Autor Original: uniquemangalover
ID: 3784517
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Si había algo que molestaba más a Teito sobre Frau (además de su personalidad pervertida) es que le gustaba besar a Teito. No es que le importase exactamente. Al moreno, para su gran vergüenza, lo disfrutaba bastante cuando el obispo rubio presionaba sus labios suavemente con los suyos. Una mano agarrando la parte posterior de su cabeza, mientras la otra dibujaba círculos protectoramente alrededor de su cintura, presionando al más joven contra él. era uno de los raros momentos en los que Teito podía olvidar todas sus preocupaciones y simplemente abrazaba la calidez y el amor del mayor.
Si, a Teito no le importaba en absoluto.
Pero le importa cuando va caminando por uno de los muchos pasillos de la Iglesia, llevando una pila bastante grande de libros a la biblioteca para entregárselos a Castor, solo para verse empujado hacia atrás, cayendo los libros al suelo y un Frau con una sonrisa diabólica frente a él. Antes de que Teito pudiese siquiera comprender lo que estaba pasando, el hombre más alto y fuerte le tenía pegado a la pared, con una rodilla entre sus muslos. El Príncipe de Raggs apenas pudo jadear cuando la boca de Frau fue sobre la suya. El obispo hábilmente deslizó su lengua en la boca del chico y empezó a recorrerla completamente. Teito, todavía sin entender completamente la situación, correspondió instintivamente al beso, haciendo todo lo posible para seguir el ritmo de la lengua contraria. Teito no sabía cuánto tiempo estuvieron besándose en el pasillo, pero fue lo suficiente como para empezar a escuchar pasos dirigiéndose hacia su dirección. Saliendo de su bruma, el joven empezó a luchar contra el obispo, el cual simplemente pareció intensificar el beso, y añadió más presión al punto entre las piernas de Teito. El chico dejó escapar un leve sonido agudo mientras intentaba contenerse para que otros sonidos no saliesen de su garganta.
"¡F-Frau-ah! ¡Para! A-Alguien, ngh, ¡v-viene!" jadeó Teito entre besos. Frau pareció comprender, a regañadientes, y se alejó del chico con un corte seco. Frau sonrió por el desastre que era el chico bajo él: brillo en los ojos esmeraldas, los hinchados labios de un rojo brillante, sus mejillas coloreadas y, para rematar, un rastro grueso de saliva bajando por su barbilla. En resumen, Teito se veía hermoso, malditamente erótico a ojos de Frau. Silenciosamente maldiciendo a la persona que interrumpía sus actividades, Frau le dio la espalda al moreno con un ligero orgullo en los ojos mientras el chico estaba todavía intentando recuperar el aire. El rubio alzó la mano y tomó la barbilla del otro para limpiar las secuelas de sus acciones.
"Hasta luego, maldito mocoso"
Y con una gesto de la mano, se había ido, igual que había llegado, dejando a un sonrojado muchacho contra la pared. Con las piernas temblorosas, Teito intentó enderezarse antes de que llegara el visitante.
"¡Ah, Teito! ¡Aquí es donde estabas!"
Mirando por encima de sus hombros, dicho chico intentó hacer que el sonrojo desapareciese mientras se apresuraba a recoger los libros. Haruka bajó la mirada con curiosidad hacia su amigo, el cual estaba extrañamente roo. Encogiéndose de hombros, se arrodilló y también empezó a recoger los libros.
"E-Entonces, Hakuren, ¿por qué me estabas buscando?" preguntó Teito.
"Ah, el Obispo Castor se estaba preguntando qué te llevaba tanto tiempo"
"¡Oh, cierto! ¡Vamos!"
Mientras Teito y su compañero recorrían a la carrera las escaleras (libros incluidos) se prometió a sí mismo que se aseguraría de echarle la bronca a Frau. Más tarde, esa noche, cuando todas las tareas habían sido hechas y los residentes estaban todos en sus respectivas habitaciones, Teito se detuvo frente a Frau en su habitación, el cual, una vez más, tenía su sonrisa arrogante plasmada en el rostro, listo para cumplir su promesa. Pero las palabras murieron en sus labios, mientras que la molesta sonrisa se transformaba en una sonrisa suave. Una que hacía que las rodillas de Teito se debilitasen y que su corazón latiera rápidamente. Sin embargo, cuando la mano de Frau encontró su lugar habitual en la nuca del chico, y la otra presionando la parte interior de su espalda, Teito, en lo que llevaba de vida, no podía recordar una sola palabra de lo que se suponía que tenía que decir. Y una vez más, se entregó al estúpido y pervertido obispo.
Si, a Teito le gustaba besar a Frau.
