Mettaton llevaba horas escuchando la exposición de algunos de sus clientes nuevos, sin poder dar crédito a lo que le estaban proponiendo como un nuevo modelo de inversión de grandes rendimientos. Pero tan sólo estaba sentado ahí, tomando su bebida que recién le habían traído y que había pasado ya por sus catadores antes de poder darle un trago. Era cierto que había dejado carta abierta para nuevas oportunidades de inversión en la industria del entretenimiento, pero en verdad esperaba que le hubiera traído algo más... adulto, por denominarlo de una manera.

-¿Cómo me dicen que se llama esto? –El robot recargó un codo sobre la mesa, dejando en evidencia que se estaba aburriendo con lo que le estaban presentando.

-Mew mew kissy cutie, señor. –Respondió el joven trajeado, evidentemente nervioso por el modo que abrazaba sus apuntes.

-Walt Disney tuvo éxito con su presentación de su ratón el año pasado. –Comentó el otro con un tono más calmado. Seguramente había ensayado durante días todo lo que le dirían para ese momento. ¡Ja! Que novatos. –¿Y qué mejor para competir que un gato?

-Cuando me dijeron que me traerían una propuesta interesante para la industria cinematográfica, creí que sería algo acorde a mi mercado. –Suspiró fuertemente para dejarles en claro que no le estaba gustando lo que le estaban presentando. Le gustaban las reacciones que podía provocar con eso, haciendo que estuvieran más nerviosos sin nada más que esperar a que él pusiera manos en el asunto para su propia conveniencia. –El público infantil no forma parte de ello.

-Los niños son un gran imán que no puede desaprovecharse. Los niños amarán tanto a la gatita que harán que sus padres compren todo de ella.

-Aun con ello, sigue siendo un público reducido a corto plazo. –Mencionó mientras observaba la carpeta que le habían entregado con varios datos que estaba demás en revisar. Los comprendía mucho mejor que ese par de ingenuos frente a él. –Pero ya que insisten... Apoyaré el proyecto sólo con una condición: dibújenla más humana.

-¿Qué? Pero señor...

-Siendo sólo una felina dibujada no empatiza lo suficiente. –Arrojó las carpetas a la mesa para darles a entender que no necesitaba de más. La última palabra siempre la tendría él, por eso estaban ellos ahí ¿no? Porque sabían que el que tenía el poder era el que estaba sentado con una copa de vino, no el par de humanos nerviosos de cada palabra suya. –Pero algo que no es ni humano ni monstruo, podría funcionar.

-¿No cree que eso atraería polémica... señor?

-Oh muchachos. –Les sonrió con total malicia, moviendo su copa con suma elegancia y prepotencia. –Con eso cuento.

Con ello dio la reunión por terminada, haciendo que su nuevo asistente les indicara el resto para el trato mientras se retiraba para darse un descanso. Tenía un día pesado por tratar ahora que estaba viendo sus nuevas inversiones iniciando el año, pero más de una vez se atrapaba sin tener la emoción que antes le daba la presentación de un nuevo proyecto y poder moldearlo a su voluntad entre más dinero requirieran de él.

Ya no tenía esa aspiración a algo nuevo en lo que formar parte. No desde que se la pasaba en su oficina leyendo libros sobre botánica ahora que tenía que ver también sobre los arreglos de jardinería del parque de diversiones. Sabía que podría pagar a cualquier otro para que se hiciera cargo, pero aceptar que había fallado en su primera y única opción en mente era más molesto que hacerlo por cuenta propia. Sin contar el hecho de que no podía evitar querer saber del tema para tener algo de lo qué hablar una vez que diera con la responsable de su inusual comportamiento. Todavía tenía su fotografía en su cartera y le exasperaba no poder deshacerse de eso, simplemente no tenía el ánimo de hacerlo en cuanto no viera nuevamente a la florista en vivo y a todo color.

Aunque no tuviera noticias de ella aun, estaba más que seguro de que estaba a salvo. O de lo contrario los esqueletos no se hubieran empeñado tanto en hacer movimientos inusuales de su parte. ¿Comprometer al menor sólo para tener al sindicato como aliado? Esa era una jugada extraña, aun para Don Gaster y sus exitosas hazañas del pasado. Recordaba que el Gran Don tenía una buena percepción de él entre comentarios.

No podía acercarse a Snowdin por un miedo que no quería reconocer al primogénito de esa familia tras la última vez que se habían visto, sin contar que eso no sería adecuado de su parte si los quería tener en contacto. ¿Entonces qué podría hacer para atraer su atención nuevamente? Tenía que pensar en algo. Incluso no paraba de frecuentar su oficina por si volvía a llamar la florista, pero tal parecía que eso no pasaría por culpa de su ex asistente. ¿De dónde le habría llamado? El muy idiota jamás preguntó por eso.

Si pudiera dar con ese dato... tal vez podría pensar en algo nuevo. Odiaba admitirlo en sus adentros, pero realmente quería saber si estaba bien. Estar entre mafiosos seguramente estaba siendo una molestia para ella, sin la clase y educación que debería de rodearse una señorita tan... inusual como ella.

Quería ayudarle de ese malestar, para por fin quitársela de la mente y saldar una deuda no declarada con ella.

.

.

Desde que los conejos habían descubierto que no le iba mal en la cocina, Frisk ahora era una aparente encargada del menú de la semana. Estaba la ventaja que al igual que ella, la familia Bunny no tendía a comer mucha carne (aunque eso podría deberse más a la comparativa de precios que a un hábito alimenticio), por lo que podía organizarse con suma facilidad y tener el espacio requerido para encargarse del resto. Eso le ayudaba a mantenerse concentrada y aislada de todo, al menos por fin había encontrado algo con lo que sentirse cómoda en la casa y tal parecía que los conejos estaban contentos con eso.

La única desventaja de ello era que ya no la dejaban salir a realizar las compras con Ronnie para cubrir tiempos. Pero no estaba segura de cómo era que le hacían antes los conejos para seleccionar sus comidas. Trayéndole ahora cosas que no venían al cabo.

-¡Conseguí estas cebollas a un buen precio! –Connie, una de las conejas entusiastas, alzó la bolsa que recién había traído y se la entregó con suma alegría. –Se ven raras, así que su sabor debe ser interesante.

-No son cebollas. –Comentó Frisk al momento de abrir la bolsa y verlas. Las reconoció de inmediato con algo de sorpresa. –Son semillas de flores puente.

-¿Qué? Pero si son grandes para tratarse de semillas.

-Las hay de varios tamaños. –Explicó mientras cerraba la bolsa y la colocaba en la mesa. Definitivamente no las pondría con el resto de alimentos. –Y algunas semillas son consumibles, pero estas no lo son. Podrían causar un desastre en el instante que se pongan en agua. Crecen muy rápido y son bastante grandes.

-Vaya, entonces me estafaron. –La coneja bajó las orejas con evidente aire abatido. –Ya recordé porqué mamá no me dejaba ir por las compras. Lo mismo me pasó cuando me pidió cilantro y le traje perejil.

-Puedo pagarte por las semillas si eso te hace sentir mejor. –Comentó alzando la ceja. ¿En verdad parecía deprimirse por algo tan simple? –Solía tener una colección de semillas para sembrar, y podría comenzar con estas.

-¡Oh! No me pagues por eso, cachorrita. Quédatelas si te gustan. –Le sonrió de inmediato, pareciendo que eso había sido suficiente para apartarle del malestar. ¿Cómo era que sus emociones eran tan cambiantes? Varios de los conejos en la casa eran iguales, ¿acaso era algo de familia solamente? Lo dudaba ante el recuerdo de otras conejas invasivas de espacio personal. –¡Es cierto! Tú eres la florista de la que muchos hablan ¿no? Entonces tú eres la amante de Sansy.

La emoción de la coneja de pelaje claro estaba demás, dando pequeños saltos en espera de una respuesta de su parte que hacía incómodo el ver sus abultados pechos rebotar en el proceso y sin poder evitarlo ante la diferencia de estaturas. Frisk sólo se quedó estática sin saber que más hacer. ¿Primero la arácnida entrometida y ahora una de las conejas? ¿Por qué le llamaban "Sansy"? ¿Sans sabía de ese apodo? ¿Y por qué no dejaban de llamarla su amante? Las cosas en su mente ya eran bastante complicadas como para que empeoraran aún más.

-¿Por qué le llamas "Sansy"? –Finalmente preguntó.

