ACLARACIONES:

Historia inspirada en la canción Humanos como tú de División minúscula.

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto


Es el duelo entre Dios y el diablo: el corazón humano es el campo de batalla

(Fiódor Mijáilovich Dostoyevski)


Extraño.

El pronóstico del tiempo no incluía lluvias para esa semana de mayo, pero las grandes gotas que apenas comenzaban a impregnar la tierra, eran la prueba viviente de que no se puede prever o controlar todo. Mucho menos tratándose del clima.

—¿Qué hacemos con él?

En cuclillas y sobre uno de sus brazos, Haku mantenía levantada la cabeza del chico recostado sobre la maleza. No se le distinguían heridas superficiales, moretones ni nada parecido, habría pensado que estaba dormido de no ser porque intentó despertarle antes sin éxito.

Era un chico, casi podría asegurar que lo era.

Sin tomar en cuenta esas singulares marcas en sus mejillas, ese cabello en puntas y su vestimenta extraña -además de que se encontraba inconsciente sobre la ribera del rio-, Haku lo había clasificado ya como tal.

Un chico y nada más.

Ahora, el problema aquí consistía en que, como ya se dijo, estaba inconsciente y gracias a su sentido común pudo verificar que aún vivía, porque… ¿respiraba?

Sí, el sube y baja en su pecho le indicaba que lo hacía. La cosa es, que necesitaba atención médica inmediata.

—Zabuza, responde —volvió a insistir, mientras limpiaba las gotas que caían sobre el rostro del muchacho de aspecto inusual.

La lluvia incrementó, los rayos se hicieron presentes cayendo a la distancia, los destellos llamaron la atención del hombre con vendas alrededor del rostro, quien dirigió su mirada al cielo y bufó. La estancia de ambos en ese pueblo se terminaría al día siguiente, cuando la persona que los contrató para construir un pequeño local para un negocio, les pagara el dinero restante por su trabajo.

Entonces podrían seguir su camino hasta el siguiente pueblo, donde quizá contrataran sus servicios de albañilería, cargando con sus herramientas y pocas pertenencias. Su vida era así, yendo de un lado a otro sin permanecer mucho tiempo en un solo lugar, como seres primitivos, porque bueno, su pasado los perseguirá a donde quiera que vayan y quién querría tener a dos exconvictos como vecinos.

Zabuza estaba seguro de que nadie. Por eso, consideraba mejor retirarse antes de que el pasado los alcance y la gente los señale por la espalda o de forma directa, esto en el mejor de los casos. Ellos ya habían pagado por sus delitos en una prisión de otro estado, a pesar de esto, sus acciones pasadas no dejaban de pesarle en la conciencia.

Terminó de recoger su caña de pescar, tomó el balde con los pescados que lograron atrapar para la cena y empezó a caminar de regreso a la cabaña que habitaban temporalmente. Auxiliar a ese chico solo representaría una carga para ellos, pero Haku parecía no tener intenciones de dejarlo ahí, pese a lo que él pudiera decir.

Con las gotas de lluvia empapando su ropa manchada por el cemento y la cal, Zabuza tuvo que tomar una decisión.

—Tráelo, lo llevaremos con la única persona que podrá brindarle la atención necesaria hasta que despierte —le indicó sin voltearse y Haku sonrió complacido—. Eso no cambia nuestros planes, lo dejaremos ahí y después que se las arregle como pueda, ¿entendiste? —detuvo sus pasos para esperar la respuesta.

—Entendido.

Al principio, a Haku le costó un poco cargar con el chico rubio a cuestas, por lo que solo avanzaba lentamente y sin quejarse. No pesaba mucho en realidad y él estaba acostumbrado a levantar materiales pesados, pero lo que justo ahora le dificultaba su andar, era el cansancio. Habían terminado de trabajar apenas hace una hora y Zabuza tuvo la magnífica idea de venirse directamente a pescar, por lo que no tuvo tiempo para descansar como es debido.

