¡Buenas tardes a todos! Primero quiero pediros disculpas por este mes de ausencia, marzo fue complicado para mí. Veía el tiempo pasar y cada día me decía: "Dáte prisa en subir un nuevo capítulo, ¡o tus lectores van a pensar que has abandonado tu fic!" Quiero tranquilizaros, esta fic continua y ¡la publicaré hasta el final!
Por lo tanto, y para no dejar pasar un mes sin actualizar (sí, lo sé, digo esto un 31 de marzo, pero sabéis lo que se dice, mejor tarde que nunca): ¡aquí viene la continuación! Esta vez, un capítulo más tranquilo para hacer bajar la tensión después de las revelaciones del historial.
Por otra parte, me doy cuenta de que hace ya un año que he empezado a publicar esta historia, ¡es increible como pasa el tiempo! Me acuerdo que cuando decidí publicar mi fic, dudé en traducirla en español o no, y debo decir después de un año que no me arrepiento para nada haber decidido traducirla. El lectorado hispanohablante es super activo en el fandom de digimon, estoy impresionada. Cuando veo las visitas sobre esta historia en mis estadisticas, mi corazón que se llena de alegría.
Agradezco a todos los que siguen esta fic desde marzo de 2020 y a los que la han descubierto desde entonces. Gracias también a los que me han dejado unos pequeños - ¡o largos! - comentarios, siempre me hace muy feliz leer vuestras impresiones y me anima mucho a seguir: gracias a Samy, digimon263oficial, AleeraPG (que me deja siempre unas reviews super detalladas), dalenalove, NiftyNopons y bookandfilm2823.
Espero que la continuación os guste, ahora tendría que poder volver a un ritmo de publicación más regular.
¡Buena lectura!
Capítulo 48
Taichi se inclinó sobre el lavabo y humedeció su rostro con agua. Nunca se había sentido tan sumergido por emociones contradictorias. Sus pensamientos se entrechocaban hasta tal punto que ya no sabía lo que sentía realmente. ¿Conmoción? Sin lugar a dudas. ¿Incredulidad? Sí, evidentemente. ¿Alivio? No estaba seguro de ello. ¿Cólera? Sí, también. ¿Angustia? Innegablemente. Era un verdadero torrente en su cabeza, un tsunami que le dejaba sin fuerzas. No quería paralizado, pero no lo conseguía.
Cuando Gennai pronunció sus últimas palabras, una luz intensa les había cegado y se habían despertado todos en la sala de reuniones de la Agencia, con sus digimons sobre sus rodillas. Se habían enderezado en sus asientos, adormecidos; tenían la impresión de no ser las mismas personas que las que se habían sentado en esta mesa dos horas antes. Dos horas durante las cuales les había sido desvelada la verdad. El señor Tagaya, igualmente en estado de shock, les había aconsejado que fueran a descansar; todos necesitaban tiempo para asimilar lo que acababan de descubrir, mejor valía que tomasen una decisión al día siguiente. Estando todos de acuerdo, los adolescentes habían decidido pasar la noche en la Agencia.
Yamato salió en ese momento de los baños. Levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con el reflejo de Taichi en el espejo del lavabo. Mantuvieron la mirada así durante algunos segundos.
– ¿Estás bien? terminó diciendo Yamato.
– Hum…creo que sí, balbució Taichi. En realidad, no lo sé. No puedo por ahora reflexionar.
– Me pasa lo mismo. Acabábamos de descubrir tantas cosas de golpe.
– Sí… no estoy siquiera seguro de estar contento de saber la verdad.
– Tarde o temprano, la hubiéramos descubierto de todas maneras.
– Es verdad, pero… hubiera creído que conocer la razón por la cual habíamos sido elegidos nos ayudaría a tomar las buenas decisiones. En lugar de eso, tengo la impresión de saber aún menos lo que tengo que hacer.
Yamato miró a través del cristal a Taichi.
– Entiendo, pero…
– ¿Pero…qué?
– Si dejamos que la angustia nos paralice, ya no podremos actuar.
