Su corazón dolía de una forma que jamás había experimentado antes. Le costaba respirar, le costaba contener las lágrimas y era incapaz de hablar sin tener la seguridad de que su actuada sonrisa se desmorone.
— No tienes que hacer esto —Kanae le susurró con los ojos cristalizados y la mirada furibunda.
Kyoko la miró, sin brillo en los ojos pero manteniendo esa sonrisa dolorosa de ver. Abrió los labios, intentó decir algo pero al final las palabras no le salieron, respiró profundo y se secó una única lágrima que se le escapó. Por su lado, Chiori tenía una mirada complicada y estaba sumida en completo silencio, consolando como podía a María Takarada.
— Gracias por acompañarme y no...
— Siempre —declararon Kanae y Chiori.
Entonces se encaminaron, abrieron las puertas del salón y se dirigieron a las puertas tras las cuales se esperaba el destino de Kyoko.
Era patético, pero antes de que los asistentes abran las puertas ella no pudo evitar mirar atrás, hacia las puertas que daban a la calle, esperando algo que le daba demasiada vergüenza admitir pero que sabía que sus acompañantes conocían de antemano.
Kanae tomó su mano y la miró proponiéndole implícitamente lo que le había propuesto cada minuto desde el momento en que recibió la noticia. Kyoko casi podía escucharla decirlo:
"Vámonos, aún no es tarde"
Pero en ese mismo segundo, ya era tarde. Las puertas se abrieron y de inmediato los flashes llovieron mientras comenzaba la marcha nupcial.
Kyoko le dedicó una última mirada de aprecio y gratitud a su amiga y miró al frente, sonriendo como si fuera el día más feliz de su vida, como si en el altar estuviera él, sonriéndole. Como si este fuera el final feliz que incontables veces imaginó y no el comienzo de una vida lejos de él.
Su brazo era sostenido por el presidente, con una expresión muy lejana a la que tendría un ser que se alimenta de amor en una boda, pero no llegaba a ser una de miseria... Era más bien reflexiva y solemne, aunque Kyoko sabía que por dentro estaba llorando o tal vez enojado, o apenas se enfureció cuando tuvo que dejar su mano sobre la mano de ese joven de sonrisa bastante encantadora, pero arrogante.
— ¿Va a darme su mano?
Lory frunció el ceño, pero finalmente, con un suspiro dejó la mano de Kyoko sobre la suya y se retiró. Dejando a la pareja joven observándose, Kyoko sonreía, sí, pero no era precisamente una mirada de amor la que le dirigía a su novio. Mientras tanto, este tenía una expresión misteriosa y acto seguido bajó la mirada mientras caminaba de la mano con ella hacia el altar.
— Queridos hermanos —comenzó a decir el sacerdote—, estamos aquí reunidos para unir a este hombre y a estar mujer en sagrado matrimonio...
Jamás, jamás, se hubiera imaginado en su niñez que casarse con Fuwa Shotaro, su príncipe, se sintiese tan horrible... Tan doloroso, tanto como si la estuviesen asesinando lentamente mediante todo método conocido y desconocido de tortura.
Y el maldito tiempo corría como un río caudaloso, era imparable. Kyoko no escuchaba el palabreo del sacerdote y se quedó inmersa en lo que hubiera deseado para ese día que un tiempo pensó que sería el más maravilloso de su vida, luego pensó que sería algo que debía evitar, luego se convirtió en su más vergonzosa fantasía y ahora... Era el infierno.
— Si hay alguien que conozca un motivo por el cual esta unión no deba darse que hable ahora o...
El padre se detuvo y observó con detenimiento a la puerta del salón. Kyoko ya no tenía casi ánimos de continuar existiendo, pero al ver que María Takarada sonrió radiante, se giró de inmediato con una esperanza que jamás iba a aceptar que tenía.
Ahí estaba él, con una mirada de absoluta desolación, parado en medio del pasillo.
Se miraron, café y ámbar se fundieron, el mundo desapareció por un momento. Pero Kyoko sabía que, aunque tal vez ambos tuviesen la misma idea, y en un mundo maravilloso ambos podrían correr de la mano lejos de esto... Ella tenía a alguien importante por quién velar, alguien por quién no se retiraría, por más que sintiese que moriría de desolación en el momento en que escuche la frase que lo dé todo por terminado.
Él al parecer la entendió, y, aunque quería evitar pensar en que quizás él la vea como mujer, esa lágrima suya le hizo comprender muchas cosas. En silencio él se sentó a lado de Yashiro-san, a quien las lágrimas ya se le habían acabado al parecer y ella con lentitud volvió su vista al sacerdote.
