TRAIDOR
Por Cris Snape
Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.
Esta historia participa en el Reto #52: "Séptimo aniversario" del foro Hogwarts a través de los años.
Me he apuntado con el nivel intermedio y la categoría What if. ¿Qué hubiera pasado si los Merodeadores hubieran descubierto la traición de Peter antes de la muerte de los Potter?
1
Sirius
—Potter está fuera de peligro.
No sabe cómo se llama el sanador. Tiene el pelo rubio y camina ligeramente encorvado hacia delante. Colabora con la Orden del Fénix desde hace seis meses y ha demostrado ser muy bueno en su trabajo. Sirius, que se ha puesto de pie en cuanto lo ha visto salir de la habitación, se acerca a Lily y la ve estrecharle la mano. Una voz en su interior le sugiere que haga lo mismo, pero no puede moverse. Bastante ha hecho con mantener la calma hasta ese momento, pese a ser consciente de que va a tener pesadillas durante el resto de su vida. Se estremece cuando recuerda el vientre de James abierto en canal, con sus vísceras al descubierto y la cara mortalmente pálida. Pensó que se iba a morir. No entiende cómo puede seguir vivo. Es un milagro.
—Muchas gracias por todo, Walter.
Sirius no oye lo que responde el sanador. Escucha el sonido de la desaparición y aprieta los ojos un instante. Necesita borrar de su memoria lo recuerdos más recientes y retomar el control sobre sus emociones. Al abrir los ojos de nuevo, Lily sigue frente a él, acariciando su abultada barriga y con la determinación presente en su mirada. Tiene el pelo más rojo que nunca y las mejillas encendidas. Se nota que está aliviada, aunque a Sirius le parece que está muy enfadada. No le extraña nada. Cualquiera estaría cabreado con el mundo en general y con la situación actual en particular.
Sirius abre la boca para hablar, pero Lily se ha dado media vuelta y ha entrado en el dormitorio. Y Sirius Black, que siempre ha sido famoso por moverse por el mundo con el desparpajo típico de los que se creen dueños de él, duda. Siente que tiene los pies clavados al suelo y se encuentra un poco mareado. No tarda ni un segundo en identificar esa sensación. Es la misma que lo embarga cada vez que sale a una misión o se bate en duelo con un mortífago: miedo puro y duro. Miedo porque una parte de sí mismo no se ha creído las palabras del sanador y le aterra la posibilidad de ver a James muerto.
Respira hondo y da un paso hacia delante. Es un Gryffindor y su obligación consiste en dejar atrás todos esos temores. Da dos pasos más y ya está frente a la puerta. Avanza otro poco y ya ha traspasado el umbral para comprobar con alivio que es verdad. James está tumbado sobre la cama, con los ojos cerrados y las sábanas cubriéndole las piernas. Tiene el pecho cubierto por un vendaje blanco y respira acompasadamente. Está vivo y Lily ya se ha sentado junto a él para acariciarle el cabello. Sirius vuelve a llenar los pulmones de aire y pasea la vista por la estancia. En el exterior es noche cerrada y está lloviendo. Alguien ha transformado el sillón que normalmente hay junto a la ventana en una mesa que está cubierta por todo tipo de material sanitario y un montón de frasquitos con pociones. En la mesilla de noche están las gafas de James y su varita.
Sirius ya se siente con fuerzas suficientes como para aproximarse a los pies de la cama. Lily le mira de reojo y él deja que las palabras se le escapen de la boca. Es consciente de que podría haber dicho cosas mil veces mejores, pero esa noche no desea andarse por las ramas.
—Tenemos un espía.
Lily suspira y deja de acariciar el cabello de James para cogerle la mano.
—Hace tiempo que lo venimos sospechando.
Sirius aprieta los dientes. No quiere que sus recelos sean ciertos. No quiere tener que decir lo que está pensando porque cuando lo haga se hará realidad, pero tampoco puede quedarse callado por más tiempo.
—Antes era una sospecha. Ahora es una certeza.
Lily se gira para mirarle fijamente. Está claro que se ha ganado todo su interés.
—Nadie más sabía lo de hoy, Lily. Dumbledore nos dio las instrucciones personalmente a James y a mí.
Sirius traga saliva y siente un arañazo de culpa destrozándole el corazón. Por un instante se arrepiente de haber comenzado esa conversación, pero ya no hay marcha atrás. Lily jamás aceptaría el silencio como respuesta a todas las dudas que hay presentes en sus ojos y James se merece la verdad.
