CII
El fin de la normalidad
Tokio, 12 de mayo de 1994, 02:11p.m.
Para las chicas, ese año y medio desde la derrota de Neherenia había sido lo más parecido a experimentar una vida sin ser Sailor Senshi. Pese a que ninguna de ellas había tenido encuentros íntimos con otros hombres, sí habían hecho fiestas, sobre todo, cumpleaños, y en más de una ocasión las cosas se habían puesto un poco extrañas. En el popular juego de la botella giratoria, pese a que la mayoría de las penitencias no entrañaban mayor vergüenza, si hubo una ocasión en que Rei tuvo que darle un beso en la boca a una de sus amigas. Serena le había dado un montón de consejos, pero al final, fue tanta la irritación que escogió a una amiga al azar… y esa amiga había sido Mina. Rei tuvo que soportar las burlas de Serena y Lita (Mina estaba demasiado conmocionada para decir algo, y Amy leía un libro sobre agujeros negros).
En cuanto a las Outer Senshi, Haruka y Michiru seguían prosperando en su relación, y una revista las había entrevistado acerca de su postura sobre las minorías sexuales. Haruka había dicho que el término "minoría sexual" era una forma de discriminación, y aunque la expresión era técnicamente cierta, era moralmente incorrecta. Michiru había secundado a su pareja, agregando que el término se prestaba para hacer juicios sobre las personas homosexuales, realzando la noción de que ellos no eran normales. Como era predecible, sus comentarios trajeron opiniones divididas, sobre todo en los políticos. Pese a que la homosexualidad no era un tabú tan extendido, aún había núcleos duros que abogaban por la heterosexualidad como norma inquebrantable para armar la base de la familia. Aquella batalla moral también afectaba a Rini y Hotaru. Aunque ellas habían tenido más problemas para sustentar su relación, los consejos de Michiru y Serena les habían ayudado bastante.
La única Sailor Senshi de la que no habían sabido nada en ese año y medio era Saori. Desde que se fue de las ruinas del Circo de la Luna Muerta, no se había comunicado con las demás en absoluto. Bien pudo haber muerto, y ninguna de sus compañeras se habría enterado. Serena era la que más preocupada estaba por Saori, y esperaba a cada momento que volviera al planeta sana y salva.
Otra Sailor Senshi que tenía la cabeza en otra parte era Setsuna. Desde que tuvo esa pesadilla en el salón de los espejos, no había podido dormir bien, soñando con ese triángulo que había visto en esa ocasión. No entendía eso de que "todo podría ocurrir otra vez", pero sí tenía claro que debía permanecer alejada de Darien si quería ahorrarse mayores dramas. El problema era que parecía toparse con él con más frecuencia de la que era prudente, y todos aquellos encuentros habían sido casuales. Darien se había comportado como el caballero que era con Setsuna, y, pese a que ella era lo suficientemente madura para estar por encima de encaprichamientos juveniles, el poder del pasado aún tenía bastante peso.
Aquel día, Setsuna esperaba estar sola, porque los sentimientos que habían quedado en pausa desde los tiempos del Milenio de Plata habían crecido hasta cotas que le sorprendían incluso a ella. Sin embargo, Murphy parecía estar de mal humor ese día, porque se encontró nuevamente con Darien. Estaba solo, lo que no era muy común, porque en muchas de las ocasiones en las que se había topado con él, paseaba de la mano con Serena. Aunque ya he dicho que Setsuna ya era una mujer hecha y derecha, no pudo evitar pensar en qué había visto en Serena para ser su pareja. Tal vez no tenga nada que ver con eso se dijo, pensando en lo que había pasado entre los dos en el Milenio de Plata. Tal vez hay química entre los dos, eso es todo.
—Hola —saludó Darien con una sonrisa, para luego componer una expresión de preocupación al ver la cara de Setsuna—. ¿Qué te ocurre? Ya van varias veces en que te veo así.
