Los personajes son propiedad de Hiroyuki Takei, el master✨ el Horo x Ren esta reviviendo mis panaas y mi imaginacion esta volando JAJSJ


Estrellas de medianoche

"Hoy en día observar las estrellas en un cielo despejado y libre de faroles que las opacan es un privilegio"

Parte 1

—Estoy cansado ¿podríamos sentarnos un ratito? —se quejaba Horokeu con los brazos colgando a cada uno de los lados.

—¿Cansado? vaya, que debilucho —se burló Ren con una sonrisa en el rostro.

En realidad, él también estaba cansado, pero no lo admitiría. Había sido un día muy pesado, ya que estaban varados en medio de una carretera entre cerros y la ciudad más cercana quedaba a diez horas más adelante.

—¡¿Yo, débil?! Estoy cansado porque llevamos caminando desde la mañana y ahora son las nueve de la noche —respondió jalándose sus hebras celestes con exasperación.

—Pues yo estoy en perfecto estado —se jactó Ren, solo para molestarlo.

—¡Mentiroso!

—Estoy de acuerdo con Horo, lo mejor será descansar —sonrió Yoh de manera pacífica y amable. A lo que todos estuvieron de acuerdo al final.

—Eres un sol, Yoh —el de pelo celeste se le tiro a abrazarlo con cascadas en los ojos, haciendo que Ren bufara.

—Creo que este lugar está bien para que encendamos la fogata —Hablo Ryu dejando unos palos en el suelo.

Enseguida comenzaron a preparar las cosas para pasar la noche a la intemperie. No tenían planeado que esto fuera de esta forma, así que no llevaban carpas con ellos, pero al menos tenían sacos de dormir, ya que Anna, la prometida y patrona de Yoh, les había dicho que era mejor estar preparados en caso de que no tuvieran sabanas decentes en el hospedaje barato que les daría la aldea Apache. Y ni que fuera bruja, ese consejo les había sido de gran utilidad en ese momento.

Cuando la fogata estuvo prendida, sacaron comida de sus equipajes, ya que sus estómagos rugían del hambre.

Ren sacó unos deliciosos sándwiches de su bolso y miró a sus amigos que ya estaban sentados frente al fuego. Paseo sus ojos en cada uno de ellos, pensando en donde sentarse. Cuando de pronto aquellos ojos azul claros lo miraron con cautela, haciéndole una seña para que se sentara a su lado, Horokeu le había dejado un espacio con su saco de dormir en el piso, supuso que para que no se ensuciara con la tierra al tomar asiento ahí.

Sus comisuras marcaron una leve sonrisa que quiso controlar. No quería que se notara su felicidad por ese simple detalle.

Se sentó al lado de este en silencio y sin mirarlo, o se avergonzaría.

—La noche está muy bonita, algo bueno de habernos quedado varados en medio del camino —soltó Yoh finalizando con su típica risa relajada.

—¡¿Lo bueno?! Estas bien loco, amigo —dijo Horo con diversión.

—Siempre viéndole el lado agradable a todas las cosas —expresó Ryu inspirado por la actitud del chico que era menor que él.

—Bueno, no todo debe ser blanco o negro, también puede ser gris. Estamos varados, pero en un lugar hermoso.

—Supongo que es cierto —afirmo Ren.

Todos observaron a su alrededor, los cerros bañados de verde estaban cubiertos por vegetación, los árboles se movían en una suave danza guiados por el viento. El cielo estaba despejado, adornado por aquella esfera luminosa que hoy parecía más cerca de la tierra que lo usual.

Respiraron el aire fresco y limpio, que parecía purificar sus interiores que hasta ahora solo aspiraban el smog de la ciudad. Era extraño, pero si entendían a lo que se refería.

—Entonces, ¿qué haremos mañana? —Pregunto Ryu, mientras acomodaba su pelo, arreglando su tupe. Aunque se fueran a dormir, no podía permitir despeinarse. Menos su maravilloso tupe que demoraba horas en arreglar.

—Esperar a que pase algún auto no es opción, ya vimos que no anda ni un alma por este lugar, así que supongo que tendremos que seguir a pie otra vez —mencionó Yoh con una ya pereza palpable en su voz.

Ambos se pusieron a charlar sobre lo que harían mañana y cuanto recorrerían.

Horo miró a Ren, apreciando como este comía con tranquilidad y una singular elegancia aquellos sándwiches. Cosa que él sentía que solo podría hacer el chico de cabello violeta, porque venía de una familia ricachona, así que era inevitable su refinado comportamiento.

Se fijó en que no tenía nada que beber, así que sacó una de las latas de gaseosa que él había traído.

—Toma —le extendió la bebida.

Ren lo observó con sorpresa por unos segundos, hasta que la recibió desviando los ojos. Odiaba cuando se ponía tímido frente a este tipo, se sentía ridículo, pero le pasaba cada vez más seguido.

