Estúpido cupido, eres realmente malo.
Estoy enamorado y es vergonzoso.

Stupid Cupid, Mandy Moore.


Terminé de dibujar el nombre de Shura por quinta vez dentro de un corazón, acomodé el cuaderno en una hoja en blanco y comencé a copiar las preguntas del pizarrón. Pasado el examen, enviamos los cuadernos al frente y el asistente del profe revolvió las libretas y las repartió en diferentes filas para que nosotros las calificáramos. Me tocó el cuaderno de Marin, quien hizo su examen en el cuaderno de Mate. Yo escogí el de Geografía, podía ser cualquiera menos el de Español. Después de que nos dictaron las respuestas y colocamos los respectivos taches y palomas, volvimos a mandar los cuadernos al frente.

Conté algunos minutos en que los maestros pasaron las calificaciones a sus listas y terminaron de regresar nuestros cuadernos para darnos tiempo de revisar la nota final. No se hicieron esperar algunas quejas pero nadie se animaba a alzar la mano. Yo aún estaba estresado pero aliviado por no reprobar, pasé las hojas hasta el final y vi mi nombre encerrado en corazones a juego con los que había hecho antes. Casi vomité de la impresión. Intenté voltear hacia su lugar lo más discreto que pude y me pareció que adivinó mi pensamiento, porque sus ojos voltearon al mismo tiempo que los míos. No pude evitar intentar esconderme en mi asiento aunque sabía que eso sería algo obvio y patético. Me enderecé con un hueco en el estómago y pedí permiso para ir al baño. Juraba que iba a vomitar.

Mis esperanzas de haber logrado disimular se fueron por el desagüe al verme en el espejo. Ni siquiera el agua borró una gota de toda la sangre acumulada en mi rostro. Resignado, decidí volver al salón, cerré el cuaderno y lo puse en la mochila. No me logré concentrar en las siguientes materias. En lo único que podía pensar era en ir a casa y no volver jamás a la escuela.


Creí estar preparado para ese día. La noche anterior, después de dar el último repaso a mi acordeón, tomé un relajante muscular y me fui a dormir temprano. Mi mente no me haría perder el sueño esa vez. Sí, estaba más que preparado.

Le di una segunda revisión a mi examen y cerré el cuaderno. Cuando llegó la hora de calificar estaba confiado. Era un 10 seguro. Pasaron las libretas y tomé una: la de Aioria. Me dio curiosidad que escogiera su cuaderno de Geografía. Habría jurado que sacaría el de Educación Física. Después de todo, sabía que era su materia favorita.

Abrí el cuaderno y, hojeando para dar con su examen, me di cuenta de que era de los que hacen dibujos en sus apuntes. Comenzaron a dictar las respuestas y con la prisa llegué casi hasta el final de la libreta. Me regresé para dar con el examen nervioso por lo que había visto. Después de anotar el 7 en la parte superior del examen, volví a revisar para asegurarme de que no había alucinado, y no. Mi nombre estaba encerrado en varios corazones.

No contuve una ligera sonrisa. Mi mano derecha tomó vida propia y encerré su nombre en un corazón por cada vez que él lo había hecho. Me sentí casi ridículo. Regresamos los cuadernos y estuve volteando cada cinco segundos a su lugar para no perderme de su reacción. Fue divertido. En un segundo se transformó en un pedazo de carbón encendido, volteé, volví a verlo y nuestras miradas se encontraron. No sé que me dio cuando se hizo chiquito.

Quise salir tras él cuando fue al baño pero me volví a sentar al recordar que sólo podía ir uno a la vez. Mal plan. Anoté mi celular en una esquina del cuaderno, lo arranqué e hice como que iba a hablar con mi amigo Mü. Me regresaron a mi lugar. Me quejé. Y de regreso coloqué la nota entre las hojas de su libreta.

Después de ver cómo guardó su cuaderno perdí toda mi iniciativa. "No sirvo para hacer planes de último minuto", me recriminé.