-¡Oh! Es una larga historia divertida, jajajaja. Yo estaba en el bar tomando unos tragos y...

-Connie, ayuda a mamá con unas cosas. –Ronnie apareció extrañamente con algo de prisa, queriendo llevar a su hermana casi a la fuerza cargándola en el proceso. –Vamos.

-Pero estaba por contarle a la cachorrita lo que había pasado en...

-Vamos, hermanita.

Y sin más opinión de por medio, se la llevó cargándola a la fuerza, dejando desconcertada a la chica con una bolsa de semillas grandes y en algo más que pensar. ¿Qué no su madre estaba en el escenario ensayando y eso estaba al otro lado? Y ahora tendría que solucionar lo de las cebollas por su cuenta ¿cierto? Sabiendo que las necesitaría y que aparentemente todos los conejos estaban ocupados para pedirlo a alguien más, aprovechó de que ya le habían pagado y salió antes de que pudieran darse cuenta de su ausencia. Salir al exterior de nuevo le vendría bien tras varios días en encierro casi voluntario.

Al no estar el mercado por su respectivo horario, tuvo que caminar hasta una tienda que pudiera aceptar humanos en su ingreso, y para ello había sido caminar hasta el parque central. No le importaba caminar mucho si con ello le ayudaba a despejarse un poco, y pese al frío todavía presente, había optado en aguantarlo por un breve momento con tal de no ponerse el saco de nuevo. Si bien a ella no le importaba las miradas que le lanzaban cada vez que lo tenía puesto, el simple hecho de pensar en Sans y lo que aparentemente significaba tener tal prenda consigo le era muy confuso. Realmente no sabía qué pensar en cuanto a ello y lo que debería de hacer si aparentemente estaba mal preguntarle directamente de nuevo. ¿En verdad tenía que esperar a que Sans tocara el tema en algún momento de su vida? ¿Y por qué tenía que hacerlo solo él? Era muy extraño todo, pero en cuanto tuviera que respetar esa regla social, no tenía ánimos de ver al esqueleto con tal de no sentirse incómoda sin saber realmente cómo reaccionar con ello. ¿Por qué tenían que ser tan complicados todos?

En el camino podía ver una que otra vitrina con periódicos que marcaban la celebración reciente de un nuevo año prometedor. Sintiéndose extraña de recordar todo lo que había pasado en su vida desde que se había mudado a la ciudad. No estaba segura de sí algunas cosas podría tomarlas como bueno si en cada paso se sentía más confundida y dolida por todo lo que aun parecía desconocer, pero no estaba dispuesta a mostrarse débil ante nada ni nadie. No era un lujo que podría darse de cualquier manera, no cuando tenía a semejantes peligros a la vuelta de la esquina. Literalmente hablando ahora que veía a Don Gaster sentado en una banca con su periódico matutino.

El parque y sus alrededores parecían muy solitarios y calmados, incluso más que la primera vez que había visitado el lugar antes de querer plantar cosas. Supuso que la razón era la mera presencia del esqueleto y el temor que generaba de tal manera que nadie quería toparse con él ni por error, sin embargo no dudó ella en dirigirse a la pequeña cafetería cercana para comprar dos cafés con leche que le había dado a probar la otra vez. Ya había decidido hablar con él tras haberlo pensado demasiado, por lo que no tenía intenciones de retroceder en sus propias decisiones.

En cuanto se puso frente a él, se limitó en extender uno de los vasos haciendo lo mismo que él había hecho en su momento. Pero el esqueleto solo apartó la mirada de su periódico para verla a ella directamente y no al vaso que le estaba entregando. Su mirada fría no le indicaba nada bueno, pero Frisk no tuvo intención de retirarse tras eso. No tendría sentido saludarse estando en ese punto ¿cierto?

-Capuchino… dijo que se llamaba así esta bebida ¿no? –Frisk mantuvo el vaso en alto, tendiéndoselo pese a que el esqueleto ni siquiera lo miraba con intenciones de tomarlo. –Yo… quise invitarle uno esta vez.

-¿Porqué? –Finalmente habló el señor, aun con periódico extendido.

-Quiero hablar de nuevo con usted. –Contestó de inmediato, sabiendo que de cualquier manera esa situación se presentaría entre ellos. –Aunque no me atraiga la idea, usted es el único que puede responderme algunas cosas.

-¿Y qué te hace pensar que te brindaré tales respuestas, humana?

-Porque a cambio contestaré lo que quiera saber de mí.

El esqueleto se le quedó mirando con suma seriedad, como si analizara demás la situación que evidentemente no le causaba gracia alguna. Pero al pasar un par de minutos de lo más incómodos entre ambos, finalmente el esqueleto bajó su periódico estando doblado, tomó el vaso y dio un suave trago sin decir nada sobre ello. Frisk supuso que era su manera de aceptar la propuesta sin necesidad de más explicaciones, por lo que tomó asiento a lado suyo sin invitación a hacerlo y trató de tomar su propia bebida con calma.

-Bien, las damas primero. Aunque de dama no tienes nada.

Soltó Don Gaster sin verla directamente, parecía que su bebida tenía mayor prioridad que ella misma. Frisk optó por ignorar completamente ese comportamiento, ya que lo que estaba por preguntar era más bochornoso que cualquier acto despectivo de su parte.

-¿Cómo fue que se enamoró de su esposa?

-¿Qué? –Ahora si el esqueleto se giró a verla, bajando un poco su vaso para evitar accidentes. –¿Qué demonios pretendes, humana?

Frisk no contestó al instante por la pena que le provocaba hablar del tema. Si bien tenía muchas otras en mente de extrema urgencia para ella y que sabía que Don Gaster podría brindarle dicha información, la verdad era que no podía quitarse en mente el tema en cuanto a Sans. No sabía qué pensar de la situación y le carcomía de tal manera que estaba entorpeciendo su trabajo en variados momentos. Había pretendido hablarlo con alguno de los conejos tras el ofrecimiento que le habían dado sobre expresarse, pero si era sincera, no le brindaban confianza si sólo se empeñaban a tratarla como si fuera una niña. La señora Bonnie seguramente podría otorgarle algo de información si después de todo era una viuda al igual que Don Gaster, pero era el mismo caso que con sus hijos, no parecía que la tomaran enserio y sólo tratarían de ser condescendientes sin entender el contexto. Y por lo mismo era que tampoco consideraba necesario abrirse con ellos si sólo era alguien más que habitaba la casa, aun cuando fueran amables a su manera. Además, le daba la impresión de que aumentarían su comportamiento invasivo con solo tocar el tema. No necesitaba consuelo, necesitaba respuestas.

Por lo mismo tras varios días pensando en la situación, una y otra vez le llegaba a la mente Don Gaster. Aquel hombre que parecía amar demasiado a su esposa, aun cuando ya no permaneciera con vida. Y no sabía qué sentir al respecto de notar que realmente era el único ser que conocía que pudiera aclararle el tema. Un delincuente sumamente peligroso... que parecía amar de una manera que no había conocido en nadie más. La misma señora Bonnie se lo había confirmado, hablando sobre cómo le parecía impresionante que alguien tan amargado y alguien tan alegre estuviesen juntos de modo tan apasionado, además de que las fotografías que había podido ver con ellos le dejaban en claro que tales anécdotas no eran una mentira.

Su madre le dejaba en claro que extrañaba a su padre en una que otra conversación que habían tenido, pero no le explicaba sobre porqué mantenerse distantes como símbolo de un cariño genuino. Y Flowey estaba demás aclarar sobre porqué era un tema con el que no podría conversar con él, no cuando el mismo le había advertido que jamás se acercara al género masculino al clasificarlos a todos como idiotas. Sin excepciones. Así que ahí estaba, sintiéndose incómoda de tener que recurrir al ser que más le molestaba en lo que llevaba su vida. Y aun con su decisión sumamente pensada, sentía de cierta manera que estaba cometiendo un error siquiera intentarlo. Pero tal y como había expresado la señora Bonnie, no podía tratarse de alguien sumamente perverso si había hecho sonreír a su mujer ¿cierto? Al menos quería aferrarse a eso por ahora, aun cuando su instinto y experiencia le indicaban todo lo contrario.

-Usted es el único que conozco que sepa sobre el tema. –Admitió mientras observaba el vapor de su vaso. Realmente no tenía ánimos de tomarle, tan sólo había comprado una bebida a la par para estar ambos con algo fuera de un convivio molesto. –La otra vez que conversamos, mencionó algo sobre que jamás sabría lo que es perder una otra mitad, sobre extrañar a alguien... y me queda más que claro que usted aun la ama, aun cuando ella...

