me habían pedido salir un buen puñado de chicos, y hasta una chica. En un mes más le di mi primer beso a Neil, que estaba en cuarto curso, y me pidió ser novios, pero le dije que no. Me gustaba, pero también me gustaban muchos otros a los que sabía que yo les gustaba… Y me gustaba ser el centro de atención, los elogios, las miradas y que me dijeran cosas bonitas. No quería renunciar a todo eso de tantos chicos solo por Neil… Así que tuve muchas más citas, muchos más besos. Repetí con muchos, pero no quería quedarme solo con uno. Disfrutaba tanto con la atención… Así fue lo que quedaba de segundo curso, hasta que justo antes de que acabara, fue Joey Black quien me pidió salir, y Joey era… Bueno, el chico más deseado de todo el Colegio: guapísimo, en sexto año, divertido, listo, encantador... Una de las razones por las que rechacé ser la pareja de todos los que me lo habían pedido fue porque tenía la esperanza de que Joey me lo pidiera, y cuando lo hizo, le dije que sí de inmediato. Le dije que sí a todo. Salí con él, le besé, nos hicimos novios… Me acosté con él ese mismo verano. La verdad es que tenía miedo y no estaba preparada, pero él era Joey Black y era mucho mayor, y temía que me dejara si no le decía que sí… Pero resultó que acabó dando igual. A las pocas semanas de empezar mi tercer año, Joey se cansó de mí y me dejó. Ahora sé que Joey era mejor que los demás chicos resistiéndose a mis efectos, aunque en esa época eran tan fuertes a veces que incluso él acaba cayendo… Pero en cierto momento consiguió tener suficiente cabeza fría para entender que yo tenía apenas catorce años, y él, casi dieciocho. Era, a pesar de todo, una niña para él… Pero yo me sentí muy dolida, y reaccioné mal. Los meses, y años, que siguieron a eso… No es algo que me guste recordar. Creí que saliendo con los amigos de Joey, que acostándome con ellos, conseguiría ponerle celoso y querría volver conmigo, así que lo hice muchas veces. Era tan sencillo… No tenía que hacer nada y ya les tenía prácticamente haciendo cola para ser el siguiente. A ellos no les importaba saber que había otros, solo querían tenerme. Sobra decir que nunca funcionó. Joey se graduó sin más, pero yo seguí con aquello, ya no solo con sus amigos, sino con todos aquellos que se me acercaran y me parecieran atractivos. Pensaba que… ya no sé qué pensaba, en realidad. No creo que tuviera esperanzas de que Joey volviera conmigo, pero llevaba tanto tiempo haciendo eso que no sabía cómo parar, y aunque siempre me había gustado la atención, estaba empezando a agobiarme… En quinto curso, de alguna forma, me harté y decidí parar. Fue cuando me di cuenta de que era mi poder el que estaba causando todo aquello, la atracción insana de todos los chicos, que les diera igual que hubiera otros mientras pudiera ser suya un rato, la locura y las prisas que se apoderaban de ellos cuando estábamos juntos… Lo odié, todavía más cuando, por mucho que lo intenté, descubrí que era incapaz de controlarlo. En sexto año se me ocurrió una idea que me dio esperanzas: tal vez, si le daba la oportunidad a alguien que hubiera rechazado antes, las cosas serían diferentes. Así que empecé a salir con Hugh, que me lo había pedido otras veces pero había rechazado por no ser mi tipo. Todo fue bien al principio, pero durante muy poco tiempo. Yo quería hacer las cosas bien esa vez, ir despacio, tener una relación normal… Pero no funcionó. Hugh también acabó perdiendo el control, queriendo más, exigiendo más. Poco después, me cansé y me rendí. Me resigné a tener una vida alejada de los hombres, centrándome en mí misma, en el quidditch… Hasta que te conocí a ti.

La voz de Danny se apagó, y el silencio inundó el pequeño salón. Bruce tampoco dijo nada, pero se sentó junto a ella y la abrazó con fuerza.

Era escalofriante. Desde tan joven, atraer irremediablemente a los demás, estar sometida a sus deseos, estar tan atrapada como para no saber salir de todo aquello, sentirse impotente durante tanto tiempo… No podía ni imaginarse cómo se habría sentido ella.

—Lo siento mucho—murmuró Bruce.

Danny le acarició suavemente un brazo y le sonrió.

—No deberías. Contigo, ha sido la primera vez que me he sentido realmente bien, que me he sentido con poder para decidir en una relación. Es la primera vez que alguien me ha escuchado, y me gusta. Me gustas mucho, Vaisey. Mucho.