—He sido un bocazas, Lily. Y lo siento muchísimo.
Ella permanece quiete un instante. Contempla el rostro de James y se inclina para darle un beso en la frente. Después se levanta, cruza los brazos y encara a Sirius. Él tiene que retroceder un poco, intimidado por la fuerza que desprende esa mujer.
—¿A quién se lo has dicho?
—Se me escapó.
—¿A quién se lo has dicho, Black?
Sirius se muerde el labio inferior y sólo necesita pronunciar una palabra para sentirse un poco más libre.
—A Remus.
2
Remus
Ser un licántropo es una mierda. A veces siente que su vida es una larga agonía y que está destinado a sufrir mientras dure su existencia. Por suerte, pensar en sus amigos llena de calidez su corazón porque sólo ellos le dan esperanza. Ser un licántropo después de la luna llena es aún peor porque el dolor físico le obliga a concentrarse en todos sus pesares y acostumbra a sentir que no podrá seguir soportando su situación. A veces fantasea con acabar con todo de una vez, pero ellos siempre suelen estar allí en los peores momentos. James, con sus botellines de cerveza muggle y sus chistes brutales. Peter, con sus historias banales de la vida normal y corriente. Y Sirius, sonriendo como un sinvergüenza y presumiendo de haberse follado a no se sabe cuántas chicas en la última semana.
Remus sonríe al pensar en sus amigos. Nunca llegó a soñar con tener a personas como ellos a su lado. Por eso le extraña que no hayan ido a visitarle después de la última transformación, al menos uno de los tres. Empieza a preocuparse después del mediodía y, aunque se encuentra muy débil y el cuerpo le duele horrores, logra levantarse de la cama para escribirle una carta a Sirius. Sabe que la lechuza lo encontrará a él con más facilidad y procura que su caligrafía salga lo mejor posible, algo que no es demasiado sencillo puesto que las manos le tiemblan de forma extraordinaria.
Apenas ha escrito dos líneas cuando alguien aporrea la puerta de su casa. Vive en un mugriento apartamento muggle, lo único que puede permitirse. Aún no entiende cómo es posible que los mortífagos no hayan ido a buscarle allí o que nadie le haya visto llegar después de las transformaciones, cuando prácticamente tiene que arrastrarse por el suelo debido a su mal estado físico. Sobresaltado, Remus se pone en pie y va a abrir.
El primer puñetazo le pilla de sorpresa. Alguien le golpea en el pómulo derecho y hace que se tambalee hacia atrás hasta que su espalda se choca contra la pared. Después, el recién llegado se abalanza sobre él, le agarra del cuello del jersey y llega el segundo golpe. Remus se siente aturdido y es incapaz de creer que esa voz sea la de Sirius. Porque es Sirius Black el que aproxima su cara hasta echarle el aliento en la nariz y el que le habla con todo el odio que es capaz de reunir.
—Puto traidor.
Remus no sabe si le duelen más las articulaciones, los dos puñetazos o esas palabras. Alza las manos para agarrar los brazos de Sirius y siente que las piernas le flaquean. Se pregunta dónde se ha dejado la varita cuando siente la de Sirius clavada en su mentón.
—James casi muere por tu culpa.
—¿Qué?
Al fin le salen las palabras. Su desconcierto debe ser tan evidente que incluso Sirius afloja su agarre.
—La misión de ayer era una trampa. Tú lo sabías y avisaste a los mortífagos.
Remus ya no está sólo confundido y adolorido. Está herido y, casi de improviso, la furia le quema la garganta y saca fuerzas para librarse del agarre de su amigo. O del que fuera su amigo hasta ese momento.
—¡Yo no he avisado a nadie, idiota!
Remus se da cuenta de que hay varios vecinos cotilleando en el pasillo. Deben estar haciendo mucho ruido. Sirius gruñe y cierra la puerta con fuerza, provocando un estruendo horrible y un desconchón en el techo. Remus aprovecha para retroceder e ir en pos de su varita, por si le hiciera falta. Sirius no parece una persona confiable en ese momento.
—Entonces, ¿cómo lo sabían? Porque nos estaban esperando. Ocho mortífagos, Remus. Ni siquiera sé cómo nos libramos de ellos. Hirieron a James.
—¿Está bien?
Esa pregunta hace que el ambiente se destense momentáneamente. Remus está a solo dos metros de la varita y Sirius ha bajado el brazo, aunque está muy rojo y continúa mirándole de esa manera. Como nunca le ha mirado. Como el monstruo que Remus suele ver cuando se mira en el espejo.
