MI DUQUE
Epílogo
En vísperas de su enlace matrimonial, la señorita Hinata Hyûga permanecía ante la ventana del tercer piso del ala destinada a la familia, en Uzumaki Abbey, mirando fijamente la oscuridad que reinaba en el jardín. Apretó la mano contra el frío cristal y observó como el vidrio se empañaba bajo su contacto. Luego quitó la mano para revelar la negrura exterior, punteada con los brillos de las velas que había en la estancia, a su espalda.
Con una sonrisa bailando en sus labios, dibujó una línea que unía las luces, conectando las danzantes llamas. Concentrada en la tarea, no escuchó a su futuro marido acercándose, hasta que vio su reflejo en el cristal, atrapado por las marcas que acababa de trazar.
Él la rodeó con los brazos y abrió las manos para acariciarla mientras la estrechaba contra su cuerpo. Luego puso los labios en el lugar donde se unen el hombro y el cuello para una caricia larga y profunda.
—Hueles a limones.
Ella sonrió y suspiró. Recostándose contra su torso, cruzó los brazos sobre los de él para entrelazar sus dedos.
—¿En qué estabas pensando? —preguntó él, cuando por fin levantó la cabeza.
Ella se giró entre sus brazos y le dijo la verdad; algo liberador y precioso.
—En otra ocasión, aquí en Uzumaki abbey. En otra ocasión, en esta misma habitación.
Él no fingió no haberse dado cuenta de en qué lugar estaban, así que miró hacia la cama sobre la que ella le había abandonado doce años atrás.
—¿Crees que alguien ha dormido ahí desde entonces?
Ella se rio ante aquella inesperada pregunta.
—Lo cierto es que no lo creo.
—Es una lástima —repuso él muy serio.
—Era de esperar, ¿no te parece? Después de todo, pensaban que yo había muerto ahí.
Naruto la abrazó otra vez, y ella le rodeó el cuello con los brazos.
—Pero no lo hiciste —repuso él con suavidad. Y el puro placer que provocaron esas palabras, le hicieron sentir un escalofrío de excitación.
Ella le sostuvo la mirada.
—No, no lo hice.
—Ni te casaste esa mañana.
Negó con la cabeza.
—No, no lo hice.
Él volvió a estrecharla. Sus cuerpos se alinearon sin que quedara un centímetro libre y el calor la atravesó como si estuvieran hablando de algo completamente diferente a lo ocurrido ese día, doce años atrás.
—Por suerte para mí —repuso él antes de capturar sus labios en un largo e intenso beso, hundiendo la lengua en su boca, fiel promesa del placer que estaba por llegar.
Una y otra vez.
Desde ese día en adelante.
Estaba tan cautivada por la caricia que no se dio cuenta de que él la había guiado por la estancia hasta que la parte de atrás de sus rodillas tropezó con la cama. Contuvo el aliento por la sorpresa cuando la tumbó sobre las sábanas sin apenas esfuerzo antes de caer sobre ella.
—¿No ves que es una vergüenza? —bromeó él, subrayando las palabras con suaves y sensacionales besos en su mandíbula—. Es una cama muy confortable.
Ella subió las manos para enredar los dedos en su pelo y bajar sus labios.
—Naruto... —dijo con suavidad.
Él la miró y sus ojos azules se concentraron en ella por completo. Había una docena de cosas por decir. Cientos de ellas.
Él meneó la cabeza.
—No va a quedar ningún demonio. Ningún mal recuerdo.
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas.
—¿Cómo puedes decir eso aquí? Justo aquí.
Él sonrió y le acarició la mejilla con la mano.
—Porque el pasado, pasado está. Me interesa mucho más el presente.
Era un hombre magnífico.
—Te amo —proclamó ella. Quería asegurarse de que él lo sabía. Quería asegurarse de que no lo iba a dudar nunca.
Naruto la besó profundamente, y allí, en la caricia, encontró satisfacción. Cuando él interrumpió el beso, subió el brazo malo por encima de la cabeza.
—Y dado que hablamos de presentes...
Ella se sorprendió de la facilidad con la que se movía después de todo lo que había pasado. Comenzaba a tener cierta sensibilidad, y aunque era posible que no pudiera volver a boxear con la precisión de antes, esperaba que sanara bien.
«Gracias a Dios».
Ignorando sus pensamientos, él le tendió un paquete que ella no había visto hasta ese momento.
—¡Feliz Navidad, cariño!
—Navidad es mañana —repuso ella, sonriendo.
Él sacudió la cabeza.
—No, mañana nos casaremos. Tendremos que celebrar antes la Navidad y tu cumpleaños lo celebraremos a lo grande después—le explicó con una radiante sonrisa de oreja a oreja—. Ábrelo.
