Disclaimer: No soy dueño de ningún personaje, sólo escribo esto para entretener. Los personajes aparecidos aquí son propiedad de CAPCOM y su icónica saga de videojuegos Resident Evil, sólo escribo por diversión.

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—Me siento tan sola, Chris.

Fueron las palabras detonantes que llegaron al viejo y duro corazón del señor Redfield. Él estaba preparando té, ya que era algo que solía gustarle a Mia cada vez que iba a visitarla. pues desde el incidente de La Villa, algo había cambiado.

—Lo siento mucho, Mia. Sé... que es duro, sé que debes pasar por mierda demasiado difícil siquiera de entender, creo que tampoco sabes cómo te sientes... y no te recriminaré eso... pero por favor, Mia... Ethan lo dió todo por tí, y por Rosemary.

—¡Lo sé! —Contestó entre lágrimas, limpiadas al instante por sus manos suaves, específicamente con su dedo pulgar e índice. —¡Me siento tan culpable! Lo mandé como una vaca al matadero sin saberlo y... me da tanto, pero tanto CORAJE que tomaron a mi hija en mis narices, que yo no pude hacer nada para defenderla y tampoco pude serle útil a mi marido y ahora...

Chris se sentó a su lado, ofreciendo a la mujer dolida una taza de té.

—Por favor.

—Gracias, Chris...

Mia tomó la taza y sopló al té de manzanilla con menta y limón.

—Cuidado, está algo caliente.

—Gracias... trataré de no quemarme.

Winters sonrió por la genuina hospitalidad y afecto de Chris, pues claro, ella está viviendo en un lugar nuevo donde sólo Redfield y algunas personas saben de su existencia.

—Me siento como una ramera.

—¡Mia! ¿Por qué dices eso? —El capitán la miró sorprendido, tanto así que la tomó de un hombro y sobó, tratando de tranquilizarle.

—Cuando me liberaste de la celda en esa estúpida villa... estaba tan furiosa, tan enojada que te eché la culpa a tí del error de alguien más... te grité, tuve un deseo tan... ardiente por darte una bofetada y comenzar a lanzarte todo lo que estuviera a mi alcance... gritarte a la cara, decirte hasta de lo que te ibas a morir, decirte que por tu maldita culpa todo esto había ocurrido y... casi te deseo la muerte, Chris... por eso me siento como una maldita perra fría y sin corazón.

—Estabas... en una situación donde ameritaba todo eso, y más... aunque agradezco que me dieras la oportunidad de escucharme... y escucharte. Si tan sólo hubiéramos sabido con antelación todo lo que iba a pasar, todo lo que tiene que ver con el fallecido... quizás... pude haberlo hecho mejor.

—No me dijiste que me perdonabas...

—Porque no hay nada que yo deba perdonarte, mujer. Debería ser yo quien me incline ante tí y te pida disculpas una y mil veces... no hay día en el que no me lamente de no haberle dicho todo a Ethan... siento que indirectamente maté a tu marido, Mia... y eso es algo con lo que me llevaré todas las noches hasta que me muera...

—No había tiempo, Chris... sé que actuaste de buena fé, y que tenías todas las intenciones en ayudarnos...

Mia dió un sorbo al té, entre conversaciones parecía enfriarse.

—Hay... hay algo que me gustaría pedirte, Chris.

—Adelante, Mia.

Winters dejó la taza de porcelana sobre una mesa de madera con un delantal rojo y se puso de pie. Caminó hasta la cuna donde estaba su hija y la miró con una sonrisa radiante.

—No quiero que esto vaya a un extremo que sea un descaro, Chris. Yo... yo amé a Ethan, sé que eventualmente encontraré el amor, porque esa es la naturaleza del humano, estar en compañía... sé que el amor nacerá en alguien, que claro, le lloraré a mi esposo, pero no toda la vida. Hay tantos números a los que llamar, gente por conocer, cosas y lugares por ver y visitar y... Chris...

—Sé a lo que vas, Mia.

—Entonces... estarás de acuerdo si te digo que... por favor, no quiero... no quiero verte de una forma diferente... por respeto a la memoria de mi esposo. Puedo sentirlo, Chris... puedo sentirlo cuando percibo tu perfume, cuando me rodeas con tus brazos y la forma en la que me hablas...