Setsuna no respondió de inmediato. Se quedó mirando a Darien como si tratara de sacarse de encima lo que sentía por él, pero le fue imposible. Apenas podía creerlo: ella era la mayor de las Sailor Senshi, y aún así, se comportaba como cualquier mujer enamorada. Se suponía que debía estar por encima de la situación, que su trabajo era mucho más importante que sus caprichos personales, pero no había caso. Por más que lo intentara, no podía hacer a un lado el pasado.
—Bueno… eh… estaba pensando en algo que me ocurrió durante nuestra pelea contra Neherenia —repuso Setsuna, tratando de hacer que su voz sonara casual, aunque fuese un poco, lográndolo a medias—. Fue como una especie de visión.
—¿Y de qué se trata esa visión?
Setsuna no respondió de inmediato. Si otras fuesen las circunstancias, le habría dicho de inmediato sobre su visión, y sobre cómo Darien estaba involucrado. Pero aquellas no eran circunstancias normales. Si decía la verdad, estaría básicamente admitiendo sus sentimientos por él, cosa que ella quería mantener ocultos a toda costa. Sin embargo, en su afán por ocultarlos, había olvidado que Darien, pese a que no era una Sailor Senshi, también tenía poderes, y, con el poder del Cristal Dorado de vuelta, con mayor razón debía poner atención a ese detalle.
—Debe ser algo difícil de decir si te toma tanto tiempo hacerlo —acotó Darien, empleando un tono suave, mirando fijamente a Setsuna, como poniendo atención a lo que ella pudiera decir, pero ella se mantuvo en silencio, y evitó la mirada da Darien, desviando la vista hacia al frente. Sin embargo, él no la presionó. No dijo nada hasta que Setsuna se hubo tranquilizado, y fue capaz de hablar sin nervios o incomodidades.
—Creo… creo que estamos viviendo en un ciclo —dijo Setsuna después de un buen rato sin decir palabra—. La visión de la que te hablé… mencionaba que si no hacía algo… todo iba a ocurrir nuevamente. Sospecho que algo salió mal en el ciclo pasado, y que parte de eso fue mi culpa.
—¿Y por qué?
Allí fue donde se acabó la inspiración de Setsuna para seguir hablando. Como se había dicho antes, seguir profundizando sobre el tema haría que ella admitiera sus sentimientos por Darien, cosa que, dado el tópico de conversación, no era sabio ni relevante decir. En lugar de decir la verdad, escogió omitir ese detalle de la explicación.
—Hice algo imperdonable, aunque aún no tengo claro los detalles. La visión no fue muy explícita con eso. —Setsuna, como Amy, odiaba mentir, pero si le decía la verdad, haría real lo que sentía por Darien, y temía las consecuencias de aquello. Darien la miraba con atención nuevamente, y Setsuna, estando un poco más calmada, volvió a sumirse en el pánico cuando recordó que él tenía poderes de percepción mental, lo que hacía que ninguno de sus recuerdos fuese privado para ella. Al cobrar conciencia de ello, Setsuna evitó nuevamente el contacto visual con Darien, pero temió que fuese demasiado tarde… y así fue.
—Setsuna —dijo Darien, tomando su mejilla y haciendo que le mirara a los ojos—. No sé por qué actúas como alguien que se prohíbe todo a sí misma con tal de hacer su trabajo. No es sano, ni prudente, ocultar lo que sientes, aunque no sea correspondido.
Con las últimas palabras de Darien, Setsuna sintió un violento retortijón de tripas. Era cierto, entonces. Él había podido ver sin impedimentos lo que había en su mente. Por tratar de negar que tenía un corazón, había mostrado sin un ápice de duda que tenía uno. No obstante, Darien no le había reprochado ni criticado por eso. De hecho, la animaba a que fuese honesta con lo que sentía, aunque ya no hubiera necesidad de aquello.
