Disclamer: Después de tantos fics, creo que ya sabéis que ni los personajes, ni los lugares, ni parte de la trama me pertenecen a mí; son de Rumiko Takahashi y yo solo escribo sobre ellos para divertirme, jeje.
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Nota Previa: Emerjo de las profundidades de mi habitación, al otro lado de la pantalla, para participar con este humilde Oneshot en la convocatoria #PorSiempreRanmayAkane que convocó la página de Facebook: Fanfics y Fanarts de Ranma Latino. Porque esta es una de mis parejas favoritas del universo y quería conmemorar este día dedicado a ellos. ¡Espero que os guste!
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—Solo Para Mí—
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La quietud que la rodeaba era deliciosa. Pocas veces podía disfrutar de momentos tan apacibles para sí misma en aquella casa llena de artistas marciales, hermanas entrometidas, pandas y maestros lujuriosos al acecho. Eran contados, y por eso mismo, preciosos los instantes que podía dedicar a realizar una actividad tranquila y reconfortante como lo era esta, su nueva afición: la escritura.
Akane apoyó la espalda en el respaldo de la silla y se llevó el bolígrafo a los labios, a medida que releía la última línea que había escrito se le formó una sonrisa en ellos.
Aquello ocurrió de verdad.
En la cima de aquella montaña, Ranma y yo encontramos el enorme hongo mágico que salvaría a nuestra familia del veneno que habían ingerido. Rocé el dorso de la mano de Ranma mientras sostenía el saquito donde caían los trozos del hongo; la rocé a propósito y todo mi cuerpo se estremeció. Y él se dio cuenta pues sus labios se apretaron para mantener quietas sus manos.
Fue allá arriba donde me pidió que me casara con él. Y yo dije que sí…
Era extraño.
Akane había recordado muchas veces lo que pasó aquel día, cuando toda la familia fue a visitar el templo de las setas y Ranma y ella ingirieron (por accidente) aquel hongo que provocó que se enamoraran perdidamente el uno del otro. Le gustaba rememorar cada detalle de lo que había pasado durante esas horas porque le producía un vértigo excitante en el estómago y en ocasiones, incluso se le subían los colores.
Pero había descubierto que cuando lo escribía sentía otra cosa. Al poner sus recuerdos en palabras, sus propias palabras, podía reinterpretar lo ocurrido de una manera distinta y aportar matices nuevos; era posible que algunos de los hechos referidos no fueran del todo veraces y que otros los hubiera exagerado un poco, pero… Era como si lo viviera de nuevo desde dentro.
Sentada en soledad a su tarea, la piel entera le cosquilleaba y el corazón se le aceleraba, extasiado.
Al principio ni siquiera había estado segura de sí sería capaz de conseguirlo. Pensó que seguramente se acabaría aburriendo a la mitad o antes, y todo quedaría en nada. A fin de cuentas, ella se consideraba más atraída hacia las tareas de acción; pero había descubierto con gran sorpresa que disfrutaba mucho de esos ratos de silencio en los que se reencontraba consigo misma (y también con su prometido) rememorando aquella experiencia.
Le sentaba realmente bien tomarse esos ratos para relajarse y desahogar un poco sus pensamientos. Pronto, no solo los disfrutaba, sino que se descubrió pensando en ellos durante el día, mientras hacía otras cosas, esperando con ganas que llegara el momento de ponerse frente al cuaderno. Y se ensimismaba a menudo planeando qué parte sería la que escribiría después.
Estaba cerca de llegar al final de la historia; la aventura de los hongos y en verdad lo lamentaba, pero rápidamente cayó en la cuenta de que si algo le sobraba eran historias disparatadas junto a su prometido. ¡Podría escribir todas las que quisiera!
Oh, sí. Pero antes debía acabar esa…
Akane se golpeó suavemente la nariz con la punta del boli y sintió un acaloramiento que subía por su cuello e inundaba, como una cascada de vapor, su rostro por completo. El pecho se le infló y aunque trató de mantener los labios pegados, se le escapó un jadeo por los nervios.
Estaba por escribir el momento cumbre. Lo más importante de cuanto ocurrió aquel día.
Lentamente bajó el bolígrafo y cogió aire por la nariz.
Nunca le hemos contado esto a nadie.
Lo que pasó después de que yo aceptara su proposición de matrimonio. Es el único secreto que ambos compartimos y eso es lo que lo hace tan especial.
Yo dije: ¡Sí, me casaré contigo!
Y la expresión de Ranma casi se desbordó de gozo y alegría. Yo quería lanzarme a sus brazos y apretarle muy fuerte, pero sus manos fueron más rápidas al cogerme por los hombros. Me acercó a él, sus ojos brillaron como nunca. Cerré los míos y su olor se multiplicó a mí alrededor. Solo un instante, él dudó. Y yo quería gritar con todas mis fuerzas: ¡Bésame, Ranma! Pero a pesar del fuerte hechizo que me tenía atrapada, pude contenerme.
