Bajo las sombras yace un sueño
—¿Quieres probar?
No fue más que un susurro en medio del silencio de la madrugada, pero Sanada se sobresaltó como si hubiese sido un grito.
Era vergonzoso admitirlo, mas no estaba completamente despierto y descubrir que Yukimura no estaba completamente dormido fue una sorpresa que Sanada habría preferido no tener para comenzar un día que ya parecía que empezaría con el pie equivocado.
Estaba cansado, adormecido y sabía que era su propia culpa por no seguir su rutina usual debido a la visita de Yukimura, quien se había quedado a dormir como hace mucho no lo hacía.
Esa no era excusa para no levantarse a la madrugada y comenzar el día con disciplina, meditando y entrenando kendo hasta que los rayos del sol despertaran al mundo y su abuelo llegara a darle algunas instrucciones, mas no era suficiente con haber despertado tras un sueño poco apropiado y estar incómodo por motivos en los que no quería pensar, sino que además estaba siendo incapaz de reunir su fuerza de voluntad para abandonar su futon y dar inicio a su día de manera productiva y responsable. Y encima de todo había despertado a Yukimura.
Sanada tenía una disculpa en la punta de su lengua, mas una vez cayó en cuenta de lo que Yukimura había dicho, sus palabras se convirtieron en un interrogante que pronunció en voz baja.
—¿De qué estás hablando?
Yukimura no replicó de inmediato. En lugar de ello, se enderezó un poco en su propio futon, quedando no sentado como Sanada estaba desde hace un rato, sino apoyándose en sus manos para mantenerse parcialmente erguido.
Si bien en la oscuridad parcial no podía distinguir su semblante, su silueta le permitió verlo alzar su cabeza, como si estuviese buscando inútilmente la mirada de Sanada, antes de volver a inclinarla como si ahora estuviese viendo...
No, estaba oscuro, así que eso era imposible. A pesar de eso, Sanada intentó mover sutilmente el cobertor para cubrir su regazo y se concentró en dejar su mente en blanco, dominar su propio cuerpo y...
—Tener sexo.
Respirar. Su respiración era parte de lo que estaba tratando de controlar, manteniéndola pausada, silenciosa y no algo capaz de ahogarlo como estaba ocurriendo a causa de... ¿qué? ¿Ser descubierto despertando con una incómoda erección? ¿Una pregunta curiosa que su mente estaba interpretando como una invitación? ¿Los revividos recuerdos de un sueño que había incluido a Yukimura?
—¿Y bien? —insistió Yukimura sin compasión tras un par se segundos.
—Vuelve a dormir —ordenó Sanada con urgencia, a duras penas conteniéndose de alzar su voz—. Ni siquiera ha amenecido.
Y quizás, si la suerte estaba de su lado, eso bastaría para que Yukimura olvidara este incidente o lo tildara de un sueño sin sentido que no perdería el tiempo recordando.
—Esa no es una respuesta —dijo Yukimura sonando más espabilado de lo que debería y si bien no hizo más que susurrar, su voz pareció llenar todo el silencioso espacio, impidiéndole escapar—. Yo tengo curiosidad.
—¿Qué? —balbuceó Sanada, conectando esas palabras sin proponérselo al tema que Yukimura había comenzado.
—¿Y tú, Sanada?
Yukimura prácticamente le estaba confirmando que realmente le había respondido su propia pregunta, la misma que Sanada todavía no había contestado. Y tampoco quería hacer tal cosa. Sanada tragó saliva con dificultad, agradeciendo que seguramente Yukimura no podía verlo con claridad tal como él no podía distinguir mucho más que la silueta de Yukimura.
—Somos muy jóvenes para hablar de eso.
Riendo suavemente, Yukimura le impidió agregar algo más al causarle un estremecimiento con ese sonido, el cual fue bajo al punto de que no pareció perturbar la quietud reinante.
—Está bien. —Yukimura cambió de posición, ahora sí sentándose y apoyando solo un brazo tras él—. Entonces no hablemos.