— Ah —carraspeó—... Si hay alguien que se oponga a esta unión que calle ahora o —carraspeó de nuevo y se corrigió—, es decir, que hable ahora o calle para siempre.
Kyoko miró con envidia a María, pues la pequeña con toda la libertad del mundo comenzó a llorar. La novia ya tenía demasiado dolor por contener ese grito de agonía y mantener esa sonrisa sin que su rostro se deforme por la desesperación.
— No... Creo que no hay nadie, padre —la mirada de Sho era sombría pero se notaba la decisión en su tono de voz.
Nadie habló, aunque los que se sentaron en el lado de Kyoko tenían innumerables motivos para alzar la voz, nadie lo hizo, porque sabían que Kyoko ya había tomado una decisión.
— Entonces, les declaro marido y mujer, joven, puede besar a la novia.
Sho la miró con frustración y fastidio, más con él mismo que con lo demás, y con delicadeza alzó el rostro de ella y tomó sus labios.
Los aplausos no fueron muy entusiastas.
— Vamos a hacer que funcione —le susurró.
— Por ella —Kyoko murmuró con debilidad mientras acariciaba su vientre con discreción.
Después de ese momento, todo fue borroso y confuso para Kyoko, pues su alma no estaba ahí. Y, sin importar que el apreciado presidente de L.M.E. no escatimó en gastos para obsequiarle la boda de sus sueños, tan mágica que en caso de ser un día feliz ella estaría revolcándose en el suelo riendo como una demente de alegría y emoción por cada detalle que parecía sacado de cuentos de hadas, ella no podía sentir más que puñaladas en el corazón.
Kyoko ya no quería buscarlo con la mirada, así que ponía toda su fuerza de voluntad en mirar a sus manos o a su abultado vientre que todavía podía ser disimulado para que nadie lo notaba debido a su delgada complexión. Su bebé debía de tener una familia unida, eso era lo que deseaba para ella y sacrificaría todo por darle eso que no pudo tener. Es por ello que, aunque sabía que "Sho era Sho", pondría de su parte para ser el mejor padre que podría, no esperaba más de él. Además él realmente se veía muy honesto cuando le suplicó por una semana que se casen ya que su plan era encargarse de la niña por su cuenta y renunciar a la actuación porque ser madre soltera era algo con lo que la prensa iba a destrozarla. Su amado, ella sabía, que no tuvo malas intenciones cuando le preguntó si es que ahorraría porque de hecho ella sabía que estaba en su derecho de abortar si es que no se sentía capaz, además de muy asustada, de ser madre pero cuando soñó con una pequeña niña en sus brazos mirándola con absoluto amor y se recordó a sí misma buscando amor en su madre con ese mismo brillo, simplemente no pudo más que quedarse en las puertas de la clínica, paralizada. Ella hizo su elección cuando llamó a su amado senpai, el hombre de su vida, para que la recoja, y en el trayecto, con el corazón roto le comentó su decisión dándole a entender que de ninguna forma dejaría que él sacrifique su vida profesional y personal para ayudarla con algo que ella estaba eligiendo, una gran responsabilidad con consecuencias que no le correspondía a nadie más que a ella enfrentar.
Mientras Kyoko estaba perdida en sus pensamientos, Sho se encargó de guardar las apariencias y hacer de esa fiesta más una boda que un funeral en el que su madre era la única que estaba encantada. Sin embargo, todo era demasiado fastidioso, especialmente cuando tuvo que encargarle a Tsubasa, uno de sus amigos de Akatoki, que vaya a impedir que Mimori se suicide como le amenazó que iba a hacer por mensaje de texto.
De a pocos su cansancio se convirtió en ganas de huir por las miradas sofocantes de los amigos de Kyoko, y no ayudaba pensar que después de esto seguía la boda tradicional en el Ryokan de sus padres. Esta boda fue pensada para que vaya acordé a los gustos de Kyoko y la prensa se convenza de que eran dos jóvenes locamente enamorados que no podían esperar por casarse en lugar de sospechar algo un poco más cercano a la verdad. Por eso, tanto Lory Takarada como el presidente de Akatoki, se encargaron de contratar fotógrafos y reporteros de confianza que ayudarían a venderle al público lo que ellos querían vender para salvar sus carreras. Pero la boda que se efectuaría dentro de unos meses sería una auténtica boda japonesa, como debía de ser según sus padres.
