¡Hola! Bueno, seguro a nadie además de mí le importa, pero hace un par de meses advertí que mi primer ItaSaso fue publicado este mismo día hace exactamente 10 años. Oficialmente faltan varias horas; sin embargo, el día se viene pesado y he decidido adelantarlo para no arrepentirme.

La idea comenzó diferente: era sólo hablar de la relación de Sasori junto a Itachi en el transcurso de una década. No obstante, mientras hacía la edición, se movió por completo (aunque, cabe aclararse, todo sí pasa durante 10 años).

Disclaimer: Naruto le pertenece a Kishimoto, yo sólo hago esto por entretenimiento.

Advertencias: Terrible OoC, yaoi, AU, mención de muerte por parte de varios personajes, destino ambiguo para otros dos (aunque, personalmente, me gusta pensar que uno de ellos sí estiró la pata).

Relaciones: Itachi x Sasori, mención de Itachi x Izumi y Yahiko x Konan, ambiguo Sasori x Konan (porque son hermosos y los shippeo un poco)

Contexto: En mi universo alterno hay magia (a la que llamo Kekkei Genkai y no es más que sus habilidades ninja en general). La población mágica se divide en dos: ancestry (digamos, magos y brujas de linaje ancestral) y los nízko (hijos de familias desprestigiadas, donde no se destacan habilidades y son, por lo tanto, considerados de bajo nivel).

Otra parte importante que supongo no tuve tiempo de desarrollar mucho, es que los aquelarres hacen un Juramento. Éste puede maldecirlos si traicionan o abandonan a su organización (porque estaba muy cansada para explayar, no describí las circunstancias gracias a las cuales Obito y Kabuto se hicieron los líderes de Akatsuki. Lo básico ahí es que utilizaban el Juramento para mantener a los miembros de Akatsuki a raya.

Si hay alguien por ahí, ¡espero disfruten la lectura!


{.ͼͽ.} Amándote 10 años {.ͼͽ.}

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En aquel entonces habían pasado alrededor de 10 años, pero todavía estaba enamorado de ti.

—OR3O, 100 years.

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Cada día, pensó, había sido un momento para que la luz envolviera su corazón junto a Itachi.

I

Él tenía un rostro y nombre inolvidables dentro de la Academia: parte de los famosos Uchiha (un clan de magos ancestry que gozaba un alto prestigio), su apellido se había vuelto relevante. Itachi se llevaba tanto suspiros como el respeto por su mente ávida, las historias sobre su admisión a la prestigiosa escuela, además de su cara y figura gráciles.

Akasuna se impresionaba en muy raras ocasiones y el moreno fue una curiosidad pasajera. El talento de otros hechiceros le daba igual, aunque la belleza indudable del otro seguido atrapaba la mirada de Sasori como una mariposa guiada hacia el beso de las llamas.

Había oído que sufrió bastante luego de perder a su novia, una —adorable— criatura asesinada por un demonio y su misión era exterminarlos. Sin duda, murmuraban los otros, Itachi tenía el semblante de un vengador cuyo amor fue pisoteado.

El ojigris nunca se vio a sí mismo haciéndose un gran partidario del romance y definitivamente carecía de razones para creer que algún día llegaría a serlo. Nada significaban los latidos del pelirrojo acelerándose después de encontrar sus orbes con los del Uchiha ni el rubor si sus —malditos— pensamientos lo traicionaban y lo imaginaba sonriéndole.

La primera vez que Sasori oyó a Yahiko hablar de Itachi, preguntándose si aceptaría unirse a Akatsuki, se encogió de hombros y regresó a su lectura sobre criaturas mágicas.

Es verdad que la Academia fomentaba los aquelarres; sin embargo, el suyo carecía de miembros con gran prestigio, así que el Uchiha seguramente no se sentiría interesado. Después de todo, era bien sabido que los ancestry presumían su linaje y despreciaban a los nízko (hijos de familias cuyas historias tenían brujas o hechiceros muy esporádicos… como la suya).

"Además, ha rechazado mejores ofertas."