Bruce le acarició la mejilla con ternura. Estaba suave, caliente, un poco sonrojada.

—A mí también, Danny. También me gustas mucho.

—Creo que te quiero.

Bruce la besó apasionadamente, y Danny le correspondió de inmediato. Pero no le dijo que la quería.

¿Por qué? "Querer" era una palabra muy grande, una palabra que daba miedo y significaba algo muy profundo. Y Danny le gustaba mucho, y era encantadora y preciosa y fascinante y compleja, pero… ¿la quería? Querer a alguien era sentir mucho más que eso. Querer era mirar a una persona y sentir que la vida era mucho mejor solo porque ella existía, que todo era más vívido junto a ella, que se le hinchara el corazón al tenerla cerca y que sintiera que se rompía en pedazos si imaginaba que algo la iba a alejar de ella.

Y Bruce solo se había sentido así con una persona en su vida.


La semana siguiente no había partido, pero ya empezaban marzo y con él, encaraban la recta final de la competición: quedaban dos meses para el final de la Liga, y dos semanas más para la final de la CITOQ. A Bruce le parecía mucho tiempo todavía para considerarlo una recta final, pero tanto el entrenador como el resto del equipo técnico insistían mucho en lo vital que era cada día a partir de ese momento, así que decidió que no sería inteligente cuestionarles en voz alta.

Los entrenamientos se hicieron más largos, con Pete introduciendo varios ejercicios nuevos que había aprendido en una investigación de una especie de convención de entrenadores de hacía dos siglos, o algo así; la verdad es que no prestó mucha atención a la explicación, preocupado como estaba de no quedarse sin aliento. Little Pete también estaba enfocado en ayudar a mejorar a Liam el novato lo más rápido posible, ya que Marlene todavía iba a perderse mínimo tres partidos más. Aún y así, no parecía que fuera a tener muchas probabilidades de jugar alguno de esos partidos, no con la Liga en juego y tan ajustada. Pero que Liam mejorara era bueno para el equipo a largo plazo, y además, para los ejercicios de entrenamiento grupales también era una buena noticia que Liam pudiera seguir el ritmo de los demás cazadores; era mejor para todos, no solo para el propio Liam.

Bruce también siguió entrenando individualmente por las tardes con la intensidad de siempre. Ahora, a los rivales ya no les iba a pillar por sorpresa que fuera el cazador líder, ocupando el lugar de Marlene. Ya habían visto qué podía hacer, y se iban a preparar para ello. Por lo tanto, no podía relajarse, ahora menos que nunca, cuando tenía una responsabilidad que solo unas semanas atrás no podría haber imaginado. Entrenaba duramente… y entonces, una tarde, Liam el novato también apareció en el campo.

Fue toda una sorpresa para Bruce. En toda la temporada, ni uno solo de sus compañeros había sido visto en el campo fuera de los horarios de entrenamiento. Encontrarse de repente con compañía fue inesperado… aunque no desagradable. No había hablado mucho con Liam, en verdad; Tommy lo monopolizaba constantemente, pero por las pocas palabras que había cruzado con él le había parecido un tipo agradable. Todavía no se le había subido a la cabeza el estar en un gran equipo.

Bruce estaba en tierra, repasando unas páginas de su cuaderno, cuando vio entrar a Liam en el campo con la escoba al hombro y ropa deportiva. Observó con curiosidad cómo el chico paseaba con nerviosismo por el césped, antes de dirigirse hacia él y hablarle:

—Los de las oficinas me han dicho que tú siempre vienes aquí por las tardes—dijo, con lo que Bruce había aprendido a identificar como un fuerte acento del norte de Australia—, a entrenar. ¿Podrías enseñarme algo de lo que sabes hacer?

Bruce sonrió. De golpe, Liam "el Novato" Wilson le caía mucho mejor. Le gustaba lo directo que era, a pesar de su nerviosismo. Le gustaban todavía más sus ganas de aprender.

—Podría enseñarte algo—asintió Bruce—. ¿Qué es lo que quieres aprender?

—El Wollongong Shimmy, para empezar. Y la Vaisey's Stop. Y luego, el Kyoto Slide.

Bruce no pudo evitar soltar una carcajada.

—¿Tú no apuntas bajo, verdad?

Por primera vez esa tarde, Liam sonrió. Había algo de nervios, pero también confianza en esa cara morena.

