Rana de Chocolate

Advertencia: solo quiero resaltar que aquí Voldy brilla por su ausencia, no existió, por lo menos Tom nuca creo a su contraparte villana. Por lo tanto ni Harry es el elegido ni Draco recibió la marca tenebrosa. Es decir, mis queridos niños, Draco no tuvo verdadero interés en Harry durante la época de Hogwarts. ¿Por qué? Porque sí.

Rana de Chocolate

O cómo un error de fábrica pudo unir dos corazones… Pero era demasiado largo para el título y no se veía linda la portada con ese nombre.

Cerró con más fuerza de la necesaria la puerta cuando entró a la oficina consiguiendo que su compañero se sobresaltase. Blaise lo miró con una ceja alzada esperando una explicación pero Draco lo ignoró y siguió caminando a su escritorio. Se sentó en su costosa silla con soporte lumbar y se cruzó de brazos mirando fijamente a su compañero.

El moreno repentinamente tuvo una fuerte necesidad de sacar papeles de su escritorio. Comenzó a acomodar pergaminos, reportes, pisapapeles. Todo con la intención de evitar a toda costa mirar al rubio. Estaba enfurruñado y cuando Draco estaba enfurruñado lo mejor era ignorarlo.

―Blaise…

―Si acomodo esto por aquí… sí, me parece bien… ―Murmuraba mientras acomodaba las cosas.

―Zabini.

―El jefe quiere que termine…

―¡Zabini, sé mejor que nadie que estás al día! ―gritó exasperado el rubio al ver que su amigo lo ignoraba.

El mencionado cayó teatralmente contra la silla y miró con fastidio al rubio.

―¿Qué quieres, Draco? ―preguntó apoyando el mentón en su mano, mirando aburrido al rubio, listo para ver a una escena digna de un drama Queen.

―¡No quiero nada de otro mundo, Blaise!

"Aquí vamos de nuevo" pensó Blaise rodando los ojos viendo que se trataba de una de las típicas escenas del rubio después de hablar con Luke Fuscoe, el jefe de los Inefables.

»―Es obvio que estamos mucho más capacitados que esos Aurores de cuarta. Cómo pueden darle una misión tan importante a esos tipos que…

Blaise solo dejó de escuchar. Se concentró en mirar al rubio y asentir cuando este lo miraba fijamente esperando alguna respuesta.

Vio cómo se levantaba y comenzaba a caminar de un lado a otro mientras se quejaba con mayor intensidad. Podía mandarlo a callar con facilidad, podía decirle lo insoportable que era pero eso llevaría a más quejas y a más parloteo incesante.

―Draco, por el amor a Merlín deja ya de quejarte. Es muy temprano para las quejas. Acepta que los Aurores tienen mayor jurisdicción que nosotros en algunos casos.

El rubio miró indignado a Blaise, sentía que acababa de ser insultado.

―Es que es tan injusto, yo quiero esos casos ―se quejó como un niño pequeño.

―Draco, necesito que el adulto vuelva y el niño vaya a dormir. Dentro de poco tenemos una reunión y necesito que te centres. Si querías esos casos hubieses estudiado para auror y no para inefable.

Blaise se colocó de pie ya harto de tanto drama y salió de la oficina. El rubio bufó con fastidio pero descruzó los brazos y salió detrás de su compañero, aunque le molestase no dejaba de tener razón.

Harry estaba en el atrio del ministerio. A pesar de recién llegar se sentía realmente cansado. A penas la noche anterior había terminado una misión realmente cansada y larga. Aunque la misión había terminado quedaba la parte más complicada y difícil: los interrogatorios con los criminales, las investigaciones posteriores de la evidencia, los interrogatorios con las víctimas, el juicio con los miembros del Wizengamot, la sentencia… el papeleo.

Bostezó con sueño y saludó con pereza a su amigo Ron cuando llegó al ascensor. Dejó que su pelirrojo amigo se encargase de todo, no quería cometer un error debido al cansancio y por ello terminar en el departamento de misterios en lugar del departamento de seguridad mágica.

Una mano se interpuso entre las puertas antes de que se cerrasen. Por ellas entraron Blaise Zabini y Draco Malfoy. Harry sintió cómo sus mejillas se arrebolaban y el sueño que pudiese tener se esfumaba. Miró de reojo a su amigo Ron que lo miraba fijamente con una sonrisa estúpida. Frunció el ceño y le dio un codazo a su amigo por lo malo que era en comprender qué era disimular.