– Es fácil decirlo…
– No digo que sea fácil. Pero… habrá que actuar al fin y al cabo.
Los dos adolescentes bajaron los ojos pensativos. Finalmente, Yamato murmuró:
– ¿Taichi?
– ¿Sí?
– Sé qué te haces tantas preguntas porque te sientes… responsables de los demás. Sé que eso no es siempre evidente para ti y sé también que no tenemos siempre la misma manera de ver las cosas. Pero quisiera que, en esto, no asumas todo el peso sobre tus hombros. Todo esto ya es bastante difícil como para añadirnos cargas suplementarias.
– ¿Qué quieres decir?
– Lo que te estoy diciendo, es que si necesitas apoyarte en alguien…bueno que yo estaría ahí.
Taichi sonrió al reflejo de su amigo.
– Gracias Yamato.
Los adolescentes salieron de los baños y tomaron el camino hacia la máquina de café. Justo en el momento en el que doblaban una esquina del pasillo se toparon con el Sr. Nishijima: su profesor se encontraba apoyado un muro, con las manos en los bolsillos y con aspecto ausente.
– ¡Profesor! le llamó Yamato.
– ¡Ah! Taichi, Yamato, dijo volviendo bruscamente a la realidad. ¿Cómo…cómo estáis?
– Un poco perdidos, como todos me imagino, respondió Yamato.
– Sí, es normal.
Taichi leía en la mirada del Sr. Nishijima esa tristeza grave que aparecía cuando rememoraba el pasado; las revelaciones del histórico no debían ser fáciles de asimilar para él tampoco. Sin embargo, Taichi no sentía el coraje de ir a verle por el momento; era el jefe de los Niños Elegidos y como tal, debía determinar rápidamente lo que convenía hacer ahora. Aunque Yamato desease animarlo, no se sentía menos responsable del camino al que llevaría a sus amigos. Hablar con el Sr. Nishijima que había sido el mismo jefe de los primeros Niños Elegidos no haría más que aumentar su temor de tomar una mala decisión. Necesitaba estar solo.
– Bajo a la máquina de café, le dijo a Yamato.
Antes de que su amigo le respondiese, había desaparecido tras las escaleras. El Sr. Nishijima miró inquieto la silueta del joven alejarse.
– ¿Él va bien? le preguntó a Yamato.
– Pues… para ser honesto, no lo sé muy bien.
El Sr. Nishijima frunció el ceño, preocupado, y sus ojos se perdieron de nuevo en el vacío. Yamato se volvió hacia él y le miró un largo rato.
– ¿Y usted, señor, como se encuentra?
El Sr. Nishijima se sobresaltó.
– ¿Yo? Bien…ahí andamos.
Yamato sostuvo durante algunos instantes la mirada del Sr. Nishijima y finalmente dijo:
– ¿Piensa en sus amigos, verdad?
– Sí, pero no solo. Jamás hubiera imaginado que toda esta historia llegase tan lejos.
– Sí, es verdad.
– Lo que está hecho esta hecho, desgraciadamente. No podemos cambiar el pasado, pero hubiera querido que nunca hubieseis sido elegidos. No es para adolescentes como vosotros soportar sobre vuestras espaldas el destino del mundo.
– No coincido con usted. En primaria, yo era alguien muy solitario y cuando fuimos al digimundo Taichi y los demás nos convertimos en amigos. Si no hubiera sido elegido, no hubiera conocido a Gabumon. Hay tantas cosas, sobre mí y sobre los demás que no habría conocido hasta mucho tiempo después. Además, no le hubiéramos conocido a usted…
– No hubiera sido para tanto…
– No es cierto. Usted nos ha ayudado muchas veces, se puso en peligro por nosotros. Usted vale mucho para Taichi, señor. A ojos de todo el mundo, en realidad, así que yo estoy contento de haberle encontrado.
El Sr. Nishijima sonrió con reconocimiento a Yamato, luego bajó los ojos y murmuró:
– Pero hay alguien a quien no he sabido ayudar.
