No dijo palabra alguna, observó como las piernas largas del pelirrojo atravesaban el suelo del pasillo en el que se encontraba sentado.
"¿Cuándo vas a ir a verla?" Preguntó el pelinegro observándolo, conocía su dolor, pero también el de la rubia, y no podía soportar verlos así por más tiempo, no sin hacer nada.
"Ella ya no es mi hermana" Yohei negó varias veces con la cabeza, gesto que imperceptible para el pelirrojo ya que este tenía la mirada perdida hacia el frente, no podía creer lo que oía.
"Te he contado lo que le ha pasado, sabes como está y no piensas hacer nada al respecto" Pronunció enfadado, en un tono elevado, algo inusual en él ya que siempre lograba mantener la calma a pesar de la situación en la que se encontrara, era raro verlo en aquel estado, parecía querer golpear al pelirrojo.
Recorrió el pasillo en un par de veces en las dos direcciones que existían, intentaba desprenderse de la furia que luchaba por apoderarse de él, pero no conseguía su objetivo. En cambio el pelirrojo continuaba en su posición inicial y con la vista perdida. Cansado de la situación se posicionó de cuclillas en su lado y lo forzó a mantener la mirada fija en él.
"Tienes razón, no eres su hermano" Había furia en las palabras que con determinación estaba pronunciando "Los hermanos no se rinden" Observó como el pelirrojo tenía que hacer un esfuerzo por mantenerle la mirada "Los hermanos perdonan, se ayudan, y se apoyan" Se levantó, separándose del pelirrojo "Espero que no sea tarde cuando te des cuenta de ello".
Aquellas fueron las últimas palabras que emitió antes de salir del hogar de la tía Yukiko en el que el pelirrojo llevaba instalado desde la profunda discusión que había enfrentado a los hermanos. No miró atrás.
Sin embargo, un par de horas después de aquel acontecimiento, el pelirrojo irrumpió en el cuarto de su hermana, y abrazados, no hizo falta que hablaran para que se pidieron perdón el uno al otro en silencio. Lloraron acompañándose mutuamente.
Rodó nuevamente sobre su propio cuerpo. Había dormido unas escasas tres horas mal contadas. Así no estaría en condiciones de jugar fríamente su último partido.
Su mente se encontraba muy lejos de donde se situaba su cuerpo. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido el día anterior, ni tampoco en lo que pasaría aquel día.
Volvió a dar otra vuelta, pero esta vez se quedó observando el techo de su habitación, tragó saliva en un intento de aclarar sus pensamientos.
Era afortunado de que aquello le hubiera pasado tras haber terminado los partidos más importantes del campeonato, y haber vencido a Shohoku y Ryonan. Porque si bien siempre había presumido de tener un gran poder de concentración y abstracción, Gina había amenazado esto con su mera presencia, y más aún con sus palabras.
Pero en estos meses, había aprendido a conocerla, y sabía cómo era su personalidad. No podía confiarse en que no hubiera cambiado de opinión, ya que cualquier hecho podría hacer que se replantease su posición ante él.
Por eso él sabía muy bien lo que quería decirle y transmitirle. Algo estaba claro, ella lo quería, o al menos se sentía atraída hacia él. Y él estaba perdido y profundamente enamorado de ella. Por ello sabía lo que diría en la noche. Otra cosa estaba clara, en la noche sería el hombre más desgraciado del mundo, o el más afortunado. Y lo peor, era que por una vez en su vida, su destino no estaba en sus manos, sino que estaba en las manos de la rubia.
Volvió a suspirar mientras cerraba los ojos.
Al hacerlo imaginó su rostro, imaginó su cuerpo, imaginó sus labios.
Únicamente podía hacer una cosa que le ayudara a conciliar el sueño en aquella situación.
