Aoi Ribon Wa Hodokenai

"La Cita Secreta"

Ranma dio un último a vistazo a los alrededores antes de salir del dojo y cerrar el portón tras de sí, tratando de hacer el menor ruido posible.

Estaba nervioso, pero también emocionado. Había pasado meses planeando y ahorrando dinero con Akane para esta pequeña escapada. Todas esas noches en vela, intercambiando ideas susurradas en la oscuridad, confeccionando excusas meticulosamente, les habían conseguido las coartadas perfectas para engañar a sus padres. Era imperativo que nadie de la familia supiera dónde estarían, o siquiera que iban a pasar juntos el fin de semana.

Si Genma o Soun se enteraran, se volverían locos.

Para hacer todo el acto más creíble, habían decidido salir cada quién por su cuenta y encontrarse en el sitio de su destino.

Salir de la casa, saltar de techo en techo hasta la estación y abordar un tren. Era un plan suficientemente simple para permitir relajarse y dejarse guiar por sus instintos de artista marcial. Siempre había encontrado un desahogo en la actividad física, a la que podía entregarse por completo sin necesidad de pensar demasiado.

Escalar, tomar impulso, distribuir el peso y dejarlo fluir a través de sus articulaciones, atravesar el cielo y quedar suspendido en el aire por unos cuantos segundos en los que podía disfrutar de una sensación de libertad absoluta, poderoso e inalcanzable. Atemporal. Etéreo. Donde ninguno de sus problemas podía encontrarlo.

Sentir el viento soplándole en la cara al entregarse a la gravedad por completo, hasta el momento en el que tuviera que amortiguar el impacto y después aprovechar la inercia para impulsarse de nuevo hacia el siguiente edificio.

Le habría gustado tomar de la mano a Akane y viajar juntos en el vagón, recostados el uno contra el otro, pero esos eran privilegios que no podían permitirse. No si querían mantener el secreto de la verdadera naturaleza que su relación había tomado recientemente.

Ranma recordaba nítidamente cómo había sido cada momento del tortuoso trayecto de su nueva relación. La incertidumbre de las primeras semanas, los meses de paralizante miedo al rechazo entre miradas confusas y roces inciertos, aparentemente accidentales, cuyo significado nunca lograban comprender del todo, y luego, como recompensa por haber dado el salto de fe más estúpido y arriesgado de toda la historia, el abrumador alivio de finalmente saberse correspondido por el amor de su vida.

Una sonrisa se asomó a sus labios sin poder contenerse, como cada vez que pensaba en Akane. En sus vivaces ojos color avellana, y en su deslumbrante sonrisa que le llenaba de calidez todo el pecho.

Aún le costaba creer lo afortunado que era de saberse correspondido.

Lamentablemente no habían tenido oportunidad de explorar esta nueva faceta de su relación, viviendo en esa casa de locos donde las miradas indiscretas acechaban desde los sitios más inimaginables.

Atesorando en la memoria el sabor de unos cuantos besos robados, Ranma se permitió regocijarse en el fantasma de la calidez de los labios de Akane contra los suyos, con la impaciencia de saber que pronto podría finalmente entregarse a explorarlos con desenfreno y sin ninguna preocupación. El fantasma que le había acompañado durante todas aquellas noches solitarias en las que soñaba poder estar con Akane, de todas las formas posibles.

Al llegar a su destino, se sacó el mapa del bolsillo para verificar la dirección del *onsen que habían elegido. Era un lugar modesto pero la ubicación conveniente, la apariencia discreta de su fachada y los solitarios alrededores de área verde deshabitada lo convertían en el sitio perfecto. Ranma se sonrojó al imaginar las posibilidades.

Con un poco de suerte, tendrían el lugar para los dos solos.

Decidió esperar a Akane para entrar juntos a registrarse, pero Ranma parecía haber llegado antes de lo previsto. Resopló resignado. No había remedio, y aún era temprano. Unos cuantos minutos de espera no le harían daño, aunque si fuera sincero tendría que admitir que se estaba impacientando. Cada vez le era más difícil desviar los pensamientos que obstinadamente insistían en viajar hacia el cuerpo de Akane y lo que a veces alcanzaba a vislumbrar a través de la ropa. Tan cerca y a la vez tan inaccesible. Prohibido.