Yamato parpadeó:
– ¿Piensa en la Sra. Himekawa?
– Sí. Perdimos a todos nuestros amigos, pero siempre he guardado la esperanza de salvarla, a ella…
– Ella ayudó a Ken a evadirse de prisión y le dio el historial del mundo digital… eso quiere decir sin duda que ha visto sus errores, ¿no cree?
– Lo espero, pero… ¿eso significa que conseguiré salvarla? No dejo de pensar en esa espora negra que ha absorbido y temo que sea demasiado tarde.
Yamato miró intensamente al Sr. Nishijima y de repente pensó en Sora, y en el dolor que podría sentir si la perdía. Parpadeó y declaró con gravedad:
– Yggdrasil aún no ha ganado. Aunque lo que hemos aprendido esta tarde nos haya dejado en shock, ahora sabemos hacia donde nos dirigimos; entonces, no abandonemos.
El Sr. Nishijima levantó la cabeza hacia el joven y le sonrió con gratitud. Entonces Yamato le sonrió a su vez.
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Sakae cerró una enésima puerta de la Agencia, perpleja. Cuando habían salido de la sala de reuniones, Koushiro había desaparecido rápidamente. Desde entonces chica intentaba en vano encontrarlo: había abierto muchas puertas de despachos, pensando que su amigo había podido buscar una habitación en la que podría estar solo, pero nada, y los dos vasos de té oloong que había tomado de la maquina se estaban enfriando. Koushiro no había podido irse de la Agencia… los ojos de la chica de pronto se abrieron: ¡tenía que haberlo pensado antes! Subió a la última planta de la Agencia, y tomó el último trecho de escaleras. Cuando llegó al final de los escalones, empujó con el codo la barra de una puerta que daba sobre el tejado, procurando no volcar los vasos. Sonrió: Koushiro estaba tumbado sobre un banco con las manos debajo de la cabeza. La mochila que contenía su ordenador estaba en el suelo con la solapa de la mochila cerrada. Era la primera vez que Koushiro abandonaba así su portátil. Sakae frunció las cejas y se acercó a él:
– ¿Koushiro?
El joven se sobresaltó al reconocer a la chica.
– ¿Sakae? se exclamó irguiéndose para sentarse. ¿Qué haces aquí?
– Hace tres cuartos de hora que te busco, respondió sonriendo. ¡Creo que he revisado todos los despachos de la Agencia!
– ¿Me buscabas? ¿Por qué?
– Primero, para darte esto, dijo ella tendiéndole el vaso. Es té oloong, espero que no se haya enfriado.
– Ah, gracias… no pasa nada. Tengo la costumbre de beberlo frío de todas maneras.
– Y bueno, quería saber que tal está, añadió la joven sentándose a su lado.
Koushiro, que había llevado su vaso de cartón a sus labios, se puso rojo en ese momento.
– ¿Estás diciendo que…te preocupabas por mí?
– Es normal después de lo que acabamos de saber, ¿no?
– Sí, ¿pero qué por mí especialmente?
En ese momento, fue el turno de Sakae de sonrojarse. Miró para otro lado, avergonzada. Percibiendo su incomodidad, Koushiro buscó enmendar son error:
– En cualquier caso… ¡eres muy amable por haber venido!
Sakae sonrió y levantó de nuevo los ojos hacia él:
– ¿Cómo te sientes?
– Bueno… he de confesar no habría sido capaz de imaginar ni siquiera la cuarta parte de lo que acabamos de descubrir. Saber que un reboot del mundo real ya había sido lanzado y que la Tierra conoció una civilización tan avanzada, más que la nuestra, es fascinante…y aterrador al mismo tiempo.
– Sí, yo me digo lo mismo. ¿Has pensado en tu padre?
– Si, habría querido que él estuviera con nosotros hoy, y que pudiese medir la dimensión de su descubrimiento.
– Mi padre da la impresión de sobrellevarlo con coraje, pero adivino que está igual de conmovido que nosotros.