El líder de su organización pretendía un reconocimiento igualitario, rechazaba el pensamiento elitista de los Ancianos y siempre buscaba nuevos adeptos (generalmente nízko rechazados).

Sasori estaba ahí debido a Konan, la única mujer del aquelarre, quien lo impresionó durante las últimas pruebas: letal y magnífica, ella prendió una chispa de fascinación hacia la "organización" de las nubes rojas. Había hecho el Juramento con ellos.

—Quizá ahí encuentre el verdadero sentido del arte —dijo Akasuna meses atrás, observándola.

No le concernían mucho los ideales de los tres precursores de Akatsuki, aunque sí odiaba esas ridículas limitantes del sistema. Había textos secretos, repletos de hechizos oscuros, que él estaba interesado en aprender.

—He leído sobre los ancestry de esa familia, Yahiko —prorrumpió Sasori en tono despectivo, levantando una ceja—. Además de lo obvio, tienen una fecha de caducidad rápida. Su Kekkei Genkai es poderoso hasta el final, sí, pero sucede más pronto que tarde.

—Debemos reclutarlo —reiteró el joven, sonriendo—. Es bueno. Lo sé. Siempre me he jactado de mi buen juicio sobre otros.

"Lo dudo," bufó el taheño para sí, "me trajiste a mí."

Akasuna puso los ojos en blanco y dejó de prestarle atención.

Pasaron semanas, luego meses. El objetivo de Sasori, sumado a su nueva misión dentro de Akatsuki, fueron creciendo y ocupando su tiempo; por otro lado, el interés respecto a Itachi se esfumó hasta que olvidó su existencia.

Ocurrió durante una redada. Los alumnos podían obtener becas y puntos cuando se inscribían a un programa de vigilancia para cuidar las aldeas cercanas. Sasori, viniendo de una familia sin grandes recursos y escasísimo linaje mágico, estaba obligado a salir para combatir demonios si quería mantener su lugar dentro de la Academia.

La pelea había resultado ser odiosa y extenuante.

Los Ancianos tenían al Akasuna categorizado de Marionetista, tipo de hechicero que operaba cuerpos y objetos inanimados a su antojo. No obstante, la etiqueta le quedaba corta a su talento: Sasori había desarrollado un hechizo para transformarse en marioneta a voluntad, era capaz de manipular mentes y preservar a otros como sus obras de arte.

Sin embargo, odiaba admitirlo, tenía un punto débil mientras usaba su cuerpo de madera, pese al veneno y su gran repertorio de armas ocultas: el núcleo de su corazón. Él siempre trataba de luchar dentro de Hiruko. Se sentía seguro ahí.

Esa noche fue la primera vez que un enemigo destruyó su caparazón. Irritado, Akasuna utilizó a Karasu y Kuroari, otras dos marionetas que también acabaron sucumbiendo y dejaron al pelirrojo indefenso en apariencia.

Recordaba la cola del demonio proyectándose una vez, golpeándole justo sobre el hombro derecho. Escuchó el sonido del material cediendo antes que la bestia lo sacudiera y lanzara al piso.

La espantosa criatura alzó otra de sus manos y trató de hundir sus garras, largas cual espadas, en su pecho.

Jamás sintió tanto miedo. Apretó los ojos, odiando el mundo una vez más hasta que, en la oscuridad, escuchó al monstruo gruñir.

Frente a él, interponiéndose entre Sasori y aquel demonio, se hallaba Itachi Uchiha con una suerte de armadura de fuego. Las garras del demonio lo atravesaron por el costado antes de que las llamas las convirtieran en cenizas.

El ojigris advertía el dolor reflejado al interior de sus orbes carmesí y, si hubiera sido posible mientras usaba su forma de marioneta, se habría quedado sin aliento.

Akasuna parpadeó.

En ese instante apareció Nagato, uno de los miembros de su aquelarre y expulsó al demonio con uno de sus hechizos.

—¿Te hizo daño? —Preguntó el moreno antes de sucumbir sobre él, inconsciente.

Sasori lo visitó diario durante la estadía del Uchiha en el ala del hospital, leyéndole en su tiempo libre mientras los hechizos de Tsunade obraban sus maravillas. No regresó cuando oyó que el moreno volvió en sí.