Y al fin… después de tanto esperar… sí, ocurrió.
Ranma me besó en lo alto de la cima de la montaña del hongo mágico.
El bolígrafo se le cayó de la mano y Akane no pudo contener una risita nerviosa que hizo temblar su cuerpo sobre el escritorio. ¡Era como si estuviera pasando ahora! Se llevó las manos a las mejillas y no le sorprendió notar que estas ardían como si llevara horas al sol.
Meneó la cabeza sin dejar de sujetarse la cara. Pensó en lo ridículo que sería si alguien la viera en esos momentos y llegó a sentir un pinchazo de pánico, pero no había nadie. Estaba sola. En silencio. Disfrutando de la magia de la escritura, que podía provocar reacciones tan intensas en su cuerpo que casi no se lo creía.
Se abanicó con una mano y al levantar los ojos vio la sonrisa bobalicona que tenía dibujaba en su rostro reflejada en el cristal de la ventana. Si hubiera visto a otra chica con esa cara, se habría burlado de ella. Pero claro, no sabría nada de esa felicidad honda y placentera que es, justamente, la causa de poner esa expresión tan tonta.
Esperó unos instantes pero los coloretes no desaparecían, así que Akane se puso en pie, aun abanicándose, y salió de su cuarto rumbo al baño. Se mojó la cara con agua fría y disfrutó del alivio que era para su piel.
Tras cerrar el grifo, apoyó las manos en el lavabo y se contempló un instante en el espejo.
Es una pena que nadie vaya a leerlo nunca se dijo, recogiendo las gotitas de agua que quedaron sobre la roca con la punta del dedo índice. Ranma y yo prometimos que jamás le contaríamos a nadie lo que pasó allá arriba.
En realidad, ella lo prometió porque el chico casi se lo suplicó. Dijo que todos se burlarían de ellos, que no les dejarían en paz, especialmente sus padres… sí, Akane sabía que tenía razón pero…
Ni siquiera nosotros hemos vuelto a comentarlo pensó, secándose las manos. Era probable que ella misma se muriera de vergüenza si se diera la situación de que ella y Ranma se sentaran a hablar de aquello. No obstante, no poder mencionarlo nunca… de algún modo, se sentía como si no fuera del todo real.
¡Sí, ese beso no fue por decisión de ellos! ¡Fue cosa del hechizo de las setas!
Pero había pasado de verdad. Su único beso. Si no contaban ese incidente cuando Ranma cayó sobre ella convertido en un meloso gatito… y para ella no contaba. Él ni siquiera lo recordaba.
Estaba por cumplirse un año desde la llegada de Ranma y Genma al dojo, un año completo desde que dio comienzo su compromiso con ese artista marcial fanfarrón y, ocasionalmente, mujer.
Un año y ese beso había sido el único que habían compartido.
Los ojos de Akane rodaron por el lavabo, más allá del agujero del desagüe, hacia la profundidad de lo oscuro.
—Es más bien una idea triste —se dijo sosteniendo a duras penas una sonrisilla vacía—. Sí. Creo que más que extraño, todo empieza a ser un poco triste.
Suspiró dejando que su flequillo se balanceara sobre sus ojos y acomodó la toalla en su lugar.
Apagó la luz del baño y salió. Su caminar había cambiado; ahora arrastraba un poco las zapatillas rumbo a su habitación. Se pasó una mano por el estómago, pero la excitación se había ido dejando un desagradable frío en su interior.
Volvió a suspirar cuando alargó la mano hacia el pomo.
Sin embargo, la excitación regresó de golpe cuando vio la figura de su prometido dentro de su habitación. Sonrió de forma automática y se regañó por ello; no podía ser tan obvia. Dio un paso para exigir explicaciones de su presencia allí pero entonces, Akane se dio cuenta de que su prometido tenía su cuaderno en las manos y el rostro rojo como un tomate.
La excitación se convirtió en pánico. Y también, un poco en ira.
—¡¿Qué haces con eso?! —exclamó histérica. Casi de un salto se plantó ante él y se lo arrancó de las manos. Lo cerró sin querer mirar qué hoja estaba leyendo y lo apretó contra su pecho—. ¡¿Cómo te atreves a entrar aquí y leer algo mío sin permiso?! ¡Esto es privado!
El chico aún tardó un poco en reaccionar. Se llevó una mano a la boca y apretó los párpados como si se hubiera mareado por levantarse muy rápido. La chica se temió lo peor.
Al fin, él se atrevió a mirarla.
—¿Qué… es eso? —Fue lo que preguntó.
¡Quizás no le había dado tiempo a leer nada! ¡Quizás ni lo había entendido!
Akane meneó la cabeza.
—Nada.
