Disclaimer: Martin está en una casita en las montañas postergando Vientos de Invierno y cobrando millones con los que yo solo puedo soñar. Si el asoiafverse fuese mío, os aseguro que Robb tendría POV en los libros.
Aviso: esta historia participa en el reto "Tres condiciones" del foro Alas Negras, Palabras Negras. Y las condiciones fueron: Daenerys, Valle de Arryn y silencio (en negrita). Palabras: algo más de 700.
La otra reina
Para cerciorarse, recorrió los salones y las habitaciones vacías. Su presencia levantaba ecos en el Nido de Águilas, lejanos y abismales, y era todo cuanto había allí. Daenerys apretó los puños, furiosa. Por un feliz momento, había pensado que obtendría en el Valle una victoria fácil, tal y como había hecho tres siglos atrás Visenya Targaryen.
Pero, por supuesto, su camino no tenía nada de fácil. ¿Por qué cambiaría su suerte de repente? Si pudiese, al menos, evitar derramar más sangre, si pudiese resolverse de manera pacífica…
Volvió al patio atravesando el pequeño jardín. Resultaba insignificante. No crecía ni la hierba y hasta las estatuas parecían tener frío. El viento le arañaba las mejillas y se le colaba entre la ropa. Daenerys caviló, observando el descuidado jardín de los Arryn. No se trataba de ningún truco: realmente se habían largado todos y cada uno de los habitantes del Nido. Tal vez no la estuviesen evitando. A esa altura en pleno invierno, el frío no lo dejaba a uno ni pensar, y ella misma había comprobado cuan inexpugnable era el castillo. A no ser, por supuesto, que se dispusiera de una montura que surcase los cielos.
Razonó que se habrían resguardado en la fortaleza de alguna casa menor, mejor comunicada y más acogedora. Montó en Drogon y volaron hacia el sur, junto a las montañas. Descendió para evitar las nubes y se permitió disfrutar del vuelo al menos unos minutos, antes de ejercer, inevitablemente, como la reina que era. Uno a uno recapturaría todos los territorios arrebatados a su familia, ganados por Aegon y sus hermanas hacía una eternidad.
Al pie de la montaña más alta, cuyo nombre no había aprendido todavía, divisó un castillo. Era mucho más grande que el Nido de Águilas, con ocho torres cuadradas, foso y puente levadizo; y parecía ser la entrada al macizo. Según le había explicado Ben Plumm, si se quería llegar hasta los Arryn, primero había que superar a cada uno de sus abanderados.
Daenerys pidió a Drogon que descendiese en el patio, como había hecho una hora antes. Generalmente, siempre había algún inepto decidido a rechazar al dragón, pero todos acababan por doblegarse. Recorrió con la mirada a los hombres que había allí, pocos y alejados. Sabios hombres desarmados.
―Soy Daenerys de la Tormenta, Madre de Dragones ―dijo, como si hiciera falta―. Y vuestra reina.
Desmontó en silencio, consciente de la avidez con la que la observaban.
―Quiero ver a vuestro señor ―añadió―. ¿Dónde está lord Arryn? No ha venido a Desembarco del Rey a jurarme lealtad.
Un muchacho alto y escuálido carraspeó. Colocándose fuera del alcance de Drogon, se acercó dubitativamente, haciendo tintinear una larga cadena de eslabones. Después, se arrodilló.
―Alteza, soy el maestre Colemon, el maestre del Nido de Águilas. Trato personalmente a lord Robert. Veréis, mi señora, lord Robert… ―Se interrumpió, suspirando largamente―. Es un niño delicado de salud, por eso no acudió a Desembarco del Rey.
Daenerys valoró al hombre postrado ante ella. Parecía sincero. El resto de su audiencia seguía sumida en el silencio, observando con curiosidad al dragón. Era una reacción esperada, aunque junto a la fascinación también solía haber miedo.
―No enviasteis a ningún emisario en su nombre ―subrayó, impasible―. Tampoco a ningún cuervo, si es que temíais encontraros con la guerra.
―Fue decisión del lord Protector, Alteza ―explicó Colemon―. Nos ordenó esperar a vuestra llegada, estaba seguro de que vendríais.
―¿Y quién es ese lord Protector? ―Inquirió, molesta.
―Petyr Baelish ―respondió su interlocutor―. Si deseáis hablar con él, hace dos días que lo encerramos en las mazmorras.
Daenerys frunció el ceño.
―¿Os volvisteis contra vuestro señor?
―No exactamente ―Colemon se arriesgó a levantar la cabeza unos segundos. Se encogió de hombros―. Veréis, Alteza, hace algún tiempo que muchos señores del Valle estaban en desacuerdo con lord Baelish y, ante los nuevos descubrimientos… ―Colemon volvió a interrumpirse―. Quizá deseéis hablarlo con ella.
―¿Con quién tengo que hablar, si no es con vuestro señor ni con vuestro lord Protector? ―Comenzaba a impacientarse. Tenía la sensación de que estaban jugando con ella―. ¿Hay alguien al mando, alguien más que no ha considerado necesario acudir al Trono de Hierro?
―Ahora mismo, Alteza, ahora mismo está al mando ella.
Escuchó un ruido. Se giró para ver llegar a una muchacha pelirroja seguida de dos doncellas, un soldado de caballo cano y un hombre de aspecto autoritario, vestido con una armadura de bronce.
Ella hizo una reverencia, pero no hincó la rodilla.
