CIII
Planes
Tokio, 17 de mayo de 1994, 01:55p.m.
Pese a que las heridas de Saori lucían bastante graves, le tomó menos de un día recuperarse. Aún tenía las cicatrices en su cuerpo, pero comía como si no hubiera sido lastimada de gravedad. Serena y sus amigas la rodeaban, interesadas en lo que fuese que Saori iba a contarles. Gracias a los cuidados de Amy, Saori no había tenido que ir al hospital, lo que para ella era un beneficio, porque las veces que había estado en uno, no la había pasado demasiado bien.
—¿Y qué fue lo que te pasó? —preguntó Serena, sentada al frente de Saori. Las demás no decían nada, pero era claro que ponían atención.
—Tuve un encontrón con Sailor Galaxia —dijo Saori, hablando como si haber enfrentado a la Sailor Senshi más poderosa de la Vía Láctea no fuese más peligroso que, digamos, saltar en paracaídas—. Está bastante molesta, eso se los puedo garantizar.
—¿Por qué? —inquirió Amy, a medias pendiente de las palabras de Saori, a medias pendiente de su computadora de bolsillo, la que rastreaba la posición de las fuentes de radiación sigma que había detectado antes.
—Mientras peleábamos, me acusó de estar robándome los Sailor Cristales de todas las Sailor Senshi de la galaxia —contestó Saori con un gruñido, no por alguna herida que le doliera, sino por la acusación de Sailor Galaxia—. Tonta de mierda. Pero luego me di cuenta que aquellas palabras habían sido muy extrañas. Si Sailor Galaxia no estaba robando los Sailor Cristales, alguien más debe estar haciéndolo.
—¿Pero quién? —preguntó Rei, llevándose una mano al mentón, juzgando que debía echarle una visita a su llama, para ver si podía ver al responsable del robo de los Sailor Cristales.
—Ni idea —repuso Saori, encogiéndose de hombros—, pero, quienquiera que sea, está poniendo bastante furiosa a Sailor Galaxia. Cuando supo que yo no estaba haciendo su trabajo por ella, tuvo el descaro de preguntarme si quería formar parte de Shadow Galactica… su ejército —aclaró Saori al ver que ninguna de sus oyentes entendía a qué se había referido—. Sailor Galaxia no solamente está tratando de encontrar los Sailor Cristales, sino que quiere ampliar su ejército.
—Esa es otra razón por la que debemos detenerla lo antes posible —dijo Serena, poniéndose de pie, y mirando a las demás chicas con decisión—. Estoy de acuerdo con Amy. Tenemos que ir al centro de la Vía Láctea y poner fin a sus ambiciones.
—Tenemos que iniciar los preparativos para nuestro viaje al núcleo galáctico —dijo Amy, cerrando su computadora de bolsillo, también poniéndose de pie—. Ya he delineado el plan para hacerlo. Primero, esperaremos a que una de sus sirvientas llegue a este planeta. Instalaré unos detectores de radiación sigma en puntos clave de la ciudad, y usaré las computadoras de nuestra base bajo el salón de videojuegos para monitorear cualquier entrada y salida. Cada detector también incorporará sensores gravitacionales, en caso que empleen métodos relativistas (121) para viajar desde el centro de la galaxia hasta nuestro planeta.
—¿Y entonces? —preguntó Saori, bebiendo un poco del agua medicinal que Amy le había preparado.
—Estoy segura que Sailor Galaxia no llegará a este planeta de primeras —explicó Amy, vigilando que Saori bebiera la cantidad correcta de agua medicinal, porque una sobredosis podía tener efectos secundarios bastante desagradables—. Enviará a una de sus secuaces para tantear el terreno. Es por eso que no podemos acabar con ella de inmediato. Para eso, es importante que colaboremos con las Outer Senshi en esto. Ellas se ocuparán de mantenerla distraída. Una vez que localicemos el lugar por el que ella llegó a este planeta, nos infiltraremos por esa entrada y usaremos ese mismo camino para llegar al centro de la galaxia. Es posible que tengamos que luchar contra el resto de Shadow Galactica, y para eso, dejaré una baliza para que las Outer Senshi puedan seguirnos y contar con apoyo en caso que seamos sobrepasadas.