—Deberías compartir más con tus compañeras —le aconsejó Darien, poniéndose de pie, aunque Setsuna permaneció sentada, aún aturdida por lo que él le había dicho sobre sus sentimientos—. Creo que esa es la razón por la que ustedes no son tan fuertes como Serena y sus amigas. Ellas no tienen sus poderes, pero pelean juntas y en equipo, y pueden hacerlo porque siempre están compartiendo entre ellas, y sus lazos son muy fuertes. No veo ese compromiso en ustedes.
Darien dio media vuelta, y se retiró, dejando a Setsuna sola con sus pensamientos, los que ya no tenían nada que ver con hallar la forma de cumplir con sus caprichos, porque eso eran.
Caprichos.
Washington, 13 de mayo de 1994, 09:44p.m.
Herbert Dixon podría cantar, aunque fuese pésimo haciendo eso último.
Tiberius Logan había conseguido en seis meses lo que a Jackson MacArthur le habría tomado una eternidad. Gerald Tenet había asumido la cabeza de la NASA, convirtiéndola en una rama militar en toda regla. Todas sus operaciones habían pasado a ser clasificadas, salvo las que tenían relación con la exploración espacial. Gerald Tenet había sugerido a Herbert que solamente las operaciones más sensibles se mantuvieran en secreto, como el desarrollo de tecnologías de espionaje satelital, tecnologías relacionadas con el lanzamiento de cohetes al espacio y, por supuesto, el proyecto Asgard, el que era el plan de contingencia de Herbert en caso que el plan primario fallara, aunque cada día que pasaba, más se iba convenciendo de que el tiempo necesario para frustrar el plan primario se iba agotando. Pronto, ya no habría nada que hacer para evitar lo inevitable.
Lo otro que había salido bien fue el caso contra Jackson MacArthur. Como esperaba, aquella causa legal no prosiguió, porque Isabella Kellerman había sido encontrada muerta en un callejón el 15 de agosto de 1993. El informe oficial de la policía decía que ella había sido asesinada como consecuencia de un asalto a mano armada, e incluso los autores del crimen habían confesado que ellos fueron los que habían matado a Isabella por las joyas que llevaba puestas (las iba a empeñar para costear los honorarios de su abogado). Eso no impidió que algunos teóricos de las conspiraciones elaboraran sus propias hipótesis sobre el destino de Isabella, alegando que un simpatizante (o simpatizantes) de MacArthur le pagó una suma nada desdeñable de dinero a los criminales para que confesaran el crimen. El proceso legal por el asesinato de Isabella sirvió para definir el destino de la causa contra el ex presidente de Estados Unidos. Hubo un periodo de investigación de tres meses para el caso del asesinato de Isabella Kellerman, durante los cuales se encontraron las armas empleadas, sus correspondientes balas, huellas digitales, muestras de ADN (todo eso cortesía de Herbert Dixon, por supuesto) y otras evidencias que aseguraron la culpabilidad de ambos criminales. De ese modo, se probó que no hubo juego sucio en el asesinato de Isabella Kellerman, y, por lo tanto, el caso contra Jackson MacArthur no siguió su curso. Muchos protestaron por la decisión del juez, porque no era un veredicto acorde con la ley. De todos modos, en palabras de los críticos del veredicto, si fuese como el juez lo había sentenciado, todos los casos de asesinato no tendrían validez alguna. Por otro lado, el argumento del juez fue que la muerte de la demandante había sido un hecho fortuito, no relacionado con el caso con el que se la relacionaba. De todas formas, el veredicto fue definitivo, y Jackson MacArthur había sido hallado inocente por razones de fuerza mayor. No obstante, como él mismo había renunciado a la presidencia de la nación, Tiberius Logan seguía siendo el primer mandatario de Estados Unidos, al menos hasta las elecciones de fines de año.
Por eso, Herbert Dixon podría cantar.
Lo único que enturbiaba su buen humor era el dolor de cabeza que venía experimentado a ráfagas desde finales de 1993. Al principio, no se trataba de un asunto que entrañara mayor preocupación, pues el dolor había sido pasajero, y solamente había durado unos diez minutos. Pasaron tres meses para que tuviera un segundo dolor de cabeza, de la misma duración. De nuevo, Herbert lo asoció a la tremenda carga laboral que tenía, pues debía poner punto final a su plan primario, y coordinar sus esfuerzos con los de su hija para finalmente poner inicio a la guerra que serviría de distracción para la conclusión del plan primario.