-Ni siquiera pienses en terminar esa oración. –Amenazó con un evidente enojo en el tono de su voz, pero sus ojos luminosos comunicaban más ello que sus frías palabras. –Me hago una idea de lo que pretendes, pero no estoy para tus juegos sucios.

-Si usted quiere que hable sobre mí y sobre mis padres que seguramente me querrá preguntar, me parece correcto que usted también se abra conmigo sobre usted. –Atajó de inmediato, queriendo dejar toda pena a lado si quería llegar por fin a respuestas concretas. –Justo como usted dijo, podemos tener una conversación civilizada sin necesidad de agredirnos.

Frisk a esas alturas se conformaba con no tener ataques físicos, porque sabía de antemano que jamás podrían limitarse lo suficiente. Don Gaster era sumamente grosero e intolerante, pero cada vez que frecuentaban de mala manera lo notaba cansado o despectivo con la vida misma. No comprendía como era que se trataba del padre de Sans si él era tan serio y frío, pero haber conocido también a Papyrus le daba cierto sentido. Incluso físicamente se parecían.

-Nos conocimos en el ejército italiano, formé parte de la división del frente. –Finalmente habló tras parecer haberlo pensado demasiado. Siendo sincera, Frisk estaba algo sorprendida de que realmente accediera sin más insistencias. –Sólo éramos un grupo de monstruos destinados a morir primero antes de arriesgar humanos, pero sólo unos cuantos de nosotros sobrevivimos tras un ataque. Cuando desperté, ella fue lo primero que vi... una enfermera tratando de cerrar las grietas de mis cuencas tras lo que seguramente fueron horas de curar todo mi cuerpo semi destruido. Ella siempre se lamentó de que no pudiera restaurarme por completo, pero ese día me curó de algo mucho más grande. Del vacío que sentía.

Frisk no quería olvidar en ningún momento con quién estaba tratando, pero en ese instante no pudo evitar estar sorprendida por el cambio que estaba presenciando. ¿Don Gaster tenía ese modo tan profundo de expresarse? Vaya que la vida daba sorpresas en seres inesperados. Ya ni siquiera prestaba atención a su bebida que se estaba enfriando rápidamente, escuchar de un modo tan distinto al señor le era más importante e interesante.

-¿Entonces fue amor a primera vista?

-Eso no existe, humana. A primera vista sólo es atracción. –Bufó con cierta irritación de su pregunta. ¿Tan terrible era pensar eso? –El amor requiere de mucho más que un simple instante. Te enamoras de la compañía, de los detalles simples, de las imperfecciones y del complemento que da a tu vida.

-¿Qué clase de complemento?

-Tampoco esperes que te cuente mi vida entera, humana.

-Es que quiero comprender eso. –Se excusó de inmediato, sin poder ocultar del todo su curiosidad al respecto. –Cuando es mencionada su esposa, siempre es con mucho cariño sobre lo mucho que sonreía, mientras que usted es un delincuente cruel que no le importa la vida ajena...

-¿Cruel? –Murmuró el señor.

-... Así que no entiendo cómo terminaron juntos. –Continuó Frisk sin prestar atención a la expresión del señor. –Ustedes eran muy diferentes.

-Arial y yo éramos muy diferentes, si... pero a su vez muy iguales. –Soltó Don Gaster con el mismo tono neutral.

-Eso no tiene ningún sentido.

-El amor a mi esposa tiene mucho más sentido que tu total existencia, humana.

-Si... supongo que tiene razón.

-¿Mmh?

-Es de lo otro que quiero preguntarle. –Continuó Frisk ante el desconcierto del señor, tal parecía que le sorprendía que no le alegara su majadería. –Pero es su turno de preguntar, así que esperaré.

-¿Esta es la extraña dinámica que tienes con Sans? –Pese a preguntar, no esperó a que le respondiera. Agitó su vaso levemente mientras la observaba con suma atención ahora. –Bien, entonces explícame cómo fue el trato que te dieron los Dreemurr que te hicieron llamarlos "padres".

Frisk soltó un suspiro, sabiendo desde un principio a lo que se estaba arriesgando con abrirse de su pasado. Tal vez estaba cometiendo un error el exponer a su familia, pero si quería respuestas, tenía que afrontar la verdad con todo y el dolor que implicaba ¿cierto? Ese era el precio que tendría que pagar para encontrar la verdad y estando sola tenía que recurrir a sus propios medios. El que Flowey no quisiera decirle nada le había aclarado eso.

-Sólo era una bebé, así que toda mi vida la recuerdo con ellos. –Comenzó a narrar sin apartar la vista de su café, cuya espuma comenzaba a deshacerse por el frío. –Chara y yo sabíamos que éramos adoptadas ante las evidentes diferencias físicas, pero eso nunca nos importó. Siempre nos llamaron "hijas" y nos mostraron cariño como tal.

-¿Chara es...?

-Mi hermana. –Respondió de inmediato. Bajó aún más su vaso al no tener ganas de darle un trago más. Aunque no fuera un sabor desagradable, prefería la textura que brindaban las hojas del té. –Era mi hermana biológica.

-Así que fueron dos humanas en el cobijo de la familia Dreemurr. –El esqueleto pareció tomarse el resto de su café casi de golpe. Sí que le gustaba la cafeína, pero ¿no le afectaba lo caliente que todavía estaba? ¿No se quemaba la lengua? ¿Siquiera los esqueletos tenían lengua? –No parece que sepas lo que es un cariño genuino, humana. Así que tendrás que explicarte con mayor detalle sobre porqué consideraste que realmente fueron tratadas como hijas.

-Ellos nos llamaban así, además de dejarnos llamarlos mamá y papá. –Frisk arqueó la ceja ante lo raro que le parecía tal cuestionamiento. ¿Qué no era eso suficiente? –Siempre atentos a nuestras necesidades y cariño.

-Eso se hace con una mascota.

-Sé cómo se siente que te traten como mascota. –Alegó mientras tenía en mente el trato de los conejos, por muy amable que fuera el gesto de acoger a una extraña en su hogar. –Nos dieron todo lo que pudieron.

-Eso explica lo malcriada que eres, entonces. –Frisk quiso comentar algo al respecto, pero el Don levantó su mano para detenerla de toda iniciativa. –Como padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos, prepararlos para el mundo y de instruirlos de no cometer los errores que nosotros mismos cometimos. Y siempre estaremos atentos a todo, no importa cuánto no quieran, cuando nos odien en el proceso. Abandonar a un hijo no es amor paternal, darle todo lo que quiere tampoco lo es.

-Usted es un terrible ejemplo si a eso estamos llegando. –Se defendió al sentirse un tanto agredida. Aunque no podía contradecirle lo del abandono. –Adoptada o no, yo llamo a Asgore Dreemurr mi padre. Mientras con usted sus hijos no le llaman papá por alguna razón.

-En cuanto entiendan que mis órdenes son por sus propios bienestares, no me importa cómo me llamen o consideren. –Le observó directamente de nuevo, como si quisiera analizarla más de la cuenta y aquello le incomodó de gran manera. –Siempre querré que estén bien, y no me importa el precio a pagar para eso, incluso si llega a costar mi propia vida. En cambio tú... el Gran Don no parece estar interesado en saber qué es lo que estás haciendo en todo este tiempo.

-Me dio cosas para valerme por mi misma.

-Todo apunta a que él no tiene ni idea de que tienes tales cosas, humana. –Le contestó tan rápido como ella le había alegado cada vez más molesta con todo. –La tortuga que mencionaste ver, es Gerson Boom, su mano derecha y ser de suma confianza para él. Es quien da la cara por él, por lo que no es buen augurio para ti que haya tenido que arreglar tu asunto, porque significa que algo pretende contigo y usarte hasta que ya no le seas de utilidad. Te lo digo por experiencia.

