CAPITULO 25
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Los primeros meses no fueron tan difíciles para los recién estrenados padres. Candy y Terry tuvieron que instalarse en la mansión de los Andley a petición de Eleonor y la tía Elroy, quienes no quisieron separarse de su nieta, además ayudaban a Candy a cuidar de la pequeña Rose mientras el castaño no estaba, por las noches antes de dormir Terry escribía el guión que Robert le había pedido para la nueva puesta en escena; el castaño había tomado algunos cursos de literatura en la universidad, pues demostró tener gran habilidad y talento para la escritura.
-Estás seguro de dejarlo?
-No voy a dejarlo amor, sólo la pospondré un tiempo.
-Pero Terry… a ti te gusta escribir, no la política.
-Pecosa, no dejaré de escribir; pero entiende que quiero ayudar a mis padres. Ya estuvieron separados por mucho tiempo debido al título de mi padre.
-Tú nunca quisiste ser duque, yo sólo quiero que seas feliz. – dijo mientras acariciaba la cabecita de su hija.
-Y lo soy amor, tú y Rose son mi felicidad – sonreía cada vez que veía a su esposa sentada en aquella mecedora con su hija en brazos mientras la pequeña se alimentaba - además sólo tomaré el título hasta que August tenga edad para hacerlo.
-Trabajaste mucho para conseguir tu ingreso la universidad y…
-No me costó mucho, sólo presente los papeles y el examen. – Terry había terminado sus estudios mientras estaba en el teatro, para él la educación y formación académica era importante. Antes de dejar el colegio San Pablo estaba próximo a terminar sus estudios, así que los terminó en tres meses.
-Entonces tendremos que mudarnos a Inglaterra?
-No mientras estudio, Qué te parece? son los beneficios de ser pariente directo del rey. – dijo con suficiencia – Primero debo prepararme; me inscribí a ciencias políticas y hasta que termine la carrera, mi hermano ya estará listo para recibir el título.
-Suena sencillo, pero…
-No te angusties mi amor, no es tan malo. – dijo besando a su esposa mientras tomaba a su bebé para acostarla, pues se había dormido en los brazos de su madre. – confía en mí, de acuerdo?
-De acuerdo. – aceptó – te ayudaré en todo lo que pueda.
-Ya lo haces, nada más estando a mi lado y apoyándome. – regreso a donde estaba su esposa y acarició con mucha ternura sus mejillas.
-Terry…! – gritó sorprendida cuando Terry la levantó de la mecedora. – qué haces?
-Ya acosté a mi hija, ahora debo acostar a mi esposa. – dijo besando el cuello de la rubia, provocando con esto un temblor y una sensación agradable en Candy.
La pequeña Rose Marie, como se esperaba era la consentida de toda la familia, desde el vientre de su madre le gustaba que le pusieran atención, y a sus casi seis meses, eso no había cambiado; así que siempre estaba haciendo una que otra travesura, que sacaba las sonrisas de los mayores. Estaba en la etapa de gateo, iba de un lado a otro, y un adulto tras ella para evitar que se lastimara, era muy enérgica por lo que Candy no podía ocuparse de su cuidado ella sola.
-Muy bien! Ya terminamos de ponerte el pañal, pequeña terremoto. Ahora sí, a dormir!
-Es muy inquieta, verdad?
-No deja que le pongamos el pañal, es una pequeña exhibicionista.
-Terry no le digas así!
-Es la verdad, lucha cuando le pongo los pañales y cuando puede se los quita, cómo le llamas a eso? – dijo riendo al ver que la bebé trataba de quitarse el pañal.
-Quisiera ayudarte en eso… yo también quiero cambiar a mi bebé.
-Lo harás pronto amor, el médico nos dijo que después de la operación volverías a ver.
-Dijo que había una posibilidad…
-Pecosa, no te desanimes, ya verás que todo saldrá bien.
-Eso espero. Quiero verte a ti y nuestra hija.
-Lo harás. Sé que todo saldrá bien.
-Sabes… ayer hablé con mis madres, dijeron que rezaran para que todo salga bien.
-Entonces con mayor razón debes confiar, y cuando te recuperes iremos a visitarlas.