Llegaron al segundo piso y casi se sintió triste por tener que bajar del ascensor. Salió de aquél espacio e hizo su máximo esfuerzo para no girar y mirar una última vez al rubio antes de que las puertas se cerrasen.

―Compañero, eres demasiado obvio ―señaló Ron aun con la sonrisa estúpida plasmada en la cara.

―¡Y tu pésimo disimulando! ―acusó Harry chocando con Ron cuando pasó junto a él.

Ron soltó una carcajada siguiéndolo, para mayor molestia.

Se instaló en su escritorio cuando llegó a su puesto de trabajo y emitió un quejido al ver todo lo que tenía que hacer aquél día. Se estiró un poco, sacudió los hombros y con una mirada decidida comenzó a clasificar la información que tenía de aquél caso.

Aunque ya tenía un año como auror aún le daba un poco de repelús las fotos de las escenas del crimen, especialmente cuando se trataba de niños. El caso en el que había trabajado el último mes con su equipo había sido particularmente difícil ya que había niños involucrados. El caso había comenzado con niños magos desapareciendo en diversas partes, quien se los llevaba no distinguía entre clases sociales ni estatus de sangre, simplemente querían niños de diversas edades. El caso se complicó cuando encontraron cinco de los niños desaparecidos muertos en una cabaña abandonada. Las investigaciones arrojaron resultados bastante perversos, los niños antes de morir fueron sometidos a diversas vejaciones y experimentos que causaron estragos en sus pequeños cuerpos.

Para Harry había sido realmente difícil, pero aquello solo consiguió que sus ganas por atrapar a aquellos mal nacidos aumentase. Después de esfuerzo, de rescates fallidos, de planes frustrados finalmente consiguieron atraparlos, y ahora serían llevados ante la justicia y pagarían por todo el mal que hicieron.

Sumido en su trabajo Harry no se percató de que la hora del almuerzo estaba próxima, solo cuando su amigo Ron arrojó sobre su cabeza una bola de papel salió de su momento de máxima concentración.

—¿Qué te pasa? —preguntó Harry mirando al pelirrojo quien solo le mostró la hora.

—Harry, vamos a almorzar, siento que mi estómago comenzará a digerirse a sí mismo —explicó Ron.

Negó resignado, para Ron la comida siempre iría primero. Por lo menos ya el expediente del caso estaba casi terminado. Solo faltaba aclarar un par de detalles antes de entregárselo a su jefe para que lo pasase al departamento de misterios para que los inefables se encargasen de investigar detalles que para los aurores serían imposibles.

Era media tarde y el par de inefables regresaba a su modesta oficina. Draco se apresuró a llegar a su escritorio. El día había sido particularmente cansado. El caso que le asignaron era bastante delicado, la parte más difícil ya estaba hecha; le costaba admitirlo pero los aurores hicieron un trabajo decente para atrapar a los actuales criminales más buscados.

Draco había revisado la evidencia con Blaise y se sorprendió al encontrarla organizada y meticulosamente detallada; aquél trabajo no fue hecho a media y eso realmente le agradaba. Por lo general a ellos les tocaba organizar la información y descifrar el desordenado trabajo de los aurores para terminar con las investigaciones que a ellos les correspondía realizar.

Se sentó en su querida silla y abrió uno de los cajones de su escrito, tomó su varita y con un sutil movimiento quitó los hechizos de ocultamiento y protección que tenía en aquella gaveta.

—Eres un tipo muy paranoico, Draco —comentó Blaise mirando desaprobatoriamente.

—Muérete, Blaise.

—Pequeño rubio, si yo desaparezco tendrá que pasar nuevamente por la selección de compañero —Draco arrugó el gesto—. Y sé que eso lo detestas aún más que mi seductora presencia.

—No te detesto, solo me causas fastidio de vez en cuando.

El rubio tomó una de sus preciadas ranas de chocolate y sonrió de puro gusto al verla, tan brillante y deliciosa. Se apresuró a comerla antes de que saltase.

Blaise ni se molestó en pedirle algún dulce, el rubio era muy egoísta y quisquilloso cuando se trataba de sus dulces. Decidió concentrarse en el trabajo, ya luego podría ir por algunos chocolates caros para comerlos frente al rubio y negarle alguno como él solía hacer. Levantó el rostro sorprendido al escuchar el sonido de indignación que emitió su compañero.

Miró el rostro ultrajado de Draco y la pequeña caja morada que tenía en sus manos.

—¿Algún crono particularmente valioso? —preguntó curioso.

—¡Mi chocolate no está! —exclamó el rubio mostrándole la cajita vacía a Blaise.