— Felicidades, Fuwa-san, Kyoko-san —saludó Momose, con una sonrisa melancólica—, quería darles personalmente este obsequio, es uno adicional al que dejé con los demás porque este es más personal.
— Gracias, Momose-san —Kyoko sintió radiante, pero la sombra del dolor aún era visible por más buena actriz que fuera.
Sho recibió el regalo en silencio y lo abrió, quedando sorprendió por lo que observaba, eran un par de coronas de plata, preciosamente decoradas.
— Sé lo mucho que a Kyoko-san le encanta la fantasía y creí que esto sería algo que podrían disfrutar juntos
Sho suspiró, a Kyoko en verdad le gustó el regalo pero ni este pudo hacerla realmente feliz, lo sabía. Entonces buscó una excusa y se fue al baño para estar solo y pensar, lejos de toda esa gente que en el fondo sabía que el novio jamás debió de ser él... Hasta los señores del Daruma-Ya parecían deprimidos y por eso decidieron adelantarse a Kyoto días atrás para solo estar presentes en la ceremonia tradicional que ahí se llevaría a cabo.
Kyoko se quedó en los brazos de sus amigas, todas las actrices sonreían radiantes para las cámaras, pero ni bien paraban de tomarles fotos todas se sumían en la tristeza. Esa habilidad de las actrices asustaba a Ahí y también le deprimía, ¿acaso para todos era evidente que Kyoko estaba realmente enamorada de ese actor de quinta? No, la mayor preocupación de Sho ya ni siquiera era la vergüenza de saber que para casi todos en la recepción él no es digno de ser el flamante novio de su adorada Kyoko, sino el hecho de que de pronto Tsuruga Ren decida pelear una vez más y termine por convencer a Kyoko de irse con él y así alejarlo de su hija.
Se fue al baño para recobrar fuerzas para lidiar con todo esto, porque definitivamente esta no era la victoria que él esperaba. No, no lo era para nada, era más como una derrota. Soltó un largo suspiro cuando de pronto sintió un fuerte golpe en la espalda, y al abrir los ojos se dio cuenta de que Tsuruga Ren lo había lanzado contra la pared. El olor a alcohol de su aliento era potente y sin poder controlarlo soltó una risa tan amarga como irónica.
— ¿Vas a golpearme y a huir con mi mujer? —escupió con ironía, tal vez ese es el final que todos estaban esperando— No creo que a mi hija le guste tenerte como tío si insistes en golpear a su padre.
Se sorprendió de ver a ese hombre poner una expresión tan lastimera, su rostro prácticamente se había deformado por el dolor y en eso golpeó la pared a lado de su rostro, dejando un agujero que al cantante le hizo soltar un grito ahogado de susto no muy masculino que digamos. Sin embargo, el actor pronto se recuperó, lo tomó con fuerza de la solapa de la camisa, alzándolo un poco del suelo y le amenazó con un tono de voz siniestro.
— Si te atreves a no hacerla feliz...
Su mirada asesina y demente terminó la frase por él. Sho sonrió de lado con amargura, se soltó y se fue de ahí, con paso apresurado porque aunque lo ocultaba no quería lidiar con el despechado actor borracho.
— Es momento de irnos, Kyoko —le anuncio, disimulando como pudo sus ansias, pero no pudiendo evitar el tono apenado y apagado al encontrarse con el cascarón vacío que ahora era su esposa.
Él no pensó que las cosas fueran tan malas hasta que cuando la vio entrar al altar supo que estaba peor que cuando la encontró en el callejón luego de escuchar lo que dijo Saena, quien ahora observaba a la nada con el ceño fruncido desde su asiento. Hasta se dio el lujo de reír triunfal y burlarse de su derrotado rival, aunque las cosas llegaron a este punto de una forma que detestó por completo.
Pero ahora estaba casi arrepentido. Casi, porque al final, tampoco es que tuvieran mejores opciones.
Despertar con Kyoko esa mañana fue una sorpresa tanto para él como para ella, ambos fueron drogados sin su consentimiento esa noche así que ninguno tuvo la culpa. Aunque obviamente él lo tomó mucho mejor que Kyoko, quién lloró por semanas. En realidad, él sí lo tomó muy bien, principalmente porque no cayó en cuenta de que el sufrimiento de Kyoko era auténtico hasta que la miró a los ojos antes de decir el "sí, acepto". Por eso, cuando descubrieron que ella estaba embarazada, él, aunque en verdad dudó, puso al tanto a sus padres de la situación y de inmediato le propuso matrimonio.