Frisk ya había abierto la boca para alegarle de nuevo, pero la cerró al no saber qué más decir para tratar de defender algo que ni ella comprendía. Terminó bajando la mirada al encontrar mucho sentido al análisis del esqueleto. La carta que le había llegado con tales regalos de cumpleaños... había estado firmada con "G.", ¿cierto? Si se trataba de él ¿por qué no se presentó con ella de ese modo? Su padre le había prometido ir en su nueva etapa que llegaba a la mayoría de edad, queriendo que vieran las flores echo juntos como le había prometido hace muchos años, pero si simplemente había pedido que su socio lo hiciera por él... ¿Eso significaba que realmente le daba igual su vida a como lo estaba intuyendo recientemente? ¿O había algo que aún no comprendía? En verdad no podía quitarse de la mente el querer hablar con él, encontrar juntos una explicación a todo, pero ante el dolor de cada cosa que descubría, admitía en sus adentros tener miedo de dar por la peor verdad de todas: que realmente nunca la amó como su hija. Y lo que le estaba diciendo Don Gaster coincidía de tal manera que sólo incrementaba ese miedo que no podía expresar sin terminar en llanto nuevamente.

El señor tortuga le había dicho muchas cosas que le habían calmado en ese momento. ¿Acaso ya sabía quién era cuando la vio? ¿Todo lo que le había dicho sobre familia interespecie había sido mentira? En su estadía en la ciudad estaba descubriendo poco a poco que las cosas no eran lo que creía, pero ahora no sabía qué pensar y creer ahora. ¿Qué era el bien y el mal en una ciudad tan corrupta que consideraba como regla el "matar o morir"? ¿Qué era lo correcto en un ambiente tan acostumbrado a lo delictivo?

-¿Usted al menos siente remordimiento? –Preguntó Frisk al no poder quitarse la idea de la mente. –¿Ha llegado a sentir remordimiento por lo que hace?

-¿Debería?

Frisk resopló con cierta resignación. No le cabía duda de que no podría obtener más de eso. Don Gaster era un asesino cruel al fin y al cabo, pero aun así estaba ella ahí, sentada a lado suyo tomando una bebida caliente mientras eran observados por uno que otro curioso que pasaba por ahí. Definitivamente había algo malo con ella, porque aun con todo eso de por medio, quería seguir hablando con él. Le parecía sumamente desagradable como ser, pero su sinceridad sin rodeos y sin preocupación del sentimiento del otro era lo que necesitaba en momentos así. Era mucho mejor que hablar con Flowey, que si bien no estaba esa clase de preocupación presente al momento de dialogar, el que optara por no decirle lo que necesitaba saber complicaba su situación. Y Sans... de momento no quería hablar con él.

-¿A qué se refiere sobre que su esposa y usted eran iguales y diferentes a la vez?

-A que a pesar de que ella fuera enfermera y yo un soldado, ambos teníamos las manos manchadas. Vivíamos día con día sabiendo que jamás lograríamos salvar a todos los que quisiéramos, que tendríamos que dejar morir a algunos, quisiéramos o no. –La voz de Don Gaster sonaba fría como siempre, pero Frisk pudo notar por un breve instante que había cierta nostalgia en su forma de expresarse. –Esa es la esencia de la guerra, no hay final feliz ni un verdadero vencedor. Solo un instinto de supervivencia. El terror de estar ahí no es morir en el campo, sino tener que vivir tras eso por el resto de tu existencia. Arial y yo sabíamos esa sensación... y quisimos que nuestra familia no pasara por ello, pero supongo que no pudimos huir lo suficiente de esa esencia.

-Suena a que es algo terrible.

-Lo es. Pero... Arial aligeraba esos momentos, aunque ambos detestáramos estar ahí.

¿Su esposa era una especie de soporte emocional para él entonces? Frisk quiso decir algo al respecto, opinando sobre que sus hijos también estaban ahí y que sin importar lo acontecido, no se encontraba solo realmente. ¿Pero quién era ella para opinar tales cosas? Con todo lo que le había ocurrido, se daba cuenta de qué tan sola se había sentido en todo ese tiempo, aun cuando tuviera a su madre y Flowey consigo. Las decisiones de Don Gaster tras la pérdida le eran desastrosas y absurdas, pero sentirse de alguna manera identificada con él, le fue perturbador en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pensando con ello.

-Lamento lo que ocurrió. –Soltó sin más que decir al respecto.

-¿Eres consciente de que mataré a aquel que erróneamente llamas "padre"? –El esqueleto se giró nuevamente para verla con su mirada fría y rencorosa. –¿Eres consciente de que le haré pagar por haberme arrebatado de la vida a mi esposa?

-Supongo que con ello me está aclarando que usted y yo jamás podremos llevarnos bien. –Concluyó sin el ánimo de defender más. Cada vez le era más difícil hacerlo y eso le dolía de muchas maneras.

-Nunca estuvo la intención de que fuese lo contrario.

-Eso es cierto.

-Por lo que quiero que me contestes esto. Si tuvieras la forma de que el Gran Don supiera que estás aquí y estuvieras en peligro, ¿crees que él haría algo para evitarlo?

-Creí que había dicho que podríamos hablar sin agredirnos.

-No tengo intensiones de agredirte, al menos de momento. –Se sinceró el esqueleto sin importarle nada. Sin apartar la vista de ella que le incomodaba en el transcurso. –Eres un punto débil, te quiera o no el Gran Don. Podría exponerte para debilitar sus alianzas que comparten su misma ideología antihumanos, pero lamentablemente también eres un punto débil para mi familia. Eres un arma de doble filo de la cual estoy limitado a ocultarte por el bien de mis prioridades y no me es grato hacerlo.

-¿Lo dice por ese rumor de que Sans y yo somos amantes? –Comenzaba a comprender algunas cosas tras la conversación con Muffet, pero ahora no podía ocultar su sonrojo ahora que tocaba el tema nuevamente. –¿O porque yo... le intereso?

-Lo digo porque si algo te pasa, Sans no dudará en ir por ti una y otra vez. –Pese a sus palabras, Frisk estaba segura de que le había dado una sutil evasiva tras haber retirado su mirada fija de ella. ¿Acaso le incomodaba hablar el tema? –Mantenerte a salvo es mantenerlo salvo a él. Te odio aún más por eso.

-Nunca fue mi intensión nada de eso. Ni siquiera yo sé por qué lo hace.

El esqueleto soltó un evidente gruñido de exasperación, tratando de mirar al frente pero con una expresión de que le daba molestia el momento. Frisk definitivamente no se sentía cómoda tampoco, pero dejó su vaso a medio tomar a lado de su asiento, se levantó para ponerse frente suyo y acabar con esa incógnita de una buena vez por todas. Para bien o para mal, sabía que estaba ante el monstruo correcto para aclararle todo.

-Para muchos parece ser algo obvio, pero para mí no tiene sentido. –Aunque sintiera su sonrojo por la pena que le daba hablar del tema, no estaba dispuesta a retroceder. –Así que por favor dígame ¿por qué le gusto a Sans?

Don Gaster mantuvo su rostro serio de siempre, pero sus cuencas oscuras comunicaban aún más que cualquier gesto que pudiera emplear en el instante. No parecía tener intensiones de moverse tampoco, como si se hubiera congelado tras estar sentado en el frío por tanto tiempo.

-Oh dioses... –Su voz apenas y fue un susurro.

-Sé que intentó besarme y que tiene muchos detalles conmigo, pero no logro entender por qué se interesó en mí. –Insistió al no obtener más respuesta de su parte. De alguna manera, continuar hablando le daba más valor para olvidar la incomodidad de estar ante el mafioso más detestable que conocía. –Juro que no hice nada para que fueran así las cosas, de hecho siempre me había incomodado su acoso constante. Pero ahora... ¿por qué le gusto si nunca hice nada para intentar agradarle siquiera?

-¿Y en verdad crees que es adecuado preguntarle estas cosas a su padre? –El Don se mostraba molesto, pero sus cuencas oscuras demostraban más sentimientos extrañamente. –Es demasiado descarado de tu parte tener que hablarme de esto.

-Debe de saber algo ¿no? –Frisk ni siquiera se detuvo a cuestionarlo demasiado. –Estoy harta de que muchas cosas parecieran tener sentido para los demás, pero para mí no las tienen. Sans no quiso responderme nada y se me explicó que está mal que le vuelva a preguntar. No sé qué más hacer.

-No sé las razones y tampoco me interesan. –El esqueleto le contestó bastante rápido ante su irritación. –En lo que a mí respecta, es blasfemo lo que pretenden entre ustedes. Jamás aceptaría a una humana en mi familia, mucho menos alguien como tú.

-No estoy diciendo que…

-Y esto que me trajiste es un latte. –Interrumpió mientras se paraba con su periódico doblado puesto bajo su brazo. –No me puedo tomar a alguien enserio si no es capaz de diferenciarlo de un cappuccino.