—¿C-cómo que na… nada? —Ranma empezó a balbucear—. ¡Escribes sobre mí!
La chica apretó la mandíbula, muerta de vergüenza.
—¡No solo sobre ti, engreído! ¡Es… es… una especie de diario! ¡Sale toda la gente que conozco!
—¡Pues yo solo he visto mi nombre!
—¡¿Y por qué miras?! ¡Eres un cotilla, un aprovechado y un metomentodo! —Akane cogió más aire y dispuesta a terminar con aquella situación tan bochornosa, gritó bien alto—. ¡Ya es suficiente! ¡Fuera de mi habitación, Ranma!
Por un instante el chico pareció estar a punto de obedecer. Él también deseaba salir corriendo y olvidarlo todo, pero no sucumbió a ese impulso cobarde. Permaneció estático, rojo y un tanto rígido; pero no dio muestras de recular.
—No… —murmuró con cierta aspereza—. Vamos a hablar de lo que significa eso que has escrito.
Akane se quedó sin palabras. ¿En serio? ¿Por fin iban a hablar de… eso? ¡Vaya! Toda la sangre del cuerpo pareció congelársele en ese instante. Hacía unos minutos había deseado hablar de ello con su prometido y ahora que iba a pasar estaba muerta de miedo.
Pero… no debía desaprovechar esa oportunidad.
—Está bien —convino, sin dejar de apretar el cuaderno contra ella—. Hablemos.
El chico asintió y fue a sentarse sobre la silla de escritorio, pero dio un respingo cuando Akane se giró para cerrar la puerta.
—¿Q-qué haces…?
—¿Quieres que alguien nos oiga hablando de esto? —Él negó con tanto ímpetu que la trenza le dio en la nariz y soltó un gruñido. Echó el pestillo y lentamente se acercó hasta situarse frente a él. Se balanceó sobre las puntas de sus pies, nerviosa y esperó, pero parecía que su prometido se había quedado mudo de repente—. Bueno…
—¡¿Sí?!
—¡No, sí no! ¿A qué esperas?
—¿Cómo que a qué espero?
—¿Vas a hacer alguna pregunta o qué quieres que te diga?
Ranma se movió sobre la silla haciendo que esta rechinara en medio del silencio. Hacía ya un rato que habían cenado, pero Akane suponía que todos seguían despiertos en algún lugar de la casa. Kasumi estaría terminando de limpiar la cocina y después se iría a descansar; siempre era la primera. Nabiki debía estar en su cuarto también con su pestillo echado, pues era a esa hora cuando se dedicaba a revisar las cuentas de sus negocios.
Sus padres debían estar abajo, viendo la televisión o jugando a algún juego. Y ni tenía idea de dónde podía estar el maestro, ni le interesaba saberlo.
Se preguntó por qué estaba haciendo un repaso mental de la ubicación de los miembros de su familia y se le ocurrió que no quería que nadie les interrumpiera, si es que de verdad iban a hablar de algo importante.
Ranma, pensativo, dejó de moverse y a duras penas pudo alzar sus pupilas hacia ella. Estaba tan nervioso que hizo que también a ella se le encogiera el corazón.
—¿Por qué has escrito… eso?
Sin más. Y ella sabía que no especificaría. ¿Debía adivinar a qué se refería? Por desgracia, le conocía lo suficiente como para poder hacerlo.
Casi un año… se recordó a sí misma. Esta vez sintió que la sepultaba el peso de lo que significaba ese tiempo juntos que ahora se le antojaba desperdiciado para según qué asuntos.
—Porque ese día pasaron cosas que quiero recordar —respondió con sencillez. La piel del chico siguió ganando color; porque él también la conocía y sabía a qué se refería. Era eso de lo que los dos querían hablar, así que… ¿por qué no hacerlo? Respiró hondo y lo soltó—. Ese día nos besamos.
Y los ojos de él se precipitaron de vuelta al suelo. Su cuerpo se puso tan tenso que creyó que rebotaría sobre la silla y caería rodando, convertido en una estatua de piedra que ni siente ni padece.
—P-pero… ¿por q-qué lo escribes…? —insistió él. Tragó saliva y se humedeció los labios—. ¿Por qué lo escribes… así?
—¿Así cómo? —preguntó ella, frunciendo el ceño.
Ranma miró el cuaderno aún en sus brazos y ella supo que, lo que hubiera leído, se le había quedado grabado.
—¿De verdad pasó… así?
—Así lo recuerdo yo —respondió sin amilanarse—. Aunque supongo que tú lo haces de otra forma… ¿Qué? ¿Tan horrible fue?
El chico dio un respingo.
—¿Eh? ¡No, no es…!