Asentir con su cabeza probablemente pasaría desapercibido, mas Sanada lo hizo al tiempo que aclaró su garganta.
—Te despertaré más tarde. Voy a...
—¿Así? —Yukimura resopló sin permitirle excusarse del lugar, visitar el baño para deshacerse de su problema y finalmente iniciar su rutina—. Ven, Sanada.
Oh, así que todavía estaba soñando.
Esa era la única explicación posible para la irreal invitación que Sanada habría rechazado en la realidad. No que fuese posible que algo así ocurriese fuera de un sueño en primer lugar.
Arrastrándose hacia el futon de Yukimura, Sanada llevó una mano hacia su rostro y al sentir con la punta de sus dedos algunos mechones del cabello de Yukimura, los llevó hacia atrás.
Era una lástima que su subconsciente no le permitiese ver a Yukimura en la oscuridad, mas podía imaginarlo despeinado, con sus ojos brillantes y una sonrisa satisfecha que Sanada quería sentir, por lo que intentó besarlo, cosa que al fin logró tras primero encontrar su nariz.
Yukimura rio ante eso, cosa que pronto quedó acallada y que fue reemplazada por algo cercano a un gemido que sintió en vez de escuchar.
Yukimura le correspondió el beso un segundo después, tal como siempre lo hacía en sus sueños y como lo había hecho las pocas veces que se habían besado en la realidad, en esas raras ocasiones en las que un impulso tras una victoria era más fuerte que la sensatez traída por años de disciplina.
¿Cuántas veces no había terminado sonrojado, balbuceando una excusa que siempre terminaba a medias ya que con una sonrisa, Yukimura lo dejaba sin palabras y con un gesto (usualmente una mano cerrándose en su camisa y halándolo hacia él o rodeando su cuello con ambas manos y acabando de nuevo con cualquier distancia), se encargaba de iniciar un beso más largo que el anterior y que nunca fallaba en dejarlo con su mente en blanco y su cuerpo ardiendo desde su interior?
No poder ver a Yukimura sonreír esta vez era un lástima y también una buena razón para no acortar el contacto, prefiriendo saborear el sueño e invadir la boca de Yukimura de una manera en la que no se atrevería a hacer normalmente, pues esos momentos robados en los vestidores del club podrían ser interrumpidos en cualquier momento.
En un sueño, incluso uno que había comenzado con tal vulgaridad, no importaba.
Tomarse el tiempo de acariciar los labios de Yukimura con los propios, de succionar su lengua, de hacerlo estremecerse era un privilegio que no había disfrutado antes y en el que Sanada pasó largos minutos en los que pudo escuchar la respiración de Yukimura acelerarse y cuando se separaron, Yukimura se apoyó contra él, jadeando.
—Eso... —murmuró— no es justo.
Yukimura no sonaba molesto y tampoco puso ninguna resistencia cuando Sanada enredó sus dedos en su cabello y lo guió a un nuevo beso, esta vez sin accidentes de por medio, igual de lento y profundo y acompañado por su otra mano aprovechando el fácil acceso que le daba la yukata que le había prestado a Yukimura para dormir.
Era aterrador que este sueño estuviese reflejando algo real y seguramente en la mañana sería incapaz de ver a Yukimura a los ojos, mas, por ahora, Sanada lo palpó con firmeza, sintiendo bajo sus dedos los rápidos latidos del corazón de Yukimura y el calor de su piel que casi parecía una contradicción cuando Yukimura temblaba en reacción a un simple y débil pellizco en una de sus tetillas, a que Sanada deslizase su mano e hiciese su toque un simple roce contra su firme estómago, a que descendiese más y agarrase su creciente erección.
Yukimura rompió el beso en ese instante, echándose hacia atrás un poco y dándole a Sanada la oportunidad de besar su cuello y de escuchar los gemidos que Yukimura no podía del todo contener.
Sanada no titubeó a la hora de liberar el miembro de Yukimura de la ropa interior que lo contenía y asirlo con firmeza, satisfecho de que eso trajo de nuevo a Yukimura cerca, pues Yukimura se inclinó hacia él, apoyando su frente contra uno de los hombros de Sanada.
