Abrí mis ojos.

Vi un techo, estaba oscuro y el ambiente era húmedo, sin embargo no tenía frío, en el fondo sabía que nunca tendría frío de nuevo, no con este pozo de lava ardiendo en mi interior. No sabía dónde estaba, ni por cuanto tiempo estuve inconsciente. Mi mente se sentía lenta y no podía pensar con claridad. Y entonces todo regresó, de golpe, como un balde de agua fría, como un puñetazo en el estómago. Y recordé, los recuerdos como cuchillas.

Recordé cómo fui sola a forjar el candado, sin decirle a nadie, en el medio de la noche. Recordé ese lugar que no era un lugar y recordé cómo mi poder fluyó de mí hasta que se volvió doloroso y finalmente se forjó el candado con la misma forma con que lo había conocido. ¿Cómo imaginar que ese colgante costaría tanto, que me quitaría tanto de mí misma? Recordé el dolor de Elena hasta que la perra de Deanna hizo desaparecer su alma para siempre y recordé lo que cargaban; una presencia tan negra que parecía estar hecha de la oscuridad misma y que parecía contener todo el odio y el dolor del mundo: Erawan. Me recordé a mí misma que había valido la pena, que ahora mis amigos eran libres de esa amenaza, una carga menos para ellos. Recordé cómo los dioses cruzaron la puerta a su mundo y recordé también cómo una se había quedado atrás, la que parecía hecha de luz y calor. Recordé como Mala me dijo que lo hiciera, que hiciera lo que tenía en mente, me dijo que recordaba, porque esa clase de sentimientos simplemente no se olvidan, me dijo que los dioses habían tenido una larga existencia pero que ella había tenido mucho más, ella tuvo una vida, ella amó y soñó y luchó pero que sin embargo para ella se había acabado y que su última acción sería darme una segunda oportunidad para que yo pudiese forjar un mundo mejor. Así que Mala hizo lo que yo había hecho unos instantes antes y todo su poder fluyó de ella hacia mí, y fluyó hasta que la diosa desapareció y supe que ya no quedaba nada de ella, y mientras desaparecía y miraba sus ojos de fuego no vi en ellos ni un atisbo de arrepentimiento. Mandé a los dioses al infierno (literalmente) y entonces cerré todas las puertas y empecé a caer y fui pasando mundo por mundo guiada por las marcas en mi espalda y estaba cerca, tan cerca de mi mundo cuando empezó a disminuir mi velocidad y simplemente no lo logré, me quedé atascada tan cerca, solo un mundo antes y choqué contra el piso, en una montaña, y la forma que había adquirido mientras estaba en ese lugar que sin embargo no lo era , el de una antorcha viviente, fue quemándose hasta que adquirí de nuevo un cuerpo y sentí mis brazos y piernas. Recordé mirar hacia arriba y ver tres montañas y entonces todo se volvió negro.

Volví de repente de ese diluvio de recuerdos, regresando al ahora y busqué el lazo, y el lazo… era tan fino y estaba tenso, como una cuerda cuando la estiras demasiado, pero estaba ahí y nunca me sentí tan aliviada como en ese momento.

Traté de retener todo lo que había visto mientras caía, todo lo que había aprendido en esos momentos que se sentían tan lejanos ahora. Volví a preguntarme durante cuánto tiempo estuve inconsciente. Entonces recordé por qué desperté en primer lugar, lo que sentí en mis huesos como un terremoto, el poder, eso fue lo que me hizo despertarme, como si ese poder llamara al mío propio, y entonces lo sentí nuevamente, y esta vez era oscuro pero no necesariamente malo y se sintió exactamente como las llaves del Wyrd. Y pude jurar que había una presencia a mi lado que me decía Aún no mientras todo se volvía negro de nuevo.

-Y entonces Aelin Galathynius, la Reina de Terrasen, lejos de su reino y su corte y su rey, quedó inconsciente de nuevo.

Rowan:

Me desperté al sentir su ausencia con la convicción de que había pasado algo. Sé lo que le ronda su cabeza. Cuando piensa que nadie está mirando y pone esa expresión en su cara, yo miro. Yo la miro siempre. Cuando miro sus ojos puedo ver la sabiduría de cien vidas en ellos. Y pensar que un día la llamé niña. Iría hasta el fin del mundo por ella, daría cualquier cosa por ella, y sé que ella haría lo mismo por mí, por nosotros. Y eso me aterra.

Me levanto de un salto y es entonces cuando veo la nota junto a las armas. Sé lo que significa. Salgo corriendo llamándola a gritos, siguiendo su olor hacia el bosque. El lazo entre nosotros es muy fino pero para mi alivio todavía está ahí. Encuentro las marcas del Wyrd. Sé lo que significan. Tengo ganas de gritar o de golpear algo (preferiblemente lo último) cuando no veo rastro de ella. Tonta y valiente y tonta de nuevo, siempre sintiendo esa necesidad de proteger a los demás. Lo hizo sola, malditos sean los dioses, SOLA.

Me aferro al lazo que nos une sin perder la esperanza, me aferro a él como si mi propia vida estuviese en riesgo, porque lo está. Veo pasar a los demás, preguntándome que sucedió. No me salen las palabras, no tengo las fuerzas para decirles que su reina, mi reina, se sacrificó por todos, que fue a cumplir la promesa que hizo alguien más a los dioses hace mil años. Por suerte encuentran la nota, que aparentemente dice todo lo que tienen que saber. Sé que hablan conmigo, pero no entiendo una palabra.

Me quedo arrodillado enfrente de las marcas, como esperando que aparezca como un milagro, sigo aferrándome al lazo con todas mis fuerzas y lo hago durante horas y horas y cuando amanece, cuando puedo ver los primeros rayos del sol en el horizonte, me levanto. Porque como un milagro está aquí y está viva y está aquí y la puedo ver y de alguna forma se ve más hermosa de lo que se ha visto nunca y su olor me llama y de nuevo sentía el lazo entre los dos.

Siento tal ráfaga de emociones al verla que caigo de rodillas nuevamente y ella cae de rodillas frente a mí. Veo lágrimas saliendo de sus ojos y siento las mías mojándome la cara mientras nos abrazamos como si de esa forma nadie nos pudiese separar nunca. Me acaricia la cara con un amor tan profundo que me estremezco y dice con voz temblorosa mirándome a los ojos:

-Te extrañé.