En máximo silencio se bajó de la cama y posó su cuerpo sobre el nocturno frío suelo, y comenzó a hacer flexiones. Aquella actividad lo cansaría y le provocaría caer en los brazos de Morfeo durante al menos alguna hora más, necesario para estar fresco durante el partido. Aunque no fuera un adversario fuerte, era el último partido del campeonato regional, y el mejor jugador de Kanagawa debía tener algunos minutos en la cancha. Efectivamente así sucedió, el cansancio físico, y la liberación de nervios a través del deporte, consiguió que el sueño lo atrapara durante dos horas más. Hasta que los primeros rayos del sol del día lo despertaron.
Maldijo en voz baja, aún quedaba mucho para que el tren llegase y ya llevaba bastante retraso. Volvió a mirar su reloj de pulsera, deseaba que el partido no hubiera comenzado aún cuando ella llegara. Mientras movía su pierna agitada, en una especie de tic ocasionado por los nervios, observó su reflejo en el cristal de la puerta del tren. Llevó sus dedos índice y corazón a los surcos que se encontraban bajo sus ojos. El causante de sus ojeras tenía nombre y apellido.
No era consciente del tiempo que había dormido, pero sabía que poco. Quizás por ello, a pesar de que su hermano la había despertado, ella tras haberle deseado suerte había vuelto a dormirse. Y ahora iba tarde al partido más importante del campeonato. No se perdonaría si no llegaba antes del final de la primera parte, y parecía que no iba a llegar.
Se había vestido con lo primero que había encontrado en los escasos minutos que había dedicado a ello antes de salir a paso rápido de su casa. Pero no se apreciaba, era cierto que aquellos vaqueros la quedaban algo grandes, pero le sentaban bien, y hacía su figura más esbelta. Aquella camisa básica, apresada bajo los pantalones de tiro alto, era de un color azulado resaltando sus ojos. Aprovechó el tiempo que le quedaba en el tren para desenredar sus cabellos con sus manos, la ahora corta longitud de estos le permitía poder hacer ello, y que a pesar de todo su aspecto fuera bueno.
Se sentó en uno de los banquillos que el tren ofrecía, y tras unos instantes en aquella posición cambió y volvió a ponerse de pie. Cesó en el movimiento de su pierna una vez se hubo percatado que el anciano que se encontraba a su lado le lanzaba una extraña mirada, lejana al agrado.
Finalmente, las puertas se abrieron y ella salió rápidamente por ellas, disculpándose en varias ocasiones debido a algunos choques corporales que la prisa con la que iba ocasionó.
No puso fin a su carrera hasta que mantuvo la barandilla de hierro bajo sus manos y observó el partido. La primera parte estaba próxima a terminar, pero aún no lo había hecho, el resultado era malo en contra de Shohoku, suspiró, y su pecho se encogió al no visualizar a su hermano entre los jugadores.
Sí pudo ver al resto del equipo, estaban agitados y en su rostro era apreciable la preocupación, y algo de desorientación, culpó a la ausencia del profesor Anzai de ello. También presenció el rostro sereno de Akira, debía estar disfrutando de la situación, una sonrisa de satisfacción adornaba su pálido rostro.
Apretó su mandíbula con rabia, así mismo el presionó el hierro de la barandilla a la que su mano rodeaba en aquellos instantes. Impotencia, ese era el sentimiento que poblaba su corazón en ese momento. Ni siquiera podía pensar en Shinichi, lo imposible había sucedido. La preocupación hacia la desaparición de su hermano desplazó sus sentimientos y preocupaciones.
Su corazón volvió a sus pulsaciones habituales progresivamente mientras su cuerpo recuperaba su estado anterior a la carrera que la había llevado hasta allí. Pero una profunda angustia se fue apoderando de ella y aumentando a medida que no conseguía localizar entre el público la cara de sus amigos, ni la de Haruko y sus amigas, había demasiada gente.
Afortunadamente hubo un momento en el que unas caras conocidas aparecieron entre sus ojos, y sin dudarlo se dirigió hacia ellas.
