CAPÍTULO 32 – IRA
ERA ACTUAL - TOKIO
Sesshomaru entró en la cafetería donde se había reunido el grupo después de haber presenciado la escena de Inuyasha y Kagome. Su mirada expresaba la ira de haber sido traicionado por una humana, que esperó a verse a escondidas con su hermano para continuar la historia de amor que habían dejado aparcada hace cinco años. Se sintió un iluso pensando que por un momento, la sacerdotisa podía haber albergado profundos sentimientos hacia él. Necesitaba quitarse aquel dolor tan profundo en el corazón, un dolor que le abrasaba como las llamas y que desaparecería al regresar a la era feudal. Aun así, cumpliría su promesa de derrotar a Kirinmaru para mantenerla a salvo. Después de todo, era la única promesa que podía cumplir.
—¡Señor Sesshomaru! —Rin se levantó de la silla, contenta de volver a verle. Fijó su mirada en ella, sorprendido al pensar que todavía se encontraba retenida por Irasue.
—¿Qué más cosas me habéis escondido? —preguntó fríamente delante de todos los presentes.
Sango y Miroku lo observaban, sin entender muy bien su reacción. Kohaku se levantó para situarse al lado de Rin, mientras Sara y Jaken avanzaban hacia él.
—Amo… no han escondido nada —dijo el viejo demonio —Nos estábamos poniendo al día sobre la misión.
—¿Quién es ella? —preguntó el Daiyokai dirigiéndose a Kyoko.
—Se llama Kyoko —contestó Yuna — El alma de Kikyo se aloja en ella.
—Escúchame, mi Lord —continuó Sara — Esto ha dado un giro muy importante en los acontecimientos. En realidad es Kikyo la que puede acabar con Kirinmaru. Kagome está a salvo.
Sesshomaru miró a Rin, que seguía eufórica de ver a su protector.
—Entonces ya no tiene sentido que esté aquí.
Dirigió su fría mirada a Yuna.
—Llévame al portal del tiempo.
—No puede ser, mi Lord —respondió la mujer mientras se levantaba de la silla —Debemos ceñirnos al plan.
—No me importa. Llévame ahora — ordenó.
—Pero…
Sesshomaru empuñó su revólver y la apuntó en el pecho.
—Mi Lord… —dijo Sara — Debemos seguir las instrucciones de la Diosa Irasue.
—Seguiréis mis instrucciones—ordenó con una voz tremendamente gélida —¡Tú!… llévame al portal.
Yuna, resignada y temblorosa, caminó hacia la puerta seguida por el Daiyokai, que la apuntaba disimuladamente con su arma para no asustar a la gente de su alrededor. Abandonaron el local dejando al grupo perplejo sin saber qué había sucedido. Jaken decidió seguirlos. Se negaba dejar a su amo solo.
—Señor Sesshomaru… —Kohaku frenó a Rin, pues también se disponía a seguirle.
—Déjale solo —dijo el joven exterminador — Volveremos a verle cuando crucemos el portal.
—No sé por qué nos sorprende —dijo Sango — Se trata de Sesshomaru —Es raro que no haya disparado aún.
—Algo le ha sucedido —defendió Sara —Está diferente desde que explotó el hotel. No es necesario que le sigamos. Yuna volverá sana y salva. Debemos ir al otro hotel que ha reservado.
Sango y Miroku se miraron.
—Hemos visto cosas…. —empezó Sango — Sesshomaru entró en el aura de Kagome sabiendo que lo lanzaría por los aires. Y cuando ella abrazó a Inuyasha…
—Lo confundió con su hermano —prosiguió Miroku — No es normal en ellos dos. Hace cinco años se odiaban e incluso Sesshomaru la intentó matar.
—Pero no olvidéis que después la salvó dos veces —interrumpió Rin. —El señor Sesshomaru siempre tiene un buen motivo para actuar.
—Quizás Inuyasha y Kagome saben algo…. —dijo Amy. —Hace un rato que se han ido. Se los ha podido encontrar por el camino.
El grupo miró a la joven pelirroja.
—Tú eres amiga de Kagome, ¿no es cierto?
Amy asintió tímidamente.
—¿Tú crees que Kagome podría estar interesada románticamente en Sesshomaru? —preguntó Sango, llena de sorpresa y curiosidad.
—Me estás poniendo en un compromiso… —contestó Amy —Quizás deberías preguntárselo a ella misma.