—¿Acaso te importa?
—¡Claro que me importa! ¡Es mi amigo!
—No lo era mientras avisabas a tu amo, ¿verdad?
—¡Que yo no he avisado a nadie!
Remus grita. Ha cogido la varita y apunta a Sirius. Sirius le apunta a él. Sólo necesitan una pequeña chispa para que todo termine en desastre. Sirius grita también.
—Entonces, ¿quién ha sido?
Remus abre la boca para decir que no lo sabe. Recuerda el momento exacto en que Sirius reveló que James y él tenían una misión secreta. Ve de nuevo su rostro poniéndose rojo y escucha sus balbuceos estúpidos. Es raro que Sirius Black balbucee. Se recuerda a sí mismo calmándole, recordándole que son amigos y que se llevará ese secreto a la tumba. Y entonces, como si fuera cosa de magia, ve de refilón una rata entre las patas de su viejo sillón y se estremece. Remus baja la varita y pronuncia el nombre que nunca creyó que tendría que pronunciar.
—Peter.
3
Peter
No están muertos. Peter debería sentirse aliviado porque James y Sirius son sus amigos de la infancia, pero ya nada es como antes. Su vida se ha convertido en una mierda repleta de mentiras y traiciones y ya ni siquiera sabe quién es. Porque de verdad no quiere tener que hacerlo. De verdad que le gustaría que todo siguiese siendo como antes, cuando estaban en Hogwarts y se valían del Mapa del Merodeador para hacer travesuras. Le encantaría volver a tener quince años para ser uno más del grupo, Colagusano, el chico que era tan bueno como todos los demás. Por desgracia todo se le ha ido de las manos. Desde esa fatídica noche, todo es un puto desastre.
A veces culpa a sus amigos porque le consuela hacerlo. Había quedado con ellos en el Caldero Chorreante para tomarse unas copas y divertirse, pero James les dejó plantados para irse con Lily, Remus no se encontraba bien y Sirius llegaba tarde como siempre. Si hubieran llegado a su hora, los mortífagos jamás le hubieran capturado. Nunca hubiera tenido que enfrentarse cara a cara con Voldemort. Nunca le hubieran torturado ni le habrían amenazado con despedazar su cuerpo. Nunca hubiese suplicado por su vida y ahora no sería un traidor. Pero ellos, sus amigos, fueron egoístas y Peter se siente perdido y sabe que ya no hay vuelta atrás.
Sirius y James no están muertos, de acuerdo, pero tal vez puedan librarse de la presencia de Remus. Puede que lo consideren un traidor y, teniendo en cuenta que es un licántropo, a lo mejor es ejecutado. Peter ya no tendrá que preocuparse por él. Y los demás caerán tarde o temprano y, con suerte, a él le dejarán en paz. A Voldemort le interesa matar a los miembros de la Orden del Fénix y él se los está sirviendo en bandeja de plata. ¿Qué más pueden pedirle?
—Peter, querido. Llaman a la puerta, ¿puedes abrir?
Se sobresalta al oír la voz de su madre. A veces piensa que no debería vivir allí, con ella. No quiere ponerla en peligro. La escucha trajinando en la cocina y confirma que sí, que él atenderá la llamada. Se lleva un susto de muerte cuando ve a Sirius y Remus al otro lado del umbral. Sirius está hecho un desastre y Remus tiene media cara amoratada. Y lo saben, joder. No hace falta que digan nada porque lo saben. Peter echa mano de la varita, pero es desarmado antes de que pueda hacer nada.
—¿Quién es, Peter?
Tiene la boca seca y no puede responder. Es Sirius quien eleva la voz.
—Somos nosotros, señora Pettigrew. Nos vamos con su hijo a dar un paseo.
—¡De acuerdo, muchachos! Cuidado.
Peter traga saliva. Sirius le agarra del brazo con tanta fuerza que le hace daño.
—Nos vamos de aquí, pedazo de mierda. Tu madre no se merece esto.
Y se desaparecen.
A Peter nunca le ha gustado la desaparición. Cuando sus pies vuelven a tocar el suelo, se siente mareado y tiene ganas de vomitar. Sirius le suelta y cae de rodillas al suelo. Su cerebro comienza a trabajar a toda velocidad, buscando la excusa perfecta para librarse de esa situación. Al alzar la mirada, ve a sus amigos apuntándole con la varita.
—¿Qué hacéis, chicos?
—Levántate la manga del jersey, Peter.