—Es lo que pasa cuando los comes Draco, no siguen en la caja —señaló con una ceja alzada como si Draco fuese estúpido.

—Idiota, la abrí y en ella no había nada.

—¿De verdad? —cuestionó Zabini entrecerrando los ojos.

—¡Claro qué sí! ¡¿Por qué mentiría?!

El rubio miró la caja con verdadera molestia antes de dejarla sobre el escritorio. Guardó el resto de sus dulces en la gaveta y levantó las protecciones que solía colocar. Aquello había ahuyentado sus ganas de comer dulce. Pero pondría una queja, se aseguraría de que el mundo se entérese.

Un nuevo día en la oficina de aurores y Harry comía un panecillo de canela con una taza de café. Aquella mañana su compañero tenía una cara bastante molesta.

—¿Sucedió algo malo? —preguntó Harry mirando directamente a Ron.

—Nada de otro mundo, solo estoy un poco frustrado mi novia está un poco estresada con su nuevo trabajo y cada vez que llega a casa actúa de manera insoportable.

Harry asintió sin saber qué decir exactamente, Hermione Granger, la novia de Ron era un poco sabelotodo y realmente no le caía del todo bien por creer que siempre tenía la razón. Siempre quería criticarlo por quienes eran sus padres.

No quiso seguir preguntando, en lugar de seguir platicando con su compañero tomó El Profeta para ver si había algo en que concentrarse mientras esperaba que su jefe los llamase para asignarles otro caso.

Arrugó el gesto cuando vio una foto suya en el periódico. Detestaba aparecer en las noticias, era algo difícil siendo que su padre era Tom Riddle, actual ministro de magia. Pero hacerse la ilusión que era un auror normal lo tranquilizaba mucho.

—¿Otra foto tuya? —preguntó Ron con fastidio.

Harry lo miró sobre sus lentes pero no dijo nada. Ron era buen compañero pero de cuando en vez sacaba a relucir su envidia y de cierta manera eso lo sacaba de onda.

Había una columna en particular que llamó su atención.

No siempre tenemos lo que queremos aunque paguemos por ello, al menos es lo que le ha sucedido a uno de nuestros lectores quien nos ha escrito una pequeña carta comentándonos un sucedo que realmente marcó su día para mal.

Todos conocemos estas magnificas ranas de chocolate que nos permite darnos un momento de tranquilidad para disfrutar el dulce sabor del Croakoa. Los empaques son de color azul y dorado y poseen una forma pentagonal. Cada uno de éstos contiene una rana de chocolate y un cromo, con la imagen de alguna bruja o algún mago famoso, que se pueden coleccionar e intercambiar. Podemos encontrar estas delicias en cualquier tienda de dulces para darnos un gustito.

Pero nuestro querido lector se llevó una gran decepción al abrir su empaque y descubrir que ¡Faltaba su deliciosa rana de chocolate!

Amigos, debéis cuidar de que vuestros empaques estén con la delicia que nos ofrecen estos dulces de lo contrario tendréis un mal momento…

Harry dejó el periódico bruscamente cuando el jefe de los aurores carraspeó frente a su escritorio.

—Señor Potter —saludó el Hombre con una mirada llena de diversión.

—Señor, Scrimgeour —contestó Harry con una mirada avergonzada.

—Solo quería decirle que su trabajo fue bastante excepcional, lo hizo muy bien. Espero siga así, se esperan grandes cosas de usted.

—Sí, señor.

Harry permaneció de pie en una pose calmada, escuchando y asintiendo a las palabras de su jefe. Sabía que había hecho un buen trabajo, se había esforzado mucho en que todo saliese bien pero sinceramente detestaba que lo dijesen frente a sus compañeros. Especialmente si aquello solo terminaría con Ron mirándolo fastidiado. Humildemente le recordó al señor Rufus que no había trabajado solo y que los resultados se debían al trabajo en equipo, el mayor asintió y tras breves felicitaciones al resto de los aurores se retiró dejando a un avergonzado Harry con las miradas de todos clavadas en el pecho.

"Sí, ser hijo del ministro es divertido" pensó con fastidio disculpándose con todos antes de abandonar la oficina.

Terminó en el baño, arrojó agua a su cara para despejarse un poco. Su padre solo llevaba medio año como ministro pero sentía que llevaba toda una vida en aquella situación. Salió del baño y caminó sin prisa por los pasillos del ministerio. Viendo a las personas caminar de prisa por el lugar.

—Enviar una carta fue realmente exagerado, Draco.

Su corazón se detuvo por un instante al escuchar el nombre del rubio.

