Capítulo 25

SAKURA

Bones cerró la puerta a sus espaldas y echó la llave antes de volverse hacia mí.

―Hay dos guardias apostados fuera. Así que no intentes nada.

La habitación estaba hecha de cemento macizo. Había una cama contra la pared y un baño privado al que se accedía desde la habitación principal. Hasta el suelo era de cemento. Sabía que estábamos bajo tierra, y parecía una base militar.

―Bonito lugar... ―Me crucé de brazos y lo observé a él atentamente―. Supongo que los negocios no van muy bien.

Sonrió de oreja a oreja, pero no de un modo atractivo. Era una mirada de pura maldad intrigante. Hizo que el corazón se me cayera a los pies, porque su intención quedaba muy clara. Iba a inmovilizarme contra aquel colchón y a follarme hasta que gritara.

―Sólo quiero asegurarme de que no puedan seguirnos. Sé que tu marido no se detendrá ante nada para recuperarte. Pues bien, le va a costar rastrearte hasta aquí. En este lugar no entra ni sale ninguna señal.

Se me paró el corazón al darme cuenta de que mi rastreador resultaría inservible. Sasuke no podría localizarme, después de todo. Mierda.

―No es demasiado acogedor. Creía que un hombre tan distinguido como tú tendría mejores instalaciones que estas. ―No tenía ni idea de dónde sacaba aquella valentía, porque estaba totalmente aterrorizada. Sasuke me había recompuesto después de que Bones me destrozara. ¿Sería capaz de volver a arreglarme, o quedaría arruinada para siempre?

―He echado de menos esa boca de sabelotodo tuya. Es refrescante. ―Se acercó lentamente a mí, con las manos a los costados, pero con el rostro lleno de ansiedad.

Yo me tensé cuando se aproximó, queriendo apartarme del propio diablo.

―Yo no te he echado de menos a ti.

―Bueno, haré que me eches de menos. ―Cuando estuve a su alcance, me agarró por las muñecas y me mantuvo firmemente en el sitio―. ¿Nos ponemos a ello?

Yo me retorcí hasta liberarme y le lancé un rodillazo a la ingle.

Bones se apartó del camino como si hubiera estado preparado para mi ataque. Me agarró el pelo de raíz y me lanzó con violencia en dirección a la cama. Mi estómago golpeó el colchón y él utilizó su peso para inmovilizarme.

El pánico me trepó por la garganta y sentí deseos de gritar. Estaba aterrada por las cosas que estaba a punto de hacerme. Pensé que iba a poder soportarlo, pero a lo mejor no era capaz. Había soportado su tortura durante meses y no lograría soportar ni un momento más.

―¡Suéltame! ―Intenté rechazarlo, pero pesaba más que un buey.

Me quitó los vaqueros al tiempo que me mantenía inmóvil, y después pasó a las bragas.

―¡Que te jodan! ―Intenté apartarlo, pero no lo conseguí.

–Cuanto más te resistas, más lo desearé. ―Me enterró la cara en el colchón, casi asfixiándome. Durante ese tiempo, se desnudó por completo―. No tienes ni idea de cuánto me apetece follarte. ―Me frotó el miembro entre las nalgas, ya marcándome.

No podría soportarlo.

Me agarró un puñado de pelo, tirando tan fuerte que casi me lo arranca.

―Quiero mirarte. Y quiero que tú me mires. ―Me dio la vuelta y me inmovilizó la espalda contra el colchón. Después me separó los muslos utilizando los suyos hasta que estuvo encima de mí. Sus ojos se posaron en los puntos que me habían dado justo por encima del hombro―. ¿Qué te ha pasado ahí, Esclava? ¿Fue tu marido tan bueno contigo como yo?

El uso de la palabra «esclava» me hizo estallar como la dinamita. Me clavé los dedos en los puntos que Lars me había dado la noche anterior. La sangre saltó por todas partes y había una buena posibilidad de que me desangrara hasta morir. Lars me había advertido que aquella era una posibilidad cierta.