—Gracias —hablo en voz baja, pero audible para Horo. Enseguida este le sonrió con calidez, provocando que su amigo sintiera un latido que lo remeció.

Horokeu solía ser amable y empático con todos, pero lo era en especial con él. O al menos así lo sentía. Por lo habitual se preocupaba de que comiera, incluso con lo glotón que era el chico de ojos claros, siempre estaba dispuesto a compartir con él. También solía tener pequeños detalles: como abrirle la puerta, correrle la silla para que se sentara e incluso prestarle su chaqueta en días fríos. Todo esto cuando nadie los observaba, claro.

Y eso estaba haciendo que su corazón se derritiera poco a poco. O quizás ya se había derretido por completo.

—¿De qué es tu sándwich, Ren?

—Lechuga, carne y tomate.

—Se ve delicioso —comentó más para él, hechizado por el trozo de pan.

El de hebras violetas quiso reír por su expresión tan hambrienta. No entendía como aún quería comer más, si ya había devorado su propia comida.

—¿Quieres? —ofreció, extendiendo su pan hacia el rostro de Horo. Enseguida los ojos de este se iluminaron, como si fuera lo mejor que le habían dicho desde hace tiempo.

—¡Por supuesto! —exclamó animado.

Se acercó y mordió la comida que le ofrecía Ren. Sin querer en el proceso chocaron miradas, avergonzándose al pensar de manera sincronizada que esta escena donde lo alimentaba en la boca era algo romántica.

Horokeu sonrió ante la idea. Sin dudas quería más escenas románticas con Ren.

—Está delicioso —expreso satisfecho con la probadita.

—Claro que lo está. Lo prepare yo después de todo.

—¡¿Tú?!

—No soy un inútil, Horo —todos creían que no movía un dedo. Por un lado, era cierto, pero lo ofendía, hasta él podía tomar un pan y echarle cosas adentro.

—Así que tú mismo lo hiciste —lo miro sonriente.

—Eso dije.

—Entonces déjame decirte que tienes buena mano —menciono, posando sus dedos en la pierna de este —. Quiero probar más de lo que puedes hacer con ellas —susurro con picardía.

Ren casi escupe su bebida por las palabras en doble sentido de su amigo.

—E-Eres un bobo —hablo enrojecido, provocando las carcajadas de Horo.

Cuando acabaron de comer y planear cómo sobrellevarían las cosas mañana decidieron que ya era hora de irse a descansar, así que se encontraban acostados en sus sacos de dormir. Eran las doce de la noche y algunos reposaban a pierna suelta, aunque, no era de extrañar, habían tenido un día agotador, así que habían caído a los brazos de Morfeo enseguida.

La fogata que habían hecho al centro de todos era pequeña, pero aún emanaba calor.

Ren por su parte, estaba despierto. Se había acostado cerca de Ryu y este roncaba como si fuera un oso, así que por más que intentaba dormirse, el sonido que producía lo despertaba.

Bufo con molestia y abrió sus ojos dorados. Al instante se desplegó frente a él aquel cielo con pequeñas motas de nubes, que dejaban apreciar a la perfección las miles de luces brillantes sobre este. Aquellas se concentraban en diferentes puntos del velo, formando manchones que las hacían ver más hermosas.

A pesar de estar acostumbrado a los lujos de su mansión, le encantaba dormir a la intemperie, porque podía conectarse con la naturaleza y disfrutar de las estrellas en todo su esplendor. Desde hace rato que no podía hacerlo, ya que en la ciudad de Tokio había demasiadas luces y edificios que impedían ver su brillo.

Miró a su costado encontrándose con su amigo de cabellos celestes, se sorprendió al ver que también estaba despierto, repitiendo lo mismo que hacia él, apreciar la gran vista que tenían en ese momento.

Se veía tan tranquilo y relajado, que se le hacía extraño verlo así. Por lo general Horokeu era un gritón exagerado, que no hacía más que molestarlo continuamente. O bueno, quizás era él mismo que le gustaba molestarlo y Horo también le respondía.

Su relación era extraña, pero le gustaba.

Peleaban constantemente, pero era divertido, aunque no negaba que a veces se estresaban mutuamente. Y en ese momento, era donde nacía aquella comunicación secreta que tenían entre ambos.

Cuando estaban solos Horo solía pedirle en un tono caprichoso que no se enojara, él se hacía el enfadado, entonces, el de cabello celeste se ponía a abrazarlo y mimarlo, hasta que se desenfadaba.

Le gustaba demasiado cuando comenzaban con aquellas muestras de afecto. Pero como ya había dicho, era un secreto.

Admiro el rostro de su amigo, otra vez. Se veía muy inspirado y sobre todo feliz.

—¿También te gusta mirar las estrellas? —habló Ren sin darse cuenta.