C.

—InuYasha…

El mencionado no los miró en el momento que llegó al prado y se encontró a sus amigos en un estado deplorable. No pudo. Había algo, alguien, que había captado por completo su atención y el desgarrón que sentía en su pecho se hizo mucho más grande.

—¡ESTÚPIDO, TONTO! ¡¿Dónde estabas?! ¡¿Dónde te has metido?! — chilló Shippo con las mejillas al rojo vivo y llenas de lágrimas— ¡Desapareciste y nos dejaste preocu-

—Shippo— murmuró Miroku, cortando las quejas del pequeño demonio zorro, mientras observaba el semblante angustiado y demacrado del recién llegado— InuYasha, te estábamos esperando… debemos…

Los sollozos de Sango se oyeron con mayor intensidad, todavía acunando el cuerpo inerte de la muchacha en sus piernas.

Pero InuYasha apenas escuchó sus palabras. Su corazón lloraba y sangraba y cada paso que daba, le costaba toda su fuerza de voluntad. Porque no era capaz de escuchar el golpeteo de ese corazón que tanta tranquilidad le daba; ese sonido que llevaba acompañándolo desde el día que su vida adquirió sentido y empezó a vivirla de verdad. Porque ella se había ido, había dado su vida por él una vez más, y mientras InuYasha estaba obligado a respirar, ella era incapaz de hacerlo.

Cayó de rodillas frente a ella y estiró la mano, sus dedos rozando sus pálidas mejillas, sin rastro alguno del calor que siempre las había caracterizado y una lágrima, silenciosa, etérea, se le escapó.

Mi hembra. Te necesito. No te siento. Mi hembra, aulló su demonio interior, arañando las paredes de su mente.

—Suéltala— murmuró con voz queda.

Sango no lo miró.

—No— replicó, tensando los brazos a su alrededor.

Apártala de ella. Es mía. La necesito.

—Sango, ahora— gruñó con voz gutural.

Ella sacudió la cabeza y el pecho de InuYasha retumbó con un rugido mientras escuchaba un pitido en las orejas.

Arráncala de sus brazos.

—Sango— se apresuró a acercarse Miroku a donde estabas ellos y sostuvo a la exterminadora por los hombros— Cariño, por favor…

—¡No! ¡Ya la perdí una vez, no pienso soltarla! ¡Si lo hago, jamás volveré a verla! — se aferró a ella con más fuerzas sollozando.

El gruñido de InuYasha fue acallado por unos pasos que se acercaban. Miroku alzó la cabeza y su respiración se detuvo cuando descubrió la silenciosa figura de Sesshomaru acercándose. Junto a él, con pasos cautelosos, venía una niña humana.

¿Qué estaba pasando?

—Apártense ahora mismo— masculló el demonio con los ojos fríos como el hielo.

El cuerpo del medio demonio se tensó pero rápidamente sus ojos se cruzaron con los del monje. Este no supo qué se proponía o qué pasaba, pero leyó en su mirada ambarina la silenciosa orden. Con el corazón aun acongojado por los recientes acontecimientos, decidió darle un voto de confianza al medio demonio -él jamás le haría algo que perjudicara a la joven- y asintió quedamente. Rodeando el cuerpo de la exterminadora, la alzó en volandas, luchando con todas sus fuerzas cuando ella empezó a sacudirse para que la soltara mientras Shippo observaba todo con el cuerpo paralizado, incapaz de dar un paso o decir palabra alguna.

InuYasha se acercó al cuerpo de la muchacha hasta que acunó la cabeza de ella en su regazo. Las lágrimas seguían cayendo por su rostro mientras él no se daba cuenta y teniendo mucho cuidado con sus garras, apartó un mechón del cabello que se había puesto frente a sus ojos. Su bestia interior rugía y bramaba llamándola, implorándole volver, mientras que el exterior no era más que un cuerpo vacío, sin vida.

—Hazlo.

Por segunda vez en pocas horas, Sesshomaru blandió una espada para sajar el cuerpo de Kagome.

·

«—¿Qué me está pasando, mamá? — sollozó en el suelo. No sentía la parte inferior de su cuerpo y esa sensación lentamente estaba expandiéndose por toda ella, dejándola aún más debilitada.

¿Estaba desapareciendo… en el mundo de los muertos? ¿Qué significaba eso?

Izayoi la acunó como había hecho miles de veces cuando era tan solo una cría y la besó en el cabello.

—No te pasará nada. Pronto acabará todo, te lo prometo.

—No quiero irme— sacudió la cabeza. Si sintiera los brazos, habría abrazado de vuelta el cálido cuerpo de su madre— No me dejes… no…

—Jamás, mi niña— juró ella apretándola con fuerza —Siempre estaremos juntas. Siempre os velaré desde aquí.

—Pero…

¡No, no, no! ¡Ya no sentía su cuerpo! ¡No sentía los brazos de su madre rodeándola! ¡¿Qué iba a ser de ella?!

—¡Kagome, cariño! ¡¿Qué te pasa?!

—Tranquila, mi amor— respondió una tercera voz que Kagome no supo reconocer; alguien sollozaba, alguien murmuraba, pero pronto no supo distinguir qué pasaba, quiénes eran. Una oscuridad nueva, inquietante, se cernía sobre ella y…

—¡KAGOME!

El mundo desapareció para Kagome»

·

Nada cambiaba.

Ella seguía ahí, igual de pálida, igual de… muerta, y mientras los segundos trascurrían insondablemente lentos, el corazón de InuYasha iba cayendo por un precipicio con el esperado desenlace de su destrucción.

No.

No era cierto.

Tenía que funcionar.

Pero ella no se movía.

Su corazón no volvía latir.

El rubor no volvía a sus mejillas.

Sus ojos achocolatados no lo veían.

—Hice todo lo que estaba en mis manos— dijo Sesshomaru con voz monocorde.

No. Puede hacerse algo. Su madre le dijo que Sesshomaru le ayudaría. Él había creído que…

No. No. NO.

Su visión se tiñó de rojo y la sollozante parte animal suya rugió por sangre. La sangre de aquel que la había arrebatado de su lado. De aquel en quién había confiado que la traería a su lado.

Mátalo. Destrúyelo, destrúyelo a todos. Todos son culpables de su muerte. Todos la alejaron de ti.

El cuerpo de InuYasha se movió por sí solo cuando se levantó, la sangre pulsando en sus oídos, y clavó su mirada en la de su hermano, quién lo observaba impasiblemente. Sangre. Quiero su sangre, rugía en su cabeza.

Entonces…

Pum-pum. Pum-pum.

InuYasha se paralizó, porque ese maravilloso sonido que de pronto escuchaba era inconfundible:

El golpeteo del corazón de Kagome.

Palabras 997


¡Y llegamoooooooooooooos! ¿De verdad pensabais que iba a matarla? ¿Tan mala creéis que sois? ¡Cómo podría ocurrírseme separarlos de esa manera!

Dios, qué hipócrita me siento...

Pero bueno, como dije, aquí tenéis el capítulo. ¿Contentos? ¿Con preguntas? ¿Queréis respuestas? Jeje, ya las tendréis...

PD: respecto a Komorebi, sí, está puesta como completa, pero no os preocupéis el epílogo está cociéndose lentamente. Que haya cambiado eso no significa nada. Es más, os adelanto que por ahora tengo escrito seis carillas y aún me queda una parte importante de este (las últimas escenas), así que, que no cunda el pánico. Todo llegará, por favor, tenedme un poco de paciencia.