Es Sirius quien habla. Sí. Definitivamente lo sabe. Peter se levanta y se ríe con nerviosismo mientras le muestra el antebrazo derecho.
—¿Qué mosca os ha picado?
—La otra manga, Peter.
No hay manera de ganar tiempo. Peter retrocede. No tiene varita y son dos contra uno. ¿Qué puede hacer? Correr parece su única salida, aunque nunca ha sido un tipo demasiado atlético. Vuelve a reírse, aunque la situación no tenga ni puñetera gracia.
—¿Qué…?
—¡Venga, joder!
Es Remus el que grita, cosa rara en él. Peter se estremece y se resigna ante lo inevitable. Cuando se levanta la manga, la Marca Tenebrosa casi resplandece. Es horrible porque el brazo le arde todo el rato, recordándole la clase de basura en la que se ha convertido. Ve como sus amigos observan la Marca. Sirius da una patada al suelo y grita.
—¡Hijo de puta!
Remus no dice nada, pero le apunta con firmeza. Aunque, si se fija un poco mejor, Peter puede ver cómo le tiembla la mano.
—Puedo explicarlo, chicos.
—¡Y una mierda! —Sirius le señala acusadoramente—. ¡Eres un mortífago!
—No he tenido más remedio.
—¡James casi muere! —Sirius parece fuera de sí.
—Iban a matarme a mí.
Sorprendentemente es Remus quien lanza el maleficio. Peter nota cómo cuerdas invisibles estrujan su cuerpo y pronto queda colgando boca abajo. Ya no podrá escaparse, eso está claro.
—Cállate, Peter.
—Pero tenéis que escucharme.
Remus le pega en la cara. Debe estar muy débil después de la última luna llena, pero el golpe le arranca dos dientes de cuajo y la mandíbula le quema casi tanto como la Marca Tenebrosa. Peter escupe la sangre que tiene en la boca y siente casi tanto pánico como cuando se lo llevaron los mortífagos. Y, puesto que no puede hacer otra cosa, deja salir toda la amargura y todo su miedo.
—¡Fue vuestra culpa! Me dejasteis solo, joder. Vosotros no tenéis ni puta idea de cómo es el Señor Tenebroso. No sabéis lo que puede hacer. Si hubierais estado conmigo esto no habría pasado. No me habrían hecho esto. ¡Sois unos cabrones! Y ahora me venís con reproches. Dijimos que siempre estaríamos juntos y dejasteis que me llevaran. ¡Hijos de puta!
Remus agita la varita y Peter ya no puede seguir hablando. Sus dos amigos le observan en silencio durante lo que parece una eternidad, hasta que Sirius se acerca a él y le habla muy cerca de la oreja.
—Vamos a tener que matarte, Colagusano. No voy a decir que lo siento.
Peter sabe que no miente. Conoce lo bastante a su amigo como para ser consciente de que habla muy en serio. Se retuerce con desesperación, dispuesto a suplicar por su vida otra vez, pero sigue enmudecido. Ve a Sirius alejarse junto a Remus, ve a Remus alzar la varita y a Sirius deteniéndole.
—Yo lo haré, Lunático. Tu carga es mucho mayor que la mía.
Peter cierra los ojos. Está hecho. Va a morir. Y entonces, en el último segundo, escucha la voz de su salvador.
—¡Parad!
—¡James!
4
James
—¿Qué cojones estás haciendo aquí?
Sirius se ha plantado frente a él de un salto y le ha agarrado la cara. Le observa con atención, le toquetea por todas partes, y James tiene que hacer uso de todas sus fuerzas para apartarse de él. La verdad es que no sabe cómo responder a su pregunta porque realmente no debería estar allí. Tiene unas ganas horribles de vomitar, está mareado y no tiene fuerzas para nada. Además, Lily le va a echar una bronca considerable por haberse aparecido, pero es que no podía hacer otra cosa. No podía conocer la verdad y quedarse tumbado en la cama, esperando. Y no podía hacerlo porque conoce muy bien a todos sus amigos y sabe que no pueden cometer semejante locura. Jamás se lo perdonarían.
Puesto que no puede responder a Sirius, se pone a la defensiva.
—No, Canuto. ¿Qué estáis haciendo aquí vosotros?
A Sirius le sorprende que haya tanta seriedad en su voz y por un momento no sabe qué hacer o decir. Al final, señala acusadoramente a Peter y habla como si fuera su madre la que le estuviera preguntando por el responsable de una travesura.
—Ese montón de mierda nos ha traicionado, Cornamenta.