"Tú" Exclamó, no recordaba su nombre, vio como aquel cuerpo de complexión se giraba y mostraba una cara de enfado que en cuanto la observó y la reconoció se transformó en un rostro de agrado "¿Dónde está mi hermano?" Preguntó rápidamente, antes de que él le preguntase nada.
"¿Cómo te atreves a hablarle así a nuestro…?" No pudo finalizar su pregunta, porque el tercer sujeto integrante de aquella extraña pandilla sujetó su brazo y se dirigió hacia él en una voz baja, pero no lo suficiente como para no ser oída por ella.
"Ella es la hermana del pelirrojo, la que nos pateó, mejor no enfadarla, es una persona peligrosa" Gina frunció el ceño y volvió a observar al líder de la banda, recordando que su nombre era Norio Hotta y esperando a que este respondiera.
Este incapaz de pronunciar palabra alguna y continuando mostrando en su rostro aquella extraña mueca de encanto señaló hacia abajo. Gina lo miró extrañada, pero se asomó por la barandilla en dirección a donde él le señalaba.
Sus ojos se abrieron fruto de la sorpresa, aquello no podía ser verdad. ¿Qué había provocado que su hermano se encontrase en aquella situación? Escuchó la voz de los tres sujetos dirigiéndose hacia ella, pero en aquel momento no podía oírlos, todos sus sentidos se encontraban puestos sobre el cuerpo de su hermano en el suelo con Ayako junto a él. Su cuerpo dio la vuelta y abandonó a aquel trío de amigos.
"Es una maleducada" Susurró uno de ellos, a pesar de que ella ya se había marchado, aún tenía miedo de que lo oyera.
"Debe estar preocupada idiota" Concluyó el líder del equipo, y sus acompañantes asintieron mientras veían la figura de la joven desaparecer.
Bajó las escaleras a tal velocidad que hubo un momento en el que iba a caer. Cuando tuvo la puerta frente a ella ni siquiera dudó y la abrió. Ni siquiera se dio cuenta de todas las miradas que se posaron en ella en aquel instante, tampoco percibió las lágrimas que recorrían sus mejillas.
Se dirigió rápidamente hacia el lugar en el que su hermano se encontraba y se sentó a su lado. Posó su mano en la mejilla de él, y una de sus lágrimas cayó sobre el rostro del pelirrojo que abrió los ojos que durante un momento había mantenido cerrados.
La miró, y el sentir los oscuros y sinceros ojos de su hermano mirándola con tal nobleza le reconfortó.
"Lo siento" Fue lo único que pudo pronunciar.
Lo sentía por no haber llegado a tiempo.
Lo sentía por no haber sido ella la que curase sus heridas.
Y lo sentía por haberse olvidado levemente aquel día de él.
"Has venido" Dijo y sonrió levemente, observar la sonrisa de su hermano se hizo difícil con las lágrimas.
La rubia tragó saliva fuertemente y posó sus labios sobre la frente de su hermano en el lugar en el que no había vendaje.
"Voy a matar a quién te hizo esto ¿Lo sabes no?" Ayako la miró divertida, la rubia había ignorado completamente su presencia, no la culpó de ello, ya que sabía lo que ambos mellizos significaban el uno para el otro.
"Ese maldito Fukuda" Murmuró entre dientes, nuevamente el pelirrojo fijó su mirada en el techo del estadio, parecía estar sumido en sus profundos pensamientos.
En ese momento Gina observó a Ayako, tras disculparse por no haberse dirigido hacia ella antes le cuestionó sobre el estado de su hermano. La única respuesta que obtuvo fue una negación con la cabeza. Lo interpretó como que después en la intimidad le contaría lo que había pasado pero que quizás sería demasiado humillante para su hermano hablar aquello en su presencia.