-Amm, pero le gustó su bebida ¿no? –Se extrañó Frisk de tal cosa, ¿qué no se veían y sabían iguales? Tan solo había pedido en la cafetería el café que contenía leche a lo que se acordaba. Eran leche con café literalmente. –¿Entonces no sabe por qué su hijo siente algo por mí?

-No, no sé por qué de todos los especímenes femeninos con los cuales estaría rompiendo una de mis reglas, terminaste siendo tú con la que me estaría fastidiando. –Parecía tener intenciones de retirarse de una buena vez, pero aun así se quedó ahí, mirándole fijamente hacia abajo ante la evidente diferencia de estaturas. –Una humana que solo da problemas.

-Pero si había comprometido a Sans antes y ahora tiene comprometido a Papyrus. –Pese a lo despectivo que había sido con ella, Frisk optó por pasarlo por alto al dar con algo más intrigante que una actitud desagradable constante. –Para alguien que aún permanece amando, actúa como si le temiera al amor mismo.

-Le temo porque lo comprendo. Y en una ciudad donde las cosas son "matar o morir", que seas alguien que no le teme a la muerte te vuelve un peligro andante. –Don Gaster dio un paso adelante, como si de alguna manera quisiera hacerle retroceder con eso, pero Frisk se mantuvo firme sin romper la vista fija. –El día que tengas un verdadero motivo para temer a la muerte, será el mismo día que entiendas por tu cuenta porqué temer también al amor. No son tan diferentes.

Como si no tuviera nada más que decir, el esqueleto pasó a lado de ella y continuó caminando lentamente dejando atrás a una humana confundida con esas palabras. Había esperado alguna nueva agresión o comentario despectivo de su parte, pero no que sonara tan… melancólico con esas palabras que no lograba comprender a qué se refería. ¿La muerte y el amor siendo lo mismo a temer? No tenía sentido alguno por más que tratara de coincidir algo con tal explicación.

-Sobre su pregunta sobre si mi padre iría a mi rescate... me temo que ahora no sé qué responder. –Soltó Frisk antes de que el esqueleto se apartara lo suficiente. Después de todo, él había cumplido con su trato cordial de responder, por lo que ella debía de responder a todo sin omisión, aun cuando no tuviera algo de utilidad. –Todos en esta ciudad parece que lo conocen mejor que yo, así que podría preguntárselo a cualquiera y tendrían una opinión más clara que la mía ahora.

Don Gaster no paró su caminata pese a sus palabras, pero Frisk estuvo segura de que si le había oído y optó por hacer lo mismo de retirarse de una buena vez. Así que recogió los vasos y colocó en el basurero que agradecía que siguiera existiendo en el parque. Ya se le había hecho tarde para preparar la comida ¿cierto? No sabía cuánto tiempo estuvo hablando con el jefe de familia, pero podía asegurar de que debía andar con prisa ahora si tenía que preparar alimento para una familia extremadamente numerosa.

No quiso correr ante el temor de resbalarse con tanta nieve en el camino, además de seguir pensando en la conversación que fácilmente le habría hecho perderse en el camino de vuelta. Pero se detuvo en seco al percatarse de algo. Había olvidado por completo preguntarle sobre su familia por haber pensado en el tema de Sans, era una tonta por haber dejado pasar esa oportunidad. Y en cuanto llegó a la casa y notó que los conejos habían estado preocupados por ella al grado de abrazarla fuertemente, se dio cuenta de que había olvidado también comprar las cebollas.

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En definitiva a Undyne le costaba dormir en ese lugar. No podía acostumbrarse todavía a estar en una cama extremadamente cómoda y a un extraño silencio sofocante que habría relajado a cualquiera menos a ella. Estaba acostumbrada al abrumador ruido del mar furioso en conjunto al ritmo laboral de Waterfall. Tanto silencio que rodeaba la mansión la mantenía con más alerta del que frecuentaba.

Sabía que tenía que dormir temprano para estar al margen del ritmo del dueño del lugar, pero ya había dado la décima vuelta a su cama antes de confirmarse a sí misma que aquello no pasaría pronto. Terminó levantándose de golpe ante el enfado que le generaba no poder cumplir con la rutina impuesta.

Tras caminar hacia su balcón para ver la hermosa luz de la luna, se recargó en el barandal al no sentirse aún merecedora de tantos tratos amables sin otorgar resultados viables. Don Dreemurr era muy amable dentro de lo que cabía, siendo todo un anfitrión que le daba libertades que nunca se hubiera imaginado de alguien de su categoría. Podría salir de la mansión cuando quisiera, incluso habría podido ir con la policía para notificar la ubicación del delincuente más peligroso de la ciudad, pero el monstruo jefe le tenía una extraña confianza que era abrumadora de cualquier manera.

Tanta seguridad en sí mismo... ¿cómo es que lo hacía? ¿Cómo era que tenía tanta confianza de tener todo ganado siempre? Era una de las cosas que le maravillaba en el poco tiempo que llevaba conociéndolo, pero aún no podía con su actitud brutalmente honesta. Incluso le parecía que sus palabras dolían mucho más que cualquier golpe que pudiera ejercer, y eso era decir bastante considerando la poca fuerza que le había mostrado tener. Estaba segura de que era capaz de mucho más y aun no estaba lista para verlo.

"Ven... Ven a mí...".

Undyne levantó la cabeza rápidamente ante la claridad que le había parecido tales palabras dentro de su cabeza. ¿Cómo había escuchado eso así? Por más que se giraba, no daba con nada en su entorno, tan sólo estaba la luna en el cielo, ella sola en su habitación, y las flores del fondo que tenía como vista.

"Ven...".

Si fuera un fantasma ya habría podido verlo ¿cierto? No sabía cómo funcionaba su magia particular, pero tenía entendido que una vez que se daban a notar en un ambiente, rompían su ocultamiento. Y por más que girara constantemente en el lugar no daba con nada, incluso había terminado corriendo hacia sus lámparas para tener suficiente iluminación y ver con mayor precisión. Eso de tener sólo un ojo le reducía mucha capacidad y le molestaba ese hecho.

Pero al no dar con nada y no queriendo darse por vencida de nuevo, cerró su ojo para concentrarse en esa voz si la escuchaba de nuevo. Si se trataba de algo mental... lo sabría ¿cierto? ¿O era una grabación oculta? ¿Algo radiofónico? ¿O...?

"Ven... Ven a mí...".

¿... una canción?

Abrió su ojo sorprendida. Ahora no le cabía duda de que esa voz sonaba muy melodiosa que fácilmente podría confundirla con un cántico. ¿Pero por qué sonaba con tanta claridad como si se hablara dentro de su cabeza? ¿Qué clase de magia podría ser esa? Y aún más importante ¿por qué parecía estarle llamando? ¿De dónde? ¿Cómo? Retrocedió un poco sin dar la espalda a su elegante habitación, esperando que aquello extraño que estaba presenciando se manifestara ante ella ahora que estaba más atenta, pero nuevamente escuchó esa melodiosa voz en cuando llegó de nuevo a su balcón. Notando finalmente un patrón con la noche anterior.

Aquella voz, fuera lo que fuera, no provenía de su habitación. Era algo de afuera. Algo que parecía provenir, por muy alocado que le pareciera la situación, del campo florido que tenía a la vista.

Curiosa de lo que estaba pasando y queriendo entender por qué parecía llamarla aquella voz tan insistente, tomó el parche que había dejado en su mesita de noche y se lo colocó con cuidado, a su vez que tomó su bata para no estar en pijama en el exterior. Sin más, retrocedió un poco para tener impulso al correr y saltó del balcón para aterrizar con gran agilidad y no perder el rastro de aquella voz. Si estaba cometiendo un error en estar recorriendo fuera de la mansión a altas horas de la noche, lo sabría en poco tiempo si había varios sirvientes atentos ¿cierto? Pero por más que observó su entorno y hacia arriba por si alguien se asomaba en su balcón del tercer piso, no hubo nada que le indicara ello.

Teniendo cuidado de pisar algunas flores al saber que eran preciadas para el dueño de la mansión, estuvo atenta a su entorno por si escuchaba de nuevo esa voz para saber si se estaba acercando a algo, pero tardó bastantes minutos antes de poder tener una pista.

"Ven a mí, amor... Ven y ámame...".

Nuevamente escuchó esa voz... y sonaba hermosa. Sonaba a algo que quería conocer, que necesitaba ver...

"Ven y ámame...Ven y ámame".