—Solo quería prevenir a los desdichados que comprasen una de esas estúpidas cosas y descubriesen que estaban vacías.

—Draco, es una casualidad muy difícil de repetir.

—Con que pase una vez es suficiente para desconfiar.

—Merlín, tu madre debió dejar que tu padre te diese unas nalgadas, quizás no serías tan quisquilloso.

—¡Le hice un favor al mundo, Zabini!

Permaneció inmóvil escuchando como el par se alejaba. Sonrió enternecido por la actitud infantil del rubio. Jamás había visto esa faceta del rubio, lo conocía como alguien serio, frío y distante. Tal vez aquella libertad se debiese a la presencia del moreno. Sonrió triste, Draco jamás le hablaría de aquella forma, es más, jamás le hablaría.

Harry conocía al rubio desde que estaban en Hogwarts, para él siempre fue un niño bastante bonito y a medida que fue creciendo ese pensamiento se fue afianzando en su mente y en su corazón hasta el punto de terminar enamorándose del heredero de los Malfoy.

Suspiró de manera soñadora antes de cachetearse mentalmente y concentrarse otra vez, era momento de regresar al trabajo.

Era hora de la cena y Harry había decidido visitar a sus padres… bueno, recibió una terrorífica amenaza de su padre James lo que lo obligó a ir a casa, ya que tenía un pequeño apartamento que le facilitaba la vida por lo accesible que era para ir al trabajo.

La casa Potter-Riddle era una modesta casa en una de las docenas de tierras que su padre había heredado de los Potter. Era tranquilo y acogedor, sin duda un buen lugar para crecer. Sus padres eran personas brillantes con increíbles ideales.

Disfrutaba pasar el tiempo con ellos pero desde que su padre había sido escogido como ministro de magia las cosas en su casa eran diferentes, bueno desde que había comenzado su arduo camino para estar donde estaba en ese momento.

—Pensé que papá estaría aquí, después de todo es una cena familiar —señaló Harry revolviendo la ensalada.

—Y lo es, tu padre tuvo un percance en el trabajo, por eso se ha retrasado —explicó James antes de tomar un bocado de su cena.

—Mmmmm, es lo que siempre dices.

James dejó caer los hombros antes de liberar un suspiro.

—Amor, ya estás grande para tener esa actitud.

—Recuerdo que me dijiste que sin importar mi edad seguiría siendo tu bebito —acusó.

James rio antes de negar.

—Tom ha tenido días difíciles, toda su vida soñó con lograr lo que ha hecho hasta ahora, solo que no pensó que eso lo alejaría de nosotros. Tienes que entender que simplemente sigue su sueño.

—Dejándote a ti de lado, me parece perfecto —dijo rodando los ojos.

—Harry…

—No, el que va de misión en misión soy yo y aun así vengo a casa más que él ¡Y ni siquiera vivo aquí! —explotó el joven mirando a su padre con fiereza—. Y no lo escudes con el puesto de ministro, siempre ha sido así, siempre.

—Mi cielo…

Harry iba a replicar pero sintió una fuerte magia oprimiéndolo. Miró la entrada del comedor y vio a su padre con una sonrisa divertida.

—¿Algún problema, pequeño? —preguntó Tom uniéndose a ellos en la mesa.

—No.

—Sí.

Dijeron Harry y James al unísono. James miró fijamente a su hijo, el menor se limitó a bajar la mirada a su plato.

—Solo preguntaba porque no habías llegado, padre —habló Harry mirando directamente a Tom.

—Ya estoy aquí, hijo.

Tom se inclinó y beso la cabeza de Harry antes de acercarse a James para besarlo dulcemente en los labios antes de sentar en la cabecera de la mesa.

—¡Por cierto! —dijo de pronto Tom haciendo un movimiento de manos para aparecer un par de empaques—. Hoy estuvieron hablando mucho de estas cosas y sé que a mis dos chicos les encanta el dulce así que quise traerles esto a ambos.

Harry recibió el empaque y sonrió al ver que se trataba de una caja de ranas de chocolate, inevitablemente pensó en Draco.

—Muchas gracias, padre.

Tom asintió satisfecho al ver que a su hijo le había gustado su detalle.

Harry dejando un lado la cena abrió la cajita y miró sorprendido al ver que había dos ranas de chocolate en el interior. La cerró nuevamente mientras reía.

—Sin duda eres el mejor, señor papá ministro —dijo Harry mirando a su padre con una sonrisa—. Espero que no les moleste que hoy me quede a dormir.

—Harry, para nada —dijo James gratamente sorprendido.

Una vez solos Tom liberó un pesado suspiro.