Ninguna de las presentes puso alguna objeción al plan de Amy. No obstante, Saori alzó una mano, denotando que quería tomar la palabra. El resto la miró con atención, pensando que iba a hacer alguna adición al plan de Amy.
—Solamente quería decirles que es posible que contemos con más apoyo, pero depende mucho de lo que yo haga. Es posible que no puedan contar conmigo desde el primer momento, pero, si tengo suerte, podremos tener a más Sailor Senshi de nuestra parte.
—¿De qué hablas? —quiso saber Serena, y las demás también parecían sorprendidas por la afirmación de Saori.
—Es sobre la razón por la que desaparecí por un año y medio —respondió Saori, lo que captó el interés de las demás en el acto—. Si tienen tiempo les puedo contar lo que pasó.
El silencio de las chicas era elocuente.
Washington, 16 de mayo de 1994, 10:10a.m.
El presidente Tiberius Logan había recibido dos memorandos importantes para él. Uno era de parte de Gerald Tenet, el administrador de la NASA, diciendo que el proyecto Asgard se encontraba en un noventa y ocho por ciento de progreso. Solamente faltaban algunos ajustes a los dispositivos que conformarían la constelación de satélites que integraban el proyecto Asgard, y el lanzamiento de los satélites tendría lugar en septiembre de ese año.
Aquella era la buena noticia.
Porque había una mala.
Un reporte de inteligencia hablaba de un ataque a una base aérea norteamericana en Japón. En un principio, el atentado había sido atribuido a un grupo terrorista local, pero la CIA había desenterrado evidencia de que el gobierno japonés había financiado a los terroristas para atacar la base. Las pruebas eran bastante persuasivas para considerar una llamada al primer ministro japonés y pedir explicaciones. Sin embargo, antes de que pudiera descolgar el teléfono, otro memorando llegó, en la mano de uno de sus asistentes, y el presidente Logan lo leyó rápidamente.
Como si el ataque en Japón no fuese suficiente.
El memorando venía con una primera plana de un periódico local de Nueva Orleans. La noticia hablaba de una redada policial, la que había culminado con el asesinato de una treintena de personas de origen japonés. Al final del memorando, había una línea que decía "los japoneses también lo saben". Irritado, Tiberius Logan pescó el teléfono, y marcó un número que no era el del primer ministro japonés, sino que el del director de la CIA. La llamada conectó a los cinco segundos después.
—Señor presidente —dijo la voz de Joseph Allen—. ¿Qué desea?
—Una explicación —repuso Tiberius Logan, sonando impaciente—. ¿Qué demonios pasó en Nueva Orleans? Supe que hubo un incidente con unos japoneses. Todos ellos murieron.
—Fue una redada policial —dijo Joseph, lo que no satisfizo a Tiberius, porque era información que ya sabía—. Según nuestras fuentes, fue todo un malentendido. La policía creyó que los japoneses estaban fabricando y distribuyendo droga, y procedieron a arrestarlos, pero cuando oyeron disparos, asumieron que los japoneses les estaban disparando, y se defendieron. Cuando la balacera hubo finalizado, la policía se percató que otras personas, las que realmente estaban fabricando la droga, fueron los que dispararon, pero ningún oficial los vio a tiempo. El asunto fue bastante confuso, porque los traficantes estaban mezclados con los japoneses, a los que usaron de cobertura para defenderse.
Tiberius se quedó con el auricular en la oreja, sin decir nada. No estaba seguro de si había entendido siquiera una parte de la explicación de Joseph Allen. A su juicio, más que una explicación, parecía una justificación.
—¿Estás seguro que no fueron los tuyos quienes abrieron fuego contra esos pobres japoneses? —demandó el presidente Logan, sonando irritado—. Porque no me trago para nada lo que me acabas de decir. A menos que tengas un informe detallado, con evidencias y conclusiones basadas en hechos, tu palabra vale mierda.
—¿Y por qué mis agentes atacarían a unos japoneses indefensos? —repuso Joseph, sonando indignado, pero a Tiberius le olía a falsa indignación, como la que mostraría un niño de cinco años que hubiera sacado dinero de la alcancía de su madre y no quisiera que ella lo supiera.
