111. Matices
Heero seguía sentado frente al escritorio revisando que todo estuviese en orden, y lo estaba, cuando vio a Duo entrar hecho un torbellino a la habitación. Lanzó un portazo, acto seguido, sin detener su trayectoria, caminó a paso firme hacia él.
—¿Estás haciendo algo importante? —inquirió serio.
Lastimosamente, no había órdenes de nuevas misiones y, por alguna razón, no le nació mentir.
—No —respondió.
De inmediato perdió la visión de su computadora porque Duo se sentó a ancas sobre sus piernas y cruzó sus brazos tras su cuello, quedando muy cerca de su rostro.
A esa distancia mínima podía apreciar matices en los que antes no había reparado o no se había dado el tiempo de notar, como que los ojos de Duo más que azules eran violetas.