—Si hubiese sabido desde hace años que regalarle una simple rana de chocolate lo pondría así… no me decía así desde que tenía diez años.

James rio mientras negaba.

—Sí, recuerdo que decidió que así te llamaría cuando fueses ministro… —Tom miró con melancolía la puerta por la que había salido su hijo—. Tom… —dijo en tono de advertencia James, el mencionado negó.

—Él tiene razón, James. Los he descuidado mucho persiguiendo mis sueños.

—Amor, tus sueños se volvieron mis sueños en el instante que te vi entrar en aquella aula como mi profesor de DCAO.

—Aun así, antes de ser el primer ministro soy tu esposo y su padre.

—Él es un adulto y entiende.

—Aun así, sigue siendo mi hijo. Toda su vida ha sido un hijo perfecto, que muestre algo de rebeldía no nos hará daño.

James negó, Harry y Tom eran más similares de lo que ellos creían.

Draco estaba tranquilamente paseando por los jardines de su mansión cuando una elegante y majestuosa lechuza blanca se acercó volando con gracia hasta él. Casi hipnotizado sacó su varita y con un glácil movimiento de muñeca apareció algo en lo que la lechuza pudiese aterrizar para quedar a su altura. El hermoso animal extendió su pata con gracia para que desatase el pergamino que llevaba. Con cuidado hizo el trabajo para obtener el mensaje que era para él. Le dirigió una mirada más a la lechuza antes de leer el contenido.

"Querido lector desdichado, de una buena fuente me he enterado que lamentablemente una de tus preciados empaques de ranas de chocolate ha llegado vacía a tus manos. Es una verdadera pena pero te traído una buena noticia, recientemente recibí un pequeño detalle de mi padre, efectivamente era uno de estos dulces, y grande fue mi sorpresa al descubrir dos ranas de chocolate. No sé si estas interesado en recibir tu rana de vuelta, pero si aún la quieres envía tu respuesta con mi lechuza Hedwig".

—Así que te llamas Hedwig —comentó mientras acariciaba las plumas de su cuello—. De casualidad no puedes decirme quién es tu dueño.

Draco estaba intrigado por aquél mensaje, no solo era enviado con una hermosa lechuza sino que era completamente anónimo porque carecía de remitente. La letra no le era familiar y no recordaba haber visto antes esa lechuza, por lo menos no si lo pensaba rápidamente.

Miró una vez más el pergamino, quería saber cómo supo aquella persona que él había enviado aquella información a El Profeta…

Se encogió de hombros, responder aquello no le haría daño.

"Ha pasado algo de tiempo desde que el profeta publicó aquello, ciertamente me sentí desdichado en su momento pero considero que ya lo he superado. Es una pena que no haya podido comer esa rana de chocolate realmente amo comerlas, por lo menos sé que alguien la disfrutó.

Me encantaría saber cómo supiste que fui yo quien envió la información a El Profeta.

Sinceramente, Draco Malfoy".

Hedwig esquivó a duras penas a Harry cuando este intentó abrazarlo. Le hizo un sonido en señal de disgusto y agitó sus alas molesto. Harry rio tontamente antes de correr por sus plumas y pergamino para enviar una respuesta, por su mente no pasó que podría recibir una respuesta.

"Para nada, Draco, aun la conservo. Está esperando por ti, solo debes decirme que la quieres y podré enviarla.

Solo te escuché comentar algo al respecto y deduje que eras tú".

Draco alzó una ceja tras leer aquél mensaje. La lechuza banca comía golosinas tranquilamente mientras esperaba su respuesta.

Con eso en mente podía descartar a Blaise, sin embargo no recordaba haberlo comentado a alguien más. Por lo menos sabía que frecuentaba el ministerio, ahora la pregunta era… ¿Trabajador o simple visitante?

"Sinceramente puedo comprar otras ranas de chocolate pero no quiero despreciar tu preocupación y sinceridad así que me atreveré a decir que sí.

Me sorprende tu deducción, déjame felicitarte por ello ya que soy particularmente discreto sobre mis asuntos.

Sinceramente, Draco Malfoy".

Su padre James lo miraba desde la puerta de su habitación con curiosidad. Ponía todo su empeño y esfuerzo en ignorar la insistente mirada pero si se tambaleaba terminaría contándole todo y no quería que su padre se hiciese algún drama extraño en su mente.

—¿Seguro que no quieres contarme para que tantos chocolates, cielo?

—Completamente seguro —contestó Harry sin mirar a su padre mientras empacaba los costosos chocolates que había comprado, asegurándose de que el empaque de la rana de chocolate estuviese justo en el medio.

