Sus caminos se habían separado y él, había dejado la aldea después de tantas misiones, se embarcaba a una más grande. Jiraiya tenía muchas metas en su vida y una de las más grandes era sacar de su corazón a Tsunade. Él sabía que ella jamás le iba a corresponder de ninguna manera. Lo había intentado tantas veces y nunca fue capaz de hacer llegar sus sentimientos a la mujer porque, él sabía, y bien lo sabía, que el corazón de la sannin tenía otro dueño y nunca iba a ser él. Y antes que cualquier deseo, era una falta de respeto insistir donde no iba a ser correspondido. Quería a Tsunade y siempre iba a desearle lo mejor para ella, pero no era a su lado, estaba seguro de ello.

Pensó en volver a enamorarse, sin embargo, eso parecía ser mucho más difícil de lo que él mismo se imaginó. Y aunque intentó rememorar el momento en que se enamoró de Tsunade, no supo determinar cómo pasó. Recordaba que estaba loco por ella casi desde que la conocía ¿importaba el momento?

Quiso escribir al respecto, pero nada de eso le sirvió y durante años, se la pasó de ligue en ligue sin llegar a obtener lo que buscaba: olvidarla. Al menos, eso creía hasta que empezó a sentir culpa por ello. Al menos, por ella.

Jiraiya se consideraba un hombre bastante frío llegado ese momento. Si bien, él era el primero en alabar cada uno de los encantos de una mujer, podía viajar por toda la nación sin establecer lazos con ninguna de ellas, pues, Tsunade siempre acaparando todo en su vida ¡no había forma de quitarla! Hasta que empezó a intimar con aquella joven de nombre Chouko, una mujer que conoció en la aldea oculta de la Luna.

Durmió varias veces con ella, aunque fue de las primeras con las que tuvo un trato más íntimo. Se quedaban hablando bastante y hasta, había sido una de sus lectores beta cuando apenas terminaba un cuento o un capítulo de sus libros.

Y empezó a verla como una mujer recurrente en su vida. En cada uno de sus viajes, acababa regresando a la aldea, sin importar el tiempo que pasara, ella lo recibía con una sonrisa, preparaba la cena y saciaban sus deseos en la cama.

Esa noche después de seis meses de estar lejos, regresó al mismo lugar y la vio más bella que nunca cuando entró sin anunciarse a su casa. No estaba arreglada como cuando solía avisarle que llegaría, simplemente, vestía una camisa larga de color beige y una calza negra que le llegaba hasta las rodillas y sus rizos purpuras caían rebeldes sobre sus hombros y espalda. El sannin reparó en cada uno de los detalles y se detuvo en su cuello, observando mancha blanca que había en él y cuando miró bien y notó que en su mejilla y algunos mechones de su cabello.

—No esperaba verte tan pronto —dijo ella limpiándose las manos.

Él, no dijo nada al primer momento, acercando su mano a su mejilla y quitando los restos de ¿merengue? Vio la cocina sucia, salpicada con la mezcla y al llevar sus dedos a sus labios, supo que estaba en lo cierto.

—Me distraje y no medí la potencia de la batidora. Si me dejas limpiar…

—Así estás perfecta —la acercó por su cintura y le dio un beso, profundo y tierno, saboreando el dulce del merengue en sus labios hasta que se empalagó de los de ella y descendió hacia su cuello donde también encontró los rastros del dulce y los lamió llenando de besos la suave piel de la mujer. La levantó y la dejó sobre la encimera, a un lado de todos los utensilios de cocina que había ahí.

Nunca pensó volver, pero estuvo cómodo. Ella lo miró distinto, incluso, ahora que le daba una de esas largas y minuciosas miradas y lo hacía dudar ¿lo vería diferente? Tuvo nervios ¿diría algo de la cicatriz de su pecho? ¿Vería su mirada más profunda? ¿Sería capaz de leer en sus ojos que aún no se olvidaba de ella? Dudó de sí mismo, él sabía que ya no era un jovencito, pero las manos de la joven apartaron cualquier inquietud posándose firmes, pero con delicadeza en sus hombros, deslizándose a su nuca como juguetonas mariposas que lo harían olvidar todo y sucumbir a sus deseos y nada más que ellos.