Recuperó su estado de normalidad una vez se hubo desecho de todas las lágrimas y comenzó a ser ella la que desinfectase las heridas de su hermano. Una vez hubo finalizado, y el partido estuvo a punto de consumir el primer tiempo, el pelirrojo se reincorporó y se sentó.
"Es bueno que hayas venido" Pronunció, y la rubia hundió su mirada en el suelo, se sentía avergonzada de haberse quedado dormida en un día tan especial para su hermano como era aquel, el dedo índice de su hermano se situó bajo su barbilla y la obligó a elevar su mirada "Vas a poder disfrutar de las jugadas que este talentoso va a hacer en el segundo tiempo, ya verás".
Sonrió levemente y se inclinó hacia su hermano abrazándolo y hundiendo su rostro en el cuello de este. Ahora estaba tranquila. Porque estaba a su lado. Y mientras estuvieran juntos nada podía pasar.
Desde la distancia, el moreno observaba en silencio aquella escena. Ambos hermanos tenían una profunda conexión, los sentimientos de Gina hacia su hermano eran tan nobles, que no hacían más que reafirmar sus sentimientos por ella. Parecía tan frágil y a la vez tan dura.
Deseaba en su interior que Shohoku ganase aquel partido. Y no por la rivalidad existente entre él y Sendoh, ya que si este fuera el motivo le encantaría poder batirse nuevamente con él en las nacionales. Sino porque sabía que la clasificación de su hermano la haría feliz. Y él lo único que quería era verla feliz.
"¿Cómo está?" Preguntó Haruko en cuanto se encontró lo suficientemente cerca de la joven de cabellos rubios, Yohei se situaba cerca de la hermana menor del capitán Akagui.
"Debe estar frustrado, ¿cierto?".
Gina asintió levemente ante las palabras de su amigo, Yohei podía llegar a expresar los sentimientos hermano incluso mejor que ella. Aunque sería mentira decir que Yohei lo conocía mejor, o que podía conocer lo que el pelirrojo sentía antes que ella, era cierto que podía llegar a saber antes que ella lo que su hermano necesitaba.
A la frustración por la situación del partido, se unía la humillación recibida por parte de Fukuda.
"Me gustaría haber podido hablar con él" Musitó en voz baja la castaña, aquel sentimiento de preocupación que mostraba por su hermano era demasiado intenso.
"No te preocupes, cuando el partido finalice y Shohoku se corone como vencedor, podrás felicitarlo, y darle una recompensa quizás" Guiñó un ojo animada en dirección a la joven, pero esta ni siquiera se sonrojó por lo que supuso que no había entendido el doble sentido de sus palabras, era una chica demasiado inocente.
"Espero que no se haya quedado más tarado con ese golpe" Musitó el rubio pensativo.
"No seas tonto Okuss, eso es imposible" Continuó Takamiya riendo la gracia de su compañero.
"Son una panda de brutos" Exclamó Yohei claramente molesto, la rubia observó aquella riña en silencio, Yohei comenzaba a molestarse cuando el resto no tomaba lo suficientemente en serio los esfuerzos de Hanamichi en el baloncesto.
"Siempre podemos darle una paliza a este tal Fukuda después del partido ¿cierto?" Azuzó la rubia al autodenominado ejército de Sakuragui.
"No lo dudes" Musitó el rubio "Nadie se mete con nuestro líder y sale ileso".
"Iremos con toda madre" Cada vez que Noma se refería a ella con aquel apelativo le resultaba imposible evitar sonreír.
Continuaron hablando durante el periodo de descanso, hasta que observaron las puertas abrirse y aparecer los jugadores de ambos equipos. El segundo tiempo sería muy emocionante.
"Por cierto, el juego de Mitsui está siendo asombroso ¿no?" Se dirigió hacia su amiga que se encontraba extrañamente silenciosa, esta se sonrojó levemente mientras asentía.