-Ya quiero volver a la colina y poder subir al padre árbol. – dijo emocionada.
-Nunca cambiarás Tarzán Pecosa, tu primer propósito una vez que estés bien es trepar un árbol. – dijo riendo al escuchar una de las prioridades de su pecosa.
-Entiende, hace mucho que no lo hago. – Terry se acercó a su pecosa para abrazarla, la amaba tanto, todo de ella le gustaba. – ya quiero sentir la brisa en mi rostro.
-Entonces, subiremos hasta lo más alto del padre árbol y ambos sentiremos la brisa.
-Ya no puedo esperar más, verás lo lindo que se ve todo desde lo alto, el hogar, la pradera, el rio… ay Terry – dijo suspirando nada más imaginarse todo lo que verían.
Cuando Rose Marie, tenía cuatro meses, Candy visitó a varios doctores con buena reputación en Nueva York, hasta que encontró a uno que le dio esperanzas. El doctor Colleman, era un especialista en el área de la oftalmología, los análisis de la rubia mostraron que había una pequeña posibilidad, algo que los otros médicos habían pasado por alto, pues no querían comprometer su nombre ante un fracaso o algo peor. La rubia había decidido esperar un par de meses, pues estaba dando de lactar a su hija, y no quería ingerir ningún tipo de medicamentos que la afectara. Aunque tenía miedo a que no resultará bien, Candy decidió que ya estaba lista para la cirugía.
-Lista señora Granchester? – dijo el doctor mientras ingresaba a la habitación.
-Creo que sí.
-No se preocupe, haré todo lo que esté en mis manos para ayudarla, cuando esto termine volverá a ver.
-Todo saldrá bien amor. – dijo Terry mientras besaba la frente de su esposa. – estaré esperando en la sala hasta que la operación termine.
-El doctor dijo que tardará horas, ve a descansar y luego regresas.
-No te preocupes mi amor, estaremos todos esperando las buenas noticias, además nada ni nadie podrá alejarme de aquí.
-Es hora de llevar a su esposa a quirófano.
-Cuando despiertes, yo estaré junto a ti. – dijo besando levemente los labios de la rubia.
-Está bien. Traerás a Rose, verdad?
-Lo haré.
En quirófano lo último que escuchó Candy fue al doctor decirle que se relajara y confiara en él.
En la sala de espera, los Andley y Granchester esperaban con ansias las noticias de su querida rubia, Terry estaba desesperado parecía que las manecillas del reloj de aquella sala en lugar de ir hacia adelante lo hacia atrás, avanzaba un minuto y retrocedía cinco, se sentía frustrado al no poder hacer nada más que esperar, su vista no se movía de aquellas puertas, donde sabía estaban interviniendo a su amada pecosa.
-Hijo, toma esto te sentará bien. – dijo su padre extendiéndole un vaso de café y un emparedado.
-Estoy bien. No tengo hambre.
-No haz comido nada, y no quiero que Candy nos regañe si algo te pasa.
-Por favor papá. Nada va pasarme por saltarme una comida.
-De acuerdo, esto irá al reporte para Candy. – dijo Archie que se acercó a los caballeros Granchester anotando algo en una libreta.
-No molestes elegante. – dijo con fastidio.
-Si no te dije nada, sólo sigo las instrucciones de Candy, ella me pidió que anotara la hora de tus comidas y también si no comías.
-Dame eso. – dijo resignado y un poco molesto, sabía que Candy se culparía si se enteraba que por estar pendiente de su operación no había comido nada, ella era muy estricta con la hora de las comidas y se molestaba cuando Terry se saltaba una, por estar trabajando o estudiando.
Las horas seguían pasando, y no había noticias sobre el estado de Candy, Eleonor estaba junto a su hijo, habían cambiado de turnos con la tía abuela; no querían llevar a Rose al hospital hasta que Candy estuviera instalada en su habitación, así que las mujeres se habían turnado para cuidarla.
-Ahí viene el médico. – afirmó Archie al ver acercarse al doctor Colleman. El corazón de Terry latía con fuerza mientras lo veía acercarse, trataba de descifrar la mirada del galeno.