Kyoko pensó en Inuyasha y en la profunda tristeza que le invadiría si las suposiciones de Sango eran ciertas. Sintió una gran pena y empatía hacia él.
—Pero si fuese cierto, Sesshomaru no estaría tan enfadado —dijo Miroku.
—Quizás su enfado no tiene nada que ver con Inuyasha y Kagome —puntualizó Sango.
—Yo creo que sí… —murmuró Sara — Tiene demasiado que ver…
No había palabras para describir la tristeza que sentía Inuyasha en aquel momento. Mientras caminaba junto a Kagome, su cabeza intentaba asimilar su confesión. ¿Cómo había podido suceder? ¿Por qué Sesshomaru? La joven le había insistido en ir sola a ver a su familia para no sentirse peor de lo que estaba, pero él prefirió acompañarla. No podía dejarla sola, cabiendo la posibilidad de que los secuaces de Kirinmaru la encontraran. Había sido capaz de sobrevivir sin ella cinco años con la esperanza de volver a tenerla entre sus brazos y ahora la sentía más lejana que nunca. Se había aferrado al sueño de aquella adolescente que poco a poco consiguió ganar su corazón a través de la gran confianza que se brindaban, y ahora esa confianza se había truncado sin merecerlo, ya que era libre de enamorarse de otras personas sin necesidad de ofrecerle ninguna explicación. Él ya había asimilado la posibilidad de haber rehecho su vida con otro hombre. Lo que nunca hubiese llegado a imaginar es que el hombre que ocupaba su corazón fuese Sesshomaru. Los sentimientos eran efímeros, y más para los seres humanos cuyas vidas no eran tan longevas como las de los Yokais.
—¡Kagome! —exclamó la señora Higurashi al verla tras la puerta —¿Dónde estabas? Te he llamado muchísimas veces.
Se abrazaron con fuerza.
—Lo siento, mamá… he perdido el teléfono móvil.
Le explicó que había venido a hacer unas prácticas a un hospital de la zona, y le quería dar una sorpresa. No se sentía capaz de contar la verdad. No debía involucrar a su familia.
—¿Dónde están Sota y el abuelo?
Su madre le explicó que su hermano pequeño pasaba la noche en casa de un amigo. El abuelo había ido a un balneario durante el fin de semana.
—¿Ya es sábado? — Kagome pensó en Sesshomaru y en la fiesta universitaria donde se reencontraron el sábado pasado. Habían sucedido tantas cosas que le pareció una eternidad.
Inuyasha también abrazó a la señora Higurashi, sorprendida después de tanto tiempo sin verle.
—¡Quedaros a cenar, por favor! —suplicó.
Inuyasha y Kagome se miraron, asintiendo entre ellos.
—La casa no ha cambiado nada —dijo el Hanyo cuando subieron a la habitación. Kagome había decidido llevarse una mochila con algo de ropa y enseres personales.
—Mi madre quiere conservar esta habitación aunque esté viviendo fuera. Después de cenar le explicaré que viajaremos al pasado.
Inuyasha apretó los puños. Todo le causaba tremendos recuerdos que le eran difíciles de lidiar. Era demasiado duro darse por vencido.
—¿Hace cuánto que te reencontraste con Sesshomaru?
Kagome se sorprendió con la pregunta.
—Hace una semana. ¿Por qué lo preguntas?
—¿Has sido capaz de tirar por la borda todo lo que sentías hacia mí en una semana?
Kagome se tensó al ver que la ira del Hanyo aumentaba.
—Por favor… Inuyasha.
—No puedo soportarlo, Kagome...
Inuyasha la abrazó fuertemente, provocando que a la joven se le saltaran las lágrimas.
—Necesitaba saber de ti, sentir tu olor… y ahora solo me quedará un recuerdo de lo que fue. ¿Qué te puede ofrecer Sesshomaru que yo no pueda darte? Es que no lo entiendo.
Kagome le acarició el cabello color azabache.
—Han pasado cinco años… ya no soy aquella adolescente que conociste. Te amaba, Inuyasha. Juro que he pensado en ti cada día de mi vida desde que nos separamos. Decidí pasar página porque perdí la esperanza de volver a verte. Con la aparición de tu hermano, mi corazón se llenó de alegría pensando que quizás, si el portal del tiempo volvía a reabrirse, nos volveríamos a encontrar.
—Por eso lo entiendo menos, Kagome… él es frío, un asesino… ¿qué has podido ver en él?
Kagome lo miró a los ojos.
