La cocina estaba repleta de Dreyar cuando Lucy bajó por la mañana. Romeo también estaba allí, y no parecía culpable cuando sus miradas se cruzaron y la saludó con una sonrisa. Los hermanos Dreyar y Romeo estaban limpiando el hollín de las paredes mientras el padre estaba sentado a la mesa supervisando. Ya casi habían terminado y estaban de guasa. Sting le había lanzado un trapo mojado a Rufus y se estaba riendo cuando ella entró. Laxus se fijó en ella.

—El café está caliente.

Su mirada azul le dio un buen repaso, recorriendo abajo y arriba toda la longitud de su vestido de día de color crema. La sonrisa posterior indicó que recordaba su escaso atavío de la noche anterior.

Ella consiguió no ruborizarse. No había sido su voluntad que él la encontrase con su camisola y sus braguitas de encaje.

Los jóvenes la saludaron. Makarov no. Mientras se levantaba para marcharse, se puso el sombrero de ala ancha que estaba sosteniendo. La saludó con la cabeza bastante bruscamente.

—Los accidentes ocurren, pero este podría haber sido muy grave. Asegúrese de que no vuelva a suceder, señorita Realight.

¿La culpaba a ella? Esperó a que alguien asumiera la responsabilidad, pero nadie lo hizo. No obstante, ella sabía que la noche anterior el fuego de la cocina de leña estaba reducido a rescoldos bajo la parrilla de hierro, cuya superficie ni siquiera estaba caliente al tacto. Lo sabía porque la había limpiado con un trapo antes de retirarse. Sin embargo, alguien había vuelto a encender el fuego cuando todo el mundo se había acostado.

—No fui yo, señor Dreyar —dijo secamente—. Pasé el trapo por una cocina fría y sin nada encima antes de apagar los faroles y subir a la cama.

—Y entonces, ¿quién pudo venir a la cocina en plena noche? —preguntó el patriarca.

Todos los Dreyar miraron de golpe a Romeo, que palideció.

—¡No fui yo, yo no haría eso! Cuando la señorita Realight y yo terminamos de preparar la masa del pan, pasé la noche en el barracón con el señor Richard. Pueden preguntárselo. Dijo que yo era público nuevo y me estuvo dando la tabarra durante buena parte de la noche con sus historias. Todavía estaba en ello cuando volvió el primero de los vaqueros.

—Seguramente Billy, que volvió cabalgando conmigo —observó Laxus.

—A Richard no hace falta que le llames señor —le dijo Makarov a Romeo—, y no te estamos culpando, muchacho. Si alguien quisiera quemarnos la casa, bastaría con tirar una antorcha por una ventana. Es verano y las dejamos casi todas abiertas por la noche. Así pues, ¿para qué molestarse en que parezca un accidente?

Esto último se lo dijo a Lucy, evidentemente creyendo aún que era la responsable. Pero fue Laxus quien contestó.

—Porque quien encendió el fuego quería que pareciera un accidente, no un incendio provocado. La mayoría de nosotros estuvimos anoche en el pueblo, incluidos los jornaleros, así que era probable que nadie descubriera que había un incendio en una parte desierta de la casa a tiempo para apagarlo. Y en caso de que alguno de nosotros llegara a tiempo, siempre se podría considerar un descuido en la cocina. Y tú sabes quién podría querer algo así sin que se le pudiera culpar.

A Lucy le brillaron los ojos. Por el amor de Dios, ¿iban realmente a acusar a su familia de aquello?

Pero Rufus confirmó que sí.

—Un Heartfilia —espetó.

Lucy gruñó para sus adentros, consciente de que aquello podía desmandarse en cualquier momento.

—¿Han tratado alguna vez sus vecinos de quemarles la casa? ¿En todos estos años?

—No; son más directos que eso —respondió Makarov—. Y como ha llovido esta madrugada, no habrá ninguna huella que seguir. Así que visitaré a Jude Heartfilia. Si quiere que empiece el tiroteo antes de la boda…

—Entonces no habrá boda —terminó la frase Laxus.

—Tal vez lo que habrá será un funeral —gruñó Rufus.

Lucy se horrorizó al ver lo enfadados que parecían ahora todos, incluso Makarov. A la desesperada, ofreció una alternativa:

—Podría haber sido alguno de los hombres con quienes se peleó ayer Laxus.

Makarov miró a su hijo.

—¿Cuándo pensabas mencionar tú que había habido una pelea?

Laxus se encogió de hombros.

—No fue nada, solo un par de mineros sin trabajo que me culparon de sus penurias.

—Ah, así que no lo habías mencionado porque sus penurias son culpa mía, no tuya. ¿Qué ocurrió?

—Les di un escarmiento —respondió Laxus sencillamente.

Makarov rio por la nariz. Lucy miró a Laxus con incredulidad. ¿Eso ir a lo único que iba a contar del altercado? ¿Y la pistola, la amenaza…? ¿Y nadie iba a tener en cuenta su punto de vista sobre quién podría haber provocado el incendio?

—Iremos contigo, papá —dijo Rufus. Laxus y Sting asintieron con la cabeza.

El padre se puso muy serio. Su mirada fue de Laxus a Rufus, y finalmente a Sting.

—De acuerdo, muchachos. Vamos.

Lucy no daba crédito cuando los vio desfilar por la puerta de atrás.

—¡Esperen! ¡No cometan una imprudencia! ¡No saben si esto lo han hecho los Heartfilia!

Ningún Dreyar, Laxus incluido, le hizo el menor caso y siguieron hacia el establo. Lucy se apoyó contra la encimera.

—No conozco a esta gente, pero… parece que tienen algún que otro enemigo —dijo Romeo—. ¿Será seguro trabajar aquí?

Lucy le lanzó una mirada severa. Romeo parecía tan asustado como indicaba su voz, aunque no podía culparlo tras haber oído a los Dreyar proclamar airadamente que se haría justicia. ¿Y cómo podría tranquilizar al muchacho cuando no era capaz de tranquilizarse a sí misma? Aun así, lo intentó.

—Probablemente ahora pondrán a algún centinela para prevenir que nadie se acerque por la noche.

Si no lo hacían, lo sugeriría ella misma… si es que alguno de ellos volvía vivo. La idea la hizo palidecer.

—Iré a buscar la olla de sopa de la despensa para volver a ponerla a fuego lento —decidió. Algo bien corriente cuando ella estaba tan loca de preocupación por su familia que no podía ni siquiera pensar con claridad. ¿No había ningún modo de detener a los Dreyar?

De repente oyó cascos de caballos. Corrió al porche de delante y vio a cuarto jinetes armados con rifles alejándose. Se sentó en el columpio del porche y se llevó las manos a la cabeza.

—¡Odio esta maldita enemistad!