Los adolescentes se fijaron maquinalmente en sus respectivos vasos e distintas imágenes del pasado que habían presenciado en el historial desfilaron por su mente.
– Sabes Sakae, dijo Koushiro tras uno breves minutos, he reflexionado mucho: en cuanto a la creación del digimundo, de Yggdrasil, de Homeostasis… al sentido profundo de nuestros símbolos. He pensado mucho en Meicoomon: es el único digimon que ha sido creado por Homeostasis, pero gracias al sacrificio de diez humanos y de sus compañeros, pudo vencer a Yggdrasil. Esto me hace pensar que los poderes de Homeostasis pueden sobrepasar a los de Yggdrasil. El problema es que parece que Homeostasis no puede actuar solo, sino en cooperación con los humanos y con sus compañeros y para hacerlo hay que confiar en él. Pero viendo como ya a decidió una vez la suerte de la Tierra, me va a costar volver a confiar en él…
– Te entiendo perfectamente.
Koushiro frunció el entrecejo.
– Desde que hemos descubierto los secretos del historial, hay una cuestión a la cual no paro de dar vueltas.
– ¿Cuál?
– ¿Seremos capaces de vencer a Yggdrasil sin Meicoomon?
Sakae bajó los ojos: era en efecto una excelente pregunta, que ella también se había planteado. No podía olvidar la expresión desgarrada de su hermana cuando había presenciado el nacimiento de Meicoomon.
– Gennai mismo lo dijo: es imposible resucitarla, replicó la chica.
– Lo que dijo fue que ningún programa ha sido jamás creado con esta intención.
– Quieres decir… ¿Qué serías capaz de inventar uno?
– No he dicho eso tampoco. Pero… lo he pensado.
El adolescente apoyó sus manos detrás de su espalda y se recostó pensativo. Sakae le miró: le gustaba esa expresión que ponía cuando perseguía una idea que parecía imposible de concretizar del primer asalto. Koushiro, sorprendido por su mirada, enrojeció. Tosió, puso sus codos sobre sus rodillas y le preguntó:
– Y tú Sakae… ¿cómo te sientes?
La joven chica abrió ojos sorprendidos: Koushiro pocas veces se arriesgaba a formular una pregunta personal, y que se le preguntara a ella la emocionó. Levantó la cabeza hacia el cielo y dijo:
– Me siento un poco…rara, en realidad. Al contrario que a ti y a los otros, no hace ni siquiera tres semanas que he descubierto que soy una Niña Elegida. He sentido, por tanto, una necesidad menos acuciante que vosotros de saber por qué había sido elegida. Sin embargo, ahora que conozco la verdad, ahora que sé qué hace doce mil años una mujer pudo ayudar a sus amigos a rechazar a Yggdrasil gracias a que la cualidad de su corazón era la creatividad, me siento… orgullosa de haberla heredado de ella. Pero al mismo tiempo…tengo mucho miedo de lo que nos puede pasar ahora.
Koushiro miró intensamente a la joven: detrás del entusiasmo que manifestaba tan a menudo, Sakae escondía también sus propias dudas.
– No tienes de que preocuparte.
– ¿Por qué dices eso?
– Hace doce mil años, diez seres humanos y sus compañeros pudieron neutralizar Yggdrasil. Entonces, me digo que si a día de hoy somos quince elegidos no hay ninguna razón que impida que nosotros no lo consigamos. ¿No crees?
Sakae, con la boca abierta, contempló a Koushiro. Raramente había visto una muestra tal de seguridad. Era como si las revelaciones del histórico, lejos de asustarlo, lo hubieran azuzado a ir más lejos; el chico le sonrió, y por su sonrisa le transmitió una confianza que calentó su corazón. Ella se sintió de pronto menos inquieta por el futuro.
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Meiko, con un refresco en la mano, caminaba en un pasillo vacío de la Agencia. Se apoyó en una ventana alta y deslizó su mirada hacia un patio interior grisáceo y desierto. Las imágenes del historial no dejaban de dar vueltas en bucle en su cabeza: el rostro de esta mujer sin compañero, el huevo de Meicoomon, el cuerpo de esos seres humanos que se desintegraban…
– ¿Meiko?