"Aunque lleva un ritmo demasiado agitado, no sé si resistirá todo el partido" Gina la miró frunciendo el ceño, Shohoku no se podía permitir perder al tirador de tres puntos.
Su amiga no estaba especialmente habladora, culpó de ello a los nervios por el partido. De pronto, una vez se hubo relajado al observar que su hermano había recuperado su estado habitual y que no debía temer por él. Su cuerpo se tensó.
En los veinte minutos siguientes se decidiría todo, y no se sentía preparada para ello. Podía ser el fin de un sueño, o el comienzo de otro. Estaba claro que sucediera lo que fuere estaría al lado de su hermano, pero se sentía vacía tan solo de pensar la existencia de la posibilidad de que no fuera así. Ello supondría que todo el trabajo y el empeño de su hermano por mejorar sería en vano.
No, aquello era mentira. No sería en vano.
Cuando lo observaba en la cancha con tal determinación y jugando en equipo, sabía que, en los últimos meses, Hanamichi había profundizado en sus valores notablemente. Siempre había considerado a su hermano una persona noble y de sinceros sentimientos. Pero ahora estaba aprendiendo a colaborar, a cooperar, ser un equipo, asumir responsabilidades. Todo ello se lo debía al basketball. Observándolo sentía un profundo orgullo, no importaba si ganaban o no, porque ya nada podía frenar el crecimiento personal que su mellizo estaba experimentando.
Elevó su vista hacia las gradas y descubrió que en los asientos de enfrente a ella se encontraba la Preparatoria Kainan. Su corazón se aceleró levemente mientras buscaba con la mirada al moreno, no tardó mucho en encontrarlo, el color de su piel lo hacía destacar entre los demás. Le pareció observar que él también la miraba y que emitía una leve sonrisa, pero no podía estar segura de ello, por lo que no le dio mayor importancia.
Había insistido en que ella tuviera una respuesta para aquella noche. Y ya la tenía. Quedaba lo más difícil. Dársela.
Se inclinó hasta que logró coger entre sus manos la lata que previamente había escapado de los dedos del tirador de tres puntos. Observó como este descansaba sobre unos escalones, lucía un aspecto pensativo, su mente debía situarse en aquel momento dos años atrás, momento en el que comenzó su caída como jugador estrella. Él aún no se había percatado de su presencia, se encontraba cabizbajo. Fue acercándose progresivamente, él no elevó la mirada. No hizo falta.
Una vez estuvo lo suficientemente cerca de él, se inclinó, depositó un leve beso en la cabeza de este, y abrazó su cuerpo junto al suyo, no hicieron falta mayores palabras.
En este tiempo juntos, se habían aprendido a conocer mejor incluso de lo que creían. Mayoko sabía de las emociones que lo estarían sacudiendo en aquellos instantes, por lo que hizo lo único que podía, reconfortarlo en sus brazos. Él se dejó, aquello era todo lo que necesitaba en ese momento.
La gente se apartaba a su paso, las personas que se interponían entre ambos formaron un improvisado pasillo, y al fin pudo encontrarse de frente con su amado cabeza pelirroja. Él pestañeó varias veces y sonrió ampliamente, no lograba pronunciar las palabras que pretendía verbalizar. Pero no hizo falta.
Gina lo forzó a que inclinase la cabeza hasta estar a su altura, y juntó su frente con la de él chocando ambas levemente.
"Lo hiciste" Fue lo único que diría en aquel pasillo y rodeada de tantos amigos y compañeros.
Él asintió, y en ese momento pensó que todo había merecido la pena, cualquier esfuerzo podía ser recompensado gracias a la mirada cargada de orgullo que su hermana le estaba dedicando. Había conseguido la primera etapa de su sueño, la clasificación al campeonato, quedaba la segunda, ganar las nacionales.