-Señor Granchester, todo salió como esperábamos. – dijo satisfecho por su trabajo - Su esposa aún está bajo los efectos de la anestesia, podrán verla en unos minutos.
Con la noticia todos se pusieron felices, Archie fue a un teléfono para informar a su tía sobre los resultados para que ella esté más tranquila.
Minutos más tarde Candy ya estaba instalada en su habitación, Terry estaba a su lado cuando vio que su pecosa se movía, estaba despertando de la anestesia.
-Candy… pecosa… - murmuraba el castaño.
-Mmm… Terry? – contestó bajito la rubia, llevándose las manos a las vendas que llevaba en los ojos.
-Espera amor, son los vendajes.
-Cómo salió todo?
-Señora Granchester, todo salió bien. – contestó el médico que estaba en la habitación. - mañana le quitaremos las vendas, por hoy se quedará en observación.
-De acuerdo… Terry…
-Hoy me quedaré contigo cariño.
-No, ve con Rose, ella te necesita en casa.
-No te preocupes, la tía abuela y mi madre la cuidarán esta noche.
-Candy… - Eleonor y Richard la llamaron al mismo tiempo.
-Oh cariño, no podemos quedarnos mucho tiempo.
-El médico nos pidió que seamos breves.
-Gracias por estar aquí.
-Y donde más estaríamos, linda, sabes que te queremos mucho.
-Tú eres importante para nosotros Candy, no sólo por ser la esposa de nuestro hijo y madre de nuestra nieta, así como lo dijo Ellie, te queremos mucho.
-Gracias, yo también los quiero.
-Candy…
-Albert?
-Sí pequeña, soy yo. Cómo te sientes?
-Algo confundida, pero debe ser por los sedantes.
-Ya verás que a partir de mañana todo será mejor.
-Eso espero.
-Candy, la tía te manda saludos.
-Gracias Archie, dile que le agradezco que se haya quedado a cuidar a Rose.
-Lo haré, gatita – dijo abrazándola. – me alegro que todo haya salido bien.
-Gracias.
-Señores es hora de despedirse, la hora de las visitas ya terminó. –interrumpió una de las enfermeras.
-De acuerdo. – dijeron los jóvenes Andley – vendré mañana Candy.
-Está bien Archie, gracias por estar conmigo en esto.
-Te veo mañana pequeña – Albert se acercó y besó la frente de la rubia.
-Hasta mañana Albert.
-Terry?
-Aquí estoy amor. – dijo tomando las manos de la rubia.
-Gracias por estar conmigo. Te confieso que no quiero quedarme sola… tengo miedo.
-De qué? Sabes que todo saldrá bien.
-Lo sé, pero… tengo miedo de quedarme sola, no puedo explicar porque. Por eso me alegro que estés conmigo.
-Siempre estaré a tu lado, nunca dudes de eso.
-Gracias, yo también estaré siempre que me necesites.
-Lo sé amor, ahora descansa, ya es tarde.
-Te veré mañana mi amor… a ti y a Rose.
Candy se acomodó en la cama y se quedó dormida. Terry veló su sueño durante toda la noche, interiormente rogaba que el deseo de su pecosa, de ver a su hija se hiciera realidad. Recordó que el doctor Colleman les había explicado que había una probabilidad de 10% de éxito, el castaño suplicaba que Candy sea parte de ese porcentaje.
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-Eleonor estás lista?
-Ya voy Richard, estoy vistiendo a esta princesa.
-Cómo está la duquesita del abuelo? Ella se portara bien, verdad? – dijo besando a su nieta.
-Espero que lo haga, hoy está más inquieta que nunca, me costó vestirla.
-Marie sabrá comportarse o la llevaremos a la torre como castigo. – dijo haciendo cosquillas en su barriguita, provocando que la niña riera con ganas.
-Richard no digas eso, si Terry te oye, nunca más dejara que te acerques a su hija.
-No lo hará, a menos que esta señorita nos delate. Y no lo hará; ella es fiel a su abuelo, verdad duquesita? – la bebé seguía sonriendo.
-Duque, Eleonor ya es hora de irnos.
-Está bien Albert, ya terminamos de vestir a Marie.
