XCII.
—¿InuYasha? — preguntó Miroku, mirando con atención la expresión seria de su amigo.
—Huele a muerte— respondió él y lo más rápido que sus heridas le dejaron, caminó hacia la puerta— Shippo, quédate con Kagome.
—¡Entendido!
Fuera, un hombre se acercaba por la ladera. Se lo veía sucio y demacrado, y caminaba a trompicones entre las rocas.
—Un demonio…— balbuceaba casi sin fuerzas— Un demonio se ha comido a toda la aldea… Su cicatriz… Socorro… Una araña en la espalda… Ayuda…
De pronto, cayó y su piel se arrugó y marchitó hasta convertirse en un montículo de polvo.
—Ese hombre estaba muerto desde el principio— pronunció Sango, quién había conseguido asomarse fuera de la cabaña con algo de dificultad.
—Kagura lo ha estado controlado…— concordó Miroku serio— Es una trampa.
—Quiere que nos encontremos con el demonio de Naraku— dijo InuYasha con expresión ilegible.
—Si ha enviado a ese a por nosotros, significa que sabe dónde estamos— dijo Sango, y supo que los tres estaban pensando lo mismo: en la chica que yacía inconsciente en el interior de la cabaña.
—Es inútil intentar escapar…
—No la tocarán— juró InuYasha, y su voz sonó como el gruñido de un depredador.
·
Kagome corría por el bosque, sintiendo como una parte de ella lanzaba punzadas conforme se iba alejando de la cabaña donde estaba su cuerpo.
«Tengo que encontrarla antes de que se vaya lejos, no aguantaré mucho más.»
De pronto, una de las serpientes devoradoras de almas sobrevoló por encima de ella, atrayendo su atención por completo. Cambió de dirección, rogando en su cabeza no equivocarse, y todo el aire de sus pulmones escapó en un acto inconsciente por sus labios cuando su carrera desembocó en un pequeño claro.
—Kikyo— susurró a la figura femenina que encontraba recostada sobre las ramas de un árbol.
—¿Qué haces aquí? — replicó ella, mirándola con frialdad— ¿Qué te ha pasado? — añadió, segundos después.
Kagome sintió una de las serpientes rodearla, aunque sin llegar a hacerle daño; simplemente se limitaba a revolotear a su alrededor.
—Tienes que ayudarme— le pidió desesperada.
Si su petición le había cogido por sorpresa, no lo demostró.
—¿Por qué debería hacerlo?
—Porque eres la única que puede verme.
Había sido un movimiento muy arriesgado ir a buscar a Kikyo, pero teniendo en cuenta que su cuerpo estaba alimentado por almas… había alguna posibilidad de que fuera capaz de verla o, al menos, percibirla.
Otro par de serpientes se arremolinaron en el cuerpo de Kikyo y la hicieron flotar hasta posarla en el suelo.
—¿Cómo ha ocurrido? ¿Quién te arrebató el alma? — inquirió y en su voz estaba plasmada la indiferencia.
Kagome le contó lo sucedido con Naraku y Kana y tuvo que morderse la lengua para que los reproches no escapasen de su boca. Ahora no era el momento de hablar de lo que había hecho Kikyo, de su culpa en todo lo que había pasado y las motivaciones para hacerlo; primero, tenía que recuperar su cuerpo.
Cuando se quedó callada, Kikyo la observó en silencio por un momento. Entonces, se dio la vuelta, dándole la espalda.
—Lo siento, pero no puedo hacer nada.
—¿Qué? ¿Solo me vas a decir eso? — le increpó incrédula.
—Estás pidiendo cosas imposibles, no está en mi mano ayudarte.
—¡Pero tú… estás viva! ¡Revivis-
Kagome chilló cuando la serpiente que no había dejado de volar sobre ella de pronto se tiró en su dirección, apresándola con su sinuoso cuerpo sin dejarle opción a poder moverse.
Los ojos de Kikyo refulgía con la más pura furia mientras se acercaba a ella.
—Escúchame bien— espetó con desdén—: Los demonios del inframundo son seres muy celosos con sus tesoros y un alma como la tuya no se encuentra con facilidad, y mucho menos se escapa frente a sus narices— se detuvo delante de ella y le sujetó la barbilla con firmeza para que sus miradas se encontrasen— No te dejarán escapar. Da igual lo que intentes, solo están dándote tiempo para que creas que puedas salvarte y así enloquezcas cuando veas que es imposible.
—No…— susurró, sacudiendo la cabeza— No estás diciéndolo en serio…
—Os avisé. Avisé a InuYasha. No importa cuando corráis o lo intentes, nadie puede escapar de la muerte— concluyó con un regusto de amargura.
No. No. No, ese no podía ser su final. Todavía tenía mucho que hacer, mucho que ver, mucho que sentir… todavía le quedaba una vida por delante; no podía, simplemente no podía tirar la toalla así como así…
No podía abandonar a sus amigos; a InuYasha…
No…
—Yo lo haré. Lo hice y pienso volver a hacerlo— afirmó con más seguridad que la que en realidad sentía— No voy a rendirme.
Kikyo sostuvo su mirada por lo que pareció una eternidad hasta que, chasqueando la lengua, la soltó, aunque la serpiente todavía la tenía sujeta. La mujer dio un par pasos hacia atrás.
—Eres una necia. Ni siquiera puedes tocar tu cuerpo, ¿verdad? ¿Qué pretendes hacer?
—No lo sé, pero no me rendiré. No abandonaré este mundo, a mis amigos, a InuYasha… no, sin luchar antes. Tú sabes lo que es querer seguir respirando, sentir tu corazón otra vez latir en el pecho…
Una mueca se dibujó por las bellas facciones de la sacerdotisa revivida. Kikyo ladeó la cabeza en el momento que su serpiente captora aflojó el agarre a su cuerpo, todavía sin abrir la boca.
—Si sabes algo, por más mínimo que sea…
—Lo único que puedes hacer es morir— la cortó bruscamente, y sin dirigirle una segunda mirada, se dio la vuelta y desapareció por la espesura de los árboles, dejándola sola y terriblemente perdida.
Palabras: 935
Hmmmmmm, pues no, parece ser que Kikyo no ha servido de mucho... y creo que he dejado bastantes pistas de lo que va a suceder después en esté capítulo ¿Qué pensáis?
¿Alguien se acuerda de Goshinki? ¿Cómo será todo sin Kagome? :o
PD: Porque se que estos capítulos son muy cortos, nuevamente este finde habrá doble actualización, jeje, y digo más: si llegamos a la nueva centena antes del domingo, para la semana que viene actualizaré tres capítulos a lo largo de los siete días. ¿Qué os parece el trato?