Pero los dolores de cabeza continuaron aumentando en frecuencia. En ese momento, había salido de uno que ocurrió hace cinco días atrás. No sabía por qué aquellos dolores se manifestaban con cada vez más frecuencia, pero la última vez que pasó vino acompañado de una voz muy suave, cuyas palabras eran ininteligibles. Pero después de que oyó la voz, Herbert se vio caminar hacia el ala Clavius del laboratorio, donde tenía una habitación secreta (119). Allí guardaba el resultado del experimento que había hecho a mediados de 1969, o al menos parte de éste. Después de unos minutos, las ansias se le pasaban, y volvía a la pecera, preguntándose qué diablos le había ocurrido para llegar al ala Clavius.
Pensando en lo que sus dolores podrían significar, Herbert tomó asiento en su despacho, recordando que había tenido episodios similares en 1992, que sus experimentos en colaboración con Soichi Tomoe habían curado.
Herbert Dixon se puso de pie de golpe, un miedo atroz recorriendo su columna.
Sailor Galaxia ha vuelto a las andadas.
Tokio, 16 de mayo de 1994, 04:57p.m.
Las chicas se encontraban reunidas en casa de Rei, planeando la siguiente tertulia, cuando llegó Mina, falta de aliento, pero con una cara de emoción que no se le veía muy a menudo. Era el tipo de expresión encandilada que solamente mostraba cuando veía chicos realmente atractivos. Amy, quien leía un artículo sobre enfermedades crónicas, notó que Mina llevaba una especie de afiche bajo el brazo derecho, y le instó a que lo mostrara.
—¡Es lo más emocionante que va a pasar este año! —exclamó Mina, con los ojos brillantes y la voz aguda, más de lo usual, mostrando el afiche para que todas la vieran—. El grupo musical del momento viene a la ciudad a hacer un recital, ¡y nosotras tenemos que estar allí!
Serena y las demás miraron el afiche, el cual mostraba a tres tipos jóvenes, con sendas colas de caballo. Los tres usaban el mismo traje y, en opinión de Serena, Lita, Mina y Rei, eran los jóvenes más atractivos que habían visto nunca. Amy, por otro lado, miraba el afiche con una mano en el mentón.
—Lucen extraño —opinó, examinando las fotografías de los jóvenes—. Parece como si fuesen mujeres disfrazadas de hombres.
—¿Pero qué diablos estás diciendo, Amy? —dijo Mina, como si Amy se hubiera vuelto loca—. Son guapísimos todos, pero el más guapo es el de cabello negro. Se llama Seiya (120).
—A mí también me gusta —añadió Lita, ligeramente sonrojada—. Tiene un rostro como de juguetón y alegre. No me molestaría tener una cita con él
—Pues a mí me gusta el del cabello gris —dijo Rei, mirando el afiche como una obsesa—. Yaten luce más maduro que los otros dos.
—¿Y qué hay de ti, Amy? —preguntaron Rei, Lita y Mina al mismo tiempo.
—Ya les dije lo que pienso —contestó, mirando el afiche con poco interés, y manipulando su computadora de bolsillo, tomando una fotografía de éste, y generando un algoritmo de reconocimiento basado en GPS—. Me causan sospecha, no atracción. Pero, si tuviera que elegir uno, y si fuesen realmente hombres, me decantaría por Taiki. Viendo su perfil en mi computadora, es muy inteligente y responsable.
—Es lo más que le podrán sacar a Amy —advirtió Lita, y las demás encararon a Serena. Como Amy, no manifestaba mucho interés en el nuevo grupo musical de moda. De hecho, tenía una expresión taciturna.
—¿Qué te pasa, Serena? —preguntó Rei, acercándose a ella. Las demás la imitaron, y vieron que sus ojos brillaban.