-Ven con el joven abuelo William. – bromeaba con el nuevo apodo que le dio Terry, cuando vio que la niña le extendía los brazos, la tomó y besó sus mejillas.
-Esa fue una traición a la corona! –dijo Richard al ver que su nieta se iba con Albert.
-Vamos no vayan a empezar de nuevo. –advirtió Eleonor, recordando que a veces los mayores peleaban por la atención de su nieta. – ven con la abuelita Ellie, vamos a ver a papá y a mamá. – dijo tomando a la bebé, que gustosa se fue con la rubia.
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Eran las nueve de la mañana y Candy estaba sentada en la camilla mientras que el doctor sacaba cuidadosamente los vendajes, frente a ella estaba Terry sosteniendo a su hija, que por primera vez estaba tranquila, miraba atenta lo que el doctor hacía, no se perdía detalle de nada; estaba calladita, como si supiera que debía colaborar con un buen comportamiento.
-Muy bien, ya casi termino Candice. – dijo mientras quitaba la última gaza que cubría sus ojos. – lista? Ya puede abrir los ojos.
Candy tardo unos segundos en hacerlo, tenía miedo que la operación no haya salido como esperaban. Poco a poco abrió los ojos, pestañeó un par de veces, como reacción de haber tenido los ojos cerrados por mucho tiempo. Terry estaba a la expectativa, miraba preocupado a su pecosa y la pequeña Rose, miraba a su madre, como esperando que dijera algo, Candy bajo la cabeza cubriéndose la boca, sin poder evitar el llanto. Su sueño no se haría realidad, Candy no vería lo hermosa que era su hija, al final ella pertenecía a ese 90%, Terry lamentaba tanto lo que le estaba pasando a su amada pecosa.
-Candy… -murmuró con pena; pero debía ser fuerte por ella, por su pecosa lo sería.
-Es… es hermosa, nuestra bebé es hermosa Terry. – dijo llorando.
-La estás viendo? Estás viendo a nuestra hija, amor?
-Sí Terry, si puedo verlos… los veo a ambos. –Candy lloraba de felicidad.
Terry se acercó a su esposa y con su hija en brazos se unieron en un abrazo, todo había salido bien, al ver que Candy lloraba y bajaba la cabeza creyó lo peor, que su pecosa estaría destinada a la oscuridad para siempre.
-Deje que la revise. – dijo el médico después de unos minutos, le daba gusto haber ayudado en devolverle la vista a la rubia. Ver la felicidad, no sólo en ella, sino también en su familia, lo llenaba de orgullo y satisfacción.
Después de hacer la revisión necesaria dio el visto bueno, la rubia recuperó la vista, al salir dio la buena noticia a la familia, quienes alegres ingresaron a la habitación. La abrazaron y felicitaron.
-Gracias, tía, Eleonor, por cuidar de Rose.
-Para nosotras es un gusto.
-Por primera vez la pequeña terremoto se comportó bien.
-No le digas así, no te gusta que papá te llame de esa manera, verdad mi amor? – dijo Candy acariciando la cabeza de su hija, mientras ella jalaba el vestido que Eleonor le había puesto.
-No hagas eso Marie, arruinarás tu vestido. –dijo Eleonor.
-Es un vestido precioso, gracias. – agradeció la rubia, pues Eleonor le había traído muchos regalos a su hija, vestidos que usaría hasta los un año o más.
-Lo hago con gusto, me gusta vestir a esta princesa; aunque ella trate de quitárselos enseguida.
Todos rieron al ver que Rose volvía a ser la niña que todos conocían, esa pequeña inquieta que robaba la atención de todos a su alrededor.
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Años después
-Mami… podemos subir?
-Claro cariño, yo te ayudo.
Ya en una de las ramas del árbol contemplaban el paisaje, era hermoso y reconfortante estar ahí con su hija. Habían pasado tantos años desde la última vez que estuvo en esa colina, en aquella ocasión era una adolescente y la compañía que tuvo era la del joven más rebelde que había conocido.
-Mami?
-Qué sucede? – dijo tratando de ver a su pequeña - Ya quieres bajar?
-No, a papi le gustará los emparedados que hice?
-Le encantaran. Hiciste sus favoritos. – la abrazó por detrás disfrutando de su compañía.