—Porque fuiste tú el que decidió que no podíamos hablar de ello nunca más, ni contárselo a nadie —Se irguió sobre la silla dispuesto a hablar, pero ella le paró—. ¡Sí, ya sé! Si alguien se entera no nos dejarán en paz, pero… —Meneó la cabeza, frustrada. Habría querido llevar esa conversación de forma tranquila, con serenidad pero Akane notaba que sus emociones empezaban a despertar y si lo hacían y tomaban el control… De reojo vio su querida espada de madera, apoyada en la pared, pero huyó de esa imagen—. Si quieres fingir que no pasó, hazlo; pero no me vengas a decir si puedo o no escribir sobre ello.
—Pero…
—Son mis recuerdos, Ranma —replicó ella. Afianzó los brazos alrededor del cuaderno contra su cuerpo para evitar el temblor que su agitación emocional le provocaba—. Si quiero ponerlos por escrito, lo haré. Si quiero releerlo una y mil veces, también lo haré.
—Pero, ¿por qué? ¡¿Por qué quieres hacer eso?!
Akane puso los ojos en blanco. Uno de sus brazos se soltó, y el temblor se disparó por el resto de su cuerpo.
—¡Oh, cielos! ¡Tonto de remate! ¡¿No es obvio?!
—¡No, no lo es para mí! —exclamó él, enfadándose también y alzando las manos—. ¡Y quiero saber por qué es tan importante!
—¡¿Por qué va a serlo, pedazo de mendrugo?! ¡Porque es nuestro único beso!
—¡Pero… pero… fue por un hechizo!
—¡Me da igual! ¡Nos besamos porque queríamos hacerlo! —Le soltó y temblando, dio un paso hacia él, agitando el cuaderno. La mente de Akane dejó de considerar lo que decía y permitió que cualquier pensamiento saliera libre por sus labios—. ¡Yo quería besarte, imbécil, a pesar del hechizo!
—Pero… ¿Akane? —Ranma se veía confuso y alterado. Quizás no era capaz de conciliar lo que oía con el tono furioso con que esas palabras eran dichas y los numerosos insultos que las acompañaban—. Yo… yo…
—¡Porque… me gustas! ¡Pedazo de animal insensible!
La expresión de Ranma quedó paralizada, con sus ojos clavados en ella. Akane permaneció de pie y aunque rápidamente se llevó una mano a la boca, a la vez que soltaba una exclamación de sorpresa por lo que acababa de decir… era tarde. Las palabras… que hacía unos minutos la habían hecho feliz sobre el papel, acababan de traicionarla, dejando sus frágiles sentimientos al descubierto. Se sintió desnuda, indefensa, vulnerable pero… liberada.
¡Lo había dicho!
Eso que llevaba callando tantos meses, el secreto por el que había tenido que disimular en incontables ocasiones y que tanto dolor le había causado… ahora estaba libre, fuera de ella.
Y lo más curioso, el mundo no se había hundido. Bajó la mano de sus labios hasta su pecho y sintió los latidos de su corazón. ¡No había caído muerta al instante de confesar! Cogió aire, sus pulmones se llenaron y comprobó que el resto de su cuerpo seguía funcionando también.
—¿Te… gusto?
Esa vocecilla trémula disminuyó la sensación de victoria que la chica experimentaba. Miró a su prometido, que bien podría haberse desvanecido pero no, seguía frente a ella, sentado en su silla y ahora mostraba una expresión diferente. No supo lo que significaba y como solía ocurrir, Akane se temió lo peor.
—Sí —reafirmó, aunque la sensación ya no fue tan agradable—. ¿Eso también te parece horrible? —preguntó, llamando la atención del chico. Pero él no habló, la observó como si de pronto le hablara en un idioma distinto—. ¿Es algo que no debo contar a nadie? ¿Jamás volveremos a hablar de ello?
Ranma parpadeó y movió la cabeza en un gesto muy ambiguo. Se puso a pestañear sin parar y suspiró largamente, reclinándose sobre la silla.
—Es que no… —Tuvo que tragar de nuevo, su garganta parecía seca otra vez—; no tenía ni idea.
¿En serio?
¿Podía ser posible que en verdad Ranma nunca se hubiera percatado de nada? ¿Ni de sus celos desmedidos? ¿Ni del dolor en sus ojos ante sus comentarios malintencionados? ¿De su desgarradora preocupación cada vez que le creía en peligro? ¿Ni de cómo se iluminaba su cara cada vez que le veía?
¿Es posible que… no lo supiera?
Si en verdad desconocía los sentimientos que ella le profesaba… quizás se debía a eso que nunca hubiera dado un paso adelante. Incluso, puede que fuera la razón por la cual le propuso no hablar nunca de ese beso; tal vez pensó que a ella le desagradaba la idea de haberle besado porque no sabía lo que sentía por él.
Le miró. Su expresión de absoluta incredulidad parecía confirmar que aquella revelación le había tomado por sorpresa. Entonces, apareció una pequeña sonrisa en su rostro que aceleró el corazón de Akane. No era una mueca de vanidad o fanfarronería, sino una genuina muestra de alegría.