―¿Qué coño estás haciendo? Se supone que soy yo el que tiene que hacerte daño. ―Me agarró por la muñeca e intentó detenerme, pero mi otra mano se deslizó en el interior de la herida para sacar la minúscula cuchilla que había introducido en ella. Me cortó la piel al salir, doliéndome más al hacerlo que cuando me la había metido.

Pero había merecido totalmente la pena.

Bones no reaccionó, porque se había quedado completamente conmocionado.

Por fin cogí la cuchilla por la empuñadura, y con toda la fuerza que logré reunir, se la clavé directamente a través del pecho y en el corazón. Empujé con las pocas fuerzas que me quedaban, asegurándome de no fallar.

La sangre saltó por todas partes.

―Hija de... ―Se palpaba el pecho, pero no encontró el cuchillo. Le salió un chorro de sangre por la boca que empezó a gotearle por la barbilla. Tosió y me salpicó entera de sangre.

Le saqué el cuchillo de un tirón y empezó a sangrar aún más. Como en un abismo, todo se aceleró. La vida le abandonaba cada vez más deprisa. Se estaba muriendo justo ante mis ojos y lo único que me importaba era que le resultara lo más doloroso posible.

Lo agarré por la parte de atrás de la cabeza y volví a levantar el cuchillo.

―Ese ha sido por mí. Pero este es por Naori. ―Le clavé el cuchillo justo en el ojo y directamente en el cerebro. Esta vez, no lo saqué. Tiré el cadáver al suelo de un empujón y observé sus convulsiones hasta que se quedó quieto para siempre. La sangre continuó manando, hasta que al final cesó.

Yo me quedé mirándolo, intentando memorizar aquel momento para siempre. Lo utilizaría para combatir mis pesadillas y recordarme a mí misma que se había ido para siempre. Nunca podría volver a hacerme daño, ni hacérselo a nadie más.

Ahora, tenía que salir de allí.

TENÍA la ropa empapada de sangre y no valía nada como fugitiva. Abrí una rendija de la puerta y vi a dos guardias a ambos lados. Claramente no les parecía que los ruidos que oían fueran inusuales, sólo alguna otra perversión de Bones.

Ambos contemplaban el otro extremo del pasillo, así que le quité a un guardia una pistola de la cartuchera antes de que pudiera reaccionar.

Cuando sintió la falta de peso, se volvió y me miró.

―¿Qué coñ...?

Le disparé en la cabeza e hice lo mismo con el otro antes de que pudiera reaccionar. Ambos estaban muertos, tirados en el suelo y soltando sangre por todas partes. Los dos llevaban chalecos antibalas, así que cogí uno y me lo puse. Iba a tener que salir de allí luchando, así que algo de protección no estaba de más. Cogí también la otra pistola y me la metí en la parte trasera de los vaqueros.

Después eché a correr por el pasillo.

No sabía nada sobre bases subterráneas, pero sí que la única forma de salir era subiendo. Debía llegar a la superficie y moverme deprisa, antes de que dieran la alarma. Todo lo que necesitaba era encontrar unas escaleras o un ascensor y subir hasta el piso de arriba.

Llegué al otro extremo del pasillo y me encontré en un corredor que seguía hacia ambos lados. No había indicaciones, así que fui hacia la izquierda, esperando tener suerte. Tenía la pistola preparada, lista para apretar el gatillo en cuanto alguien me diera razón para ello.

Empezó a sonar la alarma y se produjo una conmoción al final del pasillo. Alguien debía de haberse topado con los guardias muertos y se había dado cuenta de que me había escapado.

―Mierda. ―Tenía que salir de allí lo antes posible, así que eché a correr.

Corrí todo lo rápido que pude y doblé la esquina. Estaba en otro corredor lleno de puertas, y al llegar al final, vi la sombra de un hombre en la pared. Llevaba un rifle contra el pecho y se movía despacio para dar la vuelta a la esquina, directo hacia mí.