Itachi lo sorprendió unos días más tarde, presentándose en los dormitorios de su aquelarre.

—¿Qué? —Gruñó el más bajito, recargándose contra el marco de la puerta. La mirada del Uchiha tenía el reflejo granate que caracterizaba a su clan… un ancestry puro.

—Akasuna no Sasori, ¿verdad? —La voz grave y profunda del otro mientras articulaba su nombre le causó un escalofrío (nada desagradable)—. Buenas noches. Me gustaría hablar con el líder de tu aquelarre.

II

Tres años después,

El pelirrojo destruyó los huesos de su último oponente con una rápida sucesión de movimientos.

Itachi, liberando a dos niños inconscientes de entre las telarañas de los demonios arácnidos que acababan de eliminar, observó a Sasori. Tal vez aguardaba que, aparte de todo, se ofreciera a llevar uno. No lo hizo.

La cola de escorpión metalizada del taheño se agitó de forma cadenciosa, supurando veneno.

—Gracias —dijo el pelinegro—. Tu intervención resultó de mucha ayuda, Akasuna-san.

El aludido chasqueó la lengua.

—Llevas meses saliendo de la guarida por las noches, salvando aldeas y recibiendo nada a cambio —bufó—. Akatsuki se enfadará con tu modus operandi, ya que estos son los únicos lugares dispuestos a contratarnos.

Atribulado, el pelilargo fulminó al marionetista.

—Yahiko lo hubiese aprobado.

—Bueno, ahora es Obito quien dicta las órdenes —replicó Sasori, impaciente—. Entre más víctimas haya, podemos elevar nuestro costo.

—¿Y estás de acuerdo? —Preguntó el Uchiha siseando las palabras y aferrando a los niños contra su pecho. El fulgor carmesí de sus orbes se volvió amenazador—. No. Eres diferente.

—¿Lo sabes o quieres creerlo, Itachi?

El otro inhaló y aguantó la respiración.

Sus articulaciones de madera rechinaron levemente cuando ladeó la cabeza.

—Los vivos nunca me importaron —señaló Akasuna, verdaderamente agradecido por la máscara que le brindaba su transformación.

—Oh, ¿es así? ¿A qué viniste entonces?

—Necesitas detenerte —alegó el ojigris, cuidando mucho su voz—. Te matarán.

—¿Y? —La pregunta del Uchiha fue igual a un cuchillo—. Te da lo mismo, aparentemente. Además, quizá eso es lo que quiero.

» Han tomado nuestro Juramento y quieren abusar de nuestras habilidades.

» Iba a dedicar mi vida a proteger a otros. Pero desde que Obito y Kabuto llegaron… nosotros…

El taheño entendía. Usaba su forma de marioneta luego de la muerte de Yahiko, la extraña desaparición de Nagato y la "renuncia" de Konan.

—Ella me dijo que pensara en Akatsuki como un lugar que protegería a un nízko solitario como yo. Me uní buscando otras metas, egoístas, oscuras. Tenerlos se sintió bien, pero ninguno me necesitaba ni yo a ellos.

» Quiero vivir, Itachi, sin importar el precio. Esa es la clase de hombre que realmente soy.

» Por el contrario, hay personas que dependen de tu valor, tu presencia.

El moreno dibujó una expresión triste. Depositó a los niños en el suelo con cuidado y se acercó al artista, rodeando sus manos frías.

—¿No puedes saberlo con verme a los ojos? Sasori, te necesito con vida.

Akasuna juntó los párpados, arrancándole despacio ambas manos.

—¿Por qué te gusta hacer y decir cosas sin sentido?

III

Bastó una rosa de origami para romper su corazón. Hiruko, sin embargo, ocultó su dolor de los Akatsuki.

—Las traiciones hacia nuestro aquelarre se pagan con la muerte —señaló Obito, pisoteando la flor blanca, teñida de sangre vieja en las esquinas. A un lado, Kabuto mostraba una sonrisa horripilante, parecida a una serpiente.