—De eso se trata, Inuyasha… no puedo justificar mi amor por él. Sé quién es, perfectamente. También sé que tras esa máscara se esconde una persona que se preocupa por los demás, un Daiyokai honorable que expresa más con los hechos que con las palabras. No pretendo defenderle ni que me comprendas.
—¿Y aún sabiendo que algún día marchará y volverá a ser el que era, apuestas por él?
—Lo siento…
Kagome decidió no seguir justificándose por el dolor que podía provocar en su amigo.
"Lo siento, Inuyasha. quiero que sea él… me iría al fin del mundo por él si hace falta. Me prometió que volvería a por mí una vez derrotase a Kirinmaru, y sé que lo cumplirá."
Inuyasha volvió a abrazarla, siendo consciente de que aquella vez podría ser la última.
———————
El grupo llegó al hotel, a la espera de tener noticias de Inuyasha, Kagome y Yuna.
Había reservadas dos habitaciones: una para Kagome, Rin, Sango, Sara y Amy. La otra habitación era para Inuyasha, Miroku y Kohaku.
Decidieron cenar algo antes de ir a dormir.
—Deberías quedarte con nosotros, Kyoko —dijo Sara. Las cosas se estaban torciendo en Tokio, y debían permanecer unidos.
—No creo que sea necesario —contestó la joven karateka —Mi casa no está muy lejos de aquí. Nos vemos mañana por la mañana.
—¿Qué vas a hacer con el problema de Kirinmaru?
—No lo sé. Inuyasha me dijo que intentaría averiguar la verdad. La persona que yo conocí no tiene nada que ver con la que es ahora. Algo ha debido de ocurrir para querer destruir la humanidad.
—¿No tienes miedo de cruzar el portal del tiempo? Allí te esperan para sacrificarte —dijo Amy.
—Lo sé. Pero supongo que no tengo elección mientras el alma de Kikyo se encuentre dentro de mí.
—Siempre hay elección —replicó Sango. —Al final vas a tener que ponerte de un bando u otro. No nos podemos fiar de Irasue ni de nadie.
—Confío en Inuyasha. Él encontrará una salida para averiguar lo que ocurre con Kirinmaru.
Rin se levantó de la mesa al ver a Inuyasha y Kagome que acababan de llegar, ambos con una expresión de tristeza en sus miradas.
—¡Habéis venido! —exclamó Rin, feliz de ver a sus amigos.
Sara los miraba de soslayo a la vez que se acercaban.
—He venido a por la llave de la habitación —dijo el Hanyo con cara de pocos amigos —Necesito descansar.
Miroku le lanzó uno de los llaveros de la habitación.
Kagome seguía cabizbaja a la vez que Kyoko se levantaba para ir tras Inuyasha al abandonar el comedor. Sango, Miroku y Amy la rodearon.
—No entendemos nada, Kagome —dijo Sango. —¿Qué ha pasado?
Kagome los miró, con el rostro repleto de lágrimas sin saber qué contestar.
—Le he perdido…. —se atrevió a decir — He perdido a Inuyasha…
—No es cierto, Kagome — respondió Sango —Inuyasha y tú siempre seréis importantes el uno para el otro. Da igual lo que haya ocurrido entre vosotros.
—Vámonos arriba, Rin —dijo Kohaku, entendiendo que Kagome necesitaba algo de intimidad.
Rin asintió y Miroku también decidió ir tras ellos.
—Inuyasha me besó.
Sango, Amy y Sara la miraron, sorprendidas.
—¿En la boca? —preguntaron al unísono.
Kagome asintió.
—¿Y qué tiene de malo? —preguntó Sango, aunque se temía la respuesta.
—No pude corresponderle. Después de tantos años pensando en él como una idiota, fui incapaz de corresponderle…
—No te sientas culpable, Kag —dijo Amy —No puedes controlar tus sentimientos.
—¿Pero por qué? ¿Por qué me tuve que enamorar de su hermano? Todo sería más fácil si no hubiese aparecido en mi vida.
Sango la miró, completamente sorprendida con su confesión. Aunque después de escucharla, todo empezaba a cobrar sentido, excepto la ira de Sesshomaru.
—¿Eres correspondida? — preguntó finalmente.
—No estoy segura —contestó Kagome —Él no me ha expresado con palabras lo que siente. Pero yo creo que hay algo profundo entre nosotros. Y luego está el tema del "Yokai"… No sé qué pasará con él cuando vuelva a ser un demonio completo.
—Pero… ¿Os habéis besado? —Sango no daba crédito a lo que le estaba sucediendo a su amiga.