El día estaba hermoso como para un día de campo, esos de los que no se olvidan porque los pasas con los seres que más amas.
-Pecosa, qué hacen ahí arriba.
-Papi! – gritó la niña emocionada. – te hice emparedados!
-Pues dámelos que tengo hambre. - Terry ayudó a su hija y a su esposa a bajar de aquel árbol.-Pecosa, te dije que no podías subir al árbol. – dijo molesto.
-Fue sólo a la primera ramita, no es tan alto.
-No quiero que corras riesgos en tu estado, amor debes ser más cuidadosa.
-Está bien. No lo volveré a hacer… a menos que estés conmigo para ayudarme. –dijo con una sonrisita. – Terry sólo negó con la cabeza, su pecosa nunca cambiaría, y eso le gustaba.
-Papi, a mí me gusta subir a los árboles!
-Lo dicho, ustedes son dos monas pecosas.
-Terry! No digas eso, yo soy una dama.
-Yo soy una duquesa papi, las duquesas no somos monas.
-Creo que tengo una dama y una duquesa trepa árboles.
-Ya deja de molestarnos, mejor cuéntame, cómo te fue?
-Muy bien, la hermana Margaret me explicó que August no inicio la pelea.
-Entonces no está castigado?
-No, ahora está en clase, así que podremos disfrutar de nuestra colina con tranquilidad.
-Tuvimos suerte que la hermana Margaret nos permitiera venir aquí, verdad?
-Los beneficios que tiene ser un duque; hijo del duque que aportó mucho a este colegio, y sobrino del rey de Inglaterra.
-Eres un fanfarrón Terry, usas ese título cuando te conviene.
-Papi no puede ser duque, porque yo seré la duquesa de Glanchestel.
-Tu padre le metió esa idea y hasta ahora no se la quita.
-Pues si la futura duquesa de Granchester no se porta bien, yo le quitaré el título.
-Si lo haces papi, te llevo a la torre! – amenazó la niña señalándolo.
-La torre? – dijo mirando a la rubia. – no quiero ni pensar que fue mi padre quien le enseñó eso. – Candy sólo levanto los hombros sonriendo.
La familia pasó la mejor tarde de su vida, Terry recordó el picnic que compartió con sus padres cuando él tenía apenas cuatro años, la misma edad que tenía su pequeña hija.
-Papi?
-Dime amor.
-Iremos con los abuelitos?
-Sí, mañana nos iremos a Escocia, ahí están la abuelita Elroy, la abuelita Ellie y el viejo Duque.
-Terry! No le digas eso, sabes que repite lo que le dices y a tu padre no le gusta que lo llames así.
-Pues se lo merece, amenazar a mi pequeña con la torre, que agradezca que dejaré que la vea.
-Tío Alchie y Albelt están también?
-Si amor, por qué la pregunta?
-Haré muchos emparedados! – dijo feliz.
Rose jugaba con unas ramitas que tenía cerca, hacia una cerca para proteger los narcisos de esa colina. Terry la miraba con una sonrisa radiante. Esa niña era su sol, era idéntica a su pecosa; de él sólo había heredado el color de los ojos. Con más fuerza abrazó a su esposa que estaba sentada delante de él entre sus piernas.
-Gracias. – murmuró muy bajito.
-Por qué?
-Por darme lo que siempre soñé, por estar conmigo y darme a una familia. – acarició el vientre de dos meses de la rubia.
-En ese caso – se giró para estar frente a él – gracias a ti por existir, y escogerme para formar tu familia.
Terry tomó su rostro entre sus manos y la acercó a él para besarla, la amaba como la primera vez, su amor no había disminuido ni un poco, y estaba seguro que nunca lo haría, que se amarían hasta el día que dejasen esta vida.
FIN
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Ahora sí, el final definitivo. Gracias a los que siguieron esta historia hasta el final y por sus palabras de aliento, siempre me animaron a seguir y buscar el final que nuestros rebeldes se merecían. Se cuidan mucho y bendiciones para ustedes y su familia.
Espero volver pronto con una nueva historia, creo que será una de nuestra época. Qué les parece? Aún está en proceso; así que… hasta entonces!
