UNO

MIKASA

La noche estaba especialmente tranquila, solo unas pocas nubes dispersas decoraban el cielo por lo que era posible contemplar la luna y algunas estrellas. El frescor de la noche se complementaba con el rumor del oleaje y añadida la sensación de la arena en los pies creaban un efecto relajante en Mikasa.

Hace poco había despertado de un mal sueño, que la tuvo dando vueltas en la cama por un buen rato. Sasha que dormía en el camastro siguiente al suyo, por una vez no estaba sumida en la inconciencia del sueño, se había despertado por el constante movimiento de ella. Al advertir su insomnio, Sasha mediante señas la convido a salir del pabellón en el que dormían los miembros inactivos de la legión.

- ¿Quieres hablar de lo que soñaste? – pregunto Sasha a la ligera mientras caminaba con las manos tras la cabeza y mirando el cielo.

- No realmente – era más de lo mismo. A veces era episodios de pesadilla, persecución, perdida, dolor, miedo, soledad. Algunas veces viviéndolas en primera persona o como mera espectadora, los sueños siempre la dejaban con una sensación pesada en el estómago. Ahora era muy pocas las veces que podía pasar una noche limpia, sin soñar.

- Yo suelo dormir mal cuando tengo preocupaciones o ando estresada.

- Entonces has de ser alguien muy serena. Siempre duermes a pierna suelta.

- Ja. ¿Es así? – se ríe de su comentario Sasha – Las pesadillas que tengo suelen ser de tener toda una despensa y ollas a mi disposición pero que al abrirlas no haya nada.

- Comida – asiente Mikasa estando de acuerdo que eso sería el fin para su amiga.

- Pues sí – Sasha encoge sus hombros sin culpa – …Aunque tengo otra pesadilla recurrente.

- ¿De qué se trata?

- Cuando casi muero – dice ella llamando la atención de Mikasa – A veces revivo el momento. Veo como el proyectil lentamente viaja hacia mí y de nuevo soy lenta para reaccionar. – Sasha suspira mientras cruza sus brazos sobre el pecho y esta vez se entretiene mirando el oleaje – O resulta que la bala se desvía y no impacta en mi sino en cualquiera de ustedes. Y de nuevo, soy muy lenta para reaccionar.

- … Qué feo – murmura finalmente Mikasa, recordando las veces en las que solía soñar con Eren en peligro y ella siendo impotente para reaccionar.

- Sí, pero no son más que sueños. Ese es el consuelo.

- … Mis pesadillas son confusas – confiesa Mikasa con sus manos metidas en los bolsillos del suéter – Pero la más recurrente es la de estar débil y asustada. Me disgusta esa sensación. Me hace sentir derrotada, vulnerable. – Expuesta.

- Todos nos sentimos así alguna vez.

- Si, pero el problema es... - Mikasa inhala profundamente – Odio al capitán. - No podía evitar hacer la asociación de sus malos sueños con su último altercado con Levi. Eso era lo que pasaba.

- ¿Oh? ¿A qué viene eso? – Sasha trastabilla por la sorpresa. Mikasa había parado de caminar, una mueca de disgusto adornaba su cara - ¿Qué pasa? – pregunta con preocupación.

- Es… - Mikasa se permite tragar saliva – él es detestable. Insufrible.

- … Bien – responde Sasha lentamente no entendiendo nada – Creí que, ya sabes, habías superado tu primera impresión de…

- Sasha. Él lo volvió a hacer – interrumpe Mikasa – Usó la fuerza, su posición para excusar sus burdas acciones. Detesto que sea tan jodidamente fuerte al punto de ser imbatible. Que me conozca tan bien para repeler cada uno de mis ataques, que use mis propias debilidades contra mí. Que sea tan condescendiente. Su mal carácter, su tosco vocabulario. Que me prejuzgue y piense que podría echar a todo y a todos por la borda por Eren. Es lo que más me molesta – Mikasa toma aire - Detesto saber que soy débil frente a él.