... que necesitaba amar.

No se preocupó en pisar algunas flores en sus pasos, tan sólo necesitaba acercarse a ese llamado, a esa hermosa voz que le llamaba. Tan sólo tenía que seguir derecho, tan sólo tenía que acercarse a un punto en específico que daba con una puerta metálica en la tierra. No tenía ni idea de cómo era que lo había descubierto o cómo era que lo sabía, tan sólo había una cosa en su mente que le daba una tenue sonrisa. Tenía que llegar a esa hermosa voz, así que no importaba que invocara una lanza para romper de alguna manera la puerta y doblarla lo suficiente de la punta para poder ingresar.

Había dado con un pasillo secreto en el que debía bajar unas grandes y largas escaleras para dar con ese nuevo camino, pero nada de eso parecía emocionarle salvo el seguir a esa melodiosa voz que cada vez parecía ser más fuerte, como una canción que le aligeraba toda carga y que sin duda alguna no habría nada más por lamentarse una vez que diera con la causante de esa voz. Era tan hermoso lo que escuchaba...

"Ven a mí, amor... Ven y ámame...".

¿Estaba en lo que parecía un cuarto de trofeos? Lograba ver a reojo el brillo de una que otra medalla o copa en su camino, pero ella seguía caminando de frente hasta dar con otra puerta mucho más elegante que la anterior. No había nada más que le interesara salvo llegar a ese canto. Llegar a aquel ser que tenía que amar.

La puerta a la que había llegado estaba cerrada, pero eso no era un impedimento para ella. Necesitaba llegar ya con aquella voz melodiosa, necesitaba con urgencia estar a su lado. Por lo que invocó con gran rapidez una nueva lanza al haber dejado la otra y rompió brutalmente la puerta de madera que parecía haber sido tallada a mano como una hermosa reliquia. Nada de lo que estaba haciendo le importaba ni mucho menos le daba espacio a su mente para siquiera considerar sus acciones precipitadas. Por lo que una vez que llegó finalmente a su objetivo, tampoco pensó con detenimiento qué era lo que realmente estaba contemplando.

¿Era una sirena?

No se trataba de una especie que frecuentara vivir en tierra para confirmarlo de antemano, pero no tendría otra explicación salvo esa para comprender de alguna manera porqué estaba viendo aquella mujer hermosa en un tubo de cristal medio lleno de agua que era tan largo que casi daba hasta el techo. La grieta que veía en el tubo de cristal podría ser la explicación a porqué había agua en el suelo además, pisándolo sin importar qué tan sucio dejaría el lugar por sus pasos. Su cara parecía ser un pequeño pez de ojos oscuros y profundos, con una delgada antena que brillaba en su punta, pero su larga cabellera azul resaltaba mucho más al estar casi de su tamaño, cubriéndole su pecho y gran parte de su cuerpo que estaba flotando con aquella agua ligeramente de color verdoso brillante.

Sus miradas se cruzaron en el instante y le pareció que había cierto desconcierto de parte de la mujer en aquel contenedor, mas no paró de cantar con la voz más hermosa que había oído en su vida, siendo sumamente relajante para ella que no supo en qué momento había terminado sonriéndole en agradecimiento sin ninguna razón aparente.

"Libérame".

Sin siquiera pensarlo, invocó una lanza en su mano, dispuesta a golpear aquel contenedor de cristal para liberar a la hermosa sirena de ojos profundos que pasaron rápidamente de alivio a miedo en un instante. Viendo detrás de ella algo que nunca notó su presencia al no tener ojos y oídos para nadie más salvo para la sirena misma. Aun así, no paró de cantar.

-Vaya, vaya, parece que esta noche se tornará algo divertida. –Undyne escuchó la voz varonil fácilmente reconocible, pero no le interesaba nada más salvo la sirena del frente. –Bien, Lyra, parece que te conseguiste una marioneta inusual. ¿Ahora qué harás?

"Mátalo".

Aquella orden había resonado en su mente con demasiada ira, siendo un cambio radical a la suavidad y ternura que habían sido sus palabras anteriores. Se giró sin más para ver lo mismo que estaba contemplando a sirena, teniendo su lanza en ambas manos y en postura dispuesta a atacar aquello que amenazara a la mujer que debía de amar. Pero se detuvo en el instante al cruzar miradas con los ojos dorados del monstruo jefe que le sonreía con total calma pese a la situación. Incluso parecía divertirle lo que estaba pasando.

"Lo odio, lo odio... Mátalo, ¡mátalo!".

Udyne sentía la rabia en su cabeza, sentía el odio que fácilmente podía comprender con sólo oírlo... pero de alguna manera, ver esos ojos dorados le detenía aún más que cualquier malestar que sintiera dentro de ella. Algo estaba pasando ¿cierto? ¿Debía de hacer caso a ese odio o sólo detenerse? Sus manos temblaban por querer moverse de inmediato, pero no le respondían como quisiera ella o la voz dentro de su mente.

-Adelante, Lyra, estoy esperando.

"Sólo oye mi dolor, sólo oye mi sufrir. Acaba con todo".

En ese instante se nubló su vista, sin saber qué estaba pasando ahora. Tan sólo se dejó llevar por aquella sensación de odio, comprendiéndola en su totalidad ante el dolor. Había un agotamiento que podía percibir lejanamente, como si sólo el odio, la ira del momento fuera lo que la mantuviera con vida, justo como la vez que había tenido que defenderse del detective. Porque en momentos como ese, no había espacio para la cordura ni la moral, sólo el instinto de supervivencia. Y en ello, sólo se mantenían de pie los fuertes.

Si, el odio era necesario, el rencor, la furia... todo eso formaba parte de ella ahora, lo abrazaba cada vez más al ser lo que la mantenía con vida pese a ser tomada por muerta. Estaba dispuesta a hacer lo que sea para sobrevivir, para que se le tomara en cuenta cómo debería de ser en un principio. ¡Nunca más la tomarían por menos! ¡Nunca más tratarían de abusar de ella! Nadie le haría sentir menos por ser mujer y monstruo.

Aunque uno... siempre se lo mostró, aun sin pedirlo. Aun sin expresarlo... Papyrus siempre fue la excepción a todo en su vida.

"No te detengas, sigue".

Ese maldito... ¿por qué estaría por casarse? ¿Qué clase de mujer había aceptado?

"Mátalo".

No, no quería eso, no quería matarlo. Quería demostrarle que sólo ella podría detenerlo de todo. Quería demostrarle que ella era superior.

"Mátalo".

Quería verlo de nuevo. ¡Maldita sea!

Como si todo se hubiera puesto oscuro antes, de nuevo había recuperado la vista y la sensación de sus manos y piernas, aunque las sentía temblar ante el esfuerzo que le costaba. ¿Qué le estaba pasando? Poco a poco escuchó la canción de la sirena con mayor nitidez, pero fuera de su cabeza siendo sólo una simple espectadora, al igual que la risa de Don Dreemurr que dejaba muy en claro que todo lo presente le parecía divertido, aun cuando apenas y podía percibir sus lanzas estampadas en varias partes del lugar extraño en el que estaba. ¿En qué momento había hecho todo eso?

La canción de la sirena parecía sonar con más fuerza, pero Undyne se concentró en ver al monstruo jefe para no perder el conocimiento de nuevo, como si dar con algo sólido en su realidad fuera suficiente para no perderse en emociones percibidas y agobiantes. No entendía del todo qué estaba pasando, pero podía notar que todo era a causa de la canción que emitía la sirena que la había atraído hasta ese lugar. ¿Pero cómo pararlo? No tenía el total control de su cuerpo y requería demasiado de su parte detenerse tanto físicamente como mentalmente. La sirena en el tubo de cristal quería que matara a Don Dreemurr, pero ella no quería eso. ¿Cómo detenerse? ¿Por qué el Don no le ayudaba a detenerse?

-Buen intento, Lyra. –Rio la bestia mientras le devolvía la mirada con una sonrisa. –Pero mi aprendiz es más especial de lo que crees.

¿Don Dreemurr la valoraba? Con todos sus comentarios directos entre conversaciones casuales, nunca creyó que pensara algo mínimo bueno sobre ella. Por mucho que le diera techo y comida, la verdad era que el aparente entrenamiento no lo había sentido tan especial para considerar que la estaba entrenando como decía hasta ahora que le escuchaba opinar de ella de un modo diferente. ¿Eso significaba que todo el tiempo había tratado de probarla? ¿Qué clase de percepción había tenido de ella en el trayecto?