"Sé que solo dije sobre enviarte la rana de chocolate pero no pude evitar el querer darte un detalle que realmente fuese digno de ti.

Espero lo disfrutes y de alguna manera pienses en mi cuando comas estos chocolates".

Sintió sus mejillas un poco calientes definitivamente aquél chico no solo era un buen samaritano que quiso ser justo y reponer su rana, era un chico que estaba interesado en él.

"No era necesario, pero muchas gracias por el detalle de tu parte.

Sinceramente, Draco Malfoy".

Las semanas habían transcurrido de manera tranquila y Draco ahora esperaba con ansias e ilusiones su paquete de todos los viernes, donde su dulce chico anónimo le enviaba deliciosos manjares que lo hacían soltar soniditos vergonzosos de puro gusto.

Después de aquellos primero pergaminos la lechuza blanca se convirtió en su medio de comunicación, Draco recibía hermosas cartas, pequeñas misivas, breves mensajes que poco a poco le revelaban a un chico dulce y amable que era muy tímido.

Su amigo Blaise a su alrededor se empalagaba por su actitud enamoradiza y cada cierto tiempo rompía sus ilusiones al recordarle que aquel "dulce chico anónimo" podía ser un viejo verde que solo quería meterse en sus pantalones. Aquello le preocupaba pero no podía evitar desear que fuese un chico guapo de su edad.

"No suelo bajar a almorzar al medio día pero me alegro haberlo hecho hoy, estabas reluciente, brillabas entre todos. Eres tan perfecto y tan hermoso. Me gustas mucho, quisiera tener el valor para decirte lo que significas para mí, pero temo alejarte si me atrevo.

No soy digno de ti.

Prefiero seguir siendo un pergamino con dulces palabras en una lechuza blanca".

Acarició aquellas palabras y sonrió antes de guardar el pergamino en el baúl que había escogido de manera meticulosa para guardas las cartas de su dulce chico anónimo.

Siempre se había tenido fama de superficial pero cuan equivocados estaban, para él las palabras tenían mayor peso que cualquier cara bonita.

El tiempo siguió y Draco quería saber quién era el chico que le escribía tan lindas palabras pero por más que lo pidiese y asegurase que no se alejaría su dulce chico no accedía a mostrarse. Se sentía frustrado realmente quería ver quién era.

Ya no había visitantes en el ministerio y la mayoría de los trabajadores se había retirado a su casa y los pocos que quedaban estaban por retirarse. Draco estaba agotado pero satisfecho por un buen día de trabajo. Caminaba distraído por el atrio dispuesto a usar la red Flu para regresar a casa cuando escuchó pasos apresurados a su espada.

Un auror pasó junto a él chocándolo un poco, frunció el ceño disgustado por la falta de cortesía. Reconoció vagamente al otro chico como el hijo del actual ministro de magia, bufó por la falta de modales. Pero alzó una ceja el ver que de la túnica del mago caía un trozo de pergamino.

Camino hasta él dispuesto a tomarlo para regresarlo a su dueño pero la curiosidad le ganó al ver que el pergamino no estaba en sobre ni tenía algún tipo de seguridad. Cuando abrió el pergamino reconoció inmediatamente la letra ya que llevaba semanas leyéndola. Miró nuevamente en la dirección en la que el hijo del ministro había corrido pero ya no había rastros de él, ya se había marchado.

Aquella noche en la soledad de su habitación Draco buscó información del hijo del primer ministro y se sorprendió al descubrir que Harry Potter Riddle había estudiado al mismo tiempo que él en Hogwarts.

No sabía qué pensar al respecto, aunque la letra era prácticamente la misma nada le aseguraba que Harry fuese su dulce chico. Pero tenía una idea para confirmarlo.

Harry estaba tranquilo en el patio de su casa ayudando a su padre James con el jardín cuando un búho negro voló hasta él tiró un sobre y así como llegó se fue.

—¿Quién te escribe, cielo? —preguntó James interrumpiendo sus labores para mirarlo curioso.

Harry no dijo nada, solo abrió el sobre y leyó el pergamino en el interior.

"Potter, soy Blaise Zabini, mi jefe me pidió redactar un informe sobre el último caso pero quería aclarar algunos detalles vagos sobre el reporte de la investigación que realizaron en el departamento de aurores…

Harry bufó fastidiado por el contenido de la carta, primero porque él mismo había organizado la información y estaba seguro de que no fue vago. Sin embargo, conocía a Blaise Zabini desde la escuela y recordaba lo quisquilloso que podía llegar a ser.