—No estaría aquí si no creyera que puedo con eso y más.

Le miró con aprobación.

—Bien, Liam, pues espero que estés preparado.


Entrenar con Liam le devolvió atrás en el tiempo, a cuando estaba en Nueva York y eran Amanda o Alex quienes le acompañaban sobre el campo. No tenía la misma confianza con Liam que había tenido con las chicas, y el rol que tenían también era muy diferente: Liam tenía que aprender mucho más, y él tenía muchas más cosas para enseñar. Pero por otro lado, Liam también tenía mucho más entusiasmo, y no se quejaba en absoluto de las largas horas que a Bruce le gustaba pasar ahí. Al contrario, si Bruce no le hubiera recordado que también tenía una vida fuera del campo (y una novia que probablemente le esperaba en casa), muchas tardes Liam se habría quedado allí hasta el anochecer.

Eran entrenamientos provechosos. Liam aprendía rápido: Caitlin Rhodes había elegido bien. Y aunque pasara gran parte del tiempo enseñándole a Liam, el que Bruce usaba para practicar y perfeccionar sus propios movimientos también era más eficiente. Y algo que Bruce había echado de menos era el poder ensayar nuevas jugadas con un compañero, lo que también había entusiasmado a Liam más allá de lo imaginable.


Pasar más tiempo en el campo, entrenando, significó que salía menos a la calle, lo que tampoco le supuso un problema a Bruce, porque parecía que su popularidad iba aumentando día a día. Ya no podía ir al callejón Hexágono sin agobiarse por toda la gente que le buscaba, y aún cuando usaba disfraces (gorra y gafas de sol, y estaba empezando a plantearse cómo de mal podía salirle un hechizo para ponerse una barba temporal) la gente se las ingeniaba para reconocerle, sobre todo los periodistas. Aunque la especialidad de Bruce era ignorar a fotógrafos, reporteros y todo aquel cotilla que se dedicara a intentar interrogarle sobre su vida, no había manera de deshacerse de ellos en ningún lado.

Cuando se iba a las calles mágicas de otras ciudades la cosa mejoraba un poco, pero seguía encontrándose a aficionados amigos y rivales con frecuencia; e incluso paseando tranquilamente por el mundo muggle se había llegado a topar con alguien que le reconocía e insistía en llamar su atención, por muy rodeados de muggles que estuvieran. Por todo eso, ya se había acostumbrado a pedir un reservado a cualquier sitio al que fuera a comer o cenar con Danny, algo que meses atrás no habría pensado que llegara a necesitar. Ahora, agradecía la privacidad, aunque solo fuera durante lo que duraba la cena.


Los Lobethal Creators estaban en racha: habían ganado a los Melbourne Fighters en la anterior jornada al límite en un partido que había durado dos días, con lo que sumaban cuatro victorias seguidas y los ánimos por los cielos. Los Warriors también llegaban con todo el entusiasmo del mundo tras las victorias en la CITOQ y la Liga, habiendo visto que a pesar de la ausencia de Marlene todavía eran competitivos. Además, tenían en Bruce Vaisey a su nuevo ídolo.

No fue de extrañar que el partido fuera tan intenso.

Duró siete horas, hubo seis lesiones (de las cuales dos fueron del brazo izquierdo de Tommy, aunque ambas fueron curadas rápidamente), cuatro avistamientos de la snitch, cinco penaltis y treinta y dos goles. Los Warriors ganaban por solo veinte puntos cuando, en la cuarta y definitiva aparición de la snitch, los dos buscadores se lanzaron en una encarnizada y eterna persecución que duró treinta segundos y acabó, para alivio de muchos y decepción de otros, con Danny triunfante sobre el buscador rival. Habían ganado un partido más. Les quedaba un rival menos. Uno menos para el final de la Liga.


—Eso ha estado muy bien—comentó Bruce con aprobación—, pero si quieres clavarlo, frena medio segundo antes y la salida será mucho más limpia.

Liam asintió con la cabeza, pero también bufó:

—Medio segundo antes, claro. Como si fuera tan sencillo.

—Nadie dijo que jugar al quidditch profesional fuera sencillo.

—Lo sé, lo sé. Pero es que me estoy atascando con este movimiento…

—Normal, es de los más difíciles que sé. Pero como tú has querido empezar por lo difícil…

—Bueno, es una buena manera de saber si llegaré a ser buen jugador, ¿no? Si domino lo complicado, luego lo más fácil estará chupado.