—Fuí amigo de tu esposo, Mia... y créeme... jamás le pondría una mano a la mujer de un camarada. Por mí puedes estar tranquila que nuestra relación es profesional, y que también llegaremos a extremos en los que solo nosotros dos sabremos cuándo parar. Soy un hombre de palabra, Mia... y te prometo que nunca sería capaz de quitarte el apellido y que tampoco te llevaré conmigo a la cama. Eres sagrada, y espero realmente que encuentres a ése hombre que pueda llenar el espacio que Ethan dejó, por tu bien y el bien de Rosemary.

—¡Gracias, Chris! Tenía... tenía que decirlo ahora. No quiero que lo nuestro sea algo prohibido, algo que sé que me voy a arrepentir después. Agradezco toda la ayuda que nos has brindado, sé que mi hija crecerá y te verá como un héroe y un modelo a seguir... y quisiera que le dejáramos en claro que entre nosotros no hay nada. Sé que te verá mucho conmigo, por motivos más que evidentes... sé que mi hija comenzará a hacer preguntas y quiero darle todas las respuestas posibles para que no nos vea como algo que NO somos, y no me refiero al sentido de ser pareja... sino yo de una puta y tú de un embustero.

—Cuando la niña crezca tendrá todas las respuestas que necesite, a su tiempo. Rosemary sabrá que soy su buen tío Chris, ja, ja... y no el suplente de su padre. No te sientas sucia por pedirme ayuda, o por existir en el mismo espacio conmigo. Ten por seguro que un día vamos a recordar esto con añoro porque es otra de las cosas que sucederán en nuestra relación. Y Mia, si en algún momento sientes que me estoy propasando contigo, o estoy haciendo cosas que puedan llevar a algo irreversible... pídeme salir de tu residencia de inmediato.

—Gracias... por todo, Chris... me faltarán vidas para pagarte todo lo que estás... y yo... Rose...

Mia decidió mecer la cuna donde estaba su hija ya que la vió despertar y la llevó en brazos.

—¿Estoy haciendo lo correcto? Quisiera... quisiera saber si es lo correcto, si es esto lo que quiero para mí y mi hija. ¿Lo estoy haciendo bien?

—Hagas lo que hagas y la decisión que tomes, te apoyaré. Mia, mañana tendremos que llevar a Rosemary a la realización de estudios, sabes que tenemos que hacer esto por su bien.

—En efecto... de paso me haré algunos yo también... quiero conocerme bien y no terminar provocando algún brote vírico o ser un paciente asintomático de algo más grave...

La mujer viuda se sentó en el sofá de la casa y le dió palmaditas a Rose para que eructara.

—Primero la mierda de Louisiana y ahora esto... parece que van a verme muy seguido por visitas al psicólogo. Necesito desahogarme.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo? —Chris sonrió.

—¿Ves esa bonita vitrina con platos y vasos? Quiero agarrarlos todos y lanzarlos contra la pared, quiero agarrar un palo de golf y dejar el baño, el dormitorio y la sala de estar irreconocibles. Quiero dejar la casa en ruinas y después... llorar, quiero llorar, quiero gritar, morder las almohadas y arrancar la tela de enfado, quiero golpear el piso, quiero maldecir a zorra de Miranda, a los Baker, al degenerado sexual de Lucas en especial y gritarles todas las cosas que nunca pude decirles. Quiero... quiero gritar hasta que me quede sin voz y la garganta me duela.

—Si eso quieres hacer, puedes darme a tu hija para llevarla lejos mientras te espero aquí afuera para ir a comer algo.

—¿Lo que yo quiera?

—Mujer, ¡por supuesto! ¿Quién soy yo para negarme?

—¿No podemos empezar hoy? Mi maldito problema siempre ha sido quedarme con todo. Tengo... algo.

—Si ese es el caso.

Chris extendió los brazos para que Mia le diera a Rose.

—Regresa en una hora. Estaré llorando abrazando un oso de peluche con una fotografía de mi difunto esposo pegada en su cara, en la habitación.

Chris asintió y, al salir de la casa, escuchó el primer plato romperse.

—¡Chris! La cuna de mi hija. Quiero que no sea un daño colateral.

Redfield regresó para llevarse la cuna, los peluches de mono y ahora sí salir.

Chris le pidió a uno de sus hombres más confiables que metieran a Rose en el automóvil y cerraran las ventanas, pues él ha comenzado a fumar. Le pareció muy sorprendente ver que Mia de algún modo desatornilló el retrete y lo lanzó por la ventana.