—Nos hemos acostado.
—¿C… con Sesshomaru? —Sango seguía estupefacta —¿Estamos hablando del mismo demonio que todos conocemos? ¡Es muy peligroso, Kagome! ¿Y si algún día no quieres nada con él? Sería capaz de matarte sin dudarlo.
—¡Vigila lo que dices! —interrumpió Sara —No hagas caso, Kagome. Por lo visto nadie se ha parado a prestar atención a Lord Sesshomaru. ¿Y estos son sus amigos? Si hubieseis prestado atención en conocerle, no pensaríais de esta forma. Me decepcionáis.
—Sesshomaru no tiene amigos —contestó Sango.
—No me extraña. Con gente como vosotros yo tampoco querría tener amigos.
—No os peleéis, por favor —irrumpió Kagome —Yo también pensaba lo mismo que Sango. Por favor, no la juzgues.
Sara observó a ambas con aires de suficiencia. Odiaba que hablaran mal del Lord del Oeste. Podía ser un demonio frío y calculador, pero sus acciones siempre estaban justificadas. En el fondo se preocupaba por los suyos y por eso era un honor luchar a su lado.
—¿Qué vas a hacer entonces, Kagome? —preguntó Sango. —Ahora que sabes que no eres la sacerdotisa a la que hay que sacrificar, no será necesario que cruces el portal del tiempo.
—Quiero ir con vosotros y luchar a vuestro lado. Fluye un gran poder en mí que podría ayudar mucho en la batalla. Kyoko no tiene por qué morir. Soy una guerrera como vosotros, Sango. No podéis dejarme aquí. Entre todos podemos vencer a Kirinmaru.
—Entonces no entiendo el comportamiento de Sesshomaru… —dijo la exterminadora.
—¿A qué te refieres?
—Acudió a la cafetería hecho una furia y se llevó a Yuna a la fuerza para cruzar el portal del tiempo.
Kagome abrió los ojos, sin entender nada de lo que su amiga le estaba contando.
—No nos cuadra, Kag —dijo Amy —Parecía muy cabreado con algo. No sabemos el qué.
La sacerdotisa intentó hacer memoria. La última vez que le había visto fue al desmayarse después de haber provocado aquel aura tan poderosa. No entendía qué es lo que le había podido suceder para querer regresar tan apresuradamente a la era feudal.
—¿Quizás ha averiguado algo sobre Kirinmaru?
—No es propio de él —dijo Sara —Lord Sesshomaru siempre medita todos sus pasos. Parecía que lo hubiese hecho por algún impulso.
Se acercó a Kagome.
—Es posible que os siguiese a Inuyasha y a ti.
Kagome se sonrojó. Recordó el beso robado, pero ella le rechazó. No tenía sentido que su enfado estuviese relacionado con aquello.
—No puede ser…
—Lord Sesshomaru no es impulsivo, pero su humanidad le ha hecho ser volátil. No es capaz de entender lo que siente, y seguro que debe odiarse por estos sentimientos tan humanos. Ahora mismo es una bomba de relojería.
El corazón de Kagome empezó a latir con fuerza. ¿Significaba eso que había vuelto a su época, rompiendo su promesa de llevarla con él?
—¡Llevadme al portal del tiempo, por favor! —exclamó desesperada —Necesito aclararle lo que siento por él.
—No puede ser, Kagome —Sango intentaba calmarla — Solo Yuna sabe dónde está. Hemos quedado en viajar mañana.
La joven sacerdotisa se derrumbó. ¿Y si les había visto besándose? Se trataba de un fuerte malentendido y tenía que arreglarlo.
—Le amo…. Necesito hacérselo saber —la voz entrecortada de Kagome denotaba desesperación. No había forma de contactar con él. Sus días como humano se esfumarían de un momento a otro y si volvía a verle, lo haría como el poderoso y letal Daiyokai que era. Aquello la abrumaba y desesperaba al mismo tiempo. ¿Acaso su historia estaba condenada a acabarse sin ni siquiera haber empezado? ¿Lograría aclarar el malentendido y declararle de una vez por todas sus sentimientos?
——————
Inuyasha se tumbó en la cama de una de las habitaciones del hotel. Miroku y Kohaku salieron al balcón mientras Kyoko intentaba animarle.
—A mí también me rompieron el corazón hace varios años —dijo la joven karateka. —De hecho, esa herida siempre la tendré allí, pero con el tiempo duele cada vez menos. Te acabas acostumbrando a ella.