Se sobresaltó y dio media vuelta: los cabellos azabache de su padre jalonados por ciertas canas parecían hacer eco a la palidez de la luna. En la mano del Sr Mochizuki un vaso de café echaba humo:
– Papa…
– Te buscaba, Meiko. ¿Cómo te sientes?
La joven abrió los ojos: su padre no solía preocuparse por las emociones de los demás. En general, era bastante reservado, hasta impasible, así que le preguntase por ella sorprendió mucho a la adolescente. El Sr. Mochizuki parecía adivinar su pensamiento.
– Sé que… normalmente no hablamos mucho de nuestros sentimientos personales, pero esta tarde es diferente. Eres mi hija. Sé que lo que acabamos de descubrir te ha tenido que ha haber afectado.
La joven parpadeó, apretó el vaso con su mano y murmuró:
– Esto va a parecerte extraño, pero… estoy a la vez aliviada e inquieta. Aliviada porque he comprendido que aunque Meicoomon no esté a mi lado, nuestra amistad la ha protegido durante todos estos años de la influencia de Yggdrasil. Teniendo en cuenta lo que había vivido desde su nacimiento, me hace muy feliz. Aunque no hubiera debido ser al principio una Niña Elegida, estoy hoy en día muy orgullosa de haber encontrado a mi pequeña Mei. Cuento con ayudar a Taichi y a los demás con toda mi energía, como esta mujer sin su compañero hace doce mil años.
El Sr. Mochizuki parpadeó, impresionado por las palabras de su hija.
– ¿Y qué es lo que te preocupa?
– Lo mismo que al resto de mis amigos, creo: la misión que reposa ahora sobre nuestras espaldas. Somos los únicos en la Tierra en saber que una civilización tan avanzada como la nuestra ha existido, y solo el hecho de pensarlo me deja sin palabras… no sé exactamente lo que debemos hacer ahora.
El Sr. Mochizuki contempló a su hija:
– Has cambiado mucho desde que has conocido a tus amigos, Meiko. Te veo más segura de ti misma, y por tanto sé cuán difícil ha sido para ti la desaparición de Meicoomon; aunque no hubieras tenido que ser una Niña Elegida... hoy puedes estar orgullosa de serlo.
Meiko miró a su padre con el corazón latiendo con fuerza. Unas lágrimas brotaron de sus ojos al mismo tiempo que sonreía:
– Gracias, papa…
El señor Mochizuki le respondió orgulloso sonriendo.
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– ¿Sora has elegido ya los sándwiches?
Escuchando la voz de Mimi, Sora se sobresaltó. Venía de pasar cinco minutos en frente de la estantería de alimentos frescos, inmóvil.
Cuando los Niños Elegidos habían decido dormir en la Agencia, la chica se había propuesto con Mimi para ir a comprar la cena en el súper más cercano. Sin embargo, no paraba de rememorar las imágenes del historial y no conseguía concentrarse en la comida que comprar. Miraba las ensaladas, los yagurés y los sándwiches sin verlos. Mimi se dio cuenta de su mirada ausente y le preguntó dulcemente:
– ¿Va todo bien, Sora?
– Sí, sí…
La joven abrió la puerta acristalada de la sección de refrigerados y cogió algunas barquetas de salada compuesta, sándwiches y unas bolsas de patatas fritas que coloco maquinalmente en su cesta.
– Sabes, le dijo Mimi, no estás obligada a hacer las compras… si querías descansar, podías habérnoslo dicho. Todo el mundo lo habría entendido.
– No, dijo Sora sacudiendo la cabeza. Necesitaba salir… hacer algo, para dejar pensar. Pero…
– ¿No lo consigues?
– Sí. Las imágenes vuelven, una y otra vez…
La mano de la joven se agarró sobre el asa de la cesa de la compra y su brazo se puso a temblar. Mimi pardeó, se acercó a su amiga y colocó su mano reconfortante sobre su espalda.
