¡Buen finde a todos! Aquí vengo otra semana a subir capítulo. Así que os lo dejo directamente sin más entretenimiento.


Capítulo 134: Vuelve Kimeramon

Leire y Neila suspiraron aliviadas al ver el Skid partir sin ningún contratiempo. Junto a ellas, Teruo intentó no reír ante los gritos de Emily buscando a Koichi.

—Lo único que me alegra de todo esto es que nadie nos obligue a nosotras a demostrar que el agua y los gatos se pueden llevar bien —dijo BlackGatomon.

—Bueno, hemos bajado alguna vez, no hay problema alguno —dijo Neila.

—Esto... ¿vosotras no podríais hacer algo? —preguntó el chico de pronto. Ambas se voltearon extrañadas hacia él.

—¿Algo como qué?

—No sé... Se me había ocurrido que eso de que en el pasado vosotras dos y Em erais hermanas...

—Pero ahora solo somos amigas —señaló Leire.

—¡Sí, lo sé! Simplemente... No sé, siento que quizás el que las tres seáis "iguales" hace que congeniéis mejor...

—¿Es eso posible? —preguntó Neila a las dos gatas digitales.

—No lo sabemos —respondieron justo cuando Gatomon se acercaba cubriéndose las orejas con las garras.

—En serio, como siga chillando esa hermanita loca, uso espinas de sardina para coserle la boca —dijo —. Ah, qué ganas de que los tiempos vuelvan a ser pacíficos para estar a lo mío y olvidarme de todo lo demás...

—Qué mala hermana —señaló BlackGatomon —, abandonando a las pequeñas.

—¿Abandonar? No, no, nada de eso. Mira que yo no he olvidado nada, pero acabo de recordar que de todas, Mike era la más chillona.

—¡EMILY, PIEDAD! —oyeron de repente.

Algo preocupados, el grupo se volvió justo para ver salir a Koichi, huyendo como si la mismísima muerte le persiguiese. Pocos segundos después, Emily miraba a un lado y a otro hasta dar con el otro, dos sartenes en las manos y más gritos enfurecidos.

—Aelita está bien escondida, ¿no? —preguntó Teruo.

—No —negó Leire, señalando un bulto sentado en la arena con la vista en el horizonte —. Está esperando pacientemente la llegada de su hermano.

—Vais a volverme loca todos juntos —suspiró Gatomon.

...

Xana-Lucemon no quería creer lo que sucedía. Aquel grupo de niñatos había conseguido bajar al mar antes de lo que él preveía y, para mayor fastidio, lo habían logrado añadiendo mejoras a todo cuanto tenían y era extraño que no lograsen alcanzar dos torres submarinas en un único viaje.

—Estúpidos niñatos... Siempre con la ayuda de esos molestos digimons...

—Mi señor, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Myotismon —. Sin duda, todas sus construcciones en el mar van a acabar inútiles si no se les detiene...

—Lo sé —dijo con algo de rabia —. Pero, por desgracia, los únicos que pueden pelear decentemente ahí abajo son Neptunemon y MetalSeadramon —resopló —. No imaginé que esos mocosos del diablo lograrían moverse en el agua tan fácilmente...

—¿Qué ordena, mi señor?

—Atacad en tierra —dijo algo desganado —. Al menos, el número de pesados es menor en tierra. Quizás logramos acabar con alguno de ellos.

—Enseguida doy la orden, mi señor.

Con una reverencia, Myotismon salió del salón listo para dar órdenes, aunque en su interior, la solución a todos aquellos problemas era más sencilla. Diez minutos más tarde, observó desde las sombras cómo el grupo enviado para derrotar a los niños elegidos salía rápidamente dispuesto a atacar.

...

El rugido de Kimeramon fue lo que alertó al grupo entero. Antes de que ningún ataque alcanzara la zona, CrossTimemon ya tenía alzada su barrera y el resto se disponía a defender el lugar.

—¿Qué podemos hacer para acabar con ese monstruo? —preguntó Petaldramon.

—No contamos con el poder de Magnamon, por lo que tendremos que limitarlo para poder acabar con él —declaró Stingmon.

—Estaría bien que estuviese aquí.

—No —negó Antylamon —. Xana-Lucemon ya sabe que contáis con la ayuda de los Caballeros Reales que no cayeron en el ataque al castillo de Seraphimon, pero no podemos permitirle saber que hay más activos. Cuantas menos estrategias pueda hacer Duftmon contra nosotros, mejor —dijo mirando de reojo al leopardo intentando esquivar las cadenas de la elfa del tiempo.

—Eso significa... ¿que no vamos a contar con más ayuda útil? —preguntó MetalKabuterimon.

—Es mejor que os reservéis ases bajo la manga —declaró —. Y ahora, volvamos al combate.

Moviéndose al mismo tiempo y sin estorbarse, el grupo logró colarse entre los ataques de Wingdramon y Aldamon para golpear a Kimeramon. El digimon, sin embargo, no recibió daños importantes, aunque tampoco fue capaz de provocarlos.

—Maldición... Así no lograremos nada —negó Korikakumon.

—¿Y si le cortamos las alas? —preguntó William.

—Es una buena idea —aceptó Stingmon —. Debemos limitarle todo cuanto podamos.

—Bien —asintió Antylamon —. Wingdramon y Aldamon, seguid atacando desde el aire e impedidle elevarse.

—Oído.

—Petaldramon y MetalKabuterimon, vosotros dos lo haréis desde tierra. Si puedes paralizarlo con alguna descarga eléctrica será mucho mejor, MetalKabuterimon.

—Dejadlo en mis manos —aseguró el del trueno.

—Will y Korikakumon, vosotros dos os encargaréis de las alas inferiores mientras que Stingmon y yo iremos a por las superiores.

—Tened cuidado con los brazos, especialmente la garra de Devimon —señaló el digimon instecto.

—Seremos rápidos.

Sin fijarse en lo de alrededor, el grupo empezó de nuevo el ataque. Tras varios golpes por todos lados, Kimeramon pareció quedar completamente quieto, permitiendo a los otros cuatro acercarse con sus distintas armas listos para cortar aquellas alas. Sin embargo, en el último instante, el monstruo lanzó sus cuatro brazos, alcanzándolos fácilmente, antes de alzar el vuelo y arremeter contra los dos aéreos.

—Niños estúpidos... Moriréis aquí...

—Espera, ¿acaba de hablar? —preguntó Korikakumon —. ¿No se supone que no tiene idea alguna más que atacar, atacar y atacar?

—Esto no me gusta nada —murmuró Stingmon.

—¡Mega llama!

—¡Cuidado todos! —gritó Antylamon, atrapando a William y saltando hacia atrás.