—O también podrías ir subiendo de dificultad poco a poco…

—Vamos, Vaisey, fui prácticamente directo del Colegio a los Warriors. ¿Crees que se me da bien ir despacio?

Bruce sonrió y tuvo que estar de acuerdo. Una de las virtudes de Liam era su tenacidad, pero no su paciencia, y se irritaba con facilidad cuando tardaba más de lo que creía adecuado para perfeccionar un movimiento o una jugada. Pero a pesar de eso seguía intentándolo, lo que le gustaba a Bruce. Después de todo, Liam enfadado era infinitamente mejor que Marlene contenta.

Su tolerancia había subido mucho de nivel en los últimos meses.

Los dos siguieron un rato más en el campo, entrenando y practicando un par de jugadas nuevas, hasta que se les hizo tarde y decidieron encaminarse hacia los vestuarios. Poco después, paseaban por los pasillos de las oficinas de los Warriors discutiendo sobre las opciones de los Monsters en la Liga, cuando se cruzaron con Caitlin Rhodes, quien les cortó el paso secamente.

—Mira, Vaisey, Wilson, justo las dos personas que estaba buscando.

Bruce y Liam se miraron con sorpresa. No habían hecho nada malo, que Bruce supiera, y no se le ocurría por qué Rhodes les iba a estar buscando, mucho menos a aquellas horas de la tarde. De hecho, Rhodes nunca estaba en las oficinas tan tarde, a menos que hubiera alguna emergencia.

—¿Por qué? —acabó preguntando Bruce.

—Sois nuestros dos únicos jugadores que no tenéis representante. Estamos en marzo, así que no queda mucho para que los equipos empiecen a moverse y buscar jugadores para renovar sus plantillas. Tenemos que saber a quién dirigir las ofertas que lleguen preguntando por vosotros… Al menos por ti, Vaisey. En cuanto a ti, Wilson, dudo mucho que haya interesados en tu caso, pero si consigues un representante también queremos saberlo para incorporarlo a nuestros datos.

Liam asintió, comprendiendo, pero Bruce siguió confundido. En Estados Unidos, las ofertas por jugadores pasaban siempre por el equipo, y gestionaban ellos los posibles intereses de los jugadores. El único representante que hacía falta era el del equipo.

—No sabía que había que tener representante. En Estados Unidos…

—Soy muy consciente de que en Estados Unidos las regulaciones son muy diferentes, créeme—le interrumpió Rhodes con impaciencia—. No tienes que tener un representante aquí obligatoriamente, Vaisey, pero es lo más común. Si no tienes, dirigiré a los interesados a ti y ya está. Solo necesito tu permiso.

—Sí, claro.

—Bien. ¿Y tú, Wilson?

—Lo mismo. Ya avisaré cuando encuentre representante.

—Perfecto, eso es todo.

Y sin añadir más, Caitlin Rhodes les dejó ahí plantados en el pasillo, alejándose a paso rápido mientras apuntaba algo en un bloc de notas que se había sacado de un bolsillo.

—Jo, tío, a veces Rhodes me da hasta miedo—confesó Liam en voz baja—. Esa mujer intimida.

Bruce asintió, agitando la cabeza. Rhodes era muy buena en su trabajo, pero incluso él era capaz de ver que necesitaba mejorar en eso de las relaciones personales.

—No sabía que me hacía falta un representante—comentó Bruce—. ¿Qué se supone que hacen?

—Todo el mundo los tiene aquí, es lo común. Tommy me ha pasado el contacto del suyo y tenía la intención de hablarle dentro de unas semanas. Se supone que hacen por ti todo el trabajo sucio de papeleo y esas cosas—le explicó Liam, encogiéndose de hombros—. Negocian tus contratos y renovaciones con el equipo, hablan con los representantes de los equipos interesados en ficharte, te buscan opciones en el mercado si no estás a gusto en tu equipo… Y bueno, los hay que también se encargan de hablar con la prensa, publicidad, y gestionar otras cosas ajenas al quidditch. Eso es sobre todo para los más famosos… Me sorprende que no tengas uno, la verdad.

—¿Por qué iba a tenerlo yo? —se sorprendió.

—Porque estás metido en muchas más cosas aparte del quidditch—respondió Liam simplemente—. Lo de los trajes, las becas en las reservas de Estados Unidos, sales en las revistas cada dos por tres, eres internacional… ¿dijiste que hasta te estabas comprando una casa en Inglaterra? Y encima, ahora eres la nueva estrella de los Warriors. Lo normal sería que tú tuvieras un representante exclusivamente tuyo.