Apreté la espalda contra la pared y apunté con la pistola. En cuanto apareciera, me lo cargaría y pasaría al siguiente.

Por fin dobló la esquina, apuntándome con el rifle directamente a la cara.

Pero reconocí sus ojos. Los había contemplado incontables veces. Los veía en mis sueños y justo antes de quedarme dormida. Toda mi vida estaba en aquellos ojos, que encerraban la otra mitad de mi alma.

―¿Sasuke?

Él bajó el arma de inmediato y echó a correr hacia mí.

―Joder, Botón. ―Se estrelló contra mí y me rodeó la cintura con los brazos con tanta fuerza que casi me partió en dos―. ¿Estás bien? ―Contempló mi ropa empapada de sangre―. ¿Estás herida?

―No. He matado a Bones.

Sasuke se me quedó mirando impactado, la primera vez que me había dedicado aquella expresión.

―Sigamos moviéndonos. ―Todavía tenía una herida debajo de la camiseta, y estaba perdiendo sangre. La única razón por la que no le hablaba de ella era porque temía su reacción. Le entraría el pánico y me sacaría de allí cargándome sobre un hombro.

―Quédate detrás de mí. ―Retrocedió por donde había venido, conduciéndonos hacia la salida. Según avanzábamos, advertí los montones de cadáveres que Sasuke había dejado a sus espaldas. Sus otros hombres estaban en el pasillo, barriendo el lugar. Al final, nos encontramos con Obito.

―¡La has encontrado! ―Obito dejó caer su arma y me abrazó―. Joder, me alegro de que estés bien.

―Sí... ―Yo sentí cómo las fuerzas abandonaban mi cuerpo a medida que perdía sangre. Apenas lograba ya mantener los ojos abiertos. Lentamente, me cedieron las rodillas y empecé a caer al suelo. Sus voces llegaban como susurros a mis oídos.

―¿Qué coño le pasa? ―preguntó Obito.

Sasuke me rasgó la camiseta, dejando mi herida al descubierto.

–Mierda. Tenemos que sacarla de aquí. Obito, cúbreme.

―De acuerdo.

Aquello es lo último que recuerdo antes de que todo se pusiera negro.

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LO ÚLTIMO QUE vi fue negro, pero ahora lo veía todo blanco. Una luz blanca cegadora me calentaba a través de los párpados. Era potente y cálida, y la reconocí de inmediato porque me despertaba con ella todas las mañanas.

Abrí los ojos y vi el sol toscano. Brillaba a través de la ventana, directamente sobre mi cara. Era por la mañana, justo después de amanecer, y se adivinaba el comienzo de un día precioso. Los pájaros gorjeaban fuera y yo podía escucharlos cantar. Estaba todo tan en calma que me pregunté cómo había llegado allí.

Giré la cabeza y vi a Sasuke sentado a mi lado. Estaba en una butaca y sostenía mi mano flojamente con la suya. Tenía los ojos puestos en el libro que estaba leyendo, y fue entonces cuando reconocí su voz grave. Leía la historia en italiano, narrándomela mientras estaba dormida.

No lo interrumpí, porque disfrutaba escuchándolo. La única vez que le había oído hablar su idioma nativo era mientras discutía con Obito o daba una orden a alguno de sus hombres. Aparte de eso, siempre hablaba en inglés.

Acabó el capítulo y pasó la página, mirándome de reojo. Volvió automáticamente a la página, pero se detuvo al darse cuenta de lo que había visto.

―Botón. ―Cerró el libro y lo dejó caer sobre la mesilla de noche―. ¿Cómo te encuentras? ―Acercó más la butaca a la cama y se llevó mi mano a los labios. Tenía barba de varios días, y sus ojeras me indicaron que no había dormido.

―Me siento... muy bien. ―Estaba de vuelta en casa, con mi marido. Todo lo que había pasado era como una pesadilla distante. Sabía que Bones estaba muerto, porque nunca olvidaría la manera en la que le había clavado la cuchilla en el corazón.

―¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

―Dos días.

―Oh...

―Perdiste mucha sangre. Llamé a un médico y te trataron aquí.

Entonces fue cuando me di cuenta de que tenía una intravenosa en el brazo y pude escuchar el pitido distante de un monitor. Me medían la presión sanguínea mientras el manguito se apretaba alrededor de mi brazo.

―Sabía que te sentirías mejor despertándote en tu cama con la ventana abierta. ―Me dio otro beso en la cabeza y apoyó la frente contra mis nudillos, como si fuera a rezar. Entonces me di cuenta de que mi alianza de boda había vuelto a mi mano―. Estaba tan preocupado...

―Estoy perfectamente. Perdí un poco de sangre, nada más.

―Casi te mueres, Botón. Deberías haberme dicho que estabas herida.

―Pensé que podría conseguirlo. ―A veces, me pensaba que era más fuerte de lo que era en realidad.

Me miró fijamente a los ojos como un hombre dividido entre la ira y la devoción.

―Estoy enfadado contigo por haberte marchado. Eso es algo que no creo que pueda perdonarte nunca. Pero también estoy tan agradecido por que estés bien, que da igual.

―Siento haberte herido. Pero no me arrepiento de lo que hice. ―Lo volvería a hacer mil veces.

―Tuviste suerte.

―No es verdad.

Me sostuvo la mirada mientras esperaba mi explicación.

―Me hice un corte y me inserté un cuchillo pequeño debajo de la clavícula. ―Me tiré de la camiseta para poder ver los puntos nuevos―. Sabía que me cachearían, pero que no prestarían atención a la herida. Entonces cuando estuve a solas con Bones, me metí los dedos dentro y saqué el cuchillo. Después lo maté. ―Pronuncié aquellas palabras sin emoción, porque no sentía ningún remordimiento. Todo lo que había hecho sonaba como una locura, pero nunca había estado más cuerda. Había hecho lo que tenía que hacer para protegerme a mí y a mi familia. Y ahora éramos libres.

Él sacudió la cabeza.

―¿Por qué no me lo contaste?

―Nunca me habrías dejado hacerlo.

―Y con razón. Esto podría haber acabado de otra forma muy diferente.

―Estaba preparada para esa posibilidad. Pero tenía que salvar a tu hermano. También es hermano mío.

Sasuke suspiró, y se le enterneció la mirada.

―El matrimonio se basa en la generosidad. Sabía que necesitas a tu hermano. No podía permitir que lo perdieras.

Él continuó mirándome fijamente, con un misterio en los ojos.

―Todo funcionó a nuestro favor. Así que dejemos el pasado en el pasado, y seamos felices.

Apretó la mandíbula y se quedó mirando nuestras manos unidas antes de volver a mirarme a los ojos.

―Tengo que hacerte una pregunta. Sea cual sea tu respuesta, nada cambiará entre nosotros. Pero debo saberlo...

Yo sabía exactamente lo que me estaba preguntando.

―No me violó. Bueno, lo intentó, pero no lo consiguió. Lo maté antes de que pudiera hacerlo.

Sasuke me escudriñó los ojos hasta que vio la verdad en ellos.

–Me desnudó y me inmovilizó. Pero aquello fue lo peor. –En aquel momento había sido aterrador, y apenas conseguí mantener la concentración. Pero él no necesitaba conocer aquellos detalles.

―¿Cómo te cosiste tu propia herida?

Nunca delataría a Lars. Lo había obligado a ayudarme contra su voluntad, y si le contaba la verdad a Sasuke, echaría a Lars a la calle.

―No fue tan difícil.

Levantó las cejas con incredulidad.

―¿Te lo hiciste tú sola?

―Sí.

―¿Cómo?

―Se llama espejo. ―Mentiría entre dientes, si tenía que hacerlo. Lars me había hecho un favor, y no podía pagárselo haciendo que lo despidieran.

Por suerte, Sasuke lo dejó.

―No sabía que supieras cómo hacerlo. Puede resultar útil.