– No te preocupes. A mí también me pasa, no dejo de pensar en lo que hemos visto.
Sora se mordió el labio.
– Esos diez hombres y mujeres se sacrificaron con sus digimons. Era…terrible.
– Sí, reconoció Mimi, con la mirada apenada.
– Pero sobretodo… hay un pensamiento que no consigo apartar de mi cabeza después de que hemos conocido la verdad.
– ¿Cuál?
– El reboot de la Tierra ha tenido lugar porque Gennai y su colega han creado el digimundo. Si no hubieran lanzado este proyecto, Yggdrasil no hubiera nunca existido, Homeostasis tampoco… y todos esos hombres, esas mujeres y esos niños de hace doce mil años no hubieran perdido la memoria, no se habrían visto obligados a regresar a una vida nómada, no habrían perdido sus saberes…
Mimi bajó la mirada y frunció el entrecejo.
– Es verdad, pero… nunca hubiéramos tenido compañeros digimons, si eso se hubiera producido.
– ¿Y entonces? gritó casi Sora. ¿Cómo podemos tener un papel en un mundo cuya creación ha supuesto tanto mal a toda una civilización? ¡Jamás hubiera deseado ser elegida! Ahora que conozco la verdad, veo que haber ido al digimundo es casi… un insulto a la memoria de los Jomons.
Mimi miraba a su amiga, conmovida y vio que sus ojos se llenaban de lágrimas. Entonces Sora se dio cuenta de que había levantado la voz. Avergonzada, balbuceó secándose los ojos:
– Lo siento… no quería dejarme llevar.
– No estás en lo cierto. Ir al mundo digital no es un insulto hacia esas personas, sino una manera de honorar su saber reanudando el vínculo con los digimons con los que han vivido. Si nos negamos a asumir nuestro rol de Niños Elegidos, rechazaremos para siempre ese vínculo y dejaremos ganar a Yggdrasil. ¿Cómo puedes decir que jamás hubieras deseado ser elegida? ¿La amistad que tienes hacia Piyomon no cuenta nada a tus ojos?
– Sí, claro que sí, pero…
– Entonces no puedes decir que te niegas a ser una Elegida. Cuando Gennai y su colega crearon el digimundo, quisieron hacer de él un lugar maravilloso y es esto lo que tenemos que defender. Si quiero batirme contra Yggdrasil, es para que el mundo digital sea lo que Gennai y su colega desearon que fuera: un mundo donde los digimons y los hombres viviesen en armonía.
Sora miró intensamente a su amiga con la boca abierta. Su determinación y su esperanza la impresionaban; ella no había visto las cosas desde este ángulo. Sin embargo, escuchando a Mimi, se dio cuenta de lo que pesimista que había sido no mirando más que las tragedias del pasado, mientras que Mimi se apoyaba sobre el pasado para mirar hacia el avenir, y esto le daba una fuerza increíble. Sin embargo, Sora no podía apartar de su mente un temor casi incontrolable.
– No es solo Yggdrasil quien ha deseado apartarnos del mundo digital, dijo ella finalmente. Homeostasis ha querido también hacerlo.
– Sí, pero después nos ayudó.
– Es verdad, pero… ¿y si lo que hacemos no le conviene? ¿Y si no nos dejase actual? ¿Y si lanzase otro reboot?
Mimi la miro con calma.
– Sabes, hace seis años tenía miedo de combatir y detestaba la violencia… sigo detestándola, pero viendo a los diez primeros seres humanos y a sus compañeros hacer frente a Yggdrasil, ha sido todo un honor sentirme heredera de uno de ellos. Esto me da ganas de superarme para proteger nuestro mundo actual, como ellos lo hicieron por su mundo hace doce mil años. Creo que a este pensamiento en el que tenemos que fijarnos, más que a la idea de un posible reboot.
Sora miro a su amiga: Mimi hablaba raramente con tanta seriedad.
– Tendríamos que volver, le sugirió. Sin duda los demás tendrán hambre.
