112. Acero
Un centímetro. Ese era todo el espacio que separaba sus bocas. Duo podía sentir su respiración cosquillar bajo su nariz y la emoción anticipada de estar a punto de conseguir lo que había soñado toda la noche anterior… y las horas que estuvo despierto desde entonces.
De pronto detectó que la mirada de Heero se oscurecía. No dudaba que estaba pensando en empujarlo lejos de esa silla y de su cuerpo, o quizás dispararle por su atrevimiento. Debía darse prisa, pensó, juntando por fin sus labios.
Apenas fue un ínfimo roce antes que unas manos como acero sujetaran sus brazos, justo a la altura de sus bíceps, devolviendo la distancia entre ellos.
No se amilanó ante la mirada dura que recibió.
—¿No tienes curiosidad de cómo sería?
Las manos que estrujaban sus brazos aflojaron un poco.
—Sé que la tienes —afirmó Duo, volviendo a la carga.
