126. Proyectiles
Estaba en problemas, no le quedaban explosivos ni muchas balas en el arma que portaba. Solo podía confiar en su agilidad y suerte. Dio los tres tiros, dejando fuera de combate a tres de ellos y se lanzó contra otro, no sin antes lanzarle el arma vacía en la cara. Lo golpeó fuertemente, derribándolo y se hizo con una submetralladora que sería su salvación.
Los otros le apuntaron, Duo disparó y nada pasó. El arma en la que había puesto sus esperanzas estaba tan seca como la que acababa de lanzar. Supo al instante que sería ejecutado allí mismo, pero no se rendiría sin pelear. Volvió a cargar contra otro de ellos y estaba a punto de golpearlo con la culata cuando un proyectil pasó zumbando por su oreja y se clavó en la frente de ese enemigo.
Francotirador, pensó, lo que le faltaba. Uno malo que en vez de acertarle a él le había dado a uno de sus propios compañeros que quedaron estupefactos al verlo caer muerto.
Era su oportunidad. No había dónde resguardarse, así que se hizo con el arma del caído, le dio a dos y desarmó a uno. Tomó al niño, que seguía allí temblando como una hoja y se lo puso en los brazos.
—Llévatelo de aquí, ¡rápido! Todo esto va a volar por los aires.
Tuvo que apuntarlo con el arma para que echara a correr, alejándose. Se dio vuelta sabiéndose perdido. En vez de huir, había gastado esa oportunidad en sacar al clon de Solo de ahí.
Se rio para sus adentros cuando vio a los siete hombres que quedaban. Ya recompuestos de la sorpresa, le apuntaban otra vez. Ahora era cosa de ver quién era más rápido, pero no se engañaba, de seguro iba a salir mal herido de esa situación.
Entonces vinieron más proyectiles y uno a uno fueron cayendo. ¿Qué diablos estaba pasando? Una vez era un error, dos una coincidencia, ¿pero darle a todos tus compañeros? Casi parecía que alguien lo estaba cubriendo.
Heero. Nada más pensó ese nombre su corazón comenzó a latir con más fuerza que antes, justo cuando pensó que sería su fin.