Al llegar a casa aventé la mochila con furia. Mi mamá me regañó y me mandó a acomodar todo mi cuarto o no vería comida. Azoté los pies en cada escalón y el pasillo hasta llegar a mi recámara y me aventé en la cama destendida. No tenía hambre, mis tripas ya se habían devorado entre ellas y todavía tenía que bajar a enseñar mi calificación. No volvería a salir en una semana. Saqué el celular para preguntarle a Milo cómo le había ido y sólo me mandó un sticker sonriente.

Junté la ropa sucia y la limpia la amontoné en los cajones. Estiré las cobijas y me fui a guardar la consola. Por último me fui al librero y me arrastré hasta mi mochila. Saqué el cuaderno del mal y lo abrí hasta dar con la vergonzosa hoja, la arranqué y en el proceso un pedazo de papel voló cerca de mis pies. Era un número telefónico. No recordaba haberlo escrito, pero vi que no era mi letra. Tampoco tenía nombre.

Intrigado, lo guardé en mis contactos y, al abrir el chat, apareció la foto de Shura en la miniatura. Las náuseas volvieron y tomé el teléfono tan fuerte que la pantalla crujió un poco. ¡¿Qué demonios hacía su número en mi cuaderno?! No tuve tiempo de pensar más que para salirme cuando apareció activo. Corrí como desesperado al pasillo y casi vomité antes de llegar al baño.

Mamá escuchó y fue a verme preocupada. Me vio tan mal que no tuvo corazón para dejarme sin comer pero, después de ver mis resultados del examen, no se contuvo de quitarme la consola.


Estaba casi seguro que mi tibio acercamiento había pasado por alto. Si Aioria llegaba a pensar que era una broma de alguno de nuestros compañeros, todo habría acabado.

Maldije mi falta de asertividad.

Tenía que prepararme, tenía que asegurarme de que no volviera a salir como un gato espantado después de escuchar un fuerte ruido. Ya sabía que le gustaba, no tenía dudas, pero había actuado de la forma menos directa posible. Dejaría mi enojo conmigo para más tarde. Necesitaba un plan y para hacer un plan necesitaba información fiable.

Después de una larga reflexión, deduje que la mejor fuente era Milo, su mejor amigo; aunque tampoco tenía su contacto. Revisé el celular y di con el número de Camus. Involucrarlos sería un movimiento arriesgado. Volví a repasar mis opciones y era él, o pedirle el número de Aioria a su hermano, o enfrentarlo directamente en su casa o en la escuela. Pensé entonces en mi incondicional Afrodita, pero sabía que no era una opción a menos que quisiera que se enterara hasta el intendente.

No. Podría ser muchas cosas pero en definitiva no era un suicida.

Escribí el mensaje pidiéndole a Camus cinco contactos, y no me sorprendió que tuviera el número de Milo tanto como que me pasara el de Aioria. Indeciso entre a quién escribir o marcar, opté por seguir con mi plan.

Contacto: Milo (escuela)
Hola
Sé que no te he escrito antes pero necesito un favor
Es sobre Aioria

La espera fue un suplicio, no conocía bien a Milo pero contaba con que sería discreto. Después de todo era amigo de Camus.

Contacto: Milo (escuela)
R: [sticker de saludo]
No está en problemas verdad?

Su respuesta se me hizo curiosa.

Contacto: Milo (escuela)
No
Puedo confiar en ti?

Sabía que era una pregunta estúpida pero llegó la respuesta antes de que lograra borrar el mensaje.

Contacto: Milo (escuela)
R: Depende…

Si te digo que no es nada malo guardarías el secreto?

R: Si. Pero si le haces algo malo a ese gato, te mato. :)

Si fuera a hacerle daño serías el último en enterarte
Pero necesito tu ayuda

R: Bien, te leo.

Ok
Hoy me tocó calificar su cuaderno y ya me enteré

R: [gif del gato haciendo uhhhhhhh]

Sabía que esa respuesta no me decía mucho pero ya no había marcha atrás.