Ellos guardaron silencio, limitándose a observar el último vestigio de Konan. La muerte de la joven los volvía prisioneros.

—Pueden irse —añadió el bastardo, despidiéndolos como si hubiera anunciado el menú de la cena.

Sasori obedeció, girando a su marioneta. Vio a Itachi detrás de la primera fila de Akatsuki, apretando los puños y con los ojos brillando.

—¿Tienes algo que decir, ancestry? —Bufó Obito.

El aludido iba a responder cuando Kisame se interpuso y se disculpó en nombre de su compañero antes de llevárselo, hablándole quedamente. Por dentro, el Akasuna sintió que lo agradecía.

Una vez llegó a su habitación, permaneció en el interior Hiruko. Deidara, acomodándose sobre la cama, empezó otra de sus figuritas de arcilla.

—Lo siento, hum —dijo repentinamente, haciendo que el pelirrojo levantara la mirada (no que el rubio pudiera saberlo).

—¿Por?

—¿No la amabas? —Preguntó y Sasori oyó la (evidente) sorpresa de su voz.

Sasori recordó la sonrisa de la peliazul, gesto que desapareció cuando murió Yahiko. El pelirrojo trató —inútilmente— de brindarle cierta esperanza. Su fracaso lo acusaría siempre.

Akatsuki se volvió menos un lugar donde sentirse a salvo cuando ella se fue. Pero no la necesitaba. Y cada día, se repitió, estaba más cerca de los libros de magia negra.

"Dejará de doler. Para siempre."

—¿Sasori-danna?

El ojigris se preguntó si Konan había pensado en él.

—No —respondió—. No la amaba.

IV

La marioneta sobre aquella pila de rocas era la viva imagen de Konan. Sasori la había creado sin armas. Únicamente servía como tributo para una mujer, cuyo beso de amor nunca la despertaría de su falso letargo.

Advirtió la presencia de alguien más en el claro del bosque. Reconocía la signatura mágica y se limitó a quedarse estático, aguardando.

—Me parece hermosa —musitó la voz de Itachi a su espalda—, ¿tanto la querías para inmortalizarla?

—Sería mejor si fuéramos así —terció él—. Las marionetas son arte y lo único que siempre he tenido a mi lado.

—¿Te gusta verla en ese estado? —Preguntó el Uchiha—. Ha pasado un año. ¿La amas como una muñeca? ¿No te despiertas recordando a la verdadera?

—¿Por qué todos asumen que la deseaba a de esa manera?

Era insólito ver una expresión de Itachi que traicionara su control, pero Sasori las robaba con frecuencia.

—¿Lo dices porque no lo sabes? —La voz del moreno se suavizó—. ¿Qué se siente enamorarse de alguien? ¿O realmente…?

—Konan me salvó de una época horrible —contestó—. Estaba a un paso de ser un monstruo. Si esto fuera amor, ¡lo aborrecería! Qué sentimiento tan banal y destructivo. Me repugna, igual que los otros: tristeza, soledad, esperanza, compasión, miedo, alegría.

» ¿Debería anhelarlos, buscarlos, envidiarlos? De todas formas, ¿acaso el amor te ha dado algo bueno? ¿Para qué gastar energía por algo que, de todas formas, perderé?

» Odio hacer cosas sin sentido.

Akasuna esperó algún comentario y, cuando no lo hubo, bajó el rostro.

—Gracias —farfulló.

—¿Por qué? —La sorpresa de Itachi era latente.

—No decirme que esto lo es.

—El amor nunca es una tontería.

—Lo es cuando quieres a la persona equivocada.

—Konan era digna de tu afecto.

—No estaba hablando de ella.

Itachi guardó silencio y clavó su atención en la marioneta. La brisa de la noche rozaba las hebras de pelo celeste, agitándolas. El resplandor blanco de esa última luna llena de febrero le otorgaba una apariencia más juvenil e increíblemente humana con su beso.

—Amaba a Izumi —afirmó el Uchiha. Sasori abrió grandes los ojos, pero no le devolvió la mirada, temeroso de que leyera la verdad—. Intentaba salvar el mundo y cuidaba a los demás arriesgándose ella.

