Memorias:

Es mi primera vez en el fandom, y la primera vez que escribo de Kindred. Espero que les guste, es el primero de varios One shots y drabbles que tengo pensandos de mis dioses de la muerte favoritos xd

Disclaimer: Kindred y League Of Legends le pertenecen a Riot Games, lo unico original es el uso que le doy a los personajes.


Memorias:

Antes de fallecer mi abuela me paso un libro, era un libro viejo, las hojas amarillas y la tapa gastada por el tiempo. Pero a pesar de eso, las palabras dentro de estas todavía eran legibles. Era un cuento, uno muy antiguo.

No era largo, no debía pasar de las cien páginas. Era una tragedia, trataba de un reino olvidado; de como un joven rey se enamoraba una muchacha, una hábil artesana que encandilo al rey con su arte.

"El amor florecía, y la joven en una muestra de amor hizo una muñeca, una que representaría el amor entre ellos. Pero nada dura para siempre.

Un día la reina enferma; el rey lo intento todo, llamando magos y doctores de todo el mundo, más ninguno fue capaz de detener la enfermedad solo retrasarla. Y tras haber intentado todo y fracasado, la artesana hecha reina falleció.

El rey lleno de culpa y tristeza descuido su reino, lentamente sumiéndolo en la ruina. Pasando sus días en la oscuridad de su palacio, pues desde la pérdida de su amada nada iluminaba su vida. Lentamente aquella tristeza fue transformándose, retorciéndose, destruyendo la mente del gobernante.

El hombre, antes muchacho, en un acto de desesperación envió a cada soldado y explorador en busca de una forma de revivir a su esposa. Los días pasaban, el tiempo no se detenía, y con cada minuto aquella frágil cordura fue resquebrajándose. Siendo la única testigo de aquella caída la pequeña muñeca que su amada confecciono.

Pero, todo cambio un día, uno de sus exploradores regreso al reino. Noticias buenas que alegraron y llenaron de esperanza al rey; más allá del horizonte había unas islas, iluminadas y bendecidas por la vida. El explorador había llegado de casualidad tras largo tiempo navegando en el mar; en estas se encontraba una piscina donde se encontraba la causa de aquella bendición. Una posibilidad de regresar con su querida artesana.

Preparados fueron los barcos, y tan pronto como estuvieran listos zarparon rumbo a aquellas islas bendecidas.

El viaje fue largo y tedioso; Pero la esperanza de volver a ver a su reina es lo que forzaba al hombre a continuar. Finalmente llegaron, y con ellos llego el caos; al principio intento usar su labia y carisma para que lo dejaran pasar, pero al final todos y cada uno de aquellos intentos fracaso.

'Aquello que ha perecido no puede regresar, y si regresa, no será lo mismo.' Era la constante respuesta del sacerdote líder, más aquellas palabras caían en oídos sordos. El enloquecido rey tomo una acción drástica que cambiara para siempre el curso de la historia.

Ordenando a todas sus fuerzas atacar las islas, destruyendo todo a su paso, no hubo misericordia para ninguno. Destruyendo poblados, corrompiendo las islas con aquella maldad. Finalmente llego al templo en el centro de las estas, una larga piscina se encontraba en esta, el ultimo de lugar sagrado que no había sido manchado por los estragos del rey y sus súbditos.

Lo único que quedaban para defenderla era aquel sacerdote con sus guardias; uno a uno fueron cayendo, gota a gota aquel lugar sagrado era mancillado.

El sacerdote fue el último, gritándole que se detuviera, que no podría volver. Palabras vacías para un hombre que había perdido todo, encontrándose en lo más profundo de la desolación.

El rey, completamente roto, entrego a su esposa a las aguas benditas. Pero nada sucedió, pues como el sacerdote había dicho 'lo muerto, muerto esta' y la reina no volvió. El hombre al ver esto, en un estado de ira desenfrenada golpeo con todas sus fuerzas aquella piscina manchándola con la sangre derramada, mientras rugiendo en desesperación al ver su esperanza destruida frente a él.

Eso fue lo último que se escuchó de aquellas islas, antes de que desaparecieran de la historia junto al rey.