Aun en sus sueños, sin embargo, Yukimura tenía una fuerza que no se doblegaba y en lugar de permitirle continuar a su gusto, invadiendo como el fuego a Yukimura y descubriendo todo su cuerpo, Yukimura arremetió contra él.
En cierta forma Yukimura era como el agua, escapándose entre sus dedos en apariencia, pero sumergiéndolo por completo y llevándolo consigo debido a su ímpetu, el cual era comparable a una fuerte corriente que no podía ser desviada.
Y así se sentían las manos de Yukimura, impacientes en sus intentos de apartar el jinbei que Sanada estaba usando como pijama, de alcanzar su piel y devolver el favor, apresando su miembro en un agarre tembloroso que pronto se convirtió en movimiento.
Concentrarse en seguir tocando a Yukimura era difícil cuando las sensaciones lo invitaban rendirse ante él, mas Sanada era competitivo y no dudó en imitar el ritmo, en jugar con su punta, en morder un hombro de Yukimura y llenarse de orgullo al arrancarle un nuevo gemido más fuerte que los anteriores y temblar y mover sus caderas para perseguir la mano de Sanada.
Que Yukimura se corriese primero, deteniendo por un momento la mano con la que estaba tocando a Sanada y cerrando la otra en su jinbei, fue una nueva fuente de orgullo que hizo que Sanada no dudase en cerrar su mano, ahora un poco húmeda con el semen de Yukimura, sobre la de Yukimura par instarlo a continuar moviéndola.
—No hemos terminado, Yukimura —dijo y Yukimura soltó algo que sonaba como un resoplido incrédulo y un jadeo mal contenido al mismo tiempo.
Pese a eso, Yukimura no se retiró, dándose por vencido, sino que se enfocó en él y se encargó, cambiando su agarre y jugando con su punta hasta que Sanada pudo también llegar a la cima.
La tentación, tras ello, de abrazar a Yukimura, tumbarlo en el futon y descansar con él, sobre él, lo invadió, mas luego de unos segundos Yukimura rompió la ilusión y el ambiente relajado que estaba invitando a Sanada a cerrar los ojos y disfrutar de este sueño hasta que el amanecer lo obligase a despertar y salir de él.
—Supongo que fue aceptable para un primer intento —susurró Yukimura con un deje pensativo en su voz—. Para hacer más necesitaríamos otros preparativos.
Y eso no tenía sentido.
Incluso si en su mente Yukimura podía ser tan inclemente como en la realidad, este no debería ser uno de esos momentos en los que Yukimura destruía todo a su paso y lo hacía admitir las diferencias entre ellos. De hecho, Sanada sentía que si fuesen a tratar todo como una competencia, él contaba como el ganador de lo que acababan de hacer y no...
—¿Tienes un pañuelo? —continuó Yukimura, alejándose un poco para romper cualquier contacto físico entre ellos, pero sin ponerse de pie—. O algo que podamos usar para limpiarnos.
Sanada cerró sus ojos y suspiró.
Esa era una dirección más aceptable, aun si habría preferido algo menos realista. Con eso en mente, se levantó para traer un par de toallas de mano que encontró en la oscuridad parcial, una de las cuales le entregó a Yukimura sin pronunciar palabra alguna.
Desaparecer toda la evidencia de lo ocurrido no tomó mucho y menos de un minuto después Yukimura dejó la toalla doblada a un lado, volvió a cerrar su yukata y se dejó caer en el futon con un suspiro.
—¿Vas a ir al dojo? —preguntó tras unos segundos en los que Sanada observó su silueta, considerando unírsele mientras él reacomodaba sus propias vestimentas—. ¿Qué hora es? Es... —Un bostezo poco recatado y que Yukimura no pareció intentar ocultar lo interrumpió—. Despiértame después de que amanezca.
Yukimura, de hecho, ahora sonaba adormilado y eso no fue lo único que alertó a Sanada.