- …Y odias ser débil – señala Sasha. Mikasa solo asiente pasándose una mano por la cara en frustración – Estoy de acuerdo contigo. Pero, aun así, considero que es un buen capitán - Mikasa la mira con el entrecejo fruncido - ¡No lo estoy defendiendo! – dice en apuro.

Buen capitán. Si Mikasa dejaba a un lado toda la humillación podía recordar los momentos en que mostraba su lado "humano" con ella. Las veces que la salvó, la confortó en Liberio, cuando enfrió su ira en la Ciudad Subterránea, cuando la corrigió y no la amonesto más allá de unas palabras por lo sucedido, y cuando se tomó la molestia de revisar su tobillo en el muro… Mikasa se dio cuenta que pensaba en aquello en pasado. Aquella muestras de gentileza y camadería habían desaparecido para ella.

- Es un buen capitán. No lo cuestiono por ello.

- ¿Entonces?

- Solo estoy disgustada con él – Mikasa corre una mano por su cabello. Tal vez utilizar la palabra odio era muy contundente – Y con el hecho de que a él no le importe. ¿Qué acaso no merezco unas palabras… una disculpa siquiera? ¿él acaso se disculpa?

- Hm – Sasha cruza sus brazos y adopta un gesto reflexivo – Creo que ya veo tu problema.

- ¿De verdad? – Mikasa suelta con asombro. Ni ella misma lo comprende.

- Esperas simpatía de una persona que normalmente no lo es. Haz memoria, Mikasa. El capitán no ríe de nuestras bromas, no suele comentarnos nada personal suyo, ni nunca nos expresa sus preocupaciones. Es casi una máquina – Sasha ríe de su propio chiste – Pero no lo es. Suele escucharnos y mostrar gratitud por nosotros. ¿No te conté que mientras estaba internada en el hospital me hizo llegar una cesta de frutas? – Sasha asiente para si, como si la respuesta fuera obvia - Lo que quiero decir es que, si tienes alguna queja con el capitán, no esperes que él venga a ti.

- ¿Enfrentarlo? No creo que eso salga bien. – Y no quería. Había muchas cosas sin decir que circulaban como moscas entre los dos. Era difícil concentrarse para Mikasa – De todas maneras, gracias, Sasha. Por escucharme -Sasha le regala una sonrisa de suficiencia. Mikasa no pudo evitar querer ponerse al mando de la situación. Después de todo, así era su amistad con Sasha - Ya que mencionas lo de enfrentarse e ir en vez de esperar. ¿Qué hay de tú con Jean?

La sonrisa cálida de Sasha muda a una de shock por el repentino cambio de tema.

- ¿Qué hay de que con quién? – pregunta ella fingiendo ignorancia. Mikasa solo arqueo una ceja ante la ridícula evasiva de ella – Ey, ¿Cómo haces eso? – señala la curva de la ceja de Mikasa - Yo también quiero hacer ese tipo de mirada acusadora… - Sasha se rinde al ver la inutilidad de su esfuerzo por cambiar el tema.

- No me cuentes si no quieres – Mikasa encoge sus hombros – Solo pensé que ya que me hiciste hablar de mis problemas personales era justo que tú también compartieras algo – expresa Mikasa con falso tono desilusionado mientras se da la vuelta.

- Diablos, Mikasa. Qué mala – Sasha suspira – Verás. Jean y yo nos encontramos antes de ir a presentarnos a Shinganshina. Caminamos y hablamos de... – Sasha hace un gesto vago con la mano – lo que sea que estuviera pasando con nosotros. Jean de alguna manera confesó sentirse confundido de si me veía como una compañera o algo más. Y yo confesé algo similar. Después nos reímos de lo absurdo de todo porque hasta el momento todo era raro en el ambiente – Sasha añade con una mueca con la boca – Una vez que todo pareció cómodo entre nosotros… acordamos salir cuando estuviéramos libres – lo último lo añade en el tono mas bajo posible.

Sasha estira sus brazos por encima de la cabeza y ríe de ello restándole importancia al asunto, pero Mikasa era muy consciente del rubor que teñía sus mejillas.

- … ¿una cita?

