— Duele tanto... Quiero morir.
V dijo eso la primera vez que se vieron, mientras ambos estaban tan desesperados por tomar en control y dejar atrás al otro que no importaba nada más que eso.
Durante el rato que ella lo repitió como un mantra él se encargó de alentarla, de caminar como un loco por la habitación diciéndole que lo hiciera. La quería muerta a cualquier costo, eliminarla para renacer como un ave fénix.
Tenía la firme idea de que así sería libre, que engañaría a Arasaka de nuevo...
Muy en el fondo lo sabía. Siempre lo supo.
La única forma de joder de verdad a Arasaka es "abriendo las alas" del otro lado del muro negro, fundiéndose entre el código de Alt para desaparecer en silencio junto a las otras almas dentro de Mikoshi.
Johnny Silverhand se iría en silencio. No habría último grito o una despedida escandalosa en la parte de atrás de un bar. No habría una última vez en un backstage o un pitillo desde lo alto.
Sería en silencio, al observar a V agonizar lentamente en aquel callejón no puede decidir otra cosa.
Incluso luego, cuando el hotel en Pacífica parece detener y devolver el tiempo a cuando nada de esto había pasado, a cuando era un tonto que pensaba lanzarse de cabeza al peligro no puede decidir otra cosa que no sea el silencio.
V no despierta pronto, así que coloca unas pastillas en su mano.
Veinte minutos. Se dará a si mismo otros veinte minutos de libertad, de mezquindad antes de volver a ser un elemento decorativo en la cabeza de alguien más.
Antes de verse obligado a tomar las pastillas la consciencia se V se resbala lentamente, despertando. Podría obligarla a que durmiera más, retener el control por la fuerza y hacer de las suyas por tanto tiempo como quisiera, pero él mismo se regaña por la idea.
No estaría bien hacer eso. El cargo de consciencia que le queda por pensar en elimina la fuerza es desagradable en su paladar.
— Johnny... ¿Dónde estamos?
Ya está fuera de nuevo. No tiene ningún control ahora, V ha vuelto y mientras se gira para mirarla a los ojos siente que el mundo se paraliza a su alrededor.
— Un hotel en Pacífica.
Se pregunta si así se vio él cuando iba abandonando su cuerpo, capturado por el Almicida al extraer su engrama. Espera que no, es una vista tan deprimente que llega a doler.
— ¿Te ibas a tomar las pastillas? — La pregunta se filtra con simpleza, inocente en toda la extensión posible y luego un deje de agradecimiento que le revuelve el estómago.
Ella no debería tener que agradecer eso.
— Vamos... Entra por la ventana. — Ordena sin reconocer el propio tono de su voz.
V le mira un segundo con curiosidad antes de obedecer colándose a la habitación de hotel destruida por la ventana.
Johnny tiene buenos y malos recuerdos juntos, una amalgama de pensamientos que no ubica bien.
— En aquel rincón, levanta el piso.
Arrastrándose de manera dolorosa le obedece. Toma un cuchillo y levanta el piso luego de unos intentos fallidos que terminaron por quitar astillas de madera y papel tapizado.
V trata de hacerlo rápido, de manera eficiente incluso con las manos temblando con peligro. Ella no quiere mostrar que tan débil se siente, apartando mechones pelirrojos que se pegan al sudor de su frente.
Momentos después entre sus dedos están las chapas militares guardadas por casi sesenta o setenta años e iguales a como las recordaba... Como si el tiempo no pasara en este hotel de Pacífica, todo es igual que antes.
— Son... ¿Tus chapas?
Asiente lentamente con los recuerdos agrios apurándose por su mente, las palabras balanceándose en la punta de su lengua hasta que por fin se atreve a hablar.
— Quiero que te las quedes. Un recuerdo... Un símbolo de que no importa lo que pase estoy de tu lado.
— ¿Son de la Guerra de México? De eso hará unos sesenta o setenta años.
Setenta años son muchos años que se le han escurrido entre los dedos, pasando sin que se dé cuenta. Mira a V directo a los ojos, con una sinceridad que no le ha dedicado a nadie en demasiado tiempo y que siente tan alejada de él.
Johnny no es la clase de persona que habla con franqueza, directamente y desde el corazón, pero la ocasión lo amerita. Quiere dejar todo claro, así como no lo ha hecho con nadie desde hace mucho tiempo.
— Sí, hay... Hay una historia, de alguien, un compañero que... Quiero contarte. — Habla lentamente, esperando que V le detenga y se vaya tomando las pastillas para no oírlo. No sucede. — Fue durante la guerra...
V escucha atentamente, mirándolo con sus grandes ojos rojizos y las manos sosteniendo su rostro. De seguro se ha de sentir como escuchar las batallitas de un anciano demente, Johnny piensa eso incluso cuando ella no se mueve o parece aburrida, preguntando eventualmente hasta que la historia simple parece extenderse mucho más allá de los límites que pensó al inicio.
Disfruta hablando; disfruta de la atención tanto que casi puede olvidar todo lo que sucede, o al menos eso llega a creer antes de ver la sangre que se escapa en un ataque de tos especialmente fuerte.
— Vas a vivir, V. Puede que no valga para mucho mi palabra, pero te juro que haré lo posible para que te libres de mí.
— Gracias, Johnny, es...— Ella sonríe, los bordes de sus labios manchados de sangre. — es más valioso de lo que crees. Tus palabras y todo esto. Si debiera dar mi vida por ti, juro que lo haré.
Su voz no titubea, tomando una energía renovada. Es un juramento peligroso que Johnny no quiere que se vea obligada a hacer valer por él o por su capricho de querer desafiar a la muerte más de lo que ha hecho.
No la apura a levantarse, aunque quiere empezar los últimos movimientos de esta extraña obra.
V parpadea pesadamente. No quiere dormir, tiene miedo de perder el control incluso si sabe que Johnny no sería capaz de eso a este punto.
El silencio es un extraño acompañante para ellos dos.
— Valerie... Ese es mi nombre de pila. — V rompe el silencio repentinamente, lanzando una pieza del rompecabezas que resulta siendo.
Johnny lo toma en silencio al dejar el nombre bailar en la punta de la lengua. Sin detenerla deja que continúe hablando con los ojos cerrados.
— Mis padres me decían V... Creo que entre tanto trabajo no podían recordar cual era mi verdadero nombre.
Ella ríe sin gracia. Johnny ya sabía aquello porque a veces los recuerdos de ambas mentes fluctúan y convergen, encontrando refugio en la cabeza equivocada y quedándose allí.
Sabía tan bien el apodo de sus padres como ella seguro sabia su cuento con Alt y Rogue, aunque igual podía agradecer el gesto... El que compartiera algo tan personal con él solo por el placer de hacerlo.
Entonces ambos pueden disfrutar de la idea de solo compartir sus recuerdos por voluntad propia.
Había cierta magia en esas viejas historias de batallas y en las antiguas anécdotas familiares. También en las aventuras exageradas para probar la valía e incluso en los recuerdos dolorosos de los amigos caídos y perdidos.
Pronto la noche termina de caer mientras conversan plácidamente sin más intenciones que esa, como si solo se tratara de dos personas normales que el destino a unido sin malas intenciones.
Era ver a dos viejos amigos; a dos desconocidos con demasiado en común.
Era ver al Johnny de antes de la guerra, traído de regreso por ese hotel de Pacífica y a la V que trato de ser diferente a sus padres, sonriendo de verdad.
... Era ver pequeñas piezas de ambos encajar en el mismo rompecabezas.