—Papá, debo responder esta carta pero en cuanto termine regresaré a ayudarte —dijo Harry antes de marchar al interior de la casa.

Blaise miraba como Draco estaba sentando en el sofá del rincón con mirada calculadora. Sobó una de sus cienes cansado, en ocasiones era tan difícil ser amigo de aquél rubio. Le había pedido algo sencillo, enviarle una carta tonta sobre un informe a Potter, el hijo del ministro y auror del departamento de seguridad mágica. Un favor sin importancia pero la mirada que tenía no auguraba algo sencillo.

—Ahora sí me dirás que pretendes con el hijo del ministro —cuestionó el moreno.

—No pretendo nada, solo quiero confirmar o descartar algo —explicó Draco.

Antes de que Blaise tuviese oportunidad de agregar algo más una lechuza elegantemente blanco entró por la ventana de su casa, posándose frente a él para entregarle un pergamino.

Alzó una ceja al ver que Draco no apartaba la vista del ave, Blaise confundido tomó el pergamino. Lo único que sabía de aquella lechuza es que era la que le llevaba los chocolates a Draco y ahora le entregaba a él un pergamino…

Miró el pergamino, luego a la lechuza y finalmente a Draco antes de abrir los ojos sorprendido. Se apresuró a abrir el pergamino. Ignoró todo el contenido y de la carta y se fue directamente al remitente.

"Harry Potter".

—¡Jodido Merlín! —exclamó Blaise con una sonrisa burlona—. El hijo del ministro está enamorado de ti.

Draco gimió de manera frustrada antes de desordenar su cabello.

—No puede ser.

—¿Y ahora qué te pasa? Ya sabes quién es tu "dulce chico anónimo" —dijo haciendo comillas en el apodo que Draco le había dado al chico.

—No comiences con tu mierda, Zabini.

—¿Si no haces un drama de todo no eres feliz, cierto? —preguntó Blaise con una ceja alzada, Draco solo se cruzó de brazos—. ¡No te entiendo! Estuviste lloriqueando por la oficina a lo largo de toda la semana sobre saber quién era este chico.

—¿Cuál es tu punto?

—El que está comenzando con su mierda aquí eres tú, deberías estar alegre porque es un chico de tu edad y no un viejo asqueroso como yo creía.

—¡No lo conozco! —señaló Draco como si fuese obvio.

—Claro, porque antes de saber cuál era su nombre y darle un rostro lo conocías muy bien, tu lógica en ocasiones falla.

—No sé qué hacer con esto, es extraño, el chico era un cero a la izquierda para mí en Hogwarts. Pero resulta que yo para él no, está enamorado de mí desde la escuela.

—¿Y? ¿Es algo que ya sabias, no?

—Eres imposible, Zabini.

—Créeme, yo no soy el imposible. Solo tienes que decirle que sabes que él es quien te escribe de manera anónima y ver qué pasa.

—No quiero perder lo que tengo…

—Eso o puedes ganar más de lo que tienes ahora, tú decides. O te haces el desentendido y te conformas con cartas o sacas la cabeza del culo y haces algo al respecto.

Era domingo por la noche cuando James entró a la habitación de su hijo con una mirada seria.

—¿Quieres decirme porque el hijo de Lucius Malfoy está en mi recibidor preguntando por ti?

Harry sintió que podía morir por ahogarse con el agua debido a la impresión.

—¿Qué?

Miró a su padre buscando alguna señal de broma, pero su padre estaba mortalmente serio.

—Espero una respuesta, Harry.

—No lo sé, lo juro —respondió de manera nerviosa.

Aparéntenme Draco estaba en su casa, buscándolo y no sabía la razón. Su padre no era muy devoto de los Malfoy.

—Averígualo, Harry. Sabes que no me gustan las visitas improvistas, especialmente si se trata del heredero de alguien tan estirado como Malfoy.

Cuando su padre salió corrió de prisa frente al espejo para mirarse, era un desastre. Se arregló lo mejor que pudo antes de acudir al encuentro.

Cuando llegó donde estaba Draco él estaba parado de manera incomoda en el recibidor.

—Buenas noches, Malfoy —habló Harry cuando encontró su voz entre la vergüenza que le hacía sentir el rubio por su perfecta presencia.

El rubio lo escaneó de arriba abajo consiguiendo que Harry se arrepintiese de su elección de ropa para salir a atenderlo.

—¿Te molestaría hablar en un lugar diferente? —preguntó el rubio ignorando el saludo.

Harry asintió antes de caminar a la puerta de entrada principal invitando a Draco a seguirlo.