¿Le… hace feliz?
—¿De verdad… te gusto? —preguntó él. Y sus ojos brillaron con intensidad, casi temerosos—. No será una…
—¡Es cierto! —insistió ella. Se acercó un poco más ladeando la cabeza y dibujó una sonrisa, tímida—. Claro que me gustas, Ranma. Eres mi prometido.
Se atrevió a ponerle una mano en el hombro pero el chico se tensó.
—¿Es solo por eso?
—Es… a pesar de eso —contestó ella—. Si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, creo que nos habríamos llevado mejor.
Ranma asintió, de acuerdo. Levantó una mano temblorosa que posó sobre la de ella. Y Akane sintió el impulso de preguntarle por sus sentimientos pero vaciló; en lugar de eso, se inclinó un poco y depositó un suave beso en su mejilla.
Tampoco habían hecho eso nunca, ni siquiera durante el hechizo de las setas. ¡Eran tantas cosas!
Akane se estremeció ante el contacto, incluso cerró los ojos y respiró despacio al sentir que el cuerpo de él también vibraba al mismo son. Su mano seguía bajo la de él cuando Ranma ejerció un poco más de presión con sus dedos, como si no quisiera que se alejara. Ella tampoco quería alejarse, pero no sabía exactamente qué hacer.
Repitió el gesto, un poco más abajo del punto anterior y la sensación de electricidad pareció multiplicarse bajo sus labios. Ladeó la cabeza un poco y le besó de nuevo más abajo. Se atrevió a levantar la otra mano para rozarle el cuello con la punta de los dedos y Ranma pareció atragantarse con su propia respiración. Se movió, no demasiado pero la silla chirrió y el sonido se agrandó llenando las paredes del cuarto.
Akane sentía su corazón desbocado pero no era momento para echarse atrás. Subió la mano despacio, acariciando la piel y volvió a besarle, casi sobre los labios.
Sentía una intensa palpitación que hacía retumbar todo su cuerpo y que el amor, atorado en su pecho, estaba a punto de hacerlo estallar.
—¿Yo te gusto, Ranma? —susurró. Entreabrió los ojos y descubrió que él la miraba de frente, sus ojos azules estaban nublados de un poderoso cariño que la dejó sin fuerzas. Sus piernas flaquearon y sonrió, no necesitaba oír la respuesta.
Alzó la mano del cuello hasta el rostro y lo atrajo hacia el suyo con suavidad. Ranma no se resistió, aunque no acertó a moverse cuando Akane unió sus labios, tampoco intentó alejarse.
Si se había sentido liberada y feliz al expresar sus sentimientos, Akane se vio recompensada ahora con una sensación diez veces más intensa. Mientras escribía ese relato, rememorando aquel pequeño beso algo difuminado de sus recuerdos por culpa del hechizo se había lamentado, en soledad, convencida del todo de que sería el único beso entre ella y su prometido.
Al menos en mucho tiempo.
Pero ahora estaba pasando, era real. Aunque Ranma parecía seguir demasiado aturdido como para responder adecuadamente, ella experimentó una instantánea alegría solo con saborear la suavidad de sus labios, de captar su olor tan cerca que parecía no existir otra cosa, la presión de su mano que seguía intacta reteniéndola.
Por supuesto, fue aún mejor cuando captó que él empujaba su rostro hacia ella, acercándose y que sus labios se movían, con lógica torpeza, pero en un claro intento de acogerla. De su garganta escapó un sonido de felicidad y sus brazos se estiraron para abrazarle. Sus narices chocaron en algún momento, pero Akane sonrió enternecida.
Recordó su relato, como si sus fantasías se hicieran reales y no pudo contenerse.
—Bésame, Ranma —susurró sin separarse de él.
El chico reaccionó separando las piernas y atrayéndola con más ímpetu. Sus labios se encontraron de nuevo, ahora con mayor seguridad que antes. Se acariciaban y chocaban haciendo ese encantador sonido de succión, Akane sintió que su cuerpo entero estallaría de pura felicidad.
Una voz malvada trataba de prevenirla: no puede ser real. Cuando abras los ojos todo habrá desaparecido. No es más que otra tonta historia que estás escribiendo en tu cuaderno.
Pero entonces el cuaderno cayó al suelo, liberado y haciendo un ruido que alejó esos pensamientos oscuros. Miró al chico que había enrollado sus brazos en torno a su cintura y no parecía dispuesto a soltarla, tenía el rostro rojo y la mirada llena de afecto por ella.
Akane sonrió y se atrevió a sentarse sobre el regazo de él, mucho más cerca. Frotó su nariz contra la de él y sintió que Ranma suspiraba. Creyó que el amor se le escapaba con cada beso, pero lo sentía ahogándola en lo profundo de su estómago, exigiendo más de aquella increíble sensación.