Contacto: Milo (escuela)
Te juro que morirás si le cuentas a alguien
También me gusta
Y no sé qué hacer

Si te fijaste hoy se fue corriendo

Creo que malinterpretó mi respuesta
Tú lo conoces más que yo
Qué hago para que no huya?

R: Si no quieres que huya: acorralalo en una esquina y plantale el mejor beso de su vida. Y la tienes fácil nunca ha besado a nadie ese gato, así que no te preocupes si lo haces mal.

Me agradó saber que sería el primero pero tenía que regresarle el insulto.

Contacto: Milo (escuela)
Y te dices su amigo?
No creo que esa sea una buena idea

R: Claro que si

Me suena a una medida desesperada
No quiero que esto empiece mal
Alguna otra idea?

No respondió.

Pensé que cortaría la conversación y quedaría como al principio. Debía despedirme para pensar en algo más.

Contacto: Milo (escuela)
Si tú no puedes ayudar no se me ocurre a quién más acudir
Bueno, gracias

R: Oye! no desesperes. Aioria se muere por ti insisto en que lo mejor es ser directo. Pero se me olvidaba que eres más serio.

Me sorprendió esa respuesta cuando el celular volvió a vibrar.

Contacto: Milo (escuela)
Le puse mi respuesta en su cuaderno
No me dirás que no soy directo

R: Pero la pusiste con un post-it amarillo brillante, doblaste la hoja y lo escribiste con marcador rosa? Si haces algo sutil no lo notara.

Eso es ridículo

R: No, Aioria es cursi.

Salí de la aplicación harto de su actitud y para mi sorpresa volvió a sonar después de unos minutos.

Contacto: Milo (escuela)
R: Pero no te vayas. Ya prometo no jugar con su situación.La verdad, si te quieres ganar a Aioria solo hablale mas, ya diste el primer paso hoy. Solo tratalo bien y ganatelo por el estómago. En verdad es como un gatito que le gusta ser mimado y llevarle dulces es una buena forma de ganartelo.

Dulces, entendido
Gracias Milo
Y perdona si fui algo agresivo

R: No hay fijon. Solo cuidalo o te buscare y te mataré.

Eso intento
No fui yo el que me recomendó atacarlo en una esquina

R: Como todos no saben apreciar mi sabiduría.

Me hizo dudar por un segundo de que había hablado en serio, pero ni de coña iba hacer algo tan absurdo.

Contacto: Milo (escuela)
Sólo hazme un favor y si te dice algo que no piense que fue una broma
Confío en que serás discreto

R: Claro, soy el rey de la discreción, cuando me lo propongo :D

Gracias

R: De nada ;)


Cuando mi hermano me arrastró hasta la puerta de la escuela sabía que todo había terminado. Pensé en trepar los muros. Había un árbol lo suficientemente grande para eso. Sí. Me fugaría y nadie volvería a verme. "Adiós Milo, no te pagaré el dinero que te debo". Me imaginé caminando sobre una plancha y, justo cuando estaba a punto de correr al patio trasero, el condenado bicho cayó sobre mi espalda.

—Ya te atrapé, gato escurrido.

—Milo —chillé—. No tengo tiempo para tus juegos. Debo salir de la escuela sin que Aioros me vea —miré hacia la puerta buscando que tampoco estuviera Shura. Si aparecía mi corazón y mis tripas volverían a cambiar de lugar.

—Otro día te irás a vivir debajo de un puente, hoy —el grito de Milo casi me dejó sordo. Para mi suerte había llegado su chicote para quitármelo de encima.

—Buenos días, Aioria.

—Hola cubo —se me hizo un poco raro que su amigo jalara a Milo sin nada de delicadeza hasta las aulas y, preocupado, tuve que ir a asegurarme que el bicho no saliera con heridas de tercer grado.

Olvidé mi objetivo de esa mañana hasta que entré al salón y vi a Shura en su pupitre. Milo me arrastró hasta su lugar y la conversación de todas las mañanas logró distraerme lo suficiente para aparentar algo de normalidad. Si no estuviera tan mal juraría que mi amigo estaba más divertido de lo usual.