- Preferiría no llamarlo así. Mas bien una salida entre dos personas que tienen la intención de conocerse un poco más y pasar un rato agradable juntos.

- Una cita – confirma Mikasa. Eso era lo que ella tenia entendido en lo que constaban las citas

Mikasa ve casi con ternura como Sasha se restriega el rostro con las manos intentando quitarse los rastros de embarazo con una mueca. Al percibir la mirada atenta de ella, Sasha le regala una sonrisa pícara.

- Deberías intentarlo.

- ¿El qué?

- Ya sabes, el confesarte – Sasha se sobresalta por su elección de palabra – Quiero decir, platicar con Eren.

- Ya lo he hecho. - Sasha que estaba esperando que fuera el turno de Mikasa de desanimarse y retraerse en un bolita de timidez y negación, no pudo evitar descolgar su mandíbula en asombro.

- ¿Qué…? - Sasha logra articular con sus ojos queriendo sobresalir de sus cuencas.

- Lo que escuchaste.

- ¿A Eren? - pregunta entonces boquiabierta ella.

- ¿A quién más? - Mikasa rueda sus ojos.

- Claro, claro - Sasha cubre su boca para disimular su risa - Es el único que te llama la atención.

A la mente de Mikasa destella la escena de besos compartidos con cierto capitán en el bosque a la que decide descartar con una sacudida, Tienes excusa, Mikasa. Estabas amnésica, se dice a si misma. Eren no existía en tu vida.

- ¿Y qué pasó?

- Nada.

- ¿Nada?

- Nada. Me confesé y eso fue todo - Mikasa encoge sus hombros. Sasha la mira con extrañeza durante un rato.

- Qué feo. -murmura ella, y Mikasa solo puede asentir en acuerdo.

Después de aquellos embarazadores, pero a la vez liberadores minutos las dos retornaron al pabellón para intentar conciliar el sueño. Sin embargo, se toparon con Connie que salía con gesto de traviesa picardía y un tintero con pluma en mano. Una mala combinación a consideración de Mikasa.

- ¿A dónde vas? – pregunta Sasha.

- Voy a dar una vuelta – contesta simplemente sin esforzarse en esconder el objeto en mano.

- Va a hacerle una diablura a Floch – Jean venia tras de Connie con sus brazos cruzados en el pecho.

- ¿Floch?

- Sí, el idiota está dormido en su guardia – Connie comenta con humor – Hay que darle una lección que no olvide. En mis tiempos si te atrapaban, te castigaban con labores extra en los establos o los baños.

- ¿Entonces tuviste la ingeniosa idea de pintarle el rostro como tu medida de castigo? – pregunta Sasha con emoción.

- Sí – no hay vergüenza en el tono de Connie - ¿Te unes?

- Cuenta con ello – acuerda entre risas y ambos se empiezan a alejar mientras discuten quien pinta qué.

- Voy a asegurarme de que no se pasen de la mano con el pobre – le comenta Jean ya solo a Mikasa - ¿Vienes?

Mikasa niega con su cabeza, ya sea inocente o no, no quiere hacer parte de una broma contra otro. Además, pareciera que por fin el sueño la estaba queriendo reclamar y no se iba a negar a ello. Con una última mirada sobre el hombro antes de ingresar al pabellón observo la familiar escena de sus tres compañeros en medio de sus andanzas.

El sueño no tardó en llegar y por una vez desde hace mucho, Mikasa pudo dormir sin soñar. No sueños buenos ni malos.


El reloj biológico, como un viejo amigo de Mikasa tenía la costumbre de ser el primero en despertarla. La madrugada siempre era acompañada por el rumor natural de los soldados levantándose e iniciando labores. Por eso, desde que abrió los ojos supo que algo andaba mal. La ausencia de sonidos, la pasibilidad nada natural con la que aún dormían los demás soldados en el pabellón daba signos de no despertar pronto y, peor aún, el camastro de Sasha estaba vacío, sin signos de que su ocupante hubiera regresado de su travesura nocturna. Paranoia o no, Mikasa se puso sus botas de manera rápida y salió al aún más taciturno exterior.