El Hanyo no contestaba.
—Inuyasha… sé que casi no nos conocemos. Pero siento una terrible angustia cuando estás triste. Es posible que Kikyo tenga algo que ver.
—Kikyo… —murmuró con debilidad.
Inuyasha se incorporó ligeramente y la abrazó con todas sus fuerzas mientras las lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas. El alma de la sacerdotisa volvió a brotar al sentir su cálido abrazo, lleno de desespero por su amor perdido. Se sintió querido y arropado en aquel momento efímero que se desvanecería a la luz del alba.
Hace frío… no logro conciliar el sueño debido al horrible dolor de cabeza que me abruma. Intento taparme con varias pieles de la alcoba pero no logro entrar en calor. La sed se apodera de mí, pero no es sed de agua lo que necesito. ¿Por qué yo? ¿A qué es debida esta dolorosa maldición?
No estoy solo. Acabo de notar un ligero ruido que hace estremecerme. ¿Es posible que Irasue se haya liberado y haya venido a acabar con mi existencia? No… ella no se mancharía las manos tan fácilmente. Enviaría a su ejército y le traerían mi cabeza como trofeo.
—¿Quién eres? —pregunto al vacío, intentando distinguir una silueta que se acerca hacia mí con el único ojo que me queda. El otro dejó de servirme hace un tiempo debido a mi enfermedad.
—Kirin… —murmura la silueta con voz de mujer.
Espera… yo he escuchado ese nombre. ¿Por qué su voz me resulta tan familiar?
—Quiero verte —ordeno con la voz entrecortada, mostrando recelo y ansia al mismo tiempo.
La silueta aparece a la luz del candelabro que había encendido hace un rato para intentar leer una estrategia de guerra escrita por mis consejeros.
—Eres tú… —digo asombrado al darme cuenta de que la silueta pertenece a aquella preciosa mujer a la que encontré y perdí en el lago del palacio. Su tez blanquecina contrasta con la oscuridad de sus largos y lacios cabellos. Lleva un kimono de flores azules y su mirada parece triste.
—¿No me recuerdas?
—Eres la mujer del lago… ¿Cómo te llamas?
La mujer se acerca hacia mí, posando sus bellos ojos melancólicos en los míos. ¿Por qué me resulta tan familiar? Siento que el mundo se para al contemplarla. Me aprieta la mano, brindándome algo de calor. Es tan cálida…
—Necesito que me recuerdes, Kirin. Soy Kyoko.
—¿Kyoko? No conozco a nadie con ese nombre. ¿Cómo sería capaz de olvidar a alguien como tú?
Me besa una vez en los labios y yo se lo devuelvo lentamente. Es tan intenso que pierdo la noción del tiempo. Se separa por un momento y yo deseo más de ella. Siento que la necesito. Algo no encaja en mi cabeza cuando está ella cerca.
Me acaricia el cabello, y me provoca un terrible hervor. Esa mujer hace que mi corazón tiemble.
—Vendré a buscarte, Kirin. Pienso salvarte de esta agonía.
—¿Eres la sacerdotisa?
Kyoko sonríe ligeramente.
—No exactamente. Pero mis recuerdos se van despertando poco a poco. Nos conocimos en mi era, en una ciudad llamada Tokio.
¿Por qué he de fiarme de ella? ¿Podría ser Irasue, que me está tendiendo una trampa?
Su olor me resulta dolorosamente familiar. La esencia de un recuerdo perdido en mi cabeza. Esa mujer fue alguien importante para mí. ¿Pero por qué la he olvidado?
Necesito seguir sintiéndola. La abrazo contra mi pecho y emite un ligero gemido que me excita intensamente. Mi cuerpo actúa como si la conociese desde hace tiempo y no es capaz de frenar. Ella me mira con sus hermosos ojos color chocolate. Su calidez me quema por dentro, lenta y dolorosamente.
La vuelvo a besar mientras le desabrocho el kimono de flores de primavera. Las flores me evocan un recuerdo que soy incapaz de ubicar en mi memoria. Toda mi cabeza me da vueltas. Su nombre, su voz, su aroma… yo conozco a esta persona. ¿Cómo he sido capaz de relegarla en un pequeño rincón de mi existencia?
Kyoko ha sido alguien importante para mí. Sus caricias me abruman y me hacen despertar. Mis sentidos se agudizan y su piel, suave como la seda, me estremece hasta el punto de empezar a temblar.