—Hmph. El uno para el otro —respondió y su voz sonó irascible, amarga hasta para sus propios oídos.

—Decía que el universo siempre nos ponía en el lugar y momentos correctos. Nos daba y quitaba sólo cuando era preciso hacerlo.

Sasori emitió un gruñido gutural. Recordó a sus padres, Sandaime, su mejor amigo Komushi y Konan. Se acordó de Chiyo e incluso Deidara vino, como relámpago, a su mente. Pero, especialmente, pensó en Itachi. Durante un segundo, él fue todo lo que anheló y temió.

—¿Te hubiera asegurado eso mientras perecía? —Respondió, alejándose—. ¿Le juraste sobre su tumba que te dejarías guiar por el maldito universo y sus decisiones?

—No estoy feliz sirviéndole a Obito, es verdad —objetó Itachi, negándose a ceder ante sus provocaciones—. Y tampoco lo estuve cuando murió. Lamento que hayamos perdido a nuestra amiga. Odio que sufras —hizo una pausa—. Quisiera llevarme el dolor lejos de ti, devolvértela a ella.

—Eres… —dijo el Akasuna y se interrumpió. "Patético. Masoquista. Hermoso. Tierno. Gentil"—… un mártir. Nunca podrás amar de nuevo. Estás hecho para morir por otros, sacrificándote sin siquiera dudarlo.

Sasori se abrazó a sí, girándose hacia Konan.

—¿Eso sería tan terrible? —Preguntó el moreno. El corazón del nízko se estremeció.

—Si a tu lado sólo hay personas por quiénes morir —respondió Sasori—, desearía que encontraras a alguien por quién vivir.

Los dos guardaron silencio un rato hasta que, finalmente, el Akasuna encontró el valor para hablarle.

—¿A qué viniste?

—Me preguntaba a dónde ibas. Quería asegurarme que estuvieras bien.

Sasori, contra su voluntad, se enamoró otro poquito más.

V

La herida de Itachi estaba sanando bien.

Junto al pelinegro, Akasuna montaba guardia: cambiaba su vendaje, limpiaba su frente, le daba sus medicinas, velaba su sueño y le leía para distraerlo del dolor.

Uchiha volvió hacia Sasori sus ojos. Éstos tenían una sombra que antes no había estado ahí. (El marionetista recordó qué dijera a Yahiko una vez respecto a la magia de los ancestry y se horrorizó sabiendo cómo pasaría factura a su usuario).

—Recuerdo esto —susurró el de mirada ónix—, tu voz hace años. Me hubiera gustado que regresaras cuando desperté. Entonces casi llegué a creer que era un sueño febril por la herida o el veneno del demonio.

—¿Cómo sabes que esto no lo es? —Preguntó, tratando de aligerar la tensión que sentía.

—Bueno, si lo fuera, me parecería el mejor de todas maneras.

VI

Creía que no le importaría.

Su abuela, Chiyo, había muerto. Durante su formación en la Academia, la anciana solía mandar dulces por las fiestas: Navidad, Año Nuevo, su cumpleaños. No importa que el Akasuna jamás le enviara correspondencia o agradeciera las bolsas de golosinas.

Odiaba su regusto (amargo dentro de su boca): sabían a caminatas donde veía a niños con sus padres, a la pregunta de si algún día los suyos regresarían, a la soledad cuando eventualmente supo la verdad.

Kabuto le entregó el sobre cerrado y lo despidió de la oficina de Obito haciendo un ademán. El pelirrojo se marchó para leer su contenido, quedándose helado luego de atravesar la puerta de su recámara.

Dejó caer la hoja y, volviéndose al pasillo, caminó naturalmente hacia el exterior de la guarida. Buscó el claro en el bosque donde yacía la marioneta de Konan y se sentó, observando un punto en la nada.

Unas horas después, oyó los pasos de alguien sobre el pasto.

—Deidara encontró la nota —dijo Itachi—. ¿Quieres hablar?

—Siéntate conmigo —pidió con voz débil por toda respuesta. El Uchiha obedeció—. ¿Me cuidarías un momento?