Las clases comenzaron y me alegré de no haber escapado. Sí, podía sentir que todo lo del examen de ayer había sido un juego macabro de mi cerebro.

Hasta que llegó la hora del receso.

Lo siguiente que ví es que estaba en la enfermería, todo lo demás quedó en blanco.


Hoy descubrí que existe una persona capaz de hacer jolines todos mis planes.

Ver entrar corriendo a Aioria detrás de Milo y Camus no era un escenario tan raro, pero me aseguré de que no me viera observándolo para no ponerlo en guardia.

Debía ser lo más discreto posible.

Pasaron las dos primeras horas de clases y volví a revisar que estuviera en buen estado el paquete de gomitas de tamarindo que compré en la dulcería de la avenida más cercana a mi casa. No es que desconfiara tanto de Milo, pero que él devorara todos los días paletas, caramelos, chicles y quién sabe qué otras chucherías, no me aseguraba que Aioria tuviera la misma fascinación. Así es que me decidí por algo más seguro.

Llegada la hora del descanso sonó la alarma. Aioria salió disparado, de seguro para pedir un balón de fútbol que le serviría para distraerse después de comer. Contaba con eso de hecho, así es que fui a esperarlo en el último pasillo de la bodega de deportes.

Pasados 15 minutos mis manos se habían convertido en charcos adheridos a mis brazos. Abrí la bolsa para disimular que estaba ahí expresamente para compartir parte de las golosinas y me senté en la esquina.

Mi celular vibró, según Mü el objetivo estaba en la mira y en camino. El plan saldría perfecto.

En menos de un minuto Aioria llegó hasta la puerta y yo me puse de pie fingiendo estar sorprendido. Lo saludé. Se puso pálido. Me acerqué preocupado al verlo así, apachurrando las gomitas enchiladas.

No hubiera hecho eso.

El dulce aroma rápidamente fue reemplazado por otro mucho menos agradable mientras sostenía sus hombros. Y, por si fuera poco, terminó desvanecido entre mis brazos.

Milo corrió hacia nosotros al ver que lo traía cargando por el patio pero, al igual que todos, no dudó en apartarse al percibir el aroma a vómito fresco. Eso sí, me miró con odio. Y creo que me hubiera soltado un golpe de no ser por Camus y porque de hacerlo Aioria habría caído al piso.

Llegamos a la enfermería y el encargado me prestó unas toallas para limpiar la mezcla de porquería y chile que habían pintado gran parte de mi camisa. Me la quité para ir a lavarla y enseguida limpié lo poco que había caído en mis pantalones. Después de que el enfermero me asegurase de que Aioria no se había golpeado, o sufrido algo grave, pude retirarme a los baños.

Encontré a mis amigos y a Camus conteniendo a Milo cerca de los lavamanos.

—Aioria está bien —intenté calmarlo porque era obvio que Mü estaba llegando a su límite.

—Te lo advertí —gruñó Milo entre todos los brazos.

—Esto no hubiera pasado si alguien no hubiera recomendado que trajera comida conmigo —grité tan fuerte que espanté a Afrodita, y para mi desconcierto Camus se puso colorado. Entonces me di cuenta: aquél no había sido consejo de Milo. Y recobré mi postura.

—Si hubieras seguido mi primer consejo, tampoco habría pasado —dejó de forcejear al ver el rostro de su amigo.

—Cómo confiar en ti. Si en menos de un minuto le dijiste a Camus. No tienes derecho a reclamar nada.

—Yo no le conté a Camus, estábamos juntos cuando comenzaste a mandar mensajes.

Acorté la distancia y clavamos las miradas.

—Puedes negarlo lo que quieras. Con tal de salir bien parado no te importa lo que le pase a Aioria.

—Claro que me importa Aioria. Pero que no tuvieras los pantalones para decirle de frente lo que sientes no es mi culpa. Idiota.

—La concha de tu madre. Pedazo de capullo.

Salió el enfermero a preguntar por que había tanto alboroto y el intendente nos mandó de regreso al salón si no queríamos ser castigados. Afro me prestó una camisa y por suerte no me regresé apestando a mi casa.


