LA JOYA DE LA CORONA, pt 1


UA: donde Leia es usuario de la Fuerza y Luke el primer rey de Naboo.


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Las elegantes puertas trenzadas se abrieron de par en par cuando el guardia anunció su llegada.

El extenso pasillo parecía interminable, aun cuando apresuraban el paso para llegar al encuentro, y no fue sino hasta varios minutos -eternos a su parecer- que finalmente se encontró cara a cara ante el rey.
Una figura caricaturesca como solo los tocado de oro puro y piedras preciosas mucho mas grande que su cabeza, envuelto en pilas de ropa que le hacían ver como diez kilos mas de lo que parecía.
No pudo distinguir qué facciones se ocultaban debajo de todo ese maquillaje que le cubría la cara, ni siquiera podía ver el color de sus ojos o la edad que tenía.

Asohka presentó una reverencia y ella se vio obligada a imitarla; esa era su primera misión como padawan oficial, y tenían que frenar unas revueltas que se estaban presentando un poco mas allá del sector de Naboo, pero para ello debían pedir permiso al actual gobernante del planeta.

La joven padawan, Leia Organa, escuchaba con atención a su maestra compartir el deseo del consejo Jedi por cruzar sus fronteras y detener los disturbios que tantos problemas les estaban causando.

—Comenzaron a raíz de la toma de posesión de Su Majestad, maestra Asohka. — habló el primer ministro, Ihan Riz. — Alguna parte del pueblo no ve con buenos ojos que un hombre tomase el título, a pesar de que la última reina estuvo de acuerdo en cambiar las leyes.

—Escuchamos que ha sufrido 9 intentos de asesinato, primer ministro. — dijo Asohka.

—Así es. Nada nos interesa mas que la seguridad de Su Majestad, pero él insiste en mantener al pueblo tranquilo como si nada estuviese pasando. Su Majestad cree...

—Alertar al pueblo no traerá mas que caos, maestra Asohka. — habló el joven con una voz solemne, suave y que retumbó por todo el salón. Leia, desde su sitio, vio cómo las velas de los candelabros se agitaban por la tensión.
Nunca había oído una voz como esa. Ni siquiera la de su padre.

—Lo entiendo, Majestad, pero debe mantenerse alerta para cualquier ataque. Incluso en este momento, podrían estar planeando un atentado contra su persona. — dijo Asohka y todos en el lugar cuchichearon, preocupados por la seguridad del rey.
El primer ministro demandó silencio después de un momento, luego se volvió a la mujeres jedi:

—Aun contra los deseos de Su Majestad, tengo suficiente autoridad para demandar su custodia total mientras se encuentren aquí. Se les asignará una habitación junto a los aposentos de Su Majestad, y tendrán total acceso a ellos para cualquier movimiento; años atrás se creó un conducto secreto debajo de los mismos para cualquier emergencia, pero solamente nosotros conocemos su ubicación exacta.
Cuento con que sabrán darle un uso adecuado en su estadía en Naboo.

—En efecto, primer ministro. — contestó la mujer.

—Pasemos a revisar el lugar, si gusta. — el hombre indicó le siguieran, pero antes de que se moviera la padawan, Asohka la detuvo.

—Quédate a hacer guardia, ya vuelvo.

—Sí, maestra. — dijo Leia, y observó cómo su maestra, el primer ministro y seis guardias se alejaban por un pasadizo secreto detrás del asiento del rey.
En el salón quedaron unos pocos guardias, unas damas de compañía del rey y seis jóvenes envueltos en capuchas azules que custodiaban al monarca.
Una de las damas le indicó a Leia se situara junto al rey, mientras este seguía con sus labores. Ella obedeció.

En el transcurso del tiempo que estuvo vigilando, no sucedió nada interesante, solo un desfile de personas que pedían audiencia con el rey: mercaderes de otros sectores que ofrecían sus servicios, comerciantes de artilugios exóticos, burgueses que prestaban su lealtad a la corona y unos cuántos cazarrecompensas que pedían permiso para buscar en sus tierras algunos criminales. Fuera de eso, nada mas pasó.

A unas horas del atardecer, y cuando sus piernas estaban entumecidas a mas no poder, las damas anunciaron que era hora de retirarse. Leia observó atentamente cómo los seis jóvenes rodeaban al rey y este, en un movimiento mecánico, se disculpaba con los presentes y emprendía su retiro a sus aposentos.
Ella les siguió.

Apenas y podía ver al rey a causa de todos esos encapuchados, pero notó que era considerablemente mas bajo que ellos, menos corpulento y mucho mas frágil de lo que parecía, rasgos que ella consideraba completamente fuera de lugar para lo que creía debía ser un rey.
"Definitivamente no es mi tipo", pensó.

Llegaron a una puerta ornamentada y uno de los jóvenes le pidió a la padawan que esperara a su maestra y al primer ministro, luego cerró las puertas.

Leia permaneció largo rato ahí, cansada y hambrienta, ligeramente molesta por el trato que se le estaba dando... Aunque, haciendo recuento, era mucho mejor que otros que había recibido.
Soltó un suspiro, y Asohka apareció detrás suyo.

—¿Qué haces aquí?

—Esperando.

—¿Qué cosa?

—No lo sé, maestra. — Asohka soltó una risita.

—Anda, vamos a asearnos. El rey pide nuestra presencia en el banquete.

—Ugh, sabes que odio esas reuniones, maestra.

—No te quejes, Leia. ¿Qué diría tu padre?

—Mmm...

—Si, probablemente lo mismo que tu. — y ambas rieron.


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Unas horas mas tarde, ya limpias y descansadas, las jedi llegaron al comedor, igualmente elegante que todo el palacio, pero ligeramente mas pequeño que el cuarto del trono. El primer ministro les indicó dónde sentarse y, después de unos minutos de una charla amena y entretenida con todos los presentes, donde Leia alardeaba de su linaje y su herencia de la Fuerza, un guardia anunció la llegada del rey.
Todos los presentes se pusieron de pie para recibirle, y cuando las puertas se abrieron, Leia no se encontró con el monarca envuelto en ropajes y maquillaje de colores, mas bien se maravilló ante la persona que veía: el joven era delgado aunque no raquítico como aparentaba debajo de todas esas prendas reales, usaba un atuendo ligero color blanco que llevaba una sencilla capa y portaba el emblema real.
Tenía el cabello tan rubio como el sol, los ojos tan azules como el cielo y su rostro era varonil pero delicado, con tantas pecas en su rostro como estrellas en el universo.

Todos los presentes hicieron una reverencia, incluso Asohka, pero cuando Leia reconoció las facciones sonrosadas y la delicadeza en el rey, soltó un quejido de impresión absoluta y le apuntó directamente, de modo acusatorio:

—¡¿LUKE?! — gritó — ¡¿LUKE AMIDALA?!

Leia sintió que se desmayaba.

Casi.