El mayor lo miraba de reojo, por ratos escuchaba los pequeños quejidos que emitía por su capricho de querer traerse al joven inconsciente con ellos. Zabuza pensaba que, si su deseo era salvarlo, lo justo era que cargara con él como pudiera.

«Si es que no está muerto ya…» especuló para sus adentros.


Debido a la tormenta que se había desatado, el servicio de internet pasó a mejor vida. Siendo honestos, la cobertura era pésima en el pueblo, ni qué decir de la velocidad del mismo, el típico paquete en el que te ofrecen determinada velocidad y al final no es más que una estafa.

No podía quejarse, Sasuke se empeñó en permanecer ahí hasta que las clases presenciales se reanudaran. Afortunadamente, por las mañanas, cuando le tocaba algún par de horas de clase virtual, el internet se mostraba accesible, o por lo menos hasta el mediodía, de ahí tenía que esperar a la noche para volver a hacer uso de este. Y es que, si no era por la lluvia era por otros factores, pero siempre, siempre estaba fallándole el bendito internet.

Cerró su laptop con lentitud y luego recostó su cabeza sobre ella, resopló para apartar los mechones que rebeldes se atrevían a cubrirle la visión.

Genial, mañana tendría que madrugar para poder enviar los avances de su proyecto antes de que comenzara la clase. Ya debería estar acostumbrado a estas cosas, porque llevaba casi 3 meses en esa situación y aun así no había sentido ni tantitas ganas de volver a la ciudad.

Allá todo era caos y las restricciones mucho mayores.

Meses antes, Sasuke se encontraba de vacaciones en ese pueblo junto a su madre, alojados en casa de sus tíos. Había pedido permiso de ausentarse una semana en la universidad, así no tendría impedimento para pasar unos días en compañía de su madre. Mikoto trabajaba muchísimo, a veces no tenía días de descanso en semanas, pero ese año su periodo vacacional abarcaría 7 días completos y no dudó en sacarlo de la ruidosa ciudad.

Todo iba bien, Sasuke disfrutaba del aire limpio, la naturaleza, la calma y los tomates recién cortados del huerto personal de Madara.

Todo cambió de un día para otro, cuando se anunciaron los primeros casos del nuevo coronavirus en la ciudad en la que vivían y el caos se desató. Por cuestiones de trabajo, Mikoto tuvo que regresar antes de lo previsto a laborar. Algunos comercios que no eran indispensables cerrarían temporalmente, pero no era el caso del supermercado en el que ella fungía como subgerente.

Las clases se suspendieron temporalmente, Mikoto le sugirió a su hijo que esperara ahí hasta que se reanudaran y él estuvo de acuerdo. Primero el gobierno juraba y perjuraba que solo serían un par de semanas para evitar contagios, luego el periodo vacacional de semana santa se juntó convenientemente y así, hasta que pasaron tres meses.

Para entonces Sasuke ya no deseaba regresar, de tantas noticias que veía en la televisión y las publicaciones de las redes, se le quitaban las ganas de experimentar el dichoso aislamiento social allá. Y no, no es que le molestara, de hecho, el se la pasaba encerrado en su cuarto cada que volvía de clases, pero, una cosa era hacerlo por voluntad propia y otra que prácticamente te obligaran a ello.

Ya que tenía la oportunidad de decidir, prefirió quedarse en casa de su tío Madara y el esposo de este, Hashirama Senju. Ellos le resultaban hasta cierto punto tolerables, aunque a veces el último le jugaba bromas pesadas a su tío, se mostraba muy empalagoso o se pasaba de… bruto, pero incluso todo eso le causaba gracia. Sin embargo, lo ocultaba muy bien bajo su cara de pocos amigos.

—¡MADYYY! ¡TRÁEME MI MALETÍN!