El ancestry parpadeó.

—Tú sabes que sí, Sasori.

El ojigris, de hecho, estaba seguro de ello.

Desactivó su forma de marioneta por primera vez en varios años y, sin darle cuartel, sus ojos se nublaron de inmediato, anegándose de lágrimas.

Akasuna empezó a llorar. No fueron ese tipo de sollozos tiernos como en las películas. Fueron descorazonados y escandalosos, gotas salinas que corrían por un rostro que ya se habían olvidado del viento de la noche o el calor humano.

Se quedaría solo.

¡Y no estaba ni cerca de obtener los secretos de la magia por la que se había unido a Akatsuki! Oh, ellos le habían recordado la felicidad. Incluso, pensó, logró enamorarse contra todo pronóstico.

Luego todo salió mal: tres de ellos desaparecieron de su vida; Deidara hablaba de inmolarse; Itachi jugaba con fuego.

Akatsuki era prisionero del Juramento. Morirían cumpliendo la voluntad de esos imbéciles.

El Uchiha, de pronto, tomó su mano. "No así, por favor," pensó, "no con lástima."

Sasori la ciñó, apretándola hasta seguramente lastimarlo.

—Vámonos —hipó—. Si aún quieres alguien por quien morir, hagámoslo juntos. No quiero estar solo.

Itachi le rodeó entre sus brazos.

—Mejor luchemos juntos —susurró—. Cuando encontremos una forma de liberarnos, ¿qué tal si somos la razón de vivir del otro?

VII

Han pasado siete años desde que Itachi lo salvó por primera vez.

El Uchiha le rodeaba la cintura y sostenía una de sus manos, guiándolo a través de la capa de hielo. Sasori oía las navajas de sus patines, haciendo una suerte de canción para ellos dos.

El taheño había desactivado su magia, pues le gustaba sentir el calor que emanaba Itachi. Parecía contrarrestar el frío del invierno.

Se separaron poquito, aunque el de ojos negros le tomó ambas manos y los hizo girar lentamente uno frente al otro. Al principio, a Sasori de verdad le costó trabajo mantener su equilibrio, pero Itachi lo acercó a su torso y lo sostuvo hasta que se detuvieron.

Akasuna se le quedó mirando, embelesado por los destellos rojos de esos orbes tan magníficos. En ese instante, le había parecido muy fácil entregarse.

Itachi se inclinó y tomó sus labios entre los suyos, acariciando su boca con ternura.

Sabía a dango, olía a pergamino, té y jabón.

Adoró embriagarse con su caricia.

Una vez regresan a la posada donde se hospedaban durante su misión, Sasori se está preparando. No obstante, nada lo alista para la repentina estocada que abre su interior.

Por un momento siente que el mundo se volverá oscuro, pero se siente demasiado bien cuando Itachi saca y vuelve a introducir su gran miembro dentro de él, arrancándole un gemido gutural que parece de otra persona el segundo que roza ese punto especial donde olvida su propio nombre.

El ancestry lo besa otra vez y Sasori advierte que las paredes de su trasero se estrechan. Lo enloquece ser poseído de esa forma tan íntima, atesora la música de sus cuerpos colisionando.

Suspira el nombre del más alto y le dice la cosa más obvia que nadie pudo expresar nunca:

—Te amo, Itachi.

VIII

Itachi había descubierto un secreto.

Obito lo sabía.

Eso sospechaba Sasori cuando trajo a la joven. Izumi Uchiha tenía ojos negros igual que dos carboncillos y larga melena castaña. Sus facciones amigables y delicadas se ruborizaron frente a Itachi, quien fulminaba a su líder.

—Te ha buscado por mucho tiempo —le dijo el hombre al menor—. Se quedará aquí, ¿no es maravilloso? Quizá Sasuke-kun nos acompañe luego.

Akasuna recordaba la expresión furiosa del Uchiha mientras rodeaba a su amiga por la cintura y la llevaba lejos.

El marionetista siguió a ambos con la mirada, notando la ternura con que Itachi sostenía y guiaba a Izumi.