—Ustedes nunca son bastante claros con sus motivos —replicó Tiberius, resistiendo las ganas de gritar, lo que no luciría muy bien en el Despacho Oval—. Recuerda que uno de tus predecesores tenía la intención de asesinar a Kennedy. No es que me gusten demasiado los demócratas, pero ustedes claramente son anticomunistas. De otro modo, no habrían destinado tantos recursos a tratar de ganar la Guerra Fría.
—No soy tan tonto para desatar un incidente internacional por culpa de una operación policial —terció Joseph, quien parecía estar más calmado que el mismo presidente de la nación—. De acuerdo con mis fuentes, los traficantes de droga parecen pertenecer a la Vanguardia de Ares. No fueron capturados, pero usaban armamento de guerra.
—Cualquier cartel de gran envergadura posee armamento de guerra —dijo Tiberius, juzgando que la defensa de Joseph era bastante endeble, y, por lo tanto, debía estar ocultando algo—. Además, la Vanguardia de Ares es una organización paramilitar, no un cartel de droga.
—Puede ser, pero parte de sus operaciones es financiada por la distribución de droga —contraatacó Joseph, y Tiberius notó que su voz se antojaba más confiada, y le dio el beneficio de la duda en ese respecto—. Tenemos inteligencia que muestra sus campos de cultivo de marihuana y cocaína, y hay suficiente información de que la Vanguardia de Ares es el mayor proveedor de droga a más de cien carteles menores a lo largo del mundo. Si tiene dudas, póngase en contacto con el director de la DEA (122) y podrá comprobar que todo lo que le he dicho no es solamente una invención de mi cabeza.
Tiberius se permitió un momento para ponderar lo que Joseph Allen le había dicho. Si él estuviera mintiendo, ocultando un potencial intento por generar tensión entre Estados Unidos y Japón, no le habría dicho que comprobara la información que le había entregado con otra agencia gubernamental. Tiberius también sabía que había ciertos roces entre la CIA y la DEA, más que nada porque había ocasiones en que la CIA se beneficiaba del narcotráfico para financiar operaciones en contra de líderes de extrema izquierda, y eso entorpecía algunos de los operativos más importantes de la DEA. Aquello era motivo suficiente para que Tiberius confiara en Joseph Allen.
—Haré lo que me sugeriste —dijo, sintiéndose un poco más tranquilo—. Pero aún quiero el informe que comprueba que no hubo juego sucio en ese tiroteo. Lo necesito para hoy a las seis de la tarde.
—¿Por qué la prisa?
—Porque necesito que el primer ministro japonés no piense que atacamos adrede a sus ciudadanos —repuso Tiberius con impaciencia—. ¿Para qué mierda creías que lo quería? Lo menos que quiero es tener una maldita guerra justo en el año de las elecciones presidenciales. Así que ya lo sabes. A las seis en punto quiero ese informe en mi escritorio, o tendré que cambiar de idea con respecto a tu permanencia en la dirección de la CIA.
Tokio, 17 de mayo de 1994, 02:18p.m.
—Desde que murieron las Sailor Gems, estuve pensando en una forma de traerlas de vuelta a la vida —comenzó Saori, y Amy entendió a qué se refería con tener más Sailor Senshi de su lado—, pero pensé que, con la amenaza del Circo de la Luna Muerta, aquellos planes tendrían que esperar. Después de la derrota de Neherenia, estuve investigando el lugar donde habían sido enterradas las Sailor Gems. Tuve que emplear métodos cuestionables para obtener la ubicación de sus cadáveres.
Al escuchar las palabras de Saori, Serena intervino de inmediato.
—¿Torturaste gente?
—Es la única forma en que ciertas personas digan la verdad, porque tienen esa compulsión de ocultar cosas a tal punto que realmente se lo creen —repuso Saori, pero Serena no se vio convencida por su respuesta.
—Siempre hay una mejor forma de hacer las cosas —dijo Serena, sonando severa por primera vez en lo que Saori la conocía, lo que le hizo arquear una ceja—. Haciéndole daño a las personas no es la forma de conseguir lo que quieres.