Dicho y hecho, solo unos días más tarde, la víspera del partido contra los Hobart Monsters, Bruce recibió la primera muestra de interés de un equipo por él. Era casi de noche y estaba viendo la televisión con Danny, cuando una estruendosa carcajada sonó en el jardín. Al asomarse vio ahí una cucaburra desconocida, pero que portaba un sobre de aspecto regio y con lacre de cera. El nombre de Bruce estaba pulcramente escrito en el papel, y cuando abrió la carta con curiosidad descubrió el escudo de los Melbourne Fighters en lo alto del pergamino.

—Vaya, no te imagino jugando con Zach—comentó Danny, que a su lado, también leía la carta.

—Ni falta que hace—respondió él—. No tengo ningún interés en pasarme a los Fighters.

—¿Por qué no? Tendrías muchas posibilidades de ser el cazador líder ahí.

—Sí, y también de luchar por no quedar los últimos de la Liga—replicó Bruce.

Era una exageración, porque los Fighters no iban tan mal, aunque estaban definitivamente lejos de los primeros puestos.

—Entonces, ¿por quién sí ficharías? —le preguntó Danny con curiosidad.

—Sinceramente, creo que por nadie. Estoy muy bien aquí. Estoy en un buen equipo, con aspiraciones altas en la Liga y en el torneo internacional, con buena visibilidad. Los compañeros son buenos, en general, con sus excepciones como en todos lados… Y además, aquí te tengo a ti. No creo que reciba ninguna oferta que supere todo eso.

Danny le dirigió una sonrisa radiante y le abrazó.

—Me alegra oír eso. Aunque la verdad es que deberías aceptar alguna entrevista de vez en cuando para escuchar ofertas… aunque solo sea para que los Warriors no se confíen y puedas negociar un mejor contrato.

Bruce asintió, reflexionando.

Lo que no le había dicho a Danny era que no pensaba en marcharse de los Warriors básicamente porque dudaba mucho de que fuera a recibir una oferta que encajara mejor con sus intereses que la actual. Podrían ofrecerle más dinero, más ventajas, alojamientos mejores… ¿Pero quién iba a hacer eso? Equipos australianos, pero menos famosos que los Warriors. O equipos americanos que le recordaran, pertenecientes a ligas menos importantes e influyentes que la australiana. O tal vez algún equipo neozelandés, donde la situación sería muy similar a la del resto de equipos australianos. Y para Bruce, que quería destacar, llamar la atención, conseguir algún día llegar a Europa y de ahí volver a Reino Unido… No podía hacer eso mejor en un equipo que no fueran los Wollongong Warriors. Esa era la verdad de por qué no quería irse… aunque por supuesto, lo que le había explicado a Danny también eran puntos positivos.

Pero aceptaría reunirse con algunos equipos. En parte por curiosidad, para ver qué le ofrecían; y por otro lado, para no labrarse una fama de que no aceptaba ofertas en absoluto. De lo contrario, cuando llegara la atención de los países europeos no intentarían contactarle, y definitivamente no quería eso.


El partido contra los Hobart Monsters duró un eterno día y medio: el domingo completo, donde una ligera pero constante lluvia empeoró la visión de todo el mundo (e hizo a los Monsters más peligrosos, pero también más fallones), y cinco horas del lunes, donde la lluvia se aclaró a ratos, lo que Danny aprovechó para capturar la snitch en un descuido del buscador rival. Habían ganado con holgura, y el partido estaba con el marcador claramente decidido desde el día anterior, pero el final fue un alivio para todos. Bruce volvió a su casa, con el hombro de la herida doliéndole tras tantas horas de uso bajo la lluvia, dispuesto a dormir y holgazanear el resto del día. Había hecho un buen partido, marcando él casi tantos goles como los Monsters al completo; había algo en esos rivales que sacaba lo mejor de él, y había sido todo un espectáculo que los fans habían disfrutado. Hasta había oído que le apodaban "el Artista" varias veces, y en más de una ocasión había oído al comentarista gritar:

—¡…y ahí va Vaisey…! ¡Lo que hace este chico es poesía con la quaffle!

A Bruce aquello le parecía exagerado, y sinceramente no era capaz de ver poesía en el quidditch, pero entendía que los comentaristas tenían que hablar mucho rato sin parar y rara vez lo hacían con lógica. Podía aceptarlo… aunque esperaba que ese apodo no se volviera muy pegadizo.


