BELTANE (Primavera)

Ni serpientes de bífidas lenguas, ni erizos espinosos han sido vistos; Tritones y gusanos ciegos, no hagan mal: No dañen a nuestra Reina de las Hadas.
Sueño de una Noche de Verano.
William Shakespeare.


PRÓLOGO

Escocia

1° de febrero de 1513

La fragancia de jazmín y sándalo flotó a través de los árboles de serbal. Entre las ramas recientemente mojadas de rocío, una solitaria gaviota fantasmal, desde un banco de niebla, voló para besar el alba sobre las arenas blancas de Morar. La marea turquesa brilló débilmente en las sombras de las colas de las sirenas contra la orilla de alabastro.

La elegante corte real del Tuatha De Danaan se reunió en el esplendor de lujuriante verde. Los chaises sostenidos con almohadas de brillante color escarlata y limón adornaban la loma herbosa, esparcidos en una medialuna sobre la tarima al aire libre.

—Dicen que él es aún más hermoso que tú —comentó la Reina al hombre que yacía indolentemente al pie de su pedestal.

—Imposible. —Su risa burlona tintineó como los repiqueteos de un cristal roto en el viento feérico.

—Dicen que su masculinidad a media asta daría envidia a un semental —La Reina derramó una mirada bajo los párpados entrecerrados a sus cortesanos extasiados.

—Más probablemente a un ratón —sonrió con desprecio el hombre a sus pies. Los dedos elegantes mostraron un espacio pequeño de aire, y las risas disimuladas rebanaron la niebla.

—Dicen que completamente alzado, roba la mente de una mujer de su cuerpo. Demanda su alma —La Reina dejó caer las pestañas orladas para escudar los ojos encendidos con el fuego iridiscente de su travieso propósito. ¡Qué fácilmente pueden ser provocados mis hombres!

El hombre hizo rodar los ojos y el desdén se grabó en su perfil arrogante. Cruzó sus piernas a la altura de los tobillos y miró fijamente la extensión del mar.

Pero no engañó a la Reina. El hombre a sus pies era vanidoso, y no tan indiferente a su provocación como fingía.

—Deja de provocarlo, mi Reina —la amonestó el Rey Hashirama—. Sabes cómo se pone el Bromista cuando su ego está herido —Dio golpecitos a su brazo tiernamente—. Lo has fastidiado bastante.

Los ojos de la Reina se estrecharon pensativamente. Consideró por un instante abandonar esa veta vengativa. Una mirada interesada a sus hombres derribó ese pensamiento, cuando recordó lo que los había oído por casualidad discutiendo la tarde pasada con detalle insoportable.

Las cosas que habían dicho eran imperdonables. La Reina no era una mujer a ser comparada con otra mujer y encontrarse en falta. Sus labios se apretaron imperceptiblemente. Su mano exquisitamente delicada se rizó en un puño.

Seleccionó sus siguientes palabras cuidadosamente.

—Pero yo lo he encontrado ser como todos dicen —ronroneó.

En el silencio que siguió, la declaración se demoró, irreconocible; para la corte, algo demasiado cruel de dignificar, que un mortal pudiera tener semejante talento. El Rey a su lado y el hombre a sus pies se movieron inquietos. Ella estaba empezando a pensar que no había hecho blanco lo bastante dolorosamente cuando, al unísono, ellos mordieron el cebo.

—¿Quién es ese hombre?

La Reina Mito de las Hadas enmascaró una sonrisa satisfecha con un bostezo delicado, y bebió profundamente de los celos de sus hombres.

—Lo llaman Sasuke.


Esta historia pertenece a Karen M. Moning. Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto. Esta adaptación está siendo adaptada por NC41 en colaboración con ACT. Gracias por leerla.