No supo si fueron las palabras de Serena, o la forma en que las había dicho, pero resonaron en la mente de Saori como si ella misma se estuviera recriminando por lo que había hecho. Era cierto que ni a ella le gustaba la forma en que había procedido, pero el factor tiempo le hizo actuar de esa forma. Pero conocía lo suficiente a Serena para anticipar sus palabras ante semejante justificación.
"Esa no es excusa para hacerle daño a la gente. Nosotras no nos hicimos Sailor Senshi para eso".
—Tienes razón —dijo Saori, suspirando—. No debí torturar a esas personas… por mucho que se lo merecieran.
—Eso pasa porque siempre hacemos lo que es más fácil antes de hacer lo que es correcto —dijo Serena, ablandando el tono de su voz—. Hay ocasiones en las que el camino más corto es el acertado, pero no siempre.
Saori comprendió que la respuesta de Serena había sido más gentil, y se dio cuenta que había sido así porque había reconocido que torturar personas difícilmente era un método lícito para obtener información. Pero también era cierto que lo hecho, hecho estaba, y no iba a llorar sobre la leche derramada.
—Bueno, de vuelta a lo que les estaba contando, obtuve la información sobre el paradero del lugar de descanso de las Sailor Gems. Cuando llegué allá, encontré sus cuerpos, y me di cuenta que no se habían descompuesto en lo más mínimo. No tenía ni idea de qué mierda había pasado con ellas, por lo que tuve que buscar en mis recuerdos algo que me entregara más información sobre las Sailor Senshi… y recordé la conversación que tuve con la reina Serenity cuando me propuso convertirme en una. Me había dicho que las Sailor Senshi morían cuando su Sailor Cristal era destruido. La forma en que las Sailor Gems habían sido asesinadas no había hecho daño alguno a sus Sailor Cristales, así que supuse que debía haber una forma de devolverlas a la vida sin demasiados problemas.
—¿Es eso cierto? —preguntó Amy, luciendo escéptica—. ¿Las Sailor Senshi no pueden morir por métodos convencionales?
—Eso explica por qué Serena volvió a la vida —dijo Saori, mirando a la aludida con algo parecido a una sonrisa—. Su Sailor Cristal no fue destruido durante ese atentado. Pero lo que me quedaba por descubrir era cómo podía regresar a las Sailor Gems a la vida. Después, recordé que en mis batallas anteriores, peleé contra un par de idiotas que custodiaban el jardín estelar de Sailor Galaxia. Pues bien, busqué algún medio para llegar al centro de la Vía Láctea, pero no tuve que hacerlo por mucho tiempo, porque me encontré con una de sus secuaces en París. Seguramente estaba buscando Sailor Senshi para robarles sus cristales. La seguí por un par de días, hasta que quedó claro que no iba a encontrar lo que estaba buscando. Desapareció a través de una especie de portal, y, antes que el portal colapsara, entré en esté, y me escondí de inmediato. Esperé hasta que no hubiera moros en la costa, y encontré a esas dos idiotas con las que había peleando en los sesentas. Después de derrotarlas… otra vez… me dijeron que todo lo que tenía que hacer era llevar un poco de energía de algo llamado Caldero Primordial, y hacer lo mismo que cuando un vehículo se queda sin batería. Con eso, era posible que las Sailor Gems volvieran a la vida.
—¿Y obtuviste esa energía? —preguntó Amy, muy interesada en el relato de Saori.
—Fue bastante fácil —dijo Saori, aunque puso una cara agria cuando recordó lo que había pasado después—. Bastó con tomar un recipiente que me pasó una de esas Sailor Tontas. Fue como sacar agua de un río. Pero Sailor Galaxia se dio cuenta de lo que yo estaba intentando hacer, y trató de matarme, diciendo que yo estaba orquestando un plan para robarme todos los Sailor Cristales de la galaxia. Pensé, por la experiencia de mi anterior pelea contra ella, que iba a poder mantenerla a raya por el tiempo necesario para conseguir un medio de escape. Pero me equivoqué. No sé qué mierda le ocurrió, pero Sailor Galaxia es más poderosa que antes, y no pude darle demasiada pelea. Traté de escapar del campo de batalla, y pude robar uno de los artefactos con los que las secuaces de Sailor Galaxia se trasladaban desde del centro de la Vía Láctea a cualquier rincón de la galaxia. Me hirió de gravedad antes que pudiera escapar, y es por eso que llegué en tan mal estado.