Se besaron de nuevo, esta vez separando sus labios para sentirse el uno al otro. Ranma la acarició, tímido, con la lengua y ella respondió pasando la suya por el labio inferior de él. Se estremeció, superado por sus emociones, y echó la cabeza hacia atrás.
—Akane… —Balbuceó nervioso. Ella le tranquilizó, rozándole la cara con suavidad. Apretó los labios, indecisa pero finalmente, se inclinó y le susurró las palabras al oído. Ranma dio un respingo y la miró, con los ojos muy abiertos y el pecho subiendo y bajándole a toda prisa—. ¿Tú…?
—¿De verdad no te habías dado cuenta? —Intentó sonar segura, pero su cuerpo se echó a temblar como si un vendaval helado lo hubiera golpeado—. No es necesario que digas nada ahora —Le dijo a toda prisa, mirándole aún con una sonrisa desamparada en los labios—. Pero… no te vayas.
—No… —Murmuró él. Su respiración se apaciguó un poco, sus manos se deslizaron por la cintura de la chica hasta su espalda y navegaron sobre ella de manera tranquilizadora. A pesar de eso, Akane sintió un leve dolor en su garganta y que sus ojos se humedecían un poco—. No me iré —prometió. Las manos volaron hasta el rostro de ella y lo acunó con cuidado—. No llores…
Ella apretó los párpados y después los labios en una sonrisa. Las lágrimas retrocedieron.
Ranma la atrajo una vez más y el beso se reanudó de nuevo.
Cada vez eran más largos, más profundos. Akane se inclinaba tanto sobre él que tuvo que apoyar las manos sobre sus hombros; puede que ese movimiento fuera el que hizo que la silla protestara con un chirrido peligroso.
Ambos se miraron un instante. Justo cuando la chica pensaba hacer una broma sobre el peso que esa silla podía soportar, sintió que algo la levantaba y ahogando una exclamación, se aferró a los hombros del chico para evitar la caída. Ranma la cargó hasta la cama y, con cuidado, se inclinó para soltarla. Pero no sobre el borde de la cama, sino que se estiró para dejarla en el centro, sobre la almohada y justo después, él subió para colocarse sobre ella.
Entonces, volvió a besarla y Akane sintió que su cabeza se perdía. Apenas era capaz de hilar dos pensamientos con sentido que no fueran: ¡Está pasando de verdad! ¡No puedo creer que esto esté pasando!
No supo si fue por la emoción de lo que estaba pensando o por tener otro cuerpo casi sobre ella, que empezó a sentir un intenso calor por todas partes. Era como tener fiebre, pero sin el malestar de una gripe. El calor se originaba en el centro de su cuerpo y se extendía como en ondas eléctricas que la recorrían hasta llegar a su cabeza. Entonces se le ocurrió la loca idea de que estaría más cómoda si pudiera quitarse algo de ropa.
¡¿Qué estoy pensando?! Se preguntó, histérica. El rostro le ardía tanto que sentía que se ahogaba. Casi fue un alivio cuando los labios de Ranma se movieron hasta su cuello, liberándola.
¿Q-qué… está haciendo?
Bueno, sabía lo que su prometido hacía. Sentía sus besos rápidos aunque suaves a lo largo de su cuello y después un poco más abajo, buscando algún hueco por el que colarse bajo su ropa.
¡Pervertido! ¡Debería darle un…! Pero, lo cierto es que resultaba agradable. Y más delicado de lo que ella habría creído tratándose de él. Sintió sus manos subiendo y bajando, delineando su cintura con calma y Akane echó la cabeza hacia atrás.
Debería… debería… ¡No sé qué se supone que debo hacer! Se lamentó, en un instante de pánico. No quería quedarse quieta y que Ranma pensara que estaba asustada o disgustada con lo que estaba pasando, pero por más que movía las manos alrededor del chico no se le ocurría que hacer con ellas.
Akane intentó calmarse y disfrutar de las sensaciones, pero cuando la mano de Ranma recorrió su estómago para acabar rozando, tan solo levemente, uno de sus pechos; experimentó una descarga tan poderosa que su cuerpo entero se agitó, encogiéndose y de su garganta escapó un gemido totalmente involuntario, pero que pareció retumbar por toda la habitación. Ranma se detuvo de golpe y ella creyó, en un principio, que había sido por oírla hacer ese sonido tan vergonzoso y quiso morir.
Pero, casi al mismo tiempo, Akane sintió algo… peculiar. Un ligero movimiento sobre su cadera acompañado de una fuerte presión.
¿Qué es…?
No llegó a imaginar lo que era cuando lo sintió contra ella, solo lo adivinó en el momento en que Ranma se incorporó a toda prisa y se volvió para darle la espalda, con la respiración acelerada.