–Sí... ―Ahora tendría que pedirle a Lars que me enseñara.

Me apartó el pelo de la cara y me dedicó una larga mirada.

–Eres increíble, ¿lo sabías? ―Los cumplidos eran escasos y llegaban muy de tarde en tarde en el caso de Sasuke Uchiha, así que lo atesoré como si fuera literal.

―¿A qué te refieres?

—Fuiste valiente cuando no lo habría sido todo el mundo. No tuviste miedo al clavarte ese cuchillo en el cuerpo. Y tuviste mucho valor para arrancártelo del cuerpo y apuñalar a ese hijo de puta en el corazón. Botón... eres mucho más valiente que yo y que todos los demás hombres juntos.

Le froté el brazo con la mano.

―No más valiente que tú. Si no hubieras venido por mí, habría muerto.

―No. ―Se inclinó y me besó en la frente―. Botón, tú habrías encontrado el camino.

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ESTABA SENTADA en la terraza con Sasuke a mi lado. Tenía un libro sobre el regazo, pero hacía mucho que había dejado de leer. En vez de ello, me dedicaba a disfrutar de las vistas que tenía justo delante. Sasuke estaba resolviendo papeleo para las bodegas. No había vuelto a trabajar desde mi regreso a casa. Me habían vuelto las fuerzas, pero él continuaba tratándome como si fuera frágil.

Alguien llamó a la puerta de nuestro dormitorio.

―Sasuke, ¿cuándo leches puedo verla? ―La voz enfadada de Obito atravesó nuestro dormitorio y llegó hasta nuestros oídos en el patio.

Dejó la carpeta sobre la mesa antes de levantarse con un suspiro.

―Grano en el culo...

Yo sonreí y esperé a que Sasuke trajera a Obito.

Obito abrió la puerta del dormitorio.

―Te invitaré cuando esté preparada para ver a gente.

―Han pasado cinco días ―saltó Obito―. Legalmente es mi hermana, y tengo tanto derecho como tú a verla.

Pude imaginarme la cara de enfado que pondría Sasuke.

―Ahora, si me disculpas... ―Obito rodeó a su hermano y se unió a mí en la terraza. Acercó una silla y me dedicó una mirada que nunca le había visto. Había auténtica alegría en sus ojos, y era la primera vez que me miraba como lo estaba haciendo―. Tienes un aspecto estupendo, Sakura. Más guapa que nunca.

Sasuke rugió detrás de mi butaca.

―¿Qué? ―preguntó Obito―. ¿No puedo llamar guapa a mi propia hermana? Ella sabe lo que quiero decir.

―Ignóralo y ya está ―le dije yo―. Ya sabes cómo se pone.

Ahora Sasuke me rugió a mí.

Obito me dio un cuidadoso abrazo, frotándome la espalda. Era un abrazo tierno, mucho mejor que cualquier gesto que me hubiera dedicado hasta entonces. Quién iba a decir que nos recuperaríamos de aquella horrible tarde en la que me había dado una paliza hasta casi matarme. Ahora no había nada más que amor entre nosotros.

―Muchísimas gracias, Sakura. Si no fuera por ti, estaría enterrado en un hoyo por ahí.

―Nunca permitiríamos que eso sucediera, Obito.

―No, en serio. ―Se apartó y me miró a los ojos―. Fuiste muy valiente. Después de lo que te hice, nadie te habría culpado por no hacer nada.

―Obito... eso es agua pasada.

―Para la mayoría de la gente, no lo sería. Sé que sólo ha sido posible por todo lo que quieres a mi hermano... aunque sigo sin tener muy claro por qué.

―¿Quieres morir, gilipollas? ―ladró Sasuke.

Obito lo ignoró.

―Nunca podré agradecértelo lo suficiente. Quiero que sepas que puedes contar conmigo para siempre. Necesites lo que necesites, ahí estaré. Si quieres helado en mitad de la noche cuando estés embarazada, me ocuparé de llevártelo. Si quieres que le dé un palizón a Sasuke cuando se porte como un imbécil, no dudes en pedírmelo. Sea lo que sea, puedes contar conmigo. ¿De acuerdo?