El canto le obligaba a apuntarle al pecho con su lanza, pero la voluntad que aún le quedaba le detenía con todas sus fuerzas, sintiendo temblar su cuerpo entero por lo que le estaba costando hacerlo. Quería pedir ayuda ante el dolor que le estaba provocando... pero la sonrisa confiada del Don era más que suficiente para retomar su autocontrol poco a poco.

El Gran Don no necesitaba salvarla porque sabía que ella misma podía ¿cierto? Confiaba en ella y en su fuerza. Eso era lo que estaba esperando sin necesidad de defenderse ¿verdad?

-¡Aaaaaaahhh!

No sabía si lo había logrado en su totalidad, pero todo lo que había contenido de no usar su magia hacia el monstruo jefe lo concentró para que fuese detrás de ella tal ataque de sus lanzas. Haciendo que aparecieran junto a la sirena que había parado su canto ante el susto y dolor de algunos cortes que le había provocado, a su vez que escuchaba que había terminado rompiendo el tubo de cristal en el que había estado contenida. Al no haber más canción de por medio, sintió de golpe que ya no estaba bajo su extraña magia, mareándola un poco ante la resistencia que había tenido que hacer y ante el agobio que le había generado con emociones que nunca fueron suyas. Nunca había escuchado de una magia de ese tipo, era algo peligroso que pudiera existir algo así. Conforme dejaba de tambalearse, agradeció internamente que las sirenas no frecuentaran vivir en tierra. No podría imaginarse todo lo que podrían hacer con tal capacidad.

-No sé cómo te las ingeniaste para romper el cristal, pero debo decir que hiciste entretenido el momento. –Don Dreemurr caminó a lado de ella para dirigirse directamente a la sirena adolorida, quitando el resto de los cristales con algo de cuidado para apartarle sus lanzas y levantarla como si hubiera pescado algo grande. Al menos su sonrisa confiada lo hacía percibir así. –Ya sabes que no soy bueno curando, así que tendrás que conformarte con lo que haga hasta mañana que venga Alphys.

-¡No! –La sirena quiso soltarse, pero era inútil. Don Dreemurr siquiera parecía hacer algún esfuerzo para retenerla, casi como si pudiera romperla con tan solo mover un poco más su agarre. –¡Niña… ayúdame!

Undyne no entendía qué estaba pasando realmente, mucho menos dónde estaba. ¿Por qué Don Dreemurr tenía un lugar así bajo su mansión? O aun peor ¿por qué tenía a esa monstruo encerrada en un cristal? Podría suponer que se trataba de alguien peligrosa al haber sido una víctima, pero eso no ameritaba que estuviera curándola con cierta torpeza, aun con toda la resistencia que parecía ejercer sin resultado alguno. ¿Por qué su canto le había afectado a ella, mientras que el monstruo jefe estaba como si nada? ¿Acaso era tan fuerte que ni eso podía con él? No parecía importarle que pudiera volver a cantar y ejercer algún control de nuevo, no le tapaba la boca o hacía algún intento de impedirle que volviera a hacerlo, casi como si la retara a volver a intentarlo estando él sujetándola para que no se fuera.

Pero ella si había caído en su encanto, así que eso solo le confirmaba que le quedaba mucho por aprender para ser tan fuerte como él.

Decidida, se acercó a ellos con suma confianza, queriendo ser tan imponente como lo estaba siendo Don Dreemurr con su simple presencia. Borró su lanza que había tenido en sus manos para ahora sujetar la cola de la sirena. Su constante forcejeo impedía que el Don pudiera curarle, ¿qué no se daba cuenta de que estaba siendo piadoso con ella?

-Niña ingenua… no ayudes a… esta bestia. –Percibió el enojo de la mujer, notando que había intentado golpearla con su cola sin éxito alguno. También se daba cuenta de que ahora la sirena estaba ronca, como si le doliera de alguna manera poder seguir hablando. ¿Acaso cantar para manipularla le había cansado? –Terminarás… igual que… las…

-Cállese y deje que le curen. –Le comentó con evidente rencor. No le perdonaría por haberla manipulado de ese modo. –Don Dreemurr está teniendo piedad de usted pese a su atrevimiento.

-¿Pi…edad? Oh niña… –Escuchó una risa cansada de su parte, notando que estaba perdiendo el conocimiento poco a poco. ¿Acaso el monstruo jefe había hecho algo o sólo era agotamiento de su parte? No podía verlo del todo al estarla sujetando por completo de su cola para impedirle tanto movimiento innecesario. –Mejor… hubiera hecho… que... me mataras o… que…

Rápidamente notó que había dejado de forcejear, sintiendo cómo había perdido el poco conocimiento que le quedaba para caer prácticamente dormida en manos del monstruo jefe. Soltó la cola al no ser más necesaria su intervención y se apartó poco para brindar espacio suficiente para dejarle laborar. En efecto, el monstruo jefe no era para nada bueno con la magia curativa, pero cerró una que otra herida y la colocó finalmente en otro tubo de muchos que había en el lugar, completamente vacíos pero rotos en su mayoría ante sus lanzas esparcidas en muchas partes de la extraña habitación. Quería disculparse al respecto, pero su curiosidad fue mucho más grande con lo que estaba viendo. No estaba teniendo una explicación clara de lo que se trataba el lugar, y el ver que una extraña figura se estaba acercando a ellos hizo peor el momento. ¿Qué se supone que era… eso? Se veía como una cosa tan… ¿viscosa?

-Encárgate de que no cause más problemas. –Le comentó Don Dreemurr a la extraña criatura que parecía ser un ave de largo cuello, siendo esa la descripción más clara con la que pudiera definirlo. ¿Era un sirviente más en la mansión? Nunca le había visto… y no era nada grato de ver si tenía que ser sincera. –Eso, buena chica.

-¿Qué… es eso?

No recibió respuesta, sintiéndose completamente ignorada al grado de molestarle esa actitud. Don Dreemurr la trataba como una tierna mascota, acariciándola y hablándole con ternura sumamente extraña de presenciar por parte de la bestia de Ebott city. Y por más que observaba su entorno para tener una explicación a la vista, no podía darse una idea más allá de tratarse de algo clandestino que estaba conteniendo a la sirena, rodeada de lo que parecía un laboratorio de experimentación. Había otra puerta al fondo, pero no se atrevía a dirigirse a ese lugar por su cuenta. No tenía ni idea de si tendría consecuencias haber conocido ese lugar en primer lugar, aun cuando no había sido culpa suyo haber llegado ahí.

Al momento de volver a prestar atención al monstruo jefe, notó que se estaba quitando algunos tapones que había colocado en sus oídos y que sus largas orejas habían ocultado a la vista. Explicándole porqué solo ella había caído en tal encantamiento tan peculiar.

-¿Qué es eso? –Volvió a preguntar ahora que garantizaba que le escucharía.

-Más respeto con ella. –Rio levemente el monstruo jefe, mientras le acariciaba suavemente su pico. ¿Cómo era que no le daba repulsión hacer eso? Podría jurar que tocarla sería muy pegajoso. –Es una de tantas que protegen este lugar, pero estaban en su hora de siesta, pobrecitas. Debió despertarlas el ruido que provocaste aquí.

-No responde mi pregunta. –Undyne se sintió nerviosa por primera vez estando en ese lugar tan particular. –No es un monstruo ni un humano. ¿Qué es?

-Alphys las llamó "amalgamas". –Se giró para responderle con suma claridad, sin darle importancia a darle la espalda a la sirena que segundos antes le generó problemas. –Seres de gran resistencia que ni tu ni yo podríamos hacerles daño por más que quisiéramos.

-¿Qué…?

-Oh Undyne, ¿acaso te incomoda verlas? –Se burló la bestia mientras se acercaba a ella lentamente. –Eso es grosero de tu parte. Todas son unas damitas.

Undyne instintivamente dio un paso atrás para mantenerse alejada de algo que no podía, pero en eso notó que otras dos cosas viscosas estaban detrás de ella, queriendo acercarse al monstruo jefe para que también fueran acariciadas por ellas. Todo le parecía extraño y hasta cierto grado terrorífico, pero con ello pudo concluir algo al ver rápidamente a la sirena inconsciente en un nuevo tubo y a las mencionadas amalgamas.

-Está experimentando con mujeres. –Undyne ni siquiera esperó una respuesta para eso. Le era bastante evidente lo que estaba viendo ahora. –¿Va a hacerme lo mismo a mí?