Pasaron dos semanas entre el partido contra los Monsters y el siguiente, contra los Alice's Kids. En esas dos semanas, Bruce no hizo gran cosa, aparte de entrenar duro. Liam seguía presentándose puntualmente por las tardes, lo que hacía que a Bruce le fuera cayendo cada vez mejor y que el entrenador estuviera empezando a apreciar la rápida mejora del novato. También pasaba el rato con Danny, y un día Bruce por fin visitó el piso de la chica en Sídney: no le extrañaba que siempre se fuera a duchar ahí, porque lo que más destacaba del piso diáfano y moderno era la enorme bañera, que era más un jacuzzi que una bañera. Pasaban casi todo el tiempo en casa, aunque el fin de semana fueron a surfear (y para sorpresa de Bruce, sus habilidades habían mejorado bastante como para hacerlo decentemente a ratos y pasárselo de maravilla) y también fueron a cenar en una loca triple cita con Kyle y Jane, y Tiffany y Nate (el misterioso amigo con el que querían juntarla para sustituir a Tommy). Fue una velada de lo más extraña, a veces incómoda y a veces hilarante, con lo que Bruce se lo acabó pasando bien. Y lo más importante, por lo visto Tiffany y Nate se cayeron bien, así que Jane y Kyle estuvieron muy satisfechos de su plan maestro. En los días siguientes, Tommy se mostró más irritable de lo habitual.

Marlene también se iba recuperando de su lesión, y ya estaba casi lista para volver a los terrenos de juego. Intentó ir a entrenar un día, aunque todo el mundo se lo impidió, desde Little Pete al medimago Garrick. La prensa, que a esas alturas de la temporada estaba siempre fuera de las oficinas, revoloteando como cuervos a la búsqueda de noticias, se hizo eco sonoramente de que Marlene estaba a punto de volver, y Bruce también sufrió un aluvión de preguntas interrogándole sobre qué iba a pasar con él en cuanto Marlene volviera. Les dijo que estaba controlado, pero la verdad era que no lo sabía. Lo más lógico era que Marlene volviera a su posición habitual, y él regresara al puesto que tenía antes, ya que no se imaginaba a la gran Marlene Neeson-Mills aceptando órdenes suyas.

Por otro lado, Bruce por fin recibió confirmación de que estaba todo listo para que pudiera acudir a presenciar la Eurocopa ese verano, que se celebraría en Polonia, y también había recibido el permiso para sacar a Imala de la reserva por unos días. Sabía que Donald y Elizabeth, junto con Luke y probablemente el pequeño Marvin, iban a estar ahí, y que Jeffrey con su familia también tenían pensado acudir, y que Jason también estaba intentando arrastrar ahí a Lily, aunque solo fuera para la final. Iba a ser un gran reencuentro. Además, tenían un equipo al que animar; Inglaterra no había llegado a la fase final, pero sí que lo había hecho Escocia, y con muy buenos números, con lo que tenían posibilidades de hacer un buen papel.

También fue recibiendo ofertas para irse a otros equipos, que en esos días parecieron lloverle: de la mitad de equipos de la Liga Estadounidense, y de un buen puñado de equipos de ligas del sur y centro de América. Siguiendo las recomendaciones de Danny, tuvo una reunión con los Old Boys de Argentina, que por alguna razón le caían bien, y aceptó verse con el representante de los brasileños Ventos de Sao Paulo, más que nada por curiosidad.

Y lo mejor de todo fue que por fin, después de un montón de papeleo y minucias y complicaciones, Cho Moore le mandó las llaves de la casa que era ya definitivamente suya. Junto con las llaves y un montón de papeles más, Cho también había incluido de regalo un libro titulado "Tan muggle como ellos", que según la descripción era una clase de guía para pasar desapercibido entre los vecinos en una comunidad muggle.

Bruce tuvo que contenerse para no echarse a reír. ¡Cómo si no hubiera pasado tiempo camuflándose entre muggles!


El partido contra los Kids fue el domingo, 4 de abril, y nada más empezarlo Bruce se preguntó cuándo demonios acabaría el verano australiano. Sí, las temperaturas habían bajado un poco por las noches, y ya no llegaban al calor asfixiante del punto álgido del verano, pero seguían teniendo días muy cálidos y aquello no parecía querer cambiar.

Además, eran vacaciones escolares, con lo que las gradas estaban absolutamente llenas de niños y adolescentes. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los jóvenes eran fans de los Kids… Aquella mañana el estadio estaba lleno a rebosar de entusiasmadas legiones de aficionados con la camiseta amarilla y roja de los Kids. Cuando el partido empezó, los cánticos a favor de los Kids eran tan abrumadores que no se oyó nada sobre los Warriors hasta pasada media hora.