—¿Y aún tienes ese artefacto? —quiso saber Amy, luciendo un poco esperanzada—. Con él, no tendríamos que esperar a que una de sus sirvientas aparezca.
Saori alzó ambos brazos, y las demás vieron unos brazaletes. Por supuesto, ellas habían notado ese detalle, pero pensaron que se trataba de un artículo meramente estético.
—Perfecto —dijo Amy, analizando los brazaletes con su computadora de bolsillo—. Creo que puedo aplicarle ingeniería inversa a esos brazaletes, y crear un par para cada una de nosotras.
—Entonces, ¿podremos ir de inmediato a derrotar a Sailor Galaxia? —quiso saber Lita, frotándose los nudillos—. Si es una amenaza tan grande, no podemos perder mucho tiempo.
—Tienes razón —concedió Amy, aunque no lucía demasiado convencida de ello—. Pero no podemos ir sin un plan. Necesitamos números. Si Saori está en lo cierto sobre su plan, entonces podremos contar con las Sailor Gems. Las Outer Senshi serían una excelente ayuda también. También podríamos pedirle a Rini que podamos contar con sus guardianas. Además, supe que Darien tampoco quiere quedarse atrás, ahora que tiene nuevos poderes.
—¿Y que hay de esas señales de radiación sigma que detectaste antes? —preguntó Rei, sabiendo que podían perfectamente ser señales del enemigo, pero tampoco podía asegurar que no estuvieran de su lado.
—Por eso debemos esperar —dijo Amy, cerrando la computadora de bolsillo, juzgando que tenía suficiente información sobre los brazaletes—. Si esas señales apuntan a Sailor Senshi, primero tenemos que averiguar si son aliadas o enemigas. Si están de nuestra parte, podrían ayudarnos a pelear contra Sailor Galaxia.
Todas estuvieron de acuerdo en el plan de acción, y cada una de ellas se fue en dirección a sus respectivas casas. Saori fue la que salió último de la casa de Rei, caminando por la calle, silbando una canción de heavy metal (123), cuando tropezó con algo pequeño, cayendo de cara al suelo. Sobándose la frente y diciendo palabras obscenas, se puso de pie y dio media vuelta para ver con qué había tropezado, y vio a una niña muy pequeña, de cabello rojizo, con dos moños en forma de corazón, y ojos grandes, muy grandes. Vestía lo que parecía un uniforme de primaria, pero no le parecía racional pensar que una niña como ella pudiera ir al colegio. Además, pese a que Saori era alta y pesaba lo suyo, la niña ni siquiera se había movido de su posición. Miraba a Saori con una cara de inocente curiosidad, y ella, al mirarla a los ojos, se sintió extraña, como si ella fuese su hermana menor o algo así.
—¿Qué haces aquí en medio de la calle? —preguntó Saori, arrodillándose delante de la niña, quien no dejaba de mirarla con esos ojos demasiado grandes—. ¿Dónde está tu mamá?
La niña siguió mirándola, hasta que dijo su primera palabra en lo que iba del encuentro.
—¿Mamá? —fue lo que dijo, con una voz muy aguda y tan inocente como su mirada.
Saori notó que lo había dicho en forma de pregunta, y pensó que ella era huérfana. Decidiendo que era muy peligroso que una niña tan pequeña estuviera en la calle, la tomó en brazos, y se la llevó a su propio domicilio, donde la iba a cuidar hasta que pudiera tomar una buena decisión en cuanto a su destino.
(121) Cualquier medio que implique usar la teoría de la relatividad, como un puente Einstein-Rosen.
(122) DEA es la Administración para el Control de Drogas, dependiente del Departamento de Justicia de Estados Unidos (Drug Enforcement Administration por sus siglas en inglés).
(123) Cuando escribía esa parte, estaba escuchando la canción "Twilight Horizon" de la banda de power metal Twilight Force. Así que pueden imaginar a Saori silbando esa misma canción, o cualquiera que se les ocurra (pero debe ser metal). xD