—Es que… bueno… Darien me llamó ayer, y me dijo que le habían ofrecido una beca para estudiar en Stanford, en Estados Unidos. —Serena parecía estar al borde del llanto, pero se contenía de forma heroica, y las demás lo notaron—. Me parece bien que le den una oportunidad en una buena universidad, pero estará lejos de mí por no sé cuánto tiempo. Lo voy a echar de menos… pero no quiero que se preocupen por mí. Estaré bien. Tampoco es que Darien no vuelva jamás de Estados Unidos.
Las demás, especialmente Rei, miraban a Serena con mucha preocupación, como si ella se fuese a caer muerta en cualquier momento, y, aunque eso no llegó a pasar, siguieron mirando a su amiga. Ella, de pronto, soltó una carcajada que sonó antinatural frente a la expresión sombría que había mostrado antes.
—En serio, estaré bien —aseguró Serena, bebiendo un poco de su malteada para disimular la congoja que le provocaba no saber si Darien iba a aceptar el puesto en Stanford o no. Realmente no quería que se alejara de ella, pero también recordó que había hecho un esfuerzo notable por madurar, por ser una persona más seria y comprometida con sus responsabilidades. No esperaba que las demás personas hicieran lo mismo si ella no daba el ejemplo, sobre todo después de las repercusiones que la ley Kobayashi había dejado sobre el mundo, polarizando la imagen de las Sailor Senshi a lo largo y ancho del planeta.
Serena se fue recuperando de la devastadora llamada telefónica de Darien, y el humor volvió de a poco a ella. Sin embargo, cuando se sintió preparada para tener una discusión sobre los Three Lights (el grupo musical de moda del que Mina había hablado), Amy frunció el ceño mientras consultaba su computadora de bolsillo.
—¿Pasa algo, Amy? —quiso saber Serena, acercándose a la pantalla de la computadora, sabiendo que iba a entender caca de lo que viese allí.
—Ubiqué donde se encuentran los Three Lights, pero estoy detectando radiación sigma en su ubicación.
Rei, Lita y Mina sabían lo que implicaba tener una posible fuente de radiación sigma, pero Serena, por desgracia, no había puesto atención a esos detalles, aunque ya no ocultaba su ignorancia con muecas y posturas evasivas.
—¿Hay Sailor Senshi cerca de los Three Lights?
—No me imagino quiénes podrán ser —dijo Amy, llevándose una vez más una mano al mentón—. Las Sailor Gems están muertas desde hace tiempo, y Saori no ha regresado. No son señales que haya visto antes. Sus diferencias de fase son distintas a las que conocemos normalmente.
—Deberíamos investigar —dijo Mina, buscando en el bolsillo de su vestido el cetro de trasformación—. No sabemos si son aliadas o enemigas, o si los Three Lights se encuentran en peligro.
Las demás asintieron con la cabeza, cuando escucharon un estampido afuera de la casa. Pensando que podían ser enemigos, las cinco salieron del inmueble, pero solamente vieron a una persona, vestida como una Sailor Senshi. Cuando vieron con más detalle de quién se trataba, se llevaron una sorpresa mayúscula al ver a Sailor Silver Moon. Pero la conmoción fue mayor cuando notaron que ella tenía el uniforme rajado en varias partes, y ostentada feas heridas en su piernas, brazos, cara y pecho. Parte del uniforme estaba cubierto de sangre, y apenas podía ponerse de pie.
—Ella está por venir… —dijo, con una voz tan débil que apenas la escucharon—. Sailor… Galaxia… se prepara para… venir… a este… planeta.
Y sus piernas colapsaron, cayendo sobre el patio de la casa de Rei, inconsciente.
(119) Ver capítulo 33 de "Cortejando el apocalipsis" para más detalles.
(120) Lamento decepcionarlos, pero este fic tomará la postura del manga con respecto a las Sailor Starlights, por lo que no habrá nada entre Seiya y Serena (tampoco es que me guste mucho ese ship).