La rubia decidió que era suficiente exposición pública, y que en casa hablarían y celebrarían. Aquel era su momento, y debía compartirlo con sus amigos y con Haruko. En cuanto se distanció levemente de él, el resto se acercó, el primero de ellos fue Takamiya, que ilusionado lo felicitó y le transmitió el sentimiento grupal. De la pandilla de amigos, Takamiya siempre había sido el que expresaba más los sentimientos.
Se encontraba en una posición que podría denominarse de retaguardia. Entre gritos de felicitación y acompañada de sus amigos alrededor del pelirrojo, pero a la vez algo distanciada y observándolos desde fuera. Podía ver como el rostro de Hanamichi expresaba una sincera felicidad y emoción, podía jurar que incluso se encontraba luchando consigo mismo para lograr retener las lágrimas que querían salir de sus ojos y recorrer sus mejillas. Como melliza suya, podía sentir todas las emociones que él experimentaba, porque tenían una conexión extraña, más allá de lo que cualquier persona pudiera tener con otra.
Yohei se encontraba ahora en el lado más próximo al pelirrojo, no parecía estar hablando únicamente palmeando su espalda, divisó como su hermano se quejaba a los breves instantes de este gesto, haciendo alusión probablemente a que terminaría lesionándolo.
Quería dejar que el resto lo felicitase, y él contara con el protagonismo que merecía. En aquel momento percibió que ella también estaba peleando contra las lágrimas para que estas no salieran a la luz.
Intentó buscar al resto del equipo, desconocía si se encontraban aún en la cancha o en los vestuarios. Al menos le gustaría felicitar a Ayako y al Capitán Akagui, aunque por supuesto quería dar la enhorabuena a todo el equipo.
En su zona de visión aparecieron varios integrantes del equipo de baloncesto de su preparatoria, no conocía a ninguno de ellos ya que todos eran alumnos de tercero, pero ni quiera pudo percatarse de ello, ya que únicamente se fijó en el capitán del equipo. Este avanzaba en su dirección. En cuanto fue consciente de su presencia, y de que este se acercaba a donde ella se encontraba de frente contuvo su respiración. No encontraba explicación lógica a las sensaciones que su cuerpo experimentaba cuando sentía su presencia cerca. Volvió a fijar la mirada en sus amigos y pretendió ignorar al moreno que se encontraba cada vez más cerca.
Este continuaba acercándose, debía pasar por su lado forzosamente, ya que ella se encontraba en mitad del pasillo y él se dirigía hacia el final del mismo. Sonrió levemente al darse cuenta de que ella lo estaba ignorando a propósito, y evitó mirarla, no quería que Takasago se percatase de aquello, o debería soportar sus bromas. Pero tampoco dejaría que ella se saliera con la suya.
Continuó andando al ritmo que venía haciendo. Cuando alcanzó la altura del pasillo a la que ella se encontraba extendió su mano, hasta lograr rozar con su dedo índice la de ella. Fue un gesto imperceptible para el resto de los presentes. Pero no para ellos.
Maki cerró los ojos durante el instante que duró el contacto. Quería centrar todos sus sentidos en sentir su piel junto a la de ella, aunque únicamente fuera durante escasos segundos. Continuó con su camino hablando con sus compañeros y amigos de tercero, que ni siquiera habían observado tal gesto. El nuevo corte de pelo de la rubia la hacía pasar más desapercibida.
Gina no esperaba aquel gesto por parte de él. Evitó mirarlo y mantuvo su vista fija en el frente donde se situaba su hermano. Estaba convencida de que podría parecer una exageración a cualquiera que la oyera, incluso cuando ella misma lo pensaba le resultaba ilógico que su sistema reaccionase así, pero era lo que sentía. El mero contacto de la mano de él con la suya hizo que sintiera como si la tierra desapareciese bajo sus pies, su pecho estaba agitado fruto de las rápidas pulsaciones que sacudían su corazón. Luchó contra sí misma, y el instinto que la forzaba a acudir tras él, y se fue serenando poco a poco.
