CIII.
—InuYasha, Kagome… mis niños…
El mundo pareció detenerse en el momento que una etérea figura apareció de pronto en el interior de la destartalada cabaña. La respiración de los tres presentes se contuvo por la incredulidad que sentían.
—¿Quién eres? — murmuró un confundido Shippo, quién había corrido a refugiarse en el regazo de la chica.
La recién llegada sonrió con los ojos humedecidos.
—Madre…— exhaló InuYasha con el cuerpo agarrotado.
No, imposible… Cuando había visto a su madre, así como las veces que había sentido a Kagome, había estado a punto de transformarse en un demonio… y ahora… sin embargo… se la veía tan… real y corpórea que…
—Hola, mis niños— susurró ella con esa calidez maternal que los había calmado hace muchísimos años.
—Oh, Dios… Te recuerdo…— dijo, de pronto, Kagome con la voz contenida, llevándose una mano a la boca—Tú… tú me ayudaste… yo lo recuerdo… La jaula… ese hombre… ¿Cómo…?
¿Jaula?, rugió la parte más profunda del medio demonio, poniéndose alerta.
Los ojos de la mujer se oscurecieron y sus facciones se tensaron, pero solo fue por un segundo. Rápidamente se recompuso y mostró la más bella y dulce de sus sonrisas mientras se acercaba a dónde estaba ellos.
Shippo, sabiendo del transcendental momento que estaba viviéndose, contuvo la respiración inconsciente cuando vio a la bonita mujer estirar ambas manos, cada una para acariciar las mejillas de sus hijos, quienes cerraron los ojos momentáneamente. Por las lágrimas que Kagome soltó y el jadeo que musitó InuYasha, supo que estaban sintiéndola. Cuando el medio demonio abrió los ojos, el negro había velado su mirada y la expresión de ambos expresaba más que cualquier cosa que pudieran decir.
—Que estéis sanos y salvos es la mayor recompensa que una madre puede obtener, cariño— sonrió con ternura.
El pecho de Kagome saltó por un sollozo.
—Mamá…
—¿Cómo…?— jadeó InuYasha, levantando una de sus manos para acariciar la de la mujer mientras que con la otra se aferraba a Kagome, incapaz de alejarla de él.
—Sé que queréis respuestas, y yo no puedo dároslas todas, pero sí puedo clarificar un poco las cosas— suspiró.
—¿Quién me ayudó, mamá? — inquirió Kagome con voz temblorosa— ¿Quién me sacó de aquel lugar?
Los ojos de Izayoi se escaparon hacia InuYasha.
—Ya te lo he dicho, estoy tan orgullosa de ti, hijo… Bueno, estamos…—corrigió con una sonrisita intencionada.
Los latidos del medio demonio se descontrolaron, conmocionados.
—¿Papá?
Kagome se sobresaltó. ¿Aquel hombre era el gran Inu No, el demonio que dio la vida para salvar a su mujer e hijos? ¿El padre de InuYasha?
—Al morir, tenía miedo, mucho miedo de dejaros a solas— rememoró Izayoi con la mirada ausente— Pero cuando abrí los ojos y lo primero que vi fue el rostro de tu padre… Oh, InuYasha, hijo, volví a renacer. Me dijo que había estado todo este tiempo cuidando de nosotros y juntos, por fin, podríamos hacer lo mismo con vosotros. He estado a vuestro lado en cada paso que dabais, en cada fallo y acuerdo, en cada error y en cada momento de celebración. Presencié, impotente, cuando dos años atrás…— su voz se extinguió y no necesitaron más para saber lo que hablaban—No podía creérmelo. No podía ser posible lo que había pasado. Tenía que hacer lo que sea por ayudaros… y, entonces, rompí las reglas. Me aproveché de la situación, de todo lo ocurrido con la perla… y no sabría cómo explicarlo, pero antes que entraras en el inframundo por completo, Kagome… te robé y conseguí llevarte de vuelta a tu cuerpo— su expresión reflejaba el mayor dolor del mundo: la impotencia de una madre— Pero estabas muy débil por el brusco cambio y si no fuera por la ayuda de la perla y… el alma de esa mujer… no habrías sobrevivido.
Izayoi alzó la mirada y se encontró con las expresiones conmocionadas de sus hijos, quienes escuchaban intentando asimilar los hechos.
—Eso, por supuesto, despertó la furia de los demonios que custodiaban el Inframundo, quienes juraron venganza por semejante ofensa. Tu padre… sigue siendo un demonio muy poderoso y sabían que jamás dejaría que me pasara algo, así que buscaron un nuevo objetivo, que además se aunaba con su principal deseo: recuperarte; y ese eras tú, mi niña. Te querían a ti, desesperadamente, para conseguir de vuelta lo que ellos creían que eran suyo, así como también para hacerme daño.
Kagome sintió que se estremecía de arriba abajo y si no fuera por los brazos de InuYasha que la sostenían y la firme presencia de Shippo a su lado, se habría puesto a chillar.
—Luché todo lo posible por alejarlos de tu camino… pero un día… me cogieron desprevenida, no supe verlo, y de pronto, se aferraron a ti para no dejarte volver a tu cuerpo. Quería llegar a ti, hacerte saber que no estabas sola, pero me era imposible volver para ayudarte. Estabas en el mundo terrenal y Toga no dejó de investigar la forma en la que podía hacerme regresar temporalmente. Entonces, ocurrió… tu segunda muerte— escupió de mala gana, y Kagome sintió el cuerpo de InuYasha tensarse— y volviste a caer en sus garras. Pero tú eras demasiado audaz y valiente, hija mía, y el mundo sabía que ellos habían conseguido capturarte gracias sus malas tretas, así que te dieron una oportunidad: luchar por tu vida.
La respiración de InuYasha se detuvo. Izayoi suspiró.
—Toga, mientras pasaba todo esto, consiguió hallar el modo para que yo pudiera volver y así conseguir que me escucharas. Apenas me dejó tiempo para explicarte… Menos mal que entendiste mi mensaje. Ahora… encontró una última fisura, una última oportunidad— una dulce y enamorada sonrisa se instaló en sus labios, observando a sus ojos—Está usando todo su poder para dejarme deciros un último adiós. Me está dando unos instantes para veros una última vez, despedirme y deciros lo mucho que os amamos, hijos míos.
Palabras: 985
¡Perdonad las horas! Justamente la semana de actualización diaria es la que más cosas tengo que hacer. En fin, pero que sepais que no me olvido de vosotros. Robo tiempo de cualquier momento.
Yendo ahora al capítulo... Como sabéis, las sorpresas no terminan. Me encanta darle nuevos giros cuando todo parecía "sabido". Así que, ya sabéis, el renacimiento de Kagome (los dos, en realidad) se ha debido a Izayoi, la gran olvidada en al anime... No podía no darle el mérito que se merece.
Además, después de todo, se merecían una despedida después de los últimos acontecimiento entre ellos. ¿Qué os parece? Aunque la cosa no queda aquí...
¡Os leo!
PD: dentro de poco desvelaré esas sorpresitas... ¿queréis saberlas?