Pero ya no más.

Solo unos cuantos minutos y ya no más.

Ranma sentía la anticipación recorrer todo su cuerpo como una corriente eléctrica.

¿Dónde diablos se habría metido Akane?

¿Por qué tardaba tanto?

El chico de la trenza se metió las manos a los bolsillos y pateó una piedra distraídamente. El sol empezaba a ponerse y los nervios que le revoloteaban en el estómago ya no eran suficientes para competir con el hambre que empezaba a sentir.

Había planeado que cenaran juntos al llegar al hostal, por lo que no quería entrar antes de que Akane llegara.

–¡Maldición! –masculló para sus adentros.

Empezaba a irritarse. El peso de la mochila comenzaba a sentirse incómodo sobre sus hombros y eso le recordó los otros preparativos que había hecho en privado para hacer más amena su estancia. El peso extra de las provisiones que llevaba en la mochila caía directo sobre su consciencia.

No estaba seguro de que fueran a tener el tiempo y la disposición de usar todo lo que había llevado. Apenas tenía una vaga idea de hasta dónde llegarían en primer lugar, pero también sabía que el tiempo era limitado. Esta era una oportunidad que no sabía hasta cuándo podrían repetir y quería aprovecharla al máximo.

Cuando el sol ya había prácticamente desaparecido tras el horizonte, Ranma bufó y entró al hostal a regañadientes. Se registró con mala cara y avanzó a pisotones hacia la habitación, donde dejó caer la mochila sin ningún cuidado y caminó hacia el baño.

Estaba frustrado.

En varios niveles.

Se echó agua a la cara y eso pareció aclararle momentáneamente las ideas.

Se desvistió sin pensar y procedió a darse una ducha. Si iba a esperar a Akane para cenar, al menos se daría el gusto de un buen baño caliente.

Una vez que estuvo remojado en la fuente termal, decidió que no permitiría que un pequeño percance como ese le arruinara la escapada. Akane llegaría en cualquier momento y entonces podrían dedicarse completamente a explorar sus cuerpos en la total privacidad y comodidad de la habitación. Sin prisas y sin la constante amenaza de ser sorprendidos por algún miembro de la familia.

Solos, Akane y él, libres de amarse sin ningún reparo.

Como debería ser.

El casi imperceptible burbujeo y la esencia sulfúrica del agua había empezado a adormecerle cuando escuchó el lejano deslizar de la puerta del área de baño. A sus espaldas se oía el rítmico golpeteo de los pasos que tan bien conocía y la voz de la persona más importante en su vida susurrando su nombre de esa forma en la que solo Akane era capaz.

Toda la indignación que había hecho a un lado, eclipsada por la preocupación de que Akane se hubiese arrepentido en el último momento, le asaltó de golpe. Ranma giró la cabeza justo a tiempo para divisar la figura que se abría paso hacia él, ligeramente borrosa a través del vapor del baño.

Los reclamos enfadados se atoraron en su garganta y la mirada asesina que con tanto esmero había preparado se desvanecieron en cuanto sus ojos se posaron sobre el cuerpo desnudo que caminaba hacia las aguas termales.

Ranma tragó duro mientras paseaba los ojos sobre un par de perfectos pectorales, bajando sobre unos bien definidos músculos abdominales que se iban estrechando hasta formar una sensual "V" y culminando en un deliciosamente esplendoroso...

Ranma se pasó una mano por los cabellos, aclarándose la garganta.

Akane sonrió satisfecho, consciente del efecto que su cuerpo tenía sobre el chico de la trenza, porque era precisamente el mismo que Ranma tenía sobre el suyo.

–Ya era hora –gruñó Ranma en un intento desesperado por mantener la compostura.

–Tuve un pequeño, um, contratiempo –respondió Akane un poco avergonzado.