Akane se quedó tumbada, con los brazos en alto y el ceño fruncido anclado en el techo. Bajó las manos para llevárselas a la boca y procuró no hacer ruido. Muy despacio se incorporó también y miró de soslayo al chico.
—Ranma…
—¡Lo siento! ¡Yo no…! —Le dijo a toda velocidad. Respiraba tan deprisa que podía oírlo—. Es que… ah… cuando has hecho ese ruido, yo…
Y al final entendió. El cuerpo de Ranma había reaccionado a su voz, a su gemido. Akane se puso aún más roja y apretó los labios para evitar sonreír; era evidente que la situación incomodaba al chico, pero ella se sintió un poco eufórica, como si fuera una victoria suya.
Trató de ser comprensiva.
—No… no pasa nada —murmuró, estirando una mano hacia él—; es normal, por lo que… hacíamos…
Le rozó la espalda, pero el chico se apartó, mortificado. En otra persona quizás habría sido una actitud extraña, pero dados los problemas que Ranma tenía con la intimidad y, que ella sospechaba, también se extendían al contacto físico, entendía su disgusto.
—Lo siento, no quería… incomodarte —insistió él.
—No lo has hecho.
—Es… mejor que me vaya.
Intentó levantarse, pero Akane se precipitó hacia él y le cogió del brazo.
—¡No! Espera… —Le obligó a sentarse de nuevo—. Dijiste que no te irías, ¿o lo has olvidado? —Se colocó de rodillas sobre la cama y le obligó a darse la vuelta. Ranma mantuvo los ojos bajos y una expresión doliente. ¡Realmente parecía creer que había hecho algo malo!—. Ranma… yo me siento igual que tú… ¡Es normal! —Trató de decirle. Le rozó el rostro con la mano y el chico tembló. Le pasó los brazos alrededor del cuello y acercó la cara a la de él—. Por favor, no te alejes ahora… —Le besó con ternura y sonrió, logrando que al fin él la mirara—. Prometo no hacer más ruidos.
Una chispa de decepción cruzó, no obstante, la mirada de él ante esas palabras. Sus manos volvieron a rodearla y suspiró.
—Lo siento —repitió en voz baja.
Akane se pegó a él para abrazarle y repitió las palabras en su oído. Ranma respondió al contacto, apretándola con fuerza y hundiendo la nariz en su cuello, el corazón aún le latía desbocado y la chica se preguntó si estaría mal pedirle que siguieran donde se habían detenido.
¿Estaba siendo egoísta?
Aunque podía sentir la misma frustración y el deseo que ella sentía también en él, ambos tenían ritmos distintos. Después de meses de contención quizás todo se les había de las manos muy deprisa y era mejor frenar un poco; ella también estaba abrumada por sus emociones y no podía dejar que esa urgencia por ir deprisa, por conquistar lo más rápido posible todo el terreno que aún los separaba la cegara y por culpa de eso, algo fuera mal.
Es suficiente por ahora se dijo. Aunque, a diferencia de su cabeza, el resto de su cuerpo rugía en busca de algo más.
Se apartó un poco del chico para mirarle, al menos parecía más tranquilo ahora.
—Creo que deberíamos dejarlo aquí —Murmuró. Ranma asintió, conforme—Pero esto… ha pasado de verdad.
—¿También escribirás sobre ello? —Se atrevió a sonreír un poco.
—Tal vez… aunque tendré que buscar un buen escondite para el cuaderno.
—¿Y… me dejarás leerlo?
Akane se río con ganas. ¡Pero si casi le había dado un ataque por leer la inocente historia del hongo mágico! No podía imaginarse cómo reaccionaría ante su detalla descripción de lo que había pasado esa noche. Lo cierto era que las palabras adecuadas ya estaban llegando a su cabeza; era como un canto de sirena que tiraba de ella para que se pusiera a escribir de inmediato.
Finalmente, ambos se pusieron en pie y fueron despacio hacia la puerta. Cuando Akane estaba a punto de tocar el pomo, la mano de Ranma atrapó su muñeca y la hizo volverse hacia él. La tomó entre sus brazos, empujándola suavemente contra la madera y volvió a besarla con la misma pasión de antes. El calor y la electricidad acudieron a ella mucho más deprisa que la primera vez; se olvidó de todo y le echó los brazos al cuello, tirando de él.
Pero un ruido al otro lado de la puerta los interrumpió, haciendo que ambos se congelaran de golpe.
—Akane —La voz de Genma Saotome sonó tras ellos y Ranma dio tal respingo que la chica corrió a taparle la boca con las manos. Le miró con severidad para que no se pusiera nervioso.
—¿Sí, tío Genma?
—¿Está el cazurro de mi hijo ahí dentro? —El hombre soltó un gruñido airado—. ¡No le encuentro por ningún lado!
Ranma frunció el ceño, molesto.