—La flama del amor doblega hasta el espíritu más fuerte —siseó Kabuto, lleno de un placer insano—. Me pregunto, Sasori-san, si dentro de ese caparazón, te duele.

Silencio.

—Hmph —bufó luego el ojigris—. ¿Por qué sería así?

—Se han querido librar de nosotros —ronroneó el peliblanco—. Itachi era un buen aliado. Ahora tendrá las manos atadas hasta que yo decida liberar el espíritu de su noviecita muerta.

Él abrió grandes los ojos.

—¡¿Su qué?!

IX

Izumi siempre estaba vigilando el pasillo, frente a la puerta de los artistas. Las primeras noches, cuando el silencio reinaba, la Uchiha se metía hasta su recámara. Al verlo sentado frente a su escritorio, se acercaba.

—¿No tienes sueño, Sasori-kun? —Le preguntaba—. ¿Vas a dormir alguna vez? Ya se te acabará el chakra. Tu magia no puede durar para siempre, ¿o sí?

Deidara la hizo volar una noche, harto de tenerla ahí. Izumi se regeneró a los pocos segundos y volvió a acercarse al Akasuna, sonriendo.

—¿No tienes sueño, Sasori-kun? ¿Vas a dormir alguna vez? Ya se te acabará el chakra. Tu magia no puede durar para siempre, ¿o sí?

—¡Es perturbador! —Exclamó el rubio la mañana siguiente—. Te ve como si quisiera matarte, hum.

—No lo hará.

—Lo sé. Pero quiero otra habitación. Esa loca no me deja dormir, hum.

—Quédate en la recámara que comparto con Kisame —intervino el Uchiha—. Yo me pasaré a la tuya.

Itachi se sentaba junto al cadáver, lo que parecía apaciguar a la joven. De hecho, frente al moreno, era dulce. Guardaba silencio y se quedaba ahí, acariciando el sedoso pelo del Uchiha como si fuera una muñeca. (Sasori se preguntaba si lo hacía porque eso es lo que se supone que debía hacer si estaban cerca).

—Deberías dormir —musitó el Akasuna.

—Alguien debe vigilarla.

—Puedo cuidarme solito.

—¿Y si te lastima?

"Ya lo está haciendo."

—Soy una marioneta. Ni ella ni nadie puede hacerlo —mintió, tratando de esbozar una sonrisa.

Ambos se quedan en silencio.

—¿Cómo era ella realmente? —Preguntó Sasori. Itachi trató de apartar al cadáver viviente de su ex novia—. ¿Qué estarían haciendo ahora?

—Me diría cuánto se alegra de que me haya vuelto a enamorar y te hablaría del Diario de Huellitas —al ver la confusión de Sasori, le explicó—: mi hermano y yo recolectábamos las huellas de gatos en un álbum. Era divertido.

—Suena a que todavía te gustaría hacerlo —musitó.

X

La belleza de Itachi parece haberse agotado, aunque luce majestuoso junto a los cuerpos de Obito y Kabuto. Cuánto quisiera devolvérsela.

Pero su sonrisa, aunque cansada, seguía siendo la misma y sus ojos, aunque nublados, estaban llenos de una esperanza y determinación que Sasori no entendía mientras el Uchiha se desploma frente a sus ojos.

Tiene miedo de perderlo.

¿De qué le serviría la libertad sin él?

—Me alegra —farfulló el moreno—… que el destino me trajera a ti.

Akasuna no sabe qué hacer.

Diez años eran un parpadeo.

{℘}

Sasori se entrega a sus besos, a sus caricias, a la inmensidad de ese amor. Han sido diez años y, cuando Itachi despierta de su misión —casi— suicida contra esos bastardos, Akasuna desea otros milenios donde —aunque sea en la tumba— continuaría amando al Uchiha.

FIN


Tenía mucho que no escribía tanto en un día. Fue una frutiza de horas, pero ojalá haya valido la pena. En lo personal, siempre quise hacer un fic con esta clase de temática y, supongo que por eso se cambió solito del borrador inicial (se los juro, quedó irreconocible).

¡Gracias por leer!