-Sólo si tú quieres. –La bestia se encogió de hombros sin darle importancia a su reacción tras eso. –Pero no lo necesitas. Ya eres resistente por tu cuenta.

-¿Qué...?

-Todas estas damitas presentes tienen algo en común contigo. Quieren vivir pese a ser tomadas por muertas. –Se adelantó en responder, deteniendo sus pasos y haciendo que las amalgamas lo hicieran por igual. –Pero no corrieron con la misma suerte que tú y terminaron así como las estás viendo de forma tan despectiva.

-No entiendo.

Por la forma en la que había levantado su enorme mano, creyó que estaría por golpearla y que no estaría lista para esquivar tal ataque, pero para sorpresa suya, tan sólo le estaba acariciando su cabello con cierta torpeza al tener manos bastantes grandes que podrían aniquilar todo lo que quisiera. Undyne sólo se quedó estática, sonrojada por la pena y sin saber qué otra reacción tener fuera de eso. ¿Qué demonios pasaba con ese tipo? Era tan rudo e intimidante en un instante, y en otro era tan... tranquilo.

-Me impresionas, Undyne. –La voz del monstruo era igual de profunda que siempre, pero parecía que estaba haciendo un intento de sonar más relajada posible. Siendo algo en vano de su parte. –Estás llena de sorpresas.

-¿A-ah?

-Salgamos de aquí. –La bestia sonrió, mostrando sus colmillos nada gratos de contemplar si debía de admitir. –Dejemos que las amalgamas se encarguen de esto hasta mañana.

Dejó el intento de caricia y le dio la espalda a todo para que le siguiera hacia la salida. Undyne no supo cómo reaccionar con todo, pero optó por alcanzar sus pasos al sentirse más incómoda con esas extrañas criaturas. Hecho un último vistazo a la habitación, viendo a la sirena inconsciente rodeada de las amalgamas, al igual que la otra puerta que estaba ahí que le daba algo de curiosidad y leve temor a su vez. Si lo que había visto en ese pequeño espacio ya era extraño, no quería imaginarse de que al otro lado de esa puerta pudiera haber algo mucho peor.

Quiso mantener su vista al frente, pero en el lugar había extraños trofeos, medallas... ¿armas? ¿Ese era un brazo humano?

-¿Qué es este lugar? –Soltó al no poder con su curiosidad a la vista.

-Mi sala de trofeos. –Contestó Don Dreemurr sin detenerse. –Te daré un digno recorrido de este lugar cuando estés lista.

Sin más explicaciones por dar, subieron las escaleras hasta dar con la superficie, contemplando el cielo estrellado a altas horas de la noche. Don Dreemurr esperó a que ella misma saliera de aquel agujero para cerrar con sus propias garras el lugar, acomodando el metal como si se tratara de papel con su agarre. Era sorprendente la fuerza que tenía consigo, en verdad admirable cada vez que se detenía a contemplarlo.

Se sentó junto a sus preciadas flores, teniendo cuidado de no maltratarlas y mirando al cielo con una sonrisa tranquila pese a todo lo que había pasado en el lugar. Segundos después sacó tres puros de su bolsillo y los prendió con la punta de su pulgar que había invocado una tenue llama, fumándolos al mismo tiempo al sostenerlos con suma facilidad entre sus dedos. ¿Qué no le importaba que le había descubierto un secreto perturbador? ¿Tampoco le importaba que le había destruido parte de ello? Sin esperar una indicación de su parte, se sentó a lado suyo suponiendo que eso era lo que esperaba de ella para hablar al respecto. O al menos eso era lo que creía.

-Así que te gustan las mujeres ¿eh?

-¡¿Q-qué?!

-Son muy variadas las funciones de su canto, pero la magia particular que experimentaste de control mental sólo funciona en aquellos que puede manipular para que la deseen. –Explicó Don Dreemurr sin importarle su reacción, fumando con suma calma y soltando fumarolas impresionantes. –Y para que puedas caer en tal encanto, sólo puede significar que ya has experimentado el placer que brinda la sensualidad de una mujer.

Undyne abrió la boca para defenderse de tal argumento, pero no emitió palabra alguna al ver que no tenía caso. Le había descubierto de un modo tan lamentable y vergonzoso que no le quedaba más que admitir sin brindar más detalles que sólo empeorarían el momento. Y ella que tanto había tratado de ocultarlo... Primero la prostituta y ahora esto, definitivamente era alguien débil, maldita sea.

-¿Y va a juzgarme por eso? –Finalmente preguntó, sin poder verlo directamente.

-¿Tanto te preocupa? ¡Pfff! –Rio con toda burla en su expresión, pero no por la razón que creyó que sería. –A mí no me interesa si quieres acostarte con hombres o mujeres, eso es asunto tuyo.

-¿En verdad no le molesta? –Ahora si se giró a verlo.

-Muy pocas cosas me molestan en este mundo. Esta no es una de esas.

La anfibia no sabía qué más decir. Primero Gerson y ahora Don Dremurr... tal parecía que finalmente estaba con los seres correctos. Nunca se había sentido aceptada, apreciada en verdad. Sabiendo que estaba levemente sonrojada por ello, apartó la vista para ver lo mismo que el monstruo jefe, un cielo estrellado que no se podría contemplar fácilmente en la ciudad. Sin duda alguna tenía la mejor vista de mundo. Definitivamente estaba en el lugar correcto para su vida.

Ya no dudaría más de sí misma, tenía que aceptarse, tal y como Don Dremurr. Esa era su verdadera fuerza ¿cierto? Una confianza imposible de doblegar.

-¿La sirena trató de hacer lo mismo con usted? –Preguntó entre curiosidad y para romper el silencio nuevamente. –¿Por eso cubrió sus oídos antes de llegar?

-Sí, es la segunda mujer que trata de derrotarme, jajajajaja. –Su risa hizo que regara gran parte de la ceniza de su puro por todas partes. –La primera siempre será la más impresionante para mí, por eso me casé con ella. No sé si eso implique que fui derrotado o si sólo fue un empate, jajajaja.

-Nunca he visto a su esposa aquí.

-Porque no vive aquí. No esperes a que te responda más de eso.

El tono de su voz había sido sumamente casual, pero no pasó desapercibido de la leve amenaza de que no intentara más tocar el tema. No queriendo romper con la conversación ahora que tenía muchas dudas del lugar, decidió continuar con un tema que tenía bastante fresco en mente. En verdad que había algo que no le cuadraba.

-¿Por qué tiene a la sirena en ese estado?

-Hace unos años le robó a un socio mío, pero en lugar de aceptar su destino de ser asesinada por el atrevimiento de robar a mafiosos, hizo que varios se suicidaran con su canto. –Explicó Don Dreemurr entre fumarolas. –Su voluntad de querer vivir a toda costa me interesó, así que pagué lo triple de lo que les había robado a cambio de tenerla. Y ahora la tengo conmigo como una pieza valiosa, esperando el momento de sacar todo su potencial desperdiciado.

-¿Entonces la sirena... la volverá una amalgama más?

-No pienso fusionarla con cualquiera, así que aún no. –Soltó una última fumarola antes de contestarle. Se había acabado los tres puros en muy poco tiempo. –Hace falta un último ingrediente.

Undyne quería preguntar más, pero por la sonrisa tenue que se asomaba, supo que ya había sido suficiente por ahora. Así que se quedó sentada ahí hasta que le pudiera indicar que podía retirarse a dormir, aunque estaba segura de que no podría coincidir al sueño tras todo lo visto. Tenía mucho por lo qué procesar y no sabía por dónde comenzar.

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Estoy logrando en verdad mantener el ritmo de actualizaciones quincenales en esta historia ¡Yay! Estrellita para mi n.n (ya ando viendo la manera de tener un ritmo para las demás, ¡lo prometo!).

Paso a recordar que esta historia cuenta con su página de tumblr, por lo que me haría muy feliz si la visitan y siguen: (flapperflorist punto tumblr punto com) Y también no duden en seguirme en mis redes sociales que me pueden buscar como michsonrisa. Me animé a comprar una tableta digital nueva para mejorar día con día en lo que quiero hacer, y eso es gracias a todo su apoyo que me brindan con sus hermosas palabras o detalles. Me hacen creer en verdad que tengo el talento para esto de crear historias. ¡Muchas gracias por seguir conmigo en esta historia! ¡Los quiero mucho!

Michi fuera!

:)