Con la calidez y la delicadeza de un lirio, recibió sus labios y sus manos que recorrían su cuerpo produciendo sensaciones de placer que nadie más que él era capaz de lograr. Jiraiya quería ir lento, pero su excitación se lo impidió al verla tan dispuesta para él, desde ahí, semi-encorvado apoyado con un brazo en la encimera, casi encima de ella, tenía una vista tan fantástica y el roce que llegaba a su entrepierna por los movimientos de ella, lo motivaron aún más.

Sin contenerse por más tiempo, levantó a Chouko entre sus brazos y fueron directo a la habitación, donde la dejó en la cama y él se quitó el chaleco, la camiseta y la malla de red quedando con el pecho desnudo antes de volver a retomar su lugar y continuar explorando el cuerpo de la mujer por debajo de la ropa. Desprendió su camisa y se llevó la sorpresa de que no llevaba sujetador y como si eso fuera un llamado de atención, su boca descansó un rato en uno de sus pechos, succionándolos hasta sacar gemidos suaves de su pareja y cuando quedó hinchado, pasó al otro que dejó de igual manera. Se tomó su tiempo, sacando lentamente la camisa por sus brazos, se posicionó de tal forma encima de ella que le hizo saber cómo estaba apretando su cuerpo contra el de ella, sintiendo el calor que emanaba y la pasión que desataba en cada uno de los gemidos que sus labios lanzaban al aire, él sentía que eso lo excitaba aún mucho más. Ella encorvó la espalda, le encantaba que fuera tan tierno con ella, pero esta vez, no quería esperar más tiempo: estaba húmeda, excitada y ansiosa de hacerlo con él. Y se lo hizo notar abrazándolo y apretando sus pechos firmes contra su pecho.

No hubo más qué decirse ni qué insinuar en ese momento, él se quitó el pantalón y la ropa interior y ella hizo lo mismo. Y al instante siguiente, sus cuerpos se fundían en uno solo, dándose un beso tan dulce como apasionado en el suave ritmo con el que empezaron. Gimieron en el oído de otro y eso aumentó la excitación, el calor de los cuerpos, el olor a sexo que respiraban, la esencia ajena que los impregnaba volviéndose una tercera y única fragancia que era sólo de ellos dos.

Fue intenso, apasionado y agotador a tal punto que ella quedó dormida en sus brazos cuando acabaron aquel acto tan íntimo que fue más fogoso que tierno.

Entonces, él se detuvo a mirarla dormir entre sus brazos. Y en ese momento, pensó que la estaba usando. No era justo para ella, así como tampoco era justo para él seguir cargando con los sentimientos unilaterales que aún guardaba por Tsunade. Y así, se prometió que sería la última vez que lo hiciera.

—Quédate un poco más —la oyó murmurar tomando su mano.

Jiraiya dudó y al sentir que apretó más fuerte su mano, olvidó todo.

—¿Así que quieres un poco más? —dijo jovial metiéndose de nuevo entre las sabanas, atrapando sus labios y cubriéndola en un abrazo.

Quizá, sólo por ahora, no estaría mal olvidar.


¡Hola! ¿Cómo están? Espero que de maravillas ¡Hace tiempo no subía nada! Espero que les guste esta parejita. Me gusta JiraiyaxTsunade, pero realmente, creo que Tsunade no merecía a Jiraiya (no puedo, cada vez que pienso como lo dejó siempre en un amor unilateral y ella jamás pudo dejar a sus fantasmas en el pasado me hace pensar que Jiraiya merecía un amor puro, sincero y sin pasado que lo atara o lo hiciera dudar). Y ahí surge mi OC: Chouko. Tengo más historias de ella con Jiraiya (es una dulzura 3), así que si les ha gustado ¡habrá más a futuro!

¡Un abrazo!