Podía sentir en sus brazos el frío de la madrugada, escuchar a lo lejos el sonido de un motor lejano que indicaba que poco a poco la ciudad estaba comenzado a despertar y él mismo estaba más consciente que nunca de que la oscuridad ya no era tan absoluta como antes y quizás no era porque sus ojos se habían habituado a ésta, sino porque el amanecer estaba más cerca.
—No estoy soñando —murmuró para sí mismo.
En el futon, Yukimura se giró como si quisiera intentar verlo en las sombras que todavía reinaban.
—Me alegra que sueñes conmigo, Sanada —dijo tras un momento de silencio, sonando satisfecho y quizás un poco burlón.
Huir no era propio de él y definitivamente eso no fue lo que hizo. Si no estaba soñando, entonces lo esperaba mucho que hacer y quedarse en la habitación aguardando a que la luz del día finalmente le permitiese ver el rostro de Yukimura y descubrir así lo que estaba pensando no tenía mucho sentido.
Meditar, entrenar hasta quedar cubierto de sudor y luego tomar un baño, todo sin darse un solo momento para permitir que su mente regresara a Yukimura y lo que habían hecho.
Al menos no habían llegado más lejos, ni despertado a su familia. Pese a eso, Sanada comenzó su entrenamiento matutino teniendo problemas para encarar a su abuelo y seguramente sería peor cuando viese a los demás durante el desayuno y ver a los ojos a Yukimura tampoco sería fácil, no con el recuerdo de Yukimura tan fresco incluso en sus manos...
No.
Todas las veces que sus pensamientos se desviaron de esa manera, Sanada frunció el ceño, se reprendió a sí mismo y vació su mente de todo, enfocándose en su tarea actual, cosa con la que tuvo un éxito moderado hasta que volvió su habitación.
Ver a Yukimura allí lo detuvo en seco y aun consciente de que debía despertarlo como si nada, pasó un largo observándolo e intentando reunir la fuerza de voluntad necesaria para interrumpir su sueño.
Al final, cuando se atrevió a moverse y a arrodillarse a su lado, Sanada no pudo contenerse de estirar su mano hacia él y acarició una de sus mejillas antes de llevar la punta de sus dedos a sus labios, incapaz de no rememorar los largos y lentos besos que habían compartido bajo las sombras de la madrugada.
¿Se repetirían...?
Sanada apartó su mano de inmediato. Su falta de disciplina era incluso más evidente que horas atrás, pues Yukimura ni siquiera estaba en condiciones de decidir si quería que Sanada lo tocara en primer lugar y...
—Podrías besarme, ¿sabes?
El sobresalto que esas palabras le provocó no fue muy diferente al de esa madrugada, cuando también había creído erróneamente que Yukimura estaba dormido. ¿Acaso se iba a volver costumbre? Él esperaba que no.
—¿Hace cuánto te despertaste? —le recriminó, cruzándose de brazos.
Sin abrir los ojos, Yukimura curvó sus labios en una pequeña sonrisa.
—Lo suficiente.
La vergüenza era mucha, pero no le impedía notar que frente a él tenía un reto y perder no era una opción. Con eso en mente, Sanada descruzó sus brazos para apoyar una mano en el suelo y robarle un beso corto, superficial, pero que calmó algo en él.
Quizás fue porque Yukimura separó sus labios como si esperase más o porque, al separarse, Yukimura volvió a sonreír y al entreabrir sus ojos se fijó en él de inmediato.
Si bien la tentación de saborear el momento estaba ahí, Sanada se puso de pie y dio media vuelta.
—Ya está el desayuno.
Tras él, Sanada escuchó a Yukimura bostezar y salir del futon con aparente lentitud. Realmente no era un sueño, era el comienzo de un día más y no tenía que sentir ningún bochorno ni temer por un futuro en el que Yukimura no seguiría estando cerca.
Con renovada confianza y un "no te demores" Sanada abandonó la habitación sin ninguna pisa, sonriendo para sí mismo cuando escuchó los pasos de Yukimura tras él.