—¿Esto es un sueño? Parece tan real…
—No lo sé, Kirin. Estamos conectados por algún motivo.
—¿Dónde estás realmente, Kyoko?
—No importa eso. Nos veremos pronto. Necesitas mi sangre para curarte, e iré en tu búsqueda, cueste lo que cueste.
Mis brazos necesitan el contacto de su piel con desesperación. El vello de mi cuerpo se eriza por completo. Le rozo los pechos y ella se sonroja.
—¿Irasue te retiene? Dime dónde estás e iré a por ti, Kyoko.
—Estás muy enfermo. Es mejor que no te muevas del palacio.
Me retira ligeramente el kimono, dejando mi pecho completamente al descubierto. Sus besos en el cuello me llevan al cielo. No soy capaz de pensar y la lanzo sobre el lecho para brindarle mis caricias en todas partes de su cuerpo. Me agarra por el cuello y sus piernas rodean mi cintura. Es tan atractiva que me falta el aire. La deseo con anhelo, sabiendo que en cualquier momento va a desaparecer.
—Espérame, por favor. Volveré a por ti —susurra en mi oído en son de despedida, justo antes de esfumarse como el viento.
ERA FEUDAL - PALACIO DEL ESTE
Kirinmaru se despertó temblando. ¿Había sido un sueño? Parecía tan real…
"Kyoko"
Aquella mujer era lo único que le brindaba cordura en medio de su enfermedad. ¿Qué ocurrió con sus recuerdos? ¿Por qué la había olvidado?
Pensó en Irasue. La Diosa Perro le había ofrecido un trato para crear un imperio y así someter a la humanidad a cambio de entregarle a la sacerdotisa que curaría su enfermedad. Pero Kyoko no era una sacerdotisa.
¿Recuperaría la memoria algún día? Su corazón no la había olvidado. Latía con fuerza con cada encuentro inesperado. Un rayo de luz en medio de su lúgubre oscuridad.
Si Kyoko lograba sanarlo, quizás sus recuerdos regresarían. Pero no había olvidado la sensación de que alguna vez la amó y se la arrebataron de sus brazos.
ERA FEUDAL — EN ALGÚN LUGAR DEL OESTE
Un rayo de luz iluminó el cielo estrellado, dejando una radiante estela en el horizonte. Varios aldeanos salieron de sus hogares para contemplar aquel fenómeno desconocido. Otros decidieron permanecer en sus casas por temor a los demonios en una época donde la lucha contra ellos era demasiado recurrente. ¿Qué ente extraño era capaz de provocar aquella fuerza que surgía entre las rocosas montañas del Oeste? Sin duda alguna se trataba de una criatura tremendamente poderosa.
De pronto, en medio de la nada, una hermosa figura humanoide de cabellos plateados apareció flotando el aire. Su rostro, tan atractivo como el de los ángeles, contrastaba con su fría mirada de asesino perfecto. Unas manchas moradas de Yokai podían distinguirse en su tez, así como la luna púrpura de su frente. La figura flotaba en el aire, con ropajes extraños que cubrían parte de su cuerpo y que no parecían de aquella época. A su lado podía vislumbrarse un pequeño demonio verde con forma de sapo.
—¡Es Lord Sesshomaru! —gritaron los aldeanos, perfectamente conscientes del poder letal del Daiyokai —¡Volved a vuestras casas!
El Lord del Oeste había regresado a la época feudal recuperando la totalidad de sus poderes.
—¿A dónde nos dirigimos ahora, amo? —preguntó Jaken.
Sesshomaru no contestó. Aunque el pequeño demonio enseguida se percató de que se encaminaban al Palacio de la Luna.
Esta semana me he retrasado en la publicación porque he estado enferma. Nada grave, por eso. Pero me ha impedido tener la cabeza centrada.
Contesto a algunas reviews:
Chechy14: Qué bien que te pusiste al día. Inuyasha y Sesshomaru se quieren, en el fondo. Por eso el triángulo es tan duro.
Mayloren: Sesshomaru es un testarudo, además de volátil por culpa de su humanidad. A ver qué pasa cuando vuelva a ser un demonio.
Candy01234: Gracias por la review! Aún quedan algunos obstáculos por delante para que Sesshomaru y Kagome vuelva a estar juntos.
Faby Sama: Gracias por tu review, como siempre. Me alegro que también te atraiga la historia de Kirinmaru. La verdad es que es un poco triste el malentendido, aunque Kagome no se quedará quieta para recuperarle ;)