El grito de su tío político lo hizo respingar y apuntar su mirada hacia la puerta de su habitación, ya se había tardado en hacer notar su presencia de la forma en que solo él sabe hacerlo.

—¡VEN TU POR ÉL, SENJU DE PORQUERÍA! —ese fue Madara, quien seguramente estaba viendo la televisión tumbado en la cama, siempre negándose a ser el sirviente del otro, pese a que lo ama y con locura.

—¡HAN TRAÍDO A UN HERIDO! —continuó diciendo Hashirama desde la sala— ¡POR FAVOR, AYÚDAME!

—¡SI SIGUES GRITÁNDOME SE TE VA A MORIR! ¡MUEVE LAS MANOS, MÉDICO DE CUARTA!

Sasuke se apretó el puente de la nariz, este era el pan de cada día, o bueno, en este caso el pan de cada noche. Los dos gritaban como si realmente la casa fuese enorme y para poder comunicarse tuvieran que recurrir forzosamente a hacerlo. Se puso de pie dispuesto a ser quien le llevara el mentado maletín, antes de que siguieran con su sonora discusión y a él le provocaran migraña.

Salió del cuarto solo para ver de espaldas a su tío, caminando con el maletín hacia la sala. Debió imaginarlo, por mucho que Madara sea un amargado no dejaría morir a uno de los pacientes de su esposo, de su estúpido esposo.

La curiosidad lo llevó tras él, con suerte podrían ver algo de sangre, huesos o quien sabe qué cosa interesante. Sasuke lamentaba no haber podido estudiar medicina, pero bueno, había muchas cosas en su vida que lamentaba y no por eso se permitía deprimirse.

—¿Qué fue lo que le pasó? —escuchó a Hashirama preguntar, examinando a un tipo sobre el sofá de tres piezas, en tanto Madara le pasaba lo necesario.

Desde la entrada del pasillo no podía ver bien la escena, pero consideró inoportuno acercarse más, dado que en la sala ya se hallaban demasiadas personas y considerando las circunstancias, no podría ser una buena idea.

Mucho ayuda el que no estorba, se recordó.

Está no sería la primera vez que le tocaba ver cómo recibían a alguna persona herida o enferma en la casa, los servicios de salud ahí eran prácticamente inexistentes y pésimos; por eso en el pueblo la gente adoraba a Hashirama. Sasuke tenía otra opinión de él, como que es estúpido y un inconsciente por recibir a gente que no portaba cubrebocas.

Regresando a la escena, los otros individuos presentes y cercanos a la puerta, intercambiaron miradas, como decidiendo quien de ellos debería esclarecer el asunto.

—No lo sabemos, lo acabamos de encontrar en ese estado a la orilla del río —explicó el más joven, de cabello largo y lacio.

—Nosotros solo fuimos a pescar —se apresuró a aclarar el otro, con la intención de no los fueran a inculpar o relacionar demasiado con quien sea que estuviera inconsciente sobre el sofá—. Bueno, espero que se recupere pronto si es que tiene salvación. Haku y yo debemos irnos ya.

Jalando al otro por el brazo, cruzó la salida con claras intenciones de dejarles ahí todo el paquete, fue ahí cuando Madara tuvo que intervenir, porque su esposo estaba ocupado tratando de reanimar al joven.

—¡¿Cómo que irse?! —reclamó, asomándose por la puerta—. ¿No pensarán dejarlo aquí o sí? —pero el par ni siquiera se tomó la molestia de girarse a verlo.

—Madara —el Senju le habló, retirándose el cubrebocas que hasta ese momento traía puesto—. Déjalos ir, lo más importante ahorita es la vida de este joven. Cierra la puerta y dame una mano por acá.

No de muy buena gana, Madara hizo lo solicitado. Por otro lado, Sasuke se giró sobre sus talones para regresar a su cuarto, más tuvo que detenerse al escuchar al médico llamarle también.