Después de que mamá fue por mí me llevó al doctor. Me regañó por haber estado comiendo un buen de dulces y me mandó a tomar muestras de sangre para asegurar que no tuviera anemia o algo más. Hicimos la cita, pero mamá no tuvo compasión de mí y me aseguró que iría a la escuela a menos que estuviera hospitalizado. Y si fuera necesario pondría a Aioros a darme clases en mi cama de hospital.

Era demasiado. Por suerte Milo me hizo un poco la plática en cuanto pude recuperar mi teléfono, pero estaba tan cansado que dejé su último mensaje en visto.


No me libré de miradas asesinas y pucheros de parte del amigo de Aioria. Me sentí como un idiota al no pensar que Milo le pidiera ayuda a Camus para mantener su maldita boca cerrada. Ahora era la comidilla de toda la escuela y Aioria también sufriría el mismo destino.

Contra todo pronóstico el par de mala suerte me alcanzó a mí y a mis amigos a la hora de la salida. Sabía que no pedirían disculpas. Aunque en realidad sólo quería que lo hiciera por haberme llamado "idiota".

—¿Ahora qué quieres? —solté en cuanto tuve a Milo en frente.

Camus le puso la mano en el hombro y compartieron palabras con la mirada. Era obvio que su nivel de intimidad era mayor de lo que me había imaginado.

—Sólo… dime qué pasó —"para saber si debo partirte la cara", interpreté en toda su postura. Dudé en hablar con Camus y mis amigos presentes, pero decidí que si de todos modos se iban a enterar sería por mi boca y sólo lo diría una vez.

—No mucho. Cuando llegó a la bodega, me vio y se puso pálido. Supongo que en cuanto olió la bolsa le dieron náuseas. Se desmayó. Lo demás ya lo vieron.

—¿Ya ves? Te dije que Aioria se veía mal desde que le diste de tu almuerzo —las palabras de Camus también me calmaron. Al menos sabía que no era alérgico a mí o algo.

—Lo hablaré con Aioria —refunfuñó Milo—. Yo te diré si puedes volver a intentarlo.

—No pienso volver a hacerte caso. Eres un peligro ambulante.

Para mí sorpresa Camus dio un paso al frente y Afrodita me echó para atrás.

—Somos tres contra dos —advirtió Afro—. No queremos más heridos, seguro que a Aioria no le gustaría nada de esto.

Respiré profundo pensando en que ni Mü y en especial Afrodita sabían cómo pelear. Ya habían hecho suficiente por mí y a esas alturas sólo me faltaba una mala decisión más para enterrar todas mis posibilidades con Aioria.

—Haré esto a mi manera. Si están de acuerdo —dije para tantear el terreno.

—Hablaremos con Aioria primero. Si no tienes nada que temer no sabrás de nosotros —propuso Camus.

—Eres libre para fracasar tú solo. Pero sigues advertido —terminó Milo y su amigo se lo llevó antes de que siguiera hablando.

Fue lo mejor.


A mi regreso hice bien en fingir no escuchar los cuchicheos a mi alrededor. El bicho estaba un poco raro pero me alegró volver a hablar con él y con Camus.

Después de platicarles que mamá ya me veía con clases particulares en una cama de hospital, me relajé.


Decidí darle tiempo a Milo para calmarse y que verificara el estado de Aioria. Yo me conformé con verlo en la escuela, así como aparecer y desaparecer del chat.

Estaba viendo mi celular el segundo día del regreso de Aioria cuando recibí un inusual mensaje.

Contacto: Mü (escuela)
R: Aún vas a intentarlo.

Me sacó un poco de onda que no usara los signos de interrogación. Mü no solía escribir, mucho menos escribir mal.

Contacto: Mü (escuela)
No lo sé

R: ¿De verdad tienes miedo?

Confirmé que el mensaje anterior no había sido una pregunta y me hizo feliz que todavía me estuviera apoyando.

Contacto: Mü (escuela)
Sólo estoy esperando el momento
No tengo un plan…

R: Haz lo que te dijo Milo.