Y no solo eso, sino que encima los Kids eran legítimamente buenos. La última vez que se habían enfrentado a ellos había sido apenas tres meses antes, justo después de Navidad, y entonces ya le había parecido que habían mejorado con respecto al primer partido. Pero ahora la mejora era todavía más marcada. Se notaba que eran un grupo de chicos con mucho potencial; si habían tenido aquella evolución tan marcada en solo medio año… Todos aquellos podían llegar a ser grandes estrellas, no solo en Australia, sino conocidos mundialmente. De ahí que el partido fuera muy reñido.

Los Warriors se adelantaron varias veces en el marcador, pero cada vez que conseguían una ventaja cómoda, los Kids se las arreglaban para sacarse unos trucos de la manga y recortar distancias rápidamente. En alguna ocasión hasta conseguir remontar el marcador, adelantándose ellos, jugando con las bludgers que siempre parecían estar a su favor, aunque Bruce tenía la cabeza suficientemente fría como para no perder la concentración y aprovechar sus puntos débiles y explotarlos. Eran jóvenes, sí, pero les faltaba experiencia. No sabían reconocer ni los amagos ni los engaños.

Al filo de la sexta hora el buscador de los Kids se quedó fuera de juego, perdiendo el conocimiento gracias a una bludger de Kyle especialmente maliciosa; se había pasado gran parte del partido frustrado por la velocidad de los bateadores rivales, y en cuanto había conseguido posicionarse bien por fin, había dado el golpe de gracia.

El encuentro duró apenas veinte minutos más después de aquello. Los Warriors ganaban de treinta puntos, cuando Danny encontró la snitch y la atrapó sin más oposición que una bludger desganada que intentaba distraerla, algo que no tuvo éxito. Los Kids se marcharon decepcionados, tal vez preocupados por su buscador, pero los Warriors celebraron la victoria por todo lo alto… aunque solo en los vestuarios, porque al día siguiente continuaban con los entrenamientos.

Pero les quedaban ya solo tres partidos de Liga. En menos de un mes habrían acabado. Estaban empatados en primera posición con los Thunderers, y aunque la diferencia de puntos les colocaba en un técnico segundo lugar, se lo jugarían todo en un épico partido contra los Thunderers en apenas veinte días. Quedaba menos de un mes para que se decidiera la Liga… Y solo un poquito más para acabar con la CITOQ.

Quedaba muy poco para terminar, pero quedaba todo por resolverse.


—¿Sabíais que Tiffany está saliendo con un tal Nate? —les preguntó Tommy esa mañana, con un obvio malhumor.

Era jueves por la mañana, justo antes de empezar el entrenamiento, y las reacciones en el vestuario de hombres de los Warriors fueron de lo más variadas:

—Oh, ¿esa chica tan agradable de asistencia? ¡Me alegro por ella! —exclamó un Rick sonriente, totalmente ajeno al problema.

—Vaya, tío, ni idea—comentó Liam, encogiéndose de hombros.

—¿Espera, Tiffany y Nate? ¿Te refieres a nuestra Tiffany con el Nate de mi curso? —preguntó Kyle, en una fantástica actuación fingiendo sorpresa.

—No sé quién es Nate—mintió Bruce con disimulo.

Mitch gruñó algo ininteligible.

—Pues está saliendo con él, no sé por qué. Pero ya no quiere nada conmigo—replicó Tommy, claramente molesto—. Creo que es muy mayor para ella.

—Amigo mío, ¿quién entiende a las mujeres? —dijo Rick con aire soñador.

Mitch dejó claro que él no, al abandonar el vestuario en dirección al campo con un sonoro portazo.

—Tío, creía que no querías nada serio con ella. ¿Qué más te da? —le preguntó Liam.

—No es tan mayor si tienes en cuenta lo duro de cabeza que es Nate—opinó Kyle—. Ese chico es un encanto, pero es muy tonto. Creo que Tiffany podría hasta enseñarle unas cuantas cosas.

Bruce no respondió, pero estaba bastante de acuerdo con Kyle. Era cierto que Nate le sacaba a Tiffany casi seis años, pero en la extraña reunión en la que le había conocido, había descubierto que era muy tonto. Era divertido, tenía un punto entrañable, y debía ser objetivamente atractivo, pero no le había parecido alguien capaz de hacer de cabeza una suma de más de dos números. Aunque parecía ser que a Tiffany no le había importado mucho, y según lo que Danny le había contado, hasta le parecía tierno. Bruce no lo entendía muy bien, pero en fin, el amor era extraño.

