CIV.

—Madre…— sollozó Kagome, estirando un brazo. Izayoi se lo cogió con sus ojos humedeciéndose.

—Mi pequeña… puede que no te haya parido, pero desde el momento en el que ese tozudo muchacho te llevó a casa, te amé como una parte de mí misma, como la hija que nunca tuve— susurró, acariciando su mejilla con su mano libre— Estoy muy orgullosa de la mujer en la que te has convertido.

—Tú siempre has sido mi referente— musitó ella entre hipidos.

Izayoi sonrió y se inclinó hacia ella para besar la parte alta de su frente. Después, le acarició una vez más la mejilla para quitarle el rastro de lágrimas -aunque sabía que sería algo inútil- y le colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja.

—Mi pequeña guerrera… Vive y sé feliz, esa es la mayor alegría que puede tener una madre. Vive y tenme siempre en tu recuerdo.

Kagome asintió a duras penas e Izayoi trasladó su mirada el medio demonio, quién tenía la mirada escondida en algún punto del suelo con la mandíbula tensa, esperando así esconder todo el dolor que lo asolaba.

—Mi hombrecito valiente…— le cogió del mentón para hacer que sus miradas se encontrasen; le costó un par de intentos antes de que InuYasha alzase la mirada y, entonces, descubrió que un par de lágrimas descendían por su rostro— Eres mi mayor orgullo, lo sabes, ¿no? Lo más preciado de mi vida. Nunca olvides quién eres y nunca que creas que vales menos, porque eso es mentira. El mundo debería estar orgulloso de que exista gente que los ayude, que dé su vida y se sacrifique por ellos como tú. No te merecen, mi pequeño. Nunca lo han hecho.

InuYasha no hizo el intento de hablar porque sabía que si lo intentaba se derrumbaría, así que sintiendo unas pocas lágrimas más por sus mejillas, asintió con el dolor reflejado en sus pupilas. Cuando su madre se inclinó hacia él y le besó suavemente en su frente, como había hecho miles de veces cuando era pequeño, la pequeña coraza que lo mantenía firme amenazó con resquebrajarse por completo. InuYasha cerró los ojos y saboreó cada segundo, grabándolo con fuego en su memoria.

—Tú eres Shippo, ¿verdad? — Izayoi se fijó entonces en la silenciosa figura que se aferraba al regazo de su hija y se encontró con unos ojos húmedos observándola con incredulidad.

Una sonrisa dulce y amistosa se deslizó en los labios de ella.

—¿Eres la madre de Kagome… y el tont- InuYasha? — inquirió el pequeño en un hilillo de voz.

Izayoi asintió.

—¿Podrías hacerme un favor?

Shippo aceptó inmediatamente.

—Cuida de ellos, ¿vale? Hazlo por mí— le agradeció con sus ojos y su sonrisa.

—¡No te preocupes, yo me encargo!

De pronto, el cuerpo de Izayoi empezó a parpadear y ella se miró a sí misma. Cuando alzó la mirada a sus hijos, no había dolor o tristeza en ellos; solo habría felicidad y emoción, el feroz brillo de una madre que sabe que sus hijos estarán bien, que los apoyará en cada paso que den.

—Os amo, nunca lo olvidéis…

—¡Mamá! ¡No te vayas! — chilló Kagome.

—¡Madre! ¡NO!

Fue en vano. El cuerpo de Izayoi parpadeó otra vez y pronto solo eran tres personas las que se encontraban en la habitación; cualquier rastro que podría haber de la presencia de la mujer solo quedaba en sus recuerdos y sus corazones.

Kagome se derrumbó en el pecho de InuYasha, quién la acogió con la misma aflicción, y por un segundo fueron esos jóvenes que, años atrás, habían perdido a una madre, encontrándose a la deriva, teniendo que dejar atrás su hogar y aquello que siempre habían conocido.

La herida que poco a poco había estado sanando en el interior de ellos, de pronto, se había abierto de par en par.

·

—Tu madre era hermosa…— murmuró Shippo esa noche cuando estaban todos acostados y durmiendo.

—¿Verdad que sí? — respondió Kagome, acurrucada bajo las mantas.

—¿Me contarías más de ella?

La joven se quedó por un segundo en silencio, sus manos acariciándole los mechones pelirrojos de su cabeza y recordó las palabras de su madre, la última mirada que les dedicó antes de desaparecer. Y, de pronto, las palabras brotaron de su interior, siendo imposible detenerlas: necesitaba soltarlo, decirlo, contarle todo lo que recordara ella.

Shippo la escuchó en silencio, arrullado por el sonido de las respiraciones de sus amigos, por la dulce voz de Kagome, y en algún momento se quedó dormido con la cabeza en el pecho de ella. Kagome se detuvo sin saber en qué momento había estado ella sola hablándole a la nada y se quedó mirando la tranquila expresión del niño.

¿Así te debiste sentir tú, mamá?, se preguntó distraída apartando un mechón de su frente, y lo apretó a ella con el corazón en su pecho a punto de explotarle.

·

—¿Qué haces levantada, Kagome, maldita sea?

InuYasha se materializó delante de él y la expresión molesta y furiosa de él causó que tuviera ganas de sonreír. Sabiendo que eso sería motivo de mayor enfado, se contuvo y se limitó a abrazar su pecho y acurrucarse en él. Inmediatamente los brazos de él le rodearon.

Y el frío de la noche fue considerablemente paliado.

—¿Qué haces aquí fuera solo?

Todos estaban dentro durmiendo, y ella… simplemente no podía… muchos pensamientos pululaban en su cabeza… y ella solo necesitaba a su medio demonio.

—Necesitaba que me diera el aire. Kagome, en serio, tienes que descansar. Despertaste hace poco. Estás débil— insistió.

Pero ella no lo escuchaba.

—InuYasha… Llévame por el cielo, por favor.

—Pequeña…—chasqueó la lengua.

—Por favor— escondió el rostro en el hueco de su cuello, su lugar favorito en el mundo.

Sintió las manos de él entre su cabello y lo oyó suspirar antes de que sus labios se posaran en su sien.

—¿Dónde quieres ir?

—¿Contigo? Al fin del mundo si me lo pides.

Palabras: 987.


¿Recordáis la vez que dije que estaba escribiendo y se me habían saltado las lágrimas? Pues era esto, concretamente la despedida con Izayoi lo que me puso muy sensible, no sé como os ha ido a vosotros. Lo siento, con esta historia Izayoi se ha convertido en uno de mis personajes favoritos... y el pensar que ya estamos llegado a la recta final...

¿Qué creéis que pasará en ese paseíto que tendrán a solas? solo digo una cosa: EL MOMENTO ha llegado. No adelanto nada más, aunque estoy seguro de que ya os lo imaginaréis JAJAJAJAJ

Lilibloom, respecto a tu pregunta: Kagome, al despertar, no recordaba nada de lo que pasó cuando murió a manos de Sesshomaru. Ella fuera de su cuerpo sí, pero todo lo de la pelea con los demonios del inframundo o la ayuda de Inu No había desaparecido de su memoria, así que cuando Izayoi lo mencionó fue cuando le volvieron los recuerdos a ella.

Y como despedida por hoy... Pregunta: teniendo en cuenta lo que llevamos publicados... ¿hay algo de la historia (presente, pasada o futura) que no he escrito y os gustaría leer? A lo mejor tenéis la suerte de que está en los capítulos que quedan, pero si no, me gustaría saber. ¡Contadme!