La señal de problemas vino en la forma de estruendo en el barco de los Tybur minutos después, seguido de sonidos de alarma en los diferentes pabellones. Sin saber a qué lado acudir primero, Mikasa no alcanzo a dar más de diez pasos cuando una mujer de edad avanzada, seguramente de la tripulación de los Tybur, se movía con pasos estrambóticos mientras una mirada de espanto y horror se reflejaba en sus rasgos. Cuando Mikasa quiso auxiliarla la histeria de la mujer se hizo más sonora.

La confusión hizo lentos sus reflejos.

Una roca del tamaño de un puño que fue lanzada hacia su cabeza, impactó en su hombro al reaccionar tarde a la amenaza de peligro. Un tipo acompañado de otros dos armados se acercó a grandes pasos a ella y la agarro por la bufanda. El gesto de odio y repulsión en su mirada la dejo perpleja.

- Te recuerdo. Tu cara de perra y esa maldita bufanda – el aliento del hombre se estrellaba contra su cara - ¿Me recuerdas? – Por el bien de manejar la situación Mikasa no confirmó ni negó. No sabía quién era el tipo – Asesinaron a todos mis compañeros cuando solo pretendíamos escapar – el agarre del hombre tiembla – Solo cumplíamos nuestra maldita misión. ¡¿Me recuerdas?!

Como un destello, el recuerdo vino a su mente. El tipo que escapo junto al Titan Carreta cuando Connie, Jean y ella intentaron interceptarlos para evitar que se llevaran a su rehén, el Titan Mandíbula. El tipo que les grito obscenidades mientras lograba escapar a lomos del titan carreta dejando a sus compañeros caídos atrás.

El hombre pareció ver el reconocimiento en los ojos de Mikasa.

- Me recuerdas – dijo al tiempo que soltaba una mano de su agarre en su cuello y se dirigía a la parte trasera de su pantalón. En la distancia sonaban los ecos de disparos.


Después de tanto tiempo en que ninguno de ellos había vuelto a sentir el filo de la muerte sobre sus cabezas, fue como encontrarse con un odioso amigo. Las palmas sudorosas, el corazón acelerado, las piernas inestables, la punzada de miedo que se atasca en la garganta en la forma de un alarido, el miedo secando sus bocas que amenaza con apoderarse de sus cuerpos... Odioso sin duda, porque a pesar de las primerizas nauseabundas sensaciones todo eso es señal de que se harán más fuertes. El cuerpo se prepara para lo que viene. Se concentran más, la sangre bombea a los músculos listos para la reacción, se hace insensible al dolor, te brinda las fuerzas y agallas para sobrevivir. Después de todo, son soldados de élite. Miembros del Escuadrón de Operaciones Especiales.

Y por eso, no fue por debilidad lo que ocurrió. Solo infortunio.


Esa noche había ido a vender sus mercancías al mercado. El día había traído grandes ganancias por lo que había podido comprar los ingredientes para hacer una cena especial. Estaba casi riendo al imaginar la cara de felicidad que ella haría.

Cuando entró por la puerta trasera de la cabaña, como era habitual, anuncio su entrada con un saludo alegre. Espero el jubiloso saludo de vuelta, pero no llegó. Con un pequeño puchero se adentró en la casa para reclamar la descortesía de la bienvenida. Su gesto al igual que sus pasos se desvanecieron al llegar a la puerta principal.

Tendida de espaldas sobre el suelo y con un hilillo de sangre bajando por una comisura de la boca estaba ella. Si no fuera por el charco a su espalda no hubiera advertido la herida en su torso.

No sabe si fue realidad o un simple consuelo de la mente, pero percibió como una última exhalación salió del cuerpo de ella a la vez que sus ojos se pusieron vidriosos al romperse, uno a uno, los lazos que la mantuvieron aferrada a la vida hasta su llegada.

Mikasa dejo caer la bolsa de compras al suelo mientras un sollozo salió desde el pecho por su boca al reconocer el cuerpo inerte de Sasha.

'Bienvenida a casa'