—Sobrinito… ¿Podrías sacar el sofá cama que está en tu habitación y acomodarlo ahí dentro? —al girarse, una rápida sonrisa suplicante le fue dedicada. Inevitablemente arrugó el entrecejo— ¿Por… favor?

—Tsk.

Rodó los ojos y retornó para cumplir con la petición de su incómodo y médico tío bruto, Hashirama Senju.

No era un buen día, ni una buena noche, casi nunca lo eran, pero era ahí donde había preferido quedarse.


Cerca de la una de la mañana, sus tíos entraron en el cuarto trayendo consigo al chico todavía inconsciente. Con todos los cuidados necesarios lo acostaron en el lugar destinado para él, ahora el espacio se veía más reducido y Sasuke se sentía invadido, por lo que solo podía esperar que el herido no reaccionara en la madrugada e intentara asesinarlo.

Deseó que al día siguiente despertara y se marchara, no le agradaba tener a un desconocido dentro de las mismas cuatro paredes que él. Esa habitación era algo parecido a su santuario personal, su espacio de para el ocio y el descanso, incluso para sus ratos de amargura. No para compartirlo con un extraño.

—Despertará —comentó Hashirama, con una mano en la cintura y con la otra limpiando las gotas de sudor de su frente—. No hay fracturas, ni contusiones. Puede que solo resbalara y recibiera un ligero golpe… en la cabeza. Fuera de eso no tiene nada —tanto Sasuke como Madara lo miraron incrédulos— ¡No me vean así! —se quejó—. La clínica está cerrada esta semana.

—Siempre lo está —enfatizó Sasuke.

Era cierto, en los meses que llevaba prácticamente viviendo ahí, solo estuvo abierta y atendiendo pacientes en tres ocasiones. Si la gente presentaba enfermedades graves, precisaba tratamientos o se presentaba algún accidente, tenían que viajar al menos a media hora de ahí, donde existía un hospital en condiciones medianamente precarias que sí prestaba atención diaria.

—Bueno… en eso tienes razón jaja —la risa avergonzada del Senju inundó el lugar.

No era su culpa, los recursos para la clínica del pueblo tenían que ser destinados por el gobierno y si no enviaban lo necesario, ¿qué podía hacer?

Salvo seguir brindando sus servicios a bajo costo, incluso haciendo labor altruista como en el caso que se presentaba en ese instante, porque lo más probable era que el rubio a su lado no tuviera a nadie que viera por él. De lo contrario, ya lo sabrían. En ese pueblo toda noticia, chisme o acontecimiento se regaba en cuestión de minutos.

La pareja abandonó la habitación al cabo de unos minutos, prometiendo turnarse para vigilar al paciente ya que no esperarían a que Sasuke lo hiciera. Bastaba con mirar su cara para darse cuenta de que no estaba muy de acuerdo con tenerlo ahí, cerca, siendo un total desconocido.

Y no durmió.

A las tres de la mañana aún permanecía recostado en la cama, con las sábanas cubriendo únicamente sus piernas y viendo atentamente hacia el lecho improvisado en una esquina del cuarto, donde descansaba el joven no identificado. Juraría que lo escuchó decir algo, por eso no pensaba pegar el ojo en lo que restaba de la noche.

No era miedo, claro que no. Simplemente precaución.

El muchacho era como de su complexión, rubio… teñido quizá, fuera de eso no distinguía más, ni quería hacerlo. La distancia que los separaba era apenas la necesaria, puede que estuviera siendo paranoico al respecto y no le importaba. Prefería desconfiar de todo, así se evitaba sorpresas, malos tragos y decepciones.

De momento esperaría a que alguno de sus tíos viniera a darle una vuelta al herido y que le garantizaran que no despertaría hasta el amanecer. No obstante, su estado de alerta no duró mucho, poco a poco sus parpados se sintieron pesados hasta que cayó profundamente dormido.