Sonreí.

―Entendido.

―No hay nadie mejor para llevar el apellido Uchiha. Me siento honrado de tenerte como hermana.

–Obito, para mí también es un honor.

Volvió a abrazarme antes de apartarse.

―¿Puedo hacer algo por ti?

―No. Creo que mi marido lo tiene controlado.

―Sí ―dijo Sasuke con un toque amenazador en la voz―. Su marido.

Obito se incorporó y puso los ojos en blanco.

―Tío, no quiero quedarme con tu mujer. Si quisiera, ya te la habría quitado. Así que relájate.

Sasuke no sonrió.

―Bueno... a lo mejor la quería hace un año ―admitió Obito―. Pero ya no la veo de esa manera... casi nunca.

El gesto de Sasuke se volvió más siniestro.

―Vale. ―Obito dio una palmada―. Oficialmente, no soy bienvenido. Nos vemos, Sakura.

―Nos vemos. ―Lo saludé con la mano mientras se marchaba.

Sasuke se aseguró de que saliera del dormitorio antes de echar la llave y volver a sentarse a mi lado.

Examiné la dureza de su rostro antes de hablar.

―No estás enfadado de verdad con él, ¿no?

Su mandíbula continuó tensa, lo cual contestó a la pregunta.

–Está flirteando contigo. No me gusta.

―A lo mejor sólo es su manera de ser amable.

―Bueno, pues preferiría que no fuese amable contigo.

―Sasuke, supéralo. Tienes que dejar de ponerte celoso y posesivo a cada momento, al menos en lo que a tu hermano se refiere.

―Tú no sabes todo lo que dijo de ti antes de que estuviéramos juntos.

―Eso no importa. Fue hace mucho tiempo.

Miró por el balcón a los viñedos que había más allá.

―No el suficiente. ―Después de todo lo que había pasado, Sasuke se mostraba más protector conmigo que nunca. Me tenía controlada con una rigidez de acero que nada podía traspasar.

―Pues a mí me cae bien y me gustaría pasar más tiempo con él.

―Sólo porque sea mi hermano no quiere decir que tú tengas que relacionarte con él.

―Sasuke, ya te he dicho que me cae bien. Nunca he tenido una familia propia, y es divertido tener a alguien que es como un hermano. Lars me recuerda un poco a un tío, y tú eres un marido tan sobreprotector como un padre. Es agradable.

Sus rasgos se suavizaron ante aquel comentario, y dejó de discutir.

―¿Podemos dar un paseo? ―Después de días de reposo innecesario en la cama, estaba ansiosa por mover los pies y estirar las piernas.

―¿No es lo bastante bonita la vista?

―Sasuke, me las puedo arreglar. ―En vez de esperar a que me diera permiso, me puse de pie y entré a ponerme las zapatillas.

Sasuke lanzó un suspiro audible, queriendo hacerme entender lo irritado que estaba.

Pero a mí me daba igual.

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CAMINAMOS ENTRE LOS VIÑEDOS, escuchando a los grillos en los campos. Alejados de la casa se sentía una fuerte brisa que se desplazaba entre las hileras. El viento me acariciaba el cabello con dedos amorosos, tocándome la nuca igual que hacía Sasuke.

Su mano se cerró sobre la mía y continuó lanzándome miradas de preocupación, aunque yo estaba perfectamente.

―¿Estás bien?

―Si necesito ayuda, te lo diré.

–No, no lo harás ―soltó él.

Sonreí levemente.

―Tienes razón. Probablemente no lo haga.

En contra de su voluntad, se le alegraron los ojos.

Me quedé mirando las colinas que teníamos delante, preguntándome qué habría al otro lado. A lo mejor sólo había más hectáreas de terreno hasta que apareciera la siguiente casa.

―¿Quién es tu vecino más próximo?

