Segundas oportunidades


Disclaimer applied,

Amorra (más bien Noarra) fluff sin contexto donde Noatak habría tenido redención.


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El calor que irradia ella cuando salta a sus brazos le hace sentir que se derrite.

Noatak, de pocas palabras pero en el fondo un poco blando, baja el rostro y posa sus ojos sobre los de Korra, quien se ruboriza por la intensidad de su mirar. Ambos pares de orbes azules se observan en silencio, solo siendo acompañados por el sonido de las olas a sus espaldas, en la bahía Yue.

Las segundas oportunidades no suelen ofrecérsele a miserables como él, pero por increíble que parezca, aquella muchacha, a quien solía atemorizar, le extendió la mano, de la manera más desinteresada posible.

Durante casi toda su vida se la había pasado odiando al Avatar pues veía en esa figura semi divina el origen de todas las desgracias, y en las noches de desvelo lo mantenía despierto el pensamiento de cuan diferentes hubieran sido las cosas si Aang no le hubiera arrebatado sus poderes a Yakone, por lo que lo más natural del mundo fue que su meta principal fuera destruirlo.

Korra alza la mano y acuna su barbilla, acariciando sin decir palabra las cicatrices que quedaron después del accidente en el bote. Noatak aprieta la mandíbula, empuñando sin pensar la tela de la blusa de ella. Ya no ve en Korra una reencarnación más, un espíritu viejo y anticuado, sino que adquirió humanidad para él cuando abrió los ojos creyendo que estaba muerto y se topó con sus ojos azules. Yakone suele atormentar sus sueños, además de la amarga memoria del accidente, y aún le es agobiante el recuerdo de la sensación de poder percibir la sangre fluyendo por las venas, los corazones latiendo, sabiendo que podía dominarlos. Pero gracias a la mujer que sostiene en sus brazos aprendió las bondades del agua control. Sanar. Tanto por fuera como por dentro.

—Noatak. —Le llama, poniéndose de puntillas para besarlo. —Está bien.

La nieve está cayendo sobre ellos y los copos colorean de blanco las calles de Ciudad República mientras la Luna se alza imponente sobre el cielo oscuro. Cuando ella retrocede un poco, Noatak esboza una sonrisa y la besa de vuelta, esta vez profundizando el contacto.

—Gracias. —murmura entre besos, acunándola contra su pecho y recargando la mejilla sobre su cabeza. —Korra.

Él ha dejado de ser Amon y ella ha dejado de ser el Avatar. Son solo Korra y Noatak, hombre y mujer, admirando la suave marea y las luces parpadeantes dispersas por toda la ciudad.