—Des-pier-ta…

—Cinco minutos más —solicitó adormilado, dando un manotazo para que la persona arrodillada en su cama le dejara de toquetear la cara y el cabello.

Sasuke recordaba vagamente que debía levantarse más temprano de lo acostumbrado, sin embargo, su alarma todavía no sonaba y eso quería decir que aún no era hora de hacerlo. En cuanto a los toques en su rostro, seguro se trataba del inoportuno Hashirama, jodiéndolo antes de irse a trabajar por ahí.

Sí, tenía que ser él. Solo él y su tío Madara vivían ahí, solo ellos.

Aunque anoche…

Abrió los ojos de golpe, su visión borrosa a causa del sueño poco se fue enfocando. Primero, distinguió una silueta justo a su lado, la persona estaba muy cerca de él, mucho muy cerca. Embarazosamente cerca. Era una cabeza, con cabellos amarillos, ojos grandes y ¿azules?

Y esas marcas…

—¡Arriba humano!

Sasuke pegó un saltó fuera de la cama, incluso las cobijas las arrastró consigo, apegándolas a su cuerpo como un escudo protector ante aquel ser, joven o lo que sea que ahora yacía perplejo sobre su cama, mirándolo con esos dos enormes zafiros brillantes.

El rubio se sentó en posición de loto en medio del colchón y agitó una de sus manos en el aire.

—¿Estás bien, humano? ¿puedes entenderme? —decía al tiempo que continuaba moviendo la mano, como queriendo despertar a Sasuke de algún trance.

—¡Por supuesto que te entiendo, idiota! —bufó molesto, armándose de un valor que hasta hace segundos se le había caído al suelo—. ¡Bájate de mi cama ya mismo y sal de aquí antes de que llame a la policía!

El chico ladeó la cabeza cual perrito que no comprende nada. Sasuke se pasó la mano por un lado de su rostro, seguramente no lo entendía por el golpe del que su tío les habló anoche.

—Ok —exhaló por la boca, estirando sus brazos un poco—. Estás herido, hay un golpe en tu cabeza, eso lo puedo creer. Ahora que has despertado, vuelve al sofá cama en lo que yo voy por Hashirama para que te revise antes de que se vaya, ¿bien?

—Tornillos, vender, cama, mallas, sartén —pronunció el chico con rapidez, luego lo observó dubitativo— Vaya… No entendí nada —reconoció carcajeándose un poco— ¿Podrías hablar más despacio? No me he acostumbrado al lenguaje humano.

—¿Qué?

—Exacto, así. Eso si lo entendí bien —el rubio le sonrió amigablemente.

—Si claro, lo que tu digas. Solo quédate ahí.

Escéptico con lo que acababa de escuchar, Sasuke caminó por toda la orilla de la habitación, apegándose a las paredes, cuidando de no darle la espalda al rubio chiflado que permanecía en la cama, que seguía cada uno de sus movimientos con la mirada.

El golpe debió afectarlo demasiado como para decir esas barbaridades y referirse a él como humano, no es que no lo fuera, pero no es normal que te dirijas así al resto.

Ya en la puerta de la habitación miró a ambos lados del pasillo y gritó.

—¡EL PACIENTE DESPERTÓ!

—¡AHORA VOY! —escuchó que le respondieron desde la cocina.

Eso le permitió relajarse un poco, mas no por eso bajaba la guardia del todo. El rubio seguía en el mismo sitio, mirándose los brazos con curiosidad, jalándose el cabello o intentando echarle un vistazo su propia lengua. Para Sasuke el diagnóstico estaba muy claro:

Al chico se le había zafado un tornillo o varios de ellos.


Hola.

Hace unas semanas estaba escuchando una de mis canciones favoritas y se me ocurrió escribir esto, planeo que sean varios capítulos. Debo advertirles que, aunque este capítulo estuvo tranquilo, el enfoque de esta historia da para angst, o sea que en su momento vamos a llorar. Espero les guste :)