No, no estaba listo ni quería ser padre a sus 18 años, pero las cosas eran como eran y Kyoko no parecía estar convencida de abortar y él no iba a ser un cobarde. Jamás lo fue, a pesar de que no siempre fue la mejor de las personas.
En el auto Kyoko se apartó de él como si el más ligero contacto quemara.
— ¿A dónde iremos, Shotaro?
— Iremos a Seúl, sé que no tienes muchos ánimos para trabajar y mucho menos para una "Luna de Miel" así que ahí podríamos aislarnos de todo y centrarnos en nuestros propios asuntos sin dejar de aparentar ser la pareja feliz que tenemos que aparentar ser.
Kyoko solo asintió y se quedó tiesa mirando por la ventana.
Sho empezaba a sentirse auténticamente como un miserable, pero no se podía arrepentir porque esa elección fue tomada por ambos sabiendo que aunque pueda ser un error era lo más válido para ellos.
No quería dejarla sola, no de nuevo y mucho menos quería pensar en ese hombre, Tsuruga Ren, criando a su propia hija.
Jamás.
Claro que antes de tomar determinación tuvo su temporada de golpear paredes, llorar en los baños y en las faldas de Shoko, patear máquinas expendedoras y mirar al techo con el ceño fruncido, completamente asustado por todas las implicancias de ser padre y el impacto, seguramente negativo, que esto tendría en su carrera. No obstante, concluyó que prefería esto a muchos otros escenarios, como el de Kyoko habiendo sido abusada múltiples veces esa noche por extraños y tal vez hasta siendo víctima de trata por los asquerosos que le pusieron eso en su limonada.
Él estaba demasiado borracho, y se llevó a Kyoko de ahí antes de que los verdaderos abusadores llegasen por ella, sin embargo, él también había sido drogado sin darse cuenta y los efectos se dieron cuando ya se habían ido del club. Ya días después, en medio de las investigaciones y luego de haber sido casi asesinado a golpes por Tsuruga Ren debido a la sospecha de que él había sido el responsable de todo y que se aprovechó de Kyoko, descubrieron lo que él ya sabía: ambos fueron drogados e intimaron sin protección como conejos porque, según lo que creía saber pero en realidad era lo que quería creer, la droga les permitió dejar fluir sus verdaderos sentimientos.
Ambos demoraron en recordar lo que pasó, pero mientras más recordaba más convencido estaba de que Kyoko disfrutó de su relación tanto como él en ese momento. Por eso tuvo la cara de reírse de Tsuruga Ren y hasta celebrar como si fuera victorioso sin ningún descaro mientras ignoraba el dolor de Kyoko, al menos hasta que se supo lo del embarazo.
Sho sabía que aunque Tsuruga Ren estaba borracho estaba hablando completamente en serio y chistó los dientes.
"¡¿Cómo hacerla feliz, maldita sea, si nada de lo que haga será suficiente ya que ella solo quiere estar contigo?!"
Se preguntaba con desesperación y enojado de esa vergonzosa y penosa verdad.
Kyoko derramó lágrimas silenciosas, recordando cómo su senpai le suplicó que no se case, que él iba a hacer de todo para que a su bebé no le falte nada ni nadie, ya que asumió que Shotaro volvería a ser el patán de siempre en esta situación. Una parte de ella, la más egoísta, le dijo que acepte el sacrificio que su senpai le insinuó que haría. Ahora tal vez, si ese lado suyo hubiera ganado, se estaría casando con él y no con el padre de su bebé. Pero no, Kyoko no era así, o no quería serlo.
Llegaron al aeropuerto y Sho se sorprendió de ver que ahora sí su esposa, ante las miles de cámaras y fanáticos, sonreía y sus ojos estaban radiantes de una felicidad que él no entendía cómo apareció. Y él, tardó un poco en adaptarse, pero los lentes de sol le ayudaban.
Las preguntas llovían de un modo confuso, pero ella respondía las que podía mientras se acurrucaba en su hombro y él atinaba a besarle la coronilla y sus manos, las cuales estaban entrelazadas.
— Kyoko-san, ¿ahora será "Fuwa-san"?
— No —Kyoko ríe—, yo siempre seré Kyoko y aunque amo por completo a mi esposo mi individualidad es algo que jamás voy a dejar de lado.
La prensa se quedó callada por un momento, pero la prensa internacional y las fans lo tomaron como algo audaz y "genial". Sho no sabía si iba a decir algo cuando sintió un beso dulce y amoroso de parte de Kyoko y él cayó en su red, derritiéndose por completo.