–¿Qué pasó? No me digas que se te declaró una chica saliendo del dojo –se burló Ranma, con una sonrisa socarrona.

–¡Tonto! –se quejó el muchacho de los ojos avellana, inclinándose para darle un ligero puñetazo en el hombro, y luego sonreír maliciosamente –No tienes que ponerte celoso. Eres mucho más adorable que cualquier chica.

Ranma parpadeó confundido para luego sonrojarse y bajar la cabeza, refunfuñando algo ininteligible. Se recostó sobre la piedra y desvió la mirada, simulando una postura altanera.

Akane soltó una carcajada y se sentó de piernas cruzadas a la orilla del manantial. La atmósfera había cambiado, y ahora se encontraban en un momento de relajada camaradería, disfrutando de ese ambiente cómodo en el que no había más presiones.

Akane se sentía agradecido. Con Ranma no tenía que ser nadie más que él mismo, sin pretenciones y sin miedo a mostrarle lo que había detrás de la fachada que había tenido que erguir frente a los demás. El hijo ejemplar, el único varón de la familia Tendo, el muchacho alegre y atlético que resultaba tan popular entre las chicas de la escuela.

Era agotador, y francamente, más que desagradable.

Akane reprimió un escalofrío al pensar en las hordas de chiquillas enardecidas y sus risitas coquetas exigiéndole respuestas a sus interminables declaraciones de amor, y en todas las excusas que había tenido que inventar a lo largo de los años para hacerles entender que no estaba interesado en ellas, rogando para sus adentros poder distraerlas lo suficiente para que no empezaran a cuestionar demasiado el por qué.

¿Por qué?

Incluso sus mejores amigos a veces le lanzaban miradas confundidas, sospechosas, casi acusatorias. ¿Por qué no salía con ninguna chica? Prácticamente todas las alumnas de la escuela estaban enamoradas de él. Lo lógico sería pensar que al menos habría una que fuera su tipo.

Una chica que le gustara.

Pero no había. Ninguna de esas chicas le interesaba en lo más mínimo, y cada día que pasaba era más difícil, más sofocante la ansiedad de ocultar realmente por qué.

De pronto el ceño de Akane se había empezado a fruncir, y lo único que lo regresó a la realidad fue encontrarse con el azul cobalto de los ojos del chico que estaba frente a él.

–¿Akane?

El aludido parpadeó varias veces.

–Deja de poner esa cara de tonto y métete de una buena vez –se burló Ranma, gesticulando hacia el agua.

Akane permaneció inmóvil y su cuerpo se tensó ligeramente. Se miraron durante unos momentos en los que Ranma se dio cuenta de las implicaciones de lo que acababa de decir.

–¡Nooo, espera! No me refería a eso...

Un sonrojo se esparció sobre las mejillas del chico de mirada avellana, quien seguía paralizado.

–¿Crees que esto es raro? –se atrevió a preguntar Akane.

Ranma bajó la mirada, avergonzado. Apretó los labios, sin saber qué responder. Akane tomó una gran bocanada de aire, aprovechando el momento para ordenar sus ideas.

–Porque, bueno, no debería, ¿no? –murmuró inseguro. –Los dos somos hombres y ya nos hemos bañado juntos antes. Además, nos vemos desnudos todo el tiempo en los vestidores de la escuela, no solo entre nosotros sino también a todos los compañeros...

Akane hizo una pequeña pausa, pasándose nerviosamente la lengua por los labios mientras la mente se le llenaba de un revoltijo de pensamientos intrusos. Al ver que Ranma no respondía, se aventuró a mirarlo directamente. El chico de la trenza permanecía encorvado en su mismo lugar.

–Ranma, tú... –murmuró dudoso, –¿has espiado a alguno de ellos?

Eso sacó a Ranma de golpe de su aparente estupor.

–¡¿Qué?! ¡Claro que no! –boqueó un par de veces, sobrecogido por la indignación. –¡No soy un depravado!

Akane tuvo la decencia de verse avergonzado por un momento.

–Bueno, pero... ¿cómo iba a saber eso? –replicó Akane, poniéndose a la defensiva.