—Ya lo sé.
A Sirius también le sorprende que James se tome la noticia con tanta calma.
—Es un mortífago.
James traga saliva y mira a Peter. No puede evitar sentir lástima por él cuando lo ve ahí colgado, con la cara ensangrentada y la ropa empapada de orina. Pobre Colagusano. Maldito imbécil.
—También lo sé.
—No podemos dejar que se salga con la suya.
Es Remus quien habla. Aún tiene la varita alzada para asegurarse de que Peter no se escape. Tiene un aspecto lamentable y James camina hacia él. Puede sentir su furia y su decepción desde la distancia.
—Lunático —James habla con suavidad mientras se coloca entre Remus y su presa—. Baja la varita, por favor.
Remus parpadea y mira a James. Tiene los ojos brillantes y el infierno arde en su interior.
—Casi os matan por su culpa.
La mano le tiembla. James puede agarrar su muñeca.
—Remus. Baja la varita.
—Quería que todos pensaran que yo era el traidor. Iba a condenarme.
James logra que su brazo descienda un poco. Sirius también se acerca y, por un instante, nadie presta atención a Peter. A James no le importa en absoluto. Sabe que no podrá escapar y debe centrarse en los amigos a los que aún puede salvar.
—Nunca hemos dudado de ti.
Remus mueve los ojos hasta encontrar a alguien.
—Sirius dudó.
James suspira muy profundamente y cierra los ojos mientras el mareo va en aumento. No sabe cómo va a lograrlo, pero resolverá ese conflicto antes de desmayarse.
—Sirius siempre ha sido un idiota. Si no hubiera sido por nosotros, el sauce boxeador lo hubiera machacado durante nuestro primer día en Hogwarts. ¿Ya no te acuerdas?
Le parece que Remus sonríe. Sirius se acerca aún más y James sigue hablando.
—Nunca piensa en lo que hace. Es Canuto el Irreflexivo y lo queremos por eso.
Remus tiene el brazo completamente bajado y parece a punto de echarse a llorar. Sirius le aprieta amistosamente el cuello y, sin previo aviso, tira de él y le da un beso en la sien.
—Lo siento mucho, colega. Perdóname.
Remus carraspea y asiente. James sonríe, contento por haber logrado arreglar parte del problema. ¿Qué sería de los Merodeadores sin él? Está a punto de relajarse cuando Sirius habla.
—Peter no se merece seguir con vida. Lo sabes tan bien como nosotros.
James suspira. Todo le da vueltas. Cierra los ojos y logra que el mundo se detenga durante unos pocos segundos. Espera que sean suficientes para decir lo que tiene que decir.
—No podemos rebajarnos a su nivel. Nosotros no somos así. No somos asesinos. Si lo matamos, no podremos vivir con ello. No digo que se merezca nuestra piedad, digo que no nos merecemos que él nos convierta en otras personas.
James se siente satisfecho con el breve discurso. Sin duda alguna es el mejor que ha dado en mucho tiempo. Y ciertamente ha pronunciado algunos irrepetibles. Está preparado para disfrutar de su victoria cuando las piernas le flaquean y el mundo se vuelve blanco primero y negro después.
5
Lily
Le prometió a James que no lo haría. Lily sabe que es un error de proporciones considerables, pero cuando pasa por delante de su celda no puede evitar detenerse para echarle un vistazo. Sólo es por curiosidad. Al principio ni siquiera quiere hablar con él. Peter está tumbado sobre un catre mohoso. Lleva puesto el uniforme de rayas de los presos de Azkaban y tiene el pelo largo y enmarañado. Apenas le ha salido barba y tiene puesto el collar que impide que pueda transformarse en animago. Está más delgado de lo que ha estado jamás y Lily se estremece cuando abre los ojos y la mira. Retrocede un paso cuando le habla.
—¡Lily! ¡Has venido a verme!
Tiene la voz chillona de una rata. Lily recuerda al niño regordete que parecía aterrorizado durante sus primeros días en Hogwarts y le da pena que haya terminado así. Durante un tiempo no consideró que Peter fuese mala persona. De hecho, algunas veces sigue pensando lo mismo. Tomó decisiones erróneas y ocasionó mucho dolor, pero lo hizo movido por unas circunstancias terribles. ¿Qué hubiera sido de él en otro momento de la historia o en otro lugar del planeta? Seguramente su vida no se hubiera terminando consumiendo en una celda de Azkaban.