―Un amigo mío vive justo al otro lado de esta colina. Es su casa de vacaciones cuando viene de visita.

―¿Dónde vive normalmente?

―América.

―Entonces... ¿Había alguien que me podría haber ayudado justo en la puerta de al lado? ―En los primeros días de mi encierro, Sasuke me dijo que no había nadie a quien pudiera acudir. La población más próxima estaba a casi cincuenta kilómetros de distancia. Estúpidamente, me había tragado aquella historia.

Él sonrió.

―Sí. Pero no anda por aquí a menudo.

―Pero probablemente haya un teléfono dentro de su casa.

Él se encogió de hombros.

―Supongo. Pero espero que estés contenta con el modo en que han salido las cosas. ―Me pasó el pulgar por los nudillos―. Porque si tuviera que volver a encerrarte otra vez, lo haría.

―Supongo que yo también lo haría.

Me fulminó con la mirada.

Me encantaba tomarle el pelo porque era fácil conseguir que se picara.

―Sabes que lo digo de broma. Hablando de encierros, ¿alguna vez me vas a sacar este rastreador del tobillo?

―Prefiero no hacerlo.

―¿No te parece raro?

―No. ―No alteró el ritmo mientras caminaba a mi lado, con el maníaco sobreprotector todavía enterrado en él.

―Dado que no hay ningún peligro a mi alrededor, no creo que sea necesario.

―Siempre hay algún peligro, Sakura. Los ricos y poderosos siempre tienen que andar mirando por encima del hombro.

―Bueno, pues yo no quiero tener un dispositivo electrónico metido debajo de la piel. Tampoco es como si me fuera a escapar.

Él no pensaba ceder. Era evidente por cómo se movía.

―No va a ir a ninguna parte hasta que haya que sustituirlo.

De eso ni hablar.

―Entonces quiero que tú lleves un rastreador en todo momento. ―Aquello no le gustaría ni un pelo. Sasuke era un hombre que operaba en las sombras. No quería poder ser rastreado con tanta facilidad.

―De acuerdo.

Me quedé perpleja al escuchar sus palabras.

―¿Cómo?

―He dicho que de acuerdo.

―No... Sólo estaba intentando demostrar algo.

―Pues lo has hecho. Si tú tienes que llevar uno, yo llevaré uno también. Así siempre podrás ver dónde estoy, si alguna vez te preocupas por mí. Es un compromiso justo.

―Pero no estás entendiendo lo principal. Yo no quiero llevar nada.

―Pues es una lástima. ―Me miró con ojos de dictador, retándome a desafiarlo―. Ni te enteras de que está ahí, y gracias a ese pequeño rastreador, te pude salvar no una, sino dos veces. Siento que te resulte incómodo, pero para mí es imprescindible. Te sugiero que te acostumbres a él.

Sabía que había perdido aquella batalla, y lo que era más importante, que así es como iba a ser el resto de nuestras vidas. Sasuke Uchiha era un hombre al que no se le podía decir que no, y cuando se trataba de su familia, era implacable y prácticamente un lunático.

Tenía razón: debía acostumbrarme a ello.

―¿Y ahora qué? ―pregunté.

―¿A qué te refieres?

―¿Qué hacemos ahora? Bones ha desaparecido y el mundo parece un lugar mucho más sencillo.

―Bueno, eso depende enteramente de ti. Estaba pensando que podíamos vivir el resto de nuestras vidas tranquilamente aquí en la finca. Beberíamos vino, haríamos el amor y envejeceríamos juntos. ¿Qué te parece?

Me quedé mirándolo, sintiendo cómo se ensanchaba mi sonrisa.

―Suena bastante aburrido.

Él arqueó una ceja.

―Y eso es exactamente lo que quiero. Una vida larga y aburrida contigo.


Continuará en: BOTONES Y VERGÜENZA.

Botones y vergüenza está contado desde la perspectiva de Obito, pero Sasuke y Sakura tienen sus propios puntos de vista para desarrollar la historia general.