–¿Es en serio? –la indignación hizo que se olvidara por completo de la timidez –, ¿me estás diciendo que tú sí lo has hecho?

–¡No estamos hablando de mí!

–¿Estás seguro, Akane?

Sin darse cuenta, Ranma se había acercado lo suficiente para quedar frente a frente con el otro chico, con la respiración agitada y prácticamente echando humo. Akane le devolvía la mirada igualmente furioso, con la mandíbula apretada y las pupilas ardiendo.

Todo estaba mal, ¿cómo es que habían llegado a esto?

Poco a poco, la ira fue desvaneciéndose y abriendo paso a los verdaderos sentimientos que se ocultaban tras de ella.

–Perdón, –dijeron al unísono.

Sus miradas se encontraron por un momento, en el que ambos chicos se permitieron sonreír tímidamente.

–Es solo que... –Akane susurró, bajando la mirada de nuevo, –esto es un poco raro, ¿no crees? –soltó una risita amarga.

–Sí, un poco. –Admitió Ranma, suspirando. –Pero está bien. Me gusta.

–A mí también.

A modo de ofrenda de paz, Ranma se recorrió un poco para hacer espacio y Akane respondió metiéndose al agua. Permanecieron así unos minutos, sentados uno al lado del otro, observando los patrones que el vapor dibujaba en el aire y simplemente disfrutando del momento en mutua compañía.

–¿Qué quieres hacer ahora? –preguntó Ranma casualmente, recostando la espalda sobre la piedra y entrelazando los dedos detrás de su cabeza.

Akane echó un vistazo a los alrededores, y luego sonrió pícaramente al asegurarse de que no había nadie más en los manantiales en ese momento.

–Creo que se me ocurre algo, –respondió empezando a cerrar los ojos e inclinándose hacia el rostro de Ranma.

Inició como un beso tierno, un suave roce que se deslizaba lentamente sobre la superficie de sus bocas, experimentalmente recorriendo la distancia entre la vacilación y el deseo, buscando el mejor ritmo y reajustándose para encontrar la posición más cómoda. No faltó mucho para que las manos de ambos se unieran a la expedición, delineando torneados músculos por encima y por abajo del agua, descubriendo la textura porosa de la piel después de haber estado sumergida por tanto tiempo.

Sus cuerpos colisionaron. Los besos se volvieron frenéticos, hambrientos, repletos de una necesidad imperiosa de sentirse cada vez más cerca. Entre jadeos desesperados, fueron dejándose llevar por la torpeza de su propia inexperiencia. En algún momento durante su travesía por el interior de uno de los muslos de Akane, los dedos de Ranma rozaron suavemente esa parte que hizo que el otro chico brincara del sobresalto.

Tras un choque de rodillas que casi los manda a estrellarse de forma nada sexy entre las rocas, los dos muchachos tuvieron que separarse para recobrar el equilibrio.

–¡Lo siento! –se apresuró a exclamar Ranma, una vez que estuvo seguro de que su cara estaba fuera de peligro de estamparse contra las piedras, –fue un accidente... um, no quise...

El rostro de Akane palideció.

–¿No quieres? –no pudo evitar que la voz le traicionara con un leve tono de alarma.

Habían estado tan ocupados planeando el cómo y las cuestiones técnicas de aquel viaje que nunca se detuvieron a aclarar los detalles de la naturaleza de la escapada, ni de las actividades que cada uno esperaba poder realizar. Hasta este momento, el prospecto de tener privacidad para pasar tiempo juntos había sido más que suficiente.

Ranma se sonrojó ante la implicación. Una cosa era planear en secreto bajo el acuerdo implícito de todo lo que podría pasar entre ellos durante su estancia en un onsen, y otra muy diferente era tener que enfrentarse a la posibilidad de que sus deseos no fueran tan similares a los de Akane como había asumido durante todo ese tiempo.

–No es que no quiera... –se atrevió a admitir tímidamente–, pero solo porque vinimos hasta aquí no significa que tengamos que hacer nada.