La triste tragedia de un reino olvidado, de un rey enloquecido por la perdida.

La tragedia de Viego e Isolde."

Pero eso no era lo más destacable del cuento, no. Lo que hacía que aquella historia todavía viviera en mi memoria eran los narradores. Se hacían llamar Oveja y Lobo; Oveja embellecía la historia, una prosa única capaz de atrapar a cualquiera, tan bella como elocuente, en cambio su compañero era un ser sardónico un comentarista cruel que se deleitaba del sufrimiento de los personajes.

Al inicio pensaba que era una simple forma en la que el autor se insertara en la historia; pero, conforme pasaba el tiempo me di cuenta de que no podía estar más equivocado. No era el autor quien lo narraba; ni un ser omnipresente que servía como ojos de la audiencia; dos seres que en realidad son uno, el final de la vida. La oveja y el Lobo no eran más que representación de la muerte.

El lobo representando a aquellos que le temen, un ser que devora y caza a aquellos que la rechazan. La oveja, acabando suavemente con quienes la aceptan sin miedo alguno, con el mismo cariño que una madre profesa a su hijo, aunque con un frio aún más helado que los peores inviernos. Una dualidad, rechazo y aceptación.

Nunca entendí porque mi abuela me paso el libro, porque me dijo que lo leyera y me metiera en los papeles de los narradores. No lo haría hasta mucho tiempo después…

Me acuerdo bien.

Era una tarde de invierno, la nieve caía con calma, la fría brisa joniana moviendo aquellos copos con lentitud. Había sido un invierno duro, las cosechas escaseaban y mi abuela había caído presa de una enfermedad. Me encontraba de camino a mi hogar, había ido a la aldea cercana para comerciar con el fin de obtener aunque sea un poco de pan.

Aquella brisa se fue transformando en un fuerte vendaval que impedía mi avance por la cantidad de nieve que movía. Fue en aquel momento en que lo presencie.

Un pelo blanco y puro como la más pura de las nieves, un arco de madera ceniza empuñaba, y una máscara oscura portaba. Era hipnótico. Una flecha cargada en aquel arco, la cuerda tensa, y en un instante una flecha espectral salió disparada. Habiendo disparado, simplemente desapareció, y con ella el viento menguo…

Mi abuela murió aquel mismo día. La enfermedad se complicó, no pudimos hacer nada, pero a pesar de todo ella murió sonriendo. Y por la fracción de un segundo, fui capaz de ver aquella flecha en mi abuela.

Esa fue la primera vez que los vi. La segunda fue menos placentera.

Las invasiones noxianas había hecho estragos, destruyendo y conquistando todo lo que alcanzaba su vista. Recuerdo los fuegos, los gritos, el miedo.

Aquella vez no vi la figura blanca, lo que vi fue mucho más aterrador. Un lobo negro, de una oscuridad tan profunda que la luz misma era devorada. Moviéndose a velocidades imposibles, saltando entre civiles y soldados. Portaba una máscara blanca contrastando con aquella oscuridad. El lobo estaba en todos lados, en la flecha que atravesó a un amigo, en la espada que decapito a un soldado; cazando constantemente a aquellos que lo rehuían sin distinguir si eran jonianos o noxianos.

Al verlo, hice lo único que se me ocurrió. Y corrí, corrí hasta que no pude más, corrí hasta que me sangraron los pies.

E incluso después, seguí corriendo. Hay días donde me pregunto si me vio, si decidió perdonarme la vida, o tal vez, se dio cuenta que no era mi momento. Son preguntas que no me dejan dormir en las noches. Aun hoy en día siento pavor cuando estoy a oscuras. Puedo sentirlo, los pasos de un cazador acechando a su presa, jugando con ella, sabiendo que ya ha ganado.

¿Sabes por qué te relato esto? Es porque ya no me queda tiempo. He vivido bastante ya, sé que la oveja o aquel lobo vendrá a por mí. No creo poder pasar de esta noche. Si no mal recuerdo, cuando estaban juntos se hacian llamar…

Kindred

Memorias de Ardyn – Capitulo XIII: Kindred – página 624