Prólogo
1
«Diagnóstico de estado de discapacidad con puntuación siete [7]: Incapaz de caminar más de unos pasos incluso con ayuda, básicamente confinado a silla de ruedas y posibilidad de trasladarse de ésta a otro lugar, o puede manejarse para ir al lavabo durante doce [12] horas al día. El equivalente FS habitual son combinaciones de dos o más de un FS de grado 4+. Muy raramente síndrome piramidal grado cinco [5] solamente.»
Volvió a estudiar las líneas del expediente médico una vez más, paseando sus ojos frente a los textos y guiándose por la posición de sus dedos sobre el mismo.
«FS: Escala funcional», repasó el apartado entre los renglones subrayados bajo el brillante y fluorescente color amarillo del marcatextos.
«Piramidal: 4. Parapesia o hemiparesia leve o moderada. Monoparesia grave»
— Debilidad muscular o parálisis en un lado del cuerpo… — musitó, reorganizando un poco sus ideas.
Tensó sus hombros y levantó su pecho conforme se permitía tomar un poco más de aire, alzó su rostro y se tomó la libertad de levantar la vista hacia la habitación, merodeando con la misma entre rincones del lugar hasta encontrarse con el aparato de aire acondicionado instalado en una de las paredes.
Tiene la seguridad suficiente como para afirmar que la atmosfera se siente distinta, algo así como la sensación de sofoco similar a la del ambiente húmedo y caluroso que se le viene a los recuerdos cuando piensa en la playa o en ciudades costeras.
«23°C»
En definitiva, el calor que siente no es por el encierro.
Su estómago vuelve a revolverse, propiciándole una sensación de vértigo y vacío desagradable.
Relajó un poco su espalda y se estiró a tomar su pie derecho para colocarlo sobre su rodilla izquierda, irguiéndose para entonces dar un par de golpecitos a su muslo en su intento por aquietar el movimiento de su nerviosa y temblorosa pierna.
Las eminentes sensaciones de ansia no le permiten mantenerse en lo absoluto tranquila, situación que viene sucediendo al menos desde que recibió el registro del nuevo caso que se le fue otorgado.
Acaricia su sien sobre la punzada y trata de volver a concentrarse.
«Cerebelo: 4. Moderada ataxia de los miembros o del tronco.
Tronco del encéfalo: 2. Solamente signos.
Sensibilidad: 4. Id. moderada, incluida alteración propioceptiva e miembros»
— Falta de percepción de la ubicación, el movimiento y la acción de las partes del cuerpo… — enlista en voz baja, divagando entre farfulles —, de la fuerza muscular y el esfuerzo.
Inconscientemente termina de cruzar su pierna sobre la otra, apretándolas a la par.
«Vejiga e intestino. Vejiga: 3. Moderado titubeo, urgencia o retención tanto el intestino como de la vejiga, o incontinencia urinaria poco frecuente.
Vejiga e intestino. Intestino: 3. Estreñimiento de menos de a diario, pero no incontinencia.»
— Gracias — aclama, riendo para sí misma en un resoplido.
Al menos por esa parte no le resultaría complicado trabajar con su paciente, como ya anteriormente se le ha presentado en desventaja.
«Visión: 6. Id. en el ojo peor con agudeza inferior a 20/200, o bien, grado 4 más máxima agudeza en el ojo mejor de 20/60 o menos. Nota: ceguera parcial, traumatismo en ojo derecho.
Función mental: 3. Ligera alteración cognitiva.»
Regresa al encabezado del expediente, suelta una gran bocanada de aire retenido y luego aprieta sus dientes, tensando su puño alrededor de su bolígrafo.
«Está bien — pensó, buscando convencerse a sí misma —. Apenas son las nueve y…»
Baja la vista hacia su celular en el bolsillo de su uniforme, la pantalla se enciende en automático y traga saliva en seco.
9.28
Tal vez distraerse mientras esperaba le ayudaría un poco a relajarse, sí…
Quizá si tan solo lo hubiese hecho antes.
«Tan, tan», un par de golpes delicados abordaron la puerta de la sala del comedor.
— Mikasa… Tienes gente esperando en consultorio — anunció el joven de metro noventa, apenas asomando su cuerpo tras la puerta entreabierta.
Sus ojos se abrieron en grande y apretó sus manos a los bordes de la tabla, no habría esperado que se presentasen tan pronto — aun cuando lo especificó de esa manera —.
— Gracias, Jean… En un momento paso con ellos.
Kirschtein asintió y finalmente se marchó.
2
— Tenemos excelente equipo en el edificio de la Clínica de Fisioterapia y Rehabilitación Física, estará en muy buenas manos… — asegura el doctor Onyakopon con entusiasmo, caminando y empujando lentamente la silla de ruedas a lo largo del amplio corredor acristalado que conecta la clínica con el Centro Médico de Paradis.
Pacientes, médicos, estudiantes y otros trabajadores también transitan por ahí, haciéndoles momentánea compañía en su avanzar.
El hombre a quien se dirige se mantiene en silencio, admirando tras el ventanal el nublado y pacifico cielo en contraste al desastroso escenario del tráfico matutino de la ciudad circulando varios pisos por debajo de ellos.
3
Mikasa Ackerman estaba casi sudando
Durante su corto trayecto desde el comedor hasta la oficina del consultorio leyó una y otra vez más el documento.
Vuelve a dar un vistazo más a la hoja sobre el portapapeles en sus manos y entonces lo ciñe contra su pecho, anticipando por los cinceles de cristal de la habitación al par de mujeres de cabellos castaños esperarle pacientemente mientras toman asiento.
Consigue aparentar tranquilidad y finalmente se abre paso, no apartándoles la mirada de encima en su caminar.
— Buen día, me presento… Mi nombre es Mikasa Ackerman, seré la fisioterapeuta… del paciente Levi Ackerman — vaciló en su pronunciar, algo embelesada al otear entre la mayor y la joven a su costado, quien intuía podría ser hija de ambos—. Usted debe ser… ¿la señora Ackerman?
La mención de su propio apellido ya reiteradas veces le habría resultado propiciando una desconocida sensación de desconcierto e intranquilidad, no es un apellido común.
— Oh, ¡no! — exclama la mujer de anteojos, casi al instante—. Hanji Smith, mucho gusto — corrigió amablemente, respondiendo a su apretón de manos.
— Oh, lo lamento…
«Estado civil: soltero — ratificó en el historial clínico, sintiéndose apenada consigo misma y lamentándose de no haber prestado atención a ello antes—. ¿O sí lo había hecho?»
Saludó también a la joven, quien se limitó a asentir en silencio, y entonces retrocedió sobre sus pasos para tomar asiento frente a ambas mujeres.
— No, no, está bien… Tiende a prestarse a malos entendidos — dijo la mayor, despreocupada.
— Muy bien… Hay algunas cosas que debo conversar antes con sus cuidadores respecto al… señor Ackerman, antes de pasar con él — comienza Mikasa, colocando un formulario en limpio sobre el portapapeles—. Es tan solo para complementar información y algunos otros aspectos que podrían servir de apoyo para la rehabilitación, ¿sería mucha molestia conversar al respecto?
La mujer le sonríe en confidencialidad.
— En lo absoluto.