—Pareces otro niño más —se burló ella.
Todos los niños habían llegado a Uzumaki abbey para la boda, y seguramente se quedarían en la propiedad durante bastante tiempo. Ya no eran huérfanos, sino protegidos del duque de Uzushiogakure.
Él era su protector, igual que lo era de ella.
Hinata le puso la mano en la cálida mejilla, áspera por la barba incipiente.
—Gracias.
—Si todavía no lo has abierto... —adujo él.
Sonrió.
—No estoy agradeciéndote el regalo. Bueno, sí, pero también todo lo demás. Que los quieras. Que me ames. Que te cases conmigo. Que...
Él se inclinó y cortó la retahíla de palabras, distrayéndola con un lujurioso beso.
—Hinata —dijo con suavidad cuando por fin retiró los labios de los de ella—, soy yo quien debería darte las gracias, cariño. Por tu fuerza. Tu impulso. Por tus niños. Por casarte conmigo. —Le dio otro beso más—. Ahora abre el regalo.
Lo hizo, tras apartarle para sentarse y desenvolver el paquete. Al retirar el papel, apareció una caja blanca con un grabado dorado en relieve que le resultó muy familiar. Alzó la tapa y retiró el papel de seda rojo para ver... ¡Guantes!
Naruto le había comprado guantes. Una docena, quizá más. En más colores, telas, longitudes y texturas de las que se podía imaginar. Amarillos, de piel de cabritilla, de cuero color lavanda, negros, verdes...
Los sacó de la caja riendo y los esparció sobre sus regazos y las mantas de la cama.
—Estás loco.
Él levantó uno de terciopelo blanco y deslizó los dedos por la tela.
—Quiero que tengas un par para cada día del año.
Ella sonrió.
—¿Por qué?
Naruto se llevó sus manos hasta los labios y comenzó a besarle los ásperos nudillos, marcando sus palabras con caricias.
—Porque no quiero que vuelvas a pasar frío.
Resultaba extraño, frívolo y escapaba a su entendimiento, pero era lo más hermoso que hubiera hecho nadie por ella. Y los guantes eran preciosos.
Ella eligió unos plateados y comenzó a ponérselos.
—No —la detuvo.
—¿No? —Ella sonrió.
Él meneó la cabeza.
—Cuando estemos solos, prefiero que no los lleves.
—Naruto, lo que dices no es racional. —Frunció el ceño.
Él sonrió. La besó en el cuello antes de levantar la cabeza.
—Cuando estemos solos —le susurró en el oído, con voz cálida y Maravillosa—, te protegeré del frío de otras maneras.
Y procedió a hacer precisamente eso. Algo que le agradó sobremanera.
Casi una semana después, siguiendo la sacrosanta tradición que seguían todos los caballeros del país, el miembro fundador de El Ángel Caído se sentó a desayunar y a leer el periódico matutino.
Ese día en particular, Chase no cumplió la tradición completamente y comenzó por las páginas de sociedad.
El duque de Uzushiogakure y la señorita Hinata Hyûga contrajeron matrimonio el día de Navidad, en la capilla de Uzumaki Abbey, el lugar donde se conocieron, una noche fatídica, hace doce años. Las nupcias atrajeron a un imponente número de invitados, que incluían algunos de los canallas más notorios de La ciudad y sus esposas; dos docenas de niños, de entre once y tres años; una cocinera francesa; una institutriz, y un cerdo. Sin duda, cuando esa lista de rarezas aterrizó en Uzumaki Abbey, los sirvientes de la propiedad temblaron por su seguridad... y su cordura.
Sin embargo, es necesario mencionar que el grupo —aunque alborotador a veces y rudo en la mayoría de las ocasiones— se comportó de una manera exquisita durante la ceremonia, presenciando el rito con la feliz solemnidad que requería la ocasión.
Todos menos el cerdo que, según nos informaron, durmió durante todo el proceso.
Noticias de Gran Bretaña, 30 de diciembre de 1831
Con una sonrisa de satisfacción, Chase cerró el periódico y acabó el desayuno antes de levantarse, alisarse las faldas y salir de la casa. Después de todo, ella tenía un negocio que atender.
Y Chase es...ella
Es el final, la historia tiene como nombre original "Ningún buen duque queda sin castigo" en español fue llamado "No hay amor sin espinas" es el tercer libro de la regla de los canallas y nos presenta a:
- William Harrow duque de Lamont como Naruto uzumaki duque de Uzushiogakure
- Mara Low como Hinata Hyuga
La próxima es la última historia de esta serie, y ya saben es de nuestro o quiero decir nuestra "Chase"
Gracias por leer y comentar ^^