Akane se limitó a bajar la cabeza, con la mirada fija en una pequeña hoja que flotaba sobre la superficie del agua.

–Tal vez podríamos aprovechar para entrenar... –ofreció Ranma, con una sonrisa titubeante, frotándose la parte trasera del cuello.

A pesar de la sinceridad de la propuesta, era evidente el esfuerzo que el chico de la trenza estaba haciendo para mantener a raya toda la decepción que ésta le provocaba. Quizá eso le habría hecho gracia a Akane, de no ser porque en ese momento estaba siendo atacado sin piedad por millones de fantasías eróticas acerca de cómo podrían desarrollarse dichos entrenamientos.

Sacudió la cabeza para obligarse a regresar a la realidad. Entrenamiento. Evidentemente el otro chico se refería a los mismos ejercicios habituales y nada indecorosos de la escuela de combate libre que ambos realizaban todos los días en el dojo. Una palpitación en su entrepierna le recordó dolorosamente que Ranma no era el único al que le desilusionaba la idea de cambiar de esa forma el propósito del viaje, por mucho que le gustara practicar artes marciales.

–Lo sé... –musitó Akane ante la sonrisa cada vez más forzada de su interlocutor, –pero también quiero... –se aclaró la garganta, –todo el camino, estuve pensando...

Hizo una pequeña pausa, durante cual se intensificó el sonrojo de sus mejillas.

–Pero, no sé cómo... –continuó en un susurro vacilante. –Nunca he...

Incapaz de continuar con palabras, gesticuló penosamente con las manos, sin aportar realmente nada a lo que estaba tratando de decir. No es que fuera necesario. Ranma sabía perfectamente a qué se refería.

–Pues... –respondió el chico de la trenza, mirando hacia todos lados menos hacia a Akane, –tampoco es que yo sea un experto... en realidad... yo no...

Por debajo del agua, la mano de Akane se encontró con la de Ranma, tomándola para darle un apretón reconfortante. Se quedaron de nuevo en silencio, reuniendo el valor suficiente para volver a mirarse a la cara.

Aquella pausa les dio el tiempo suficiente para percatarse de que no estaban precisamente en el mejor lugar para averiguar a dónde les llevaría esa conversación. Por muy lejos que estuvieran de Nerima, seguían siendo dos chicos en un baño público.

El tenso silencio que empezaba a condensarse fue roto de pronto por el rugido hambriento del estómago de Ranma, seguido casi inmediatamente por uno similar viniendo del estómago de Akane.

Todavía sonrojados, con el cabello desordenado y los labios un poco hinchados por la tosquedad de los besos, Ranma y Akane intercambiaron miradas abochornadas y se echaron a reír.

–Ven, vamos a buscar algo de cenar –ofreció Ranma, poniéndose de pie para salir del agua. –Me muero de hambre.

–De acuerdo. –Respondió Akane, tomando la mano que el otro chico le estaba ofreciendo.

...

Notas de la autora

¡Hola!

Por si no quedó suficientemente claro, este es un AU (universo alterno) en el que Akane nació y se identifica como hombre cisgénero. Las circunstancias en las que conoció a Ranma siguen siendo las mismas del canon, pero en este caso, el compromiso entre los Tendo y Saotome quedó abierto para darle tiempo a Ranma de escoger entre Nabiki y Kasumi. Ah, y también por simple capricho personal, Ranma y Genma nunca fueron a Jusenkyo, así que no tienen maldición.

Agradecimiento especial a DolcePiano por apoyar mis locuras y betear este fic. ¡Te quiero, reina!

*onsen: Hotel tradicional japonés construido alrededor de fuentes termales naturales.

El título lo saqué de los lyrics de "Little Date" (Ritoru Deito), segundo opening del anime. Significa "la cinta azul no se puede desenredar", lo cual no tiene ningún sentido pero a mí nadie me dice cómo titular mis fics, jajajaja.

En fin, gracias por leer y si tienen algo que comentar, me encantaría saber qué les pareció.

Un abrazo,

LunaGitana