—Creo que el jardín estará bien —señaló el chico con una mirada incomoda.

Draco caminó en silencio, sorprendiéndose por la sencillez de la casa del ministro de magia. Reparó nuevamente en Harry y tuvo que aceptar que el chico era realmente atractivo y había un aura inocente y torpe a su alrededor que lo hacía lucir adorable.

Harry lo miró expectante, esperando que hablase y le aclarase la razón del porqué de su presencia. Ciertamente no sabía qué decir o por donde comenzar. Decidido a terminar de una vez por todas, sacó de su túnica un pergamino, era la primera carta que su dulce chico anónimo le había enviado.

El auror extrañado recibió el pergamino y lo abrió para descubrir el contenido. Su rostro perdió color al ver de qué se trataba. Miró a Draco y sintió como sus mejillas se calentaban debido a la manera que él le miraba.

—Por tu reacción puedo asumir que tú me enviaste esto ¿Cierto? —Harry no dijo nada, Draco liberó un suspiro—. ¿Nunca pensabas decírmelo?

—Y-yo no he escrito esta carta…

—No lo intentes, esta tarde respondiste la carta de Blaise y tu lechuza blanca fue la que le llevó la respuesta, además esto cayó de tu túnica cuando chocaste conmigo en el atrio ayer por la tarde…

Harry miró la pequeña misiva que Draco le entregaba, era un tonto mensaje que iba a enviarle a Ron pero no fue necesario y en lugar de desecharla la había guardad en su túnica. Había sido atrapado.

—No fue mi intención molestarte, Malfoy —dijo de manera triste, seguro de que ya no podría seguir escribiéndole al rubio.

—En ningún momento llegaron a molestarme tus cartas, salvo por las veces que te negaste a revelar tu identidad.

—Nunca estuvo en mis planes revelarte quien era, solo quería expresar lo que sentía —aceptó sintiendo como un nudo se formaba en su pecho.

—¿Por qué?

Harry rio de manera triste.

—Mírame, solo soy yo. Pero tú… —Harry lo miró y no pudo contener el suspiro que salió de sus labios—. Eres perfecto.

El rubio alzó una ceja por la actitud del auror pero liberó una risa burlona a los pocos segundos. Aquél chico era realmente adorable.

—Sinceramente, no te conozco más allá de las cartas, solo sé de ti lo poco que me has escrito y lo que recuerdo haber leído recientemente en El Profeta…

Harry asintió de manera triste, preparándose mentalmente para el rechazo.

—Pero me gustaría ver que hay detrás del chico que me escribe lindos poemas y describe lo maravilloso que sería ser envuelto entre mi brazos —comentó como quien no quiere la cosa.

Harry lo miró perplejo, sin creer lo que escuchaba.

—¿Disculpa?

Sacudió el cabello del auror antes de sonreír.

—Mañana espérame en el atrio del ministerio cuando termines tu trabajo, te invitaré la cena y me platicarás un poco más de ti.

Harry sonrió de manera radiante.

—¿De verdad? —Draco rodó los ojos por la incredulidad dl otro.

Tomó el mentón de manera sutil y casi saboreó el sonrojo.

—De verdad, espero que la elocuencia de tus cartas no se pierda mañana.

Liberó el mentón antes de alejarse y despedirse del chico con un sutil movimiento de manos, pero antes de aparecerse se giró.

—Será mejor que me guardes una rana de chocolate —dijo antes de guiñarle un ojo.

Harry miró embobado el espacio vacío que había dejado el rubio decir que estaba emocionado era poco. Corrió dentro de la casa de sus padres pero antes de llegar a las escaleras para ir a su habitación James lo interceptó.

—¿Esto será una cosa, verdad? —preguntó Potter padre al ver el sonrojado rostro de su hijo.

Harry lo miró con una disculpa en el rostro.

—Sí será una cosa y es con un Malfoy no me opongo —dijo Tom cruzado de brazos viendo con diversión la frustración de su esposo.

—Por supuesto que no te opones —dijo de manera amargada James ignorando los mimos que trataba de hacerle Tom.

Harry sonrió y deseó de todo corazón que aquello realmente se volviese una cosa.

Fin

N/A-. Espero les haya gustado este pedacito de mi corazón, realmente me tardé más de lo que pretendía porque suelo extenderme demasiado sin importar lo simple que puedan llegar a ser mis ideas.

En fin, disfruté mucho escribirlo y espero que los personajes no me hayan quedado un poco raros pero me parece que se adaptan bien al entorno que cree para ellos.

Sin más que decir, me despido.