Pero se alegraba de que Tommy se llevara aquel baño de realidad.


Ese día fue el primer entrenamiento de Marlene en dos meses, la primera vez que volvía a subirse a una escoba tras su lesión. Bruce no había echado de menos sus gritos.

Tras los primeros veinte minutos, en los que Marlene soltó una larguísima retahíla de insultos y burlas en la que parecía querer compensar sus dos meses de ausencia, Little Pete se la llevó aparte para hablar con ella. Aunque se suponía que era una conversación privada, todos se enteraron porque, como era habitual, Marlene le replicó a todo a viva voz. Por lo visto, aunque hubiera vuelto a los entrenamientos, Pete no iba a dejarla jugar el sábado contra los Finders. Dos días entrenando le parecían muy pocos tras dos meses sin pisar el campo, y Pete prefería tomárselo con calma y que estuviera al cien por cien contra los Thunderers en dos semanas.

A Bruce le parecía lógico, y aunque podía entender en parte las ansias de Marlene de volver a jugar, su reacción le parecía desproporcionada. Pero así era Marlene. Tenía que hacerlo todo llamando la atención, o no hacerlo.


Efectivamente, Marlene no jugó ese sábado; pero Liam sí. Fue una sorpresa para todos, en especial para el propio Liam, que ocupó la posición que había sido de Tommy en esos últimos meses. El chico estaba nervioso, pero Bruce le aseguró que todo iría bien, y Rick tuvo uno de esos inspirados momentos de capitán en el que apoyó a Liam y le dio ánimos entusiastamente.

Bruce se alegraba por él. Liam se merecía debutar en la Liga; en el poco tiempo que llevaba con los Warriors se había esforzado más que nadie, y los Kakadu Finders, que iban destacadamente en última posición, eran el rival ideal para que Liam jugara sin arriesgarse demasiado.

Fue un partido sencillo, en realidad. Bruce y Rachel llevaron el peso del encuentro y de los goles, mientras que Liam, un poco torpe como era de esperar, se fue adaptando poco a poco al ritmo de juego y cogiendo confianza con el paso de las horas. Hasta marcó un par de goles en la última hora, lo que el público aplaudió con loca alegría.

Ganaron sin problemas en apenas cuatro horas, sin temer en ningún momento por el resultado. Si lo pensaba bien, a Bruce se le hacía raro. Cuando jugó su primer partido en Australia, le había parecido increíblemente difícil. Y ahí estaba, solo siete meses más tarde, saliendo de un partido que no le había costado en absoluto y en el cual había sido el máximo goleador…

La vida daba muchas vueltas. El quidditch daba muchas vueltas.

Y el próximo partido sería a vida o muerte.


¡Hola a todos!

Primero, hablemos sobre este capítulo. Es un poco de transición, y cubre casi dos meses, pero también cumple con dos funciones muy importantes: acaba justo a las puertas del momento clave de la temporada, y profundiza en el personaje de Danny, mostrándonos los problemas de su pasado y el origen de muchas de sus inseguridades. Danny ha llegado a pasarlo muy mal y conocer a Bruce ha sido un punto de inflexión para ella, y Bruce lo sabe y la aprecia, pero él también tiene muchas cosas con las que lidiar: sus sentimientos confusos, su situación en el equipo, la creciente popularidad, las expectativas creadas... Y todo eso tampoco es fácil. ¡Quedan dos capítulos para terminar esta temporada, y puedo asegurar que están llenos de sorpresas y emociones!

Y ahora, a los anuncios importantes: por fin puedo decir que ¡he terminado de escribir este fic! Tiene 95 capítulos en total (94 más un epílogo), y ahora mismo estoy ocupada revisando los que quedan por publicar, pero es un proceso relativamente rápido y, a partir de ahora, planeo publicar un capítulo cada lunes hasta que termine, si no me surgen impedimentos. ¡Sí, uno a la semana! Ha sido muy emocionante llegar al final de esta historia, pero ya hablaré de ello más adelante... De momento, quedan muchos capítulos por delante que disfrutar.

Así que por ahora me despido, agradeciendo mil millones de veces a los que estáis leyendo esto. ¡Cualquier review será muy apreciado!

¡Nos leemos pronto!