—¿Y por qué iba a estar aquí a estas horas? —respondió ella, fingiendo un tono de fastidio. El chico la miró y ella le guiñó un ojo—. Si a ese pervertido se le ocurriera colarse en mi cuarto en plena noche, le echaría a patadas de aquí.
A Ranma se le escapó una risita contra la palma de su mano que le hizo cosquillas. Y después, se la besó. El corazón de la chica se encogió enternecido.
—¡Por supuesto! Una cosa es que estéis prometidos… pero mi hijo te debe respetar hasta después de la boda.
—Sí, sí… lo sé, tío.
—Gracias —respondió este—. Buenas noches.
—Buenas noches.
Oyeron como los pasos se alejaban, pesados, sobre la madera del pasillo y después, descendían rumbo al piso inferior. Respiraron aliviados y se sonrieron. Akane contuvo una carcajada nerviosa y alzándose sobre las puntas de los pies, le plantó un beso en los labios.
—Venga, vete ya antes de que alguien nos pille —Le susurró. Pero antes volvió a besarle.
¡Contrólate! Se ordenó a sí misma. Una poderosa euforia guiaba sus actos y no la dejaba pensar.
Ranma abrió la puerta, se asomó escrutando la oscuridad y por fin, se decidió a salir.
—Buenas noches —Le dijo.
—Buenas noches —respondió ella y cerró la puerta antes de que sus instintos la doblegaran. De repente, se quedó sin fuerzas. El corazón siguió como un loco, golpeando su pecho y su espalda. Cerró los ojos, pero al otro lado de la puerta aún podía oír la respiración del chico; nerviosa y encantada, pegó la boca a la madera—. ¡Vete a dormir de una vez!
—¡Lo mismo te digo! —respondió él en tono de broma.
Sí, será mejor decidió y con un resoplido, caminó hasta su cama y se dejó caer en ella.
Se revolvió contra las sabanas, demasiado nerviosa todavía como para si quiera pensar en dormir. Estaba increíblemente despierta, pero a la vez sintió que su cuerpo se deshacía sobre el colchón, sin fuerzas, relajado.
Permaneció allí tumbada, largo rato, contemplando el techo con un millón de ideas apabullando su cabeza.
¿Qué había pasado? ¿Había sido real? ¿Se repetiría pronto? ¿Qué habría pasado si…hubiesen continuado? Podía imaginar la respuesta, aunque le resultaba algo surrealista pensarlo… ¿Acaso todo lo ocurrido era, ya de por sí, lo más surrealista del mundo?
¡Y había pasado!
Así que… quién sabía si no sería posible llegar más lejos… ¿hasta el final?
Akane meditó entonces en sí esa posibilidad no debería darle, aunque fuera, un poco de miedo. Entrecerró los ojos, arrugó la nariz… pero luego sonrió. No tenía miedo en absoluto. Incluso si recordaba esos instantes de dudas que había tenido hacia unos minutos, cuando no sabía cómo actuar… se le venía a la mente el recuerdo de lo delicado y cariñoso que había sido Ranma y era imposible tener miedo de nada que pudiera hacer con él.
Bueno, no nos precipitemos.
Lo más importante era que por fin había pasado algo que suponía un avance en su relación. Y que de ahora en adelante… solo podían seguir en esa dirección. Y esa idea la hacía inmensamente feliz.
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¡Hola! ^^
Desde… ¿Febrero? ¡O más… que no me pasaba por aquí con un fic de Ranma!
¿Qué tal habéis estado?
¡Feliz día de Ranma y Akane! Jejeje, ya sé que no es hoy, día en que subo el fic, pero lo felicito igual para cuando lo vayáis a leer.
La verdad es que he hecho un poquito de trampa… En realidad, este es el primer capítulo que escribí hace un tiempo (antes de mi penoso bloqueo escritoril T.T) para una historia que tenía pensado escribir. Como digo, llegó el bloqueo y no pude seguirla. Ahora estoy escribiendo de nuevo ^^ pero inmersa en un reto de otro fandom, por lo que cuando vi esta convocatoria supe que no tendría tiempo de participar.
¡Pero yo quería!
Porque… ¡Es el día de Ranma y Akane! ^^
Y me acordé de este primer capítulo y al releerlo, pensé que sería una bonita ocasión para compartirlo. ¡Quién sabe, algún día podría decidirme a terminarla!
Gracias a la página por convocar esta bonita y romántica convocatoria. Gracias a mi gran amiga y compi de fatigas Rowcinzia por animarme tanto a que participara, estoy segura de que su fic será genial también, así que ir a leerlo, jeje. Y también gracias a Fio *_* por nuestras relajantes y reconfortantes charlas que me devuelven a un estado zen óptimo para enfrentar la vida.
¡Gracias de antemano a todos y a todas los que le deis una oportunidad a este fic!
¡Besotes!
-EroLady-