Ni siquiera sabes qué fue lo que me dijo

R: No puede ser peor que lo que ya has hecho.

Lo consideré un momento. Mi amigo desapareció del chat y supe que no esperaba una respuesta.

Haciendo ahínco en tomar en serio la loca sugerencia de Milo, le pedí a Afrodita que me esperara con mis cosas en el parque cercano a la escuela. Por mi parte fui el primero en salir en cuanto sonó la campana. Corrí hasta los baños, descarté el inicio de las escaleras y al final me fui hasta la primera esquina que tomaba Aioria.

Agudicé mis sentidos y esperé.

Y esperé.


Me despedí de Milo y Camus en la puerta de la escuela ya que no los vería hasta el próximo martes. Iba caminando un poco triste porque a mí parecer Shura estaba evitándome desde el día del último examen. No le había dicho nada a Milo aunque necesitaba un poco de consuelo ya a esas alturas; Camus andaba raro interrumpiendo nuestra conversación a cada rato; y Marin estaba demasiado ocupada como para platicar. Comenzaba a sentirme solo.

Una ligera ráfaga de viento hizo que alzara el rostro. Vi a algunos alumnos de otros grupos desperdigarse por las aceras y metí las manos en los bolsillos del pantalón. Pensé entonces en poner la playlist de los soundtrack de mis videojuegos favoritos para mejorar mi mood y, justo cuando iba llegando a la esquina, una fuerte mano me jaló.

Todo atarantado por el golpe contra la pared sólo alcancé a sentir el peso que me comprimió. Mis manos estaban inmovilizadas y unos labios comenzaron a buscar los míos.

Abrí los ojos y empecé a forcejear para liberarme pero no sólo el aroma era conocido. Quedé petrificado al reconocer los delgados y fuertes contornos que había estado estudiando durante mucho tiempo. Dejé de resistirme y permití que esos labios masajearan los míos, que esa lengua jugara con la mía, que su pecho chocara con el mío y que nuestras caderas perdieran el espacio entre ellas. Debía estar soñando. Sí, debía ser eso. En unos segundos estaría en la cama de un hospital y Aioros estaría esperando con un cuaderno para asegurarse de que no perdiera el año. Pero no. El calor no se fue. La humedad aumentó y todas mis fuerzas comenzaron a regresar a mí.

Como pude logré girar y ponerlo contra la pared. Alcé sus manos por arriba de su cabeza e intercalé mi rodilla entre sus piernas, para enseguida recibir una mordida como respuesta. Me separé de inmediato y nos quedamos viendo mientras acercó de nuevo mi pelvis a la suya tomando con fuerza mis glúteos con cada una de sus manos.

—Espero que ahora haya quedado todo claro —susurró agotado.

Estaba tan aturdido que no fue sino hasta que Shura tomó mi mochila, y me jaló de la mano para irnos, que me di cuenta de que teníamos un poco de público.


No sé qué fue mayor: la alegría de ver a Aioria todo feliz el martes o el disgusto por ver la socarrona cara de Milo desde el lunes.

Tenía escrito "Te lo dije" en cada venenoso diente.

º•FIN•º

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Me sorprendió lo rápido que salió esto después de que, con todo lo que quiero y necesito escribir, con suerte llego a las trescientas palabras (y es decir mucho). Supongo que tiene que ver que me divertí. La aborrecencia es horrible jajaja, pobre Aioria, pasó de prota a pretexto. ¡Milo es la ley!

Gracias a Lesath Al Niyat por ayudarme con Milo, no sé por qué me cuesta tanto trabajo pero me encanta. Y gracias a ti por darle una oportunidad a esta no tan corta locura.

Invitación:

Puedes encontrar aquí otros trabajos en proceso (no abandonados) y ya concluidos de Saint Seiya, Sherlock, YuYu Hakusho, Naruto y Príncipe Cautivo. Espero que los disfrutes.

También te recomiendo visitar la cuenta de Lesath Al Niyat si te gusta el Milo x Camus, de Saint Seiya.

Kissus. n.n/