Lily recuerda las palabras de James. Le ha dicho tantas veces que no hable con él que incluso tiene sueños extraños al respecto. Su parte sensata le ordena que se dé media vuelta y continúe con sus quehaceres, pero Peter se levanta y se aproxima a los barrotes, rodeándolos con sus dedos retorcidos por la artrosis. Está tan delgado y tan sucio que parece tener la piel pegada a los huesos. Entonces, saca el brazo izquierdo a través de la reja y le muestra la Marca Tenebrosa. Ya no brilla ni arde. Parece muerta.
—Nadie me dice nada, pero tú debes saberlo. ¿Ha desaparecido? El Señor Tenebroso, ¿lo habéis matado?
Lily piensa en los últimos acontecimientos. Rememora todos y cada uno de los detalles de una guerra que ha durado casi veinte años y no puede evitar que se le escape una sonrisa mientras asiente. Peter también sonríe.
—¡Ah, qué bien! Eso significa que me van a liberar, ¿no es cierto?
A Lily le parece que hay algo de locura en sus ojos y vuelve a sentir lástima por él. Se arrepiente de haberse detenido.
—No, Peter. Sabes que tu condena es a perpetuidad.
El gimoteo del hombre hace que se estremezca.
—Pero está muerto. Y yo llevo aquí muchos años. ¿Qué daño puedo hacer ya, Lily?
Puede que sus palabras tengan cierta parte de razón, pero no se deja engatusar.
—Eso no depende de mí. Lo lamento.
—Ya —Peter parece saborear su negativa y se aleja de los barrotes para sentarse sobre el catre—. ¿Y ellos? Mis amigos. ¿Pueden hacer algo?
—No lo creo, Peter.
El hombre se cubre los ojos con las manos y niega con la cabeza, preso de una desesperación que Lily jamás podrá entender. Le observa mientras prosigue con sus lloriqueos y siente cada vez más desagrado. En un momento dado piensa que lo que están haciendo con Peter es cruel. Tal vez hubiera sido más piadoso quitarle la vida en el pasado, antes de que se convirtiera en esa sombra de Azkaban.
—¿Cómo están, Lily?
Más o menos jodidos. Remus sigue siendo un licántropo al que nadie da trabajo pese a su valiente labor durante la guerra. Sirius se pasa la vida de bar en bar y de puta en puta. James aún se lamenta por la pierna que perdió durante la última batalla. Y Lily tira del carro como puede, luchando por sacar adelante a su hijo y manteniendo la poca cordura que le queda. Quiere responder a Peter, pero sabe que todos ellos se molestarían muchísimo con ella y no puede traicionarlos. Colagusano murió cuando los vendió y tienen todo el derecho a negarle el perdón.
Lily niega con la cabeza y no dice nada. Peter, pese a no estar en su mejor momento, lo entiende y no insiste.
—¿Qué haces tú aquí?
—He venido por trabajo.
—¡Ah! Al final te hiciste auror.
Su uniforme convierte la respuesta en inútil y prescindible. Lily decide que ha llegado el momento de irse y a dos pasos atrás. Peter parece triste y decepcionado.
—¿Le dirás a James que me has visto?
—No, Peter.
—¿Crees que algún día me perdonarán?
—No lo sé.
—¿Intercederás por mí? No quiero seguir aquí.
Lily está a punto de mentirle, aunque considera que no se lo merece.
—Lo siento, Peter.
—Ya, bueno. ¿Qué se le va a hacer?
El hombre vuelve a tumbarse, esta vez de espaldas a ella. Lily puede ver los huesos de su columna vertebral y desea que esa misma noche sufra un infarto. Se siente casi avergonzada de inmediato, pero no es capaz de seguir observando su desgracia. Sabe que no podrá dormir bien durante unos días, pero confía en poder olvidarse de Peter en cuanto las cosas vuelvan a su cauce. Han sufrido demasiado en los últimos años y les costará muchísimo esfuerzo conseguir algo parecido a la normalidad. Pero son fuertes. La guerra les ha hecho fuertes a todos y, juntos, afrontarán el futuro mientras Peter Pettigrew, antiguo Merodeador y traidor despreciable, se pudre en Azkaban. Como debe ser.
Hola, holita.
La verdad es que me ha gustado mucho jugar con esta posibilidad. Hay todo un mundo más allá de los hechos que aquí relato, pero os dejo a vosotros que lo imaginéis. Ahora bien, no he podido contenerme y he vuelto a matar a Voldemort. Espero que os haya gustado.
Besetes y hasta la próxima.
